martes, 2 de junio de 2020

VIERNES A SAN FRANCISCO DE PAULA



VIERNES CONSAGRADO AL PATRIARCA SAN FRANCISCO DE PAULA


ACTO DE CONTRICCIÓN

Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonareis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta el fin de mi vida. Amén.

 

ORACIÓN

¡Oh maravillosa omnipotencia de Dios, que enriqueciendo tanto al ‘abrasado serafín san Francisco de Paula, lo hiciste admirable en lo prodigioso de su vida, elevándolo con tu poder a tan alta jerarquía, que su vida era un puro milagro! Alábente, Dios mío, tus Ángeles y bienaventurados; pero también haz que nosotros acá en la tierra te alabemos, haciendo que estas alabanzas sean con humildad y con el corazón abrasado en amor de infinita bondad, sin que permita tu altísima misericordia que por cosa alguna te ofendamos. Así te lo pedimos y suplicamos por la intercesión de san Francisco de Paula; y pues lo has hecho tan ilustre en los milagros, haz que uno de ellos sea el que salgamos de la esclavitud del demonio, mundo y carne; dirigiendo todas nuestras acciones como las de nuestro Santo, a la mayor honra y gloria tuya, para que así acabemos en paz la peligrosa carrera de nuestra vida. Por. nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén

Aquí se rezan seis Padres nuestros y seis Ave Marías en honra de los seis años que estuvo nuestro Santo en el desierto.


ORACIÓN

Padre mío amantísimo, san Francisco de Paula: yo doy a Dios infinitas gracias de que ya goces en el empíreo de la visión suprema del altísimo misterio de la santísima Trinidad, de nuestro Señor Jesucristo y de María Santísima, de quienes fuiste tan devoto y amante. Por estas tan incomparables delicias te ruego, Santo mío, que con tu intercesión conserves y libres de sus enemigos a la santa Iglesia, que reine la paz entre los príncipes cristianos, que alambre Dios a los infieles, á herejes y a los que están en pecado mortal, para que salgan de tan infeliz miseria, y así ellos como nosotros amemos a Dios con lo íntimo de nuestra alma. Haz, Santo mío, que este corto obsequio lo reciba tu inexplicable caridad; y junto con los méritos de Cristo, los de María santísima, los de los bienaventurados y justos de la tierra, se lo presentes a Dios, y pídele que me escuche.

Se pide la gracia que se desea alcanzar.

Y tú Santo mío, haz porque yo en manera alguna no ofenda a tu Dios y mío. Te encomiendo mi casa, mi familia, las personas todas que están bajo mi jurisdicción y dominio. Mira con ojos de piedad este nuestro Estado. Finalmente, te pido por los enfermos, encarcelados, caminantes de mar y tierra; a todos líbranos de hambres, pestes, rayos, tempestades, de malas compañías y de morir sin los santos Sacramentos, haciendo, Santo mío, que en nuestras obras tengan alivio las ánimas del purgatorio, pues por ellas te ofrecemos cuantas indulgencias hoy ganáremos; y a nosotros danos cuanto necesitamos, cuanto hemos menester y cuanto nos falta para ir a alabar a Dios eternamente en el cielo. Amén.


HIMNO

Cuando se hundía el mundo en sus errores,

diolo Calabria, Paula lo engendraba;

éste que luego, espléndido en milagros,

Francia lo acoge.

 

Quiso en la tierra ser en todo humilde;

«mínimo» siempre, ser por todos dicho.

Sólo así excelso pudo en alto cielo

ser coronado.

 

Quiso a los suyos, Mínimos llamarlos;

quiso que humildes, fuesen sus hermanos;

verlos a todos, junto con los santos

llenos de gloria.

 

Da con frecuencia, donde está enterrado,

vista al enfermo, siempre que le ruega;

da al desgraciado, cuando va a rogarle

don saludable.

 

Ven ya los ciegos, andan los tullidos,

cobra el oído, quien sordo sufría,

muertos se yerguen, tienen ya los mudos

voz en sus bocas.

 

Todos los fieles dan al Señor gracias,

Dios Uno y Trino; y El que da a los justos

dones de dicha y sube hasta los cielos

hombres humildes. Amén.



RESPONSORIO

Si milagros solicitas

Y maravillas pretendes,

En san Francisco de Paula

Los has de hallar eminentes.

 

Pues todo lo imaginable,

La naturaleza y muerte,

(Y aun parece que también

El mismo Dios) le obedecen.

 

El mar rinde su braveza,

Los peñascos se suspenden,

Su ser voraz deja el fuego,

Los muertos a vivir vuelven.

 

La enfermedad se retira,

El peligro desparece:

Díganlo viejos y mozos,

Y los Paulanos lo cuenten.

 

El mar rinde su braveza,

Los peñascos se suspenden,

Su ser voraz deja el fuego,

Los muertos a vivir vuelven.

 

L/: Gloria al Padre, gloria al Hijo, y a su

Espíritu igualmente.

 

El mar rinde su braveza,

Los peñascos se suspenden,

Su ser voraz deja el fuego,

Los muertos a vivir vuelven.

 

¡Oh san Francisco de Paula!

A. Dios por nos intercede,

Para que dignos logremos

Promesas de Cristo alegres. Amén.

 

ANTÍFONA: Imitando san Francisco de Paula en santidad y justicia a Jesucristo, sufrió un dilatado martirio. Mortificó su cuerpo; y peleando fuertemente, venció con su pobreza y humildad al enemigo común, soberbio y arrogante.

 

L/: ¡Oh bienaventurado Padre san Francisco de Paula! ruega por nosotros

R/: Para que seamos dignos de los prometimientos de Jesucristo


ORACIÓN: ¡Oh Dios y Señor nuestro, grandeza de los humildes! que al bienaventurado san Francisco de Paula, tu confesor, lo entronizaste con la gloria de tus santos. Rogámoste, Señor, nos concedas conseguir felizmente, por sus méritos y por su imitación, los premios que a los humildes tienes prometidos. Por Jesucristo Señor nuestro. Amén.


Sois lucero de humildad,

Francisco en Paula nacido:

Mínimo de Dios querido,

Nuevo Sol de caridad.

 

Fuísteis, divino Varón,

Por gran milagro engendrado,

Y de niño aficionado

A virtuosa religión,

Donde con fe y caridad

Continuo habéis asistido:

 

Es Mínimo vuestro nombre

Porque a todo honor mundano

Gustasteis darle de mano

Con tan sabido renombre:

Y en fe de aquesta verdad

Llevamos vuestro apellido:

 

Con trabajo corporal

Un templo a Dios dedicasteis,

Donde milagros obrasteis

Que os tienen hecho inmortal:

Gozando la eternidad

Que el humilde ha merecido:

 

Sois de Cristo tan amado,

Francisco glorioso y santo,

Que cual nave vuestro manto

Pasasteis el mar salado;

Sin que su ferocidad

Ni el viento os haya ofendido:

 

Con tal celo a Dios amasteis,

Que todo temor huyendo,

En medio del horno ardiendo

Sin lesión alguna entrasteis:

Donde por vuestra bondad

Fénix de Cristo habéis sido.

 

Una suprema virtud

Del cielo os fue concedida,

Para dar a muertos vida

Y a los enfermos salud,

Al cautivo libertad,

Contento al ciego y tullido:

 

Día en que Cristo murió,

Quiso Francisco murieseis,

Porque a la gloria partieseis.

Cuando la luz nos faltó;

Mas con nueva claridad

Después habéis parecido:

 

Pues cual nuevo precursor

La caridad nos mostráis,

Y el celo con que le amáis

Os abrasa en vivo ardor,

En cualquiera adversidad

Socorréis al afligido:

 

Y la virtuosa casada

Que con devota oración

El fruto de bendición

Pide a la Reina sagrada:

Por ella nos suplicad

Que le sea concedido:

 

Sois en la tormenta puerto,

Dais lengua al que nació mudo,

Sois contra el demonio escudo.

Y resurrección del muerto;

Y en cualquiera enfermedad

Sois médico esclarecido:

 

Y pues que sois abogado

De todos los pecadores,

Rogad por los bienhechores

Al Verbo eterno encarnado:

Al triste le consolad;

Y restituid lo perdido:



DEPRECACIÓN

¡Oh gloriosísimo Padre mío san Francisco de Paula! que después de haber navegado con seguridad el proceloso mar del mundo, habéis venturosamente arribado al puerto seguro de la ciudad celestial, donde gozáis el fruto de vuestro sudor y la recompensa de vuestras heróicas fatigas; suplícoos, Santo mío, que en medio del gozo y alegría que poseéis en el paraíso, os muevan a piedad mis afanes: yo estoy batallando en la tierra, cuando vos triunfáis en el cielo: yo estoy en el peligro de perderlo todo, cuando vos gozáis una seguridad eterna. Socorredme por medio de vuestra intercesión; animadme con vuestra protección; y supuesto que no podéis perder la felicidad que gozáis, muévaos á compasión un miserable que está incierto de su salud. Ya no tenéis cuidados ni pensiones que es ocupen para merecer la gracia del Señor, pues os estáis saciando de ella en su divina fuente. Empeñaos, pues, por vuestra gran caridad, en procurarla é impetrarla para mí: yo os lo suplico, amante Padre mío, en el nombre del Señor que se ha puesto en el número de los escogidos, y que con tan la gloria os ha hecho feliz por una eternidad.

 

 


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