DÍA XII.
Santísimo
Patriarca San Ignacio: Grande verdad salió de vuestros labios al decirnos que
el mayor y más capital enemigo que tenemos, es el amor propio. Ya no me maravillo
que el mundo haga tanta guerra a la virtud, cuando experimento que yo mismo la
contradigo de mil modos con el amor desordenado de mí mismo. Si, este desordenado
amor propio me empuja siempre a ir en busca de la propia alabanza, de la
singularidad, de mi libertad, de la alegría vana y de toda comodidad; y si
condesciendo con él, como podre jamás cumplir el propósito de seguir las
pisadas de Cristo, ¿mi capitán? Vos, santo Padre mío, fue tanto lo supisteis
vencer, y que como escribieron los auditores de la sagrada Rota, llegasteis a
tener un dominio perfectísimo de todas las pasiones de vuestro ánimo, ayudadme
a vencer todos mis afectos desordenados. Solían decir de Vos vuestros mismos
hijos, que, así como teníais el corazón imperturbable, así os mostrabais
siempre sereno y con un semblante celestial. Yo soy todo lo contrario; no puedo
mostrarme sereno y tranquilo, experimentando como experimento el alboroto
continuo de mis pasiones, impulsadas del amor propio. Vos que tantas veces
habéis puesto en bonanza las tempestuosas olas del mar en favor de vuestros
devotos, tranquilizad mi corazón y haced que yo quede siempre triunfador de mí
mismo, venciendo todos los embates, del amor propio y siguiendo el ejemplo del
grande Javier en la práctica de aquella máxima: véncete a ti mismo, que
es un compendio de todas las victorias dignas de un cristiano.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
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