lunes, 13 de julio de 2020

MES DE JULIO A SAN IGNACIO - DÍA TRECE


 

DIA XIII

Santísimo Patriarca San Ignacio, que como sol lucidísimo resplandecéis e ilumináis el cielo de la Santa Iglesia, echad de mi alma las obscuras nieblas que la ofuscan. A veces se me presenta la vida cristiana que me he propuesto guardar, como una vida tétrica y desagradable, en la cual no podría perseverar. Mas ¡que ignorante soy! Si la obra de mi salvación dependiese solamente de mis fuerzas, que tan pocas son y tan combatidas, no se puede negar que sería no solo difícil, sino imposible. Pero es verdad de fe, que esta obra depende también y principalmente de Dios, quien con su gracia me previene y ayuda, y me conforta para obrar, y esta gracia no la niega a quien hace de su parte lo que puede, y de todo corazón se la pide. Luego si yo verdaderamente quiero vivir como buen cristiano, no hay dificultad que con la divina gracia no pueda vencer. Mas el caso es, que yo no quiero hacerme violencia a mí mismo: y se dé cierto que el cielo no se da sino a quien se hace fuerza para vencerse: Violenti rapiunt illud (Matth. 11.) Decidme, santo Padre mío, si después de las primeras victorias que alcanzasteis de vos mismo, cuando dejasteis el mundo, ¿no se os hizo muy suave el servir a Cristo? Bien lo mostraron los deliciosos éxtasis, las revelaciones y visitas de los santos del cielo, de que frecuentemente gozasteis: de todo lo cual nos quedó alguna noticia en vuestro librito de apuntes, donde se leía que cuando orabais oíais en el alma una tal música sin voces, una tan grande armonía sin sonido sensible, que no hay en el mundo cosa que se le parezca. Hacedme, pues, experimentar por vuestra benignidad, alguna gotita de ese licor divino con que yo pueda desvanecer todas estas mis desconfianzas y temores.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.


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