martes, 18 de agosto de 2020

MES DEL INMACULADO CORAZÓN - DÍA DIECIOCHO

 


DÍA DÉCIMO OCTAVO

MEDITACIÓN

Dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Y al discípulo: He ahí a tu Madre. San Juan. La página del Evangelio donde se refieren estas palabras es, sin disputa, una de las páginas más tiernas y consoladoras para el género humano. En este testamento del Hombre-Dios se. nos da por Madre amorosísima a la Madre del Verbo encarnado; y como son palabras de Dios, eficaces y operativas, en el mismo instante en que salieron de los divinos labios se engendró en la Virgen para con los hombres un corazón maternal, brotaron en Marra sentimientos de Madre como ella sola los podía tener. Aquí, al pie del santo madero, nos dio á luz nuestra Madre. Con tal amor aceptó la Virgen el oficio que su Hijo le encomendó, que se puede decir: Sic Maria dilexitnos ul Filium suum Unigenitum daret: De tal manera nos amó, que por nosotros entregó a su Unigénito. ¡Oh, y cuán bien ha cumplido con este amoroso oficial Nos da el ser a la gracia, nos sustenta en ella, hácemos crecer y nos lleva, si somos fieles, a la edad varonil y perfecta de la santidad, hasta coronarnos después en la gloria! ¡De cuántos peligros nos libra! ¡Cuántas inspiraciones nos da! ¡Cómo vela mientras nosotros dormimos! ¡Oh Madre mía dulcísima! ¿Cómo os pagaré a ti y a Jesús el beneficio que hoy me hacéis? ¿Cómo no amaros con todo mi corazón a vista de vuestras finezas? ¡Ah! péguese mi lengua al paladar, séquese mi diestra si me olvidare de ti, Madre, mía, si no te amare de corazón y procurare que todos te amen, alaben y sirvan.

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