DÍA
DÉCIMO SÉPTIMO
MEDITACIÓN
¡Oh
vosotros los que pasáis por el camino, atended y ved si hay dolor semejante a
mi dolorido Corazón se aplican estas palabras al Corazón traspasado de María;
porque, en efecto, ¡su dolor no tuvo semejante ni en su intensidad ni en su
duración! Su dolor, más o menos agudo, duró toda la vida de Jesús. Desde tu
infancia, según en otra parte queda dicho, tuvo María presente la Pasión y
muerte de su Hijo; de ella hablaban con frecuencia los dos en Nazaret, y ella
como Jesús pudo decir a su manera: En un mar de dolores me he de anegar, y cómo
estoy en prensa hasta que esto se verifique. La intensidad de este dolor sabido
es que se mide por la grandeza de los dolores de su Hijo, por el inmenso amor que
le tenía y por la singular ternura y delicadeza de su virginal Corazón, formado
para amar y padecer. Lo que en otras madres suele mitigar o disminuir la pena,
verbigracia, la muchedumbre de hijos, la compañía del esposo, los trabajos
pasados ya por el que muere, su edad, etc., nada de esto podía aminorar o
dividir el dolor ... ¡Oh Corazón traspasado y paciente de María! Aquí me tenéis
contrito y pesaroso. Yo, Madre mía, he sido la causa de vuestros dolores; yo
soy el criminal que ha dado la muerte a ·vuestro Hijo Jesús, el Caín que ha
matado a su hermano Abel. ¿Qué haré? ¿a quién acudiré? No quiero ir errante por
el mundo, huyendo de la vista de Dios; quiero arrojarme en el seno de la misericordia,
en vuestros brazos de Madre. Sed mi abogada; amansad la ira del Padre
celestial; cubridme con vuestro manto y defendedme con vuestro amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario