DÍA
VEINTICATRO
Respeto
de San Francisco a los sacerdotes
Es
el mismo Jesucristo, quien conociendo como nadie la misión divina del
sacerdote, le llamó “sal de la tierra, luz del mundo” … no nos admiremos, por
lo tanto, de que ante esa excelsa dignidad palidezcan las demás de la tierra y
la misma angélica del cielo, según afirma San Juan Crisóstomo. El sacerdote,
padre y pastor de las almas, depositario de la doctrina de Jesucristo, con el
poder de atar y desatar en la tierra y en el cielo, es algo divino entre
nosotros… ¡Que bien lo comprendió San Francisco! Tanto, que, aterrado ante esa
excelsa grandeza, jamás quiso ordenarse de sacerdote. Los veneraba con
profundísimo respeto, los obedecía ciegamente, y encargó en su testamento, este
respeto y reverencia. Llegó al tanto en él, que solía decir: “Si yo me
encontrase con un santo del cielo, y con un sacerdote, primero besaría la mano
del sacerdote” Aprenda yo del Seráfico Padre este respeto y reverencia a los
ministros del Señor.
Máxima:
¡Ay de aquel que desprecie a los sacerdotes!
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