DÍA
TREINTA
La
intercesión de San Francisco
Es
dogma de fé el de la comunión de los Santos. Las almas justas que viven en el
cielo no pueden hacerse sordas a nuestros ruegos e interceden por nosotros. Mas
Dios, ha dispuesto que ese poder de intercesión sea como proporcional a la
santidad de cada bienaventurado. Según esto, ¡Cuan eficaz será la invocación de
San Francisco en nuestras necesidades! Si, a impulsos de amor y de bondad
divina se hizo tan semejante a Jesucristo, que llegan como a confundirse según
dijo un clásico poeta español ¡Cuan poderosa será su intercesión en los cielos!
Quien no le negó en la tierra ningún favor, ¿Cómo se lo negará ahora en el
cielo? Por otra parte, ¿Cómo dudar de las entrañas misericordiosísimas de
padre, que San Francisco tiene para sus hijos y devotos, cuando en la tierra
fue verdadera madre de todos? No es extraño que, sobre la tierra, sobre la
Iglesia, sobre los pueblos, sobre los hombres, haya derramado tantos y
tantísimos favores que le han dado el justo título de bien hechor insigne de la
humanidad. Confía tú, vivamente en la protección del Santo y acude a el siempre.
Máxima: El Señor nos ha llamado en auxilio de la santa fé, de los prelados y de los pueblos.
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