MES DE OCTUBRE CONSAGRADO A NUESTRA SERÁFICA MADRE SANTA TERESA DE JESÚS
PIADOSOS
EJERCICIOS PARA TODOS LOS DÍAS DE DICHO MES
Arrodillado
en presencia de una imagen de la Mística Doctora y persignado devotamente el
que hiciere estos ejercicios, comenzará por el siguiente:
ACTO
DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Criador y Redentor de mi alma, puesto en vuestra divina
presencia y a vuestros sagrados pies, con el mayor afecto de mi corazón
arrepentido, y humillado como otro pródigo y publicano, os pido, con
el más vivo sentimiento y dolor, perdón de todos mis pecados y maldades,
y me pesa de lo íntimo del corazón de haberos ofendido. ¡Ah Señor y cómo
no se me parte el corazón de pena viendo que os he ofendido, siendo yo una
vilísima criatura y Vos un bien sumo, bondad infinita, hermosura
inmensa, fuente de toda gracia y la misma santidad, y siendo yo
polvo y nada, y Vos Dios de Majestad infinita y Criador
del Universo! ¿Cómo, a vista de tanta ingratitud y maldad, no lloro inconsolable?
¿Cómo siento tan poco mis culpas? Mas si, Dios mío, ya las siento de veras; ya
las quiero llorar amargamente como Pedro y la Magdalena; ya me pesa de
todo corazón de haberos ofendido. Tened misericordia de mí, que soy alma
pecadora, pero ya arrepentida, y dadme vuestra gracia para no ofenderos
más en adelante. Piedad, Señor, piedad y perdón. Amén.
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS DEL MES
Señor
nuestro Jesucristo, que, satisfecho por la fidelidad con que correspondió a
vuestra divina gracia la singularísima Virgen Santa Teresa de Jesús, os
dignasteis, no solamente hermosear su alma con tantas y tan preciadas
virtudes, sino que amorosamente la otorgasteis tan admirable cúmulo de gracias sobrenaturales,
que llegasteis a convertirla en criatura más angélica que humana, en verdadera
esposa vuestra y en depositaria y celadora de vuestra misma
divina honra, dándola en arras, como señal del místico desposorio que con ella
contrajisteis, uno de los clavos que horadaron vuestras divinas manos en el
santo árbol de la cruz; y para enardecerla más en las llamas de vuestro
divino amor dispusisteis que un ardiente serafín traspasase su corazón con un
dardo de fuego: gracias os damos, Señor, desde lo más íntimo del nuestro por
todas las gracias y privilegios que tan abundantemente derramasteis sobre
esta dichosísima Esposa vuestra, a quien hemos elegido por Protectora y Abogada
en todas nuestras necesidades espirituales y temporales. Vos habéis
manifestado, Señor, en diferentes ocasiones lo mucho que la amáis y cuánto os
agrada que la honremos invoquemos. Deseosos, pues ¡oh Señor! De complaceros,
acudimos durante todo este mes de octubre a honrar y venerar a vuestra
amorosísima Esposa Teresa, nuestra tierna Madre, interponiendo su poderosa
mediación para que por sus méritos nos concedáis las gracias especiales que
solicitamos de vuestro generoso corazón, la imitación de las virtudes que
resplandecieron en tan gran Santa, y la perseverancia final que nos haga
merecer la gracia de gozaros y alabaros con ella eternamente en los
Cielos. Amén.
Ahora
se rezarán tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Paris, en acción de gracias
á, Nuestro Señor por los singulares dones que concedió a su purísima Esposa
Santa Teresa de Jesús.
DÍA
PRIMERO
DE
LA NECESIDAD DE LA ORACIÓN
Dice
San Alfonso María de Ligorio que, sin la oración, el alma no tiene la fortaleza
necesaria para resistir a los ataques de los enemigos de la salvación y
practicar las virtudes cristianas. No teniendo oración no es posible
salvarse; así lo demuestra San Buenaventura por estas palabras: «si quieres
alcanzar fortaleza y virtud para vencer las tentaciones del enemigo; si
quieres mortificar tu propia voluntad con todas sus aficiones y apetitos;
si quieres fortalecer y confirmar tu corazón en el camino de Dios; y si
quieres, finalmente, desarraigar de tu ánimo todos los vicios y plantar en
su lugar las virtudes, sé hombre de oración, porque en ella se recibe la unción
y gracia del Espíritu Santo, la cual enseña todas las cosas». Santa
Teresa de Jesús también asegura esto mismo diciendo: «que el alma que descuida
la oración no tiene necesidad de demonios que la lleven ti los infiernos, pues
que ella misma se arroja en él». Dichosos los que se afianzan a este escudo de
la oración, porque ella vence las tentaciones, lava los pecados, enardece la
caridad, certifica la fe, fortalece la esperanza, alegra el espíritu, purifica
el corazón y lo enciende en el fuego del amor de Dios. Tan grandes y
tantas son las excelencias que trae consigo la oración, que Santa Teresa
afirma: «que alma que tenga con perseverancia oración, está salvada». Oremos,
pues, continuamente si queremos asegurar lo que más nos importa, que es la
salvación eterna.
OBSEQUIO
Recibir
los Santos Sacramentos de Penitencia y Comunión, O al menos hacer
intención de recibirlos lo más pronto que sea posible.
MÁXIMA
Cada
vez que comulgares pide a Dios algún don por la gran misericordia con que ha venido
ti tu pobre alma.
ORACIÓN
Gloriosa
Virgen Santa Teresa de Jesús: por la divina gracia que siempre tuvisteis con Vos,
y por medio de la cual pudisteis seguir el camino de perfección, os
suplico, Santa mía, pidáis a Dios me la conceda, ti fin de que pueda yo entrar
también por ese mismo camino, que es el que conduce al Cielo. Amén.
ORACIÓN
PARA TERMINAR
Insigne española y preclara Virgen avilesa, Santa Teresa de Jesús, gloria de nuestra fe, honra de nuestra patria, mujer humildísima, caritativa, obediente, llena de celo por la gloria de Dios, portento de penitencia, Serafín abrasado en el amor de Dios, Esposa de Jesucristo y depositaria de su honra divina, verdadera y amante hija de María Santísima, devotísima del bendito Patriarca San José, cuyo culto propagasteis y extendisteis por toda España; Ángel en carne mortal, en quien Dios tanto se complació, que, no haber criado el mundo antes, por Vos sola lo hubiese criado; Santa dichosísima, que tantos y tan singulares favores recibisteis del Cielo; criatura iluminada por el Espíritu Santo; célebre literata, inspirada poetisa, sabia Doctora de la Iglesia, Reformadora del Carmelo, Madre de numerosísimos Hijos extendidos por toda la redondez de la tierra, asombro de todos los siglos, y, finalmente, protectora especialísima de vuestros amantes devotos: oíd, Santa amadísima nuestra, las fervientes súplicas que os dirigimos en el transcurso de este mes, consagrado a celebrar vuestras glorias y a ensalzar vuestras virtudes. Sed siempre para nosotros poderosísima Abogada; libradnos de las asechanzas del maligno espíritu, guiadnos por el sendero de la divina Ley, preservadnos del pecado, y, sobre todo, en nuestra última hora, cuando el Infierno haga el último esfuerzo para perdernos, salvadnos Vos, gloriosa Virgen, de la diabólica astucia, y conducid nuestras almas hacia aquella vida de arriba que es la vida verdadera. Amén.
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