domingo, 4 de octubre de 2020

MES DE OCTUBRE A SANTA TERESA - DÍA TRES

 

DÍA TERCERO

DE LA ALTÍSIMA ORACIÓN QUE TUVO SANTA TERESA

Cuando un alma se da a la vida interior de la oración, el Señor acostumbra prodigarle sus consuelos, para desprenderla de todos los placeres del mundo; más cuando está bastante firme en la vida espiritual, le retira la mano para poner a prueba su amor, para ver sí le sirve fielmente y no por las dulzuras espirituales que son frecuente recompensa de la devoción, aun en la tierra. Así ocurrió a Santa Teresa de Jesús, de quien tan sublimes ejemplos tenemos en esta virtud. Catorce confesores suyos, hombres todos de los ms doctos, graves y piadosos de los que en España florecieron por aquella época, dieron testimonio, en el proceso de su canonización, de que Teresa había llegado al más elevadísimo grado de oración que se conocía. Por espacio de cincuenta años fue su continuado alimento espiritual la oración, con la cual nutrió su alma para prepararla y recibir tantas gracias como el Señor se dignó derramar

sobre ella. Por medio de la oración llegó a unirse tan íntimamente Dios, que pudo decir con el Apóstol San Pablo: «Vivo yo, mas no yo, porque Cristo Jesús es el que vive en mí»; y con la oración venció todas las grandes dificultades que se fueron presentando al llevar a cabo la gloriosa reforma de la Orden Carmelitana y la fundación de tantos monasterios. Todos los favores singularísimos que la Santa recibía del Cielo, fueron por conducto de la oración. Orando estaba cuando fue transportada en espíritu al Infierno y vi6 allí el sitio en que hubiera estado eternamente si no hubiera acudido a la oración para rechazar las tentaciones del enemigo. Oraba también cuando en espíritu fue remontada al Cielo y vió en él a su padre y a su madre y el lugar que el Señor la tenía destinado en premio de sus merecimientos. Cuando se le apareció un día, después de comulgar, la Virgen Santísima y el Señor San José, que la pusieron una capa blanquísima y un collar de oro preciosísimo, estaba en oración; y, finalmente, cuando fue transverberado su corazón por el dardo de oro y fuego del serafín, también oraba. Todo lo cual es una evidente prueba de cuán agradable era a Dios Nuestro Señor la altísima oración de la Santa Madre Teresa. Oremos, pues, nosotros también con devoción y constancia, que así agradaremos a Dios y salvaremos nuestra alma.

 

OBSEQUIO

Rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, para que el Señor nos conceda la virtud de la oración por los méritos de la fervorosísima Teresa.

 

MÁXIMA

Pensar que hemos de entrar en el Cielo y no entrar en nosotros mismos, conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios, y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino. Importa mucho y el todo a los que se dan a la oración una grande y eficaz determinación de no pecar, hasta llegar a beber del agua de vida, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera se hunda el mundo.

 

ORACIÓN

Gloriosa Virgen Santa Teresa de Jesús: por la continuada oración que tuvisteis durante toda vuestra vida, os suplico, Santa min., me alcancéis de Dios esta virtud, a fin de que pueda hacerme digno, a lo menos no tan indigno como soy, de disfrutar con Vos de la eterna bienaventuranza. Amén.

 



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