DÍA
TERCERO
DE
LA ALTÍSIMA ORACIÓN QUE TUVO SANTA TERESA
Cuando
un alma se da a la vida interior de la oración, el Señor acostumbra prodigarle sus
consuelos, para desprenderla de todos los placeres del mundo; más cuando está
bastante firme en la vida espiritual, le retira la mano para poner a prueba su
amor, para ver sí le sirve fielmente y no por las dulzuras espirituales que son
frecuente recompensa de la devoción, aun en la tierra. Así ocurrió a Santa
Teresa de Jesús, de quien tan sublimes ejemplos tenemos en esta virtud. Catorce
confesores suyos, hombres todos de los ms doctos, graves y piadosos de
los que en España florecieron por aquella época, dieron testimonio, en el
proceso de su canonización, de que Teresa había llegado al más elevadísimo
grado de oración que se conocía. Por espacio de cincuenta años fue su
continuado alimento espiritual la oración, con la cual nutrió su alma para
prepararla y recibir tantas gracias como el Señor se dignó derramar
sobre
ella. Por medio de la oración llegó a unirse tan íntimamente Dios, que pudo
decir con el Apóstol San Pablo: «Vivo yo, mas no yo, porque Cristo Jesús es el
que vive en mí»; y con la oración venció todas las grandes dificultades que
se fueron presentando al llevar a cabo la gloriosa reforma de la Orden
Carmelitana y la fundación de tantos monasterios. Todos los favores singularísimos
que la Santa recibía del Cielo, fueron por conducto de la oración. Orando
estaba cuando fue transportada en espíritu al Infierno y vi6 allí el
sitio en que hubiera estado eternamente si no hubiera acudido a la oración para
rechazar las tentaciones del enemigo. Oraba también cuando en espíritu fue
remontada al Cielo y vió en él a su padre y a su madre y el
lugar que el Señor la tenía destinado en premio de sus merecimientos. Cuando se
le apareció un día, después de comulgar, la Virgen Santísima y el Señor
San José, que la pusieron una capa blanquísima y un collar de oro preciosísimo,
estaba en oración; y, finalmente, cuando fue transverberado su corazón por
el dardo de oro y fuego del serafín, también oraba. Todo lo cual es una
evidente prueba de cuán agradable era a Dios Nuestro Señor la altísima oración
de la Santa Madre Teresa. Oremos, pues, nosotros también con devoción y
constancia, que así agradaremos a Dios y salvaremos nuestra alma.
OBSEQUIO
Rezar
un Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri, para que el Señor nos conceda
la virtud de la oración por los méritos de la fervorosísima Teresa.
MÁXIMA
Pensar
que hemos de entrar en el Cielo y no entrar en nosotros mismos, conociéndonos y
considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios, y pidiéndole
muchas veces misericordia, es desatino. Importa mucho y el todo a los
que se dan a la oración una grande y eficaz determinación de no pecar,
hasta llegar a beber del agua de vida, venga lo que viniere, suceda lo que
sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera se
hunda el mundo.
ORACIÓN
Gloriosa Virgen Santa Teresa de Jesús: por la continuada oración que tuvisteis durante toda vuestra vida, os suplico, Santa min., me alcancéis de Dios esta virtud, a fin de que pueda hacerme digno, a lo menos no tan indigno como soy, de disfrutar con Vos de la eterna bienaventuranza. Amén.
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