miércoles, 21 de octubre de 2020

MES DE OCTUBRE A SANTA TERESA - DÍA VEINTIUNO

 


DÍA VIGÉSIMO PRIMERO

ARRASADÍSIMO AMOR QUE A DIOS TUVO SANTA TERESA

¿Quién podría expresar con palabras, dice Fray Luis de León, cuanto amaba a Dios la incomparable amadora Santa Teresa de Jesús? Nadie ciertamente podría hacer una digna apología del ardentísimo amor a Dios en que se abrazaba el corazón purísimo de la Virgen avilesa, porque tan intenso y extraordinario fue, que sólo puede ser comparable al de los inflamados serafines. Enardecida Teresa en el divino amor, más parecía humanado querubín que criatura mortal, pues llegó a estar tan endiosada, digámoslo así, que solamente pensaba en amar más y más a su Dios y Señor. Transverberado su corazón por el dardo del serafín, convirti6se desde aquel momento en un volcán de amor divino, que la hubiera consumido seguramente, si Dios, que tenía dispuesto obrar en su fidelísima Esposa un gran milagro, no lo hubiese impedido. Prolongada de un modo milagroso y sobrenatural su existencia por espacio de veinte años, quedó tan abstraída de todo lo del mundo, que su espíritu vivía más en el Cielo que en la tierra, pues en sus continuos éxtasis gozaba prematuramente de las dulzuras celestiales, como anticipo que Dios le concedía al premio que tenía reservado para después de su muerte. Aumentándose de día en día sus deseos de morir para gozar de la presencia del Amado, la vida era para ella un tormento insoportable, hasta que Dios, compadecido de su dilectísima sierva, quiso llevársela ti su seno para darla la eterna recompensa a que se había hecho acreedora por el grande y singularísimo amor que siempre tuvo a su Divino Esposo Cristo Jesús.

 

OBSEQUIO

Para honrar a Santa Teresa hagamos hoy con todo fervor tres actos de amor a Dios. Su deseo sea de ver a Dios, su temor si le ha de perder, su dolor que no le goza, su gozo de lo que le puede llevar allí, y vivirá con gran paz.

 

ORACIÓN

Gloriosa Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquel ardentísimo y seráfico amor que durante toda vuestra vida profesasteis a nuestro Dios y Señor; por aquellos tiernísimos éxtasis en los que dulcemente conversabais con vuestro Esposo amadísimo, y por aquellas celestiales maravillas que veíais en vuestros dulcísimos arrobamientos, os suplico, Santa mía, me alcancéis del Señor la gracia de amarle con todo mi corazón y con toda mi alma, a fin de que antes muera que dejar de amar a Dios. Amén.

 

 


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