DÍA
VEINTIUNO
Recogimiento
de San Francisco
La
soledad y el silencio son los talleres en donde se han labrado los mayores santos.
En el silencio y soledad, en el recogimiento de los sentidos, se preparó el
mismo Jesucristo para su vida apostólica. A solas con Dios, orando, meditando,
el alma desprendida de las cosas terrenas, levanta sus alas al cielo, adquiere
la clara visión de la vanidad mundana. San Francisco fue un fervoroso enamorado
de la soledad, en ella vivió gran parte de su vida y en ella recibió los
mayores favores del cielo. Aun en medio del bullicio de las multitudes, en el
ejercicio del sagrado ministerio vivía siempre recogido, practicando aquel
consejo que daba a sus discípulos: “En cualquier lugar que nos hallamos,
siempre llevamos nuestra celda, el hermano cuerpo es nuestra celda, y el alma
es el religioso que la habita para pensar en Dios y hacer oración” … Tu,
disipado siempre, medita este modelo.
Máxima:
El que habita en soledad, queda libre de tres combates: de la vista, del oído y
de la lengua.
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