DÍA
VIGÉSIMO
TIERNÍSIMA
DEVOCIÓN DE SANTA TERESA A LA SACRATÍSIMA VIRGEN MARÍA
Desde
sus primeros años tuvo Santa Teresa un gran amor a la Purísima Madre de Dios.
Cuando murió su madre, como ella dice, afligida fuese a postrar ante una imagen
de Nuestra Señora, y con muchas lágrimas suplicóla fuese su Madre de
allí en adelante, lo que le valió mucho. Así fue efectivamente; pues la
Santísima Virgen, no sólo la libró de las malas semillas que en la infancia suelen
brotar espontáneamente en el corazón humano, para producir más tarde frutos horribles
de vicios y malas inclinaciones, sino que sembró en su tierno corazón,
como en fértil tierra, la buena semilla de la fe y demás virtudes
cristianas que produjeron a su tiempo
opimos
y sazonados frutos de santidad. Teresa, agradecida a la protección
dispensada por tan buena Madre, cuando tuvo edad competente correspondió a ella
vistiendo el hábito de la Orden del Monte Carmelo, que es la Orden predilecta
de María, emprendiendo la gloriosa Reforma de la misma, que tan célebre la ha
hecho en todo el mundo católico. Entre las muchas distinciones con que fue honrada
por la Santísima Virgen, merece citarse la que recibió un día de la Asunción, cuando
estaba orando en la Iglesia de Santo Tomás de Ávila. Se le apareció la Señora acompañada
del glorioso Patriarca San José, y vio que la vestían una capa blanquísima y que
la ponían al cuello un collar de oro finísimo, con una cruz de piedras
preciosas, en señal de que estaba ya purificada de toda culpa y como
recompensa a la gran devoción y amor que profesaba a San José, que tan grato
le era. La Virgen Santísima le agregó que, tanto ella como su Santo Esposo,
velarían por ella y no la abandonarían mientras viviese; y que, por
último, en la hora de su muerte la asistirían y consolarían hasta llevarla al
Cielo a gozar del premio que la tenían allí reservada. Esta merced, y otras
muchas que podían referirse, son evidentes pruebas del gran amor que profesó
Santa Teresa a la Sacratísima Virgen, y de lo muy agradables que le fueron la
Señora los obsequios tributados por su dilectísima sierva.
OBSEQUIO
Recemos
hoy tres Salves a la Santísima Virgen pidiéndole su protección.
MÁXIMA
Agrada
mucho a Dios cualquier obsequio que se haga para honrar a su Madre María Santísima.
ORACIÓN
Gloriosa Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquel tierno amor y ferviente devoción que desde vuestros primeros años hasta la muerte profesasteis a la Sacratísima Madre de Dios, os suplico me alcancéis del Señor que yo la ame también con toda mi alma y con todas mis fuerzas, a fin de que merezca su protección todos los días de mi vida, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
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