DÍA
VIGÉSIMO QUINTO
SUBLIME
SANTIDAD Al QUE LLEGÓ EN ESTA VIDA SANTA TERESA
«¡Oh
qué gran Santa es Santa Teresa de Jesús!» Así se expresó el gran Pontífice Pío
IX al recibir una numerosa peregrinación española en la que formaban parte
muchas señoras pertenecientes a la Archicofradía Teresiana. Verdaderamente que Teresa
fué una gran santa, porque llegó a ser un dechado de todas las virtudes, ¡las
cuales practicó en grado muy elevado! Ella se distinguió notablemente en la fe,
en la esperanza, en la caridad, tanto en su amor a Dios como en el amor al
prójimo. Ella resplandeció de modo singular en la humildad, en la pureza, en la
pobreza de espíritu, en la obediencia, en la mortificación, en la oración, en
la paciencia, en la prudencia, en el agradecimiento a los beneficios recibidos y
en el celo por los intereses de Dios, conforme hemos ido viendo en el
transcurso de este mes. Ella profesó una devoción tiernísima a la Pasión de
Jesucristo y a la Sagrada Eucaristía, así como a la Sacratísima Virgen María, a
quien miró siempre como a su dulcísima Madre. Ella obré numerosísimos milagros
en vida y después de su muerte, y ella, por último, fué objeto
por parte de Dios Nuestro Señor de innumerables regalos y gracias
sobrenaturales. La vida de Teresa puede decirse que fue el asombro de su época y
de todas las que la han sucedido, pues la doctrina celestial que de su
pluma ha brotado ha sido antorcha que ha iluminado el mundo entero. La Iglesia
la tiene como una de sus Doctores más ilustres y como modelo de santidad. Todos
los Santos que han vivido en la tierra después de ella la han amado é imitado, y
sus lenguas no han cesado de cantar sus alabanzas. Desde que con gran
regocijo la Iglesia la canonizó, todos los fieles repiten entre sus oraciones
el nombre de Teresa, considerándola como una gran Protectora y Abogada ante el
Trono del Señor, efecto de sus grandes merecimientos, y cada día se propaga más
y más su culto en todas las naciones, pero especialmente en esta tierra
española en que está su cuna y su sepulcro.
OBSEQUIO
Recemos
tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patris en honor de Santa Teresa,
para dar gracias a Dios por las insignes virtudes con que se dignó
honrar a su Sierva.
MÁXIMA
Nunca
muestre devoción de fuera que no haya dentro; pero bien podrá encubrir la
indevoción.
ORACIÓN
Gloriosa
Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquella sublime santidad á que llegasteis, y
por la gloria que en premio de ella gozáis en el Cielo, os suplico, Santa amadísima,
me miréis con benignos ojos y os compadezcáis de mi flaqueza, pidiendo
al Señor derrame sobre mi alma su gracia, para que con ella pueda imitaros, y
después gozar con Vos de la bienaventuranza eterna. Amén.
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