DÍA
VIGÉSIMO NOVENO
GLORIOSO
TRÁNSITO A LOS CIELOS DE SANTA TERESA
Fatigada
Santa Teresa por sus achaques, edad y trabajos, en el año 1582 quiso
retirarse a su amado monasterio de San José de Ávila desde el de Burgos, donde a
la sazón se hallaba; más, cuando se disponía a marchar, recibió orden del P.
Provincial para que fuese a Alba de Tormes, con el fin de complacer a la
Duquesa de Alba, que deseaba mucho tener en su villa a la Santa Madre. Obedeció
con gusto Teresa, y llegó allí el día de San Mateo, 21 de septiembre, a
las seis de la tarde. Recibiéronla sus hijas y la Duquesa con gran
reverencia y devoción, besando su mano y pidiéndola su bendición.
Como la Santa se hallaba tan gansada, pues hacia dos días que tenía calentura,
se acostó en seguida diciendo a sus hijas: «¡Oh, válgame Dios, hijas, y qué
cansada me siento! Más ha de veinte años que no me he acostado tan temprano
como ahora; bendito sea Dios, que he caído mala entre ellas». Al siguiente día,
con gran trabajo pudo levantarse, y así estuvo, acostándose y levantándose,
ocho días, hasta que el día de San Miguel, 29 de septiembre, sintiéndose tan
mal, se quedó en cama para no levantarse ya más. Tres días después se confesó
con el Provincial, que había ido a Alba y el día 3 de octubre recibió el Santo
Viático con gran fervor, dirigiendo luego a sus monjas las siguientes palabras:
«Hijas mías y señoras mías, perdónenme el mal ejemplo que les he dado, y
no aprendan de mí, que he sido la mayor pecadora del mundo y la que más mal
ha guardado la Regla y Constituciones. Pídoles por amor de Dios, mis
hijas, que las guarden con mucha perfección y obedezcan a sus
superiores». Después de recibir la Extremaunción, el P. Provincial se acercó a
la cama de la Santa Madre y la preguntó si quería que la enterrasen en Alba a
que llevasen su cuerpo a Ávila, en el caso de que Dios la llevase de aquella
enfermedad. La Santa, mostrando gran sentimiento y humildad, respondió: «¿Tengo
yo de tener cosa propia? ¿Aquí no me darán un poco de tierra?» El día 4, fiesta
de San Francisco de Asís, a las nueve de la noche, expiró abrazada a un Crucifijo.
Muchas religiosas vieron en ese momento a Nuestro Señor, a la Santísima Virgen y
a San José a la cabecera de su cama que la ayudaban a bien morir. Su alma, en
forma de paloma, fué vista salir de su boca por todas las personas allí
presentes. Contaba la Santa sesenta y siete años, seis meses y siete
días de edad y cuarenta y siete de profesión en la Orden
del Carmelo, de ellos veinte en la Observancia de su Reforma.
OBSEQUIO
En
memoria del glorioso tránsito de Santa Teresa, rezaremos tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria Patris.
MÁXIMA
Acuérdese
que no tiene más que un alma, ni ha de morir más de una vez, ni tiene más de
una vida breve, ni hay más de una gloria, y ésta eterna, y dará
de mano a muchas cosas.
ORACIÓN
Gloriosa Virgen Santa Teresa de Jesús: por aquella felicísima hora en que vuestra purísima alma, rompiendo las cadenas que la sujetaban a vuestro santo cuerpo, salió triunfante de este mundo, acompañada de Jesús, María y José, para remontarse al Cielo, os suplico me alcancéis del Señor una muerte santa, a fin de que mi alma pueda ir a gozar con Vos de la eterna bienaventuranza. Amén.
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