sábado, 30 de enero de 2021

NOVENA DEL TRÁNSITO Y ASUNCIÓN DE MARÍA

NOVENA SAGRADA DEL GLORIOSO TRANSITO Y ASUNCION A LOS CIELOS

DE LA SERENISIMA REINA DE LOS ANGELES MARIA SANTISIMA NUESTRA SEÑORA.

 

A devoción de la esclavitud del Divino Corazón de Jesús y Tránsito glorioso de María Santísima, fundada en la Capilla del Seráfico Doctor San Buenaventura, adonde se venera el misterio de su preciosa muerte.

 

Todas las personas que veneren esta novena, o alguna de sus oraciones ganan ochenta días de indulgencia: concedidas por nuestro príncipe el Sr. Dr. Diego del Coro y juntamente sesenta días más las personas recibidas en esta esclavitud.

 

Montevideo, Uruguay. Imprenta de la Caridad. Año 1842.

 

 

AL LECTOR.

A la que desde ab-eterno siempre fue hija, madre y esposa de la Santísima Trinidad, la debes considerar en tres especialísimos estados, que siendo viadora tuvo en esta vida mortal.

 

         El Primero, que es de hija del Eterno Padre, se considera desde el instante de su inmaculado ser, hasta el punto, que llegó a ser madre.

 

         El segundo abraza desde el instante que empezó a ser madre del Verbo Eterno, hasta el día de la Ascensión del Señor, Día de Jesús, subió con su santísimo a la gloria y estando tres días allí gozando de Dios, tuvo opción para quedarse perpetuamente en el Cielo, o para volver, si quería, al mundo; y nuestra Reina soberana, privándose de la gloria, y compañía de su Hijo, eligió volver a padecer, eligió el morir, y eligió la mejor parte, que dice el Evangelio: optimum partem elegit, y desde este descenso, hasta el punto de su glorioso Tránsito encierra el tercer estado, que es el de esposa del Espíritu Divino: Ego Joannes vidi Civitaten sanctam Jerusalem novam descedentem ac Caelo á Deo parátam sicut sponsam ornatam viro suo. En aquellos dos primeros estados, de hija y madre, se encierran grandes misterios que reverentes confesamos los fieles: en este tercer estado de esposa, adoramos el de su glorioso Tránsito, y subida a los cielos, para cuya consideración ofrezco a los devotos de María Señora Nuestra, este cuadernillo en forma de novena, que será muy del agrado de su Majestad Santísima, la empiecen el siete de agosto, para acabarla a quince de dicho mes.

 

 

Por la Señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.  

 

Un Ave María a los mil Ángeles de Guarda, que tuvo Nuestra Señora para hacer esta novena con toda atención y reverencia.

 

 

ORACION PREPARATORIA PARA TODOS LOS DIAS

Todopoderoso Señor y Dios Eterno, que invisiblemente estás todo, en todo este mundo visible; confieso que vos, Señor y Dios Altísimo, por vuestra graciosa piedad me hicisteis criatura racional, adornando mi alma con vuestra nobilísima imagen. Confieso también que vos, Señor Altísimo, por solo vuestro querer me disteis en tiempo a entender los preceptos de vuestra divina ley, para que guardándolos cumplidamente en el valle de mi destierro cumpliera con el fin de serviros y amaros en esta vida, para después gozaros eternamente en la otra. Estos preceptos, que la largueza de vuestra eterna sabiduría me dio para salvarme, los he quebrantado como criatura ingrata; de lo cual me pesa, me pesa y arrepentido de haber pecado, os pido por vuestra Divina Clemencia, y por el glorioso Tránsito de la Santísima Virgen María, uséis conmigo de misericordia. Perdonadme, Dios mío, perdonadme, y dadme una pequeña centella de vuestra gracia para con ella serviros y daros continuamente rendidas gracias por los beneficios que me habéis hecho, y muy en particular para alabaros como debo, por el que vuestra Majestad me hizo dándome por Abogada y Medianera a la Soberana Reina de los Cielos; a quien vos, Señor y Dios Altísimo la coronasteis en el Cielo después de su glorioso Tránsito, con tres coronas de inaccesible gloria, correspondientes a sus altísimos méritos, adquiridos con suma perfección en cada estado, a los tres que tuvo siendo viadora, como fueron de hija, madre y esposa vuestra. Esto, Señor, os suplico: como también me deis especialísima gracia, para hacer esta sagrada novena de suerte que sea para mayor honra y gloria vuestra, de la santísima humanidad del Verbo Eterno y de su Santísima Madre. Amén.

 

 

 

 

PRIMER DÍA

Considera este día como habiendo llegado nuestra Reina y Señora a los últimos años de su vida, vivía ya con la dulce violencia del amor, en un linaje de martirio, que para no que no se dividiese el pecho, retirada a sus solas solía romper las cadenas del silencio y hablando con el Señor le decía: “Amor mío, dulcísimo bien, y tesoro de mi alma, llevadme ya tras el olor de vuestros ungüentos, que habéis dado a gustar a esta vuestra sierva y madre, peregrina en el mundo. ¡Oh única esperanza y gloria mía! No se detenga mi carrera, no se alargue el plazo de mi deseada libertad. Soltad ya las prisiones de la mortalidad, que me retienen. Cúmplase ya el término, llegue ya el fin donde camino desde el primer instante que recibí de vos el ser que tengo. Oh Espíritus Soberanos, por la dicha que gozáis de la vista y hermosura de mi amado, os pido os lastiméis de mí, amigos míos. Doleos de esta peregrina entre los hijos de Adán. Decid a vuestro dueño y mío, la causa de mi dolencia, que no ignora. Decidle, que por su agrado abrazo el padecer en mi destierro.”

Con esta consideración alabaremos a la Santísima Trinidad; en la oración a Nuestra Señora pediremos nos de gracia para no perder de vista el fin para que fueron nuestras almas creadas.

 

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA

Oh purísima Virgen María, maravilla prodigiosa del poder de Dios, que siendo peregrina en el mundo, Fénix única en la tierra, enfermasteis con la dulce dolencia del amor, que es fuerte como la muerte y con la fuerza de esta amorosa dolencia deseasteis se rompiesen las cortinas de la mortalidad, para lograr los eternos abrazos del Sumo Bien, en quien desde el primer instante de vuestro inmaculado ser, vivisteis transformada por amor. Por estas ardientes llamas de amor, que en los últimos años de vuestra peregrinación crecieron en el sagrado taller de vuestro amante corazón y por los singulares favores que os hizo la Santísima Trinidad en vuestro glorioso Tránsito, os suplico piadosísima madre de misericordia, seáis en este valle de lágrimas, de mi alma la estrella que la guía, para que con tal guía no pierda de vista el término adonde camina, y desea llegar por los méritos de Jesús tu hijo, y los tuyos. Esto, Señora, os pido que me concedáis con lo particular que os representa mi corazón, si es para mayor honra y gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

Aquí se alienta la confianza y se rezan o cantan cinco Ave Marías a nuestra Señora y se dice lo siguiente:

 

Del Eterno Padre Soberana Hija: Ruega Virgen María por nosotros (se repite a cada aclamación)

Esposa del Espíritu Santo y del Hijo Madre.

Espejo de la Divinidad el más perfecto.

Esfera de la Divina Omnipotencia.

Centro de la bondad incomprensible.

Autora de la eternidad interminable.

Refulgente lucero del Sol Eterno.

Gloria de la Jerusalén Triunfante.

Fortaleza de la Iglesia militante.

Alegría del pueblo santo y escogido.

Ejemplar de los abrasados Serafines.

Resplandor de los iluminados Querubines.

Emulación Santa de la Angélica Naturaleza.

Victoria de los ejércitos de nuestro Dios.

Honra de la naturaleza de los hombres.

Decoro y hermosura de lo creado.

Triunfadora de los enemigos del Altísimo.

Vencedora de la muerte y del pecado.

Manantial de gracia y vida eterna.

Antídoto contra el veneno del pecado.

Nave cargada del pan que nos sustenta.

Arco del cielo que piedad anuncia.

Receta para enfermos incurables.

Laureola y corona de Santos.

Fin del poder y saber de nuestro Dios.

Prudente Reina que a tu pueblo defendiste.

Imán que lleva a sí a los corazones.

Sagrado refugio de miserables pecadores.

Antorcha que da luz en las tinieblas.

Abogada que alega en nuestra causa.

Purísima madre del amor hermoso.

Dulce vida por quien vivo y por quien muero.

 

L/: Hacedme digno de que os alabe, Virgen Santísima.

R/: Dadme virtud y fortaleza contra vuestros enemigos.

 

ORACIÓN

 

Virgen Santísima, madre de misericordia, a vuestro sagrado patrocinio me acojo: no me desampares, Reina del Cielo, madre mía, Señora mía, abogada mía; ten misericordia de mí en el trance de mi muerte. Por tus singulares prerrogativas y dotes de naturaleza y gracia con que os enriqueció el Señor por vuestra Concepción Inmaculada, por los nueve meses que tuvisteis en vuestras entrañas a todo un Dios humano, por todos los demás misterios de vuestro dichoso Tránsito, te ruego me alcances de vuestro Hijo el perdón de mis pecados, y la gracia final con que merezca la eternidad. Amén.

 

 

 

 

SEGUNDO DÍA

Considera este día, como estando Nuestra Soberana Reina enferma de amor y postrada en su oratorio en forma de Cruz, bajó el Arcángel San Gabriel acompañado de innumerables Ángeles y saludándola con la salutación del Ave María le dio esta embajada: “Emperatriz y Señora nuestra, el Omnipotente y santo de los santos, nos envía desde su corte, para que de parte suya os evangelicemos el término felicísimo de vuestra peregrinación. Ya, Señora, llegará presto el día y la hora tan deseada, en que por medio de la muerte natural, recibirás la posesión eterna de la inmortal vida. Tres años puntuales restan desde hoy, para que seáis levantada y recibida en el gozo interminable del Señor, donde todos sus moradores os esperan codiciando vuestra presencia.” Oyó nuestra Reina esta embajada, alabó por ella al Todo Poderoso, y después que los santos Ángeles se despidieron, se postró en tierra y derramando lágrimas le dijo así: “Tierra, yo te doy las gracias que te debo, porque sin merecerlo me has sustentado sesenta y siete años. Yo te ruego me ayudes en lo que resta de ser tu moradora.” Lo mismo dijo a los cielos, planetas, astros y elementos. Con esta consideración alabaremos a la Santísima Trinidad; y este día en la oración pediremos a Nuestra Señora la virtud de la humildad.

 

ORACIÓN

Oh Purísima Virgen María, hermosa flor del campo, y azucena la más fragante de los valles, sobre cuya vistosa hermosura descansó el Espíritu Santo como en su templo: ardiendo en vuestro corazón el fuego del amor Divino: oísteis vos Señora, a los sesenta y siete años de vuestra edad, la embajada que os trajo de la Beatísima Trinidad el Arcángel San Gabriel, de cómo estaba ya para cumplirse el término de vuestro destierro: y al oírla con inefable gozo, humildemente postrada, respondisteis de la misma suerte, que en la Encarnación del Verbo diciendo: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según vuestra palabra”. Por esta profunda humildad y resignación y por los favores que la Santísima Trinidad os hizo en vuestro glorioso Tránsito, os suplico: dulcísima madre de piedad, arranquéis de mi corazón todo apetito de soberbia, y me hagáis como vuestro santísimo Hijo quiere que sea, manso y humilde de corazón. Esto, Señora, os pido hoy junto con lo particular que vos sabéis, si es mayor honra y gloria de Dios y provecho espiritual de mi alma. Amén.

 

 

 

 

 

TERCERO DÍA

Considera este día, como desde aquella hora que nuestra Reina  y Señora recibió la embajada de lo que le restaba de vida, se inflamó de nuevo en la llama del amor divino, y multiplicó con más prolijidad todos los ejercicios, como si tuviera que restaurar algo, que por negligencia o menos fervor hubiera omitido hasta aquel día: y así fueron las obras de nuestra Señora en aquellos tres últimos años como de quien ya comenzaba a despedirse y deseaba dejar a todos los fieles ricos y llenos de bienes celestiales. Pasados algunos días habló al evangelista San Juan de esta manera: “Hijo mío: sabréis como la dignación y misericordia infinita de mi Dios y Señor, me ha manifestado, que se llegará presto el término de mi vida mortal, para pasar a la eterna; y del día que recibí este aviso, me restan solo tres años en que se acabará mi destierro. Yo os suplico, señor mío, me ayudéis en este breve tiempo, para que yo trabaje en dar gracias al Altísimo y algún retorno de los inmensos beneficios que de su liberalísimo amor tengo recibidos”. Esta noticia traspasó el corazón del sagrado apóstol, y desde ese día quedó triste, y macilento, derramando continuamente lágrimas de dolor. Con esta consideración alabaremos a la Santísima Trinidad, y en la oración pediremos a Nuestra Señora, gracia para corresponder a los auxilios.

 

ORACIÓN

Oh Santísima Virgen María, dignísima Madre de Misericordia, Señora de la Iglesia militante y especial gloria de la triunfante; que, inflamada del amor Divino, empezasteis con muchos fervores desde aquella hora que al Arcángel San Gabriel oísteis, a apresurar el paso, en el ejercicio de vuestras heroicas obras; no por temor de la muerte, que este en vos no hubo ni pudo haber, sino para entrar más rica y próspera en el interminable gozo de tu divino esposo. Por esta prisa, que en fin de vuestra carrera disteis, acumulando virtudes sobre virtudes, y méritos sobre sumos méritos, y por los sagrados dones con que la Santísima Trinidad os favoreció en vuestro glorioso Tránsito: os suplico amantísima Madre de mi alma, me ayudéis con vuestra gracia para corresponder los Divinos auxilios y avisos que para morir me da la Santa Iglesia, cuando me acuerda que soy polvo y en polvo me he de convertir. Esto Señora os pido que me concedáis, con lo particular que vos sabéis, si es para mayor honra y gloria de Dios, y bien de mi alma. Amén.

 

 

 

 

CUARTO DÍA

Considera este día como corriendo el curso de estos últimos años de la vida de nuestra Reina Soberana, ordenó el poder divino, con una oculta y nueva fuerza que todo el resto de la naturaleza comenzara a sentir y prevenir el luto para la muerte de la que con su vida daba hermosura y perfección a todo lo creado. Los Santos Apóstoles, que entonces estaban derramados por el mundo predicando el Santo Evangelio, comenzaron a sentir un nuevo cuidado, que los llevaba la atención con recelos de cuando les faltaría su maestra y amparo, porque ya les dictaba la divina y oculta luz, que no se podía dilatar mucho este plazo interminable. Los demás fieles moradores de Jerusalén, y vecinos de Palestina, reconocían en sí mismos como un secreto a vista de que su tesoro y alegría no sería para siempre. Los cielos, astros, planetas, por seis meses antes, comenzaron a perder mucha parte de su hermosura. Las avecitas de la tierra hicieron singular demostración de tristeza y pocos días antes del Tránsito de nuestra Reina, concurrieron a su oratorio y postrando sus cabecitas y picos por el suelo, rompían sus pechos con gemidos tristes, como que se despedían para siempre y le pedían su última bendición. Con esta consideración alabaremos a la Santísima Trinidad, y en la oración pediremos a Nuestra Señora, gracia para llorar la ausencia que Dios hace de nuestras almas cuando le ofendemos.

 

ORACIÓN

Oh Santísima Virgen María, decoro y hermosura de todo linaje humano y admiración de los moradores del Cielo; que a la tristeza y llanto que las criaturas de este mundo mostraron, luego que entendieron vuestra ausencia, se conmovieron vuestras maternales entrañas, y con esta piadosa conmoción de madre, alcanzasteis piadosa de vuestros hijos, en los últimos días de vuestra Santísima vida, muchos beneficios y misericordias para los fieles y todo el resto de la Iglesia militante. Por este maternal amor y por amor de la Beatísima Trinidad, que tantos favores os hizo en vuestro glorioso Tránsito, os suplico piadosísima madre de misericordia, me deis gracia para llorar con verdadero dolor, en lo restante de mi vida la ausencia que de mi alma hizo vuestro Unigénito Hijo, cuando con tantas culpas ingrato le ofendí: esto, Señora mía, os pido me concedáis con lo particular que vos sabéis, si es para honra y gloria de Dios y provecho espiritual de mi alma. Amén.

 

 

 

 

QUINTO DÍA

Considera este día, como antes de su partida para el Cielo, salió de su oratorio nuestra Reina y Señora, a visitar y despedirse de todos los sagrados lugares de nuestra redención, orando y pidiendo en cada uno de ellos a su Santísimo Hijo por todas las almas redimidas. Acabada esta visita, y despidiéndose de los santos lugares, empezó derramando tiernas lágrimas a despedirse de la Santa Iglesia, en esta forma: “Dichosa Santa Iglesia, madre mía, rica estás y abundante de tesoros, yo quisiera a costa de mil vidas, hacer tuyas a todas las naciones y generaciones de los mortales, para que gozasen sus tesoros. Tú eres la señora de las gentes, a quien todos deben reverenciar. Tú me has adornado y enriquecido con tus preseas, para entrar, en las bodas del Esposo. En ti tuve siempre todo mi corazón y mi cuidado: pero ya es tiempo de partir, y despedirme de tu dulce compañía, honra y gloria mía, ya te dejo en la vida mortal: más en la eterna te hallaré gozosa en aquel ser, donde se encierra todo. De allá te miraré con cariño, y pediré siempre tus aumentos, todos tus aciertos y progresos”. Con esta consideración alabaremos a la Santísima Trinidad, y en la oración pediremos a nuestra Señora nos dé una ardiente y viva fe.

 

ORACIÓN

Oh Santísima Virgen María, sagrado relicario de Dios, columna del mundo, y puerta feliz del Cielo, que después de la admirable Ascensión de vuestro Hijo a los Cielos, quedasteis en este mundo, como madre y señora de la iglesia militante, para gobernarla y extenderla con vuestros altos merecimientos y dulcísima presencia, y cumplido el término de vuestra santísima vida, os despedisteis de ella, con dulces lágrimas y caricias tiernas, a la manera que de vos se despidió vuestro amado hijo, cuando os pidió le echaseis vuestra bendición, y dieseis licencia para ir a padecer y morir por mi remedio. Por ese amor, dolor y tristeza, y por amor a la beatísima Trinidad, que tantos y tan singulares favores os hizo en vuestro glorioso Tránsito, os suplico, dulcísima madre de amor me deis una fe viva, con la cual ame y venere toda mi vida a la Santa Iglesia por los mismos motivos que vos, Señora, tuvisteis para amarla y venerarla. Esto, Señora, os pido, con lo particular que sabéis, si es para mayor honra y gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

 

 

 

SEXTO DÍA

Considera este día, el testamento y última voluntad de nuestra soberana Reina: que en su contexto es así. “Altísimo Señor y Dios eterno. De los bienes de la vida mortal y del mundo en que vivo, nada tengo que dejar; porque jamás poseí, ni amé otra cosa fuera de Vos, que sois mi bien y todas mis cosas. Dos túnicas y un manto de que he usado, dejaré a Juan, para que disponga de ellas, pues le tengo un lugar de hijo. Mis merecimientos, y los tesoros que con la gracia divina los he adquirido, de todo dejo por universal heredera a la Santa Iglesia mi madre, y mi señora, y deseo que en primer lugar sean para exaltación de vuestro santo nombre. En segundo lugar, los ofrezco por mis señores apóstoles y sacerdotes presentes y futuros. En tercer lugar, los aplico, para el bien espiritual de mis devotos que me sirvieren, invocaren y llamaren. En cuarto lugar, deseo que os obliguéis de mis trabajos y servicios por todos los pecadores hijos de Adán, para que salgan del estado infeliz de las culpas”. Y cumplido este testamento, pidió nuestra Reina al Todo Poderoso que para su Tránsito se hallasen presentes todos los Apóstoles. A que le respondió su Hijo Santísimo de esta manera: “Madre mía amantísima, ya vienen mis apóstoles a vuestra presencia, y los que están cerca llegarán con brevedad, y por los demás que están muy lejos enviaré a mis ángeles que los traigan, porque mi voluntad es que asistan todos a vuestro Tránsito para consuelo vuestro y el suyo, en veros partir a mis eternas moradas”. Con esta consideración alabaremos a la Santísima Trinidad y en la oración pediremos hoy a nuestra Señora, nos asista en la hora de nuestra muerte.

 

ORACIÓN

Oh Santísima Virgen María, amantísima madre y señora nuestra, que habiendo ordenado con alta sabiduría vuestro testamento y postrimera voluntad, confirmándole y aprobándole la Santísima Trinidad, hicisteis a vuestro Hijo Santísimo otra petición en la forma siguiente: “Clementísimo Señor mío, y padre de las misericordias; si fuere de vuestra gloria y beneplácito, desea mi alma, que para su Tránsito se hallen presentes los apóstoles mis señores y ungidos vuestros, con los otros discípulos para que oren por mí, y con su bendición parta yo de esta vida para la eterna. Por la humildad y amor con que hicisteis esta súplica a vuestro hijo amantísimo, y por los favores que os hizo la beatísima Trinidad en vuestro glorioso Tránsito, os hago Señora y Reina mía la misma petición, que en la hora de mi muerte logra mi alma la dichosa suerte de ver tu amorosa presencia, para que recibiendo vuestra santísima bendición, vestido con las preciosas joyas de vuestros altísimos merecimientos, salga en paz de los peligrosos escollos de esta vida mortal. Esto, Señora, os suplico me concedáis, con lo particular que vos sabéis, si es para mayor honra y gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

 

 

 

SÉPTIMO DÍA

Considera como este día trece de agosto, viernes, antes de las tres de la tarde entraron todos los apóstoles, discípulos y otros fieles al oratorio de Nuestra Santísima Señora, y estando todos ordenadamente puestos en su presencia, se levantó una tarima donde estaba hincada de rodillas y pidiendo licencia al apóstol san Pedro, postrada al pie de cada uno de ellos, empezó a pedir perdón, a despedirse y a pedir que le echasen su bendición, para partir de este mundo. Con esta acción que hizo y palabras que habló, se derritieron los corazones de los apóstoles y demás fieles, y deshechos en lágrimas, quedaron todos en silencio y oración, y en ese tiempo, bajó de las alturas su Hijo Santísimo con innumerables cortesanos así de la angélica como de la humana naturaleza, dióle opción a su Santísima Madre para sí quería pasar a la gloria sin pasar por la muerte; y luego que nuestra Reina eligió entrar en la vida eterna pasando por la puerta común de la muerte natural, comenzaron todos los ángeles a cantar; y al entonar esta música se reclinó nuestra Señora en su tarima, con las manos juntas y los ojos fijados en su Hijo Santísimo, y cuando los ángeles llegaron a cantar estos versos: levántate y date prisa amiga mía; paloma mía y ven que ya pasó el invierno”; dijo Nuestra Señora: “en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”; y diciendo esto, expiró, Viernes trece de Agosto a las tres de la tarde. Con esta consideración, alabaremos a la Santísima Trinidad y en la oración pediremos hoy a nuestra Señora, nos defienda del demonio en la hora de nuestra muerte.

 

ORACIÓN

Oh Santísima Virgen María, única hija del Eterno Padre, amantísima madre del Verbo eterno, y singular esposa del Espíritu Santo, que siendo pura y limpia desde el instante primero de tu inmaculado ser, elegiste entrar por la puerta de la muerte en el gozo de tu Señor, solo por imitar a vuestro Hijo Jesús. Por lo que a Dios le agradó esa vuestra humilde elección, y por el singular beneficio que entonces os hizo de que todos los fieles que veneraren el misterio de vuestra muerte, logren la dicha de estar debajo de vuestro especial amparo en la hora de su muerte; os suplico, amantísima madre de mi alma, me amparéis en la hora de mi muerte y defendiéndome del demonio, me presentéis en el tribunal de la divina misericordia, donde, os suplico, seáis mi especial abogada, como lo eres de todo el linaje humano, ante la presencia de su Eterno Padre, la humanidad Santísima de vuestro Hijo. Esto, señora, os pido, me concedáis, con lo particular que vos sabéis, si es para mayor honra y gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.

 

 

 

 

OCTAVO DÍA

Considera este día con tierno llano, como después que expiró nuestra Reina Soberana, trataron los apóstoles de darle sepultura a su sacro santo cuerpo, en un sepulcro nuevo, que estaba en el Valle de Josafat, y para esto pusieron el sagrado y virginal cuerpo en el féretro, y levantándolo sobre los hombros, caminaron con él en ordenada procesión, acompañando un gran número de los moradores de Jerusalén, que con luces en las manos y lágrimas en los ojos, iban cantando salmos y lamentaciones y en forma invisible iban los mil ángeles de su guardia, cantando unos: “Dios te salve María, llena de gracia, el Señor es contigo”, y otros: “Virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. También iban otros muchos millares, o legiones de ángeles, con los antiguos padres, patriarcas, San Joaquín, Santa Ana, San José, Santa Isabel y el Bautista, con otros muchos santos, que desde el cielo asistiesen a las exequias y entierro de su Beatísima Madre. Con esta consideración alabaremos a la Santísima Trinidad, y en la oración pediremos a nuestra Señora, nos dé gracia para morir al mundo, y no volver a reincidir en la culpa.

 

ORACIÓN

Oh Excelsa Reina de los Cielos, simulacro soberano y sagrado propiciatorio de los divinos oráculos, y favores, que sirviéndoos de peana en el estrellado solio del monarca de la gloria, cabezas de querubines y de escolta dominaciones, principados y potestades, elegisteis, que en la tierra se viese vuestro virginal y sacrosanto cuerpo, exánime y yerto entre las tristezas de una funesta tumba y entre las negras sombras de un oscuro sepulcro, causando doloroso sentimiento, así en las criaturas racionales, como en las irracionales. Por aquellas tiernas lágrimas que derramaron los sagrados apóstoles, cuando se vieron sin el consuelo de vuestra dulce y amorosa compañía y por los favores que os hizo, en vuestro glorioso Tránsito, la Beatísima Trinidad, os suplico, dulcísimo y amabilísima Reina de mi alma, hagáis que yo acabe ya de morir a lo visible de este mundo, que mi cuerpo se sepulte en el sepulcro del propio conocimiento: y si para algo viviere, solo sea, Señora, para conservar en mi memoria de vuestra muerte, y con tal memoria no pueda volver a reincidir en la culpa ya dejada. Esto, Señora, os pido, con lo particular, que mi corazón os representa, si es para mayor honra y gloria de Jesús tu Hijo y bien de mi alma. Amén.

 

 

 

 

 

NOVENO DÍA

Considera este día la Resurrección de nuestra Reina, y Señora, y como llena de gracias acompañada de su Hijo Santísimo y de todos los cortesanos celestiales, subió desde el sepulcro al Cielo Empíreo, donde admirados los ángeles, se decían los unos a los otros: “Salid hijas de Sión, a ver a vuestra Reina, a quien alaban las estrellas matutinas”. Llenos de asombro los otros, se preguntaban diciendo: “¿Quién es ésta, que sube del desierto, como varilla de todos los perfumes aromáticos? Quién es ésta que se levanta como la aurora, más hermosa que la Luna, escogida como el Sol y terrible como muchos escuadrones ordenados. ¿Quién es esta? Decían todos, que sube del desierto reclinada en su dilecto, derramando afluentes delicias”. Con esta admirable grandeza, llegó al trono de la Beatísima Trinidad, donde el Eterno Padre le dijo: “Asciende más alto que todas las criaturas, electa mía, hija mía, paloma mía”. El Verbo humanado dijo: “Madre mía, de quien recibí el ser humano, recibe ahora, el premio de mi mano, que tienes merecido”. El Espíritu Santo dijo: “Esposa mía amantísima, entra en el gozo eterno, que corresponde a tu fidelísimo amor ama, y goza sin cuidado, que ya se pasó el invierno de padecer, y llegaste a la posición de vuestros abrazos”. Y diciendo esto las Tres Divinas Personas, la coronaron con una corona de inaccesible gloria, por Reina y Señora de todo lo creado. Con esta consideración, alabaremos a la Santísima Trinidad y en la oración pediremos hoy a nuestra Señora nos mire siempre con ojos misericordiosos.

 

ORACIÓN

Oh Soberana Emperatriz de las alturas, Reina, Señora y superiora de los serafines y de toda la universalidad de criaturas; que, elevada sobre los coros angélicos, a los celestiales alcázares de la gloria, y colocada a la diestra de vuestro Unigénito Hijo, causasteis con vuestra presencia nuevo gozo a los cortesanos del Cielo y gloriosa complacencia a la Beatísima Trinidad. Por aquellos privilegios divinos, que como a Reina os concedieron las Tres Divinas Personas, en el día de vuestra gloriosa Asunción, dándoos dominio sobre el Cielo y sus moradores, sobre el Infierno y sus demonios, sobre los elementos y sus criaturas, sobre la Iglesia militante, sobre los reinos católicos, sobre los justos de la tierra, y sobre sus divinos bienes y riquezas, haciéndoos su depositaria y tesorera: os suplico misericordiosísima Señora que desde el excelso solio de vuestra gloria, donde os halláis llena de la naturaleza divina, volváis esos vuestros poderosos ojos a la tierra, para no olvidar las pensiones de mi frágil naturaleza. Que volváis a mirar a vuestro Hijo y miraros a Vos misma; os suplico Señora, para que así me miréis a mí con ojos misericordiosos. Esto, Señora, os pido, junto con lo particular, que en esta novena he deseado conseguir de Vuestra Majestad Soberana, si es para mayor honra y gloria de la Santísima Trinidad y provecho espiritual de mi alma. Amén.

 

 

 

 

ANTIFONA DE LOS SIETES PRINCIPES DE LOS ÁNGELES, EN QUE SUS DEVOTOS

LOS CONVIDAN A QUE ALABEN Y BENDIGAN A CRISTO SU REY, Y REINA MARÍA

Príncipes de la Corte Celestial, vosotros todos siete, que asistís en la presencia del trono de Dios, a quienes ha encargado Dios para el socorro de todos los fieles, grandes ministros, favorecednos como buenos amigos, cuando los demonios, nuestros enemigos, nos intentaren hacer mal: interceden por vuestros devotos, con vuestro rey Cristo y vuestra Reina María, y ayudadnos a alabarlos y bendecirlos y a darles infinitas gracias, por los inmensos beneficios que por vuestro medio continuamente recibimos de sus manos santísimas.

 

 

L/: Adorad al Señor, Aleluya.

R/: Ante cuyo trono asisten siempre los príncipes de los Ángeles.

 

OREMUS: Omnipotente Dios, que entre los demás ornamentos de los Cielos y ministerios con que se gobierna el mundo, repartiste con disposición admirable, así las ordenes como los oficios de los ángeles; concédeme propicio que de tus siete príncipes que te asisten siempre más cercanos a ti que estas sentado en tu soberano trono sea amparada nuestra vida, y tú y tu santísimo Hijo y su Santísima Madre seáis de ellos por nosotros alabados y benditos por todos los siglos. Amén.

Con siete Padre Nuestros y siete Ave Marías.

 

 

GOZOS

Astro luciente del día

Eterna rosa del suelo

Danos morada en el cielo

Virgen del Tránsito pía.

 

El cierzo brama furioso

Cuando abandonas la tierra;

Brotan el vicio y la guerra,

Y en el campo deleitoso

El ruiseñor amoroso

No trina ya cual solía;

 

Fragante rosa temprana,

Delicia del firmamento.

Tu aroma embalsama el viento

Cuando te meces galana;

Lucero de la mañana,

Gala y orgullo del día;

 

Tortolilla cariñosa

En alto cedro sentada.

Perla de Oriente preciada,

Lira de oro sonorosa,

Fuente pura y deliciosa

De celestial ambrosía.

 

Si tú de mujer naciste,

También nosotros nacimos;

Por eso todos morimos

Y por eso tú  moriste;

Pero tú la gloria viste

En tu risueña agonía;

 

Raudal de puros placeres,

La Madre de Dios te llamas;

Con tu luz el orbe inflamas

Y animas todos los seres.

Bendita entre las mujeres

Eres tú, Virgen María.

 

Cuando el sol radiante dora

En su rápida carrea

Por ti vive y en ti espera,

A ti clama y en ti adora;

En tus bondades, Señora,

Nuestra salvación se fía.

 

Confesando y comulgando en el día 15 de agosto y visitando dicha Iglesia se ganan indulgencia plenaria, concedida por Clemente VIII, tantas cuantas veces se hiciere, desde el día antes a las tres de la tarde hasta ponerse el sol del dicho día 15; siendo además infinitas las concedidas por varios prelados de la Iglesia por rezar devotamente la oración del Ave María.

 

Colaboración de Carlos Villaman

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