CONSIDERACION IV.
Si la dignidad que da al señor san José su carácter de Esposo de María apoya tan eficazmente la opinión de su anticipada santificación, ¿cuánto la adelantará y robustecerá la cualidad de Padre de Jesús? Aquí faltan las palabras para describir la grandeza de José, y el pensamiento languidece agobiado con el peso de tanta gloria. Jefe de la casa de Dios y superior en algún modo de la Virgen y de Cristo ¿pudo estar privado de los dones y privilegios que no se negaron a otro santo que no era de tan esclarecida dignidad ni de tan supremo ministerio? Antes deberemos afirmar, agregando resueltamente, que, sobre santificado antes de salir a la luz pública de este mundo, fué también favorecido allí con el uso del entendimiento y del libre albedrío, que consagró a Dios con aquella acción que se llama Bautismo de fuego, que es aquel amor divino con que las criaturas racionales aman a su Criador. Y más todavía, libre de la concupiscencia por el hecho de haberle Dios elegido para el más alto empleo imaginable, porque, como discurre San Agustín, la mayor pureza de san José era una confirmación de la paternidad á que le destinó la infinita sabiduría. Así es que, tuvo todas las pasiones siempre sujetas al imperio de la razón, y tan reprimidas que no tenían fuerza alguna para inquietar u ofender al purísimo Patriarca, principalmente desde que celebró sus desposorios con la Madre de la pureza. Esta prerrogativa es muy propia y debida a un hombre de tan relevante limpieza de alma y cuerpo, que más tuvo de ángel que de hombre en toda la conducta de su vida, la cual, por su dignidad y ministerio, pedía una tranquilidad de ánimo y una serenidad de corazón correspondientes a la familia con quien trataba.
ORACION
Oh
amorosísimo Patriarca, dulce guía de los pecadores, aromático atractivo de los
justos y delicioso jardín de tus tiernos amantes: admite, Padre mío, esta alma
ansiosa de ser del número de tus devotos, haz que mi corazón nunca se aparte
del tuyo, y que bajo tu eficaz protección viva siempre unido en el estrecho y
puro amor de Cristo. Amén.
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