CONSIDERACION III.
La elevada dignidad y el nobilísimo ministerio en que no tiene semejante, fundan la piadosa creencia de la anticipada santificación de José. Es Esposo de María; es Padre estimativo de Jesús: he aquí en breves términos anunciada la grandeza de su gloria y la sublimidad de su honra. Desde luego consideremos y pesemos aquí el primer título, y veremos brotar raudales de luz que certifiquen nuestro pensamiento. San José fué escogido por un Señor de infinita sabiduría para los desposorios con la Virgen y Madre de Jesús, y por tanto hemos de suponer entre estos Esposos toda aquella semejanza que no es contraria a los libros sagrados: esto es, semejanza en los favores, y [exceptuando aquel momento feliz de la Concepción de María] semejanza en la santificación anticipada y en todas aquellas cualidades que hacen los desposorios más conformes a aquel decreto divino con que Dios estableció, como una condición oportuna, la semejanza entre los consortes. José no fue un Esposo que le tocó a María por suerte, o que esta Señora tomase a ciegas; fué un Esposo que le previno Dios con particularísima providencia, y por esto ajustado a todas las leyes de la razón. Era, pues, conveniente que José fuese semejante a la Virgen no solo en la sangre real sino también en las costumbres, en el genio, en los modales, y, en lo posible, en la santificación anticipada, pues ninguno ignora que la primera prenda que se busca entre los que se eligen por esposos es la semejanza: luego no anda lejos de la verdad afirmar que san José fué santificado desde el seno materno.
ORACION
Oh José purísimo, cuya altísima dignidad y fragantes virtudes quiso Dios manifestar al mundo al señalarte por Esposo de la Virgen de las vírgenes; por este singular favor te suplico, que me alcances de la divina piedad la vestidura preciosa de la gracia, y que, revestida de ella mi alma, logre celebrar sus bodas eternas con el Cordero sin mancha. Amén, Jesús.
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