lunes, 19 de abril de 2021

Veintidós de mes a Santa María Magdalena

DÍA VEINTIDÓS DE MES EN MEMORIAS TIERNAS DE LA PORTENTOSA SANTA MARÍA MAGDALENA





Guía y norte de Pecadores, ejemplar de amantes, asombro de penitentes y fénix abrasado en las llamas del Amor Divino

Ejercicio dispuesto por el Rev. P. Fray José Francisco Valdés, religioso de la Santa Provincia franciscana descalza de San Diego de México, impresa en Puebla de los Ángeles por la oficina de don Pedro de la Rosa en 1818.

PREÁMBULO

¿Qué cristiano hay que con una inocente emulación no envidie la suerte de la Magdalena? ¿Quién hay que no desee oír de la boca de Jesucristo Señor nuestro aquellas dulcísimas palabras: ¿Se le perdonarán sus muchos pecados porque es mucho su amor? Pero, ¿quién hay que no se conozca indigno de tamaña felicidad? La conciencia nos grita que son muchos y muy graves nuestros pecados, pero el corazón nos dice que es muy tibio nuestro amor: queremos que nos perdone Dios nuestros pecados, pero no nos esforzamos a amarle como debemos, ni ansiamos por su amor: muy ardientes y fogosos para seguir nuestras malas inclinaciones y para amar a las criaturas, y muy tibios para pedirle a Dios amor. Sacudamos desde hoy esta pereza, y empeñémonos en pedir a su Majestad encienda en nuestras almas aquel fuego que vino a arrojar, y que desea arda en todos como prendió en Santa María Magdalena: elijamos por abogada nuestra, por medianera e intercesora nuestra a esta amantísima mujer, a esta felicísima arrepentida pecadora, practicando la devoción siguiente.

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN

Dulcísimo Redentor mío Jesús, ¡qué motivos tan poderosos para amarte descubre mi fe en la conversión de tu amante María Magdalena! ¡Qué razones tan fuertes para alentar mi confianza! Yo te veo con una noble disposición y prontitud para perdonar las ofensas que te ha hecho, luego que ves su arrepentimiento: yo te veo recibir con afabilidad y buen semblante el obsequio que te hace, aunque tan pequeño, porque ves que le sale del corazón, y te veo celebrar el amor que tiene y casi hacer alarde de él, como si fuese interés tuyo ser amado de tus criaturas. ¡Bendita sea para siempre tu bondad infinita! Yo, avivando cuanto me es posible mi fe, te adoro como a mi verdadero Dios, y te suplico humildemente te dignes de tocar mi corazón con un rayo de tu gracia, para que, movido de un íntimo dolor de mis pecados, bañado en lágrimas de penitencia y encendido en caridad, te lo pueda presentar como obsequio de tu Majestad. No vengo como María Magdalena ardiendo en amor tuyo, pero vengo ya arrepentido de mis pasadas ofensas: no derramando lágrimas como la Magdalena, pero mi corazón viene arrojando suspiros del dolor de haberte desagradado: no traigo otro alabastro de ungüentos olorosos que el de esta alma mía, que Tú bañaste con tu Sangre. Admite la buena voluntad con que vengo, y ya que no puedo de otra manera imitar a esta fina amante tuya, lo haré postrándome cada mes en este día, y arrojándome a tus pies, juntaré mi corazón con el suyo, y con sus lágrimas mezclaré las mías, no cesaré de besar tus sacratísimos pies, hasta conseguir el perdón de mis pecados y una ardiente fervorosa caridad que te ame por toda la eternidad. Amén.

ORACIÓN A SANTA MARÍA MAGDALENA

Felicísima pecadora, amante fina de Jesús, María Magdalena, que movida de un sincero arrepentimiento de tus culpas corriste presurosa a buscar tu remedio en los pies de Jesucristo, ¡dichosa tú mil veces, que abrazada de ellos mereciste oír de boca del mismo Jesucristo que estaban perdonados tus pecados; pero mucho más dichosa con oír que tu amor era grande! ¡Qué ocasión esta tan oportuna para pedirle a Dios mercedes! Ahora que estás abrazada de los pies de Jesucristo, pídele que oiga mis súplicas: pídele que enderece mis pasos por el camino de sus mandamientos: pídele encienda mi corazón en ese fuego en que estás tú abrasada; no te desprendas de esos pies sacratísimos hasta pedirle que me dé perseverancia en mis propósitos y hasta oír de su boca que estoy ya perdonado, bésalos por mí una y mil veces en recompensa de las irreverencias con que yo le he agraviado: acerca mi corazón al tuyo para que prenda en él el fuego del amor. Pide, ruega, intercede por mí; y pues conoces cuán digno de ser amado es ese Señor a quien has entregado el corazón, yo pongo el mío en tus manos para que se lo entregues y le pidas no le deje jamás. Amén. Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Del fariseo al convite
Te acercas desalada,
Y tú arrepentimiento
Es para Cristo la mejor vianda.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Con tus lágrimas tiernas
Los pies de Cristo lavas,
Y es este lavatorio
Baño medicinal que sana tu alma.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

De tus cabellos, que eran
Torpe lazo a las almas,
Para limpiar a Cristo
Los pies, quieres hacer humilde toalla.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

Purísima Reina de los Ángeles, María: el desconsuelo de mi alma al ver la gravedad de mis culpas y la tibieza de mi contrición me obliga a buscar abogados que hablen por mí en el tribunal de Dios. ¿Y quién hará este oficio mejor que tú, que, nombrada del Padre Eterno por abogada de los pecadores, y agradable por tu inocencia y santidad a sus divinos ojos, eres el Iris de paz que serena los rigores de su justicia? Dile, Señora, dile al Eterno Padre que no derramó su Sangre tu amantísimo Hijo sino para pagar con ella la deuda del pecado: dile que no derramaste las lágrimas de tus ojos sino para templar sus iras y alcanzar el perdón de los pecadores: dile que el mismo Hijo suyo es quien dijo que no había venido a buscar justos sino pecadores: dile que las Llagas que se miran en su Cuerpo glorioso allá en el Cielo son los más elocuentes abogados que tratan de mi defensa: dile finalmente, Señora, que es mi Padre y que no ha de desnudarse de las entrañas tiernas de Padre, por más que yo haya faltado a las obligaciones de hijo. Amén.

GOZOS A SANTA MARÍA MAGDALENA

De tus culpas el perdón
Consigues por fina amante:
Haz que favor semejante
Logre por tu intercesión.

Al instante que conoces
De tu alma el funesto estado,
Hacia el Médico sagrado
Corres con pasos veloces:
Tus lágrimas son las voces
Que dicen tu confusión:

Dos arroyos son tus ojos
Que en su espejo cristalino
Te hacen ver el desatino
De tus pasados antojos:
Ahora son ricos despojos
Que da a Dios tu contrición:

Porción de ungüento precioso
De Cristo en los pies empleas,
Que amante nada escaseas
En obsequio de tu Esposo:
Ni aun el alabastro hermoso
Reserva tu devoción:

De lágrimas formas mar,
En cuyas aguas felices
Ahogas los tristes deslices
Que pudiste ocasionar.
Ya con tan largo llorar
Lavaste ese feo borrón:

Toalla haces de tus cabellos
Para enjugarle los pies
A tu Amado, porque ves
Que le ofendiste con ellos:
Lazos fueron para aquellos
Que iban tras su perdición:

Diestra a dorar acudiste
Con oro de caridad
Los que en tu pasada edad
Duros yerros cometiste:
Feliz mil veces, pues oíste
De Cristo la absolución:

No los platos que a Cristo hace
Aquel fariseo atento;
Tu noble arrepentimiento
Es el que le satisface:
Este es el que le complace
Y da a la mesa el sazón:

Red fue antes tu trenza bella
En qué mil almas prendiste;
Mas ya cadena la hiciste
Para atar a Dios con ella:
Tu grande amor es quien sella
Tan pasmosa conversión:

De tu rubio hermoso pelo
Formas rizadas madejas,
En que aprisionado dejas
Al gran Príncipe del Cielo:
Mas sírvate de consuelo
Que está a gusto en la prisión:

Castos ósculos tus labios
De Cristo en los pies imprimen,
Con que el mal empleo redimen
De los antiguos agravios:
Arbitrios son estos sabios
Que inspira tu religión:

Como eres tan fina amante
De Jesús y de María,
Fiel les haces compañía
Sin separarte un instante,
Al pie de la Cruz constante
Te tiene tu compasión:

En la cueva retirada
Siete veces cada día
Con angélica armonía
Dispone Dios seas recreada:
Una gloria anticipada
Logras en esta canción:

Si acompañar a tu Amado
Supisteis hasta la Cruz,
¿Qué hay que extrañar que Jesús
Quiera tenerte a su lado?
Trono muy alto te ha dado
En su celestial mansión:

Un Padre nuestro y Ave María por las benditas Almas del Purgatorio, y un Credo por los que están en pecado mortal, para que Dios tenga misericordia de sus almas y salgan de tan infelicísimo estado.

 

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