DÍA VEINTIDÓS DE MES EN MEMORIAS TIERNAS DE LA PORTENTOSA SANTA MARÍA MAGDALENA
Guía y norte de Pecadores, ejemplar de amantes, asombro de penitentes y fénix abrasado en las llamas del Amor Divino
Ejercicio dispuesto por el Rev. P. Fray José Francisco Valdés, religioso de la Santa Provincia franciscana descalza de San Diego de México, impresa en Puebla de los Ángeles por la oficina de don Pedro de la Rosa en 1818.
PREÁMBULO
¿Qué cristiano hay que con una inocente emulación no envidie la suerte de la Magdalena? ¿Quién hay que no desee oír de la boca de Jesucristo Señor nuestro aquellas dulcísimas palabras: ¿Se le perdonarán sus muchos pecados porque es mucho su amor? Pero, ¿quién hay que no se conozca indigno de tamaña felicidad? La conciencia nos grita que son muchos y muy graves nuestros pecados, pero el corazón nos dice que es muy tibio nuestro amor: queremos que nos perdone Dios nuestros pecados, pero no nos esforzamos a amarle como debemos, ni ansiamos por su amor: muy ardientes y fogosos para seguir nuestras malas inclinaciones y para amar a las criaturas, y muy tibios para pedirle a Dios amor. Sacudamos desde hoy esta pereza, y empeñémonos en pedir a su Majestad encienda en nuestras almas aquel fuego que vino a arrojar, y que desea arda en todos como prendió en Santa María Magdalena: elijamos por abogada nuestra, por medianera e intercesora nuestra a esta amantísima mujer, a esta felicísima arrepentida pecadora, practicando la devoción siguiente.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN
Dulcísimo Redentor mío Jesús, ¡qué motivos tan poderosos para amarte descubre mi fe en la conversión de tu amante María Magdalena! ¡Qué razones tan fuertes para alentar mi confianza! Yo te veo con una noble disposición y prontitud para perdonar las ofensas que te ha hecho, luego que ves su arrepentimiento: yo te veo recibir con afabilidad y buen semblante el obsequio que te hace, aunque tan pequeño, porque ves que le sale del corazón, y te veo celebrar el amor que tiene y casi hacer alarde de él, como si fuese interés tuyo ser amado de tus criaturas. ¡Bendita sea para siempre tu bondad infinita! Yo, avivando cuanto me es posible mi fe, te adoro como a mi verdadero Dios, y te suplico humildemente te dignes de tocar mi corazón con un rayo de tu gracia, para que, movido de un íntimo dolor de mis pecados, bañado en lágrimas de penitencia y encendido en caridad, te lo pueda presentar como obsequio de tu Majestad. No vengo como María Magdalena ardiendo en amor tuyo, pero vengo ya arrepentido de mis pasadas ofensas: no derramando lágrimas como la Magdalena, pero mi corazón viene arrojando suspiros del dolor de haberte desagradado: no traigo otro alabastro de ungüentos olorosos que el de esta alma mía, que Tú bañaste con tu Sangre. Admite la buena voluntad con que vengo, y ya que no puedo de otra manera imitar a esta fina amante tuya, lo haré postrándome cada mes en este día, y arrojándome a tus pies, juntaré mi corazón con el suyo, y con sus lágrimas mezclaré las mías, no cesaré de besar tus sacratísimos pies, hasta conseguir el perdón de mis pecados y una ardiente fervorosa caridad que te ame por toda la eternidad. Amén.
ORACIÓN A SANTA MARÍA MAGDALENA
Felicísima pecadora, amante fina de Jesús, María Magdalena, que movida de un sincero arrepentimiento de tus culpas corriste presurosa a buscar tu remedio en los pies de Jesucristo, ¡dichosa tú mil veces, que abrazada de ellos mereciste oír de boca del mismo Jesucristo que estaban perdonados tus pecados; pero mucho más dichosa con oír que tu amor era grande! ¡Qué ocasión esta tan oportuna para pedirle a Dios mercedes! Ahora que estás abrazada de los pies de Jesucristo, pídele que oiga mis súplicas: pídele que enderece mis pasos por el camino de sus mandamientos: pídele encienda mi corazón en ese fuego en que estás tú abrasada; no te desprendas de esos pies sacratísimos hasta pedirle que me dé perseverancia en mis propósitos y hasta oír de su boca que estoy ya perdonado, bésalos por mí una y mil veces en recompensa de las irreverencias con que yo le he agraviado: acerca mi corazón al tuyo para que prenda en él el fuego del amor. Pide, ruega, intercede por mí; y pues conoces cuán digno de ser amado es ese Señor a quien has entregado el corazón, yo pongo el mío en tus manos para que se lo entregues y le pidas no le deje jamás. Amén. Padre nuestro, Ave María y Gloria.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
Purísima Reina de los Ángeles, María: el desconsuelo de mi alma al ver la gravedad de mis culpas y la tibieza de mi contrición me obliga a buscar abogados que hablen por mí en el tribunal de Dios. ¿Y quién hará este oficio mejor que tú, que, nombrada del Padre Eterno por abogada de los pecadores, y agradable por tu inocencia y santidad a sus divinos ojos, eres el Iris de paz que serena los rigores de su justicia? Dile, Señora, dile al Eterno Padre que no derramó su Sangre tu amantísimo Hijo sino para pagar con ella la deuda del pecado: dile que no derramaste las lágrimas de tus ojos sino para templar sus iras y alcanzar el perdón de los pecadores: dile que el mismo Hijo suyo es quien dijo que no había venido a buscar justos sino pecadores: dile que las Llagas que se miran en su Cuerpo glorioso allá en el Cielo son los más elocuentes abogados que tratan de mi defensa: dile finalmente, Señora, que es mi Padre y que no ha de desnudarse de las entrañas tiernas de Padre, por más que yo haya faltado a las obligaciones de hijo. Amén.
GOZOS A SANTA MARÍA MAGDALENA
Un Padre nuestro y Ave María por las benditas Almas del Purgatorio, y un Credo por los que están en pecado mortal, para que Dios tenga misericordia de sus almas y salgan de tan infelicísimo estado.
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