martes, 11 de mayo de 2021

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DE HUAMANTLA


PIADOSA NOVENA CONSAGRADA EN HONOR DE LA REINA DE LOS ÁNGELES, MARÍA SANTÍSIMA, NUESTRA SEÑORA, BAJO EL TÍTULO DE NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD 

QUE SE VENERA EN EL PUEBLO DE SAN LUIS DE HUAMANTLA, DE ESTE OBISPADO DE PUEBLA DE LOS ÁNGELES

 

Reimpresa en Puebla, en la imprenta de D. Pedro de la Rosa.

Año de 1813

 

ACTO DE CONTICIÓN

Soberano Dios, Padre amoroso,

que allá en los senos de tu Providencia

depositas socorros a millares

para las aflicciones de la tierra:

 

Tu que desde la altura del Empíreo

del mísero mortal ves las dolencias,

y extendiendo tu diestra poderosa,

cuando más nos afligen, las remedias.

 

Tú, que por mí en raudales desataste,

el licor sacrosanto de tus venas,

bálsamo saludable de la vida,

que el amor acopió en cada una de ellas.

 

Tú, que, en el Monte Santo del Calvario,

muerto cual delincuente por mis deudas,

al Padre le ofreciste con tu muerte

de infinito valor la recompensa.

 

¿Ahora habías de dejarme sumergido,

en el inmundo cieno que no anega,

cuando has librado a tantos pecadores

que gemían como yo entre las cadenas?

 

No, Dios mío, que, aunque ingrato te he ofendido,

compensándote agravios por finezas,

aun me tocas amante con auxilios,

aun me excitas benigno con ofertas.

 

Para que, despertando a tus favores,

vea el estado en que vivi de miseria,

y asido de la mano que me alargas,

sacuda las prisiones que me estrechan.

 

¡Santo Dios! ¡Dios amante! ¡Dios benigno!

Dios de dulzura y de bondad inmensa,

cantaré siempre, que, de tus piedades,

llenos están los cielos y la tierra.

 

Si tu quieres que todos nos salvemos,

y en esta fé confiada, en esta creencia,

ya se vuelve sedienta a tu rebaño,

la descarriada fugitiva oveja.

 

Ya me visto desde hoy del hombre nuevo,

ya emprendo con tu ayuda vida mísera,

ya abomino las sendas de la culpa,

Peque, Señor, peque, más ya me pesa.

 

Pequé, ¡Ay de mí! pequé, más ya me pesa,

delinquí temerario en tu presencia,

contra el Omnipotente se esforzaba

un despreciable insecto de la tierra.

 

Más ya conozco mis iniquidades,

al toque de tu amor y mi conciencia,

Oh si acabara mi infeliz vida,

Al impulso amoroso de mi pena.

 

Pero cuando no alcanzo tanta dicha,

si aplacarte consiguen mis querellas,

los aires poblaré con mis clamores,

Oye Señor, mis miserables quejas.

 

 

INVOCACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

Emperatriz sagrada de los cielos,

entre Dios y los hombres medianera,

Que de la Caridad te nombras pía,

por avivar nuestra esperanza muerta.

 

Alcánzame de tu Hijo, ¡Oh Virgen Santa!

el perdón que no basta mi tibieza,

y de tu humilde reverente esclavo

acepta por tributo esta novena.

 

 

DÍA PRIMERO

ORACIÓN

Pacientísima Madre y Señora mía de la Caridad, que, penetrada del intenso amor de tu Dios y Señor, sufriste con heróica constancia los más penosos trabajos y difíciles trabajos de la vida, no dudando exponerla a los rigores del martirio al pie de la Cruz, sin que la inundación de tantas tribulaciones pudieran exigirlas, ni los ríos caudalosos de la culpa sofocarla: Postrado humildemente a tus sagradas plantas el mayor de los pecadores, implora de tu intercesión aquella caridad paciente, que da el lleno y perfección a todas las obras buenas, alejando los ímpetus y turbaciones exteriores que nos ciegan, y hacen romper en amargas quejas y murmuraciones. Haz Señora, que me haga yo digno discípulo de mi Jesús, no desamparándole en sus dolores, cuando tantos le desprecian y ultrajan, para que, reconcentrado su amor en mi corazón, sostenga a todo trance con firmeza santa los derechos de su Majestad, y cumpla reverente su voluntad adorable, para gloria suya y de tu santo nombre. Amén.

Se rezan siete Salves, pidiendo a la Santísima Virgen los Siete dones del Espíritu Santo.

 

SALUTACIONES Y ELOGIOS

A MARÍA SANTÍSIMA,

PARA TODOS LOS DIAS DE LA NOVENA

Ave, Fuente de dulzura.

Ave, Delicioso Huerto,

Ave. Pacífico Puerto,

Ave, Espejo de hermosura,

Ave, en todo instante Pura,

Ave, Cielo en que Dios cabe.

Ave, del Paraíso llave,

Ave, hasta Dios remontada,

Ave, del mundo Abogada,

Ave, María, Ave, Ave,

Salve, suavísima Rosa,

Salve, Cándida Cordera,

Salve, Paloma sincera,

Salve, Azucena olorosa,

Salve. Fénix amorosa,

Salve, Lucero del día,

Salve, Madre dulce y pía,

Salve, universal consuelo

Salve, admiración del Cielo,

Salve, en fin, Salve, María.

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACIÓN

Benignísima Reina de la Caridad, mi corazón se llena de gozo, al consideraros en medio de aquel pequeño rebaño de fervorosos fieles, que, por el cuidado y predicación de los Santos Apóstoles, se reunió después de la Ascensión gloriosa de nuestro Redentor, y de la venida del Espíritu Santo. En vos tenían la Madre más tierna y más celosa, y cuando ellos se separaron de vos para ir a la conquista del universo, vuestros votos y oraciones los acompañaban por todas partes, para sostener sus trabajos, y hacerles vencer todos los obstáculos. Derretido vuestro tierno corazón en amor de Dios y del prójimo, difundáis con franquea a beneficio nuestro, los tesoros de gracias con que os enriqueció el Todopoderoso, y la Inocente Sangre del Divino Jesús, precio de mi redención. Alcánzame, Señora mía, esta prenda de la verdadera caridad, que lo sea también de mi rescate, que no se cierren y endurezcan mis entrañas, al ver padecer a mis hermanos las necesidades espirituales o temporales que les pueda remediar, para que radicándose en mi corazón el amor dominante de mi Dios, obtenga la bienaventuranza de la misericordia prometida a los misericordiosos. Amén.

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

Celosísima Reina de la verdadera Caridad, que aprecia, se consuela y se goza de las felicidades de los prójimos, y sus progresos en la virtud, alejando de si la emulación maligna de la envidia: suplícote, Madre mía amabilísima, por aquella profunda humildad con que te gozabas, al ver entregado el gobierno de la universal iglesia a los Santos Apóstoles, y siendo Madre de Cristo, venerabas su autoridad en la persona de Pedro, reputándote por Hija, Discípula y simple fiel de la Católica Iglesia, siendo su Madre, su Maestra, su Protectora y su Reina, el que participando nosotros en la tierra de esta celestial prenda, que hace la armonía de los bienaventurados en la gloria, vayamos a acompañarles por eternidades. Amén.

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

Rectísima y modestísima Reina de la Caridad, que aun para ejercitarla en las felices bodas de Caná, usaste únicamente de humildísima insinuación a tu Divino Hijo, y de un reservado aviso a los sirvientes del banquete: Tú Señora, que jamás osaste comprehender los designios de la Divina Providencia, en la conducta que contigo observaba su Majestad, porque sabías que su adorable voluntad debe ser igualmente obedecida, cuando  se comprenden las razones de lo que manda, que cuando no se comprenden: tú, Madre prudentísima, alcánzame el importante don de Consejo, para que huyendo de toda inconsideración y precipitación en mis acciones, y de toda temeridad, insolencia y vanidad en lo bueno que ejecute, rectifique en todo mi corazón, y lo haga digno de tu amparo y de las promesas eternas. Amén.

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

Humildísima Reina de la Caridad, que lejos de apetecer vuestra propia excelencia contra el orden de las divinas disposiciones, os sumergisteis en el abismo de la nada, haciendo de vos un total sacrificio en aquella singularísima resignación. Ved aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según tu palabra. Como si dijeras a su Majestad para instrucción nuestra: Vos Señor, me mandáis caminar por unas sendas, que no me son totalmente desconocidas, pero vos lo mandáis y esto basta: vuestra voluntad me sirve de luz y de razón. Yo no se adonde voy, pero estoy persuadido de que, si me dejo gobernar por una guía tan sabia como vos, caminaré seguro, aun en medio de las tinieblas de la noche, bien cierto de que vos no me habéis de abandonar. Por tan profundo mérito que os elevo a tan sublime dignidad, os pido Madre mía, me alcancéis esta gracia, de viva yo siempre gustoso en el grado y situación en que el Señor quiera ya colocarme en esta vida, tomando para mí, el último lugar en la casa de Dios, para ser exaltado a uno de los primeros asientos en la corte celestial. Amén.

 

 

DÍA SEXTO

ORACIÓN

Modestísima y desinteresadísima Reina de la Caridad, nacida de la Regia estirpe de David, y heredera dignísima de su Trono, preferiste la santa pobreza del espíritu, y enseñoreada de tu propio corazón, elegiste gozosa la humilde habitación de un artesano, sobre todos los palacios, tesoros y grandezas del mundo: Tú Señora mía, conocéis muy a fondo las llagas y flaquezas de mi corazón en esta parte, y cuan distante me hallo de la sólida grandeza de espíritu, que es parte de la verdadera caridad. Impétrame del Señor, por su amor santísimo, aquel divino celestial instinto, que arranca del corazón el deseo desordenado de las honras y riquezas terrenas, y hace atesorar las divinas y la inestimable excelencia de ser hijo de Dios. Amén.

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

Mansísima y dulcísima Madre de la Paz y el Santo Amor, cuya Caridad inmensa con el Señor Dios, lejos de impeleros a clamar la justa venganza contra la fiereza de los sayones y verdugos del Calvario, y contra el ingrato pueblo que negó por su Rey a vuestro Divino Hijo, posponiéndolo al facineroso Barrabás, se consumó ofreciendo por ellos  mismos aquel sangriento y doloroso sacrificio, repitiendo innumerables veces el eco divino de aquella fervorosa y dulcísima oración: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” Concédeme Madre mía piadosísima, que jamás se aparte de mi corazón, de mis labios, ni de mis obras, esta amorosísima expresión, para que perdonando de corazón a mis ofensores, pueda sobre la palabra de mi dulce Jesús, obtener en vida y muerte el perdón de mis culpas, y de las penas merecidas por ellas. Amén.

 

 

DÍA OCTAVO

ORACIÓN

Rectísima y perfectísima Madre de la verdadera Caridad: tú Señora, sabes profundamente cuanta guerra y oposición hacen a esta Reina de las virtudes, las negras turbulencias de un corazón maligno, que se saborea en maquinar el daño y males ajenos, se gloría de haberlos causado, y se regocija de su misma perversidad, aparta pues de mí, y de todos mis prójimos por el amor que debes a tu Divino Jesús, este horrible carácter de iniquidad que va cundiendo por el mundo, e introduce en mi ánimo, aquella santa sinceridad, que se congratula siempre con la verdad, que rectifica la vida del hombre, que conserva la sana doctrina, y que a todo trance sostiene los derechos de la justicia de los prójimos, como tu misma lo practicaste en todas ocasiones, para que siguiendo nosotros tus sacratísimas huellas, lleguemos a descansar contigo de las inquietudes y debates, que en este mundo corrompido, inquietan la paz de nuestros corazones. Amén.

 

 

DÍA NOVENO

ORACIÓN

¡Oh Caridad Santa, superior a todas las virtudes! ¡Oh Madre amabilísima de la Caridad! Llegado hemos en este último día de tu novena, a tocar en los últimos frutos de esta excelentísima virtud, que son: creer las divinas verdades, como creyó Abrahán, nuestro Padre, poniendo en el Señor su esperanza contra toda esperanza humana, y no caer de ánimo por la dilación de los buenos sucesos, en nuestras piadosas empresas, para la mayor gloria de su Majestad, y salvación nuestra y de nuestros hermanos. Alcánzanos Señora nuestra, de la Palabra Eterna, aquella firmeza de fe, con que tú, diste ascenso a las palabras del Ángel, que te acarrearon tan grande felicidad, y el creer también con santa sinceridad a nuestros prójimos. Y para que los que tememos al Señor Dios, esperemos en su Majestad, sin debilitarse por ninguna dilación nuestra confianza, esculpe en nuestros corazones las palabras del Santo Profeta Habacuc: “Si acaso se detuviere el Señor, espéralo con toda seguridad, porque vendrá indefectiblemente y no tardará” Confórtese, pues mi corazón, y espere al Señor en todo lo concerniente a mi salvación, como no quede por mi parte. Y el que no quede por mi parte, es otro beneficio, que rendidamente te pido por las tiernas entrañas de tu misericordia. Amén.

 

El Excmo. e Ilmo. Sr. D. Manuel Ignacio Gonzáles del Campillo, por su decreto del 15 de junio de 1809, concedió 40 días de indulgencias por cada una de las oraciones de que consta esta novena, a todas las personas que devotamente las rezasen.

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