CONSUELO A LA MADRE DE DIOS EN LA MUERTE DE SU SANTÍSIMO HIJO
Devoción utilísima en honor de tan poderosa Señora, para los que desean tributar algún culto al doloroso y tiernísimo paso de su Soledad, Angustias y Dolores
Copiado
a la letra, de la que dio a luz en la Vida del V. P. Francisco Tamariz de la
Compañía de Jesús
Reimpreso
en el Colegio Real de San Ignacio de la Puebla de los Ángeles.
Año de
1765
ORACIÓN
Madre dulcísima de mi amantísimo Redentor, y muy querida Señora mía, perdonad mi atrevimiento, y por vuestra inefable dignación, dadme licencia, para que os diga lo siguiente: Considerándoos en vuestra Soledad y amargura, por la Pasión y Muerte de vuestro Santísimo Hijo. Señora mía y prenda muy amada de mi corazón, con toda la humildad posible, y acatamiento con que el menor siervo vuestro debe hablar con vuestra Majestad, os ruego, pongáis en vuestra celestial consideración, que después de la noche viene el día, después de la tempestad la bonanza, después de la fatiga el descanso, después de los dolores y penas, los consuelos y alivios. Enjúguense pues, vuestros virginales ojos, dilátese vuestro Corazón purísimo, desahóguese vuestro santo Espíritu, que muy en breve ha de pasar esta tormenta, y os ha de visitar vuestro preciosísimo Hijo, tan hermoso, tan lleno de resplandores de gloria, que será menester, Señora mía, ser confortada con Divina Virtud, para que, podáis sustentar la inmensidad del gozo y gloria que ha de inundar vuestro Corazón y Espíritu.
¡Oh! Mirad, piadosísima Señora, que, con esta Pasión y Muerte de vuestro preciosísimo Hijo, se rezarse la hora de Dios, ofendida por nuestras culpas. Se satisface a su Divina Justicia, es despojado el infierno, los hombres son remediados, y se les abren las puertas del Paraíso, vuestro Santísimo Hijo es ensalzado sobre cuanto se puede decir, y Vos Señora mía, sois constituida Madre nuestra, y Abogada dulcísima, Reina también y Señora del Cielo y tierra, y de todas las criaturas. Ahora y en la hora de mi muerte, os pido, Señora mía, me seas propicia, y me confortes y consoléis con vuestra presencia, para que mi vida y muerte sea preciosa delante de vuestro Santísimo Hijo, con quien justamente con su Santísimo Padre y Espíritu Santísimo en vuestra compañía, y de todos los Santos y bienaventurados, se goce mi espíritu, y a su tiempo mi cuerpo también. Por todos los siglos de los siglos. Amén.
Para obligar más a
la Santísima Señora, la saludarás todos los días, diciéndole: Muéstrate Madre,
palabras que usa la Santa Iglesia.
LAVS DEVS
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