VISITA
PIADOSA A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES PARA TODOS LOS VIERNES DEL AÑO
Consagra
a las almas devotas un religioso de Nuestro Seráfico Padre San Francisco
Impreso
en México, en la oficina de D. Alejandro Valdés.
Año de
1817
ORACIÓN
Sacratísima y
Dolorosísima Virgen María, Madre de Dios, elevada paloma, cercada de
conflictos, blanca azucena rodeada de tormentos, afligida tórtola ¿Qué es esto?
que desde el retiro de mi ingratitud oí el doloroso canto de tu angustia, y me
ha traspasado el corazón lo tierno de tus suspiros. Si acaso enamorada mariposa
te abrasas, quizá las aguas que destilan mis ojos apagarán ese volcán de penas,
si como mansa sierva te hallas herida, y por esto tan tierna te lamentas, de ese
árbol elevado a que te acoges, destila precioso bálsamo para que me alivies.
Mas hoy, Señora ¡Ay de mí! que ya
entiendo tus quejas, lo que te aflige es hallarte huérfana, por haber muerto tu
adorado consorte, y lo que te penetra el corazón es, verte traspasada con la tirana
saeta de mi ingratitud de los hombres, que con sus agravios te martirizan ¿Qué haré
yo Soberana Reina, para desagraviarte y acompañarte en tus penas? ¿A quien
acudiré por socorro para que te alivie? ¡Si levanto mis ojos a los cielos, veo
que aumentan tu llanto con el obscuro luto que visten! ¡Si a la luna,
ensangrentada la hallo! ¡Si al sol, eclipsado lo miro! ¡Si a la tierra, del
dolo se estremece! ¡Las flores se marchitan, se lloran! ¡los aires, confusos se
lamentan! ¡Los Ángeles, pasmados los admiro! ¿Acudiré a los hombres? no, que
sus blasfemias aumentan sus tormentos. ¿Pues que eh de hacer Reina del cielo,
para desagraviar y mitigar sus tormentos si por todas partes me hallo turbado? Me
acogeré a ti, que, en medio de tantas penas, te ostentas Madre de pecadores, y
por tal te constituye en este lugar. Me valdré de las mismas palabras de tu Santísimo
Hijo Jesús: Veis ahí a tu Hijo, te dice, y con esto propio me
animo, aquí está tu Hijo, Señora, aquí me tienes, mírame como Madre, y
desagraviente mis sollozos, y si tu mayor agravio son mis pecados, ya me
arrepiento, y me pesa de haberlos cometido, me pesa de haberte injuriado. Ea,
Madre de misericordia, dadme licencia para acompañarte en este día en tus
conflictos, aquí me estaré postrado a tus pies, llorando mis culpas, sintiendo
tus penas, y suplicándote no me desampares: hazme sombra, para que no me
consuman los ardores de la divina justicia de tu amantísimo Hijo, mi Señor
Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por todos los
siglos de los siglos. Amén.
Se rezan siete
Padres nuestros, Aves Marías y Glorias, en reverencia de sus dolores.
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