AFECTUOSA
NOVENA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
EN SU MILAGROSA ADVOCACIÓN DE LA PEÑA
Que le dedica a su Santísima Imagen, su más indigno siervo, el Bachiller Baltazar de Meza, capellán de su Ermita.
Santa
Fe de Bogotá
Imprenta
de la Compañía de Jesús, año de 1739
ACTO DE
CONTRICIÓN
Madre de pecadores, asilo de los culpados, remedio universal de todos los desvalidos, Virgen Sacratísima, Señora nuestra, Santa María de la Peña: yo, tu muy indigno esclavo, me acojo al Sagrado de tu clemencia, para que, por tu intercesión, tu piadosísimo Hijo Jesús, Salvador del Mundo, perdonéis mis innumerables pecados, con que le eh ofendido desde que tuve uso de razón. Madre y Señora, de todos ellos me pesa, por ser injurias de un tan bueno, en mi alma de todo corazón me pesa, y me arrepiento de haber pecado contra la ley de mi dulce Jesús: Yo te prometo enmendar mi vida, y pues para ello es menester necesariamente el socorro de la gracia, por tu intercesión me prometo alcanzarla, porque tu Señora, eres archivo de todos bienes eternos, en quien Dios depositó los tesoros de su piedad. En ti espero mi salud eterna, en tus manos libro mis suertes, que si la Divina Providencia dispuso que una Estrella alumbrase a los Magos el nacimiento del Verdadero Dios, cuando ellos tenían por dioses las estrellas, también ordenó el milagroso aparecimiento de tu imagen en una piedra, para que el guijarro de mi corazón se ablande, tocándola con los ojos. Dadme pues, clementísima Reina, gracias, para que en esta novena salga de mis culpas, agrade a tu Hijo Jesús, merezca la intercesión de tu Santísimo Esposo, mi gran Señor San José, alcánzame lo que te pido, si conviene para bien de mi alma. Dadme Señora, viva fe, ardiente caridad, y firme esperanza, para que, no declinando del sendero de la Ley Santa de tu Hijo Jesús, logre la posesión de todos los bienes en la gloria. Amén.
Se rezan nueve
Salves, en honra de los nueve meses que el Verbo Divino, vestido de nuestra
carne, estuvo encerrado en las purísimas entrañas de la Santísima Virgen María.
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
Serenísima
Princesa y Reina de la Luz, María nuestra Señora, Aurora resplandeciente del
Sol de Justicia, Cristo Jesús, cuya sagrada imagen dispuso la Omnipotencia,
apareciese en esta piedra, en lo alto de una peña, para que en ti halláramos,
como en Divino Faro, la luz de la gracia. ¡Oh cuantos siglos ha, Señora, que
estabas anunciando tu milagroso aparecimiento en la Peña! Tu eres Señora,
aquella piedra del desierto, de la cual pedía el profeta Isaías al Eterno
Padre, enviara el cordero para Rey de la Tierra, piedra fue en el desierto y
mar del mundo, incontrastable contra las negras olas de la culpa, tu original
justicia: Pues, Aurora Divina, alumbra con tu soberana luz a los que sumergidos
en este valle de tinieblas y lágrimas, invocamos tu auxilio, venga de tus manos
a nuestro corazón el Cordero Inocente, Jesús, que alumbre nuestras tinieblas, y
domine en nuestros corazones, alcánzanos Señora, lágrimas de contrición, que
con el rocío de la gracia, sean perlas preciosas en los ojos de tu Hijo, alcanzadme
también la intercesión de mi gran Señor San José, y lo que en esta novena pido,
por el inefable misterio de tu pura Concepción. Amén.
DÍA
SEGUNDO
ORACIÓN
Excelentísima Emperatriz
de los Cielos, María Señora nuestra, firmamento, en quien tiene nuestro fervor no
una, sino innumerables estrellas, que influyen felicidades eternas: Virgen Sacratísima
de la Peña, tu Señora, eres la piedra de Jacob, a quien cansado dio alivio,
dormido le aseguro mercedes, viendo en la piedra el fundamento de una escala, y
ángeles en ella, y al mismo Dios en lo más eminente a quien estabas figurada.
Oh Reina esclarecida, pues al ver con nuestros dormidos ojos esta admirable
piedra, hallan nuestros afanes alivio, suben los santos ángeles a Dios nuestras
peticiones, que sirviéndoles de escala tus merecimientos, llegan con la vista
de la Alma al conocimiento de Dios, has pues, clementísima Reina, que haciendo
basa y fundamento en la Santa Fe de tu Hijo, a el suban nuestras obras buenas,
y a nosotros bajen sus beneficios, hasta que por tu intercesión, y la del gran
Señor San José, te veamos eternamente en la Gloria: concédeme también lo que mi
afecto pide en esta novena, por tu dichoso nacimiento. Amén.
DÍA
TERCERO
ORACIÓN
Amabilísima
Señora, consuelo y esperanza nuestra, Mar insondable en que congregó Dios los
inagotables abismos de su misericordia, manantial de dulzuras, para refrigerara
la sequedad de nuestros corazones, figura imagen suya fue, aquella piedra del
Horeb, que, pereciendo el Pueblo de Dios los rigores de la sed, dio abundantísimas
aguas en manantiales sabrosos, y allí Señora, que muertos nuestros corazones con
la aridez de la culpa, a la presencia de esta milagrosa piedra, derramen
lágrimas de compunción, toca pues, Soberana Princesa, una y otra vez nuestra dureza
con la Vara de Jesús preciosa, que de tu virgínea tierra se levanta, llena de
frescura, para que derrame continuas lágrimas de penitencia, que con tu amparo y
la misericordia de tu Hijo Jesús, y la intercesión de mi gran Señor San José, laven
las manchas de nuestros pecados, para que, así aparezcamos limpios en su
acatamiento. Y alcanzadme también este favor que te pido, por tu presentación
en el templo. Amén.
DÍA
CUARTO
ORACIÓN
Reina esclarecida
y refulgente, sol en el auge mayor del zenit amoroso de caridad, tersa y cándida
luna en los mayores creces de la gracia, que ya das fervoroso incendios a los
justos que caminan en el día de la gracia, y arroyos de apacible luz a los
pecadores, que andan en la noche de la culpa, Señora nuestra, Santa María de la
Peña, tu Señora, eres la mística piedra cortada del monte, que habiendo
derribado la riqueza y vanidad de los fingidos metales, que componían la estatua
de Nabucodonosor, creció después de tanto, que con su magnitud lleno los
dilatados ámbitos del mundo de la eminencia de este monte, fue cortada esta bendita
piedra, en que se vio tu imagen, y la sabiduría de Divina dispuso el que bajases
a nosotros, para que al toque de esta piedra, deshechos todos los vicios, conozcamos
en el polvo de los pies la bajeza de nuestro ser humilde. Haz, Reina de los
Cielos, que los engañosos bienes que desvanecían nuestra altivez, postrados por
la tierra, y desechos con impulsos de la gracia, se conviertan al toque de tu
misericordia en sólidos y finísimos metales de la fe, esperanza y caridad, y
que tu devoción crezca en nuestros corazones, como sublime monte, que ocupándolos
enteramente, no quede en ellos lugar en que se arraiguen los vicios,
concededlos así, Madre de Misericordia, y también este favor que te pido, por
tus santos desposorios con mi gran Señor San José. Amén.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Fulgentísima Reina
de los Ángeles, Madre de los pecadores, María Santísima, Nuestra Señora de la
Peña, a quien los celestiales coros rinde humilde vasallaje, tributando en continuadas
melodías, como sonoras aves, el cántico dulcísimo del Ave María, a quien los
pecadores, mudos con el silencio de la culpa, en el afectuoso piélago de
amarguras, significan su miseria, alzando los ojos y corazones a ti, refulgente
Estrella del Mar, símbolo fue tuyo, Señora, aquella limpísima piedra, que
puesta en la honda de David, tu abuelo, postró la soberbia del Filisteo
blasfemo, pues si, con honda meditación y humildad profunda miramos a tu Santa
Imagen de la Peña, contemplando el rendimiento con que te confesaste Esclava
del Señor, muere la soberbia del Goliat infernal, y reviven nuestras almas,
esperando el remedio en el fruto santísimo de tu vientre. Haz, Reina de la humildad,
que todo pensamiento de soberbia esté muerto en nosotros, no esperando en nuestra
miseria, solo si han sido en tu piedad y en la misericordia de tu propio Hijo
Jesús, que si se hombre por el hombre, y quiso tener por abuelo a David y otros
pecadores, para lavar a todos los pecadores con su Sangre preciosa, debemos
esperar en su voluntad, que no ha de borrar del libro de la vida a los que
somos hijos tuyos, aunque tan pecadores. Dadnos Señora, que lloremos como David
nuestras culpas, para que así, hallemos en tu misericordia. Esto te suplico,
interponiendo por abogado a mi gran Señor San José, por el inefable misterio de
la Encarnación. Amén.
DÍA
SEXTO
ORACIÓN
Alta y Hermosísima
Reina de la Naturaleza, a quien los brutos de la tierra, las fieras más
indómitas, los monstruos más soberbios, rinden pacifica obediencia, porque tu Señora,
en todos los hijos de Adán, fuiste la sola Reina, pues en ti no se vio
vasallaje a la culpa, ni vileza de pecado. Tu, Serenísima Emperatriz, eres la piedra
del socorro de Dios por Samuel, levantada para noticia de prosperidad, de que,
habiendo sacrificado un cándido Cordero, fueron rebatidos los brutos filisteos
por el poder Divino, y más no pasaron los términos de donde se fijó la piedra
del amparo, pues si bien lo miramos, los filisteos infernales doblaron la
rodilla de su orgullo, luego que a tu preciosísimo Hijo le fue puesto el
admirable, terrible y dulcísimo Nombre de Jesús, en el doloroso misterio de su circuncisión,
en que como Inocente Cordero, dio la primer sangre en víctima de la paz, que
nos compraba. Haz Reina clementísima de la Peña, que todos nuestros brutos
apetitos, que soberbios rompen los términos de la ley santa de tu Hijo Jesús,
queden avasallados, que a la presencia de esta milagrosa piedra no vuelvan a
prevalecer contra la razón, y que a cualquier movimiento del común enemigo
nuestro, invoquemos con ternura del corazón el Santísimo Nombre de Jesús, para
que con tu amparo y la intercesión de mi gran Señor San José, prevalezcamos
contra todas sus astucias, y vayamos a alabar este santo nombre, en compañía de
los Santos Ángeles, dándole eternas adoraciones, a ti te suplico por el dolor
que sentiste en la Circuncisión de tu Hijo Santísimo, Jesús. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
ORACIÓN
Magificentísima Señora,
Reina de la Sabiduría, aula en que se leyó las más encumbradas ciencias, libro,
en que el dedo de la Omnipotencia escribió el Alfa de su eterna Sabiduría,
Señora y Abogada mía Santa María de la Peña: Tu Señora, eres aquella firmísima
piedra, en el hombre sabio edificó su casa, fundada sobre los más encumbrados
montes de santidad, para que su firmeza fuese eterna y para que como Ciudad
Hermosa se descubriese, descollando su grandeza para asilo de los culpados,
pues sobre la firmeza incontrastable de tu fe, el Verbo Divino, que es Sabiduría
del Padre, fundó su Santa Iglesia, siendo tú, Sapientísima Señora, la ministra
de nuestra salud eterna, siendo a quien primero le fue revelado el misterio
inefable de la Encarnación, en quien fue ejecutado, y de quien, como de su Tálamo,
salió el celestial esposo, de quien como de claro día nació Cristo Jesús. Haz,
Reina de la Sabiduría, que la ignorancia contraída por la culpa, se deshaga a
los rayos de este Sol, y que, con la luz de la fe, pasemos las tinieblas de la
mortalidad, firmes siempre en la creencia de tan Santos Misterios, y que nos
ocupemos en meditarlos y enseñarlos, hasta que, por tu intercesión, y la de mi
gran patrón San José, veamos cara a cara la Divina Esencia, así te lo suplico.
Y también lo que en esta novena te pido, por el gozo inefable que sintió tu
sabio corazón, viendo a los Santos Reyes que conocían y adoraban a tu dulcísimo
Jesús. Amén.
DÍA
OCTAVO
ORACIÓN
Amabilísima Señora,
Madre y Abogada nuestra, conducto capacísimo por donde los necesitados
recibimos de Dios el crecido caudal de sus misericordias, fuente clarísima del
Eterno Paraíso, donde manan los sabrosos ríos de dulzura para fecundar todas
las almas. Tú, Señora y Madre de piedad, eres como aquellas Hidrias de Piedra,
que, saltando el vino de las bodas de Caná, tu dulcísimo Hijo Jesús, mandó llenar
de agua, la cual, por intercesión convirtió en generoso vino, pues derramando
agua de lágrimas nuestros ojos ante tu Santa Imagen, sienta el corazón espirituales
consuelos y celestiales gozos, como alentados con un robusto vino. Haz pues,
intercesora nuestra, que el agua desabrida de nuestros tibios corazones, se
derrame en lágrimas de dolor y penitencia, para que el vino precioso de la
Sangre de tu Hijo Jesús, que recibimos en el Augustísimo Sacramento del Altar,
embriague nuestro espíritu como fortísimo Vino, porque así no tenga alimentos,
si no para estar continuamente embebido en la suavidad de su dulzura: así te lo
suplico, por el dolor que tuviste en la huida a Egipto, en que trocaste las
incomodidades del camino en manjar precioso de tu espíritu, concededlo así, Clementísima
Reina, por este doloroso viaje, y por la intercesión de mi gran Padre y Señor
San José, y también el favor que te pido. Amén.
DÍA
NOVENO
ORACIÓN
Gloriosísima Reina del Empíreo, cumbre inaccesible de santidad, a quien las criaturas todas de el universo adoran con rendido vasallaje, quien reverberan como en cristal finísimo los atributos del amor, poder y sabiduría divina, taburete del Celestial Esposo y Tálamo de sus delicias, Erario de sus riquezas, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, abogada de los pecadores, Señora Santa María de la Peña, figurada fuiste Señora, en aquella dichosa piedra, de que se labró sepulcro para depósito del cuerpo de tu Hijo Jesús, en que ningún otro difunto había sido encerrado, del cual se levantó triunfante y glorioso, dejando la captividad captiva, y muerta la misma muerte, pues si en ti, Señora, a vista de esta Santa Imagen, ponemos como muertas nuestras pasiones, y por ti se levantan triunfantes de la muerte de la culpa y del sepulcro de los viciosos hábitos. Haz, Reina Sacratísima y Piedra Virginal, en quien se depositó el Cuerpo de Dios hecho hombre, que de tal suerte mortifiquemos nuestros apetitos, que del todo muramos a la carne, para vivir al Espíritu. Fija Señora, en nuestros corazones una viva meditación de la Pasión y muerte de tu Hijo Jesús, y una compasión tiernísima de tus dolores: Haz Señora, que nuestro corazón, ea digno deposito de Cristo, Señor nuestro Sacramentado, en que esta místicamente muerto y resucita nuestras almas con tu auxilio a la vida de la gracia: Concédeme también el favor que te pido, por el gozo que tuviste en ver a tu Hijo a los tres días de muerto, por la intercesión del gran Señor y Abogado mío San José, y por el hallazgo de tu dulce Jesús, dadnos Señora, en albricias de estos júbilos santos en merced de la monarquía del cielo y tierra que gozas, paz con nuestros prójimos, conformidad en nuestros trabajos, alivio en nuestros ahogos, y una buena muerte en gracia de tu dulcísimo Jesús, para que, en ósculo de caridad, gocemos de las delicias eternas, que nos tienen aparejadas en la Gloria. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario