NOVENA EN REVERENTE CULTO DE SU PROTECCIÓN, CONSAGRA LA DEVOCIÓN AFECTUOSA DE SUS DEVOTOS AL CELESTIAL GLORIOSO MÉDICO, INVÍCTO Y ESCLARECIDO MÁRTIR DE CRISTO SAN PANTALEÓN
Dispuesto por un secular, su tierno amartelado devoto, natural de esta Ciudad de Puebla de los Ángeles, y el más reconocido a su Paternal Patrocinio
Con
Licencia del Ordinario en Puebla de los Ángeles, por la Viuda de Miguel de
Ortega. Año de 1745
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano
Omnipotente Dios, Criador y Conservador mío, que, en el Augustísimo e Inefable
misterio de la Trinidad Santísima, te adoro, uno en Esencia y Trino en Persona.
Yo Señor, la más vil de todas las criaturas, te doy infinitas gracias por el
especial beneficio que me hiciste, dándome a conocer su inmensa grande, por la
cual, creyendo, como firmemente creo, en todos los demás misterios que cree y
confiesa tu querida esposa, la Iglesia, en cuya fé eh vivido, y protesto vivir
y morir como fiel cristiano, te suplico Padre amoroso, me concedas el perdón de
todos mis pecados, de los cuales me
arrepiento con todo mi corazón, por ser ofensas contra tu bondad infinita,
digna siempre de ser amada. Yo propongo Señor, la enmienda de ellos, y espero
en tu misericordia infinita, que por los méritos de tu Sagrada Pasión y Muerte,
y los de tu Madre María Santísima, Señora nuestra, me lo has de perdonar, y
juntamente por la intercesión de tu querido Siervo y amado Señor mío San
Pantaleón, dándome tu gracia, y también te pido Señor, extiendas tu piedad a la
Suprema Cabeza de la Iglesia, el Romano Pontífice, a nuestros gobernantes, y a
los presbíteros y Obispos, para que consigan triunfos contra los herejes, por
la conversión de los infieles al gremio de la Santa Iglesia, por los cautivos, para
que permanezcan firmes en la fé, por los que están en pecado mortal, para que
salgan de él, y por las Santas Almas del Purgatorio, para que se vayan a gozar
eternamente en la Gloria. Amén.
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
Oh gloriosísimo e
invencible mártir de Cristo, venerado Padre mío San Pantaleón, que alumbrado
del Espíritu Divino, despreciando la ciencia de la medicina, a que había
encaminado la paternal obediencia, y aun antes de recibir el sagrado bautismo,
pagando las sagradas primicias a la católica fé, resucitaste (invocando el
dulce nombre de Jesús) a un tierno niño, a quien la maligna ponzoña de una
serpiente, había quitado la vida, quedando está muerta a el dulce imperio de tu
voz, con que duplicasteis tan portentoso milagro. Yo te suplico, amabilísimo
Santo mío, me alcances de la divina misericordia, una fé tan viva, que
resucitándome con la penitencia a la vida de la gracia, consiga, no solo el
efecto milagroso de reformar mis costumbres, sino el matar la venenosa
serpiente del pecado, para que, con tan glorioso triunfo, y lleno de confianza,
alcance por su intercesión el favor que espero en esta novena, a la mayor honra
de Dios, y juntamente la conversión de los pecadores, para que fortalecidos con
la gracia, te veamos en la Celestial Patria de la Gloria. Amén.
Tres Padres
nuestros, Aves Marías y Glorias, y luego lo siguiente:
GOZOS
Pues sois médico
especial
noble, ilustre, y
muy famoso
R/: Oh,
San Pantaleón glorioso
líbranos
de todo mal.
En Nicomedia
nacido,
pensáis en la
juventud,
como volver la
salud
El que la había
perdido:
Del mismo así
raudal
fuisteis después
caudaloso.
Retórico y
excelente,
y filósofo
también,
anheláis al sumo
bien
de todos los
bienes fuente:
A infinito eternal
os llegasteis
venturoso.
A la fe del
Salvador
por Hermolao
pasáis
en la que al
instante halláis
la medicina mejor:
De la fuente
bautismal
dais el licor
prodigioso.
Para más
aprovechar,
siendo ya antes
exquisito,
cada día más
perito,
subís en el
medicar:
Dais la salud
corporal,
al devoto
fervoroso.
Como tanto os
distinguisteis
brillando en la
medicina,
de sanidad
oficina,
d todo el mundo os
abristeis:
Benéfico, liberal,
muy útil, y
provechoso.
Del que es Autor
de la vida,
y Señor de la
salud,
Jesucristo en la
virtud,
la muerte dejáis
rendida:
Así dais vida
inmortal
a muchos y muy
gustoso.
De Hermolao en la
figura,
con Jesús a
vuestro lado,
os halláis muy
consolado,
y muy lleno de
dulzura:
En las penas el
caudal
tenéis de eterno
reposo.
Cuando en todos los
tormentos
Jesucristo os
acompaña
no os alteran de
vil saña
los más fieros
instrumentos:
Del Tirano, en
cada cual
triunfáis siempre
victorioso.
De sanidad tenéis
don,
y no solo de
garganta;
de la cabeza a la
planta
siempre y en
cualquier ocasión:
Mas puro vos que
el cristal,
más lúcido, más
lustroso.
No solamente
curáis
todas las
enfermedades,
sí que, en todas
las edades,
de las mismas
preserváis:
Ya en la Patria
Celestial
eternamente gozoso.
De bienes sois
mineral
en todo
maravilloso,
R/: Oh
San Pantaleón glorioso,
líbranos
de todo mal.
L/:
Ruega por nosotros ¡Oh Pantaleón glorioso!
R/: Para
que seamos dignos de las promesas de Cristo
ORACIÓN: Te
suplicamos, oh Dios Omnipotente, nos concedas, por la intercesión del siempre milagroso
médico Pantaleón, que tú usaste como señal de paz para tu Iglesia, al hacer
brotar llena de hojas y frutos la planta seca de olivo donde lo torturaron, la
paz para nuestra conciencia, la de nuestras familias, nuestra Patria y el mundo
entero y por esa gloriosa sangre que año a año se licua en secular milagro me
concedas la gracia (pídase aquí la gracia que se desea obtener).
Que yo de mi parte prometo visitarlo en su Iglesia y ofrecerle un generoso
óbolo. Así sea.
DÍA
SEGUNDO
ORACIÓN
Amabilísimo
Protector mío San Pantaleón, que fortalecido ya con el Sagrado Bautismo, y
alistado en la Sagrada Milicia, imitando a tu Divino Maestro, resplandeció más
aquilatada tu fé, pues invocando con ella su dulcísimo nombre, diste la vista a
un ciego, poniéndole como celestial médico, las manos en los ojos, cuyo
beneficio aun a costa de muchos tesoros, no había conseguido, logrando a el
mismo tiempo con tan portentoso milagro, le bautizaste Eustorgio tu Padre,
ruégote piadosísimo divino Médico, que aplicando las manos a los ojos de mi
alma, le infundas la indefectible vista de mi Dios, y que con ella,
aborreciendo al mundo, y dando de manos a los deleites y pasatiempos caducos,
agradezca a su bondad infinita, el inestimable beneficio de la Redención, con
cuyo saludable remedio, no solo nos previno el antídoto para el pecado, sino
que nos hizo hijos y herederos de la gloria, con tanta piedad, que además de su
infinito amor, nos dejó en tus admirables virtudes, una firmísima confianza de
alcanzar por ellas el favor que le pedimos en esta novena, a su mayor gloria,
como también el alivio y descanso en sus penas las Santas Almas del Purgatorio,
para que en tu compañía, gocen de la indefectible luz de la gloria. Amén.
DÍA
TERCERO
ORACIÓN
Amantísimo y
prodigioso devoto mío, San Pantaleón, que celestialmente inflamado tu generoso
espíritu, en testimonio de ser Jesucristo el único Dios verdadero, puesto en
presencia del inicuo emperador Maximiano, concertaste con los sacerdotes de los
ídolos, que traído allí un paralítico, el que en nombre de su Dios le sanase,
sería tenido por el Dios verdadero, lo cual, oído por ellos, hicieron sobre el
enfermo sus falsas ceremonias, quedando como antes estaba, y tú, a vista de
inmune concurso, tomándole de la mano, e invocando con fé viva el dulce Nombre
de Jesús, le hiciste levantar, libre del accidente, convirtiendo con esto a
muchos gentiles a la fé católica: suplícote, benignísimo Padre mío, que por tus
grandes merecimientos, me alcances de Dios nuestro Señor, gracia para vencer
las tentaciones de la carne, y que invocado el dulce Nombre de Jesús, me
levante sano de la lepra de la culpa, consiguiendo lo mismo todos los
pecadores, que paralíticos de la contagiosa enfermedad de la culpa, gimen
arrojados en el duro pesado lecho del desamparo, para que alentados con tu
eficaz patrocinio y adornados de la gracia, consigamos el favor de esta novena,
a mayor honra de Dios, y que alcancen de su piedad Divina. Amén.
CUARTO
DÍA
ORACIÓN
Pacientísimo y
tierno amante mío San Pantaleón, que ciego de cólera aquel malvado rey, y
movido de la envidia de sus falsos sacerdotes, te mando volver a su presencia,
discurriendo rendirte con amenazas a la superstición de sus ídolos, de quienes
no solo te burlaste, sino que, aceptando con ánimo verdaderamente generoso, el
ser arrojado en una caldera de plomo derretido, merecisteis que tu Divino
Maestro Jesús, en forma visible, te confortase, como te lo había prometido,
apareciéndosete en la figura de tu Maestro Hermolao, de cuya mano habías
recibido el Sagrado Bautismo, sacándote ileso de la voracidad del fuego,
quedando el tirano atónito a tanto prodigio y a ti, más firme en la verdad
infalible de nuestra católica fé: ruégote amorosísimo Santo mío, me alcances de
la infinita bondad de mi Dios, fortaleza de ánimo, para que cuando me vea
sumergido en la infernal caldera de los vicios y pecados, merezca ver a mi lado
a mi dulcísimo Jesús, confortándome y ayudando a mi flaqueza, para que libre
del voraz incendio de mis apetitos, logre por tu intercesión, la gracia que
pido en esta novena. Amén.
DÍA
QUINTO
ORACIÓN
Constantísimo y
valeroso soldado de Cristo, tutelar mío San Pantaleón, cuyo imperturbable
valor, movió a aquel cruel Maximiano a que te arrojasen al mar, colgando al
cuello una piedra, de cuyo inminente peligro, en medio de las encrespadas olas,
te libertó como a otro San Pedro, tu mismo Maestro Jesús, sacándote ileso a la
espaciosa rivera: yo te suplico, piadosísimo Santo mío, me implores una
incontrolable fortaleza, para que viéndome arrojado al impetuoso mar de las
pompas y vanidades mundanas, y atada al cuello la piedra de mis culpas, vuelva
confiado en la infinita bondad de mi Dios, pidiéndole socorro y ayuda en mis
necesidades, y que despreciando las vanas riquezas que ofrece el siglo
engañoso, merezca salir libre a la espaciosa rivera de la gracia, consiguiendo
por tu intercesión, lo que deseo en esta novena, a honra de Dios y gloria tuya.
Amén.
DÍA
SEXTO
ORACIÓN
Invictísimo y
esforzado amparador mío San Pantaleón, que nuevamente encendido en iras el
insolente Maximiano, y admirado de tu imponderable constancia, mandó te
arrojaran, cual otro Daniel, en las garras de las fieras, para que, viéndote
despojo cruel de sus enojos, triunfaste victorioso de tu fortaleza, y tú,
nuevamente encendido en el Divino Amor, y confiado en su divina asistencia, le
pediste socorro, con el cual, vencida la natural fiereza de las bestias, no
solo te dejaron libre, sino que, humillándose como apacibles corderos a tus
pies, cantaste valeroso la victoria: suplícote mártir gloriosísimo de mi alma,
me alcances de la poderosa mano de Dios, aquella valentía de espíritu que tu
conseguiste, para que, saliendo libre de los formidables tigres y leones de mis
culpas, las borre de suerte que triunfe de ellas, arrojándolas a mis pies y
consiguiendo la victoria de mi mismo, mediante tu patrocinio merezca la gracia
que en esta novena te pido, si es para gloria de Dios y honra tuya. Amén.
DÍA
SÉPTIMO
ORACIÓN
Celosísimo e
integrísimo defensor de la fé, y mártir ilustre de la católica Iglesia, amado
mío San Pantaleón, que añadiendo inventivas a su crueldad el impío Maximiano,
dispuso para más atormenta tu sagrado cuerpo, una perfecta rueda, sembrada de
aceradas puntas, para que fuertemente atado a ella, te despedazasen desde la
eminencia de un monte, pensado con sacrílego enojo, ser este el último despique
de sus iras, que no logró su crueldad por la poderosa mano de tu asistente
Jesús, pues desatando milagrosamente de aquella espantosa máquina, quedaste
libre, y muchos de los gentiles al impetuoso desempeño de la rueda,
miserablemente destrozados: Ruégote misericordiosísimo Padre mío, me alcances
de la infinita misericordia de Dios, que cuando por mi suma miseria, me vea
elevado en el fragoso monte de la vanidad y soberbia, y atado a la inconstante
rueda de los terrenos y caducos deseos de esta vida, entonces apliques tus
manos, desatándome de la máquina aparente a que nos inclina la soberbia y
vanagloria, para que libre de tan poderosos enemigos, y esforzado de tu amparo,
reciba en mi alma el rocío de la gracia, con el favor que solicito en esta
novena, siendo del mayor agrado de mi Dios y bien de mi alma. Amén.
DÍA
OCTAVO
ORACIÓN
Oh Nobilísimo,
Sagrado mártir y tierno devoto mío San Pantaleón, Roca invencible a tantos y
tan terribles tormentos, como los que maquinó contra tu inocente vida el
pérfido Maximiano, cuya sedienta rabia, aun no satisfecha, mandó te azotasen
con inhumano rigor, y que después degollado y quemado tu sagrado cuerpo, con
los de Hermino y Hermócrates, tus hermanos, fuesen en desechas cenizas,
destrozo invencible del viento, sin que a tan rigurosos martirios desmayase su
siempre vigoroso aliento, como que tenías por objetos de tus dichas, la
verdadera fe que ya profesabas: Suplícote, Sagrado Benjamín de mi amor, me
recabes de mi Jesús amoroso, un ánimo dispuesto a padecer los crueles azotes de
las injurias y agravios, que a cada paso nos ofrece el mundo, llevando con
resignación humilde, los ultrajes y afrentas de los soberbios y poderosos, como
las sufrió la mansedumbre de nuestro amoroso Redentor Jesús, perdonando a
nuestros enemigos, y rogando a su piedad, por todos aquellos que nos aborrecen,
y alcanzándonos por tu mano el favor que pido en esta novena, a mayor Gloria de
Dios y honra tuya. Amén.
DÍA
NOVENO
ORACIÓN
Fidelísimo y Esclarecido mártir San Pantaleón, ejemplo de la paciencia y dechado sin igual de la constancia, que después de tantas fatigas, en la austeridad de tus penas, vomitando en infernales llamas de odio aquel inicuo rey, y por último desahogo a sus crueldades, mandó te atasen con duros cordeles a el seco tronco de una oliva, para que allí entregando el cuello a los filos del cuchillo, te admirasen siempre victorioso, pues implorando el Divino Auxilio, te concedió el cielo, por el oráculo de una voz, que de allí en adelante ya no te llamaran Pantaleón, sino Pantalemón, que se interpreta: Misericordia, la cual conseguían todos los que por tu intercesión la buscan y después, aun permanente en la oliva, animando tu mismo a los verdugos, ejecutaron la cruel sentencia del degüello, brotando tu garganta, en vez de sangre, un mar de leche, celebrada del cielo con repetidos portentos, pues la oliva a un mismo tiempo, descolló en verdes ramas, sazonados frutos, heroglíficos con que hizo el cielo la salva a tus virtudes: Ruégote amabilísimo Santo mío, me alcances de mi dulcísimo Jesús, un valor heróico, para vivir martirizado con la memoria de su Sagrada Pasión y muerte, y que entregando sin temor el cuello a la dura cuchilla de la parca, no brote en mi la venenosa sangre de la culpa, sino la blanca leche de la gracia, para que, después de mi vida, quede en el mundo patente la eficacia de tu patrocinio, como quedó tu preciosa sangre en una sedoma en la Ciudad de Ravelo en Nápoles, repitiéndose cada año el prodigio de volverse líquida en el día de tu martirio, con la cual Dios obró innumerables milagros, no olvidándote Santo mío, del estado de la Iglesia Católica, y su cabeza, por la exaltación de nuestra Santa Fé, y conversión de los infieles y herejes a ella, por los que están en pecado mortal, el alivio y descanso de las almas del purgatorio, y alcánzanos el fruto de esta novena, siendo del agrado de Dios y que después de esta vida, merezcamos verte en la gloria. Amén.
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