TRES
DOMINGOS EN HONOR DEL MILAGROSO MÉDICO, ANACORETA Y MÁRTIR SAN CIRO
IMPLORANDO
LA SALUD DE LOS ENFERMOS
Tomado
del Libro “Ristretto della Vita e Miracoli di San Ciro, Medico, Romito e Martire”,
por el Padre Francesco Paterno de la Compañía de Jesús. Impreso en Librería
Stampa de Michele Luigi Mutio, Nápoles, Italia. Año 1707. Con Licencia de los
Superiores.
Esta devoción de
los Tres Domingos en honor a San Ciro puede practicarse como triduo durante
tres días consecutivos, o los tres últimos días de la Novena dedicada a San
Ciro, para experimentar la eficacia de su poderosa intercesión suplicando cada
quien con viva confianza en el Santo.
MODO DE
PRACTICAR ESTE EJERCICIO
El modo que debe practicarse al
aplicarse a este ejercicio es el siguiente: Primero, que el enfermo se
confiese, si puede hacerlo, y al tiempo de hacer esto, siendo esta la manera en
que lo hacía el Santo cuando vivía, cuando como médico visitaba a los enfermos.
Segundo, puesta de rodillas toda la gente de la casa se dice con devota
atención tres Padrenuestros, tres Avemarías con tres Gloria Patri, en memoria
de las tres prerrogativas del santo, y en agradecimiento a la Santísima
Trinidad por las tantas gracias que se complace de hacer por medio del Santo,
siendo esta la única y permanente fuente de todo bien. Después de esto se dirán
las siguientes Antífonas y oraciones de la Santa Iglesia:
ANTÍFONA: A Ti
Dios Padre Ingénito, a Ti Hijo Unigénito, a Ti Espíritu Santo Paráclito, Santa
e Individua Trinidad de todo corazón y con nuestra boca te confesamos, te
alabamos, te bendecimos, a Ti toda la gloria por todos los siglos.
L/:
Bendito sea Dios en el Cielo firmamento.
R/: Y
Alabado, glorificado y Exaltado sea por todos los siglos.
OREMOS: Omnipotente
y sempiterno Dios, que has dado a tus siervos al confesar con verdadera Fe el
conocer la gloria eterna de la Trinidad, y en presencia de tu Majestad te
adoramos como Unidad, te pedimos que mantengas firme nuestra Fe por sobre todas
las cosas y que venzamos toda adversidad. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
ANTÍFONA: Este
Santo por la Ley de Dios luchó contra la muerte, y a la violencia de los impíos
no le tuvo miedo, porque se mantuvo firme su fe fundada sobre roca firme.
L/:
Gloria y honor son tu corona Señor.
R/: Y obra
de tus manos somos.
OREMOS: Te rogamos
Dios Omnipotente, por intercesión de San Ciro Médico, Eremita y Mártir, que nos
liberes de toda enfermedad y toda adversidad de cuerpo, y limpies nuestras
mentes de todo mal pensamiento. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén.
-En este momento
se puede aplicar la reliquia, la imagen o el santo óleo del santo y se dicen
las siguientes palabras:
Potencia de Dios
Padre, Sabiduría de Dios Hijo, Virtud de Dios Espíritu Santo: por los méritos
de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, y por la
Santísima Virgen María Madre suya, y por intercesión de San Ciro Médico,
Eremita y Mártir, líbranos del mal que nos ataca, para así poder alabarte Señor
Dios Nuestro, por las gracias que de él refiere la Santa Iglesia. En nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
A continuación,
las oraciones devotas para cada día del triduo o de los tres domingos que deben
hacerse, donde la persona debe comulgar en honor del Santo, cada día
correspondiente.
PRIMER
DOMINGO
ORACIÓN
Oh Glorioso,
celantísimo Médico San Ciro, que viviendo en la tierra fuiste llamado a cuidar
de los enfermos, con la eficacia de vuestro celo primero curabas sus almas
conduciéndolos a Cristo; y luego con la virtud potente de vuestra mano los
curabas en el cuerpo liberándolos de todo mal y enfermedad: Yo, N.N.,
vuestro indignísimo y devotísimo siervo, postrado humildemente de rodillas ante
tu Santa Imagen, te ruego por aquel gran celo, que siempre tuviste por la salud
temporal y eterna de vuestros enfermos, que te dignes mirar con ojos igualmente
piadosos mi enfermedad corporal y espiritual; y con la eficacia de vuestra
intercesión obtenedme el remedio contra este mal (aquí se nombra la enfermedad
que se padece) que ahora me aflige. Recuerda amorosísimo Santo, que como Médico
que fuiste, pues te tocó por oficio cuidar de nuestras dolencias, y ahora que
estás en el cielo sé que tienes mayor poder de intercesión, y realizas los
milagros más pronto que cuando estabas en la tierra entre los hombres; Qué más
necesitas para curarme, sino solamente desearlo: Si vis potes. Complácenos por
aquella caridad ardiente que tuviste siempre hacia tus prójimos, y escucha mi
súplica dando remedio a mi mal, para que ya sano por medio tuyo pueda emplearme
con todas mis fuerzas en servir a nuestro Dios y Creador, para que a la hora de
mi muerte sea digno de ir a alabarlo junto contigo, para amarlo y bendecirlo
por siempre. Amén.
SEGUNDO
DOMINGO
ORACIÓN
Oh Glorioso y
penitentísimo Eremita San Ciro, que no ya por temor a los tormentos con que los
Tiranos amenazaban a los seguidores de Cristo, sino para consuelo de los fieles
por vos convertidos, y por deseo de unirte mayormente a Dios, te retiraste al
destierro para hacer una vida más angelical que humana: Yo, N.N.,
humilde adorador de vuestra gloria postrado en tierra ante vuestra presencia te
imploro y te suplico que por amor de aquel tiempo que fue tan agradable a Vos,
cuando en la soledad te viste inmerso en Dios, y lejos de toda ocasión de
pecar, que te dignes obtenerme la gracia de desprender mi amor de todo objeto
terreno, y consagrarlo todo por entero a Jesús, para no caer en el grave
peligro de ofenderle. Y ya que a mí me es difícil imitarte con el cuerpo en la
huida hacia la soledad, haz al menos que yo sea eremita penitente en el alma
manteniéndome lejos de las conversaciones del mundo que puedan dañarme; para que,
conservándome en tal modo por todo el resto de mi vida siempre inocente, pueda
después con una muerte afortunada ir a alabar junto contigo y a bendecir por
toda la eternidad la inmensa e infinita Bondad de nuestro Dios. Amén.
TERCER
DOMINGO
ORACIÓN
Oh Glorioso e
Invictísimo Mártir San Ciro que tentado por el Tirano a renegar de vuestra Fe
en Jesús Crucificado, no renegaste manteniendo tu fe intacta, exponiendo tu
cuerpo a ignominiosos tormentos, y esparcir con mil heridas vuestras sangre y
vuestra vida: Yo, N.N., aunque indignísimo seguidor de la misma Fe, postrado
ante vuestra presencia me declaro prontísimo a sufrir por ella a imitación
vuestra y esparcir toda mi sangre por ella como hiciste tú, y te ruego
humildemente por tu sacrificio que tú sellaste a fuerza de tormentos con la
sangre de tus venas, que te dignes socorrerme en mi presente necesidad, tanto
del cuerpo como del alma, para mayor gloria de Dios; y así como Vos por amor a
Jesús soportaste con invicta constancia, y con heroica paciencia el furor
humano de tanto maltrato sobre vuestros miembros lacerados, así te suplico
obtenerme del mismo Jesús un amor ardentísimo hacia Él, y una invencible
paciencia en todos los trabajos que puedan acaecerme en esta mísera vida, para
que imitando como pueda tu ejemplo generoso y tus virtudes cristianas, pueda
esperar verme un día junto contigo participando de la Gloria del Cielo por toda
la eternidad. Amén.
LAUS
DEUS
BEATA
VIRGINE MARIAE ET SANCTE CYRUS.
SONETO
A SAN CIRO
Cuanto te amo ¡Oh
Ciro! A mis temores
Como médico divino
pronto socorriste,
Y la muerte que en
mi corazón miraste
Enfriaba mi fe
llenándome de horrores.
Para darle
graciosa ayuda a mis dolores
Todo lleno de
bondad me has bendecido
Me rociaste con
agua y mis males, sorprendido
Vi sanarse
llenándome de ocultos ardores.
Santo mío, con
esta agua que has esparcido
Todos los
prodigios han quitado el dolor
Y la gloria del
Cielo y la fe has revivido.
Y la grandeza del
Creador del Mundo es tal,
Que en sus santos
se complace, oh Ciro
Yo digo que como
tú entre todos no hay igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario