OFRECIMIENTO
DE LAS LÁGRIMAS DE MARÍA SANTÍSIMA
Con licencia de la Impresa de la Viuda de
Miguel de Ortega y Bonilla. Año de 1748
MODO
El
tiempo en que se han de rezar las lágrimas que lloró María Santísima, Nuestra
Señora, es desde el Sábado de la Septuagésima, hasta el Domingo In Albis, rezando
en cada semana cien aves Marías, y el ofrecimiento que correspondiere. El que
no pudiere hacerlo, de este modo, lo rezará como novena, distribuyendo los
ofrecimientos y rezando en cada uno nueve Aves Marías, y el Himno “Stabat Mater
Dolorosa”.
Puesto
de rodillas delante de Nuestra Señora Adolorida, dirá:
Por
la señal ✠
de la Santa Cruz, de nuestros ✠
enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠,
y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO
DE CONTRICIÓN
Virgen
Santísima, Madre de Dios y Madre mía, pésame en el alma y de todo mi corazón,
haber ofendido a tu Hijo Crucificado, Hijo de Dios vivo, yo propongo Señora,
firmemente la enmienda con el poder de su Divina Gracia, y espero en su bondad
y piedad, que me ha de perdonar y salvar. Amén.
SONETO
La
tortolilla sola y desvalida,
siente
la Soledad desamparada
O
como que se queja lastimada,
O
como se arrulla adolorida,
Así
Señora, vos lloráis sentida,
Sola
en vuestros llantos anegada,
El
alma de dolor atravesada
E
intercadente la dudosa vida,
Esta
muerte, mil muertes os concierta,
Y
esta punta, mil puntas os apuntan,
pues
estas como viva estando yerta,
Porque
tanto dolor se junta
es
forzoso, que os ponga como muerta,
si
vuestra propia vida esta difunta.
ORACIÓN
INICIAL
¡Oh
Serenísima Virgen María, concebida sin pecado original, Sagrario Sacratísimo de
la Santísima Trinidad! ¡Oh Virgen la mas sola y desamparada, para ser consuelo
de afligidos y tan desolada en tu Soledad! que vivías muriendo, morías viviendo,
y no acababas de morir estando viva muerta, por aquellos tres días tristísimos
y treinta y seis horas amarguísimas de tu Soledad, en que agonizaste cien
veces, siendo tan dolorosos tus gemidos, sollozos, lamentos y suspiros, que te
pusieron en términos de morir, y hubieras muerto, a no haberte confortado el
Espíritu Santo, por estos inmensos dolores y penosas agonías, y las que padeció
tu Dulcísimo Jesús y mi Señor en el Huerto, y las mortales agonías que padeció
en los azotes, y en las tres horas, que colgado en el sangriento madero de la
Cruz entregó su Espíritu en manos de su Eterno Padre, y por tu corazón herido a
dolores, y tus entrañas purísimas traspasadas a penas, te pido, me acompañes en
todas mis necesidades, y especialmente en la agonizada soledad de la hora de la
muerte y tenebrosas penas del Purgatorio, librándome de unas y de otras, y
llevándome a la Celestial Patria, donde te vea gloriosa por toda la eternidad. Amén.
Llorad,
Señora, llorad,
sin
que cese vuestro llanto
hasta
que desecha en llanto,
No
tengáis más que llorar.
Llorad
Señora, por Dios,
Llorad
por vos y por mí
Llorad
por Madre de Dios,
y
llorad a Dios por mí.
PRIMERA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Oh
Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, por las lágrimas que lloraste desde el
instante que fuiste Madre de Dios, hasta que tu Santísimo Hijo se despidió de
ti, te suplico que, al despedirse mi alma de mi cuerpo, no la desampares hasta
ponerla en el Paraíso. Amén.
SEGUNDA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Oh
Tiernísima Virgen María, Madre mía, por las tiernísimas lágrimas que lloraste
la noche triste y amarga de la Pasión de tu Hijo Jesús, sintiendo los escarnios
de sus enemigos, te pido que me libres de todos ellos en la hora de mi muerte. Amén.
-Cien
Aves Marías.
TERCERA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Oh
Tristísima María, Madre mía, por las tristísimas lágrimas que derramaste
cuando, supiste que tu Dulce Jesús fue sentenciado a muerte de Cruz, y cuando
con ella le encontraste en la calle de la amargura, te suplico por esta
rigurosa sentencia, me alcances después de mi muerte, la dichosa y favorable
sentencia de eterna vida. Amén.
-Cien
Aves Marías.
CUARTA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Dolorosísima
Virgen María, Madre mía, por las lágrimas que lloraste cuando clavaron a tu
Hijo Jesús en la Cruz, te suplico, que, con el clavo del temor de Dios, me
claves mis potencias para solo servir a su Majestad en esta vida. Amén.
-Cien
Aves Marías.
QUINTA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Angustiadísima
Virgen María y Madre mía, por aquellas copiosas lágrimas que lloraste al pie de
la Cruz, cuando el Señor te dijo: “Mujer, vea ahí a tu Hijo” te suplico me
admitas como a hijo, que no merezco, sino como a huérfano expuesto a tus
umbrales. Amén.
-Cien
Aves Marías.
SEXTA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Traspasadísima
Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, por aquellas preciosas lágrimas que
lloraste al pie de la Cruz, cuando tu Santísimo Hijo dijo a su Eterno Padre: “En
tus manos encomiendo mi espíritu” y expiró, te suplico, me alcances que, al
salir mi alma de mi cuerpo, entregue mi espíritu en manos de tu Santísimo Hijo.
Amén.
-Cien
Aves Marías.
SÉPTIMA
SEMANA
ORACIÓN
Lastimadísima
Virgen María, Madre mía, por aquellas sacratísimas lágrimas que lloraste al pie
de la Cruz, cuando viste abrir con una lanza el costado de tu Hijo, y correr
sangre y agua de su pecho, te suplico, que al morir se me abra la llaga de su
Costado, donde sea mi espíritu sepultado. Amén.
-Cien
Aves Marías.
OCTAVA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Funestísima
Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, por aquella infinidad de lágrimas de
sangre que derramaste al pie de la Cruz, teniendo en tus brazos el destrozado
cuerpo de tu Hijo, te suplico, me alcances de su Majestad, no me dejes de su
mano en la vida y en la terrible y espantosa hora de mi muerte, me conceda una
verdadera fe, una esperanza ordenada y una caridad perfecta. Amén.
-Cien
Aves Marías.
NOVENA
SEMANA
OFRECIMIENTO
Delicadísima
Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, por aquella multitud de lágrimas que
lloraste en tu Soledad, en que agonizaste cien veces, dejando a Cristo, único
tesoro de tu corazón, sepultado, sintiendo tanto apartarse del Sepulcro de tu
amado, que dejasteis estampadas tus lágrimas en el mármol, y quebrados en tu
Soledad tus ojos a dolores y tu corazón a penas, destilaron gota a gota toda el
Alma, hilo a hilo todo el aliento, grano a grano todo el corazón, por este llanto
y dolor te suplico, se parta mi corazón de dolor de la Pasión de tu Hijo, y de
la causa de la Pasión, que son mis culpas. Amén.
-Cien
Aves Marías.
OFRECIMIENTO
Inconsolable
Virgen María, Madre de Dios y Señora mía, por aquellas tiernísimas y continuas
lágrimas que derramaste, en aquellos veinte y cuatro años, después de la muerte
de tu Preciosísimo Hijo, pensando y recorriendo la Sagrada Vida, Muerte y
Pasión dolorosa de tu Unigénito, te suplico, que en toda la mía, tenga estampada
en mi corazón su Pasión y Muerte, e impresas en mi alma tus lágrimas, para
llorar amargamente mis culpas y tus dolores. Amén. Jesús.
STABAT
MATER DOLOROSA
De
pie la Madre dolorosa
junto
a la Cruz, llorosa,
mientras
pendía el Hijo.
Cuya
ánima gimiente,
contristada
y doliente
atravesó
la espada.
¡Oh
cuán triste y afligida
estuvo
aquella bendita
Madre
del Unigénito!.
Languidecía
y se dolía
la
piadosa Madre que veía
las
penas de su excelso Hijo.
¿Qué
hombre no lloraría
si
a la Madre de Cristo viera
en
tanto suplicio?
¿Quién
no se entristecería
a
la Madre contemplando
con
su doliente Hijo?
Por
los pecados de su gente
vio
a Jesús en los tormentos
y
doblegado por los azotes.
Vio
a su dulce Hijo
muriendo
desolado
al
entregar su espíritu.
Oh,
Madre, fuente de amor,
hazme
sentir tu dolor,
contigo
quiero llorar.
Haz
que mi corazón arda
en
el amor de mi Dios
y
en cumplir su voluntad.
Santa
Madre, yo te ruego
que
me traspases las llagas
del
Crucificado en el corazón.
De
tu Hijo malherido
que
por mí tanto sufrió
reparte
conmigo las penas.
Déjame
llorar contigo
condolerme
por tu Hijo
mientras
yo esté vivo.
Junto
a la Cruz contigo estar
y
contigo asociarme
en
el llanto es mi deseo.
Virgen
de Vírgenes preclara
no
te amargues ya conmigo,
déjame
llorar contigo.
Haz
que llore la muerte de Cristo,
hazme
socio de su pasión,
haz
que me quede con sus llagas.
Haz
que me hieran sus llagas,
haz
que con la Cruz me embriague,
y
con la Sangre de tu Hijo.
Para
que no me queme en las llamas,
defiéndeme
tú, Virgen santa,
en
el día del juicio.
Cuando,
Cristo, haya de irme,
concédeme
que tu Madre me guíe
a
la palma de la victoria.
Cuando
el cuerpo sea muerto,
haz
que al ánima sea dada
del
Paraíso la gloria.
Amén.
LAVS DEVS
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