DEVOCIÓN
COTIDIANA A LOS SIETE DOLORES Y GOZOS DE SEÑOR SAN JOSÉ
La
cual fue dictada por el mismo Santísimo Patriarca a dos Religiosos de la Orden
de P. S. Francisco,
NOTICIA
Habiendo
naufragado dos Religiosos de la Orden de N. P. S. Francisco, estuvieron tres
días asidos de una tabla, luchando con las furiosas olas y tempestades, y
mirándose ya sin esperanzas de la vida, en aflicción tan grande invocaron el
patrocinio y socorro de Señor San José, luego que le invocaron y clamaron se
les apareció un Personaje, en figura y hábito de un gallardo Joven, quien
sacándolos de aquel tan grande riesgo de la vida en que se hallaban, los condujo
a la playa. Preguntáronle los Religiosos ¿Quién era? y respondió que San José,
intimándoles y avisándoles que rezasen cada día siete veces el Padre nuestro, y
otras tantas la Ave María, en devota memoria de sus siete Dolores y Gozos. Y añadió
diciéndoles, que, con esta devoción, así ellos como otro cualquier devoto que la
practicare, experimentaran sin duda su amparo y patrocinio en cuantas necesidades
y aflicciones les acaeciesen.
PREPARACIÓN
Santísimo
Patriarca y Señor mío San José, recibe esta cordialísima de devoción que te
ofrezco, y alcánzame de Dios nuestro Señor los remedios y beneficios que para
mis necesidades humildemente te pido. Amén.
PRIMERA
Gloriosísimo
Señor San José, dignísimo Esposo de la Purísima Madre de Dios María Santísima:
yo te adoro alabo y amo, y con todo mi corazón me conduelo contigo por el dolor
que sentiste de ver a tu Divina Esposa encinta, sin conocimiento del misterio,
pero me congratulo contigo por el gozo que tuviste al avisarte el Ángel que era
por virtud del Espíritu Santo, y que el Hijo Divino que nacería de su purísimo
vientre había de ser Salvador del Mundo.
-Padre nuestro, Ave María y Gloria.
SEGUNDA
Gloriosísimo
Señor San José, dignísimo Esposo de la Purísima Madre de Dios María Santísima:
yo te adoro, alabo y amo, y con todo mi corazón me conduelo contigo por el
dolor que sentiste cuando en Belén fuiste despreciado y despedido de los
parientes y amigos, y no hallando allí lugar alguno en que hospedarte, te fue
preciso acogerte con tu Divina Esposa
en un albergue de brutos; pero me congratulo contigo por el gozo de que fue
modado tu corazón cuando nacido el Divino Sol de Justicia, viste aquel establo cambiado
en Cielo, con las adoraciones, júbilos y cantos de los Celestiales Espíritus.
-Padre nuestro, Ave María y Gloria.
TERCERA
Gloriosísimo Señor San José, dignísimo
Esposo de la Purísima Madre de Dios María Santísima; yo te adoro, alabo y amo,
y con todo mi corazón me conduelo contigo por el dolor que sentiste cuando
en la Circuncisión viste el corte, la herida y la sangre que de ella salió del
Niño Dios, pero me congratulo contigo por el gozo y consuelo que tuviste al oír
ponerle el dulcísimo Nombre de Jesús, y haciendo recuerdo que era el Salvador
del Mundo.
-Padre nuestro, Ave María y Gloria.
CUARTA
Gloriosísimo Señor San José, dignísimo
Esposo de la Purísima Madre de Dios María Santísima; yo te adoro, alabo y amo,
y con todo mi corazón me conduelo contigo por el dolor que sentiste cuando
oíste decir al Santo Anciano Simeón, que la Pasión y Muerte del Divino Niño había
de ser penetrante espada que traspasaría el Espíritu de su Santísima Madre,
Esposa tuya; pero me congratulo contigo por el gozo que recibiste al oír del mismo
Santo Simeón, que aquel Niño Divino había de ser, como Salvador de Mundo, vida,
salud y resurrección de muchos.
-Padre nuestro, Ave María y Gloria.
QUINTA
Gloriosísimo
Señor San José, dignísimo Esposo de la Purísima Madre de Dios María Santísima;
yo te adoro, alabo y amo, y con todo mi corazón me conduelo contigo por el
dolor que sentiste cuando fuiste avisado del Ángel que era preciso para huir de
la presencia de Herodes, que intentaba dar muerte al Divino Infante, llevarlo
en compañía de su Santísima
Madre a Egipto; pero me congratulo contigo por el gozo que sentiste en haber
legado felizmente a aquel país, y en ver caídos y derribados sus mentirosos
ídolos a la divina presencia del Niño.
-Padre nuestro, Ave María y Gloria.
SEXTA
Gloriosísimo Señor San José, dignísimo
Esposo de la Purísima Madre de Dios María Santísima; yo te adoro, alabo y amo,
y con todo mi corazón me conduelo contigo por el dolor que sentiste cuando habiendo
salido, por aviso del Ángel, de la
tierra de Egipto, y llegado a la tierra de Israel te acongojaste y terniste ir
á la Provincia de la Judea, por razón de que no muriera el Santo Nino en las
crueles manos de Arquelao, hijo del impío Herodes, que entonces reinaba; pero
me congratulo contigo por el gozo que tuviste cuando, siendo avisado del Ciclo
que pasaras a Galilea, llegaste a la Santa Casa de Nazaret en la amable compañía
de aquellos Divinos Personajes, que con solo su vista te inundaban el corazón
en un mar de regocijo.
-Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
SÉPTIMA
Gloriosísimo
Señor San José, dignísimo Esposo de la Purísima Madre de Dios María Santísima;
yo te adoro, alabo y amo, y con todo mi corazón me conduelo contigo por el
dolor que sentiste por la pérdida del Niño Jesús en Jerusalén, en donde con
extrema congoja, por espacio de tres oías, lo buscaste entre parientes y
conocidos^ pero me congratulo contigo por el sumo gozo de que fue inundado tu amante
corazón cuando lo hallaste en el Templo disputando, con admirable y divina
sabiduría, con los Doctores y Maestros de la Ley, de donde en compañía de su
Santísima Madre y tuya se encaminaron a Nazareth, teniéndole allí siempre
presente, y obedeciéndote en todo con respetuosa veneración de Hijo.
-Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
OFRECIMIENTO
Gloriosísimo
Patriarca y Padre mío Señor San Joseph, dignísimo Esposo de la Santísima Virgen
María, y Putativo Padre y Nutricio del humanado Verbo, amparo, consuelo y
alivio de tolos cuantos te invocan afectuosamente humildes: yo, aunque
indignísimo pecador, postrado ante tus sagradas plantas te suplico y ruego seas
mi Patrono, Defensor y Protector, así en lo espiritual como en o terreno y por
estos tus santísimos Dolores y Gozos, que yo con devoto afecto he venerado,
meditado y rezado, humildemente te pido y suplico, por amor de tu dulcísimo
Jesús y de María Santísima su dignísima Madre y Esposa tuya, te dignes de
admitirme en el número de tus verdaderos siervos y devotos, y debajo de tu
poderosísimo y amabilísimo Patrocinio, socorriéndome en todas mis necesidades
de alma y cuerpo, y asistiéndome en la terrible hora de mi muerte, juntamente
con Jesús y María, para que pasando mi alma por tus benditas manos, llegue a
alcanzar el perdón de mis culpas, y mediante la divina gracia alabar a Dios
eternamente en la Gloria. Amén.
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