DIA XI
MEDITACIÓN. — LA CORAZA
Vir obediens loquatur Dictorías. (Prov. XXI.28.)
El varón obediente contará las victorias.
Los elogios más cumplidos que los hagiógrafos
sagrados hicieron del más grande y más santo de los hijos de los hombres, de
Jesucristo Señor nuestro, se abarcan en muy pocas palabras, tal vez en una
sola, la obediencia. El Evangelista San Lucas nos dice: Jesús descendió con
ellos (María y José) a Nazaret y les estaba sujeto.
Ésta sumisión es el ambiente en que
la adorabilísima persona del Verbo de Dios crecía en edad, en gracia y en
sabiduría ante la presencia de Dios y de los hombres. Ella es la vestidura
hermosa con la que se presenta atrayente, accesible e imitable el Maestro
infalible de toda perfección. «Heme aquí que no he venido a la tierra sino para
ejecutar siempre la voluntad de Aquel que me envió. Toda la vida de Jesús fue
un ejemplo admirable de obediencia. y así nos lo ensena el apóstol San Pablo
cuando nos dice: Se hizo obediente y sumiso hasta la muerte y muerte de Cruz.
Esta es su comida con la que se
nutre, la bebida con que se sacia, y el vigor con que se fortalece para la
lucha. Ali comida verdadera es hacer siempre la voluntad de Aquel que me envió.
(Joan. IV, 34.) Padre mío, si posible es pase de mí este cáliz, mas no se haga
mi voluntad sino la tuya. (Matth. XXVI, 42.) •He venido a pegar fuego a la
tierra y como me abraso hasta que se consuma.' (Luc. XII, 44.)
Por fin, después de haber enseñado
a) mundo la celestial doctrina, la señala con el brillo de su sangre en el
árbol sagrado. cuando, con voz apagada por el dolor fiero, exhala su hálito
postrimero. 'Señor, acabado está. En tus manos encomiendo mi espíritu. Murió
obediente y su obediencia consiguió victorias. Del lado diestro como de}
siniestro millares fueron las almas que se levantaron con ánimos suficientes
para llevar hasta el heroísmo del sacrificio la virtud que tiene por objeto
contrarrestar los funestísimos efectos producidos en la sociedad de los espíritus
por la soberbia. La obediencia es la furia regeneradora del cristianismo, dice
San Agustín; y en ella hace frisar toda la gloria de los hijos de la Cruz el
Apóstol San Pablo.
La Santita de Lisieux declara que
todo su estudio se ordenaba a quebrantar su voluntad sometiéndose al yugo suave
de la santa obediencia. Estaba muy lejos de asemejarme a las almas grandes
practican desde la infancia todo género de mortificaciones; las mías únicamente
en quebrantar mi voluntad, en retener una palabra de réplica, en hacer en torno
mío insignificantes servicios sin encarecerlos, y otras mil cosillas de este
género. El sacrificio de la propia
voluntad es el que más acogida tiene en la presencia del Señor, contentándose
las más de las veces con el ofrecimiento obediente y sumiso, como el de Abraham
e Isaac. Estoy convencida de que no sufriría ninguna decepción, pues cuando una
espera exclusivamente padecer, la sorprende el menor goce; además llega a ser
el sufrimiento la mayor de las alegrías cuando se busca como un tesoro
precioso. Pero estoy enferma, sin esperanzas de curación, y, ello, no obstante,
gozo de paz; hace ya mucho tiempo que no me pertenezco, estoy del todo
entregada a Jesús... Él es muy libre de hacer de mi cuanto le plazca. Me
infundió el deseo de un destierro completo; preguntóme si consentía beber este
cáliz; al punto quise asirlo, pero retiró su mano, demostrándome que la sola
aceptación le bastaba. (Hist. (I IX.) Por esto... Yo quiero obedecer con fiel
constancia. — Desafío las iras del averno, —pues siento en mi nacer tan santa
audacia — al tomar el escudo de Obediencia, — al poner en mi pecho esta coraza.
— Sólo quiero, en la vida, someterme — a tu querer, Señor de las batallas, — así
podré cantar esas victorias, — que la Obediencia, por ser ciega, canta. Porque
la seguridad que presta a nuestros propios esfuerzos es divina. Dios mío, de
cuántas inquietudes nos libra el voto de obediencial ¡Qué felices son las simples
religiosas! Tomando por norte la voluntad de los superiores, están siempre
seguras de seguir el camino recto, sin temor de equivocarse, aun cuando les
parezca indudable que los superiores se equivocan. Pero en cuanto se deja de
consultar esa infalible brújula, se extravía cl alma por áridos caminos,
viéndose al punto privada del agua de la gracia., (Hist. C. IX.)
EJEMPLO
LUCES SOBRE LA OBEDIENCIA RELIGIOSA
Hasting (Inglaterra) 15-3-1920.
Un joven religioso converso,
extranjero, tenía gran dificultad a doblegarse a la obediencia humilde y
sobrenatural. La lectura de la vida de la Santita le ha transformado; él lo
atestigua emocionado y sus superiores y con discípulos se complacen en
confirmarlo. Ahora comprende y practica con alegría la obediencia religiosa. La
Santa Carmelita le ha enseñado en algunos Instantes lo que y prolongados avisos
no habían podido enseñarle.
R. P. Chaine, S. J.
Jaculatoria: Santita querida, concédenos el conocimiento y
práctica de la Verdadera Obediencia.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh virgen obediente! que iniciada
en los secretos poderosos que esta virtud presta a las almas para conseguir
victoria de los enemigos que se oponen
a la perfección, te revestiste de esta armadura de Dios y venciste a todos tus
enemigos, haz, queridísima Santita, que siguiendo tus ejemplos viva siempre
obediente y sumiso a la voluntad de mi Dios a fin de cantar la victoria final
en tu compañía en la gloria celestial; y para más obligarte, te recordamos tus
inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes:
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