martes, 12 de octubre de 2021

MES DE SANTA TERESITA - DÍA DOCE


DIA XII

MEDITACIÓN. — LA ESPERANZA DELTRIUNFO

Qui perseveraperit usque in hic Salvus erit. (Matth. X, 22)

El que perseverare hasta el fin, éste será salvo.

 

La doctrina de Jesucristo, en medio de la aspereza que para nuestra flaqueza predica, porque, dura y pesada y mortificantes siempre la cruz, encierra una tan confortante dosis de fortaleza que estimula a las almas a la práctica de la virtud hasta elevarlas a las más altas cumbres del heroísmo de la santidad. Esta dosis confortante es esperanza del premio. Al mismo Apóstol San Pablo servíale de poderoso esfuerzo el recuerdo del premio prometido a los esforzados, cuando decía: No son dignas de aprecio las contradicciones de este mundo en comparación de la futura eterna gloria que nos será revelada. Porque si a esperanza que tenemos en Cristo se limitara a la presente vida, seriamos los más despreciados de todos los hombres. (I Corint. 15-19.)

La meditación en la resurrección futura hacia que los mártires del cristianismo no temieran los dolorosos e insufribles tormentos a que les condenaban los infieles por su persistencia en la te recibida.

El santo solitario Antonio, decía a sus discípulos: El medio y manera de vencer todas las dificultades es la alegría espiritual y el constante recuerdo del Señor. De aquel Señor que para darnos ejemplos de vida se sometió a los tormentos y afrentas de una pasión que todavía causa espantosa y tremebunda sensación a todos los que la consideran. De aquel Señor que padeció y murió afrentosamente, delante del pueblo que le maldecía, pero que su sepulcro fue iluminado con los graciosos destellos de Ja resurrección; de aquel Señor a quien le convino padecer y de este modo entrar en su gloria.

De aquí que en nuestras continuas luchas sostenidas con los enemigos de nuestra salud no debamos olvidarnos de aquella eterna y feliz bienaventuranza que se promete como premio a los luchadores en legitimas lides. Gozaos y regocijaos, nos dice el Señor porque vuestra recompensa en el cielo ser muy grande.  (Math. 5, 12.) «Cuando el mundo os persiga, no queráis temer en vuestra tristeza, porque el mundo se gozará en ella, más se convertirá en eterno gozo. Oh, sí, es muy penoso vivir en esta tierra miserable: ¡Pero mañana dentro de una hora, habremos ganado cl puerto! Dios mío, ¿qué veremos entonces? ¿En qué consiste pues aquella vida que no tendrá El Señor será el alma de nuestra alma insondable misterio? El ojo del hombre no ha visto la luz increada, su oído no ha percibido las incomparables melodías de los cielos, no puede su corazón comprender lo que le está preparado en lo porvenir. (Isaías, LXIV, 4.) Y todo esto vendrá pronto, si, pronto, si amamos a Jesús con pasión. Porque «pasa la vida; avanza la eternidad; pronto viviremos de la misma vida de Dios. Después de habernos abrevado en el manantial de las amarguras, apagaremos nuestra sed en la misma fuente de todos los consuelos».

«Si, la figura de este mundo pasa (I Cor. VII, 31), pronto veremos nuevos cielos; otro sol más radiante alumbrará con sus resplandores mares etéreos y horizontes infinitos... No seremos ya prisioneras en esta tierra de destierro; todo habrá pasado. Con nuestro celestial Esposo bogaremos por lagos sin orillas; en las márgenes de los ríos de Babilonia, están migados de los sauces nuestros músicos instrumentos (Sal. CXXXVI, 1-4); pero cuando llegue el día de nuestra libertad, de qué armonías henchiremos el espacio. ¡Con qué alegría haremos vibrar las cuerdas de nuestros instrumentos! Hoy nos ponemos a llorar, acordándonos de ti oh Sion ¿Cómo hemos de cantar los cánticos del Señor en tierra extraña? (Ibid., 1 4.) Nuestro estribillo es el cántico del padecer. Jesús nos ofrece un cáliz muy amargo; no retiremos de él nuestros labios, súfrannos en paz. Quien dice paz, no dice alegría, o por lo menos alegría sensible; para sufrir en paz, basta querer firmemente todo lo que quiere nuestro Señor. 

Pensemos que en estas nuestras luchas la divina Providencia encuentra medios misericordiosos para favorecer a las almas de nuestros hermanos en la obra de la santificación. 'Es la voluntad de Dios, nos enseña la Santita, que en este mundo las almas se comuniquen entre si los dones celestiales por medio de la oración, para que, llegadas a la patria celestial, puedan amarse con amor de gratitud y con afecto mucho mayor todavía que el de la familia más ideal que pueda existir en la tierra.

Allí no encontraremos ya miradas indiferentes, porque todos los santos se deberán mutuamente algo. No veremos ya miradas envidiosas, porque la dicha de cada uno de los elegidos será la dicha de todos. Con los mártires nos pareceremos a los mártires; con los doctores seremos como los doctores; con las vírgenes, vírgenes pareceremos, y como los miembros e una misma familia están ufanos unos de otros así lo seremos   de nuestros hermanos sin la menor envidia.

¿Quién sabe si la alegría que experimentaremos al ver la gloria es grandes santos y saber que, por un oculto resorte de la Providencia, nosotros hemos contribuido a ella, quién sabe si esa alegría no será tan intensa como la misma felicidad de que están en posesión, y tal vez más dulce?

 ¿Y creen que los grandes santos, viendo cuánto deben a las almas pequeñuelas, no las amarán a su vez con amor incomparable? Estoy cierta de que allí habrá simpatías deliciosas y sorprendentes. El privilegiado dc un apóstol, de un gran doctor, será tal vez un zagalito; y el Íntimo amigo de un patriarca, una candorosa criatura. Oh cuánto tarda para mí el reino del amor:

 

 

EJEMPLO

BIENAVENTURADA TERESITA, ACEPTAME POR

HERMANO

Insbruck (Tirol), 23-2-1921.

Un sacerdote, Olvidado hace doce años de los deberes de su santa vocación, fue vencido por la gracia al leer la Historia de un alma. Guiado por la Santita entró en un convento para hacer penitencia y servir a Dios.

Tiene puesta su confianza en su celestial hermanita, amiga de los sacerdotes y de los pobres pecadores. Envió a Lisieux con destino a la tumba de la Santita una imagen con la siguiente inscripción: Bienaventurada Santita, acéptame por mano, a mí, religioso, sacerdote y pecador, protégeme poderosamente durante mi Vida y en la hora la muerte.

 

Jaculatoria: Bienaventurada Santita: haz que, fortalecida nuestra alma con la esperanza del triunfo, camine hacia la perfección.

 

ORACIÓN PARA ESTE DIA

¡Oh gloriosa Santita! que en el exceso dc tu caridad ardiente no obrabas cl bien por el reino de los cielos que se te prometía, pero en la pequeñez e indigencia de tu flaqueza te esforzaba poderosamente el cielo de la bienaventuranza, en la que comunicarías con los santos con el afecto y gratitud mayor que el de la familia más ideal que pueda existir en la tierra, haz, amadísima Santita, que en mi sienta siempre las benéficas influencias de los santos, para que esforzado con la esperanza del cielo, cumpla con verdadero fervor los designios de la voluntad del Señor; y para más obligarte te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes:

 


 

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