DIA XII
MEDITACIÓN. — LA ESPERANZA DELTRIUNFO
Qui perseveraperit usque in hic Salvus erit. (Matth.
X, 22)
El que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
La doctrina de Jesucristo, en medio
de la aspereza que para nuestra flaqueza predica, porque, dura y pesada y
mortificantes siempre la cruz, encierra una tan confortante dosis de fortaleza
que estimula a las almas a la práctica de la virtud hasta elevarlas a las más
altas cumbres del heroísmo de la santidad. Esta dosis confortante es esperanza
del premio. Al mismo Apóstol San Pablo servíale de poderoso esfuerzo el
recuerdo del premio prometido a los esforzados, cuando decía: No son dignas de
aprecio las contradicciones de este mundo en comparación de la futura eterna gloria
que nos será revelada. Porque si a esperanza que tenemos en Cristo se limitara
a la presente vida, seriamos los más despreciados de todos los hombres. (I
Corint. 15-19.)
La meditación en la resurrección
futura hacia que los mártires del cristianismo no temieran los dolorosos e
insufribles tormentos a que les condenaban los infieles por su persistencia en
la te recibida.
El santo solitario Antonio, decía a
sus discípulos: El medio y manera de vencer todas las dificultades es la
alegría espiritual y el constante recuerdo del Señor. De aquel Señor que para
darnos ejemplos de vida se sometió a los tormentos y afrentas de una pasión que
todavía causa espantosa y tremebunda sensación a todos los que la consideran.
De aquel Señor que padeció y murió afrentosamente, delante del pueblo que le maldecía,
pero que su sepulcro fue iluminado con los graciosos destellos de Ja
resurrección; de aquel Señor a quien le convino padecer y de este modo entrar
en su gloria.
De aquí que en nuestras continuas luchas
sostenidas con los enemigos de nuestra salud no debamos olvidarnos de aquella
eterna y feliz bienaventuranza que se promete como premio a los luchadores en
legitimas lides. Gozaos y regocijaos, nos dice el Señor porque vuestra
recompensa en el cielo ser muy grande.
(Math. 5, 12.) «Cuando el mundo os persiga, no queráis temer en vuestra
tristeza, porque el mundo se gozará en ella, más se convertirá en eterno gozo. Oh,
sí, es muy penoso vivir en esta tierra miserable: ¡Pero mañana dentro de una
hora, habremos ganado cl puerto! Dios mío, ¿qué veremos entonces? ¿En qué
consiste pues aquella vida que no tendrá El Señor será el alma de nuestra alma insondable
misterio? El ojo del hombre no ha visto la luz increada, su oído no ha
percibido las incomparables melodías de los cielos, no puede su corazón
comprender lo que le está preparado en lo porvenir. (Isaías, LXIV, 4.) Y todo
esto vendrá pronto, si, pronto, si amamos a Jesús con pasión. Porque «pasa la
vida; avanza la eternidad; pronto viviremos de la misma vida de Dios. Después
de habernos abrevado en el manantial de las amarguras, apagaremos nuestra sed
en la misma fuente de todos los consuelos».
«Si, la figura de este mundo pasa (I
Cor. VII, 31), pronto veremos nuevos cielos; otro sol más radiante alumbrará
con sus resplandores mares etéreos y horizontes infinitos... No seremos ya
prisioneras en esta tierra de destierro; todo habrá pasado. Con nuestro
celestial Esposo bogaremos por lagos sin orillas; en las márgenes de los ríos
de Babilonia, están migados de los sauces nuestros músicos instrumentos (Sal.
CXXXVI, 1-4); pero cuando llegue el día de nuestra libertad, de qué armonías henchiremos
el espacio. ¡Con qué alegría haremos vibrar las cuerdas de nuestros
instrumentos! Hoy nos ponemos a llorar, acordándonos de ti oh Sion ¿Cómo hemos
de cantar los cánticos del Señor en tierra extraña? (Ibid., 1 4.) Nuestro
estribillo es el cántico del padecer. Jesús nos ofrece un cáliz muy amargo; no
retiremos de él nuestros labios, súfrannos en paz. Quien dice paz, no dice alegría,
o por lo menos alegría sensible; para sufrir en paz, basta querer firmemente
todo lo que quiere nuestro Señor.
Pensemos que en estas nuestras
luchas la divina Providencia encuentra medios misericordiosos para favorecer a
las almas de nuestros hermanos en la obra de la santificación. 'Es la voluntad
de Dios, nos enseña la Santita, que en este mundo las almas se comuniquen entre
si los dones celestiales por medio de la oración, para que, llegadas a la
patria celestial, puedan amarse con amor de gratitud y con afecto mucho mayor
todavía que el de la familia más ideal que pueda existir en la tierra.
Allí no encontraremos ya miradas
indiferentes, porque todos los santos se deberán mutuamente algo. No veremos ya
miradas envidiosas, porque la dicha de cada uno de los elegidos será la dicha
de todos. Con los mártires nos pareceremos a los mártires; con los doctores
seremos como los doctores; con las vírgenes, vírgenes pareceremos, y como los
miembros e una misma familia están ufanos unos de otros así lo seremos de nuestros hermanos sin la menor envidia.
¿Quién sabe si la alegría que
experimentaremos al ver la gloria es grandes santos y saber que, por un oculto
resorte de la Providencia, nosotros hemos contribuido a ella, quién sabe si esa
alegría no será tan intensa como la misma felicidad de que están en posesión, y
tal vez más dulce?
¿Y creen que los grandes santos, viendo cuánto
deben a las almas pequeñuelas, no las amarán a su vez con amor incomparable?
Estoy cierta de que allí habrá simpatías deliciosas y sorprendentes. El privilegiado
dc un apóstol, de un gran doctor, será tal vez un zagalito; y el Íntimo amigo
de un patriarca, una candorosa criatura. Oh cuánto tarda para mí el reino del
amor:
EJEMPLO
BIENAVENTURADA TERESITA, ACEPTAME POR
HERMANO
Insbruck (Tirol), 23-2-1921.
Un sacerdote, Olvidado hace doce
años de los deberes de su santa vocación, fue vencido por la gracia al leer la
Historia de un alma. Guiado por la Santita entró en un convento para hacer
penitencia y servir a Dios.
Tiene puesta su confianza en su
celestial hermanita, amiga de los sacerdotes y de los pobres pecadores. Envió a
Lisieux con destino a la tumba de la Santita una imagen con la siguiente
inscripción: Bienaventurada Santita, acéptame por mano, a mí, religioso, sacerdote
y pecador, protégeme poderosamente durante mi Vida y en la hora la muerte.
Jaculatoria: Bienaventurada Santita: haz que, fortalecida nuestra
alma con la esperanza del triunfo, camine hacia la perfección.
ORACIÓN PARA ESTE DIA
¡Oh gloriosa Santita! que en el
exceso dc tu caridad ardiente no obrabas cl bien por el reino de los cielos que
se te prometía, pero en la pequeñez e indigencia de tu flaqueza te esforzaba
poderosamente el cielo de la bienaventuranza, en la que comunicarías con los
santos con el afecto y gratitud mayor que el de la familia más ideal que pueda
existir en la tierra, haz, amadísima Santita, que en mi sienta siempre las
benéficas influencias de los santos, para que esforzado con la esperanza del
cielo, cumpla con verdadero fervor los designios de la voluntad del Señor; y
para más obligarte te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos
con las siguientes:
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