DÍA
DIECIOCHO DE CADA MES
EN
HONOR DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA EXPECTACIÓN DE ZAPOPAN
Impreso
en Gregorio Dávila, no. 333, Guadalajara, Jalisco.
ACTO
DE CONTRICIÓN
Al
contemplarte ¡Oh amabilísimo Señor mío Jesucristo! Crucificado por mi amor en
el árbol de la cruz, queda mi corazón herido del sentimiento más vivo y
penetrante. Mis enormes pecados fueron los que traspasaron tus manos y tus
pies, ellos hundieron tus espinas en tu frente, y abrieron tu santísimo costado
con la lanza cruel. Más ¿no eres tú, ¡Oh Señor! Un Dios de clemencia y bondad
infinita para el hombre? Por esto, al recordar mis maldades me confundo y me arrepiento.
¡Quien me diera morir de dolor por haber ofendido a un Dios tan bueno! ¡Oh si
pudiese borrar con la sangre de mis venas mis delitos! Entre tanto, yo me
arrojo en el seno de tu gran misericordia, ten compasión Dios mío, de un
pecador que se arrepiente y te promete, con el auxilio de tu santa gracia,
nunca más ofenderte, antes bien, amarte y servirte eternamente. Amén.
ORACIÓN
¡Oh
Purísima Virgen María de Zapopan! ¡Cuán digna eres de la veneración y cariño de
los hombres! Llevas el Inmenso, y más que todo esto, su Madre verdadera. En medio
de tanta grandeza eres clementísima y amable, vuelves sin cesar tus ojos a
nosotros, y nos dices con tierna compasión: Pedid y recibiréis. Y ¿Qué no
pediremos a una Madre que nos ama tanto y cuyos ruegos siempre se despachan
favorablemente? Tu más bien que nosotros, sabes las necesidades que nos afligen
en la vida, el apego a los bienes de este mundo, el olvido del Señor, y tantos
otros. Mira el corazón que se nos va de entre las manos, cuando quisiéramos
llevarlo al pie de tus altares para consagrarlo enteramente a tu servicio. ¿no
eres tú por ventura, la Reina y Señora de todo nuestro ser? Y ¿no do nos veamos
inclinados a la tierra? ¡Ah Señora nuestra! Arrepentidos lloramos a tus pies, y
te damos de nuevo el corazón. Tu eres desde hoy, después de Jesucristo, el
único amor de nuestras almas. ¿En cuál otra criatura hallaremos el consuelo, el
descanso y la paz que el Señor nos da cuando te amamos? ¿Qué dicha para el
hombre, tenerte por el objeto más sagrado que cautiva su cariño? Al levantar
mis ojos a tu trono, al gustar la dulzura de tu amor, huyen mis penas y me
siento muy feliz. ¿Qué hijo0 hubo nunca desgraciado si lo protege semejante
Madre? Por esto corremos a posarnos a la sombra de tu manto, aquí descansamos
del trabajo y la fatiga, nos vemos libres de todos los peligros, y pasamos la
vida recibiendo las gracias y no permitas que nos dejemos llevar por el huracán
de las pasiones de este mundo, que arrastra en pos de si a tanto desgraciado
que olvida tu servicio y no acude a ti por el socorro. Nosotros jamás te
olvidaremos, ¡Oh dulce y tierna Madre! Porque tú eres todo nuestro amor, la
esperanza más hermosa y firme que tenemos de vida y salvación, por esto te
invocamos en todas nuestras aflicciones: Sálvanos, oh María, que perecemos,
extiende tu mano hacia nosotros y libra a tus hijos de toda desventura, protege
sin descanso a los que en ti confían, y dirige nuestros pasos a la vida eterna.
Amén
-Se
rezan nueve veces el Ave María, en honor de la Santísima Virgen que llevó nueve
meses en su inmaculado seno al Hijo de Dios.
ORACIÓN
¡Que
alegre y bello es el día en que recordamos tus grandezas y las maravillas que
el Señor obró en tu seno, Oh Madre Inmaculada! El tiempo que llevas al Hijo del
Eterno en tus purísimas entrañas está lleno de consuelos y delicias par Ti, vives
estrechamente unida con Jesús, eres su verdadero reclinatorio y el trono de su
amor, el Edén, el cielo, el templo del Señor donde su Majestad recibe las
adoraciones de los ángeles y el nombre alcanza el perdón de sus delitos. ¡Cuán
grande eres, Niña hermosa, cuán grande eres! más también ¡Cuánto nos obligan tu
amor y la bondad que nos dispensas a tus hijos! Por tus manos descienden y nos
llegan las gracias del Señor, tu ruegas por nosotros y nos vas cuidando por toda
nuestra vida, con más cariño que la más tierna y amorosa de las madres, si
caminamos extraviados nos vuelves a las sendas del Señor, si te olvidamos, tu
misma te presentas delante de nosotros, y despiertas en el alma los gratos y
purísimos recuerdos de tu amor. ¡Oh buena y tierna Madre! ¿Con que podrá pagar
el hombre tu cariño? Yo no tengo que ofrecerte, sino un corazón por desgracia
manchado y miserable, más con todo recíbelo, Señora. Tú sabrás purificarlo y le
darás el riquísimo tesoro de tu amor. Tus nuevos dones doblarán nuestras
cadenas que lo son de salud y gloria, sí, porque ¿Cuándo más dichoso el hombre
que al hallarse encadenado con tu amor? ¡Oh Madre Soberana! Yo te amo con todos
mis afectos, yo te doy mi corazón, alegría de mi vida, luz de mis ojos,
consuelo de mi alma, deja que te hable con franqueza y descubra tu presencia mi
ternura. Yo te amo, mi querida Niña, tú eres mi encanto, durante el día suspiro
de amor por ti, y en la noche tu imagen pura y agraciada es mi sueño más bello
y delicioso. ¿Cómo olvidarte un solo instante amada Madre, cuando tú siempre te
hayas ocupada en mi bien? ¿Cómo dejar que se empañe y amortigüe la hermosa y
viva llama de tu amor? Más tú, Señora, conoces nuestra miserable condición y
sabes que nada podremos si nos desamparas. Ten compasión de tus hijos, Virgen
llena de clemencia, de piedad y de dulzura, protégenos en la vida y en la
muerte, para ir a bendecirte y alabarte en el cielo por toda la eternidad.
Amén.
El
Ilmo. Sr. Arzobispo de Guadalajara, Doctor D. Pedro Loza, concede ochenta días
de indulgencias a los fieles que rezaren esta devoción.
-Colaboración de Germán de Jesús.
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