lunes, 22 de noviembre de 2021

NOVENA A SANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR


NOVENA A SANTA CECILIA VIRGEN Y MARTIR

ABOGADA DE LOS MUSICOS

 

Con aprobación Eclesiástica.

 

Impresos Negrón, Calle 9 No. 1009, Río Piedras Puerto Rico. Año 1932.

 

Se da principio persignándose y después de recitar un fervoroso acto de contrición, se reza la oración siguiente:

 

 

ORACION PREPARATORIA

Señor Dios, Salvador nuestro, Dulcísimo Jesucristo, el más amable y más amante de todos los hombres, que con perfección infinita practicasteis la caridad y la paciencia, que recibisteis más injurias y afrentas que ningún otro sin jamás guardar rencor por ellas; escuchad, os lo ruego, la súplica que os dirigimos para que os dignéis derramar sobre nosotros el espíritu de mansedumbre y de paciencia. Concédenos esta gracia, Dios mío, os lo pido por todos los santos que os alaban en el Cielo, y en particular por la gloriosa Santa Cecilia que tanto os amó. Y así como os lo pido, así confío; y con esta confianza, aunque como miserable pecador haya faltado muchas veces a vuestros preceptos, puesta toda mi esperanza en vuestra misericordia infinita, os prometo que de hoy en adelante os amaré y serviré con fidelidad, hasta mi muerte. Amén.

-Aquí se rezan tres Padrenuestros y tres Avemarías, luego se lee la Consideración y se reza la oración del día.

 

 

DIA PRIMERO

 

CONSIDERACIÓN

EL AMOR A JESUCRISTO

Consideremos en este primer día, el elevado ejemplo de pureza y de amor a Jesucristo, que nos da nuestra Santa. Fue Cecilia una doncella romana de ilustre familia y desde muy joven consagró su vida y su virginidad a nuestro Señor Jesucristo. Sus padres la desposaron con un noble caballero llamado Valeriano, pero la joven se llenó de tristeza al pensar en esta unión y cuando oía los instrumentos musicales que resonaban anunciando sus desposorios, elevaba su espíritu al Esposo Celestial que había elegido y le decía con fervor: “Una gracia os pido, dulcísimo Jesús mío, y es que ni mi corazón ni mi cuerpo pierdan jamás ni una mínima parte de su entereza; no sea yo frustrada de este favor que espero de vuestro poder”. ¿No es sublime esta súplica en su sencillez y en la exaltación del amor a Jesucristo?

 

 

ORACION

¡Oh, benignísimo Jesús, que vinisteis al mundo para enseñarnos la sencillez y la pureza de costumbres, para inculcar la prudencia divina y desterrar la mundana! Aquí tenéis a un pobre pecador que no suspira sino por la gracia de observar vuestras máximas y de adelantarse en los caminos de la perfección que habéis trabado. Hacednos, Señor, partícipes de esas divinas virtudes que en grado tan eminente poseísteis; llenad a cada uno de nosotros de ese anhelo de ser sencillos y prudentes, según la prudencia cristiana y según el ejemplo fecundo de la gloriosa virgen y mártir Santa Cecilia. Dignaos presentar a la Majestad del Padre Eterno nuestros sentimientos y deseos, nuestras palabras y nuestras obras, por las cuales sea El para siempre glorificado. Amén.

-Aquí se hace la petición y se termina con los Gozos y la Oración final.

 

 

GOZOS

Virgen y mártir invicta

De Jesús cándida esposa,

Concédenos generosa

Tu celestial protección.

 

Conociendo que en el mundo

Honor, riqueza, hermosura,

Todo es vanidad, locura,

Todo mentira, ilusión,

A Jesús, tu dulce dueño,

Y consuelo en tus quebrantos,

Consagraste los encantos

De tu alma y corazón.

 

Escucha nuestra plegaria,

Compadece nuestro llanto

A Jesús, tu dulce encanto,

Presenta nuestra oración;

Y haz que sobre nuestras almas

De Dios la gracia descienda

A nuestro frío corazón.

 

Y tan grato el sacrificio

Fue a tu Celestial Esposo,

Que acudiendo generoso

A consolar tu aflicción,

Te concedió el rico premio

Que tu amor puro ambiciona;

Del martirio la corona,

Del cielo la posesión.

 

ORACION FINAL

¡Gloriosa virgen y mártir Santa Cecilia, modelo de esposas fidelísimas de Jesucristo! Vednos humildemente postrados a vuestras plantas. Somos desagradecidos pecadores que venimos a implorar vuestra poderosa intercesión para con nuestro Señor Jesucristo, a quien tanto hemos ofendido, suplicándoos por medio de esta Novena que, así como solicitasteis y conseguisteis la conversión de vuestro esposo Valeriano y de su hermano Tiburcio, nos consigáis un verdadero arrepentimiento de nuestros pecados, un eficaz propósito de enmienda, una heroica fortaleza para confesar y defender la fe que hemos profesado, y en la que, como vos, queremos vivir y morir, aunque sea a costa de los mayores sacrificios, y las gracias especiales que solicitamos en esta Novena, si todo ello es para  mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.

 

 

 

 

DIA SEGUNDO

 

CONSIDERACIÓN

LA CASTIDAD, VIRTUD SUBLIME

Los padres de Cecilia tenían interés en que las bodas se celebraran lo antes posible, y pronto llegó el día fatal para la joven doncella. Pero así que se vio a solas con Valeriano, le reveló la solemne promesa que había hecho de consagrar su virginidad al Esposo Celestial; también le dijo que la guardia de su cuerpo estaba a cargo de un ángel; “y si pretendieras tú –agregó Cecilia- violar este sagrado, desde el mismo punto se declararía enemigo tuyo; pero, al contrario, si le respetares y me dejares intacta, experimentarás tú el mismo amor que me profesa a mí, y gozarás como yo de su hermosísima presencia”. Infundió el Señor tal fuerza persuasiva a estas palabras, que Valeriano respetó la castidad de Cecilia.

 

ORACION

¡Oh Divino Jesús, que vinisteis a la tierra para predicarnos con sencillez y, por medio de vuestro ejemplo, enseñarnos este santo método para que podamos útilmente anunciar vuestra santa palabra y llevarlo por todo el mundo, como los discípulos a quien la disteis! ¡Oh, dulce Salvador! Os suplicamos humildemente que por vuestra gracia y por el amor sublime que os profesó la gloriosa Santa Cecilia virgen y mártir, nos concedáis este santo método, para que, inspirados en él, propaguemos vuestras enseñanzas y obtengamos al final de nuestra vida la felicidad eterna. Amén.

 

 

 

DIA TERCERO

 

CONSIDERACIÓN

LA FE, VIRTUD ESENCIAL

Cecilia tuvo fe y venció. Valeriano tuvo confianza en las palabras de Cecilia y manifestó deseos de ver al celestial espíritu, al ángel guardián de que le había hablado, pero la joven le replicó que, para lograr aquella dicha, era indispensable creer en Jesucristo y bautizarse. Valeriano creyó y se bautizó, y vio al ángel del Señor. Con esta sublime visión alcanzó la gracia santificante que le hizo obtener más tarde la palma del martirio. La fe: ¡oh virtud excelsa!, principio y fundamento de todas las virtudes! ¿Y por qué, nosotros que nos llamamos creyentes no empleamos toda nuestra vida en propagar esta fe según las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, en vez de entregarnos a los vanos placeres mundanales?

 

ORACION

¡Oh piadosísimo Jesús, que por amor del género humano fuisteis enclavado en una cruz! Llenadnos de aquellos sentimientos que llevaron a humillaros de tal modo, que hicieron preferir las injurias a las alabanzas; de aquellos afectos que os hicieron buscar la gloria de vuestro Padre por el camino de vuestra propia confusión. Infundidnos desde ahora aquel fervor sublime que infundisteis a la gloriosa Santa Cecilia, para que logremos atraer al redil de nuestra Santa Iglesia a nuestros hermanos extraviados, de modo que, reunidos sinceramente a nosotros por los vínculos insolubles de una misma fe y caridad, podamos cantar juntos vuestras alabanzas y merezcamos poseeros eternamente en la Gloria. Amén.

 

 

 

DIA CUARTO

 

CONSIDERACIÓN

LA CARIDAD, JOYA DEL ALMA

Otra de las virtudes de Cecilia fue su caridad infinita; el amor que profesaba a los pobres era proverbial, y de ello tenemos un admirable ejemplo: Después de la muerte de Valeriano y de un hermano de éste, Tiburcio, que también sufrió el martirio por haberse convertido a la fe de Jesucristo, el prefecto de Roma quiso confiscarles todos sus bienes, pero llegó tarde, porque Cecilia ya los había distribuido entre los pobres. “El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”, había dicho nuestro Señor Jesucristo, y Cecilia conocía bien su doctrina. Practiquemos pues la hermosa virtud que se llama Caridad, si queremos obtener los favores de nuestra santa.

 

ORACION

¡Oh Salvador nuestro Jesucristo, que os santificasteis a fin de santificar a los hombres, que despreciasteis los reinos de la tierra y que no tuvisteis otro empeño sino el de que vuestro Eterno Padre reinase en las almas! Yo os ofrezco los merecimientos de vuestra sierva Santa Cecilia, prontísima ejecutora de vuestra voluntad y muy diligente en todas las cosas tocantes al cumplimiento de vuestro santo servicio, y os suplico que, por su intercesión, nos concedáis una caridad perfecta para amaros y serviros. ¡Oh, Divino Jesús! Otorgadnos también la virtud de ser semejantes a vuestra sierva en el modo de pensar, de querer y de obrar; y esperamos que, haciéndolo de esta manera, gozaremos de la gloria inmortal que gozáis con vuestro Padre y el Espíritu Santo. Amén.

 

 

 

DIA QUINTO

 

CONSIDERACIÓN

LA ESPERANZA EN LA VIDA ETERNA

Cuando el prefecto de Roma supo que Cecilia había distribuido todos sus bienes entre los pobres la mandó a prender con intención de someterla a los tormentos del martirio si no renunciaba al cristianismo. A los soldados que se compadecían de ella cuando la llevaban a la cárcel, Cecilia les dijo: “Bien se conoce, hermanos míos, que no sabéis lo glorioso que es dar la vida por confesar a Jesucristo”, y agregó luego: “a vosotros os compadece mi florida juventud y mi caduca belleza, pero tened entendido que no las pierdo por el suplicio, solamente las trueco por otras que poseeré eternamente”. ¡Palabras sublimes que debemos meditar constantemente si queremos llegar a poseer esa firme esperanza que nos hará poseedores de todos los tesoros de la gracia!

 

ORACION

¡Oh Salvador de nuestras almas, que queréis que practiquemos vuestras máximas e imitemos vuestra vida oculta y despreciada! Concedednos las disposiciones necesarias para que suframos, como Vos queráis, las persecuciones que sean de vuestro agrado enviarnos; haced que nos mantengamos firmes, sin huir ni vacilar en los ataques con que el mundo nos acometa. ¡Oh, dulce Jesús! Por los méritos de la bienaventurada virgen y mártir Santa Cecilia, os pedimos también que, al desnudarnos de nuestra carne mortal, y en el día de la justicia, merezcamos entrar en vuestro santísimo reino y ser herederos de vuestra gloria eterna. Amén.

 

 

 

DIA SEXTO

 

CONSIDERACIÓN

EL CELO EN LA PROPAGACIÓN DE LA FE

La palabra de Cecilia era ardiente y persuasiva, y nuestra santa hablaba con tal vehemencia que los corazones más empedernidos se conmovían. Después de explicar luminosamente a los soldados que la llevaban a la cárcel, que el trueque de todos los tesoros de este mundo por las delicias de la gloria eterna es excesivamente ventajoso, les preguntó si creían lo que acababa de decirles, ¡oh prodigio!, todos a una voz respondieron: “Creemos que sólo se debe adorar por Dios a Jesucristo, que tiene una sierva tan fiel y tan santa como tú”. Y no solo se convirtieron los soldados, sino también todos los transeúntes que se habían congregado a su alrededor. Imitemos, pues, el celo de Cecilia por la salvación de las almas, y practiquemos constantemente el apostolado de la oración.

 

ORACION

¡Oh Señor, que sois la Ley Eterna y la Razón Inmutable, y que con vuestra Sabiduría infinita gobernáis todo el Universo! ¡Vos, de quien dimanan como de fuente viva las reglas de conducta de todas las criaturas y las leyes de vida perfecta! Concedednos la gracia de que hemos menester para observar estas reglas y estas leyes de un modo inviolable, y por los merecimientos de vuestra celosa sierva Santa Cecilia y por su intercesión, os suplicamos nos otorguéis la victoria contra los enemigos del alma, para que, venciéndonos a nosotros mismos, despreciando lo temporal y apreciando lo eterno, podamos gozar en el Cielo de vuestra dulce presencia, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

DIA SEPTIMO

 

CONSIDERACIÓN

LA FIRMEZA EN LA FE DE JESUCRISTO

La fama de las conversiones que provocaba Cecilia, llegó a ser tan grande que el prefecto de Roma quiso ver por sí mismo quién era aquella joven tan extraordinaria, y mandó que se la trajeran a palacio, no dudando que con amenazas conseguiría que abjurase la fe de Jesucristo. “Probablemente ignoras” –dijo el prefecto a Cecilia- “que los jueces tenemos poder sobre la vida y la muerte”. –“Mucho te engañas en eso”, replicó la doncella con firmeza; “esa autoridad de que tan vanamente te jactas, se reduce a ser un infeliz ministro de la muerte, abusando de tu facultad para quitar la vida a los inocentes: pero no la tienes para darla al más despreciable insecto”. ¡Palabras admirables, que revelan una firmeza sin límites en la fe de Jesucristo!

 

ORACION

¡Oh Salvador de nuestras almas, que por vuestro amor quisisteis morir por los hombres! ¡Oh piadosísimo Jesús! Con fervor invocamos vuestro dulcísimo nombre bajo el cual nadie debe desesperar, pues teniéndolo siempre en nuestros labios nos servirá de un poderoso auxiliar en esta vida tan llena de aflicciones y de trabajos. Por los méritos y por la intercesión de la bienaventurada virgen y mártir Santa Cecilia, a quien hicisteis partícipe de vuestro coro celestial, os suplicamos nos concedas una firme fe y segura confianza en vuestros auxilios para vencer a nuestros enemigos exteriores y una sólida constancia de la práctica de vuestros ejemplos para que podamos conseguir finalmente las eternas bienaventuranzas. Amén.

 

 

 

DIA OCTAVO

 

CONSIDERACIÓN

LOS LAZOS INDISOLUBLES DEL CRISTIANO

La enérgica respuesta de Cecilia había causado una profunda impresión en el prefecto de Roma, el cual queriendo intentar un postrer esfuerzo para que la joven renunciase a su religión, arguyó las órdenes que tenían del emperador, a quien todos debían obediencia. Pero Cecilia, elevando los ojos al cielo, replicó: “Ninguna cosa del mundo será capaz de romper los amorosos lazos que me estrechan con mi Señor Jesucristo”. El prefecto irritado, no quiso oír más, y mandó lo que Cecilia ansiaba precisamente: dar su vida por aquel Esposo Celestial a quien había consagrado su corazón y su virginidad.

 

ORACION

¡Oh benignísimo Jesús, Dios y Señor de todas las voluntades, por las cuales hacéis milagros y prodigios! Llenos, pues, de la confianza en vuestro poder, venimos a vuestra presencia a postrarnos humildemente. Y por los merecimientos de vuestra sierva Santa Cecilia, tan abrasada del sagrado fuego de vuestro amor que dio su vida gustosa en el martirio, os suplicamos que por su intercesión nos concedáis una abrasada caridad que nos haga desear el padecer por vuestro amor, y la perseverancia final en vuestra gracia, para que, socorridos así por Vos en las miserias de esta vida podamos gozar en el Cielo de la eterna dicha. Amén.

 

 

 

 

DIA NOVENO

 

CONSIDERACIÓN

LA CORONA DEL MARTIRIO

Veinticuatro horas estuvo Cecilia en el baño de agua hirviente sin experimentar más incomodidad que si hubiese estado recreándose en las delicias de un baño de agua tibia y perfumada. Informado el juez de aquel prodigio, inmediatamente despachó un verdugo para que en el mismo baño le cortase la cabeza. El verdugo descargó tres terribles tajos en el cuello; la cabeza de Cecilia quedó pendiente, pero con vida, y así se mantuvo durante tres días, durante los cuales no cesó de exhortar a todos a la constancia en la fe de Jesucristo. ¿Puede darse un ejemplo más sublime de amor divino?

Cecilia entregó su alma a Dios el 22 de noviembre del año 232.

 

ORACION

¡Oh Dios mío! Con todo el corazón os pido misericordia. ¡Misericordia Dios mío, por el abuso que hemos hecho de vuestras gracias! ¡Misericordia Dios mío, por haber descuidado la enmienda de nuestros pecados! No os acordéis de ellos: ¡que esas horas desdichadas sean borradas y olvidadas de vuestra memoria para siempre! ¡Os lo pido, oh Señor! Y al mismo tiempo os suplico, Dios mío, no atendáis a la voz del pecador que os habla, sino dignaos considerar los corazones de los que os piden esta misericordia y esta gracia; y yo, por muy indigno que sea, os ruego por los infinitos méritos de la gloriosa Santa Cecilia virgen y mártir, que nos enviéis la bendición que nos confirme en vuestro espíritu y vuestra gracia, para que bajo vuestro amparo vayamos con seguridad a los eternos descansos de la Gloria. Amén.

 

-Al termina, se podrá confesar y comulgar para rogar a Santa Cecilia que nos obtenga sus virtudes.

 

 

-Colaboración de Carlos Villaman


 

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