NOVENA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
BAJO LA DULCE ADVOCACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA ESPERANZA
CON QUE SE VENERA EN LA IGLESIA DE LA PARROQUIA RECTORAL DE
SAN SEBASTIÁN
ESCRITA POR LA SRITA. DOLORES PACHECO
IMPRESA CON AUTORIZACIÓN ECLESIÁSTICA
GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN
AÑO DE 1886
AUTORIZACIÓN ECLESIÁSTICA
Nos el licenciado Ricardo Casanova y
Estrada, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Arzobispo de esta
Santa Iglesia Metropolitana de Santiago de Guatemala. Por cuanto: habiéndose
leído de nuestra orden la Novena de la Santísima Virgen María, bajo la
invocación de Nuestra Señora de la Esperanza, escrita por la Srta. Dolores
Pacheco, y lejos de encontrarse en ella cosa alguna contraria a la fé, se ha
juzgado a propósito para fomentar el culto de la Santísima Virgen, Nuestra
Señora, bajo ese título, por tanto, concedemos licencia para que pueda
imprimirse.
Dado en nuestro Palacio Arzobispal de
Guatemala, a veintitrés de octubre de mil ochocientos ochenta y seis.
F. – Ricardo
Arzobispo de Guatemala
Por mandato de S. S, Ilma.
Ldo. José María Ramírez Colom
Secretario.
PRÓLOGO
Habiendo sido venerada por nuestros
antepasados la sagrada imagen de la Virgen María bajo la advocación de Nuestra
Señora de la Esperanza ¿no es natural y muy debido que nosotros tributemos a la
Reina Soberana de los Ángeles y de los hombres nuestros homenajes, e imploremos
su auxilio con una denominación tan simpática y halagüeña? Si bien es cierto
que son ya innumerables los títulos con que veneramos a María, Madre de Dios,
también lo es que son mayores nuestras necesidades espirituales y temporales, y
que nos sentimos consolados acudiendo a ella y clamándola bajo todas las
advocaciones que ha sabido discurrir la piedad cristiana.
Para hacerlo por esta tan dulce de la
Esperanza, podemos, contritos de corazón y animados de los más vivos deseos de
agradarla, rezar esta novena en cualquier tiempo del año, y especialmente para
prepararnos para su fiesta, que, en el Tercer Domingo de noviembre, se celebra
en la Iglesia Parroquial de San Sebastián, en esta Ciudad, donde su santa
Imagen se venera.
Por no haber ya ejemplares de la
antigua novena, que se compuso e imprimió en el siglo pasado, y por la
instancia y solicitud de muchas personas devotas que desean rezarla, me he resuelto
a componer la presente, sin las condiciones necesarias de mi parte, para que
supla la falta de aquella, mientras una persona competente escriba otra, que
sea más digna de dedicarse a tan laudable objeto.
Como la palabra Esperanza se compone de
nueve letras, y nueve son también los días que consagramos al culto de María
bajo esta invocación, cada uno de los días de esta novena comienza por una de
las letras de aquel nombre, que es inicial a su vez del nombre de uno de los
principales atributos que corresponden a esta Virgen Inmaculada.
En el día primero, la consideramos como
estrella que guía nuestros pasos, en el segundo como soberana de los ángeles y
de los hombres, etc. Hasta completar los nueve grandes atributos, cuyos nombres
empiezan por las iniciales, que juntas y puestas en orden, forman la palabra
Esperanza.
Pero esta tierna y bondadosa madre
nuestra no atiende a la forma, talvez casual, de nuestros cultos, sino a la
humildad y fervor con que debemos tributárselos. Por esto esperamos de su
bondad y misericordia, que nos alcances las gracias que necesitamos para
encaminar nuestras peticiones y deseos, según la voluntad de Dios y la suya
propia.
Con tales sentimientos leeremos con todo
recogimiento y devoción, la novena que hoy ofrezco a la piedad de los fieles.
Guatemala, septiembre 8 de
1886
Dolores Pacheco
ORACIÓN PREPARATORIA
¡Oh Dios eterno, inmortal y
omnipotente! Gracias os sean dadas, porque de la nada creasteis el universo
visible e invisible, y porque de una porción de barro disteis vida al género
humano, en la primera persona de nuestro padre Adán, sirviéndoos de una de sus
costillas para formar a la hermosa Eva, que disteis para ser compañera suya y
madre de todo el género humano. Celoso el demonio del alto fin y soberano
destino del hombre, que era servir y amar a Dios en esta vida, para después
gozarle eternamente en la otra, tomó la forma de serpiente para seducir y
prevaricar a nuestros primeros padres, y con esto logró que se nos cerrasen
para siempre las puertas del cielo, que es la patria de los justos. Entonces
vos ¡Oh clementísimo y bondadosísimo Padre! Compadecido de esta raza perversa y
degradada, provisteis a su remedio con la Encarnación del Divino Verbo en las
purísimas entrañas de la siempre virgen María, que fue preservada del pecado
original y adornada de todas las gracias y virtudes que, la hicieron digna
morada del Hijo de Dios, del Cordero Inmaculado. Este Dios consumó a los
treinta y tres años de su edad el misterio de nuestra redención, dando su vida
en el Gólgota como víctima de expiación por la salud de los hombres, para
aplacar la infinita justicia, rescatarnos del poder del demonio y franquearnos
la entrada a la celestial Jerusalén. En vista de estos y de otros innumerables
beneficios ¿Qué podrías esperar de nosotros ¡Oh Dios misericordioso! Sino amor,
gratitud y respetuosa obediencia? ¿y qué es lo que recibís en lugar de todo
esto, sino ofensas, desvíos y horribles ingratitudes? … Compadeceos de
nosotros, ¡Oh Dios de clemencia! Muda nuestros corazones, inspiradnos
sentimientos de contrición verdadera, para que, con dolor y arrepentimiento de
nuestras culpas, podamos decir: Señor ¡pecamos! Pero en el alma nos pesa de
haberos ofendido, tened piedad de nosotros, y perdonadnos por los méritos y por
la intercesión de nuestra Señora de la Esperanza. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Acordaos ¡Oh celestial Princesa! ¡Oh
bellísima María! ¡Oh Madre nuestra de la Esperanza! Que os veneramos con este
título, por el ardiente deseo en que os abrasabais, y por las fervorosas
plegarias que al Todopoderoso dirías desde el fondo de vuestro corazón
purísimo, para pedirle, como a Padre amoroso y compasivo, que apresurase el día
dichoso de nuestra redención. Acordaos también ¡Oh soberana Emperatriz de la
gloria! De aquel instante supremo en que, inundada de dolor y de amargura,
escuchasteis la expresión de la última voluntad de vuestro moribundo Hijo, que,
ya para expirar en la Cruz, os dio a San Juan por hijo, y en el a todos
nosotros. Acordaos ¡Oh Madre nuestra! Que por mil títulos os pertenecemos, y
que en voz tenemos cifrada toda nuestra esperanza. No apartéis de nosotros
vuestra maternal mirada, no desechéis nuestras tibias oraciones, sino, suplid
más bien lo que les falta, y presentadlas por nosotros a vuestro Hijo adorable,
para que por muestra mediación poderosa, nos conceda una dichosa muerte y que
para siempre cantemos vuestras alabanzas en la gloria. Amén.
DÍA PRIMERO
Estrella sois que nos guía
A la patria prometida,
Y al terminar nuestra vida
Nos presentáis al Creador.
El perdón apetecido
Vuestro ruego nos alcanza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
Así como una estrella milagrosa guió a
los magos al pesebre de Belén, para que adorasen al Rey de los reyes, y le
presentasen sus ofrendas, así nosotros, infelices desterrados en este valle de
lágrimas y miserias, se nos ofrece la Inmaculada Virgen María, como luminosa y
resplandeciente estrella, para conducirnos, no a un pobre y humilde portal,
sino al brillante y suntuoso trono de la Trinidad Beatísima. En ese solemne
momento, sed nuestra protectora ¡Oh Virgen Santa! Obtenednos el perdón de
nuestros pecados, para que, en el temible día del juicio final, podamos
escuchar aquellas consoladoras palabras: “Venid benditos de mi Padre, a gozar
del reino que os está preparado.”
-Se rezan tres Aves Marías de la forma
siguiente:
-Dios te salve, Oh María, Hija de Dios
Padre, la más poderosa, alcanzadnos Señora, la virtud de la fé. Ave María.
-Dios te salve, Oh María, Madre de Dios
Hijo, la más sabia, alcanzadnos Señora, la virtud de la esperanza. Ave
María.
-Dios te salve, Oh María, esposa de
Dios Espíritu Santo, la más pura y amable, alcanzadnos Señora, la virtud de la
caridad. Ave María.
OFRECIMIENTO
¡Oh Señora nuestra de la Esperanza! Os
ofrecemos estas tres aves Marías, en memoria de vuestras principales
excelencias y virtudes, y por ellas humildemente os suplicamos, que no nos
abandones en el tremendo trance de la muerte, sino que, en compañía de vuestro
amado Hijo, Jesús, y de vuestro castísimo esposo José, nos asistáis y endulcéis
esa amarguísima hora. Amén.
-Aquí pide cada uno de los que hacen
esta novena, la gracia particular que desea, y luego se reza lo siguiente:
ORACIÓN
Llenos de confianza os pedimos, Oh
Soberana Reina de los Ángeles y de los hombres, por la paz, prosperidad y
engrandecimiento de nuestra Santa Madre, la Iglesia Católica, por el Sumo
Pontífice, por nuestro prelado diocesano, por todos los sacerdotes seculares y
regulares, y por todos los demás individuos que componen la jerarquía
eclesiástica. También os pedimos, por la paz, tranquilidad y progreso de
Centroamérica, y muy en particular por esta República. ¡Oh Madre de la
Esperanza! Siendo tan consolador y prometiéndonos tanto este vuestro dulce y
suave título, emblema de felicidad ¿Qué podemos temer al pediros mucho, si
grandes cosas nos tenéis prometidas, si sois dispensadora de los tesoros del
Omnipotente, y gustáis derramarlos en vuestros hijos? Confiados en esto de Vos,
esperamos Señora, el remedio de nuestras necesidades espirituales y temporales,
la conversión de los pecadores, el alivio y eterno descanso de las almas del
purgatorio, y la gracia que en especial solicitamos en esta novena. ¡Oh dulce y
misericordiosa María! Pronunciad ahora a favor nuestro aquel mismo fiat que
trocó nuestro destino, y que nos trajo del cielo la redención y la vida. Amén.
DÍA SEGUNDO
Soberana y reina sois
De la celestial morada,
Hija, Madre, Esposa amada
De la Augusta Trinidad.
Sois alegría y contento
De la bienaventuranza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
Siendo vos, Soberana de la gloria y
dispensadora de todas las gracias, ¿podéis dejar de derramarlas en nosotros,
que somos hijos vuestros? ¡Oh! Jamás, vuestra ternura sin límites se anticipa a
nuestros deseos, y si nos apartamos de vos, desvanecidos por el falso brillos y
vano oropel del mundo, cual solícita pastora, vais en pos de la errante y
descarriada oveja hasta restituirla al divino redil. Gracias os damos ¡Oh
generosa protectora nuestra! Gracias os damos por vuestra maternal ternura, y
os rogamos humildemente ¡Oh divina Señor! nos obtengáis de vuestro Santísimo
Hijo, las gracias y luces que necesitamos para ejercitar las virtudes que vos
poseísteis en grado tan sublime. No nos la rehuséis ¡Oh madre nuestra! ¡Refugio
de pecadores! Porque si no luchamos con asiduo empeño y verdadera constancia en
vencer nuestras pasiones ¿Cómo podremos aspirar legítimamente al galardón
eterno, que es la bienaventuranza?
DÍA TERCERO
Puerta sois del alto cielo
Para el mísero mortal,
Vuestro afecto maternal
No le rechaza jamás.
Amoroso desvanece
Nuestra duda y
desconfianza.
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
Cuando consideramos ¡Oh Divina María!
Como puerta de la Ciudad de Dios, no puede menos de alentarse nuestra esperanza
y fortalecer nuestro débil corazón, un bálsamo consolador. Si sois vos ¡Oh dulce
María! Océano de ternura y compasión, si no apartáis vuestras benignas miradas
del que gime bajo el peso de la desgracia, si conocéis nuestra frágil
naturaleza, siempre dispuesta al mal, y casi nunca al bien, si vuestro deseo
más ardiente es la salvación de vuestros amados hijos ¿Qué nos resta ¡oh Madre
nuestra! Sino abandonarnos del todo a Vos, reanimar nuestra lánguida esperanza,
y confiar con viva fe en que siempre compasiva nos franquearéis la entrada al
Reino de vuestro Hijo, donde os alabaremos eternamente? Amén.
DÍA CUARTO
Escala firme y segura
Sois vos también ¡Oh María!
La Trinidad se gloría
Viendo en vos tal
perfección.
Se goza en su obra sublime
Sin igual ni semejanza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
Al consideraros en este día, como
Escala, no podemos menos que recordar aquellas quince gradas que subiste en el
Templo del Señor, cuando solo tenías tres años, y aun en tan tierna edad, erais
maestra en la oración y celosa servidora de la casa de Dios. Por todas las
virtudes con que enriquecisteis vuestra santa infancia, os suplicamos ¡Oh Madre
de la Esperanza! Despertéis en nuestros corazones fervoroso celo por la gloria
y honra de Dios, obediencia ciega para hacer gustoso su santísima voluntad, y
la docilidad necesaria para dejarnos guiar por esa divina escala que debe
conducirnos a la gloria. De nuevo os rogamos ¡Oh Madre de Misericordia! Nos
deis posesión de ella cuando abandonemos este mísero destierro. Os pedimos esta
gracia por el Sacratísimo Corazón de vuestro adorable Hijo.
DÍA QUINTO
Rosa mística os clama
La Iglesia regocijada,
Y doquiera sois llamada
Vida y esperanza nuestra.
Fuente de paz y consuelo
De ventura y bienandanza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
¡Oh fragantísima rosa! Cuyo celestial
aroma perfuma el universo entero y deleita los sentidos del que tiene la dicha
de aspirarle. Haced ¡Oh purísima Señora! ¡Oh bellísima flor del jardín de la
gloria! Que vuestro suave olor conforte nuestra débil naturaleza, purifique el
aire impuro que emponzoña nuestra alma y le haga, sino recobrar su inocencia
primitiva, a lo menos la pureza a que puede aspirar, si mediante una verdadera
contrición obtiene el perdón que implora en el tribunal de la penitencia. Si la
rosa natural cura algunas enfermedades físicas ¡cuán eficaz medicina tenemos en
lo espiritual! Siendo vos ¡Oh hermosísima María! La rosa mística del
catolicismo, salud de los enfermos y auxilio de los cristianos. Por todos estos
títulos os rogamos nos otorguéis la gracia de vivir santamente, a fin de poder
ofreceros nuestras virtudes cual un ramillete aromático, para que vuestra maternal
ternura le presente al Eterno, supliendo lo que falta en tan mezquina ofrenda,
pues ya pasando por vuestras purísimas manos, puede ser agradable a sus divinos
ojos y aceptarle como débil tributo de nuestro eterno amor.
DÍA SEXTO
Aurora sois ¡Oh María!
Que nos anuncias el sol,
Que con fulgente arrebol
Colora la inmensidad.
Alegra los corazones
Ansiosos por su tardanza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
¡Oh bellísima María! Alegre y risueña
aurora, que aparecisteis apacible y serena, para regocijar a los mortales,
disipar las tinieblas en que yacía el mundo, convertido en lóbrego caos, y dar
paso al divino sol, que debía alumbrarle con su presencia y hacer nacer en él
la antorcha del cristianismo. Gracias os damos ¡Oh esclarecida Reina! Por todos
los beneficios que nos habéis dispensado, y os suplicamos humildemente, que
ilustréis nuestro entendimiento, para que, conociendo vuestras excelencias,
podamos amaros y serviros como dignos esclavos vuestros, durante nuestra peregrinación
en este mundo, y después gozaros en la gloria. Amén.
DÍA SÉPTIMO
Nave que surcáis los mares
Prodigando mil favores
A los pobres pecadores,
Que buscan amiga playa,
Y que navegan seguros
Poniendo en vos su
confianza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
Ensalzada seáis ¡Oh Madre y Señora!
¡Áncora de salvación! Vos sois ¡Oh María! Segura nave que nos conduce al puerto
deseado de nuestra verdadera patria, auxiliadnos cual tierna y amorosa madre,
precaviendo los peligros de un mar embravecido, alentándonos en las borrascas,
mostrándonos a Jesús como faro luminoso, que nos evita tropecemos en algún
arrecife u otro cualquier escollo, que pueda ser causa de nuestro naufragio,
derramando en fin en nuestros corazones, el bálsamo consolador de la esperanza.
No permitáis ¡Oh misericordiosísima Señora! Que nuestra docilidad, ingratitud y
mala correspondencia sean obstáculos para que arribemos al dichoso puerto, sino
que, por nuestro favor, y cual otros israelitas, veamos la tierra prometida. No,
Madre nuestra de la Esperanza, no nos abandonéis a nosotros mismos, porque de
seguro pereceremos, antes bien, acompañadnos en esta vida, y en la hora de
nuestra muerte, tomad nuestra alma y conducidla al paraíso. Amén.
DÍA OCTAVO
Zarza que ardéis en amor
De aquel Dios tres veces
santo,
No desoigáis nuestro canto
Que emana del corazón.
Acogedle Virgen pura,
Digna de toda alabanza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
¡Oh Madre nuestra amantísima! Dignaos
comunicarnos los ardores en que os abrazáis, emanados del divino amor que
encendía vuestro corazón, amor perfecto y sublime, digno de todo de todo un
Dios que era quién os le inspiraba, amor que crecía en vehemencia, conforme
vuestro amado Hijo crecía en edad, amor acendrado e incomparable, cuya magnitud
es incomprensible a toda humana inteligencia, amor infinito y tan ardoroso, que
una sola chispa basta para abrazar nuestros corazones. Enviádnosla, amorosísima
Señora, haced que esta divina chispa encienda nuestros afectos, extinga la
indiferencia y frialdad en que estamos aletargados, y podamos cumplir el dulce
precepto de amar a Dios sobre todas las cosas. ¡Oh tierna y amorosa Madre! En
vos confiamos. Otorgadnos este don en recompensa de nuestra esperanza. Amén.
DÍA NOVENO
Arca inmaculada y pura,
En donde el Verbo habitó
Al acceder vos, bajó
El misterio a consumar,
Y a traernos la paz y dicha
Y suspirada bonanza:
Ampáranos ahora y siempre
¡Oh Virgen de la Esperanza!
ORACIÓN
¡Oh Virgen admirable! ¡Oh encantadora
María! Arca purísima, única digna de albergar a todo un Dios. Preciosa
habitación, decorada primorosamente con vuestras virtudes, sin igual en pureza,
incomparable en perfección, pulcra, bella, grande y humilde a la par, conjunto
de los más sublime y grandioso, y obra maestra de la Santísima Trinidad. ¿Qué
podrá deciros mi balbuciente lengua, ¡Oh divina María! Sino que Dios trino y
uno se glorió en vos y gozó en haberos formado? Cuando solo merecíamos el
infierno, nos presenta un don maravilloso, este don es María, y no nos la da
solo como reina, para que le sirvamos como humildes y sumisos esclavos suyos,
sino que también nos la da como madre, para que la amemos con la confianza,
ternura y acendrado amor de hijos. ¡Oh Madre nuestra de la Esperanza! Aceptad
nuestro filial amor, los pequeños obsequios que os hemos presentado, y las
tibias oraciones que os hemos dirigido durante este novenario. Aceptadle tierna
madre, y jamás apartéis de nosotros vuestros ojos misericordiosos. Cubridnos
con vuestro sagrado manto, libradnos de los peligros, y protegednos ahora y en
la hora de nuestra muerte. Amén.
-Colaboración del Prof. Miguel Morales
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