NI
DÍA
DÉCIMO OCTAVO
EL
NIÑO JESÚS DE PRAGA Y LA SANTIDAD DE DIOS
No
sólo es Dios bondad infinita, como ya se dijo, sino que es además infinita
santidad, la cual nos obliga a exclamar con la madre de Samuel en el libro
segundo de los Reyes: "No hay santo como el Señor, ni hay otro fuera de
Él". En visión profética le vió David rodeado de grandezas y resplandores,
y no pudo irse a la mano sin gritar muy alto: "El Señor de las virtudes,
ése es el Rey de la gloria". Sí, el Señor de las virtudes infinitas, que
se encuentran repartidas en los ángeles y en los santos, pero enseña Santo
Tomás, sin las imperfecciones y limitaciones que tienen en ellos. Así vemos la
infinita justicia de Dios, fortaleza y templanza; infinita caridad, liberalidad
y misericordia; infinita mansedumbre, clemencia y paciencia con todos los
demás, sin faltarle, a excepción de aquellas que presupone imperfección en
quien las tiene. Además, todas esas virtudes de Dios son ejemplares y dechado
infinito de todas las que hay y puede haber en los santos.
UNAS
MONJITAS MUY POBRES
He
aquí como se expresa la superiora de ellas: "Hallándome muy afligida por
faltar lo necesario con que atender la comunidad que está a mi cargo. Me fui a
la imagen del Niño Jesús de Praga, el 1 de enero de 1910, prometiéndole si es
que ese año ayudaba a socorrernos para ayudarnos a pagar nuestros compromisos
financieros. Pues bien, he aquí que todo el año hemos practicado en comunidad
un triduo todos los meses que terminaba los días 25, día dedicado en su honor.
Durante aquel año, la prosperidad llegó y fue gracias a Él y su bendición que
pudimos cancelar nuestras deudas y salir del apuro económico que estábamos en
la comunidad. Gloria por eso al Santo Infante de Praga.
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