lunes, 8 de enero de 2024

TRIDUO AL SEÑOR DE LA PIEDAD DE CELAYA


 

TRIDUO AL SEÑOR DE LA PIEDAD

VENERADO EN SU TEMPLO DE CELAYA.

PARA PEDIRLE MISERICORDIA

EN LAS AFLICCIONES.

DEDÍCASELO UN MUY RENDIDO Y RECONOCIDÍSIMO DEVOTO DE SU CULTO.

 

MORELIA. 1856.

 

IMPRENTA DE IGNACIO ARANGO

Calle del Veterano núm. 6.

 

PARA TODOS LOS DÍAS

L/: Vos Dios mío, abrirás mis labios.

R/: Y anunciará mi boca vuestras alabanzas.

 

L/: Atended, Dios mío, a socorrerme.

R/: Venid, Señor, presto a asistirme.

 

SALMO 50.

Tened piedad de mí, Dios mío; yo que soy el mayor de los pecadores, imploro vuestra gran misericordia. Para que me perdonéis, se requiere vuestra bondad toda entera, y en su amplitud infinita fundo la esperanza del perdón.

Borrad, Señor, mi iniquidad, y si tuviere la dicha de estar ya purificado, no obstante, lavadme todavía, purificadme mucho más. Bien sabéis que yo no oculto ni excuso mi pecado: continuamente le tengo delante de mis ojos, y me lo echo en cara a todas horas.

Vos solo fuisteis testigo de mi delito, delante de vos solo le cometí; más le confieso públicamente para que justifiquéis en mi vuestra promesa de perdonar al pecador contrito, y confundáis á cuantos se atrevieren a censurar vuestra fidelidad.

Pequé, Dios mío, más ¿qué podía esperarse de un hombre concebido en pecado, y con tan funesta propensión al mal? Pero, Señor, no siempre estuvo corrompido mi corazón; en algún tiempo amasteis mi sencillez y rectitud, y me revelasteis los ocultos misterios de vuestra sabiduría.

Para hacerme de nuevo agradable a vuestros ojos, me rociaréis Señor, con el hisopo, y seré purificado: me lavaréis, y quedaré más blanco que la nieve.

Haréis que oiga en lo íntimo de mi corazón palabras de alegría y consuelo: y todas mis potencias desmayadas, recobrarán nuevo vigor, con el secreto testimonio que me daréis de mi reconciliación con vos.

Apartad, Señor, la vista para no ver más mis ofensas: borradlas de modo que no comparezcan jamás a vuestros ojos.

Renovad en mí, aquella pureza de corazón, aquella rectitud de espíritu que yo tenía antes. No me arrojéis de vuestra presencia, y haced que siempre resplandezca sobre mí, la luz de vuestro Espíritu Santo.

Restituidme aquella alegría, prenda de mi paz con voz: é inspiradme al mismo tiempo un espíritu de fortaleza, que me confirme en el bien.

Con eso enseñaré vuestros caminos a los pecadores, é instruidos de cuanto pueden prometerse de vuestra bondad, se convertirán a Vos.

Vos, Dios mío, en quien he puesto toda la esperanza de mi salvación, libradme de los crueles remordimientos, que me causa la memoria de la sangre que he derramado, y mi lengua cantará con júbilo vuestras misericordias.

Vos, Dios mío, abriréis mis labios, y anunciará mi boca vuestras alabanzas.

Si por la expiación de mi delito hubiérais exigido sacrificios, gustoso os los hubiera ofrecido; más sabiendo que no os agradan los holocaustos, y que el único sacrificio para aplacaros es el arrepentimiento, solo he cuidado de llorar mi iniquidad: no despreciéis, mi Dios, un corazón contrito y humillado.

No detengan, Señor, mis pecados el curso de vuestra bondad sobre Sion: haced que podamos edificar los muros de Jerusalén.

Entonces aceptaréis benigno mis ofrendas y holocaustos, como sacrificios de un hombre justificado por la penitencia, y entonces también el pueblo, á mi ejemplo, cargará de víctimas vuestros altares.

 

-Tres credos con gloria Patri, en memoria de las tres horas que duró Jesucristo pendiente en la cruz, para que purifique nuestras tres potencias.

 

LETANÍA

PARA TODOS LOS DÍAS

L/: Cristo, ten piedad de nosotros.

R. Cristo, ten piedad de nosotros.

 

L/: Cristo, óyenos.

R/: Cristo, óyenos.

 

L/: Cristo, escúchanos.

R/: Cristo, escúchanos.

 

-Cristo, perseguido desde infante por nuestra culpa. R/: Misericordia Señor

-Cristo, mofado y blasfemado por nuestra culpa.

-Cristo, expuesto a la burla pública, por nuestra culpa.

-Cristo azotado por nuestra culpa.

-Cristo, coronado de espinas, por nuestra culpa.

-Cristo, cargado con la cruz por nuestra culpa.

-Cristo, llagado por nuestra culpa.

-Cristo, herido por nuestra culpa.

-Cristo, crucificado por nuestra culpa.

-Cristo, redentor nuestro.

-Cristo, enemigo de toda culpa.

-Cristo, tanto y tan ofendido por nuestra culpa.

-Cristo que ves nuestras culpas.

-Cristo, ante quien nadie es perfecto.

-Cristo, que nos has de juzgar.

 

-Porque eres la resurrección, y vida nuestra.

-Porque eres la esperanza de nuestra salvación.

-Porque eres la clemencia suma.

-Porque eres infinito en tu piedad.

-Porque eres nuestro amoroso Padre.

-Porque viniste á borrar los pecados del mundo

-Porque diste la vida, porque no muriéramos en pecado.

-Porque fuimos concebidos en la iniquidad.

-Porque nacimos en el pecado.

-Porque profesamos tu fe en el bautismo.

-Porque estamos bañados con tu preciosa sangre.

-Porque imploramos el perdón.

-Por el bendito vientre en que fuiste concebido.

-Por tu amor a tu Santísima Madre Virgen.

 

Misericordia, Señor de Piedad, porque somos muy miserables pecadores; pero también tus hijos redimidos con tu pasión, por tu amor.

 

-Cinco Padres nuestros con gloria Patri, en memoria de las cinco llagas, para que purifique el Señor nuestros cinco sentidos.

 

PETICIÓN

Dignaos, Jesús mío crucificado, como por tu Santísima Madre te lo pido, concédeme (pida la gracia) más hágase tu voluntad y no la mía.

 

DÍA PRIMERO

Jesús mío, por el misterio de tu Santísima Encarnación.

R. Alumbra mi fe, para que te conozca.

 

¿Porqué te veo crucificado Jesús mío? ¡no eres omnipotente como Dios, porque eres Dios? ¡quién pudo entonces darte muerte! ¡ah! Señor, ya lo sé, tu amor a mi, y mi maldad para contigo: tu misericordia y mis pecados. Yo miserable, infeliz nada, te ofendí; tú inmensamente piadoso te compadeciste de mí, yo soberbio y orgulloso, me precipité, pecando, al infierno; tu misericordiosamente humilde, me redimiste de ese eterno abismo; más siendo Dios impasible, te humanaste para morir porque yo viviera. He aquí, Señor, tu piedad, tu misericordia, tu amor, porque el hombre nada, quiso con soberbia ser Dios; el Dios todo, quiso con humildad ser hombre: porque el mortal no muriera, el inmortal murió haciéndose mortal. ¡Con qué corresponderé, no ya todos tus beneficios Señor, sino, aunque sea este solo! Con nada, aunque más me empeñe con nada porque no tiene precio, Jesús mío; pues si fué necesario un Dios para satisfacer a Dios, y tu Dios humanándote diste satisfacción, ¡que esperanza tengo de pagar deuda tan crecida, que no puedo ni alcanzar a comprender lo que vale! Y sin embargo tú, quedas contento, Jesús mío, con que no te ofenda, con que no olvide mi último fin, con que cuide de mi salvación: es decir, que te contentas con que yo sea dichoso y feliz, y alcance mi verdadero y único bien. ¡Oh! Qué benevolencia, Jesús mío; ¡con razón tu título es de la Piedad! porque no miras más que a mi salud, porque te apiadaste de mí, haciendo resplandecer tu clemencia, tu misericordia y tu amor, y porque diariamente te apiadas de mí para llenarme de beneficios. Ea pues, Jesús mío de la Piedad, tenla de este infeliz pecador, que nada puede sin tu divino auxilio, sin tu Santa gracia, y sácame compadecido de mí, del abismo de iniquidades en que me tiene sumergido mi miseria. Amén.

 

SALMO 129

R/: Piedad y misericordia,

Que os he ofendido, Señor:

 

Más pésame mi pecado,

Prometo enmienda desde hoy.

Desde el abismo profundo

De mis miserias, Señor,

Os invoco: por piedad

Dignaos escuchar mi voz.

 

Vuestro oído oiga benigno.

Mi humilde deprecación,

Que no tengo más recurso

Que vuestro amparo, mi Dios.

 

No veáis mis iniquidades,

Que si las veis con rigor

¡Quién sufrirá vuestros juicios,

residenciándolo voz!

 

A no resistir mi llanto

Vos obligasteis á vos;

Pues en esta ley confiado,

Bondad espero de vos.

 

Mi alma jamás ha olvidado

Vuestras promesas, Señor,

Y en todos mis males, siempre

Mi esperanza ha estado en vos.

 

Por eso de día y de noche,

Y a toda hora, Señor,

Espero vuestra asistencia

Cual la esperó Israel de vos.

 

Que vuestra misericordia,

Misericordia es de un Dios,

Infinita y abundante

En medios de redención.

 

Y redimirá a su Pueblo

Que confía y pide perdón

De cuántas iniquidades,

Frágil fué y mísero autor.

 

 

SEGUNDO DÍA

(El Salmo 50, y lo siguiente hasta la petición, y luego:)

L/: Jesús mío, por tu pasión y muerte.

R/: Alienta mi esperanza en tus méritos infinitos.

 

Soberano criador mío, mi redentor misericordioso y amoroso Padre, por tan sublimes títulos de inmensa bondad; dígnate darme contrición para arrepentirme de haberte ofendido, para confesar mis pecados y aborrecerlos; dame gracia para servirte, y unción santa para bendecirte y adorarte. Te invoco bajo la consoladora invocación de la piedad, porque ¿qué no podre esperar de ti, acogiéndome a ella? Tu poder resplandece en todas tus obras, que lo revelan; tu sabiduría en el orden que a todas les has dado, y en su objeto: todo predica tu gloria y majestad, y altísimos atributos; pero yo, tu criatura predilecta, el hombre, es la fama de tu misericordia y amor, y bajo de mil títulos de clemencia lo amparas, después de la inmensa misericordia de haberlo redimido del infierno. ¡Que más que criarlo a cada instante para conservarlo, y en el momento mismo que te está ofendiendo! ¡Oh qué contraste tan imponderable! la miserable criatura ofendiendo, y el omnipotente y tremendo criador beneficiando inestimablemente al mismo que lo ofende, y en el acto mismo que se le hace la ofensa; el redentor, que siendo Dios soberano, se hizo apacible para poder padecer sangrienta y atroz pasión, para redimir de la muerte al hombre, y el redimido, repitiendo la culpa sin cesar, y esclavizándose al infierno; el amoroso Padre, dando continua vida al hijo para que la aproveche y viva eternamente, y el hijo ingrato recibiendo la vida para usarla contra el Padre, y obcecado darse muerte. ¡Con razón te llamas de la piedad, Señor, porque te apiadas continuamente de nuestras miserias, y tu piedad inmensa quiere nuestra vida para el arrepentimiento; porque nos quieres con piadosísimo amor. Piedad, piedad de mí, Señor misericordioso, piedad de mí para que viva y medite en vuestra pasión y muerte para salvarme; piedad de mí para que me pese profundamente haberte ofendido; piedad de mí para que nunca me falte gracia para amarte y servirte, y piedad de mí, para que concebido en la iniquidad y nacido en el pecado, ni peque más ni sea inicuo contra ti, Señor mío lleno de piedad, Amén.

 

SALMO 6.

R/: Piedad y misericordia,

Que os he ofendido, Señor:

 

¡Oh! no estéis enfurecido

Cuando me hagáis reprensión,

No castiguéis mi pecado,

Estando airado, Señor.

 

Compadeceos de mí

Pues desfallecido estoy,

Y sanad mis males, que ellos

Me llenan de turbación.

 

Mi alma en extremo abatida

ha solo esperanza en vos,

¡Si así lo veis, hasta cuando

Le concedáis compasión!

 

Volved á ni vuestros ojos,

Y salvad mi alma, Señor,

Por vuestra misericordia

Tened de ella compasión.

 

Cuando ya sea polvo frío,

No os recordaré, Señor,

¡Ni como desde el sepulcro

Alzaré mi canto a vos!

 

Ya he llorado mis maldades,

Y las lloraré, Señor,

En mi lecho y al dejarlo,

Todo el día, en toda ocasión.

 

Túrbeme tanto el aspecto

La fuerza de mi dolor,

Que mis enemigos todos

Creían que moría sin vos.

 

Más apartaos de mí

Los que iniquidades sois,

Que ya el Señor, de mi llanto

Se dignó escuchar la voz.

 

Sí: ya se dignó escuchar

Mis clamores, mi oración,

Y cómo es Dios tan clemente

Benigno las recibió.

 

Burlados mis enemigos,

Que el Señor los conturbó,

Huyan de mí para siempre

Con vergüenza y confusión.

 

 

TERCERO DÍA

(Desde el salmo 50, hasta la petición, y luego:)

L/: Jesús mío, por tu resurrección y ascensión gloriosa.

R. Inflama mi caridad para que te ame sinceramente.

 

Jesús glorioso, ya por fin acabó tu pasión cruelísima y amarga; ya dejas consumada la obra sin precio de nuestra redención, y subes glorioso a los cielos. ¡Y nos dejas, Jesús mío! ¿te apartas para siempre de entre los hombres? ¡ah! yo bien veo que así lo merecemos, porque que hicimos contigo que bajaste del cielo, y á llenarnos de doctrina santa, de admirables ejemplos, de infinitos beneficios, ¿y con estupendos milagros? ¿que hicimos? no quisiera ni recordarlo; pero es una verdad, Jesús mío, que te crucificamos. No, no merecemos que permanezcas con nosotros... Mas, oh inmensa misericordia, tu subes a gozar de tu reino; pero mi fe está viendo que llegas, y oyendo que dices al Eterno Padre ya os satisfice por el pecado del hombre, Padre mío, ya padecí, morí, resucité y vengo a pedirte que le abras ya tus brazos. Es nuestra criatura, Padre mío, y lo amo mucho, no permitas que perezca: sean suyos para merecer la gloria, todos mis méritos, porque él es pobre y miserable, y no tiene que ofrecerte sino su nada. ¡Oh Jesús mío, divino Jesús mío! me confunde, me abisma tu inmensa piedad y amor: es imposible que pueda manifestarte mi gratitud: todo lo que haces por mí, es tan inmenso como tú, y cuanto hago yo, es y ha de ser inmundicia y miseria como yo; pero eres muy piadoso Señor ¿y en quien ejercitaríais tu piedad sino hubiera objetos miserables como yo, de quienes apiadarte? Apiádate, apiádate de mí, divino amoroso Jesús mío, tú eres mi salud y esperanza única, por tus infinitos méritos sin precio. Dos preceptos suavísimos me dejaste antes de subir al cielo, dame por tu piedad gracia para cumplirlos siempre; ámete yo constantemente con reverencial y filial amor, y nunca me falte caridad para amar a mi prójimo en ti y por ti para que tus méritos me lleven a gozarte a tu reino a donde subiste después de haberme redimido del infierno. Amén.

 

SALMO 142

R/: Piedad y misericordia,

Que os he ofendido, Señor:

 

Al que os invoque humillado,

Oír prometisteis, Señor;

Así os invoco, propicio

Atended a mi oración.

 

No entréis en juicio conmigo

Tu ciervo impuro, Señor,

Porque no hay a vuestros ojos

Quien pueda haber perfección.

 

Mis enemigos persiguen

Al alma mía con furor,

Y alcanzaron que, en la tierra,

Viva ya en humillación.

 

Como en la fosa olvidado

Un cadáver, así estoy;

Que halle angustiado el espíritu,

Y turbado el corazón.

 

Por consuelo recordé,

Los días antiguos, Señor,

Y medité en los prodigios

Que entonces obrasteis vos.

 

Y así animado mi espíritu

Las manos extendí á vos;

Que soy sin vos cual la tierra

Sin agua al rayo del sol.

 

Oídme, escuchadme pronto,

Y socorredme, Señor,

Que desfallece mi espíritu

Si tardáis la protección.

 

Vuestros ojos no apartéis

De mí, que entonces Señor,

Semejante quedaré

Al que al sepulcro bajó.

 

Haced que escuche cuanto antes

Acá en mi interior, la voz

De vuestra misericordia,

Porque en vos espere yo.

 

Mostradme claro el camino

Por donde llegue hasta vos,

Que este es mi único deseo,

Y el que mi alma eleva a vos.

 

Libradme del enemigo.

Pues me acojo á vos, Señor,

Y enseñadme a querer siempre

Lo que vos; pues sois mi Dios.

 

EI Santo espíritu vuestro

Me guiará recto, Señor,

Y vuestro nombre, y promesas.

Me darán vida, o mi Dios.

 

Misericordioso a mi alma

Sacareis de la aflicción,

Y a todos mis enemigos

Dispersareis, gran Señor.

 

Y librareis para siempre

Mi alma de tribulación,

Perdiendo a mis enemigos

Porque vuestro siervo soy.

 

 

 

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