martes, 20 de febrero de 2024

DOCE MINUTOS

 


DOCE MINUTOS

EN COMPAÑÍA DE MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE


México. -Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, Calle de Santa Teresa núm 1.


GOBIERNO ECCO. DEL ARZOBISPADO DE MÉXICO 


México, Noviembre 24 de 1892.

Visto el parecer del Pbro. Doctor D. Leopoldo Rus, a cuya revisión y censura pasó el manuscrito denominado: "Doce minutos en compañía de Maria Sma. de Guadalupe," damos nuestra licencia para que se imprima y publique, con calidad de que antes de darse á luz sea cotejado por el mismo Eclesiástico Censor y de que se inserte esta licencia. Así lo decretó y firmó el Ilmo. Sr. Arzobispo, Administrador de la Diócesis de Cuernavaca.


M. El Arzobispo.

DR. JOSÉ MORA.

PRO - SRIO.


México, Noviembre 24 de 1892.

Concedemos ochenta días de Indulgencia por cada vez que se rece la oración á que se refiere la licencia anterior. Así lo decretó y firmó el Ilmo. Sr. Arzobispo, Administrador de la Diócesis de Cuernavaca.


El Arzobispo.

DR. JOSÉ MORA.

PRO-SRIO.


ORACIÓN 

¡Oh Madre Santísima de Guadalupe! Aquí tienes á este indigno pecador, que viene á desahogar por un momento los tiernos y ardientes incendios de amor y gratitud en que se abrasa su corazón. Pero… ¿Cómo empezaré, Virgen Madre? Yo busco expresiones y palabras, y siempre siento que la lengua explica con tibieza el fuego de mi espíritu, y que el impetuoso torrente del alma se detiene y tropieza en la grosera explicación de mis labios. ¡Madre, esperanza, asilo, refugio y alegría de México! María de Guadalupe ¿Quién te dió título tan sublime? ¿quién te amó con este nombre tan dulce y amable para todo buen mexicano? Maria de Guadalupe. ¡Oh, qué nombre tan encantador

y divino! El solo es más apacible a los oídos que la música más armoniosa, más dulce a los labios que la sabrosa miel, y más tierno y amoroso al corazón que todas las criaturas. María de Guadalupe: ¡Oh, nombre de gratísima melodía, de irresistible atractivo, de mística y celestial poesía ¡Si! Maria de Guadalupe, Madre de los mexicanos, he aquí el nombre que lo encierra todo, que lo dice todo. Este es aquel mismo nombre que allá en nuestra infancia nos enseñaron á balbucir los labios benditos de nuestros padres; este es el nombre que en éxtasis altísimo contemplan los ángeles en el cielo, este es, en fin, el nombre con que el mismo Dios honró á María, cuando con estupor de los cielos hizo que bajase á las humildes montañas del Tepeyac y quiso que llamásemos Madre de los mexicanos, á la que Él también llama Madre! Pero, ¿cómo es, ¡oh Reina y Madre de grandeza! cómo es que nuestros inmundos labios osan pronunciar un nombre tan augusto, un nombre tan sagrado? ¿Cómo es que nuestra alma no queda abismada á la sola consideración de un nombre adecuado á tanta grandeza y tan superior á todas las criaturas? ¡Oh, misterio de amor! ¡Oh, océano de misericordia! ¡Oh, abismo de felicidad! Escuchad, sino, cuán buena es para nosotros la Virgen María de Guadalupe.... Si, Madre tierna de los mexicanos, dulzura nuestra, delicia nuestra: mientras la incredulidad y la herejía se enfurecen y se llenan de rabia al oír tu augusto nombre; mientras el demonio se cae por tierra derribado como por un rayo cuando te llamamos Madre de Dios, y las huestes infernales se deshacen como el humo, cuando llenos de júbilo te proclamamos también Madre nuestra, nosotros los venturosos mexicanos, sentimos almibarada nuestra lengua, dilatado el corazón, alborozado nuestro pecho y transportado nuestro espíritu por un sentimiento de confianza filial y de célica complacencia. Oh, ¡cuán grato es pensar y decirse á sí mismo en esos momentos: María Santísima de Guadalupe es mi abogada, mi defensora, mi hermana, mi amiga y mi Madre; pero es mi abogada más solícita, mi defensora más constante, mi hermana más cariñosa, mi amiga más leal y mi Madre la más tierna y amante que desear pudiera! ¡Ah! Sí, encantadora Virgen del Tepeyac: tú tienes para mí un corazón de madre que te hace desfallecer de amor y anhelar con todo el ardor de tu alma mi verdadera felicidad. Tú me velas si estoy dormido, tú me cuidas si estoy despierto, tú me sostienes con tu mano si tropiezo y me levantas sí caigo en el lodazal inmundo de la culpa. Tu me curas si estoy enfermo, tú me alegras si me hallo triste, tú te ocupas de mis negocios, cual si fueran tuyos: tú me escuchas aún antes de invocarte y aunque todos los del mundo me abandonen, tú no quieres ni puedes abandonarme. Si suspiro por tí en la tierra, mi suspiro hace eco en tus purísimas entrañas; si levanto mis ojos hacia el cielo, tú desde tu trono me diriges la más ardiente y expresiva mirada; y si te digo que te amo, tú sonríes festiva y me muestras tu corazón amante.


Pues bien, amor mío, ya que eres tan compasiva y tierna, tan dulce y amorosa, tan accesible y buena, déjame abrirte mi corazón, comunicarte mis secretos, exponerte mis necesidades y entregarme todo en tus manos. Sí, yo te entrego de la manera más absoluta todo cuanto soy y cuanto á mí pertenece; mi cuerpo, mi alma, mi pasado, mi presente, mi porvenir, las circunstancias todas de mi vida y mi eterno destino.... Más...... para que aceptes mi humilde ofrenda, ¡oh tierna Madre de Guadalupe! concédeme ante todo tu verdadera y sólida devoción. No estoy contento con sólo estos sentimientos de ternura que experimento al ver tu soberana imagen, ni con las tibias oraciones que te dirijo, ni aun con las lágrimas que suelen derramar mis ojos cuando medito tus bondades, por que, ¡ay! una triste experiencia me enseña, que muy pronto olvido mis resoluciones, se apaga mi fervor y no reformo mis costumbres. Que haces, pues, con un desgraciado tan inconstante, tan ingrato y tan desleal?.... ¡Ah, Madre mía! yo no hallo qué decirte, sino que te dignes por piedad robarme el corazón.


Compadécete de mí, Señora, mira que el proceso de mi vida está tan recargado de culpas y de crímenes, que yo mismo me avergüenzo de mi iniquidad. Defiende, pues, mi causa en el Tribunal divino, y siempre que mires las sacratísimas llagas de tu querido hijo, acuérdate de mi ruego. Yo te invoco especialmente, Madre mía de Guadalupe, para aquella terrible hora en que mi alma ha de partir de este mundo. No te separes entonces de mi cabecera, hazme sentir tu consoladora presencia, háblame al corazón con palabras que alienten mi esperanza, inflámame en el fuego de la caridad divina, sorpréndeme agradablemente con la vista de tu resplandeciente rostro y recibe en tus virginales brazos mi pobrecita alma, para que desde el asilo seguro de tu seno oiga del Supremo Juez el fallo de mi salvación eterna.


Yo te ruego también, Madre amorosa, por el Sumo Pontífice reinante y por todos los superiores y ministros eclesiásticos y seculares así como por las necesidades espirituales y temporales de nuestra Madre la Iglesia. Vuelve oh Virgen de Guadalupe, tus ojos benignísimos hacia esta nación mexicana, hacia estos tus pobres hijos, de que te has dignado ser su augusta y dignísima Patrona. Y así como el águila abriga con sus alas á sus polluelos, cubre tú también con tu manto á todos los que te imploramos, y bendícenos misericordioso como bendijiste la sagrada imagen que respetamos y veneramos con la mayor efusión del alma. Permite, Madre de Guadalupe, que al terminar mi humilde oración, ponga bajo tu amparo maternal á mis amigos y enemigos, á mis bienhechores y conocidos, á todos mis prójimos y especialmente á las personas de mi familia, entre quienes deseo y te pido que se transmita de generación á generación, como la más rica herencia, filial amor y una ardentísima devoción á tí, Madre Santísima de Guadalupe, madre tierna de todos los mexicanos. Amén.


NOTA. Se suplica á las personas que recen cada oración tengan á bien pedir á la virgen, mediante un Ave Maria, por las personas que arreglaron esta devoción.


HIMNO A MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE

¡Gloria, gloria! gozosos cantemos

uno á otro confín del Anahuac,

á la Virgen de Israel adornemos,

Ya que aquí visitó el Tepeyac.


¡Reina del empíreo cielo.

Guadalupana Maria,

Que quisiste en fausto dia

En México aparecer.


Paz en el indiano suelo

A tus hijos prodigaste,

Cuando amable te dignaste

Al Tepeyac descender.


Tú eres del americano.

La madre tierna y amante,

Su faro de luz radiante.

Su hermosa estrella polar.


Extiende tu augusta mano

Hacia la patria querida,

Donde fuiste aparecida,

De un modo tan singular.


Hoy que la Iglesia celebra

Tus glorias, ¡Madre adorada!

Su grey á tus pies postrada

Te viene humilde á pedir.


Le concedas bondadosa

La quietud, la dulce calma,

Y la pureza del alma

Para tranquila vivir.


Recibe aquí cuál tributo

A tu Majestad debido,

El que hayamos concurrido.

Con flores ante tu altar.


Y cúbrenos con las orlas

De ese tu estrellado manto,

Escuchando el tierno canto

Que venimos a entonar.


El día á tí consagrado

Es para honrar la memoria

De la más plausible historia

Que es la de tu Aparición.


Y acepta, excelsa María,

Este homenaje que ufanos

Te ofrecen los mexicanos

Con todo su corazón.


De tí esperamos, Señora,

Felicidad y consuelo

Si nos envías desde el cielo

Tu maternal bendición.


Para que al fin de la vida

Do nuestro amor te ofrecemos,

Tu rostro mirar logremos

En la celeste mansión.


¡Gloria, gloria! gozosos cantemos

De uno á otro confín de Anahuac,

a la Virgen de Israel coronemos,

La que aquí visitó el Tepeyac.


IMPORTANTE

Por cada Ave María que se rece delante de cualquiera imágen de Nuestra Señora de Guadalupe, se ganan quinientos días de Indulgencia, y diciendo Ave María, ó solicitando devotos, ó dando á conocer el prodigio, trescientos días.


JACULATORIA

Madre mía de Guadalupe,

Por tus cuatro apariciones,

Antes de cuarenta días

Remedia mis aflicciones.

Madre mía de Guadalupe,

Remedio de todo mal,

Líbrame de la miseria

Y de la culpa mortal.

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