lunes, 23 de septiembre de 2024

ENTRONIZACIÓN DE LA VIRGEN DE LA MERCED EN EL HOGAR



ENTRONIZACIÓN DE NUESTRA MADRE EN LOS HOGARES


Bendición de la imagen de la Santísima Virgen de la Merced.


V. Adjutorium nostrum in nomine domini.

R. Qui fecit cœlum et terram.


V. Dominus vobiscum.

R. Et cum spiritu tuo..


OREMUS

OMNIPOTENS sempiterne Deus, qui Sanctorum tuorum imagines pingi non reprobas, ut quoties illas oculis corporis intuemur, toties, eorum actus, et sanctitatem ad imitandum memoriæ oculis meditemur, hanc, quæsumus, Imaginem in honorem et memoriam Beatæ Mariæ Virginis de Mercede adaptatam, bene + dicere et san + ctificare digneris: et præsta ut quicumque coram illa Beatissimam Virginem Mariam supliciter colere et honorare studuerit, illius meritis et obtentu, a te gratiam in præsenti, et æternam gloriam obtineat in futurum. Amen.


(Aspergatur aqua benedicta).


V. Redemptrix Captivorum.

R. Ora pro nobis.



ACTO DE CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA A LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA MERCED


Recitado por el padre o la madre, o, en su defecto, por la persona más autorizada.


DÍGNATE VISITAR, ¡oh dulcísima Virgen de la Merced!, en compañía de tu divino Hijo, esta mansión, que desde hoy es tuya; y colma a sus dichosos y felices habitantes de tus celestiales gracias y singulares favores que constantemente concedes a las familias consagradas a las ternuras de tu corazón de Madre. Tú misma, ¡ oh soberana Redentora de Cautivos!, has manifestado que quieres, que deseas reinar en los hogares. Por eso, toda esta familia, oyendo tu voz, acude presurosa a tu llamada, y, viendo el abandono y la apostasía de tantos hogares, te proclama, ¡oh bondadosísima Madre de la Merced!, su amable Soberana, y te consagra de una manera absoluta las alegrías, los trabajos y las tristezas, el presente y el porvenir de este hogar. Bendice, pues, a los presentes, bendice a los ausentes, bendice también, amorosa Madre, a los que, por voluntad del cielo, nos arrebató la muerte. Establece en esta tu casa, te lo suplicamos por los acerbisimos dolores que sufriste al pie de la Cruz, establece tu dulce reinado y con él el dominio de tu caridad y de tu amor, el de tus inefables bondades y misericordias. Ven, Señora, y reina en este hogar; ven y manda en él como Madre, como Reina y como Dueña. Todo es tuyo y a Ti te pertenece. Destierra todo lo que te disguste; corrige todos los defectos que veas en él; imprime en él el amor casto y la observancia de las santas leyes; infunde en todos sus miembros el espíritu de fe y de piedad, de fortaleza y de pureza. Haz, Señora, que la mansedumbre, la paciencia, la humildad, el desprendimiento, el desprecio por las locas vanidades y todas las demás virtudes que hicieron tus delicias, sean también las delicias de este hogar. Ábrenos, Señora, tu dulce regazo de madre, y es como en Arca de salud ten siempre ten a todos los miembros de esta familia, que son tuyos hasta la vida eterna. Viva siempre amada, bendecida y glorificada entre nosotros la Santísima Virgen de la Merced, juntamente con el Corazón victorioso de Jesús. Amén.


No debiendo faltar nadie en el hogar querido en esta hora tan solemne y feliz, evoquemos la presencia y el recuerdo de los muertos muy amados y de los ausentes de esta familia cristiana, rezando tres Ave marías a nuestra Madre de la Merced y un responso por los difuntos. Terminará el responso con estas palabras: Pie Jesu, Domine: dona eis requiem.


En seguida el padre o la madre colocará la Imagen de la Santísima Virgen en el lugar de honor del salón, y a continuación el sacerdote con todos los de la familia rezarán la oración siguiente:


 ORACIÓN 

HONOR Y gloria a la Bienaventurada Virgen María de la Merced, Madre dulcísima, de la Misericordia, que se ha dignado derramarla abundantemente en los siervos de este hogar al escogerlo entre millares, como herencia de amor y santuario de sus ternuras. ¡Con cuánta confusión, Señora nuestra, esta porción de tu rebaño fiel acepta el honor insigne de verte presidir nuestra familia; cómo te adora en silencio y se regocija al compartir, bajo el mismo techo, las fatigas, los afanes y también los castos goces de estos tus fieles hijos! ¡Ah, amorosísima Madre de la Merced! No somos dignos de que entres en esta morada, pero Tú has dicho: "Quiero reinar en este hogar", y nuestras almas han sentido sed de Ti, por eso venimos a entregarnos a Ti, que eres la vida, la salud y la consoladora esperanza. Permanece entre nosotros, ¡oh dulce Madre nuestra!, pues sentimos ansias supremas de amarte y hacerte amar, de que reines e imperes en todos los hogares del mundo. ¡Ah! sí; que ésta sea tu casa, tu refugio, tan dulce como el de Nazaret donde encuentres solaz, descanso en las almas amigas, que han escogido la mejor parte en la intimidad venturosa de tu corazón maternal; sea éste, Madre nuestra, el asilo pobre, pero cariñoso, del Egipto, en el destierro de los enemigos de Jesús, tu Hijo. ¡Ven, Señora, ven!... Pues en esta casa, como en Nazaret, te quiere entrañablemente, ven a llenar con tu dulcísima presencia los vacíos que la muerte y la desgracia han dejado entre nosotros... ¡Ah! Si Tú, la Amiga fidelísima, hubieras estado en nuestras horas de duelo, cuando el dolor despedazaba nuestros abatidos corazones, cómo se hubieran endulzado tántas lágrimas, y cuánto bálsamo de paz hubiéramos sentido en aquellas heridas secretas, en aquellas desgracias ocultas que sólo Tú conoces... ¡Ven!... Porque se acerca tal vez para nosotros la tarde angustiosa de nuevos pesares, de nuevas tristezas y de nuevos dolores, y declina el día fugaz de nuestra juventud y de nuestras ilusiones; quédate con nosotros, ¡oh bondadosísima Madre!, porque ya anochece, y el mundo perverso quiere envolvernos en las densas tinieblas de sus negaciones, porque nosotros te queremos a Ti, porque sólo Tú eres nuestra esperanza, nuestro consuelo y nuestro sostén. ¡Ah, Señora! Parece te oímos exclamar: "Es preciso que me déis hospedaje en vuestra casa". Si, soberana Reina de las Mercedes, establece aquí tu tabernáculo, a cuya sombra vivamos nosotros, que te proclamamos nuestra Reina, porque no queremos que otro reine en nuestro hogar, sino sólo Tú... Viva siempre amada y glorificada en este hogar la Santísima Virgen de las Mercedes. Venga a nos su Reino... Viva siempre amado y glorificado el Corazón triunfante de Jesús. Venga a nos su Reino. Amén.


Récese una Salve en homenaje de amor filial a nuestra Madre de la Merced.



Divino Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros. (Tres veces).


Redentora de Cautivos, ruega por nosotros.


San José, ruega por nosotros.


Patriarca San Pedro Nolasco, ruega por nosotros.


ORACIÓN FINAL

TOMAD, MADRE dulcísima de la Merced, posesión de este hogar. Es vuestro; reinad en él como Reina legítimamente constituída, reinad en el corazón de los padres, en el corazón de los hijos, en el corazón de los sirvientes. Bendecid, ¡oh Madre nuestra!, como Vos sabéis hacerlo, sus empresas, sus negocios, sus intereses, sus deliberaciones todos los asuntos de la familia. Ellos no quieren, no saben, no desean tener otra Reina, otra Madre más que a Vos, para formar un delicioso hogar acá abajo en la tierra y después continuar formando el hogar celestial allá arriba en el cielo. Así sea.


Benedicto Dei Omnipotentis: Patris, et Filii, et Spiritus Sancti descendat super vos et maneat semper. Amen.



SÚPLICA A NUESTRA SANTÍSIMA MADRE DE LA MERCED


Esta súplica la recitarán todos los días, reunida la familia ante la Imagen de la Redentora de Cautivos.


¡OH MARÍA de las Mercedes! ¡Madre querida de nuestros corazones! ¡Con qué confianza tan dulce venimos en estos momentos a pediros consuelo y ayuda eficaz en nuestras necesidades! Vos habéis sido siempre el refugio nuestro y de nuestros antepasados. Esa sonrisa de cielo que se dibuja en vuestros labios maternales ha sido siempre la esperanza de vuestros hijos y devotos. Cuando la tierra se ha estremecido por la cólera divina, Vos habéis permanecido de pie y con los brazos abiertos para recibir a vuestros hijos; cuando las epidemias mortales han llenado de luto nuestras familias, Vos las habéis apartado siempre de los hogares que han recorrido a vuestra protección; cuando el cielo se ha mostrado inclemente amenazando ruina para nuestros campos, una sola mirada vuestra les ha devuelto nuevo la fertilidad y la bonanza. ¡Ah! ¡Y con qué cariño os invocamos en la intimidad del hogar! Cuando turba la paz de las familias, Vos sois para ellas el iris de bonanza; cuando la cruel enfermedad amenaza arrebatarnos a un ser querido, instintivamente nuestros ojos llorosos se fijan en Vos, y cuando la muerte se lleva de nuestro lado los seres que amamos, Vos derramáis bálsamo eficaz en las heridas de nuestro pobre corazón. Porque sois nuestra Madre, porque desde la cuna estáis junto a nosotros, por eso vuestros hijos y devotos, cautivos por vuestras ternuras y agradecidos a vuestras innumerables mercedes, han colocado en vuestra frente de Reina una corona de oro y de brillantes que sintetiza todo el amor de nuestros corazones y que está diciendo claramente que jamás se ha oído decir que nadie haya implorado vuestro socorro y sido de Vos abandonado; por eso venimos nosotros hoy, con el corazón lleno de confianza, a pediros que nos alcancéis la gracia especial que solicitamos y que Vos, como Madre ya conocéis. Dadnos la ternura de vuestro corazón a fin de que nuestras almas suspiren siempre por Vos, nuestro corazón os ame siempre y toda nuestra vida os pertenezca en el tiempo y en la eternidad. Así sea.


Redentora de cautivos, ruega por nosotros.


Patriarca San Pedro Nolasco, ruega

por nosotros.


Santo y Santas de la Orden Mercedaria, rogad por nosotros.

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