viernes, 24 de enero de 2025

ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 


I.

Mira, oh Madre del Perpetuo Socorro, a tus pies a un miserable pecador, que se acuerda de ti y confía en ti. Oh Madre de la misericordia, ten piedad de mí. Todos te llaman el refugio y la esperanza de los pecadores; sé, pues, también mi refugio y mi esperanza. Te ruego por la caridad de Jesucristo; ven en mi ayuda; extiende tu mano a un pobre caído, que se encomienda a tu protección y se consagra para siempre a tu servicio. Doy gracias al Señor y exalto su misericordia, que me haya dado tanta confianza en ti, confianza que considero como una prenda segura de mi eterna salud. ¡Ah! ¡Demasiado a menudo he caído en el pasado, porque no he recurrido a ti! Sé que con tu potente asistencia siempre venceré; sé también que tú quieres ayudarme, si te invoco; pero temo de trascurarlo cuando esté en peligro, y de precipitarme por ello en mi eterna ruina. He aquí, por tanto, la gracia que te pido, y de la cual te suplico cuanto sé y puedo: que en todas las tentaciones, en todos los asaltos del demonio, yo recurra a ti, y exclame: ¡Oh María, asísteme! ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, no permitas que yo pierda jamás a mi Dios!

Cinco Ave María.


Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos hechos dignos de las promesas de Jesucristo.


ORACIÓN 

Oh Dios omnipotente y misericordioso, que quisiste que la Madre de tu Unigénito Hijo fuese el perpetuo socorro de los hombres, concédenos, te lo rogamos, por su intercesión, la gracia, que podamos evitar todos los influjos diabólicos, y atender con ánimo sincero a servirte. Por los méritos del mismo Señor nuestro Jesucristo. Amén.


II.

Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme el favor de poder invocar siempre tu poderoso nombre, pues es mi escudo y mi salvación en vida y en muerte. Oh purísima y dulcísima María, haz que tu nombre sea el aire que me da vida. No tardes, oh Reina celestial, en acudir a mi llamado, pues en toda tentación, necesidad o dificultad, quiero seguir llamándote y repitiendo tu nombre sin cesar. ¡Qué consuelo, qué dulzura, qué confianza y qué devoción siento cuando pronuncio tu nombre y pienso en ti! Agradezco a Dios por darme un nombre tan dulce, tan amado y tan poderoso. Pero no basta con pronunciar tu nombre; quiero hacerlo con amor y que ese amor me recuerde siempre llamarte mi Madre del Perpetuo Socorro.

Cinco Ave María, y la oración, como antes.


III.

Oh Madre del Perpetuo Socorro, tú eres quien distribuye las gracias que el Señor nos concede a nosotros, tan miserables; y Él quiso que fueras tan poderosa, tan rica y tan bondadosa para que nos socorrieras en nuestra miseria y pobreza. Tú eres la protectora de los pecadores, los más miserables y abandonados, que acuden a ti buscando refugio; ven en mi ayuda también a mí, que imploro tu misericordia. En tus manos pongo mi salvación eterna y te entrego mi alma. Dignate incluirme entre tus siervos especiales y protégeme bajo tu amparo, nada más te pido. Si estás a mi lado, nada temo. Mis pecados no me asustan, porque tú me obtendrás el perdón; tampoco temo a los espíritus del infierno, pues tu poder los vence a todos; ni siquiera temo a mi Juez Jesucristo, porque una sola palabra tuya lo aplacará. Solo temo dejar de invocarte y así, por mi negligencia, perderme. Oh mi Reina, te ruego que me obtengas el perdón de mis pecados y el amor a Jesucristo.Cristo, la perseverancia final y la gracia de buscar refugio siempre en Ti, que eres la Madre del Perpetuo Socorro.

Cinco Ave María, y la oración, como arriba.


Pío IX, con Decreto del 17 de Mayo de 1866, enriqueció cada una de estas oraciones, con una indulgencia de 100 días, a ganarse una vez al día, y que puedan aplicarse también a las almas de los difuntos.



ORACIONES A LA MADRE DEL PERPETUO SOCORRO POR DIVERSAS NECESIDADES


ORACIÓN LAS POR NECESIDADES ESPIRITUALES

Oh Madre del Perpetuo Socorro, con la mayor confianza, nos presentamos ante tu sagrada imagen para invocarte. Tú has visto las heridas que Jesús ha recibido por nosotros; has visto la sangre de tu Hijo derramada por nuestra salvación; sabes cómo tu Hijo desea aplicarnos los frutos de su redención. Por eso, nos postramos a tus pies y te pedimos que obtengas para nuestras almas las gracias que tanto necesitamos. Oh, María, la más amorosa de todas las madres, obtén de Jesús, fuente de todo bien, estas gracias (menciona aquí las gracias específicas). Oh, Madre del Perpetuo Socorro, tú deseas nuestra salvación mucho más de lo que nosotros mismos podemos imaginar. Tu Hijo te ha dado a nosotros como nuestra Madre; tú misma has elegido ser llamada Madre del Perpetuo Socorro. Nosotros no confiamos en nuestros méritos, sino en tu poderosa intercesión; confiamos en tu bondad; confiamos en tu amor maternal. Oh Madre del Perpetuo Socorro, por el amor que le tienes a Jesús, tu Hijo y nuestro Redentor; por el amor a tu gran siervo Alfonso; por el amor a nuestras almas, obtén para nosotros las gracias que te pedimos. Amén.

Tres Avemarías.


ORACIÓN POR LAS NECESIDADES TEMPORALES

Oh Madre del Perpetuo Socorro, innumerables devotos rodean continuamente tu sagrada imagen, todos implorando tu misericordia. Todos te bendicen como la ayuda segura de los afligidos; todos experimentan el beneficio de tu protección maternal. Con toda confianza, nos presentamos ante ti en nuestra miseria. Mira, querida Madre, los muchos males a los que estamos expuestos; mira cuántas son nuestras necesidades; las pruebas y los sufrimientos a menudo nos agobian; los reveses de fortuna y las privaciones a menudo traen miseria a nuestras vidas; en todas partes encontramos la cruz. Ten piedad de nosotros, compasiva Madre, de nosotros y de nuestros seres queridos, especialmente en esta nuestra necesidad (menciónala aquí). Ayúdanos, querida Madre, en todas nuestras enfermedades; líbranos de todos nuestros males; o, si es la voluntad de Dios que sigamos sufriendo, concédenos la gracia de soportarlo todo con amor y paciencia. Confiamos en obtener estas gracias de ti, porque tú eres nuestra Perpetua Ayuda. Amén.

Tres Avemarías.


ORACIÓN PARA PEDIR LA PROPIA CONVERSIÓN

Oh Madre del Perpetuo Socorro, ya demasiado tiempo he nutrido en mi corazón el secreto pensamiento: “Me convertiré más tarde”; y difiero de día en día el reordenamiento de mi vida. Y debía confesarse a sí mismo que postergar la penitencia era sumamente peligroso y perjudicial. ¿No podría ser que este tiempo para cambiar de vida se me escapara? La muerte llega sin previo aviso, como un ladrón en la noche. Y aunque el tiempo no me faltara, ¿quién me asegura que tendría la gracia necesaria para arrepentirme? Porque quien abusa de la misericordia de Dios, cae en manos de su justicia. Y yo, precisamente, oh Santísima Virgen, atrapado en esta terrible ilusión, estoy al borde del abismo, a punto de caer en cualquier momento. ¡Oh! mi querida Madre María, no permitas que, condenado al fuego eterno, maldiga por siempre junto a los demonios a tu divino Hijo y a ti misma. Por lo tanto, concédeme primero la iluminación divina, para que comprenda cada vez más el peligro y las consecuencias de no arrepentirme. Luego, concédeme también la fuerza de voluntad necesaria, para poner fin rápidamente a esta vida de pecado y reparar mis errores haciendo una verdadera penitencia. Oh Virgen del Perpetuo Socorro, hazme el favor de no retrasar más mi conversión, sino que me guíes hacia una mejor decisión. Así sea.


ORACIÓN EN TIEMPOS DE ENFERMEDAD

Amorosísima Madre del Perpetuo Socorro, estoy sufriendo mucho, y este sufrimiento es constante... La enfermedad física afecta también mi espíritu, y ya no tengo fuerzas ni para orar... Nada me reconforta... Ni siquiera las visitas y el cariño de mis amigos me alivian... Mi ánimo empieza a decaer; la impaciencia y la tristeza están a punto de dominarme... Sin embargo, pongo toda mi confianza en ti, oh gran Virgen. Tu corazón compasivo tendrá misericordia de mí. No me abandones, oh Madre amorosa, a mí, tu pobre y desamparado hijo. Consuélame y dame la fuerza para aceptar estos sufrimientos con paciencia cristiana y resignación, para recibirlos de manos de Dios y así alcanzar la salud de mi alma. Si es tu voluntad, Señor, permite que continúe sufriendo por mucho tiempo, o que esta enfermedad llegue a su fin Oh Reina del Cielo: aquí estoy, listo para mi partida, sometiéndome a la voluntad divina, confiado en que Tú me darás la fuerza para aceptar de buen grado el sacrificio que Tu Hijo me pide. Oh Virgen poderosa, oh Madre del Perpetuo Socorro, haz que yo pueda alcanzar la completa sanación o, si no es posible, que tenga la fortaleza para soportar mi enfermedad por amor a Jesús. Amén.


ORACIÓN POR LA CONVERSIÓN DE UN FAMILIAR CERCANO

Oh Virgen del Perpetuo Socorro, Tú conoces perfectamente el inmenso valor de un alma. Sabes lo que significa que cada alma fue comprada con la sangre de Tu Hijo. Por eso, no rechazarás mi súplica y me concederás la conversión de este pecador que se dirige rápidamente hacia la condenación eterna. Se trata de... (menciona el nombre de la persona); Tú conoces bien su vida alejada de Dios... Recuerda que Tú eres el refugio de los pecadores; que el Señor te ha otorgado el poder de convertir incluso a los pecadores más endurecidos. Te suplico con todas mis fuerzas que intercedas por él. Oh Madre del Perpetuo Socorro, mira a tus pies a uno de tus hijos, que vive en una gran pobreza y que quisiera contarte todas sus dificultades. Con el sudor de mi frente y el trabajo de mis manos, apenas consigo el pan diario. Por eso, a veces me siento muy triste, especialmente cuando veo que muchos otros viven en la riqueza y la abundancia. Los esfuerzos de su familia por ayudarlo no han tenido ningún resultado... Si Tú no le brindas tu ayuda, él seguirá empeorando cada día. Concédele, por favor, una gracia poderosa que lo sacuda y lo haga volver a Dios. Mándale, si es necesario, alguna dificultad temporal, para que reflexione y cambie su vida. Tú has convertido, oh graciosísima Señora, por las oraciones de su madre, a San Agustín; compadécete ahora de mis súplicas y convierte a este pobre pecador. Madre del Perpetuo Socorro, ten misericordia de él; te lo suplico con todas las fuerzas de mi alma. Amén.


ORACIÓN DE UN POBRE 

Oh Madre del Perpetuo Socorro, a tus pies se postra uno de tus hijos, sumido en una gran pobreza. Quiero mostrarte toda mi miseria. Con el sudor de mi frente y el trabajo de mis manos, apenas consigo el pan de cada día. Por eso, a veces me siento muy triste, sobre todo cuando pienso en otros, mis hermanos, que viven en la abundancia. Lo único que me consuela es pensar que incluso Jesucristo, mi Maestro y ejemplo, abrazó voluntariamente la pobreza, sin reservarse ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza. ¡Ay! Enséñame, oh Virgen bendita, a despreciar, siguiendo el ejemplo de Jesús, todas las cosas terrenales y a poner mi mirada en las cosas del cielo. Oh mi querida Madre María, concédeme ser rico solo en dones espirituales, en gracia santificante, en amor a Dios, en paz interior y en una paciencia constante ante los sufrimientos de esta vida. Estos son los bienes celestiales que te pido y que deseo acumular. De los bienes terrenales, solo pido lo indispensable para vivir. Oh Madre, dame, en medio de la pobreza, la paz, y seré más feliz que los ricos que no conocen el amor de Dios. Amén.


ORACIÓN POR LA IGLESIA Y EL SUMO PONTÍFICE 

Oh Madre del Perpetuo Socorro, en este preciso instante en que los malvados lanzan su ataque más feroz contra la barca de Pedro, te suplicamos que acudas en nuestra ayuda. Ven, oh Madre, a la capital de la cristiandad, y con tu poderosa intercesión, repele las fuerzas del mal. Tú, por tanto, eres justamente saludada como nuestra Madre del Perpetuo Socorro, protectora de la santa Iglesia. No permitas, sin embargo, que esta esperanza de tus hijos se convierta en decepción. Defiende los derechos de la Iglesia de Jesucristo, frustra las maquinaciones sacrílegas de los malvados. Une más estrechamente a los fieles a sus obispos, y a los obispos a su Sumo Pontífice. Fortalece la Cátedra de Pedro en la santa ciudad de los Papas, y no permitas que la injusticia y la iniquidad la venzan. Oh Inmaculada Madre de Dios, tú debes ayudarnos... y tú nos ayudarás... Y si, a pesar de todo (que Dios lo aleje), la Iglesia católica fuese perseguida aún más, y el Sumo Pontífice estuviese angustiado en mayor medida, nosotros no dejaremos de esperar de ti, poderosa Reina, la victoria final, y de poner siempre en ti una confianza ilimitada. ¡Oh, ayúdanos siempre, oh María!


ORACIÓN POR LA PAZ EN EL HOGAR 

Oh Virgen del Perpetuo Socorro, si es deber de todos vivir en armonía y amor con nuestro prójimo, ¡cuánto más deben hacerlo los miembros de una misma familia! Concédenos, oh Madre, esta hermosa unión, esta paz celestial que edifica a las personas y que tanto agrada a Dios. Somos todos hijos de un mismo Padre y de una misma Madre, ¿por qué entonces buscarnos las heridas con discusiones y peleas? Que la hermana tenga paciencia con los defectos de su hermano, y que el hermano compadezca las debilidades de su hermana. Así cumpliremos la voluntad divina. Oh, María, guárdanos en la amistad de Dios y en el amor mutuo hasta el final de nuestros días, para que, al final de esta vida, todos, padres e hijos, podamos unirnos a aquella familia celestial que tú formaste con tu Hijo por toda la eternidad. Amén.


ORACIÓN DE UNA MADRE

Oh Madre del Perpetuo Socorro, en estos tiempos sombríos, muchas madres como yo acudimos a ti, suplicando por nuestros hijos. Temblando por su futuro, te pedimos que los protejas con tu amor maternal. Tú conoces las trampas de este mundo y cómo tienta a los jóvenes con falsas promesas. ¡Oh, mejor de las madres, danos la fuerza para educar a nuestros hijos con amor y ejemplo! Y haz que ellos siempre estén dispuestos a escuchar nuestras sabias palabras. Por la sangre de Cristo, libéranos de todo mal. Que no escuchen palabras que los corrompan; que los escándalos que vean no los afecten; que comprendan el gran valor de la inocencia y el regalo de la gracia divina. Que sientan repugnancia por los placeres mundanos y las malas compañías; que amen la piedad y la virtud; que sean cariñosos con sus padres, para que, encontrando toda su felicidad en el hogar, bajo una obediencia filial y cristiana, eviten la ruina a la que tantos jóvenes se enfrentan hoy en día. Que no pierdan, al mismo tiempo, su inocencia, su alma y la felicidad en esta vida y en la eterna. Así sea.


ACTO DE CONSAGRACIÓN MENSUAL A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

Oh Santísima Virgen María, que con toda confianza has querido tomar el dulce nombre de Madre del Perpetuo Socorro, yo, [...], reconozco que mis pecados me hacen indigno de ser contado entre tus hijos predilectos. Sin embargo, deseoso de disfrutar de tu misericordia, me postro humildemente a tus pies y, con todo respeto, te consagro mi entendimiento para pensar siempre en tu amor; mi lengua, para proclamar siempre tus sublimes prerrogativas y propagar devoción hacia ti; mi corazón, para que, después de esta vida, me una a ti. Oh mi soberana Señora, digna de recibirme entre tus hijos predilectos, protégeme y ayúdame en todas mis necesidades, tanto espirituales como materiales, especialmente en la hora de mi muerte. Oh Madre del Perpetuo Socorro, sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo. Por eso, te encomiendo todos mis intereses y posesiones; dispón de mí y de todo lo que me pertenece según tu voluntad. Oh mi Madre, bendíceme y, por tu poderosa intercesión, fortalece mi debilidad para que, habiendo sido fiel en servirte en esta vida, pueda alabarte, amarte y agradecerte eternamente en la vida venidera. Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí. Amén.


A LA MADRE DEL PERPETUO SOCORRO 

Oh Madre del Perpetuo Socorro, tú eres quien distribuye todos los bienes que Dios concede a los pobres pecadores; y, por esta razón, Él te ha hecho tan poderosa, tan rica y tan bondadosa, que tú puedes ayudarnos en nuestra miseria. Tú eres la abogada de los más desdichados y abandonados pecadores que recurren a ti; por eso, Madre mía, yo me encomiendo a ti. En tus manos pongo mi salvación eterna, y a ti te confío mi alma. Cuéntame entre tus siervos más devotos; protégeme bajo tu protección, y con eso me basta; porque si tú me proteges, querida Madre, no temo nada; ni a mis pecados, porque tú obtendrás para mí el perdón de ellos; ni a los demonios, porque tú eres más poderosa que todo el infierno junto; ni siquiera a Jesús, mi Juez mismo, porque con una sola oración tuya, Él se aplacará. Pero tengo un miedo: que en la hora de la tentación, pueda olvidarme de invocarte y así perecer miserablemente. Obtén para mí, entonces, el perdón de mis pecados, amor a Jesús, perseverancia final y la gracia de recurrir siempre a ti, oh Madre del Perpetuo Socorro.

Tres Ave Marías.




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