LA SAGRADA COMUNIÓN
EN COMPAÑÍA DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
Por Un Padre Redentorista
Octava edición
EDIT. EL PERPETUO SOCORRO
Manuel Silvela, 14.
Madrid, 1944.
I. - ANTES DE LA COMUNIÓN
1.- ACTO DE FE
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Dentro de breves momentos voy a recibir en mi alma a Jesús, vuestro divino Hijo. Venid Vos misma a prepararle en mi corazón una digna morada. Vedme postrado de rodillas ante vuestra sagrada imagen, para mirarla con devoción y meditar los misterios que encierra. Quiero contemplarla como preparación a la sagrada Comunión, y acción de gracias después de tan grande beneficio. ¡Qué escena tan divina! María estrecha dulcemente a Jesús contra su corazón, y Jesús descansa amorosamente en el regazo de su madre ¿No es esto una hermosa figura de la sagrada Comunión? Sí, porque yo también estrecharé dentro de poco a Jesús contra mi corazón, y en él vendrá a morar mi dulce Redentor... Yo lo creo, Madre mía; pero ayudad mi fe, demasiado lánguida Veo resplandecer en vuestra frente una estrella luminosa. Que vengan a posarse en mi mente algunos de sus rayos, para que, iluminada de vivo fulgor, comprenda la sublimidad y grandeza de este pensamiento: ¡Un Dios quiere venir a mí! ¡Jesús Sacramentado quiere morar dentro de mí!
2.-ACTO DE ESPERANZA
Con sólo pronunciar vuestro nombre, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! se despierta en mi corazón vivísima confianza. Si sois Perpetuo Socorro, ¿no debo esperar que, en esta Comunión me alcanzaréis de vuestro divino Hijo imnumerables gracias? ¿Y no es vuestra imagen una prenda de esperanza? Jesús contempla a su derecha al Arcángel San Miguel, que le presenta la lanza y la esponja empapada en hiel; a su izquierda ve al Arcángel San Gabriel que le muestra la cruz y los clavos que han de atravesar sus pies y manos. Jesús se horroriza ante la visión terrible, se arroja, tembloroso, en vuestros brazos, como buscando refugio en vuestro seno, y sus manecitas aprietan fuertemente vuestra mano derecha. Pero ya entiendo el misterio. También yo, a imitación de Jesús, quiero buscar refugio en Vos, para acercarme al sagrado banquete con menos indignidad. Como Jesús, también quiero poner entre vuestras manos las mías, descansar confiado en vuestro seno y acercar mi corazón al vuestro. Y viendo Jesús la confianza que en Vos tengo, antes que mi indignidad, mirará vuestros méritos, y se dará a mí por entero con todos sus tesoros.
3.-ACTO DE AMOR
¡Oh Dios mío! ¡Cuán dulce amor abrasaba el corazón de María al estrechar a Jesús contra su pecho! ¡Qué arrebatos de amor en aquellos tiernos abrazos! ¡Qué deliquios en aquellos besos de madre! Quisiera, Madre mía, sentir en mí una chispa siquiera de ese incendio sagrado. Al tener a Jesús dentro de mí quisiera decirle que le amo sobre todas las cosas, dándole al mismo tiempo un beso de amor. Pero, ¡ay, cuán frío es mi corazón! Vos, Madre mía, habéis de abrasarlo con la llama de vuestra caridad. ¡Qué! ¿me negaréis esta gracia? No es posible, porque me amáis demasiado; veo pintado este amor en vuestra imagen. Veo, en efecto, que vuestros ojos se dirigen hacia mí más bien que hacia Jesús. Parece como si, olvidada de vuestro Hijo, me quisierais decir con ese dulce mirar: «Nada temas, pobre alma, porque pienso en tí, y te daré socorro y amor.»
4.-ACTO DE DOLOR
¡Cuán dulce esperanza y amor me inspira vuestra mirada! Pero, ¡ay de mí! ¿Qué es lo que veo? Flota sobre ella indecible tristeza, y parece que una lágrima se asoma a vuestros ojos. Ya os entiendo, Madre mía. Es que lloráis al ver a los Angeles que presentan a Jesús los instrumentos de la Pasión, y entonces vuestra mirada se dirige hacia mí para reprenderme. Sí lo comprendo. Yo soy el que con mis pecados he crucificado a Jesús; yo el que le he dado a beber hiel y vinagre; yo el que he traspasado su corazón. Perdonadme, Jesús mío, pues me arrepiento con todo mi corazón de haberos ofendido a Vos, bondad infinita, y tomo la firme resolución de no volver a ofenderos en lo porvenir. También de Vos, ¡oh María!, imploro perdón y misericordia, porque si mis pecados han traspasado el corazón de Jesús, también han herido el vuestro.
5.-ACTO DE DESEO
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Ha llegado la hora dichosa de recibir a vuestro Hijo bendito en la morada de mi corazón. Un instante, no más, y vuestra dicha será, en parte, mi ventura. Porque así como os veo con Jesús en los brazos, también yo lo recibiré en mi pecho, y me abrazaré con él estrechamente, para no scr sino una sc- la cosa con él. Venid, pues, Dios mío; venid pronto a mi corazón. Es verdad que está sucio y manchado; pero me da confianza la Virgen del Perpetuo Socorro. No miréis mis pecados, sino más bien los méritos y súplicas de vuestra Madre ¡Oh María Santísima! Quiero recibir a Jesús de vuestras manos, como lo recibieron un día los Pastores y los Santos Reyes Magos. Decidle que os amo y os entrego mi alma, que así él me mirará con más cariño ahora que va a venir a mi corazón.
II. - DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO
Vedme aquí, benigno y dulcísimo Jesús, postrado de rodillas en vuestra presencia. Os ruego y suplico con todo fervor de mi alma, que imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y amor, junto con un firmísimo propósito de enmendar mis culpas; mientras con grande afecto y dolor mío considero y contemplo mentalmente vuestras cinco llagas, teniendo presente lo que de Ti, oh buen Jesús, dijo el profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos."
ANIMA CHRISTI
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.
CORONA EUCARÍSTICA
Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por la alegría que experimentó tu corazón, cuando tu Hijo divino te reveló el misterio de la Eucaristía, haz que mi alma salte de gozo, cuando Jesús me abra las puertas del sagrario y me invite a su banquete de amor.
-Ave María.
Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por aquella inmensa caridad con que te complaciste en que tu Hijo divino nos diera el cuerpo sagrado que de tí recibió, y permaneciera en el tabernáculo, prisionero de amor, concédeme la gracia de que sea mi cuerpo por la pureza, santuario de su divinidad y mi corazón por la humildad, víctima de su caridad.
-Ave María.
Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por aquellos deliquios celestiales que sintió tu corazón, cuando por vez primera viste la hostia santa y abriste tus labios y la recibiste en tus purísimas entrañas, dadme la gracia de que mi alma salte de gozo santo en este momento en que va a tener la misma dicha que tuviste tú.
-Ave María.
Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por aquel fervor inefable con que todos los días recibías la Sagrada Comunión, haz que todos los días venza yo la pereza de mi carne, la vana opinión del mundo y la vanidad de los negocios terrenales y venga a asistir al sacrificio del Altar y alimentarme de la divina Eucaristía.
-Ave María.
Oh Virgen del Perpetuo Socorro, por la paz celestial que inundó tu espíritu, cuando herida de la caridad y próxima a salir de este mundo, recibiste a tu Jesús que venía a consolarte y a darte la última gracia con el sagrado viático, concédeme la gracia de que, cuando llegue mi última hora, tenga el consuelo de recibir también a Jesús y que El con el viático de sus consuelos y de su amor me lleve de los brazos de la muerte al trono del cielo.
-Ave María.
JACULATORIA FINAL
Bajó mi Jesús del cielo al seno de María.., del seno de María a sus brazos santísimos... Y ahora, Madre del Perpetuo Socorro, me lo das, porque me amas... me lo ofreces para que sea mi divino socorro... Es el mejor don de tu socorro perpetuo... Jesús y tú, Madre del alma, tenéis los ojos puestos en mí, y yo no lo quiero poner más que en estos dos divinos amores... Ángeles que contempláis a Jesús en los brazos de María, acompañadle ahora que viene a mí, y, como celestiales centinelas, poneos a la puerta de mi corazón para que no entren pensamientos terrenales... Jesús dentro de mi corazón. Corazón mío, ábrete... Madre mía, mírame... Jesús mío, ven... Que esta santa Comunión bajo la mirada de mi Madre del Perpetuo Socorro, guarde mi alma para la vida eterna... Así sea.
ACORDAOS
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benigna mente. Amén.
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