domingo, 5 de octubre de 2025

NUEVE LUNES A SAN GERARDO MAYELA

 


NUEVE LUNES EN HONOR DEL TAUMATURGO SAN GERARDO MARÍA DE MAYELA

LEGO REDENTORISTA


ABOGADO DE LAS EMBARAZADAS 

 

  Esta pía devoción se puede realizar en cualquier época del año, y previo a su fiesta a modo de novena.


ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido: propongo firmemente de nunca más pecar, y de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta: ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonaréis, por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

  

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh glorioso San Gerardo!, doy gracias a Dios quien os ha coronado en el Cielo con tan grande gloria y os ha elevado a un trono tan excelso entre los Santos y Ángeles del Paraíso. Ahora, mientras gozáis de la bienaventuranza celestial, no os olvidéis de mí, vuestro siervo y devoto. Mirad los peligros que me amenazan, los males y miserias que me agobian. Emplead vuestro poder y valimiento cerca de Dios para socorrerme en mi necesidad. Dios, quien durante vuestra vida oía siempre vuestras súplicas, no desatenderá vuestros ruegos ahora cuando estáis cerca de Él en el reino de la gloria. Rogad por mí y obtenedme, por la intercesión de María Santísima, las gracias que os pido en este piadoso ejercicio. Amén.

  


LUNES PRIMERO 

SAN GERARDO Y EL NIÑO JESÚS

A la edad de seis años, el niño Gerardo fue a postrarse ante la imagen de María, venerada en la capilla de Capotiñano. De pronto vio animarse la estatua de la Virgen, y que el Niño Jesús se desprendía de sus brazos, acercándose a jugar con él. Terminado el juego, el Niño Dios le dio un panecillo que Gerardo llevó a su casa diciendo a la madre: “El niño de una señora me ha dado este panecillo”. El caso se repitió varias veces y fue observado por la hermana y la madre de Gerardo.

 

REFLEXIÓN

Considera cómo queriendo el Señor, que es admirable en sus Santos, hacer de San Gerardo un prodigio de su poder y de su gracia, le enriqueció desde su nacimiento con bendiciones celestiales y particulares gracias. Mas ¿de qué le hubieran valido, de no corresponder a ellas, sino para su mayor ruina y condenación? Gerardo oyó en su tierno e inocente corazón la voz de Dios que le llamaba a la santidad, y desde entonces alimentó en su alma un deseo, siempre fervoroso y siempre constante, de llegar a la más alta perfección.

 

ORACIÓN

¡Oh glorioso San Gerardo, Ángel de inocencia!, os saludo y felicito por aquella cándida pureza que habéis conservado intacta hasta la muerte. Gozáis ahora en el Cielo de la visión de Dios prometida a los que tienen puro el corazón. Yo, infeliz pecador, desde este lugar de peligros, tentaciones y seducciones, os invoco, implorando vuestra piedad y solicitando vuestra ayuda. Amantísimo patrono mío, San Gerardo, amparadme en las tentaciones, recordándome la presencia de mi Dios, y la necesidad de recurrir pronta y constantemente a la oración. Obtenedme el santo temor de Dios, a fin de qué huya de las ocasiones peligrosas y no dé nunca oído a la tentación. Alcanzadme también una filial devoción a María Santísima, la Reina de las vírgenes, para que por Ella protegido, guarde fielmente la pureza de corazón. Amén. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

 

INVOCACIONES A SAN GERARDO

-Oh San Gerardo, cuya santidad, bondad y milagroso poder han hecho nacer en mi corazón tan viva confianza,

R/: Rogad por mí, compasivo protector.


-En mis luchas contra el demonio, el mundo y las malas pasiones, para que consiga la victoria,

 

-Si la costumbre de pecar impusiere a mi alma un yugo vergonzoso, para que, junto con la gracia, vuelva a hallar la santa libertad de los hijos de Dios,


-Si tuviere la desgracia de abusar de los Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía, para que, en adelante, confiese y comulgue con buenas disposiciones,


- Si por la injusticia de los hombres, me viere blanco y víctima de calumnias, vejámenes y malos tratamientos, para que perdone, olvide y devuelva bien por mal,

 

-En las pruebas de la vida, enfermedades, pesares, falta de éxito, reveses de fortuna, para que lleve todo con resignación cristiana,

 

-En el cumplimiento de mis deberes de estado, a fin de que, por amor a Dios, los desempeñe con entera fidelidad,


-Para que practique las virtudes que santifican a los elegidos: la humildad, la caridad, la mortificación, la obediencia y el santo abandono a la voluntad de Dios,

 

-Para que vuestros ejemplos de celo me lleven a emplearme con valor en la salvación del prójimo,


-Para que muera en la gracia y amistad de Dios auxiliado por Jesús y por María,


L/: Rogad por nosotros, San Gerardo.

R/: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

 

ORACIÓN

Oh Dios, que quisisteis atraer desde su juventud al beato Gerardo para hacerlo conforme a la imagen de vuestro Hijo Crucificado, haced, os lo pedimos, que al imitar sus ejemplos, reproduzcamos en nosotros este divino Modelo. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.




LUNES SEGUNDO 

SAN GERARDO Y LA EUCARISTÍA

Muy niño aún, descubrió Gerardo un tesoro inestimable, el mayor en la tierra, Jesús Sacramentado. ¡Con qué gusto lo hubiera recibido en la Sagrada Comunión! Un día, arrastrado por una fuerza irresistible, fue al comulgatorio para comulgar con los demás fieles. El sacerdote, viéndolo tan pequeñito, pasó de largo y no le dio la Comunión. Gerardo se retiró llorando. En la noche siguiente, el Arcángel San Miguel, de quien era muy devoto, le trajo la Sagrada Comunión. Radiante de alegría lo manifestó diciendo: “Ayer el sacerdote no quiso darme la Comunión y esta noche vino a dármela San Miguel”.

 

REFLEXIÓN

Considera cómo San Gerardo, a imitación de su Padre San Alfonso, recibía la Sagrada Comunión con tanto fervor, y visitaba a Jesús Sacramentado con tanta frecuencia, que ya desde sus tiernos años mereció que le llamaran el Serafín de la Eucaristía. Alma mía, si no visitas frecuentemente a Jesús Sacramentado, si no lo recibes en tu alma, es porque no le amas. Para todo hallas tiempo: para hablar con tus amigos, para divertirte en el mundo, para estudiar, para trabajar; sólo no hallas un cuarto de hora para visitar al Amante divino, que por amor tuyo está de noche y de día en este Sacramento de amor. ¿Hasta cuándo durará tu cruel abandono?

  

ORACIÓN 

¡Oh glorioso y bienaventurado Gerardo!, me confundo al considerar tus virtuosos ejemplos y tu acendrada devoción al Santísimo Sacramento, comparándola con mi frialdad y poca fe delante de nuestro común Redentor. Bien quisiera yo poder amarle como tú le amaste, alcanzar tu fervor en mis comuniones, y tener aquel vivo deseo que tuviste en obsequiarle en esta mortal carrera, para conseguir por este medio las gracias que Tú conseguiste, y perfeccionar mi vida purificando mi alma con el fuego sagrado de la santa Eucaristía. Acudo hoy a implorar tu poderosa protección para poder salir del estado de tibieza en que he vivido hasta el presente, y espero por tu valimiento conseguir la gracia de ser más fervoroso en la recepción y visitas de este divino Sacramento. Amén. 



 

LUNES TERCERO

CONFIANZA DE SAN GERARDO EN DIOS

Un día que el obispo, su patrón, había salido a paseo, Gerardo cerró las habitaciones del prelado, y llevándose la llave, fue por agua a un pozo que había en la plaza pública. Por desdicha, al inclinarse sobre el brocal del pozo, se le cayó al agua la llave. “¡Qué dirá su señoría!”, exclamó Gerardo; “¡cómo se pondrá, cuando lo sepa!”. Luego oró un momento y voló a la sacristía de la catedral en busca de una estatuita del Niño Jesús. Ató al Niño con una de las cuerdas que en el brocal del pozo había, y poco a poco lo bajó al fondo del agua diciendo: “Niño mío; devuélveme la llave si no quieres que mi señor se enoje justamente conmigo”. Tiró Gerardo de la cuerda, y a los breves instantes se vio la estatua a flor de agua y, ¡oh maravilla!, entre sus manecitas traía el Niño Jesús la llave perdida.

 

REFLEXIÓN

Considera cuán grande debió ser la confianza de San Gerardo, quien obtuvo del Señor tan señalados favores y gracias tan extraordinarias. ¡Con qué seguridad –casi diría– con qué naturalidad procedía al obrar esos grandiosos milagros que esmaltan casi todas las páginas de su biografía! Alma mía, ¿confías en el Señor como debes? Y cuando pides al Señor y a los Santos alguna gracia, ¿ensancha la confianza tu corazón o entras en la oración con temores y recelos? Procura despegar tu corazón más y más de los bienes de la tierra y elevarlo más y más al Cielo. Oye cómo la Iglesia te exhorta todos los días por boca de sus ministros: “Sursum corda” (¡Arriba los corazones!).

  

ORACIÓN

¡Oh bienaventurado Gerardo!, considero vuestra firme e inquebrantable esperanza, que os sostuvo en medio de tantos peligros, y os comunicó, tan poderoso aliento para emprender, continuar y perfeccionar las obras admirables que ejecutasteis en servicio de Dios y en bien de las almas. Admiro vuestra confianza en aquel Señor Todopoderoso, que os confortaba a trabajar sin descanso durante vuestra mortal carrera, y a esperar la corona de justicia, que tiene preparada para los que pelean debidamente como buenos soldados de Cristo, y vencen con su gracia en los combates de esta vida. Y si por mi falta de confianza no merezco conseguirla, os pido que primero me alcancéis aumento de esta misma virtud, para que, animado por ella, y consolado en mis presentes necesidades, venza también yo en mis espirituales combates, hasta poder llegar por este medio a la mansión de la Gloria. Amén. 


 

LUNES CUARTO

SAN GERARDO Y SU AMOR A DIOS Y A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Era el tercer domingo de Mayo, y se celebraba solemnemente en la Catedral una fiesta a la Inmaculada Concepción. Expuesta se hallaba la imagen de María a la pública veneración; ya se disponían a sacarla en procesión, cuando Gerardo, que contaba a la sazón unos diecisiete años, después de haber orado con gran fervor delante de Ella, se levantó con el rostro inflamado como un serafín, abalánzase hacia la estatua, quítase el anillo que en el dedo llevaba, y con filial amor y sorpresa de los que la escena presenciaban, lo pasa a un dedo de la Virgen, exclamando de modo que lo pudiese oír toda la multitud reunida: “Vedme ya desposado con Nuestra Señora”, como si dijera: “Ya no me pertenezco a mí, soy de María y a ella le consagro irrevocablemente mi pureza virginal”. La Reina del Cielo aceptó la ofrenda de su fiel servidor y le alcanzó la gracia de guardar en cuerpo y alma, pureza de Ángel. Había cerca del convento donde vivía nuestro Santo, un pobre ciego que cantaba con primor y tocaba la flauta con mucha maestría. Gerardo, que le conocía muy bien, cierto día le dijo: “Felipe, toca para alegrar a los pobres”. –“Y ¿qué toco?”, repuso el ciego. – “Toca aquel cántico”, añadió el Santo, “que comienza: En Ti; mi Dios, sólo ansío, Tu querer y nunca el mío”. Apenas el ciego comenzó la melodía, Gerardo, como ebrio de alegría, comenzó a agitarse y a saltar, repitiendo: “Tu querer y nunca el mío”. Alzó los ojos al Cielo, extendió las manos y se levantó del suelo cual flecha disparada por robusto brazo.

 

REFLEXIÓN

Considera, alma cristiana, que el amor de Dios debe ser el principal motivo de todas nuestras obras y oraciones. ¿Amas a Dios con todas tus fuerzas? Acuérdate de lo que dice San Gregorio Papa: “La verdadera prueba del amor son las obras”. ¿Prueban tus obras que, amas a Dios? ¿Cumples siempre y sin reserva a ejemplo de San Gerardo la divina voluntad expresada en los mandamientos de Dios y de la Iglesia y en las particulares obligaciones de tu estado? ¿Te conformas con las disposiciones de la Providencia, en la hora de la prueba? No te canses de pedir al Señor el precioso don de su santo amor. No es buen cristiano el que no ama de veras a María Santísima. María es la Madre de Jesús, y no puede preciarse de ser verdadero amante de Jesús el que no ama también a su Santísima Madre. Alma mía, ¿eres devota de la Virgen? ¿Tratas de honrar con tus obsequios a tu Madre del Cielo? La devoción a María –dicen los santos– es señal segura de pertenecer al número de los predeterminados a la Gloria. Pero no te olvides, alma cristiana, de que no eres verdadera devota de María si no huyes del pecado y la ocasión próxima de pecar.

 

ORACIÓN

¡Oh bendito y glorioso Gerardo, volcán de amor de Dios, serafín en la tierra, y dechado de todas las virtudes!, compadeceos de nosotros, que tan tibios nos hallamos en el servicio de Dios y tan fríos en la verdadera caridad; y ya que tanto podéis con el Dador de todo don perfecto, alcanzadnos la gracia de emprender eficazmente la práctica del amor a Dios, para qué, elevados por su medio sobre las cosas terrenas, lleguemos en esta vida a la consideración de las celestiales, y después de nuestra muerte a la posesión de la eterna mansión de la Gloria. Alcanzadnos también una tierna, constante y filial devoción a la Reina de los Ángeles. Ya que tanto habéis deseado en la tierra ver propagada en todas partes y en todos los corazones una devoción tan saludable, no lo habéis de desear menos ahora que estáis en el Cielo a los pies de vuestra Santísima Madre, contemplándola cara a cara, hablándola y obsequiándola como Ella merece; por tanto os suplicamos humildemente que os hagáis nuestro abogado para con Ella, a fin de que nos mire como tierna Madre, se compadezca de nuestras necesidades espirituales, y sobre todo, de nuestra falta de amor de Dios, y nos bendiga desde el trono que ocupa en la Gloria y, haciéndonos perseverar en el servicio divino y en la devoción hacia Ella hasta el último momento de nuestra vida, tengamos la dicha de llegar por su medio a la eterna mansión de la Gloria. Amén. 


 

LUNES QUINTO

SAN GERARDO EN LOS PELIGROS

Hallándose un día Gerardo a orillas del mar, oyó angustiosos gritos y clamores de gente que veía cómo las olas, agitadísimas por la tempestad, iban a echar a pique una lancha llena de tripulantes. Movido de compasión, hace el Santo el signo de la Cruz, echa hacia atrás el manteo y avanza sobre las aguas gritando: “¡En nombre de la Santísima Trinidad, detente!” Al punto quedó inmóvil la lancha, y acercándose Gerardo, como si la embarcación fuese leve corcho flotante, la trajo a la orilla, y salió del mar sin haberse siquiera mojado el hábito. “¡Milagro, milagro!”, gritaban todos; mas el Santo huyó a toda prisa y fue a esconderse en casa de un amigo. “¿Cómo –le preguntó luego el Superior– pudo sacar la lancha?”. “¡Oh, Padre mío –respondió Gerardo– cuando Dios quiere, todo es posible!”.

 

REFLEXIÓN

Alma mía, en las tempestades y peligros de la vida presente, ¿cuáles son tus cuidados para no sucumbir? ¿Te preocupas más por las cosas temporales que por las espirituales? Piensa que si llegas a salvar el alma, habrás salvado también el cuerpo y serás dichosa para siempre.

 

ORACIÓN

Protector mío San Gerardo, en medio de la felicidad de que gozáis en el Cielo no os olvidéis de vuestro devoto que gime aún rodeado de las miserias de este destierro. Mirad en cuántos peligros me encuentro de perder a mi Dios. Alcanzadme abundantes gracias para librarme del pecado y perseverar en la gracia de Dios hasta la muerte. Mirad compasivo las penas y amarguras en que me veo sumergido. Y ya que gozáis de tan gran poder y valimiento cerca de Dios, socorredme en mis necesidades, particularmente en la que os encomiendo. No digáis que no podéis socorredme. Dios, durante vuestra vida, oía siempre vuestras oraciones y obraba por vuestro medio grandes milagros. Ahora, en el Cielo, no os negará nada de cuanto le pidáis. Rogad por mí, glorioso Protector mío, y alcanzadme por la intercesión de la Santísima Virgen la gracia que os pido. Amén. 


 

LUNES SEXTO

SAN GERARDO CONVIERTE A LOS PECADORES

Cierto día encontró Gerardo a un joven aventurero que atentamente lo miraba. Llevaba el Santo un manteo remendado y una vieja sotana. El joven, creyéndole un mago, le preguntó: “¿Es usted un nigromante que va buscando tesoros?” Sorprendióse Gerardo con la demanda, pero pronto comprendió con quién se las había, y respondió: “Si quieres enriquecerte, yo te indicaré el modo”. Lo llevó a un bosque, y quitándose el raído manteo lo extendió en tierra, haciendo que el joven se arrodillara en él. “Te he prometido buscar un tesoro” –le dijo el santo Hermano– “¿quieres verlo?… Mira”. Y sacando un Crucifijo lo puso ante sus ojos diciéndole: “Éste es el tesoro que, tantos años ha, perdiste”. Pintó al desgraciado joven, con vivísimos colores, el triste estado de su alma. Éste, arrepentido, se puso a llorar amargamente, y cambió de vida, haciendo después una buena y santa confesión.

 

REFLEXIÓN

¿Procuras ser útil, en la medida de tus fuerzas, a las almas redimidas con la Sangre preciosa de Jesucristo? ¿Tratas al menos de hacer bien a los que viven en tu compañía, como son tus parientes y amigos, por medio de la oración, del buen ejemplo, de los buenos consejos, etc.? ¿Te interesas por la obra de las misiones, por la propagación de la fe y por otras santas empresas que tienen por fin la conversión de los infieles y la salvación de las almas? Acuérdate de las palabras del Apóstol Santiago: “El que hace que se convierta el pecador, salva su propia alma”.

  

ORACIÓN 

¡Oh bienaventurado Gerardo!, considero vuestra extraordinaria caridad hacia vuestros semejantes, la que, descubriendo en los hombres la imagen de Dios grabada en sus almas, os movía a amar a todos, a favorecer a todos, a consolar a todos, aliviándolos en sus males, aconsejándolos en sus dudas, fortaleciéndolos en sus debilidades, dirigiéndolos en sus caminos, amonestándolos en sus faltas; sin perdonar desvelos y trabajos para socorrerlos en sus necesidades espirituales y corporales. Os ruego, que me alcancéis verdadero espíritu de caridad y ese sincero amor que es el verdadero distintivo de los discípulos de Cristo Nuestro Señor, para que, consolado en mis presentes necesidades, amándonos todos sinceramente en esta vida, tengamos la dicha de estar un día reunidos inseparablemente en la bienaventuranza eterna. Amén. 



 LUNES SÉPTIMO

SAN GERARDO, PODEROSO CONTRA LAS TENTACIONES DEL DEMONIO

Viajando un día de riguroso invierno, vióse Gerardo sorprendido por espesísima niebla en medio de los bosques. Perdió nuestro viajero el camino, y marchando sin rumbo fijo, advirtió de repente que se hallaba al borde de un precipicio. Quiso retroceder, pero en el mismo instante surge ante sus ojos un fantasma horrible que, con infernal sonrisa exclama: “Llegó, miserable frailecito, la hora de mi venganza; al fin has caído en mis manos, puedo hacer de ti lo que me plazca”. Era el demonio. Sobrecogido quedó Gerardo, pero poniendo su confianza en Dios tiende imperiosamente la mano hacia Satanás y le dice: “Bestia infernal, en nombre de la Santísima Trinidad te mando que tomes las riendas de mi caballo y me conduzcas hasta Lacedonia”. Rechinaron los dientes de aquel monstruo, crispáronsele los cabellos, pero la virtud de la Santísima Trinidad le forzó a servir de guía y escudero al siervo de Dios.

 

REFLEXIÓN

Alma mía, ¿confías en el Señor como debes? Has de saber que la oración es el gran medio de salvación, como la llama San Alfonso. ¿Y tú recurres a Dios en las tentaciones? ¿Qué haces para resistirlas? ¿Le pides al Señor, con fervor y asiduidad, te de fortaleza y perseverancia para combatirlas? “No será coronado” –dice el Apóstol– “sino el que combatiere como es debido”.

 

ORACIÓN

¡Oh San Gerardo!, el Infierno se ha desencadenado contra mí; una furiosa tempestad ha levantado las pasiones de mi corazón. Me parece que empiezo ya a sumergirme. Mi corazón hace trato con el enemigo; mi voluntad no cuida casi más de la mano que la pueda socorrer, que podría arrancarla de las asechanzas de Satanás; y, para colmo de desgracia, mi lengua trabada no habla más ni a Dios para implorar su socorro, ni a los hombres para que me den algún buen consejo. ¡Tened piedad de mí, oh mi Santo Protector! Numerosas son las victorias que conseguisteis sobre el demonio: obtenedme la fuerza de triunfar a mi vez. Vos le mandabais como dueño; haced que yo no sea jamás su esclavo. Implorando el socorro de la Reina del Cielo, vencisteis al infierno; no permitáis, que en los asaltos que da el enemigo a mi alma, descuide de invocar a María. Quiero invocar a la Santísima Virgen; pero invocadla también Vos por mí, para que me proteja y me haga salir victorioso. Asistidme, ¡oh San Gerardo!, ahora y en todo el curso de mi vida hasta mi última hora. Yo quiero poder en el Cielo bendecir vuestro caritativo socorro, que me habrá hecho merecer la corona de los elegidos. Amén. 


 

LUNES OCTAVO

SAN GERARDO Y SU CARIDAD CON LOS POBRES

En todos sus viajes imploraba Gerardo el pan de cada día de la caridad pública. Al llegar cierto día a una humilde aldea, acercóse a la puerta de la casa de una pobre mujer, en demanda de limosna.

“Perdone, por Dios, Hermano, –repuso la mujer– que ni siquiera tengo un mendrugo de pan”. “¡Cómo! –replicó el Hermano–, ¿qué no tiene nada? ¡Pues sí, tiene un arca llena de pan!”. “No tengo ni un pedazo”, tornó a decir la buena mujer, la cual, por obedecer a las reiteradas instancias de San Gerardo, alzó la tapa del arcón y lo halló lleno de sabrosísimos panes. No quería creer lo que sus ojos veían; palpó los panes, y vio que eran verdaderos. En agradecimiento a tan gran favor, socorrió con muy buena limosna al que de manera tan prodigiosa acababa de favorecerla.

 

REFLEXIÓN

Alma mía, ¿amas a tu prójimo de veras, no sólo con palabras, sino también con obras? ¿Le ayudas en las penas y amarguras de la vida? Imita, ¡oh cristiano!, a San Gerardo, que no pudo ver a un prójimo en necesidad alguna sin socorrerle al instante.

 

ORACIÓN

¡Oh glorioso San Gerardo! Dios ha recompensado magníficamente vuestra virtud y vuestra fidelidad haciéndoos poderoso auxiliador de los que sufren. Ya durante vuestra vida nadie que implorara vuestro socorro se retiraba de Vos sin consuelo. Dios ha colmado vuestro corazón de entrañable compasión para con las necesidades humanas, y no pocas veces ha puesto en vuestras manos los tesoros de su Omnipotencia. Llegasteis a ser Ángel de caridad consolando a los afligidos, socorriendo a los pobres y enfermos, amonestando y salvando a los pecadores. Alcanzadnos un corazón compasivo para con los necesitados y haced que con nuestras oraciones, trabajos y sacrificios, podamos contribuir a la conversión de los pecadores y salvación de las almas. Amén. 


 

LUNES NOVENO

GLORIOSA MUERTE DE SAN GERARDO

El día 15 de Octubre comulgó Gerardo por viático. A la caída de la tarde preguntó qué hora era; y cuando le dijeron que eran las seis, repuso: “Aún me quedan seis horas de vida”. Entre las 10 y las 12 perdió el conocimiento. Vuelto en sí, dijo al enfermero: “Pronto, Hermano, arroje usted a esos miserables”. Parece que éste fue el último asalto del Infierno. De repente serenóse su frente y lleno de júbilo exclamó el moribundo: “He aquí la Madre de Dios, honrémosla, honrémosla”; y arrodillándose en la cama quedó abismado en éxtasis. Después de media noche exhaló un profundo suspiro. El enfermero, advirtiendo que el enfermo entraba en agonía, llamó al sacerdote; y mientras éste le daba la postrera absolución, despedíase aquella alma de los lazos del cuerpo. Era la 1 de la mañana del 16 de Octubre de 1755. Gerardo contaba 29 años y medio de edad y seis de vida religiosa.

 

REFLEXIÓN

Todos confiesan que los Santos han sido verdaderos sabios, porque se han preparado a la muerte antes que la muerte llegase. ¿Y tú qué haces? ¿Quieres correr el riesgo de comenzar a prepararte a morir cuándo la muerte esté próxima? ¡Qué tormento te causará entonces la memoria del tiempo perdido, y mayormente del tiempo malamente empleado! Puesto que es cosa cierta, hermano mío, que has de morir, póstrate luego a los pies del Crucifijo, y da gracias a Dios por el tiempo que te da, en su misericordia, para poner en orden tu conciencia. En cuanto a lo pasado, fíalo todo a los méritos de la Sangre de Jesucristo, que te da ahora estas luces porque quiere salvarte.

 

ORACIÓN

¡Oh bienaventurado Gerardo!, dignísimo hijo de San Alfonso, que entre los lirios de la inocencia más pura y las espinas de la más rigurosa penitencia os trasformasteis por la caridad en imagen viva de Jesucristo, reproduciendo en Vos sus divinas virtudes, y especialmente la humildad y la obediencia hasta la muerte: haced que a vuestra imitación, abrazado yo también con la cruz, me resuelva a seguir de veras los ejemplos que nos ha dejado nuestro común Redentor, convencido de aquella gran verdad: que el conformarse en todo y por todo con Él en la tierra es el único camino para llegar seguramente a gozar y reinar con Él en el Cielo. Amén.



NOVENA A SANTA ZITA DE LUCCA

 


NOVENA DE SANTA ZITA DE LUCCA, VIRGEN


POR EL R. P. SANTIAGO AUBERT

Misionero Hijo del Inmaculado Corazón de María


SEXTA EDICIÓN

MADRID

EDITORIAL COCULSA

Paseo de Rosales, 48, duplicado

1949


ORACIÓN PREPARATORIA LOS DÍAS PARA TODOS

¡Oh Dios misericordioso y padre de toda consolación!, que amáis a los grandes y a los pequeños, y aún con más predilección a los pequeños que a los grandes; que para manifestarnos este amor vinisteis al mundo con el traje de pobre obrero, y pasasteis treinta años de vuestra preciosa vida trabajando y ganando el pan con el sudor de vuestra frente. Concedednos que, por intercesión de vuestra sierva la criada Zita, amemos la pobreza y el trabajo, y estemos contentos con el estado en que nos habéis colocado, sirviéndoos con la fidelidad con que lo hizo vuestra humilde sierva; a fin de que, después de haberos amado acá en la tierra, tengamos la dicha de veros y amaros eternamente en el cielo. Amén.


DÍA PRIMERO 

ESPÍRITU DE FE

¡Oh bienaventurada Zita!, que desde vuestra infancia casi de continuo meditabais las máximas de la fe, a las cuales ajustabais todos los actos de vuestra vida, toda impregnada y embalsamada por las verdades de la misma fe. Alcanzadnos del Señor el espíritu de fe viva que nos haga pensar, juzgar, obrar y sufrir según sus impulsos.

Pidanse las gracias que se deseen obtener. Y para conseguir ésta y demás gracias, rezaremos tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri.


GOZOS EN HONOR DE LA GLORIOSA VIRGEN SANTA ZITA

Con creciente devoción

el mundo te felicita.

Válganos tu intercesión,

¡oh gloriosa Santa Zita!


De pobres padres nacida,

en el campo te criaste,

y cual rosa perfumaste

el hogar, con santa vida;

tu delicia es la oración,

en la cual Dios te visita.


Siendo niña todavía,

te pusieron a servir;

de criada hasta morir

la cruz llevas cada día;

en tan baja condición,

a su dulce Esposo imita.


Tu alma es como azucena

en pureza y en candor,

por lo que el divino Amor

de caricias te la llena.

A tu manso corazón

sólo un tentador irrita.


«La virtud es hacendosa»,

repetías con frecuencia;

el trabajo es penitencia

y una corona gloriosa.

A trabajar con tesón

tu ejemplo nos incita.


Prestas de tú amo el manto

a un pobre peregrino,

y conviertes agua en vino

para confortar a un santo;

raya tu amor en pasión:

es cual flor nunca marchita.


Son felices los devotos

que tu intercesión imploran;

se consuelan, si ellos lloran,

porque atiendes a sus votos.

Tu constante protección

a invocarte nos invita.


L/: La gracia brilló en tus labios.

R/: Por eso Dios te bendijo para siempre.


ORACIÓN

¡Oh Dios!, que a la bienaventurada virgen Santa Zita, siendo sencilla criada, le concedisteis un reino eterno; os rogamos, por su intercesión, que, sirviéndoos fielmente en la tierra, merezcamos como ella conseguir el reino de los cielos. Por Nuestro Señor Jesucristo. Así sea.


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh gloriosa Zita! rosa de caridad, lirio de pureza y violeta de humildad, que en la humilde condición de criada nos disteis ejemplo de todas las virtudes y os elevasteis a las cumbres de la más alta santidad, y que, olvidada y desconocida de los hombres, formabais las delicias de aquel Señor que se complace en derramar sus dones sobre los sencillos y pobrecitos de la tierra. Alcanzadnos que por vuestros méritos nos santifiquemos en nuestro estado, y menospreciando los aplausos de los hombres, y huyendo de las vanidades del mundo, no busquemos más que a Dios y su santo amor, a fin de que, después de los cortos días de nuestra vida, lleguemos al puerto seguro de la gloria, donde reinemos con Dios y con vos por los siglos de los siglos. Amén.


DÍA SEGUNDO

LA HUMILDAD

¡Oh humilde Zita!, que, como la violeta de los campos, vivisteis escondida a las miradas de los hombres, y, oculta bajo las modestas sombras de la condición de criada, esparcíais a vuestro alrededor el delicadísimo aroma de la humildad más profunda, aroma que el Dios de los humildes aspiraba complacidamente, derramando sobre vuestra alma, en cambio de los tesoros de humildad que encerraba, tesoros de gracias y de carismas celestiales. Alcanzadnos la gracia de ser humildes de corazón y de amar los desprecios de los hombres, a fin de que, viéndonos en esta tierra humillados, nos veamos eternamente ensalzados en el cielo.


DÍA TERCERO

LA MORTIFICACIÓN

¡Oh virgen penitente! que cual azucena rodeada de espinas supisteis juntar de un modo tan admirable la inocencia más pura con la penitencia más austera. Confundidos al comparar vuestra vida tan mortificada con la nuestra tan regalada, deseamos cambiar de costumbres; y para eso, alcanzadnos el espíritu de Jesucristo, que es espíritu de abnegación y de penitencia, a fin de que, después de llevar nuestra cruz tras las huellas ensangrentadas de Jesús, podamos un día participar de sus castas delicias por toda la eternidad.


DÍA CUARTO

LA CASTIDAD

¡Oh virgen prudentísima, gloriosa Zita!, que conservasteis siempre encendida en vuestro corazón la lámpara resplandeciente de la pureza virginal. ¡Oh espejo purísimo de castidad, jamás empañado por el venenoso hálito de la impureza! ¡Oh paloma siempre llena de candor y de inocencia, que fijasteis vuestro nido en el agujero de la peña, Cristo Jesús! Miradnos con ojos compasivos, vigorizad nuestras almas, y dejad caer de vuestras virginales manos lirios de pureza sobre los casados, para que se conserven puros en su estado; lirios de pureza sobre los viudos, para que edifiquen con su modestia, y lirios de pureza sobre las doncellas, a fin de que conserven siempre pura e inmaculada la azucena de su pureza virginal.


DÍA QUINTO

LA OBEDIENCIA

¡Oh bienaventurada Zita!, modelo perfectísimo de obediencia, que siguiendo los ejemplos de vuestro celestial Esposo, quien se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, sujetasteis por su amor vuestra voluntad propia, y como una humilde esclava cumplíais las órdenes de vuestros amos como si fueran preceptos del mismo Dios, con lo cual adquiristeis un tesoro inmenso de méritos que ahora forman vuestra riquísima corona en el cielo. Alcanzadnos el espíritu de sumisión y obediencia a nuestros superiores, sujetándonos por amor a Jesús a cuanto nos ordenen, aunque repugne a nuestra naturaleza corrompida.


DÍA SEXTO

LA DULZURA

¡Oh inclita sierva de Dios!, cuyos labios, como panal de miel, destilaban siempre palabras de suavidad y de dulzura, con lo cual ganabais para Jesucristo todos los corazones, haciendo amable la virtud con vuestros suaves atractivos. Alcanzadnos del Señor el espíritu de mansedumbre, para que tengamos paz con Dios, paz con nuestros prójimos y paz con con nosotros mismos.


DÍA SÉPTIMO

LA CARIDAD FRATERNA

¡Oh insigne y caritativa Zita!, cuyo corazón, modelado según el corazón de Jesús, encerraba tesoros de ternura y de amor para todos los hombres, a los que mirabais como hermanos vuestros, miembros de Jesucristo y templos vivos del Espíritu Santo, y a quienes enjugabais las lágrimas con la solicitud de una madre, consolabais en sus enfermedades y socorríais con limosnas, cercenando de vuestro alimento el pan de la caridad que depositabais en su seno. Alcanzadnos del Señor el verdadero amor fraternal, que no se funda en la carne, ni en la sangre, ni en el interés propio, sino únicamente en la divina caridad, a fin de que, después de habernos amado en la tierra como hermanos, descansemos eternamente en el seno de nuestro Padre celestial.


DÍA OCTAVO

LA ORACIÓN

¡Oh seráfica Zital, cuya vida se deshacía perpetuamente como el incienso en el fuego, por medio de aquella altísima oración que en aromáticas espirales subía de la tierra al cielo y, penetrando en las nubes, llegaba hasta el trono del Eterno, quien aspiraba complacido su suavísima fragancia y os concedía cuanto le pedíais. Alcanzadnos un grande amor a la oración, a conversar con Dios y acudir a Él en todas nuestras cosas, con la confianza con que un niño pequeñito acude a su buena madre, a fin de que sea la oración para nosotros la panacea universal, el arma con que triunfemos de todos nuestros enemigos, y mediante ella consigamos la perseverancia final que es la corona de todas las gracias.


DÍA NOVENO

EL TRABAJO

¡Oh gloriosa Zita!, copia acabada de la mujer fuerte de que nos habla el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría, y que, a imitación de aquélla, no descansabais de día ni de noche, ocupada en vuestras labores domésticas, siendo vuestra virtud más especialmente amada la virtud del trabajo. Alcanzadnos este mismo amor al trabajo, cifrando nuestra devoción en cumplir exactamente las obligaciones propias de nuestro estado, trabajando con el deseo único de agradar a Dios, a fin de que nuestras fatigas y sudores se conviertan en otros tantos grados de gloria. Amén.


CAMINATA DE SAN NICOLÁS


 

LOS LUNES DE SAN NICOLÁS DE BARI

Se ha hecho costumbre piadosa visitar los lunes de cada semana el altar del Arzobispo de Mira, San Nicolás de Bari, donde quiera que se levantare a la pública veneración. Para esas visitas de devoción tan laudable son esas plegarias que siguen distribuídas por meses, que ofrecemos a los visitantes asiduos del glorioso taumaturgo. En ellas verán una fórmula práctica y breve de honrar al Santo y de encomendarse a su protección, que, como la de todos los santos del cielo, nos es a todos los fieles de la tierra tan necesaria en la vida cristiana. 


PRIMER LUNES DE S. NICOLÁS

Al entrar en el Templo se hará la primera reverencia al Santísimo Sacramento manifiesto o reservado, rezando devotamente una estación y, terminala, se dirán estas preces:


¡Oh cuán suave es, Señor, vuestro espíritu, que para mostrar a vuestros hijos vuestra dulcedumbre, dándole un Pan delicioso del cielo, llenais de bienes a los hambrientos de él; y a los ricos orgullosos los dejáis sin nada!


L/: Les habéis dado el Pan venido

del Cielo.

R/: Que en sí contiene toda la suerte de espirituales delicias.


ORACIÓN

Oh Dios, que en este admirable Sacramento nos habéis dejado la memoria de vuestra pasión; os suplicamos nos concedáis la gracia de que de tal modo veneremos los sagrados misterios de vuestro Cuerpo y Sangre, que sintamos contínuamente en nuestras almas el fruto de vuestra redención. Vos, que siendo Dios, vivís y reináis por los siglos de los siglos. Así sea.


(Después de este rendido homenaje a la Divina Eucaristía, comienza la visita a San Nicolás en su altar, o ante su imagen).


ACTO DE PRESENCIA

Aquí me tienes, Santo de mi devoción, glorioso San Nicolás, en este lunes dedicado a tu culto por la piedad cristiana. Vengo a visitarte, como tantas otras almas que te guardan gratitud. Y como ellas a pedirte tu protección valiosa sobre mi vida. Admíteme unos momentos junto a tu altar y cerca de tu imagen santa en la que contemplo y admiro la paternal bondad con que acoges a todo el que te busca. Pongo en tus oídos, abiertos a todas las peticiones que te hacemos tus visitantes, mi súplica ferviente con la esperanza de que ha de ser escuchada por tí.

(Aquí se hará la petición humilde de lo que se desea conseguir del Santo Arzobispo de Mira).


JACULATORIAS

San Nicolás, Maestro insigne de la fe Católica, ruega por nosotros, y óyeme. 

-Padre Nuestro, Ave Maríay Gloria.


San Nicolás, defensor ardiente de la divinidad de Jesucristo en el Concilio de Nicea, ruega por nosotros y óyeme..

-Padre Nuestro, etc.


San Nicolás, predicador infatigable del Evangelio de la Iglesia, ruega por nosotros y óyeme.

-PadreNuestro, etc.


Confesaré con mi boca, cultivaré con mi ejemplo y defenderé con mi vida la Fe Católica, Apostólica y Romana.


DESPEDIDA

Me retiro con tu licencia, Santo mío, de tu Altar, con la profunda gratitud que me inspira la generosa audiencia que me has concedido. No me olvidaré de tu nombre que invoqué, ni del propósito que a tus pies hice. Tampoco tú, bendito San Nicolás, te olvides de la petición que puse en tus oídos piadosos. Tú, que tan cerca estás de Dios, que eres un Santo ilustre de su cielo, ruega por mí uniendo a la de la Soberana Reina de los cielos en mi favor tu intercesión valiosa y a la de los Ángeles y Santos y Santas de la gloria, que te acompañan en tu eterna felicidad, a fin de que por la gracia de nuestro Dios y vuestros méritos, sea mi pobre alma hallada digna de subir a esa Corte inmortal por los siglos sin fin. Así sea.

Vuelto el rostro hacia el Sagrario y haciendo una reverencia de rodillas digan:

Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y la Purísima e inmaculada Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora nuestra, concebida en gracia sin mancha de pecado original en el primer instante de su ser natural. Así sea.

(Y con todo respeto y en silencio, salga de la Iglesia el visitante de San Nicolás en su lunes del año).



SEGUNDO LUNES

Todo como el anterior y en lugar de las anteriores Jaculatorias se dicen las siguientes:


San Nicolás, que amaste a Dios con todo tu corazón durante toda tu vida, ruega por nosotros y guíame.

-Padre Nuestro y Ave María.


San Nicolás, que amaste al prójimo como a tí mismo por Dios, ruega por nosotros y guíame.

-Padre Nuestro y Ave María.


San Nicolás, cuyas obras todas fueron hechas en caridad, según el mandato del Señor, ruega por nosotros y guíame.

-Padre Nuestro y Ave María.

(Despedida como la anterior)



TERCER LUNES

JACULATORIA

San Nicolás, Sacerdote piadoso y compasivo, ruega por nosotros y otórganos mi petición.

-Padre Nuestro y Ave María.


San Nicolás, paternal bienhechor de todos los hermanos, ruega por nosotros y concédeme mi petición.

-Padre Nuestro y Ave Maria.


San Nicolás, prodigioso limosnero de almas y de cuerpos, ruega por nosotros y concédeme mi petición.

-Padre Nuestro y Ave María.

(Despedida como el primer día).


ALABANZA

Lleno de dulce esperanza

hoy vengo a ti, Santo mío,

pues en tu bondad confío

de encontrar mi bienandanza.

Yo bien sé que mi confianza

no ha de salir defraudada,

y que veré despachada

mí ferviente petición;

pues calmarás la aflicción

de esta alma atribulada.


ORACIÓN 

Gloriosísimo San Nicolás, humilde y virtuoso Arzobispo de Mira, acuérdate que no se ha oído decir que no alcance tu favor quien a tí se acerca en sus tribulaciones. Confío en tí, espero en tí y te pido seas mi intérprete para con Dios Nuestro Señor, a fin de obtener esta gracia que con toda mi alma te he pedido. Sé mi guía, sé mi salvaguardia  y purifica mi alma. Amén.


-Un Padre Nuestro por los propagadores de esta devoción.

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...