domingo, 5 de octubre de 2025

NOVENA A SANTA ZITA DE LUCCA

 


NOVENA DE SANTA ZITA DE LUCCA, VIRGEN


POR EL R. P. SANTIAGO AUBERT

Misionero Hijo del Inmaculado Corazón de María


SEXTA EDICIÓN

MADRID

EDITORIAL COCULSA

Paseo de Rosales, 48, duplicado

1949


ORACIÓN PREPARATORIA LOS DÍAS PARA TODOS

¡Oh Dios misericordioso y padre de toda consolación!, que amáis a los grandes y a los pequeños, y aún con más predilección a los pequeños que a los grandes; que para manifestarnos este amor vinisteis al mundo con el traje de pobre obrero, y pasasteis treinta años de vuestra preciosa vida trabajando y ganando el pan con el sudor de vuestra frente. Concedednos que, por intercesión de vuestra sierva la criada Zita, amemos la pobreza y el trabajo, y estemos contentos con el estado en que nos habéis colocado, sirviéndoos con la fidelidad con que lo hizo vuestra humilde sierva; a fin de que, después de haberos amado acá en la tierra, tengamos la dicha de veros y amaros eternamente en el cielo. Amén.


DÍA PRIMERO 

ESPÍRITU DE FE

¡Oh bienaventurada Zita!, que desde vuestra infancia casi de continuo meditabais las máximas de la fe, a las cuales ajustabais todos los actos de vuestra vida, toda impregnada y embalsamada por las verdades de la misma fe. Alcanzadnos del Señor el espíritu de fe viva que nos haga pensar, juzgar, obrar y sufrir según sus impulsos.

Pidanse las gracias que se deseen obtener. Y para conseguir ésta y demás gracias, rezaremos tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri.


GOZOS EN HONOR DE LA GLORIOSA VIRGEN SANTA ZITA

Con creciente devoción

el mundo te felicita.

Válganos tu intercesión,

¡oh gloriosa Santa Zita!


De pobres padres nacida,

en el campo te criaste,

y cual rosa perfumaste

el hogar, con santa vida;

tu delicia es la oración,

en la cual Dios te visita.


Siendo niña todavía,

te pusieron a servir;

de criada hasta morir

la cruz llevas cada día;

en tan baja condición,

a su dulce Esposo imita.


Tu alma es como azucena

en pureza y en candor,

por lo que el divino Amor

de caricias te la llena.

A tu manso corazón

sólo un tentador irrita.


«La virtud es hacendosa»,

repetías con frecuencia;

el trabajo es penitencia

y una corona gloriosa.

A trabajar con tesón

tu ejemplo nos incita.


Prestas de tú amo el manto

a un pobre peregrino,

y conviertes agua en vino

para confortar a un santo;

raya tu amor en pasión:

es cual flor nunca marchita.


Son felices los devotos

que tu intercesión imploran;

se consuelan, si ellos lloran,

porque atiendes a sus votos.

Tu constante protección

a invocarte nos invita.


L/: La gracia brilló en tus labios.

R/: Por eso Dios te bendijo para siempre.


ORACIÓN

¡Oh Dios!, que a la bienaventurada virgen Santa Zita, siendo sencilla criada, le concedisteis un reino eterno; os rogamos, por su intercesión, que, sirviéndoos fielmente en la tierra, merezcamos como ella conseguir el reino de los cielos. Por Nuestro Señor Jesucristo. Así sea.


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh gloriosa Zita! rosa de caridad, lirio de pureza y violeta de humildad, que en la humilde condición de criada nos disteis ejemplo de todas las virtudes y os elevasteis a las cumbres de la más alta santidad, y que, olvidada y desconocida de los hombres, formabais las delicias de aquel Señor que se complace en derramar sus dones sobre los sencillos y pobrecitos de la tierra. Alcanzadnos que por vuestros méritos nos santifiquemos en nuestro estado, y menospreciando los aplausos de los hombres, y huyendo de las vanidades del mundo, no busquemos más que a Dios y su santo amor, a fin de que, después de los cortos días de nuestra vida, lleguemos al puerto seguro de la gloria, donde reinemos con Dios y con vos por los siglos de los siglos. Amén.


DÍA SEGUNDO

LA HUMILDAD

¡Oh humilde Zita!, que, como la violeta de los campos, vivisteis escondida a las miradas de los hombres, y, oculta bajo las modestas sombras de la condición de criada, esparcíais a vuestro alrededor el delicadísimo aroma de la humildad más profunda, aroma que el Dios de los humildes aspiraba complacidamente, derramando sobre vuestra alma, en cambio de los tesoros de humildad que encerraba, tesoros de gracias y de carismas celestiales. Alcanzadnos la gracia de ser humildes de corazón y de amar los desprecios de los hombres, a fin de que, viéndonos en esta tierra humillados, nos veamos eternamente ensalzados en el cielo.


DÍA TERCERO

LA MORTIFICACIÓN

¡Oh virgen penitente! que cual azucena rodeada de espinas supisteis juntar de un modo tan admirable la inocencia más pura con la penitencia más austera. Confundidos al comparar vuestra vida tan mortificada con la nuestra tan regalada, deseamos cambiar de costumbres; y para eso, alcanzadnos el espíritu de Jesucristo, que es espíritu de abnegación y de penitencia, a fin de que, después de llevar nuestra cruz tras las huellas ensangrentadas de Jesús, podamos un día participar de sus castas delicias por toda la eternidad.


DÍA CUARTO

LA CASTIDAD

¡Oh virgen prudentísima, gloriosa Zita!, que conservasteis siempre encendida en vuestro corazón la lámpara resplandeciente de la pureza virginal. ¡Oh espejo purísimo de castidad, jamás empañado por el venenoso hálito de la impureza! ¡Oh paloma siempre llena de candor y de inocencia, que fijasteis vuestro nido en el agujero de la peña, Cristo Jesús! Miradnos con ojos compasivos, vigorizad nuestras almas, y dejad caer de vuestras virginales manos lirios de pureza sobre los casados, para que se conserven puros en su estado; lirios de pureza sobre los viudos, para que edifiquen con su modestia, y lirios de pureza sobre las doncellas, a fin de que conserven siempre pura e inmaculada la azucena de su pureza virginal.


DÍA QUINTO

LA OBEDIENCIA

¡Oh bienaventurada Zita!, modelo perfectísimo de obediencia, que siguiendo los ejemplos de vuestro celestial Esposo, quien se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, sujetasteis por su amor vuestra voluntad propia, y como una humilde esclava cumplíais las órdenes de vuestros amos como si fueran preceptos del mismo Dios, con lo cual adquiristeis un tesoro inmenso de méritos que ahora forman vuestra riquísima corona en el cielo. Alcanzadnos el espíritu de sumisión y obediencia a nuestros superiores, sujetándonos por amor a Jesús a cuanto nos ordenen, aunque repugne a nuestra naturaleza corrompida.


DÍA SEXTO

LA DULZURA

¡Oh inclita sierva de Dios!, cuyos labios, como panal de miel, destilaban siempre palabras de suavidad y de dulzura, con lo cual ganabais para Jesucristo todos los corazones, haciendo amable la virtud con vuestros suaves atractivos. Alcanzadnos del Señor el espíritu de mansedumbre, para que tengamos paz con Dios, paz con nuestros prójimos y paz con con nosotros mismos.


DÍA SÉPTIMO

LA CARIDAD FRATERNA

¡Oh insigne y caritativa Zita!, cuyo corazón, modelado según el corazón de Jesús, encerraba tesoros de ternura y de amor para todos los hombres, a los que mirabais como hermanos vuestros, miembros de Jesucristo y templos vivos del Espíritu Santo, y a quienes enjugabais las lágrimas con la solicitud de una madre, consolabais en sus enfermedades y socorríais con limosnas, cercenando de vuestro alimento el pan de la caridad que depositabais en su seno. Alcanzadnos del Señor el verdadero amor fraternal, que no se funda en la carne, ni en la sangre, ni en el interés propio, sino únicamente en la divina caridad, a fin de que, después de habernos amado en la tierra como hermanos, descansemos eternamente en el seno de nuestro Padre celestial.


DÍA OCTAVO

LA ORACIÓN

¡Oh seráfica Zital, cuya vida se deshacía perpetuamente como el incienso en el fuego, por medio de aquella altísima oración que en aromáticas espirales subía de la tierra al cielo y, penetrando en las nubes, llegaba hasta el trono del Eterno, quien aspiraba complacido su suavísima fragancia y os concedía cuanto le pedíais. Alcanzadnos un grande amor a la oración, a conversar con Dios y acudir a Él en todas nuestras cosas, con la confianza con que un niño pequeñito acude a su buena madre, a fin de que sea la oración para nosotros la panacea universal, el arma con que triunfemos de todos nuestros enemigos, y mediante ella consigamos la perseverancia final que es la corona de todas las gracias.


DÍA NOVENO

EL TRABAJO

¡Oh gloriosa Zita!, copia acabada de la mujer fuerte de que nos habla el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría, y que, a imitación de aquélla, no descansabais de día ni de noche, ocupada en vuestras labores domésticas, siendo vuestra virtud más especialmente amada la virtud del trabajo. Alcanzadnos este mismo amor al trabajo, cifrando nuestra devoción en cumplir exactamente las obligaciones propias de nuestro estado, trabajando con el deseo único de agradar a Dios, a fin de que nuestras fatigas y sudores se conviertan en otros tantos grados de gloria. Amén.


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