DEVOCIONARIO DE LA LUZ
Manual de los devotos de la Madre Santísima de la Luz
VISITA A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
Puesto de rodillas ante
una imagen de la Madre Santísima de la Luz, se hace la señal de la cruz y se dice el:
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío. por ser Vos
quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa, mil veces me pesa de
haberos ofendido. Apiadaos de mí, misericordiosísimo Señor, y perdonadme las
ofensas, é ingratitudes que he cometido contra Vos. ¡Cordero de Dios, que con
tu divino poder é inconcebible caridad quitas los pecados del mundo, sálveme
vuestra infinita misericordia; pues me conturban y agitan las tempestades de
mis pasiones! Conducidme por la senda de la penitencia; pues en el alma me pesa
de haberos ofendido, y propongo, con vuestra divina gracia, no volver a pecar
en todos los días de mi vida. Ofrescos en satisfacción de mis pecados todas mis
obras, mis trabajos, mi vida entera; y confío en vuestra inagotable bondad me
daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio, hasta
el fin de mi vida. Amén.
FELICITACIÓN
¡Salve,
Inmaculada Virgen María, Madre Santísima de la Luz! ¡Salve, Lámpara
inextinguible de aquella divina Luz, que ilumina vivísima y esplendorosa
a todo el universo ¡Salve fúlgido y purísimo Candelabro, en el
cual con tan copiosos y deslumbradores destellos brillan los siete dones
del Espíritu Santo! ¡Dios te salve, Virgen incomparable, mil veces más
sublime que el cielo, más pura que el Sol, más cándida que la nieve, más
olorosa que el lirio, más rubicunda que la rosa de primavera! ¡Oh, qué grande,
qué admirable sois! El pensamiento no os comprende, y la lengua
enmudece cuando se resuelve a hablar de Vos. ¡Oh Virgen de la más
sublime santidad, por quien la humana naturaleza, calda en pecado, ha sido
reconciliada con Dios, y admirablemente unida la naturaleza divina en la eterna
Persona del Unigénito del Padre! Vos sola sois la bendita entre todas las
mujeres; porque vos sola sois la que llevasteis la divina bendición en vuestro
seno virginal, y por Vos sola fué librada la primera madre del género humano del
vínculo de la antigua maldición. Ninguna creatura ha habido, ni habrá jamás,
entre los hijos de Adán, que brillase como Vos, con tanta pureza y hermosura.
¡Oh Virgen, Madre más elevada que los cielos, que con el fulgor de tu luz
iluminas a los hombres extraviados por el mortífero gusto á las cosas de la
tierra! Nosotros os veneramos y felicitamos por tanta grandeza, con toda la
devoción del alma, con todo el afecto del corazón. Elogios y alabanzas gloriosísimas
se han dicho de Vos por boca de los profetas; grandes cosas ha hecho en Vos el Omnipotente;
magníficas excelencias y piedades piensan y creen de Vos vuestros humildes y
amantes siervos, los fieles hijos de la Iglesia católica. Nada hay, Señora, que
á Vos se iguale; nada, que, con Vos, pueda compararse. Todo cuanto existe, o
está sobre Vos o debajo de Vos. Sobre Vos, sólo Dios. Debajo de Vos, todo
lo que no es Dios. Os felicitamos, pues, Virgen amabilísima, por tanta gloria,
y quisiéramos que todo el mundo os reconociese y
confesase por aquella bellísima Aurora, que en todo tiempo ha aparecido
brillante con incomparables destellos de esplendorosa luz. Y, pues son tantos y
tan deslumbradores esos rayos vivísimos de Vuestra bondad y de Vuestra gloria,
dignaos iluminar mi alma y alumbrar con ellos los espinosos senderos de mi
vida: para que durante ella os sirva como buen hijo, y después de la muerte os
alabe dichoso por toda la eternidad. Amén.
R/: Por
T i desaparece la noche del pecado.
ORACIÓN
Dios
todopoderoso, que enriqueciste a la Bienaventurada Virgen María con tal
abundancia de vivísima luz y tal pureza de inocencia y hermosura de santidad, que
fuesen capaces de atraeros a Vos mismo a habitar en su seno virginal;
concedednos por su mediación una pureza tal en nuestros afectos y pensamientos,
que nos haga digno templo del Espíritu Santo; con el cual vivís y reináis en
unidad del Padre por los siglos de los siglos. Amén.
ALABANZAS
Dios
te salve, Madre Santísima de la Luz, refulgente Estrella que con
claridad deslumbradora nos muestras el seguro puerto de salvación
Dios te salve, María, llena eres de, etc.
Dios
te salve, clarísima Estrella, cuya luz es vida para los justos v alegría
para los rectos de corazón.
Dios te salve, María,
etc.
Dios
te salve, Estrella nobilísima de Jacob, cuya luz alumbra todo el orbe, y
cuyo esplendor brilla en los cielos, siendo alegría para los bienaventurados,
y
penetra en los abismos, infundiendo temor a los demonios.
Dios te salve, María,
etc.
ORACIÓN
¡Oh
Madre Santísima de la Luz, gloriosa Emperatriz del universo, Torre de nuestra
esperanza y Consuelo dulcísimo de los que vivimos desterrados en este valle de
lágrimas y de miserias! Vuestro amoroso imperio resalta de una manera especial
en el interior del hombre; y en las almas es donde principalmente, entre todas
las criaturas visibles, sois glorificada con Vuestro divino Hijo, mereciendo
por estas gracias conquistas el título de Reina de los corazones. Persuadidos
estamos de que la devoción hacia Vos es, en cada una de las almas, necesaria
para que nos salvemos; y no desconocemos que. Aun algunos entre los mismos herejes
han reconocido que el no sentir hacia Vos estimación y amor es señal infalible de
reprobación. Seros devoto, como dice San Juan Damasceno, es un arma de
salvación que da Dios nuestro Señor a los que quiere salvar. Y no es maravilla;
porque siendo Vos la obra más perfecta de la infinita Majestad, lo mismo en la
tierra por la gracia, que, en el cielo por la gloria, quiere que en la tierra
seáis glorificada y ensalzada por todos los hombres. Conseguidme, pues. Madre
amabilísima, la gracia de una sincera y sólida devoción hacia Vos; para que,
cifrando mi verdadera felicidad en amaros y en serviros siempre, como fiel
siervo y cariñoso hijo, logre una muerte feliz y con Vos la eternidad
dichosísima de la gloria. Amén.
Triunfa,
de Dios Esposa
Dulce
y querida.
Como
el Sol a los mundos
Su
luz envía,
Luz
verdadera
De
paz y de ventura
Das
tú a la tierra.
ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS BENEFICIOS
RECIBIDOS
DE LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Padre amorosísimo y autor Omnipotente de todo cuanto existe,
heme aquí en tu divina presencia, como el hijo pródigo, que, arrepentido de
mis culpas y lleno de confianza vengo a arrojarme en el mar insondable de tu
infinita misericordia. Pequé, ¡Dios mío!
lo confieso lleno de vergüenza; más tú, que no quieres la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva, me concederás el perdón de mis culpas,
interponiendo para ello los ruegos de tu Santísima Madre. Perdón, ¡Dios mío!
perdón, y mi lengua cantará día y noche tus misericordias. Amen.
ORACIÓN
Reina
de los ángeles y de los hombres, aurora la más hermosa, pues eres la Santa
Madre de la Luz increada. Tú eres el tabernáculo de la Trinidad Beatísima; por
eso fuiste concebida sin pecado original. Escala misteriosa de Jacob, por donde
suben y bajan día y noche las oraciones de tus devotos. Bellísima Esposa de los
Cantares, Estrella de la mañana. Torre de fortaleza, Puerta del cielo, espejo
sin mancha, huerto cerrado y refugio seguro de los que en ti creen. Bendita en
el tiempo y en la eternidad. Permite, Señora y Madre mía, que hoy, día de
gracias y mercedes, me acerque a tus aliares saludándote con el Ángel llena de
gracia.
PRIMERA AVE MARÍA
Inmaculada
Princesa
Del
eterno Padre Hija,
Alegría
de los santos,
Reina
de las jerarquías:
Gózome
porque os concede
La
Majestad infinita,
Ser
de su mismo poder
la
Vice-Diosa divina:
Y
que los ángeles todos,
Y
todos los santos digan
Que
sois del poder de Dios
La
más poderosa y rica.
Por
esta merced, Señora,
Que
de la mano divina
Es
por vuestra santidad
Tan
justo a vos concedida;
Humilde
y devoto os ruego
Que,
en mi postrera agonía,
Y
en el último remate.
Tránsito
y fin de. mi vida.
Me
libertéis del demonio
Y
de su cruel tiranía;
Pues
que, viviendo, os saludo
Diciéndoós:
Ave María.
SECUNDA AVE MARÍA
Dulcísima
de Dios Madre,
Objeto
de sus delicias,
Pues
el Señor os crió
Para
su Madre escogida:
Tela
blanca de pureza,
Que
entre todas pura y limpia.
De
ella el Verbo se vistió
Porque
la vio sin mancilla:
Gózome,
blanca Paloma,
Que
quien Madre os apellida.
Con
ser de su Eterno Padre
La
misma Sabiduría:
De
su gloria y su saber
Tan
altamente, María,
Os
corona, que los cielos
Embelesados
se admiran.
Mil
parabienes, os doy:
Gozaos,
Princesa divina,
Y
de mi suerte en el trance
Asistid,
graciosa Niña,
Para
librarme de errores.
De
ignorancias y de insidias.
Y
amparad a quien devoto
Os
saluda: Ave María.
TERCERA AVE MARÍA
Del
Espíritu de amor
Aurora
Cándida y linda,
Y
de sus tiernos regalos
Esposa
favorecida;
Regocijo
de los cielos,
Todos,
Señora, os bendigan
Os
alternen parabienes,
Y
enhorabuenas os rindan.
Porque
vuestro dulce Esposo
Es
espíritu de vida,
Más
que a toda criatura
Os
hizo amable y benigna.
Purpúrea
Rosa, gozad
De
mercedes tan subidas,
Y
de angustias en mi muerte
Libradme
con vuestra vista.
Alcanzándome,
Señora,
Que
pase de aquesta vida
Haciendo
un acto de amor
En
vuestras manos benditas;
Y
que a gozar de Dios vaya,
Donde
en vuestra compañía
Eternamente
me goce
Pues
os digo: Ave María.
ACCIÓN DE GRACIAS
Dios
te salve, llena de gracia: vergel ameno de la misteriosa Sion. Piscina
saludable, por cuya intercesión se calma la justicia del divino Asuero, y que
más fuerte
que 1a valerosa Judit domas las fuerzas del enemigo común de nuestras almas. Al
pronunciar tu bello nombre, Madre Santa de la Luz eterna, mis labios quedan
más dulces que la miel de los panales, y mi corazón arrobado en el más
tranquilo y delicioso éxtasis. Y .si en el borrascoso mar de mi existencia
siempre has
sido el faro luminoso de mi alma, el seguro puerto de mi salvación y la
esperanza más firme de mi dicha eterna, sigue como hasta aquí siendo mi
protectora y mi descanso. Protege, Señora mía, a nuestra Madre la Santa Iglesia
Católica, Apostólica, Romana; da luz y acierto al Sumo Pontífice, a los
pastores de su rebaño y autoridades emanadas de Dios: haz que los pecadores
volvamos al camino recto de la salvación, y nunca dejes de cobijar con el manto
de tu misericordia a esta bella ciudad de León, que risueña se engalana para
celebrar tus glorias. Sí. Señora, y en el día último de mi vida, cuando ya
empañada la vista, cárdenos los labios y muda la garganta me asalten las ansias
de la muerte, sé, como hasta aquí, nuestra piadosa intercesora. Adiós, Señora, 1leno
de confianza me ausento de tu presencia, dándote mil gracias por los
innumerables beneficios espirituales y temporales que me has concedido siempre.
Adiós, Madre nuestra, los Ángeles y las criaturas todas del universo no cesen
un momento de alabar tu nombre por los siglos de los siglos. Amén.
DEVOCIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE CADA SEMANA
ORACIÓN
Poderosísima
Madre y Señora mía, María Virgen, Madre Santísima de la Luz. Oh qué consuelo
siente ¿ni corazón al considerar atentamente esa tu bella Imagen. Por ella se
me recuerda el anhelo y solicitud con que procuras que mi alma no sea presa del
infernal Dragón del pecado: en ella veo la ternura y afabilidad con que
intentas sacarme de la obscuridad de mis vicios: en ella, por último, advierto
cómo vuelves a mí tus hermosos ojos para atraerme al rebaño feliz de tu
Santísimo Hijo ¿Y es posible que esté mi alma tan endurecida, que se mueva á dolor
de sus culpas al ver a tan amorosa Madre? ¿Es posible que esté mi corazón tan
empedernido, que no profese en adelante una verdadera devoción a tan benigna Reina
y protectora? No, Señora, no ya me rindo a las divinas inspiraciones que por tu
mediación recibe mi alma: pero mira que por mí sólo nada puedo, pues que no hay
en mí otra cosa que ignorancias, errores, miserias, flaquezas, corrupción y maldad;
pero con tu poderosa ayuda, primero dar la vida que cometer un solo pecado.
Alcánzame, Madre misericordiosa, la brillante luz de la gracia, para que mis
pasos se dirijan por la senda de los mandamientos: sírveme de guía que me
alumbre para no tropezar en el escollo de la culpa: seas tú el norte que dirija
a la pobre barquilla de mi alma en el mar borrascoso
de esta vida, para que pueda llegar felizmente al puerto seguro de la eterna
bienaventuranza. Amén.
Se rezan siete Ave Marías
a la Santísima Virgen, en la forma siguiente:
A
ti, María, ocurriré;
Que
eres Madre de la Luz,
Y
humilde te pediré,
Por
tu santo Hijo Jesús,
El
que ilumines mi fe.
Dios te salve, María,
Por
ti todo don se alcanza,
Como
que eres mediadora.
En
ti pongo mi confianza
Y
te suplico, Señora.
El
que alientes mi esperanza.
Dios te salve, María,
Madre
llena de bondad,
Del
Santo Espíritu Esposa,
Te
ruego con humildad.
Ave
Fénix amorosa,
Que
enciendas mi caridad.
Ave María,
Puerta
de la santa Sion,
La
más perfecta criatura,
Con
todo mi corazón
Te
suplico, Virgen pura,
Que
aumentes mi devoción.
Ave María, etc.
De
los enfermos salud
La
Iglesia te ha proclamado;
Oye
mi solicitud,
Cura
mi alma del pecado
Y
adórnala de virtud.
Ave María, etc.
Tú
quebrantaste la audacia
Del
enemigo infernal.
Haz
que yo con eficacia
Venza
a este astuto rival,
Alcanzándome
la gracia.
Ave María, etc.
Deseo
en el Empíreo verte,
María,
Madre de consuelo;
Para
alcanzar esta suerte
Ábreme,
Señora, el cielo
Con
una dichosa muerte.
Ave María.
Aquí se hace la petición,
y se reza después la siguiente:
ORACIÓN
¡Oh
sacratísima Virgen María, concebida en gracia sin la culpa original, Reina y
Señora mía: hermosura del Empíreo; Estrella que nació de Jacob, cuyo resplandor
ilumina el cielo y la tierra: Luz agradable de los Santos: Luz clarísima,
que alumbra toda la Iglesia: Luz purísima, de la cual nació el Sol de
Justicia, Jesucristo Salvador del mundo: te suplico humildemente, ¡oh dulce
Madre y Señora mía! recibas estas cortas oraciones, que en reverencia tuya he
rezado: acepta este corto obsequio, que te tributo en este día ante esa sagrada
Imagen, en que te venera la piedad cristiana con el honroso título de Madre
de la Luz. No permitas, Señora, que me deje yo vencer de los asaltos del
enemigo de mi salvación: líbrame de una muerte repentina, y haz que viva de
suerte, como si cada momento fuera el último de mi vida. Alumbra con un rayo de
tu luz a aquellas infelices almas que están en pecado mortal, y, por consiguiente,
en peligro de perder eternamente a tu Santísimo Hijo: mira por la exaltación de
la fe católica, por la conversión de los infieles y herejes, por la
perseverancia de los justos, y por el alivio y descanso de las benditas almas
del purgatorio. Haz que sientan hoy tu particular protección todos los
cristianos que te veneran con el título de Madre Santísima de la Luz; y
experimente yo, aunque indigno y el último de tus devotos, que de ti me viene
la luz de la gracia, que me haga descubrir los muchos precipicios de esta vida para
apartarme de ellos: la Luz del consuelo que dulcifique mis aflicciones y
trabajos: la Luz abrasadora que me encienda en el amor de tu divino
Hijo: la Luz indeficiente que me acompañe hasta mi última hora, y que
llenando entonces mi corazón de alegría y de esperanza, sea cómo el anuncio
seguro de que voy a gozar en tu compañía de la Luz eterna é increada, que
puso en tus virginales manos todas las gracias, para que todas las almas te
fueran deudoras en gran parte de su eterna bienaventuranza. Amén.
María,
Madre de la Luz,
Defiéndeme
del Dragón,
Y
limpia mi corazón
Para dárselo a Jesús
CUATRO MIÉRCOLES DEDICADOS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, crucificado amante: me pesa de todo mi corazón de haberos
ofendido, sólo por ser quien sois: propongo la enmienda, y me pesa de haber ofendido
al Dios de la majestad. Amabilísimo Redentor mío, y os suplico me perdonéis mis
pecados, por las purísimas entrañas de María Santísima, a quien pido, pues es
Madre de la Luz eterna, me comunique luz para confesarlos; dolor con que
llorarlos, y gracia para no cometerlos jamás. Amén.
PRIMER
MIÉRCOLES
ORACIÓN
Eterno Dios y Señor, bajo cuyo poder estuvieron. todas
las cosas visibles e invisibles; y para dárnoslas a conocer y ser en ellas
alabado, quisiste formar a la Madre Santísima de la Luz, que es la primogénita
de tus obras. Infinitas gracias os damos, ensalzando vuestro inmenso poder por
la admirable creación de María Santísima, pues que, en Ella, como primogénita de
todas las criaturas, quisiste echar el resto de tu Omnipotencia, criándola
desde su primer instante Luz con todos los candores de tu gracia, sin permitir la
acometiera ni la más ligera sombra de la culpa; y desterrando tu poderoso brazo
al dragón que feroz y envidioso trataba vengativo deponerle sus asechanzas, hiciste
que obediente besase, con reverencia su invicta planta: y tú, Señora. Luz
admirable. María, que en tu primer instante estuvisteis gracia, como luz de la
misma Luz, pues de tus purísimas entrañas había de nacer la divina Luz, Cristo
nuestro Señor; consígnenos, te rogamos, ¡oh, purísima María! el que jamás nos cerquen
las funestas tinieblas del pecado, sino que, ahuyentadas por tu gran poder,
brillen en nuestras almas la luz y los esplendores de la gracia. Amén.
Nueve Ave
Marías.
OFRECIMIENTO
Elegida
Luz, que asombras
Con
tal gracia refulgente,
Que
aquel brazo omnipotente
Te
preservó de las sombras:
Sin
que de estas la fealdad
Ajase
tus lucimientos.
Que
de Dios los ardimientos
Guardaron
tu claridad.
Pues
las luces que has logrado,
Te
consagran tantas palmas,
Aparta
de nuestras almas
Las
tinieblas del pecado.
GOZOS
Pues
sois la Luz celestial
Que
ilumina al pecador;
Desarmad, dulce María,
De Dios el justo rigor.
Esperanza
sois, Señora,
De
todos los afligidos;
A
ti clamamos rendidos
Como
a nuestra Protectora:
Pues
sois la más clara aurora,
Madre
del divino amor.
Luz
hermosa y celestial.
Escogida
para ser
Madre
del que padecer
Se
dignó por el mortal:
Por
favor tan singular
Que
os hizo el mismo Criador,
Lucero
de la mañana
Sois,
dulcísima María,
Pues
sois el puerto y la guía
Y
la Escala soberana:
Sois
la que á el alba temprana
Aparece
bella flor;
Vos
sois Judit valerosa,
Abigail
en lo prudente,
Rebeca
alta y eminente,
Y
Ester misericordiosa;
Sois
ardiente mariposa
Que
Dios ama con ardor;
Mira
desde esa mansión
A
todos los pecadores,
Y
disfrute tus favores
Quien
te rinde el corazón:
La
Iglesia en esta ocasión
De
ti implora su favor:
Desarmad, dulce María,
De Dios el justo rigor.
SEGUNDO
MIÉRCOLES
ORACIÓN
Soberana Virgen María, en quien el Eterno Padre con su
Unigénito el Verbo divino y el Espíritu Santo admiran la rara y singular pureza
de cuerpo y alma, complaciéndose las tres divinas Personas en tu rara hermosura
y singulares ventajas, con que excediste en pureza y candor a todas las
criaturas; pues, como dice
San Epifanio, como Madre de la Eterna Luz diste luz a los ángeles y a los
hombres, al encarnar en tu purísimo seno el mismo Dios, que es el autor de las
luces y de la gracia. Infinitas gracias rendimos a la Santísima Trinidad,
porque te enriqueció con tan hermoso privilegio: y pues sois Madre de la Luz celestial,
y Abogada de los pecadores, derramad, Reina soberana, en nuestros corazones esa
brillante luz ese amor hermoso al Redentor: enriqueced nuestras almas con
celestiales dones. Así lo esperamos, pues en la obscura y triste noche de
tiempo tan calamitoso en esta vida mortal, apareces Luna herniosa y llena de
los rayos del divino Sol. Estos rayos te pedimos rendidos nos alcances, para
que veamos con claridad en medio de las tinieblas del siglo. Amen.
Nueve Ave Marías.
OFRECIMIENTO
Virgen
y Madre escogida
Para
serlo del Amor,
De
cuyo sacro esplendor
Te
hallaste favorecida:
Fértil
con tanta firmeza,
Que
cuando a Cristo nos diste,
La
naturaleza henchiste
Del
raudal de su grandeza.
Tu
gracia dame, Señora,
ahora
y en nuestra muerte;
y
logremos buena suerte,
siendo
tú la Intercesora.
TERCER MIÉRCOLES
ORACIÓN
Purísima
María, que cual frondoso Ciprés fuiste elevada a la triunfante Sion luciendo tu
hermosura sobre los coros de los ángeles, y recreándose en ella el mismo Dios.
Ea, pues, hermosa Sion, Ciudad santa: vuelve a nosotros esos tus piadosos ojos;
y cual ciprés que extiende benigno sus ramas, extiende, purísima María,
los brazos de tu singular protección sobre todos los moradores de la tierra,
para que asidos todos cual ansiosas avecitas, cuyo sustento y consuelo no es
otro que la firme esperanza en tu bondad, consigamos eficaz remedio en nuestras
aflicciones. Ea, dulce esperanza nuestra, no nos desampares. Vida y dulzura
eres de los míseros mortales; por eso te pedimos nos alcances del Señor una
feliz muerte, principio de la eterna bienaventuranza. Amén.
Nueve Ave Marías.
OFRECIMIENTO
Ciprés
puro, que veloz
Al
monte Sion exaltado,
Tanto
a la cumbre has llegado
Que
tocas al mismo Dios:
Tan
crecido y descollado
Tu
limpio y puro lucir,
Que
no pudo introducir
Sus
tósigos el pecado.
Pues
que gozas tanta gloria
Y
tan múltiple atributo.
Ruega
de tu vientre al fruto
Nos
dé en la muerte victoria.
CUARTO
MIÉRCOLES
ORACIÓN
Sacratísima María, que elevada al Empíreo fuiste constituida y proclamada
por la augusta Trinidad, Reina de los ángeles y Abogada de los pecadores, é iluminas
con tu luz a los cortesanos del Empíreo, y destierras de los pecadores la
calamidad y la miseria. Rogámoste humildemente que con esa esplendorosa Luz
ilumines a los príncipes cristianos y des acierto, a los Prelados de la
Iglesia, y haz que tus devotos conserven pura la fe que prometieron en el
bautismo, destierra las herejías y ruega a Dios por nosotros, para que no nos
separemos de la ley santa de tu Hijo, sino que siguiéndola merezcamos gozarte,
eternamente.
Nueve Ave Marías.
OFRECIMIENTO
Coronada
Reina hermosa,
De
los ángeles Señora,
Del
pecador protectora,
Y
de Dios joya preciosa:
De
los ángeles sois Luz,
De
los hombres norte y guía,
De
los enfermos salud
Sois,
dulcísima María.
Pues
sois de todo lo criado
Reina,
Maestra y Madre pía,
Velad
por vuestros devotos,
Luz
de luces, gran María.
SEMANA DEVOTA
EN
HONOR DE LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, por ser Vos quien sois y porque os amo
sobre todas las cosas, me pesa en el alma de haberos ofendido y para que den
abundancia broten las lágrimas del origen mismo de donde procede la culpa de
este corazón ingrato y tantas veces rebelde, dignaos con cederme vuestro perdón
y vuestra gracia, para que el rigor saludable de la penitencia que por mis
pecados me imponga, ablande mi dureza y triunfe por completo de mi obstinación.
Propongo no volver a ofenderos más: concededme vuestro auxilio, que, en
adelante, viviendo solo para Vos, os sirva con fidelidad hasta el fin de mi
vida. Amén.
DOMINGO
ORACIÓN
¡Oh María Madre Santísima de la Luz! ¡Nueva creatura de Dios y la más
excelente: que ha salido de sus divinas manos; urna purísima de la dad, y
riquísimo tesoro de gracia y de virtud; mi salud, mi consuelo, mi vida! ¡Altar
de oro de los sagrados, inciensos, cuyo perfume suavísimo alegra el Corazón de Dios;
¡Virgen, más brillante que todo rayo de luz! En Vos está toda la gracia para
conocer el camino dé la Verdad; en Vos, toda esperanza de vida y de virtud. Para
agradaros, Madre bondadosísima, y para servir con lealtad a vuestro divino Hijo, en el alma deseo adquirir y practicar la virtud; pues el Espíritu
Santo nos enseña que la virtud sirve para todo como que trae consigo la promesa
de la tranquilidad de la vida presente y de la vida eterna. Y, pues sus caminos
son caminos deliciosos, y llenas de paz todas sus sendas, conseguidme
abundantes gracias para que desde luego prácticamente conozca la necesidad e
importancia de las virtudes cristianas. Que conciba de la virtud grande
estimación, puesto que es preferible a las más elevadas dignidades, y nada
valen en su comparación las mayores riquezas. Haced que aspire siempre al mayor
progreso en toda clase de virtudes; porque verdad cierta es que cuando comenzamos
a no querer ser mejores, pronto; dejamos de ser buenos. Sed en las virtudes mi
Maestra; puesto que después de Dios sois para todo el mundo fuente purísima de
esplendorosa luz; para que dócil a vuestra inspiración y a vuestra gracia, logre
santificarme en la vida y gozar de la gloria eterna en el ciclo. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh
María, Madre Santísima de la Luz! ¡Huerto cerrado y singularísimo, que
constituye las delicias del mismo Dios, Fuente sellada, cuyas aguas no logró
enturbiar jamás el infernal enemigo! ¡Virgen singularísima, cuya hermosura
enamora el Corazón del mismo Dios, y a la cual reverencian amorosos y rendidos
los hombres y aun los ángeles y serafines! Vos sois el sostén de nuestra
naturaleza, que languidece en medio de tantos peligros y caídas. Por Vos rota
la funesta alianza de nuestros primeros padres con la infernal serpiente,
renovase la enemistad del hombre con Satanás, y el género humano recobró la
divina gracia por medio de Vuestro Hijo Jesucristo. Si los desventurados hijos
de Eva nacieron un día sujeto a la muerte, recuperada ya la gracia que antes
poseyeran felices nuestros padres, por Vos nacemos hoy a la vida, y vida eterna
y felicísima. Por vuestra singular pureza y vuestra fidelísima correspondencia
a la gracia, no permitáis jamás que caigamos en el más leve pecado; porque los
que por su desgracia le cometen, hácense enemigos de su alma. Triste es la
pintura que del infeliz pecador hace vuestro divino Esposo, el Espíritu Santo:
y ¿cómo había de dolemos que nuestra alma? "la hija de Sion, perdiese toda
su hermosura;" que "se oscureciese el oro del templo," pues
templo somos del divino Espíritu; y que, por el pecado quedasen feas y "denegridas"
nuestras almas, antes de él "más blancas que la nieve, más lustrosas que
la leche, más rubicundas que el marfil antiguo, y más bellas que el zafiro"
¡Ah! No permitáis, Madre piadosísima, que venga en tiempo alguno sobre nosotros
tal calamidad, á
la cual mil veces sería preferible la muerte. Detenednos y guardadnos con vuestras
celestiales gracias; para que, previniendo el pecado con actos de contrarias virtudes,
conservemos vuestra maternal protección y la amistad de vuestro divino Hijo, y
reinemos después eternamente con Vos en la gloria. Amén.
LUNES
ORACIÓN
¡Oh
María, Madre Santísima de la Luz! ¡Refugio y esperanza nuestra; luz y
santificación de nuestras almas, delicia de nuestros corazones! Vos sois para los
hombres el camino de su vida, y, después de Dios, la causa de su eterna
salvación; Vos, el consuelo de nuestras almas, el bálsamo eficacísimo para nuestras
heridas, la celestial medicina para el mundo enfermo; y la brillantísima
Estrella, que con la esplendorosa luz de su pureza y de sus virtudes, gozase en
iluminar a los hombres, ciegos, en gran parte, por la espesa nube de mortíferas
pasiones que los agitan y enloquecen. A pesar de que estamos destinados para el
cielo, de muchos puede decirse, por desgracia, lo que ya en su tiempo lamentaba
el profeta Isaías: "todos van descarriados por su camino, cada cual, a su
propio interés, desde el más alto hasta el más bajo." dividámonos Con
frecuencia de aquel importante aviso del Apóstol: "A los ricos de este
siglo mándales que no sean altivos, m pongan su confianza en las
riquezas caducas, sino en Dios vivo, que nos provee de todo
abundantemente para nuestro uso. Conseguidnos, pues, Madre piadosísima,
que, teniendo en poco los perecederos bienes de la tierra, á vista de las
eternas riquezas que esperamos odiemos con todas las fuerzas de nuestra alma el
funesto pecado de la avaricia, persuadidos de que 'quien confía en sus
riquezas, caerá por tierra, al paso que los justos florecerán como árbol de
verdes ramas; y de que el mejor destino que puede darse a los bienes con que
Dios nos favorece, es aliviar las necesidades del pobre y del enfermo,
preservar de la seducción al desvalido, propagar la doctrina católica entre los
ignorantes y rendir a Su divina Majestad constantemente y con oportuna
esplendidez el culto que por tantos títulos le son debido. ¡Madre amabilísima!
Que no nos halaguen ni infatúen los miserables bienes de esta vida, pues bástamos
los que nos esperan en la eterna. Que con secretas y convenientes limosnas
redimamos nuestros pecados, y por ellas y con nuestra santa vida merezcamos llegar
a los eternos tabernáculos de la gloria. Amén.
MARTES
ORACIÓN
¡Oh
María, Madre Santísima de la Luz! ¡Lirio candidísimo de pureza: Madre
inmaculada, que, concibiendo por obra del Espíritu Santo, permaneces siempre
Virgen, y eres, sin experimentar dolor, la más pura de las madres! A Ti ha
descendido; para llenarte de su gloria, el Hijo del Eterno Padre, y el Espíritu
Santo, por medio de una operación inefable, te cubrió con su sombra; ¡Oh,
Virgen y Madre admirabilísima, que con divino Fruto de inconcebible pureza
libras al mundo de las funestas consecuencias del pecado! Líbranos, en especial
a nosotros, de toda culpa que pueda mancillar la virtud de la pureza; y haznos
comprender a viva luz la importancia de aquella divina sentencia: "No
te dejes arrastrar de tus pasiones, y refrena tus apetitos. Si
satisfaces los antojos de tu alma, ella te hará la risa y fábula de sus
enemigos” porque "nuestros cuerpos son miembros de Cristo"
nuestro Señor, y mientras permanecemos en su gracia, somos templo del Espíritu
Santo. Derrama, Virgen purísima, sobre mi alma, gracia poderosa que fomente con
eficacia en mi corazón el amor a la pureza y la práctica de la más delicada
castidad; y que, aun entre los angustiosos esfuerzos de las frecuentes luchas
que haya de sostener en defensa de la pureza, sostenga mi debilidad y
constantemente me recuerde aquel encomio preciosísimo que Tu divino Esposo, el
Espíritu Santo, hace de esta virtud: "¡Oh, cuan bella es la generación
casia con esclarecida pureza! Inmortal es su memoria, y en honor delante
de Dios y de los hombres." Ampárame, Madre amabilísima, entre los
multiplicados peligros de lecturas, conversaciones y escándalos que por todas partes
me rodean; para que, fiel a la castidad en esta vida, merezca el eterno galardón de la gloria. Amén.
MIÉRCOLESORACIÓN
¡Oh
María, Madre Santísima de la Luz! ¡Perfecta é inmaculada paloma, en que tanto
se complace el Espíritu Santo; paloma incomparable, más pura que la luz del
cielo, cuya belleza forma las delicias del mismo Hijo de Dios; paloma purísima,
cuya sencillez e inocencia no puede comprender la inteligencia del Hombre, Vos
sois el fresco rocío, que templa y fecundiza nuestro árido corazón, y la serena
Luz de nuestra mente oscurecida por el hálito abrasador de las pasiones! Vos
sois la creatura amabilísima que más se aproxima al Creador; y así como no ha
habido jamás quien se aventajase á Vos. así habrá nunca después de
Vos quien se eleve a tan alto grado de santidad. Grande obstáculo para ella es
la ira; porque, como nos enseña vuestro divino Esposo, "la ira y el
furor exaltado no dejan lugar a la misericordia, y el ímpetu de un
hombre arrebatado ¿quién podrá soportarle?" Y en cambio, es elemento
muy poderoso para la santidad, la paciencia que tolera todo cuanto puede sobrellevarse;
que todo lo sufre con gusto, y gozase en todo género de tribulaciones; que
agradece al Señor de corazón las adversidades que la cercan, y al adversario, que
es causa de sus padecimientos, reconócele como, singular bienhechor. Quien a
esto aspira, y en estos bellísimos ensayos de heroicidad cristiana emplea su
actividad y sus talentos, mucho tiene adelantado para ser santo e imitaros a
Vos, Madre amabilísima, aunque desde muy lejos, en Nazaret y en el Calvario.
Que esto es lo que, para que lleguemos a ser santos, nos recomienda vuestro
Hijo, al decirnos: "Dichosos seréis cuando ¡os hombres por mi
causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren con mentira toda
suerte de mal contra vosotros. Alegraos entonces y regocijaos, porque es
muy grande la recompensa que os aguarda en bs cielos." Conseguidme,
pues. Madre Santísima de la Luz, que, abriendo los ojos del alma a la
meditación de estas verdades evangélicas, me esfuerce desde luego en ser
paciente, sufriendo por Dios con serenidad y alegría los
sucesos desagradables que me sobrevengan en los desprecios, enfermedades,
pérdida de bienes, de fortuna, en la muerte de las personas queridas, y aun en
las más angustiosas aflicciones del alma. “Porque las aflicciones tan breves
y tan ligeras de la vida presente nos producen el eterno peso de una
sublime é incomparable gloria." Que a ésta aspire y o con eficacia, y
ésta consiga por vuestra intercesión poderosa, alabándoos por toda la eternidad.
Amén.
JUEVES
ORACIÓN
¡Oh
María, Madre Santísima de la Luz! ¡Mesa de oro preciosísima, que nos ofrece el
Pan de verdadera vida, pan dulcísimo y único que satisface las frecuentes ansiedades
del alma! ¡Virgen dignísima de perpetua alabanza, como no existió ni existirá
jamás otra alguna; verdaderamente bendita entre todas las mujeres,
pues sólo Tú nos ofreces el Fruto de eterna bendición! ¡Virgen sobre todas las
vírgenes admirable nacida para los goces de la divina bendición, que encaminas
al ciclo con el Fruto bendito de tu seno purísimo a los que la Eva infeliz, por
su funesta intemperancia, sumergiera en el profundo abismo del pecado! A Ti
figuraba aquella tosca piedra, de la cual brotaron para el sediento pueblo de
Israel, abundantes y cristalinas aguas, significando que brotarían de Ti en
favor del universo el don y el refrigerio de mi la gracia. Mal se concilian con
la gracia, por desdicha nuestra, las intemperancias con que a veces se ofende
en el mundo a Dios nuestro Señor, por innobles excesos en la comida y en el
beber. Con grande detrimento de su alma ólvídanse muchos de aquel precepto del Apóstol,
tan conforme al espíritu del catolicismo: "Andemos con decencia y
honestidad, como se suele andar durante el día; no en comilonas y
borracheras; más revestíos de nuestro Señor Jesucristo, y no busquéis
cómo contentar los antojos de vuestra sensualidad." Porque, se nos ha
dado el cuerpo para que honestamente le alimentemos, no para que le
complazcamos; para que le dominemos, no para que él nos domine; y para que nos
sirva, no para que le sirvamos a él. Y los desórdenes que contra estos divinos
designios se cometen, son tan funestos, que el Espíritu Santo se lamenta de
ellos diciendo: "¿Para quién son los ayes? ¿para qué padre son
las desdichas? ¿contra quién serón las riñas? ¿para quién los
precipicios? ¿para quién las heridas sin motivo alguno? ¿quién trae los
ojos encendidos? ¿No son éstos los dados al vino, y ¡os que hallan
sus delicias en apurar copas?" Triste pintura, Madre amorosísima, que,
si necesitase comprobación, ofreciéranla muy cumplida los desórdenes y desgracias
que muchas veces lamentamos, y que, sobre producir escándalos y escaseces, causan
en algunos, por desgracia, la perdición eterna. ¡Ah! No lo consientas, Madre
Santísima de la Luz. Líbranos de tan terrible desgracia, y a nuestro pueblo líbrale
de tal deshonor y de tantos males. Consíguenos de tu divino Hijo la gracia de
la templanza, y que tengamos presente sin cesar aquella sabia prevención riel
apóstol San Pedro: "Sed sobrios, y estad en continua vela;
porqué vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente
alrededor de vosotros, en busca de presa que devorar." Haz con
tu maternal protección que nos mortifiquemos en la vida, para hacernos dignos
de los eternos goces del cielo. Amén.
VIERNES
ORACIÓN
¡Oh
María, Madre Santísima de la Luz! ¡Aura santísima y vivificante, que ahuyentas
de tus verdaderos devotos en la tierra los espíritus malignos! Tú sola superas
todos los méritos de los santos, y descuellas con admirable abundancia de dones
y de gracias sobre los coros todos de los ángeles. No hay entre las maravillas
de la naturaleza creatura tan hermosa, que pueda asemejarse a tu incomparable
belleza. A Ti representaba aquella abrasada zarza, que veía Moisés quemarse sin
consumirse, y te mostraba llena de la majestad de Dios. Tú eres la más preciosa
primicia de la nobleza y de la recuperada honra de la naturaleza
creada, que consigues la libertad de los hijos de Dios a los que yacen
oprimidos por la servidumbre del pecado. Por Ti, el hombre caído se ha reparado
de su ruina y ha logrado reconquistar los fueros de su primera dignidad.
¡Cuánta y cuan sólida grandeza! Pero a la incomparable grandeza tuya, Virgen
purísima, opónese por extremo la bajeza nuestra cuando nos oprime la inmensa
desgracia de caer en pecado. y en especial cuando somos víctimas del pecado
rastrero de la envidia. Porque "por la envidia del diablo entró la
muerte en el mundo, é imitan al diablo los que son de sil bando," como
nos enseña el Espirita Santo. Y triste es reconocer que, olvidados de
Dios, y de su alma, los envidiosos son más inclementes que las
fieras, e iguales y aún peores que los demonios; porque de ordinario las fieras
ármanse contra nosotros, sólo cuando están hambrientas o las provocamos;
los envidiosos alimentan sus prevenciones y sus odios a veces entre los
mismos beneficios que reciben:
guerra, crudelísima nos hacen ciertamente los demonios, y sin embargo, no se la
hacen ellos mismos entre sí; mas entré los hombres, destinados todos ellos para
el cielo, no es raro, por desgracia, que ardan disensiones y rencores, nacidos
del funesto pecado de la envidia. Líbranos por tu amorosa clemencia, oh Madre Santísima
de la Luz, de tan grave mal, y haz que fomentemos cuidadosos en nuestra alma el
más sincero amor hacia nuestros prójimos, gozándonos en sus felicidades y
doliéndonos de sus desdichas; porqué señal
es de verdadero amor de Dios el amor sincero que profesemos a nuestros
hermanos. Que la entrañable caridad que, por la divina gracia, con ellos tenga en
la vida, me abra un día las puertas de la eterna gloria. Amén.
SÁBADO
ORACIÓN
¡Oh
María, Madre Santísima de la Luz! Humildemente postrados a vuestras plantas os
saludamos con amorosa reverencia, aclamándoos bienaventurada hasta el fin.
Felicitándonos de ser vuestros siervos amantes y rendidos, nos alegramos de
vuestra gloria y engrandecemos con todo el gozo de nuestra alma al Dios
todopoderoso, que hizo en Vos cosas tan admirables. Vos sois el místico
Paraíso, en que de nuevo aparecieron la inocencia y la virginidad de nuestros
primeros padres; y abriendo con vuestra maternal mediación el paraíso de la
gracia a los que de él habían sido arrojados por el pecado, los conducís benigna
y amorosa a un reino felicísimo que nunca tendrá fin. Pero para llegar a este
reino de inacabables delicias, preciso es, oh Madre piadosa, y amabilísima, que trabajemos
en la medida de nuestras fuerzas. Así nos lo enseña vuestro divino Esposo,
cuando nos dice; "Todo cuanto pudieres hacer de bueno, hazlo sin
perder tiempo; puesto que ni obra, ni pensamiento, ni sabiduría, ni
ciencia, ha lugar en el sepulcro, hacia el cual vas cometido." Perezosos
son y muy poco cuerdos, los que quieren reinar con Dios, y no trabajar por El; alégrense
con los eternos premios que nos están prometidos, y retráelos el temor de
combatir y de vencer sus pasiones, envalentonadas, y avasalladoras ya talvez,
por la benignidad con que han sido consentidas. Por eso, con mucha razón se ha
dicho que "los deseos consumen al perezoso, pues sus manos no quieren trabajar
poco ni mucho." Y si aún los diligentes encuentran obstáculos poderosos en
el camino de la virtud ¿cómo no han de hallarlos los perezosos, con grave temor
de poder vencerlos? Mostrad, pues, vuestra piedad, Madre tiernísima; en asunto
de tanta trascendencia, y haced que detestando con toda nuestra alma la pereza
en el cumplimiento de nuestros deberes y en el servicio de Dios, nos excitemos
a ser diligentes y animosos, trabajando sin cesar por conseguir nuestra
santificación en esta vida y los premios eternos en la otra. Amen.
NOVENA A LA INMACULADA VIRGEN MARÍA
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
Del P. Pedro de Echavarri, de la Compañía de Jesús.
1740.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, verdadera Luz de ciclos y tierra, que eclipsada en la Cruz con
la funesta sombra de mis cúlpasenos sacaste de las tinieblas del pecado al
resplandor de la gracia: por lo que padeciste por mí, y por quién eres, me
pesa. Dios mío, de todo mi corazón de haberte ofendido: propongo una firme,
enmienda, y pecar más, y espero en vuestra bondad y misericordia infinita, me
has de perdonar por tu preciosa Sangre y por los méritos de tu pasión y muerte.
Amén.
PRIMER
DIA
ORACIÓN
Soberana Emperatriz de los cielos, María Madre Santísima
de la Luz, dignísima de Cristo, verdadero Sol de justicia: postrado a tus pies,
y reconociendo mis graves culpas, te ruego y suplico por la Sangre de mi
Redentor, que me comuniques el cuidado debido en la observancia de los divinos
preceptos a que me inclina con inspiraciones continuas el ángel de mi guarda,
uno de los que forman el primer coro de los celestiales espíritus. Haz,
Soberana Princesa, que los imite y o en la pureza y en el conato de cumplir en
todo, la voluntad de tu santísimo Hijo Jesús, qué. con el Padre y el Espíritu Santo
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Siete Ave Marías
DEPRECACIÓN
Espíritu
Santo Paráclito, consolador y lumbre de las almas, Dios y Señor nuestro, a
quien se atribuyen especialmente las obras de la justificación, como indicios de
tu eterno amor; yo te doy infinitas gracias por los dones y excelencias
incomparables con que sublimaste a María mi Señora, Madre Inmaculada de la increada
Luz, Esposa tuya dignísima: y te suplico por sus merecimientos unidos a los de
su precioso Hijo nos concedas un dolor intensísimo de mis culpas, para que así,
quede digno, de tu amor y de tus dones; y por último logre, gozarte eternamente
y adorarte con el Padre y con el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.
Acabado esta oración
gratulatoria, se dice al Niño Jesús, esta:
ORACIÓN
Dulcísimo
Jesús, que a la mano siniestra de María tu clarísima Madre, recibes de un ángel
los humanos corazones arrepentidos de sus culpas, y encendidos en tu amor. Haz,
Señor dulcísimo, por los méritos de tu pasión y muerte, y por los que te
complaciste en la pureza sin igual de tu Madre, que mi corazón deteste los
errores y pecados que ha cometido, y, se abrase en tu divino amor, para que sea
digno de que mi ángel de guarda te lo presente, y eternamente te lo consagre,
porque así te ame en los siglos de los siglos sin fin. Amén.
Acabada la petición, se
dirige el corazón a la Madre Santísima con esta:
DEPRECACIÓN
Augusta, soberana Virgen, Reina de tos ángeles y de todos
los bienaventurados, Inmaculada Madre de la Luz, que concebiste de tu sustancia
y diste a luz la Luz eterna de los cielos y tierra, Cristo Jesús verdadero
Hombre; postrado a tus pies humildemente, te suplico me alcances de tu soberano
Hijo, el favor que en esta novena te pido: y que en este y los demás negocios y
cuidados de mi vida, el principal sea siempre en mi atención aquel uno
necesaria, que consiste en servir y amar a Dios de todo corazón. Haz,
benigna y poderosa Reina, que, libre de la boca del abismo y su infernal
dragón; viva mi alma eternamente en tu compañía, alabando a Dios como los astros
del firmamento, y cooperando con sus luces al resplandor incomparable de la
tuya que es Luz de la Luz de tu Hijo, rayo de su esplendor y ornamento de su
gloria. Amén
ORACIÓN FINAL
A
ti ocurro ¡oh Madre Santísima de la Luz! Reina soberana de los ángeles y de los
hombres, como a mi seguro puerto a solicitar tu protección y amparó. Tú, eres
Señora de este ingrato siervo; Madre de este indigno hijo; y salud de este
desvalido enfermo, concebido en flaquezas y miserias: pero Tú como Señora todo
lo puedes; como Madre todo lo suples, y como Salud todo lo curas: puedes hacer
de un siervo inútil un diligente esclavo; de un hijo indigno quien dignamente
te reverencie, y de un enfermo un espíritu Santo. Desata las prisiones de los
que ciegos sirven a sus pasiones, y la de los cautivos; ayuda a los flacos: pon
en descanso a las afligidas almas del Purgatorio; remedia todas las necesidades
de nuestra Santa Madre Iglesia, pues eres Luz resplandeciente para todos, y a
mí que me acojo a tu amparó, concédela a mi atribulado espíritu para que camine
por la senda que sea más agradable a tu Hijo santísimo, y de tu mayor servicio.
Esto sólo te pido, esto sólo deseo y esto me atrae a tus aras, y he de salir
triste de donde todos vuelven con consuelo, por el amor con que te aman el
Eterno Padre, su Hijo y tuyo Santísimo, y el Espíritu Santo, cuyas tres divinas
Personas son un solo Dios verdadero que vive y reina eternamente. Amén.
SEGUNDO DIA
Dulcísima
Virgen María, Madre purísima de la Luz y Madre nuestra clementísima, que te ves
obsequiada de los arcángeles, como ministros de Dios en los negocios más graves
de su servicio: suplícote, Reina amabilísima, por los merecimientos de tu Hijo y
tuyos, y por los que Dios se complace en este segundo día, que me concedas el
que coopere con ellos a cuanto fuere de la mayor gloria de Dios; y el negocio,
que en esta Novena solicito, dirigiéndolo á
su
mayor alabanza, y a su mayor utilidad. Amén.
TERCER DIA
Soberana
Virgen María, Madre clarísima de la eterna Luz, que inspiras sobre aquellos
celestes espíritus que se llaman Principados. Haz, Señora, que en nosotros
ejerzan tu empleo, alumbrándonos, é instruyéndonos en el cumplimiento de nuestras
obligaciones, o por sí, o por medio de los ángeles y arcángeles sus inferiores;
y alcánzanos también de Dios lo que pido en esta Novena, enderezándolo a mayor
honra, tuya y gloria de tu esclarecido Nombre. Amén.
CUARTO DIA
Santísima
Virgen María, Madre Inmaculada de la Luz, postrado a tus sagrados pies le pido
rendidamente me encomiendes, a las Virtudes que componen el cuarto coro de los
espíritus soberanos, y pues por ellos obra Dios las grandes maravillas de su poder,
haz por su medio que en mi alma se practique el milagro de una grande
conversión a Dios, de suerte que en adelante no desee ni aspire sino a lo que
fuere de la mayor gloria divina, y que por sus merecimientos unidos a los tuyos
y los de tu Hijo, alcance feliz éxito en el presente cuidado, dirigiéndolo en
todo a tu sagrado beneplácito. Amén.
QUINTO DIA
Soberana
Virgen María; esclarecida Madre de la Luz, y Reina de las Potestades, por cuyo
medio refrena Dios el Orgullo de los espíritus apóstatas y rebeldes, haz;
benignísima Princesa, qué también por su medió sé reprima el furor dé mis
enemigos, y que mi alma se libre de caer en la boca del abismo y en las fauces del
infernal dragón, para que sea trofeo de su poder y misericordia. Te suplico,
asimismo, encamines el negocio de esta Novena a mayor gloria de Dios, honra tuya
y bien de mi alma. Amén.
SEXTO DIA
Purísima
Virgen María, Madre de la Luz increada, Reina, poderosísima, que ejerces tu
señorío y majestad en las mismas Dominaciones, que son los espíritus,
soberanos, que presiden a los inferiores coros como ministros de Dios
ejecutores de su rectísima voluntad. Haz, Señora, que logremos el dominio de
nosotros mismos, venciéndonos y sujetando nuestros apetitos a la razón, para
que observemos enteramente los divinos preceptos. Y concédeme también el favor
particular que pido en esta Novena, a mayor gloria de Dios. Amén.
SEPTIMO DIA
Virgen
benditísima María, Madre de la eterna Luz, que eres trono augusto de la
Santísima Trinidad, y por eso reina de aquellos espíritus, en quienes descansa
Dios como en asiento y trono de la grandeza y majestad. Por estos altísimos
Príncipes, y especialmente por tu Hijo, Rey y Señor de todos, te ruego que mi
alma llegue a una pureza tal, que merezca hospedar en ella a Dios, tan de
asiento, que sea como trono de su agrado y complacencia: y el favor que pido en
esta Novena, dirígelo, suavísima Señora, al fin del mayor obsequio de mi Dios. Amén.
OCTAVO DIA
Sapientísima
Virgen y Madre de la eterna Sabiduría, por ser Madre Inmaculada de la Luz,
María Reina de los querubines, así llamados por la plenitud de ciencia y
sabiduría que gozan: alcánzame de Dios la ciencia más provechosa, y la que es
ciencia de los Santos, un temor de Dios filial y reverente con que quiera
perder todas las cosas antes que incurrir en ofensa suya. Haz, Reina y Señora,
que en esto los imite: y juntamente intercede con tu soberano Hijo, a favor de
lo que solicito en esta Novena, ordenándolo enteramente a su divina rectísima
voluntad. Amén.
NOVENO DIA
Amantísima
y amabilísima Virgen María, Madre de la eterna Luz, Esposa dignísima del
Espíritu Santo, en cuyo purísimo amor te abrasas, como Emperatriz de los
serafines, aquellos supremos espíritus que se aventajan a los otros por el
imponderable fuego que respiran, en que arden, y con que aman incesantemente a
Dios. Consigue de Su Majestad, Señora, que mi alma se encienda en el fuego de
ese mismo amor, de suerte, que se derrita en él y se transforme en Dios
únicamente amado. Alcánzame también el éxito feliz en el negocio, que
especialmente pido en esta Novena a mayor gloria de Dios y honor tuyo Madre
amabilísima de la Luz. Amén
PARA
CELEBRAR CON PROVECHO ESPIRITUAL LA FIESTA
DE
LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
Purísima
siempre Virgen María,
y
conseguir de Dios Nuestro Señor, con esta soberana invocación los dones y gracias
que se le piden.
ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Dios Triduo y
Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien creo, en quien espero, a quien amo:
conozco que siendo tú mi Padre, no te amé: siendo mi Redentor, te desprecié;
siendo mi bienhechor te correspondí: conozco que me olvidé de ser hijo, de ser
fiel, y de ser agradecido: conozco con cuántos títulos he merecido tu ira y mi
perdición; pero ya, Señor, confieso que pequé contra el cielo, y delante de ti;
me pesa de haberte ofendido, sólo porque eres Dios, porque eres suma hermosura y
digno de ser amado; propongo no ofenderte más, y enmendar mi vida, según tu
santa ley. Y a ti, Madre Santísima de la Luz y Patrona nuestra, bien veo cuánto
te he agraviado en ofender a tu amorosísimo Padre, Hijo y Esposo: pero te
prometo no darte más disgusto: y así has presente al Eterno Padre, que eres su
Hija: a tu Santísimo Hijo, que eres su Madre y nuestra; y al Espíritu Santo,
que eres su Esposa, para que por tu medio consiga gracia con que sea yo infiel,
ni ingrato, sino verdadero hijo tuyo y de la Santísima Trinidad, que sea
bendita y alabada siempre de todas las criaturas. Amén.
DÍA PRIMERO
No ha hecho Oíos criatura
más excelente, más amable, ni más hermosa que María. No hay criatura ni más
noble ni más poderosa, ni que menos necesite de nosotros; con todo nos tiene
tanto amor, que bajó en su Imagen de la Luz al mundo, deseando que yo sea su
hijo, y nombrándose mi Madre: ¿Y yo no la he de tener por Madre? ¿Y mi corazón,
no se deshace ni se abrasa todo en amor de María?
ORACIÓN AL ETERNO PADRE
Clementísimo Eterno
Padre, Dios y Señor del Universo, que quisiste que tu Santísima Hija te imitara
de algún modo en enviar sil Imagen al mundo por amor a los hombres, para
remedio de todas nuestras necesidades espirituales y temporales; te damos infinitas
gracias por tan singular beneficio: y a ti, Soberana Señora, acompañada de los
ángeles, arcángeles y tronos, te agradecemos el amor con que viniste para
nuestro amparo, y para manifestar que como divina misionera nada más deseas que
nuestra eterna salvación y que le tengamos y reconozcamos por Madre. ¡Oh, y
cuánto deseas que te busquemos como hijos! Indignos de
serlo somos, dulce Señora; pero si tu amor, con todo, quiere que lo seamos, por
Madre te tenemos, como á Madre te amamos y como Madre, de tu mano
queremos los bienes de esta vida y los de la otra. Amén, Jesús.
Aquí se rezan
tres Ave Marías y tres veces el Gloria Patri en honra de la Santísima Trinidad.
ORACIÓN DEPRECATIVA
Santísima Madre de la
Luz, Purísima Virgen María, pues tú misma dices que vienes para remedio de los
que le buscaren en sus necesidades, no desdeñes mis súplicas cuando
humildemente imploro tu favor: inclina a mis ruegos tus misericordiosas
entrañas y tu amoroso corazón, para que yo consiga lo que deseo y pido en este
sagrado Triduo, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra tuya y provecho
de mi alma. Amén.
Aquí cada una
hace con viva fe su petición a la Madre Santísima; después se prosigue con la
siguiente:
Hermosísima Virgen María,
Madre Santísima de la Luz, Madre y Señora nuestra, que, siendo Templo de la
Santísima Trinidad, vienes a buscar entre los hombres un templo en que colocar
tu Imagen, y quieres que cada uno sea templo vivo de esa tu soberana invocación,
para que sea guía de los pecadores que erraron el camino de la eterna
salvación, Luz de los ciegos, salud de los enfermos, resurrección de los
muertos, socorro de los pobres, libertad de los cautivos, consueto de los
afligidos, amparo de los perseguidos, alegría de los tristes, asilo universal de
todos, y manantial continuo de beneficios: haced, Madre Santísima, que nos
acordemos que somos templos vivos de Dios. Representad a nuestro Criador, cómo
salimos de su omnipotencia, a imagen y semejanza suya, para que no permita en
ofensa suya, que seamos semejantes al demonio, sino que restaure y perfeccione
la imagen que crió, mejorándola en los justos, avivándola en los tibios, y en
los pecadores renovándola. Y tú, Madre mía, de la claridad de tu Imagen
desprende un rayo de luz, que nos dé a conocer la grandeza de ser
templos e imágenes de Dios, para que, no borrándolas nunca por la culpa, nunca degeneremos
de hijos suyos y tuyos. Amén.
DÍA SEGUNDO
María Santísima, Madre de
la Increada Luz, siendo Reina y Señora de todo el mundo y Emperatriz del cielo,
es tan humilde que hasta en su rostro lo manifiesta: ama tanto a los pobres y a
los humildes, que de ellos se vale para cosas grandes de su gloria, despreciando
a los poderosos y soberbios. ¿Y me atreveré y o a ser soberbio y altivo con mis
prójimos y con los pobres y humildes?
ORACIÓN Á JESUCRISTO
¡Oh amantísimo Redentor
nuestro Hijo Unigénito del Padre y verdadero Hijo de María Santísima, Virgen Purísima!
te damos cuantas gracias podemos, porque te imitó en algún modo la Imagen de tu
Santísima Madre en venir como tú al mundo por amor de hombres; y porque
quisiste, para que aún en esto fuera tu Imagen y semejanza, que como tú te valiste
de unos hombres rudos y humildes para acreditar tu fe, así tu Santísima Madre,
para crédito y fe de su palabra, se valiera de una humilde y simple sierva vuestra.
Y a ti, humilde Señora y dulce Madre nuestra, que aun en tu imagen muestras camino
te exaltó tu humildad hasta sobre los soberanos espíritus acompañada de las
Potestades, Principados y Dominaciones, y hasta poner vuestras plantas sobre tres
hermosos serafines; te damos los parabienes por la dignidad que gozas y la
elevación en que te vemos; y te pedimos una verdadera humildad, con que,
conociendo que somos nada, y que todo se lo debemos a Dios y a ti, imitemos tu
humildad y la de tu Santísimo Hijo, para ser exaltados en la gloria y cantar tus
misericordias por toda la eternidad en compañía de los ángeles y santos. Amén,
Jesús.
Lo
demás, como el día primero.
DÍA TERCERO
María Santísima, Madre de
la Luz es Madre del amor. Nada aprecia más, ni le podemos ofrecer cosa mejor
que nuestro amor. Por eso quiso que la Santísima imagen se pintase con la mayor
expresión del amor, que es sacar de la boca del dragón infernal aquella alma, y
mantenerla estrechamente asida con su mano, para que no vuelva a caer: quiso
también que aquel ángel presentara en un azafate los corazones de los hombres a
su Santísimo Hijo, para que tomándolos uno a uno, menos con su vista, que, con
su contacto, los encendiese en caridad y amor. También quiso para acreditar
este amor, despedir de sí, cuando se apareció, un torrente de luz tan viva y
tan copiosa, que en su comparación hubiera parecido una lucerna del campo el
mismo sol. ¿Y podré yo aborrecer a mi prójimo? ¿Podré hacerme ciego, sordo y
mudo a su necesidad, siendo todos hijos de un padre y una madre celestial?
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh amabilísimo Espíritu
Santo! centro del amor eterno y Esposo de la Virgen María, que quisiste te imitara
en algún modo la Madre Santísima de la Luz, en bajar tan colmada de excesivos
resplandores que decía aquella gran sierva de Dios, no podía concebir cómo
pudiera ser mayor la luz del día eterno en la gloria; en lo cual nos
manifiestas cuánto deseas encender los hombres en amor de Dios y de María, a quien
tanto enriqueciste con sus dones y gracias; te damos infinitas gracias por tan
grande amor; y acompañados de las Virtudes, Querubines y Serafines, damos a tu
santísima Esposa los plácemes y parabienes, de que venga a suceder en
parte en el empleo de su divino amante Esposo. Y tú. amabilísima y dulcísima Señora,
que tanto deseas nuestra eterna salvación y perfección, haz que sólo con
mirarte é invocarte, Madre Santísima de la Luz, prenda en nosotros fuego que
abrase y ablande nuestros duros corazones, para que queden con más y más
luz de tus excelencias y blasones, para conocerte y para amarte; y que cada día
se enciendan, abrasen y consuman tu amor, a fin de que, siguiendo tu voluntad, no
hagamos, ni intentemos más que lo que tú nos inspirares y lo que tú quisieres,
con lo cual agradaremos a la Santísima Trinidad. Amén, Jesús.
Lo demás,
como el día primero.
GOZOS EN OBSEQUIO DE LA VIRGEN MARÍA, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
¡Oh
Fuente de resplandores!
Estrella
del mar y guía,
dadnos
luces, Madre pía,
á
justos y pecadores.
ab
aeterno te eligió,
y
Madre te declaró
de
la Luz indeficiente.
Tu
grande Soberanía
despide
mil resplandores:
Son
tales tus luces bellas
que
a los Infiernos asombras,
y
en tu presencia son sombras
las
luces de las estrellas.
Excedes
con gallardía
de
Luna y Sol los primores:
Dos
hijos en tu regazo
sustentas
con lazo estrecho,
al
Niño Dios con tu pecho,
al
pecador con tu brazo.
Al
alma que parecía
libras
de eternos ardores:
A
ver el claro arrebol
de
tu rostro refulgente,
el
serafín más ardiente
te
venera como a un Sol.
Desde
el cielo nos envía
Luz
con que nos acalores:
Pues
en ti, Madre, esperamos
la
guía, gracia y acierto,
concédenos
feliz puerto
en
este mar que surcamos.
No
perece quien se fía
de
tus maternos favores:
¡Oh
Fuente de resplandores!
Estrella
del mar y guía:
dadnos
luces, Madre pía,
á
justos y pecadores.
DEVOCIÓN DE LOS SIETE SÁBADOS A NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo,
Dios y Hombre verdadero, pésame de todo corazón, mil y mil veces me pesa
de-haberos ofendido. Yo, miserable, rile he alejado de Vos por el pecado, y por
eso me desconocieron los ángeles, y como en justo castigo de mi perversión fui
arrojado de aquellas placidísimas regiones de luz y de paz. Pero, ya del todo
arrepentido, firmemente propongo no volver a ofenderos más. Dadme, Padre
clementísimo, vuestra gracia; otorgadme el perdón de mis pecados, y en adelante
me dedicaré con toda el alma a serviros fielmente hasta el fin de mi vida.
Amén.
PRIMER SÁBADO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu,
consustancial y coeterno con el Padre, que tan perfectamente penetráis los
insondables secretos y profundos misterios de la Divinidad del Espíritu
soberano y de altísima majestad, a quien adoran rendidas y temblando las
potestades del cielo! Dignaos concedernos el don del temor de Dios, que nos
conserve en humildad y aleje de nosotros el orgullo y la presunción, formidables
obstáculos para la virtud. Que trabaje y o en el negocio importantísimo y único
de mi salvación "con temor y temblor," como nos enseña el Apóstol; y
sirviéndoos y propagando vuestra gloria en la vida, merezca alabaros
eternamente en el cielo. Amén.
ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO
I.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois esplendorosa y bienaventurada Luz, que ilumináis
con Vuestra vivísima claridad hasta lo más íntimo del corazón de los fieles.
¡Bendito
seáis, oh divino Espíritu, que con tan maravillosa eficacia habéis renovado la
faz de la tierra! Padre nuestro, Ave
María, y Gloria Patri.
III.
¡Oh divino Espíritu! Sin Vuestra poderosa ayuda nada puede alcanzar el hombre,
y nada puede haber en él que no le sea nocivo.
IV.
¡Oh divino Espíritu! con Vuestro soberano poder superáis toda clase de
dificultades. Hacéis de rudos pescadores, oradores elocuentísimos, cuya
misteriosa palabra obliga a enmudecer a los sofistas. Y con Vuestra
deslumbradora claridad arrebatáis a las tinieblas de la idolatría pueblos
innumerables.
V.
¡Oh divino Espíritu! Vos derramáis sobre los fieles vuestros siete, dones, y
dulcemente nos atraéis para que en Vos depositemos toda nuestra confianza.
VI.
¡Oh divino Espíritu! Vos acordáis el mérito a la virtud y concedéis éxito
felicísimo a la importante empresa de nuestra salvación, para regalarnos
después con los goces eternos.
VII.
¡Oh divino Espíritu! Vo s plegáis nuestra tirantez, cambiáis en vivificante
calor nuestro frío, y con celestial acierto guiais, nuestros pasos.
ORACIÓN A L A MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
¡Oh María! ¡Madre
Santísima de la Luz! ¡Virgen amabilísima, más grata que toda dulzura! ¡Tálamo
virginal, del que, como purísimo Esposo, salió nuestro amabilísimo Salvador
para ser la Lu z del mundo y llevar a cabo la obra divina de la redención! Ante
la consideración de vuestra portentosa santidad y sin igual pureza nos
contundimos y anonadamos: pero quédanos por dicha nuestra, el precioso recurso
de la contrición, con la cual pidamos al Señor el perdón de los pecados con que
hemos mancillado tantas veces la brillante estola de la gracia; y contando con
Vuestra tiernísima protección, bien podemos exclamar confiados: "El
espíritu compungido es el sacrificio más grato para Dios; no despreciarás ¡Olí
Dios mío! el. corazón contrito y. humillado." Porque no suele, ni sabe, el
Señor abandonar al que á El clama confiado, compungido de dolor el corazón; y
la contrición es el ungüento preciosísimo que llena con suave fragancia toda,
la Iglesia. Confiado y arrepentido me dirijo a Vos. Madre Santísima de la Luz
para pediros gracia. la gracia de la contrición. D e la venturosa situación de luz
y de paz, qué disfrutaba antes de ofender a Vuestro dulcísimo Jesús, merecí ser
arrojado de improviso, y llegué a arrastrarme, prófugo infeliz, entre las
miserias abominables del pecado. Pero ya, del todo arrepentido busco con ansias
abrasadoras el perdón y la gracia. Conseguídmela con vuestra intercesión
poderosa, para que, correspondiendo a ella con fidelidad, en ella logre ser
confirmado por siglos eternos en el cielo. Amen.
ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA D E LA LUZ
Alabámoste y bendecímoste,
Madre Santísima de la Luz, Esplendor el más puro y brillante que hizo conocer
al mundo al divino Sol de Justicia, Cristo nuestro Bien. Dios te salve, María…
Alabámoste y bendecímoste,
fúlgida Estrella de la mañana, que accediendo benigna a las súplicas de tus
fieles hijos, les concedes el vivificante calor de la gracia y las espirituales
ternuras del amor hermoso. Dios
te salve María…
Alabámoste y bendecímoste, purísimo é incorruptible Sol, jamás eclipsado
con sombra alguna de imperfección; pues como al Sol que alumbra nuestro planeta,
ni el fuego de acá abajo le abrasa, ni le ablanda el agua, ni la espada le
hiere, ni le afecta contrariedad alguna de la tierra; así tus benéficos
esplendores no han podido jamás ser amortiguados por todos los insistentes
esfuerzos de los infernales enemigos. Dios te salve, María…
SEGUNDO SÁBADO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! ¡Paráclito
consolador y vivificante, que rebosáis de amor hacia los hombres, é ilumináis
con lenguas de fuego a los que se hallan reunidos con lazos de mutuo y
cristiano amor! Dignaos concedernos el don precioso de piedad; pues hemos
recibido por vuestra gracia "el espíritu de adopción de hijos, en virtud
del cual clamamos con toda confianza: "Padre, ¡Oh Padre mío! Concedednos
que deseemos constantemente la mayor gloria de Dios, y lamentemos con toda el
alma los ultrajes que por todas partes se le infieren; que con fe viva y
sencilla amemos a la Iglesia Romana, nuestra Madre, que es la verdadera Iglesia
de Dios , y con firme y amorosa confianza sigamos sus saludables doctrinas y
practiquemos sus mandatos ; que con afectuosa dulzura y enérgica constancia
cumplamos con nuestros deberes religiosos, con nuestras prácticas de devoción
y, en lo posible, con las obras de misericordia, Obsequiando a Dios en nuestros
prójimos. Y que, fieles en nuestros santos propósitos, os demos en la tierra
mucha gloria y os amemos eternamente en el cielo. Amén.
ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO.
I.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois enviado para mi salvación, en forma de lenguas de
fuego, y derramáis amoroso sobre las almas vuestra poderosa gracia y vuestros
riquísimos dones. (Se contesta:) "Bendito seáis, oh Espíritu Santo,
fuente de toda verdad.” Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri, etc.
II.
¡Oh divino Espíritu! Vos derramáis sobre los hombres encendido y benéfico
rocío, y con él otorgáis misericordioso el perdón de todos los pecados.
III.
¡Oh divino Espíritu! Vos os habéis dignado elegir la hora de Tercia, para
derramar sobre los Apóstoles vuestros dones. Vo s nos enseñáis con
Sobrenaturales luces que debemos adorar a las tres divinas Personas en unidad
de ciencia y de poder.
IV.
¡Oh divino Espíritu! Vos, que reposáis sobre el carro glorioso, de los
querubines, os dignáis bajar de los cielos sobre el Coro de los Apóstoles.
V.
¡Oh divino Espíritu! Vos, apareciendo en lenguas de fuego sobre las cabezas de
los discípulos, y derramando sobre nosotros misteriosas gracias, producís en
los corazones de los fieles esos nuevos acentos, en los cuales nada hay de
disonancia, ni de tibieza.
VI.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois el que ha inspirado a los profetas, excitándolos
a cantar con siglos de anticipación las alabanzas del amabilísimo Salvador.
Jesús.
VII.
¡Oh divino Espíritu! Vos habéis fortalecido a los Apóstoles, para que llevasen
el nombre de Jesús por todo el mundo.
ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María Madre Santísima
de la Luz! ¡Gloriosa Señora mía, y después de la Santísima Trinidad, Señora de
todo el universo! ¡Elemento de vida; Refugio de todos los hombres: Vida de
todos los hijos de Adán; ¡Virgen insigne y única, a la cual enriqueció el Señor
con todos los tesoros del orbe! ¡Bendita sea Vuestra dignidad y excelencia:
bendito el grado indefinido de santidad a que habéis sido enaltecida! Al
presentarme, Madre clementísima, ante el tribunal de mi conciencia, no puedo
menos de considerarme reo de gravísimo juicio, y reconocer la necesidad en que
me hallo de abrazar y seguir con empeño el camino de la virtud. Lo que en esta
empresa importantísima me preocupa, no es la perpetua extensión del tiempo, que
debo dar a la penitencia que exigen mis pecados, sino la sinceridad y
consecuente empeño con que me es necesario practicarla. Con razón me la íntima
el Señor por él profeta, al decir: "Lavaos, pues; purificaos, apartad de
mis ojos la malignidad de vuestros pensamientos, cesad de obrar mal, aprended
& hacer bien, buscad lo que es justo, socorred al oprimido, haced justicia
al huérfano, amparad a la viuda. Y entonces venid." Para que los caminos
de mi penitencia sean rectos, y sea verdadera la detestación de mis pecados, y
firme el propósito de expiarlos en adelante, con una vida verdaderamente cristiana;
conseguidme abundancia de luz, Madre amabilísima, y la necesaria fortaleza para
desistir ante ningún género de dificultades. En vuestra tiernísima piedad
confío, única y dulcísima esperanza mía después de Dios; amparadme para que
después de vivir santamente, muera dichoso y eternamente Os alabe en el cielo. Amén.
ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE L A LUZ
Alabámoste y bendecímoste,
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor purísimo de la gloria, que llenas
el mundo de las almas de benéfica y deslumbrante luz. Dios
te salve, María…
Alabámoste y bendecímoste,
brillante Estrella de la mañana, que ya en su feliz aparición sobre la
tierra disipó las nubes de tristeza, que envolvían hacía muchos
siglos a los
desventurados hijos de Adán. Dios te salve…
Alabámoste y bendecímoste,
esplendoroso Sol, que serena y constante como el Sol astronómico, ni te
has exaltado por tu altísima elevación, ni abatido por pusilanimidad. Dios te salve, María…
TERCER SÁBADO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! ¡Mar
inmenso de bondad, que con vuestra increada sabiduría y abrasado amor habéis
atraído millones de idólatras al culto del verdadero Dios! Vos, que, colmando
de delicias a los Apóstoles, os servís de ellos para embellecer la tierra con
la gracia del bautismo; Vos, que derramando sobre las almas tesoros de amor
purísimo y raudales de ciencia celestial, inspiráis, en los que os aman el más
tierno amor a la pureza, mil veces más cándida que los frescos lirios de
deslumbradora blancura; dignaos enriquecer nuestra alma con el don de
ciencia, que nos haga prácticamente conocer el fin altísimo para lo cual
hemos sido creados, y la conveniencia y oportunidad de los medios que en la
alta empresa de la salvación del alma debemos emplear. Ciencia clarísima y
sobrenatural, con que nos persuadamos de la verdad de aquella recomendación del
Apóstol; "Porque verdad es que en otro tiempo no erais sino tinieblas;
más ahora sois luz en el Señor. Y así proceded como hijos de la luz”
Haced que con este apreciabilisimo don, desvanecidos todos los errores,
aclaradas las más ligeras dudas y conocido el recto sendero, que á través del
intrincado laberinto de los torcidos dictámenes del siglo lleva a la práctica
de la virtud, crezcamos fervorosos en vuestro amor, redoblemos cada día
nuestros esfuerzos en vuestro divino servicio, y, muriendo con vuestros
suavísimos consuelos, eternamente vivamos contemplándoos con gloría inenarrable
en el cielo. Amén.
ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO
I.
¡Oh divino Espíritu! Cuando el Eterno Padre por medio de su Verbo creó los
cielos, la tierra y el mar Vos extendisteis benigno vuestra divinidad sobre las
aguas, para hacerlas fecundas e inaugurar después entre los hombres una era
dichosa de gloriosas conquistas y de salvadora cruz.
(Se
contesta:) ¡Oh divino Espíritu! ¡Que todo cuanto
habéis creado os bendiga y eternamente os alabe! Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
II.
¡Oh divino Espíritu! Vos dais a las aguas en el bautismo la virtud de vivificar
las almas. Vuestro divino soplo infunde en los corazones la sanidad y aliento
maravilloso para las más altas empresas.
III.
¡Oh divino Espíritu! Con ese soberano soplo Vos habéis reducido a un solo
rebaño bajo un solo pastor gran parte del mundo, antes por sangrientas luchas o
completa indiferencia dividido en diversos cultos, lenguas, costumbres y
aspiraciones.
IV.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois el que formáis el lazo venturoso que une a Dios
con el hombre. Vos sois la soberana fortaleza que produce esta bendita unión.
V.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois dulce y suave, digno de amor y de alabanza. Vos
purificáis de los más ligeros resabios ¿e la vanidad al alma, que con amor
purísimo se abandona a vuestra inspiración. La pureza y la inocencia hacen
vuestras delicias.
VI.
¡Oh divino Espíritu! Vos inspiráis suaves acentos a las almas a quienes consume
la tristeza del destierro, y las consoláis librándolas de la desesperación. Vos
regaláis con melodiosos acordes a los que gozan de alegría, y los ayudáis para
que suspiren por Vos.
VII. ¡Oh
divino Espíritu! Vos animáis a los corazones piadosos, inspiráis a los buenos y
aconsejáis a los afligidos. No hay corazón que a Vuestro amor purísimo se
abandone, que no se sienta alentado para la virtud.
ORACIÓN Á LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre
Santísima de la Luz! En Vos cifra su felicidad el género humano, que ningún
otro refugio, después de Dios, puede tener, fuera de vuestro amoroso
patrocinio. Vos sois también mi alegre esperanza, mi único, consuelo, mi
piadosa defensora y mi verdadera libertad. Os saludo, pues, con amoroso rendimiento,
Virgen incomparable, que vencéis en gracia y hermosura a toda la naturaleza
humana y angélica. Y, puesto que la devoción verdadera consiste en imitaros
cuanto sea posible, á embellecer mi alma con el constante ejercicio de la
mortificación deben dirigirse todos mis esfuerzos, "trayendo siempre representada
en mi cuerpo por tedas partes la mortificación de Jesús, a fin de que
la vida de Jesús se manifieste en mi cuerpo." como recomienda el
Apóstol. Y en verdad, que por experiencia reconozco, Madre amabilísima, de
cuánta necesidad es para tener tranquilo mi espíritu, no sólo contrariar con la
necesaria eficacia las inconsideradas exigencias de mis sentidos, sino refrenar
con saludable energía los desordenados afectos, con que a veces. Sorprendo
agitadas y como ansiosas las fibras más íntimas del corazón. Desconocida es
para mí todavía la práctica tan necesaria de extirpar poco a poco en mi
voluntad el roedor gusano del amor propio, germen funesto de tantas turbaciones
del alma y de tantas caídas. Haced, pues, Madre Santísima de la Luz, que
ilustrado con divina claridad mi espíritu, é íntimamente persuadido de que
"mejor es el varón sufrido, que el valiente; y quien domina sus
pasiones, que un conquistador de ciudades," en adelante me
esfuerce en caminar animoso por la necesaria senda de la mortificación en el
cuerpo y en el espíritu, a fin de que más estrechamente unido con estas prendas
de verdadero amor a vuestro divino Hijo, reine un día en las celestiales mansiones
de gloria perdurable. Amén.
ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
Alabámoste y bendecímoste,
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor purísimo de inocencia, nunca sujeta
a la más ligera sombra de culpa, y asiento constante de plena y suavísima
tranquilidad. Dios te salve, María…
Alabámoste y bendecímoste,
Estrella brillantísima del mar, en torno de la cual gira
complacido el universo, pues con embeleso dulcísimo te contempla toda la corte celestial.
Dios te salve, María...
Alabámoste y bendecímoste,
Sol esplendoroso y vivísimo, Que luces con benéfica y saludable claridad
en favor de los buenos y de los malos, remediando sus necesidades, y
despertándolos con poderosa gracia de su peligroso letargo en el pecado. Dios te salve, María...
CUARTO SÁBADO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! Vos,
que a todas las almas encantáis con vuestra divina presencia; Vos, que sois el
principio de bondad y de amor que une al Padre y al Hijo, la pureza de su-
esencia, y toda benignidad, toda suavidad y toda fortaleza; dignaos concedernos
este don celestial, germen de saludable energía que nos sostenga y nos aliente
a través de los multiplicados obstáculos, que tienden a entorpecer la práctica
de la virtud en los accidentados caminos de la vida del espíritu. Tanta es
nuestra miseria, que en las diarias luchas que nos vemos precisados a sostener
contra los enemigos de nuestra alma, o cedemos por pusilanimidad, o Saqueamos
por nuestra excesiva confianza, que no tiene de ordinario otro fundamento que
el ardor natural que procede del temperamento o de la vanidad. Sólo puede
salvarnos en este caso el don divino de la fortaleza, que
destierre el desaliento y modere la confianza; y que transformando 'con luz
celestial las aspiraciones del corazón, le mueva a renunciarse a sí mismo para
sobreponerse a la tiranía de las máximas y pretensiones del mundo, y no buscar
en todos sus afectos otro amor que el amor de Jesús, ni otra gloria que la
gloria divina. Dadnos este don, oh Espíritu de amor divino, para que,
sirviéndoos con incesante fidelidad y sostenido tesón en esta vida, os alabemos
después por siglos eternos en la gloria. Amén.
ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO
I. ¡Oh
divino Espíritu! Vos purificáis al hombre de sus errores, le enseñáis lo que
ignora, y le determináis a la práctica del bien en las perplejidades en que se
encuentra. (Se contesta:) Homenaje tiernísimo de amor y gratitud os
rendimos oh divino Espíritu, á Vos que por eterno amor procedéis del Padre y
del Hijo. Padre nuestro, Ave María, y
Gloria Patri.
II.
¡Oh divino Espíritu! Vos reanimáis al débil, acogéis al extraviado y dulcemente
corregís al que yerra.
III.
¡Oh divino Espíritu! Vos sostenéis con suavísima eficacia al que va a caer,
ayudáis en sus esfuerzos al que combate y regaláis con gracias de perfección al
que os ama.
IV.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois el que con gracia poderosa ha hecho salir del
lago de la corrupción y de la miseria al que hoy es perfecto.
V.
¡Oh divino Espíritu! Vos conducís a las almas perfectas por plácido sendero de
paz y de alegría, y las lleváis bajo la nube de la fe hasta el santuario de la
Sabiduría increada.
VI.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois el fundamento de toda santidad, el alimento de la
castidad angélica. Vos embellecéis la dulzura, hacéis dulce la pobreza, dais
abasto a las caritativas larguezas, y sois el más firme apoyo de toda
honestidad y de todo heroísmo.
VII.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois la armonía suavísima que a todo imprime celestial
hermosura; porque Vos ordenáis con maravilloso concierto todas las cosas,
adornándolas de vuestro gratísimo y soberano esplendor.
ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre
Santísima de la Luz! ¡Inconmensurable piélago de las divinas gracias, y tesoro
de todos los dones del Espíritu Santo! Prevenida con sobreabundantes
bendiciones del Altísimo, fuisteis ya en el materno seno maravillosamente
enriquecida de singulares dones, para ser digna morada y verdadera Madre del
Hijo de Dios; y los pueblos todos os confiesan hoy felizmente llena de gracia
desdé el principio de vuestra vida. Vos sois por dicha nuestra, la Inmaculada
Virgen, a la cual reconocemos exaltada con tanta gloria sobre todos los santos
y los coros todos de los ángeles. Dispensadora sois de todos estos celestiales
auxilios; por esto, recurrimos a Vos, Madre amabilísima, rogándoos, que os
dignéis conseguirnos las gracias que nos son necesarias para nuestra salvación;
porque "nado puede atribuirse el hombre, si no le es dado del
cielo," y sólo de la divina gracia puede ser efecto Ío bueno que
nosotros practiquemos. Favorecednos con luz celestial, que nos haga ver con
eficacia la necesidad de corresponder fielmente a las gracias, que por vuestro
medio nos conceda el divino Jesús. Haced que, sirviéndole con probada lealtad
en esta vida, muramos en su gracia y con Vos eternamente le gocemos después en
la gloria. Amén.
ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
Alabámoste y bendecímoste,
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor brillante de la Luz eterna, por la serenísima
pureza de tu alma. Dios le salve,
María…
Alabámoste y bendecímoste,
Estrella rutilante del mar, que con tus purísimos
atractivos reduces a la conversión y a la humildad a tantos corazones
empedernidos envueltos en las miserias del pecado. Dios te salve, María...
Alabámoste y bendecímoste, magnífico y esplendoroso Sol, que,
ilustrando con tus fulgores toda la tierra, conservas y multiplicas la gracia
en favor de los justos, y consigues por tu mediación poderosa el perdón de los
pecadores. Dios te salve, María...
QUINTO SABADO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! Vos
sois la Luz consoladora y vivísima de los corazones; y por Vos vamos al Padre
celestial y a su divino Hijo. Como fuego devorador, que dulcemente abrasa los espíritus,
consumiendo en ellos la inútil escoria de afectos desordenados; como gratísima
y deslumbradora luz que abre ancho camino entre las pavorosas obscuridades de espesas
tinieblas; Vos, oh Espíritu Consolador, habéis sido enviado desde lo alto de
los cielos por el Padre y el Hijo sobre los Apóstoles y discípulos, presididos
por María, Madre Santísima de la Luz, y llenando sus corazones y haciendo
maravillosamente fecundas sus lenguas, nos invitáis á que unamos también
nosotros en amoroso concierto los acentos. de nuestros labios y los afectos
todos de nuestro pecho. ¡Seáis para siempre bendito! Concedednos, pues, olí
Espíritu vivificador y amabilísimo, el don de consejo, que en las
distintas situaciones en que podamos hallarnos y entre las resoluciones que hayamos
de tomar, nos haga oír vuestra divina voluntad enseñándonos lo que en cada caso
debamos hacer y los escollos e inconvenientes que sea preciso evitar. Y, pues,
"vuestros soberanos pensamientos no son los pensamientos nuestros, ni son los
vuestros nuestros caminos," favorecednos con vuestros sapientísimos
consejos, librándonos de la gran calamidad de que nos gobernemos por nosotros mismos,
"Enseñadme el camino de la santidad y de la justicia, y contemplaré gozoso
las maravillas" de vuestra gracia, haciendo en toda vuestra santísima
voluntad. Que en el cumplimiento de vuestro divino querer se emplee
constantemente toda mi alma, para gozaros después eternamente en el cielo. Amén.
ALABANZAS AL ESPIRITU SANTO
I. ¡Oh
divino Espíritu! Vos ponéis la verdad en nuestras palabras, la honestidad en
nuestras acciones, y la pureza en nuestros pensamientos. (Se contesta:) ¡A Vos
rendimos toda adoración, todo amor y toda gloria, oh divino Espíritu y ansiosos
de alabaros siempre, os pedimos que nuestro corazón y nuestros labios celebren
perpetuamente vuestra santidad! Padre
nuestro, Ave María, y Gloria.
II.
¡Oh divino Espíritu! Vos dirigís en nosotros el bien, creáis en nuestros
corazones el más puro amor, nos fortalecéis solícito en la carrera; y a las puertas
del Paraíso espléndidamente coronáis a los que habéis amado.
III.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois luz incesante para los corazones piadosos, la
recompensa de los justos, y la más dulce conmiseración en favor de los que se
hallan perdidos.
IV.
¡Oh divino Espíritu! Nadie tan bueno como Vos; nadie con Vos pudiera compararse
en amor a la justicia y a la santidad. Nadie es capaz de igualar la fortaleza y
espiritualidad de vuestra subsistencia. Con Vos nadie puede rivalizar en poder.
V.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois Espíritu de Consejo, fuente de inteligencia,
principio de toda felicidad y remedio eficacísimo contra el pecado.
VI.
¡Oh divino Espíritu! Vuestra soberana inspiración se extiende sobre los
hombres/y los asiste cuando y cuanto queréis, y donde y hasta donde os agrada.
Esa preciosísima inspiración los llena y preserva de toda caída; los instruye y
los colma de espirituales riquezas.
VII.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois el don escogido, amáis siempre lo que es recto, y
regaláis a vuestros fieles servidores con la inteligencia y el amor.
ORACIÓN Á LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre
Santísima de la Luz! ¡Salve Virgen amabilísima, digna de ser eternamente
alabada y glorificada por los hombres y por los ángeles! ¡Salve Guía la más segura
de las vírgenes prudentes, que con el indeficiente fulgor de la mística lámpara
de tus virtudes nos muestras el camino de santidad e inocencia, para que con
inefable dicha sigamos al divino Cordero por donde quiera que vaya! ¡Salve,
hermosísima doncella y Esposa inmaculada de Dios; que en pie a la derecha del
eterno Rey y vestida con riquísimo traje de oro, nos cubres benigna con vestido
de púrpura y el manto del divino perdón, después de haber vivido privados de
gracia por la culpa! ¡Los cielos y 1a. tierra, los ángeles y los hombres te
bendigan, porque has sido siempre fidelísima a los adorables designios de la
divina Majestad! Por esta incalculable grandeza de tu alma benditísima, te
suplicamos, oh dulce Madre nuestra, que nos consigas del Señor la gracia de que
en todo nos conformemos siempre con su voluntad sacratísima, íntimamente
penetrados de aquellas saludables palabras de tu divino Hijo: "Cualquiera
que escucha estas mis instrucciones y las practica, será semejante a un
hombre cuerdo que fundó su casa sobre piedra, y cayeron las lluvias,
y los ríos salieron de madre, y soplaron los vientos, y dieron con
ímpetu sobre la tal casa; vías no fué destruida, porque estaba fundada
sobre piedra." Y esa piedra es, durísima y perdurable, para cimiento
de nuestra santificación, el cumplir en todo con la voluntad de Dios; porque el
que esto hace, entrará sin duda en el reino de los cielos. Que esta nueva
gracia consiga de tu piedad, oh Madre benditísima, para que fiel al divino
querer en esta vida, sea feliz con los eternos goces en el cielo. Amén.
ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
Alabámoste y bendecímoste,
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor brillantísimo del universo, al cual
ha sometido el Señor las inteligencias de los hombres y de los ángeles, para
que la glorifiquen en la manera limitadísima que les sea posible. Dios te salve, María...
Alabámoste y bendecímoste,
Estrella rutilante del mar, que dirige la nave de la Iglesia con
su admirable doctrina y sus santísimos ejemplos. Dios te salve, María...
Alabámoste y bendecímoste,
esplendoroso Sol grande y perfecto en la práctica de toda buena obra y
en el grado más alto de cada virtud. Dios te salve, María...
SEXTO SÁBADO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu!
¡Amor purísimo y eterno del Padre y del Hijo, que sois para nosotros espléndido
socorro, consuelo suavísimo y la más firme esperanza! ¡Sublimidad de los cielos
y encanto de los hombres y de los ángeles; bondad y compasión con los pecadores;
clemencia y largueza con los desvalidos! A Vos recurrimos hoy confiados y
suplicantes, rogándoos os dignéis concedernos el don de Inteligencia. Mucho
os hemos pedido ya, oh Espíritu consolador; el don de Temor de Dios, para
humillarnos; el de Piedad, para que nuestro corazón Se abra al divino amor; el
de Ciencia, para saber discernir entre el camino de salvación y las vías de
pecado; el de Fortaleza, para las cotidianas luchas; y el de Consejo, para
saber dirigir nuestros pensamientos y nuestras obras. Ahora Os pedimos, Señor,
el de Inteligencia, para poder conocer las íntimas relaciones que hay entre Vos
y el alma fiel, y gozar de más dilatado horizonte en la consideración de las
cosas celestiales, o como deseaba el Apóstol a los fieles de Éfeso, "espíritu
de sabiduría y de ilustración, para conoceros; iluminando los ojos de
nuestro corazón, a fin de que sepamos cuál es la esperanzó, o
lo que debemos esperar de nuestra vocación, y cuáles las
riquezas y ¡a gloria de vuestra herencia destinada para
los santos." ¡Que conociéndoos y amándoos cada vez más, resulte algún
tanto meritoria nuestra vida, y truéquense un día nuestras ligeras penalidades
en goces suavísimos de eterna gloria! Amén.
ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO.
I.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois deslumbradora luz y suavísimo perfume. Vos sois
principio celestial, que confiere al elemento del agua misterioso y admirable poder.
... (Se repite:) ¡Tiernísima y universal adoración a Vos oh
divino Paráclito, que sois eterno amor y fuente de vida para toda creatura!
Padre nuestro, Ave María, y Gloria.
II.
¡Oh
divino Espíritu! Vos sois el soberano y suavísimo Consolador, que instruís y
regocijáis a las almas, inspirándoles en peligrosos combates y en situaciones
difíciles heroico valor y altísima sabiduría.
III.
¡Oh divino Espíritu! Vos sois la armonía de nuestros espirituales cánticos, el
encanto de nuestra vida, nuestra esperanza y nuestra gloria, y el que en tantas
ocasiones nos regala con el don precioso de vivísima luz.
IV.
¡Oh divino Espíritu! Vos, que con lenguas de amoroso fuego hacéis cantar en el
Empíreo aquel embelesador trisagio a un Dios tres veces santo; ahora Os
derramáis desde lo alto de los cielos como abrasadora y dulcísima llama sobre
los labios y los corazones de los hombres.
V.
¡Oh divino Espíritu! Vos, que eternamente sois celebrado, con el Padre y el
Hijo en sublime concierto de maravillosa armonía, y Os dignáis dirigir Vuestra
mirada sobre todas las creaturas, recorréis glorioso el universo, sentado sobre
las ligeras alas de los serafines y derramando gracias y rayos de purísimo amor
sobre los corazones.
VI.
¡Oh divino Espíritu! Vos habéis aparecido en el Cenáculo entre los Apóstoles
como viento formidable, al violento ruido de temida tempestad, los habéis
bautizado en el fuego, y purificado como el oro en medio de la llama. Alejad,
pues, de nosotros las tinieblas del pecado, y revestidnos de la luz de la
gloria.
VII.
¡Oh divino Espíritu! El que es eternal Amor, por amor Os ha enviado a Vos, que
sois Amor por esencia. Por Vos se ha unido a los miembros de su cuerpo místico,
y sobre las siete columnas de vuestros dones ha establecido la Iglesia por El
edificada. Alejad, pues, de sus hijos las tinieblas del pecado, y revestidlos
en su día de la luz de la gloria.
ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre Santísima
de la Luz! ¡Paraíso de delicias, árbol de vida, muro fortísimo en defensa de
los fieles, y puerto de los que peligran en las deshechas tempestades del
espíritu! Todo lo esperamos de vuestras misericordias, sabiendo cuánto es
vuestro poder y conociendo por experiencia con cuánta bondad favorecéis a los
miserables que os invocan. Prometiéndonos mucho todavía de vuestro amante y
tiernísimo Corazón, Os damos hoy rendidas gracias por los innumerables
beneficios que, por vuestra intercesión, hemos recibido de Dios nuestro Señor. Y,
puesto que nadie se interesa como Vos en el acrecentamiento y propagación de la
divina gloria, de todo corazón os suplicamos, Madre amorosísima, nos consigáis la
gracia de trabajar y de sufrir mucho en su obsequio. ¡Son tantas las almas que
se encuentran en peligro gravísimo de perderse, y tantas angustias y dolores ha
causado cada una de ellas a vuestro amadísimo Hijo! Por otra parte, nuestra
cualidad de hermanos y lo mucho que Os debemos nos insta, para que por esta
necesidad; cada, día creciente, nos interesemos con toda el alma; puesto que "Cristo
Señor nuestro. murió por todos, para que los que viven, no vivan ya para
si sino para el que murió y resucitó por ellos." Y sí, entre los
divinos oficios, el más divino es cooperar a la salvación de las almas ¿cómo no
hemos de preocuparnos de trabajar por ellas, nosotros que después de haber
recorrido tantas veces el camino del pecado, de él hemos salido por dicha
nuestra, merced a Vuestra clemencia tiernísima y a la infinita bondad de
nuestro divino Redentor. Conseguidnos, pues, Madre Santísima de la Luz, ardiente
celo por la salvación de las almas y enriqueced nuestro corazón con las
preciosas virtudes de constancia y cristiana fortaleza para trabajar por la mayor
gloria de Dios en empresas de propaganda católica, en piadosas asociaciones y
en todo género de fatigas, dedicando a ello nuestra actividad, nuestros bienes,
nuestros talentos e influencia social; todo, en fin, cuanto somos y cuanto
podamos valer. Bien penetrados estamos de que todos los sacrificios y
penalidades que a este santo objeto hayamos de consagrar, son, en suma,
ligerísimo tributo que rendimos con justa razón a la divina gloria y al honor que
Vos misma nos merecéis. Que el empeño en atender a la eterna salvación de otros
nos merezca la propia salvación, y la eterna gloria del cielo. Amén.
ALABANZAS Á LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
Alabámoste y bendecímoste,
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, celestial Sabiduría que. en los fieles hijos
de la Iglesia infunde la verdadera vida, la vida de la gracia y dé la gloria. Dios te salve, María.
Alabámoste y bendecímoste,
graciosa Estrella de la mañana, que por la humildad brilló en medio de
la niebla de la soberbia, por la pobreza en la de la avaricia, y en
la obscura niebla de las satisfacciones del sentido por su virginidad
más que angélica. Dios te salve, María, etc.
Alabámoste y bendecímoste,
brillantísimo Sol, enriquecido con el estable y perpetuo resplandor de
todo género de virtudes en la más elevada perfección. Dios te salve, María.
SÉPTIMO SÁBADO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! ¡Oh
fuego misterioso y celestial que al mismo tiempo brillas, enciendes y
fecundizas! Toda creatura iluminada por este principio dulcísimo de vida,
confiesa con rendido espíritu de adoración y de gratitud, que este fuego
vivificante y salvador es el Señor todopoderoso. ¡Oh Don, sobre toda
ponderación excelente! ¡Oh Don, sobremanera Perfectísimo! Vos sólo dais la
inteligencia para conocer, sino también el sentimiento para amar con purísimo y
generoso afecto. Por eso, con mucha razón nos decís por el Real Profeta: "Gustad
y ved cuán suave es el Señor." Dignaos, pues, concedernos el don
de Sabiduría, que nos permita poseer y gustar las cosas divinas, que nos
hace conocer la fe iluminada por el don de Inteligencia. Merced a ésta "vimos
la gloria del Verbo, gloria, cual el Unigénito debía recibir del Padre,
lleno de gracia y de verdad." Mas por el don de Sabiduría, este
divino Verbo, Sabiduría increada, Esplendor de la gloria del Padre, y
vivo retrato de su sustancia o Persona," se unirá más
íntimamente a nosotros y nos regalará con mayores gracias y comunicaciones dulcísimas,
¡Oh divino Espíritu! para gozar de este altísimo don de Sabiduría, dignaos
prepararnos con especiales gracias, a fin de que dóciles a vuestros amorosos
designios, lleguemos a ser verdaderamente espirituales, puesto que "el
hombre animal no puede hacerse capaz de conocer las cosas que son del
Espíritu de Dios." Y Que este don preciosísimo sea para nosotros
ocasión de daros mayor gloria en la vida, para merecer después de la muerte los
eternos goces del cielo. Amén.
ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO
I.
Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo,
Espíritu Creador, que Os dignáis visitar las almas de los fieles y llenar de gracias
celestiales los corazones que habéis creado. (Se contesta:) ¡Ven, oh
Espíritu Consolador! ¡Dirige nuestras lenguas, ablanda nuestros corazones, y
haz que Os amemos con toda el alma! Padre
nuestro, Ave María, y Gloria.
II.
Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo,
Espíritu Consolador, Don incomparable del Altísimo, Fuente de aguas vivas,
fuego regenerador, amor purísimo y unción espiritual.
III.
Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, Dedo
poderoso de la diestra del Eterno Padre, que solemnemente prometido por El á
los hombres, venís a enriquecerlos con la fuerza inefable de maravillosa
palabra, y a derramar sobre nosotros vuestros siete dones preciosísimos.
IV.
Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, Luz
de los corazones, que os dignáis iluminar nuestras almas con Vuestra divina
luz, infundir vuestro amor en nuestros corazones y sostener nuestra debilidad
con vuestro celestial poder.
V.
Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo,
Padre de los pobres y dador de todo bien, que Os dignáis alejar de nosotros al
infernal enemigo, regalar nuestros corazones con paz suavísima y guiarnos como fortísimo
y amoroso jefe, para que evitemos el encuentro funestísimo del pecado.
VI.
Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, Espíritu Santo,
dulcísimo Consolador, huésped amable de nuestras almas y refrigerio suavísimo
para disipar las ardorosas ansias del corazón.
VII.
Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo,
reposo suspirado y tiernísimo en nuestros trabajos, refrigerante asilo en
los abrasadores incendios del alma, y consuelo el más eficaz en la tribulación.
ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
¡Oh María, Madre
Santísima de la Luz! Con todo el afecto de nuestra alma damos gracias a Dios
nuestro Señor, porque Os ha hecho tan grande; a aquel Dios único y altísimo,
que es santo por naturaleza y se ha complacido en derramar sobre Vos todos los tesoros
de su gracia. Gracias rendimos a Dios Hijo, porque no permitió que, después de
haberos redimido de una manera nobilísima y elegido para Madre suya, de la cual
había de nacer hecho hombre para redimir y salvar a nuestro desventurado
linaje; fueseis en tiempo alguno reducida a indigna servidumbre: sino que quiso
que, pues habíais de ser ministra felicísima de nuestra redención, obtuvieseis
en vuestra misma Concepción Inmaculada el fruto preciosísimo de aquella.
Incesantes gracias tributamos también al Espíritu Santo, que. habiéndoos
predestinado para Esposa suya y sagrario de su divinidad, no permitió jamás
fueseis hollada por el infernal enemigo: sino que, previniéndoos con
multiplicadas bendiciones de gracias, alejó de Vos para siempre y por completo
toda sombra de pecado. Por esta inconcebible elevación, por este cúmulo incalculable
de gracias, con que ya en el primer instante de Vuestra vida purísima habéis
sido enriquecida, Os suplicamos, Madre piadosísima, que Os dignéis conseguirnos
tierna e intensa devoción hacia el Espíritu Santo, vuestro divino Esposo;
puesto que nos es tan necesario, que "ni nadie puede confesar que Jesús
es Señor, sino por el Espíritu Santo," como enseña el Apóstol.
Poderosos auxilios necesitamos en nuestras cotidianas luchas contra los
enemigos del alma, y estos auxilios que por vuestra maternal solicitud se nos
distribuyen, de Él proceden, como El mismo nos dice; "La caridad de
Dios ha sido derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo,
que se nos ha dado." Arraigue, pues, en nuestra alma, y cada día
con mayores esfuerzos, esta devoción suavísima al Espíritu Santo; que donde El
reina, allí está la verdadera libertad. Que su amor purísimo y vivificante
santifique nuestras almas; y viviendo para El en este mundo, muertos por
completo a nosotros mismos, con El y con Vos rememos por felices eternidades en
el cielo. Amén.
ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
Alabámoste y bendecímoste,
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, altísima y celestial Sabiduría, en la cual no
ha habido nunca eclipses, ni ignorancias. Dios
te salve, María…
Alabámoste y bendecímoste,
brillante Estrella del mar, iluminada por el divino Sol de Justicia,
Cristo nuestro Señor, é iluminadora de otros muchos, merced a los
esplendores vivísimos de este soberano Sol. Dios te salve, María…
Alabámoste y bendecímoste,
Sol purísimo y abrasador, a cuya sola vista derrítase el hielo de los
corazones más endurecidos. Dios te
salve, María...
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