lunes, 12 de marzo de 2018

DEVOCIONARIO DE LA LUZ






DEVOCIONARIO DE LA LUZ

Manual de los devotos de la Madre Santísima de la Luz




VISITA A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ

Puesto de rodillas ante una imagen de la Madre Santísima de la Luz, se hace la señal de la cruz y se dice el:


ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío. por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa, mil veces me pesa de haberos ofendido. Apiadaos de mí, misericordiosísimo Señor, y perdonadme las ofensas, é ingratitudes que he cometido contra Vos. ¡Cordero de Dios, que con tu divino poder é inconcebible caridad quitas los pecados del mundo, sálveme vuestra infinita misericordia; pues me conturban y agitan las tempestades de mis pasiones! Conducidme por la senda de la penitencia; pues en el alma me pesa de haberos ofendido, y propongo, con vuestra divina gracia, no volver a pecar en todos los días de mi vida. Ofrescos en satisfacción de mis pecados todas mis obras, mis trabajos, mi vida entera; y confío en vuestra inagotable bondad me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio, hasta el fin de mi vida. Amén.


FELICITACIÓN
¡Salve, Inmaculada Virgen María, Madre Santísima de la Luz! ¡Salve, Lámpara inextinguible de aquella divina Luz, que ilumina vivísima y esplendorosa a todo el universo ¡Salve fúlgido y purísimo Candelabro, en el cual con tan copiosos y deslumbradores destellos brillan los siete dones del Espíritu Santo! ¡Dios te salve, Virgen incomparable, mil veces más sublime que el cielo, más pura que el Sol, más cándida que la nieve, más olorosa que el lirio, más rubicunda que la rosa de primavera! ¡Oh, qué grande, qué admirable sois! El pensamiento no os comprende, y la lengua enmudece cuando se resuelve a hablar de Vos. ¡Oh Virgen de la más sublime santidad, por quien la humana naturaleza, calda en pecado, ha sido reconciliada con Dios, y admirablemente unida la naturaleza divina en la eterna Persona del Unigénito del Padre! Vos sola sois la bendita entre todas las mujeres; porque vos sola sois la que llevasteis la divina bendición en vuestro seno virginal, y por Vos sola fué librada la primera madre del género humano del vínculo de la antigua maldición. Ninguna creatura ha habido, ni habrá jamás, entre los hijos de Adán, que brillase como Vos, con tanta pureza y hermosura. ¡Oh Virgen, Madre más elevada que los cielos, que con el fulgor de tu luz iluminas a los hombres extraviados por el mortífero gusto á las cosas de la tierra! Nosotros os veneramos y felicitamos por tanta grandeza, con toda la devoción del alma, con todo el afecto del corazón. Elogios y alabanzas gloriosísimas se han dicho de Vos por boca de los profetas; grandes cosas ha hecho en Vos el Omnipotente; magníficas excelencias y piedades piensan y creen de Vos vuestros humildes y amantes siervos, los fieles hijos de la Iglesia católica. Nada hay, Señora, que á Vos se iguale; nada, que, con Vos, pueda compararse. Todo cuanto existe, o está sobre Vos o debajo de Vos. Sobre Vos, sólo Dios. Debajo de Vos, todo lo que no es Dios. Os felicitamos, pues, Virgen amabilísima, por tanta gloria, y quisiéramos que todo el mundo os reconociese y confesase por aquella bellísima Aurora, que en todo tiempo ha aparecido brillante con incomparables destellos de esplendorosa luz. Y, pues son tantos y tan deslumbradores esos rayos vivísimos de Vuestra bondad y de Vuestra gloria, dignaos iluminar mi alma y alumbrar con ellos los espinosos senderos de mi vida: para que durante ella os sirva como buen hijo, y después de la muerte os alabe dichoso por toda la eternidad. Amén.


L/: Salve, brillante Aurora; tu nombre sea alabado
R/: Por T i desaparece la noche del pecado.


ORACIÓN
Dios todopoderoso, que enriqueciste a la Bienaventurada Virgen María con tal abundancia de vivísima luz y tal pureza de inocencia y hermosura de santidad, que fuesen capaces de atraeros a Vos mismo a habitar en su seno virginal; concedednos por su mediación una pureza tal en nuestros afectos y pensamientos, que nos haga digno templo del Espíritu Santo; con el cual vivís y reináis en unidad del Padre por los siglos de los siglos. Amén.


ALABANZAS
Dios te salve, Madre Santísima de la Luz, refulgente Estrella que con claridad deslumbradora nos muestras el seguro puerto de salvación
Dios te salve, María, llena eres de, etc.

Dios te salve, clarísima Estrella, cuya luz es vida para los justos v alegría para los rectos de corazón.
Dios te salve, María, etc.

Dios te salve, Estrella nobilísima de Jacob, cuya luz alumbra todo el orbe, y cuyo esplendor brilla en los cielos, siendo alegría para los bienaventurados,
y penetra en los abismos, infundiendo temor a los demonios.
Dios te salve, María, etc.


ORACIÓN
¡Oh Madre Santísima de la Luz, gloriosa Emperatriz del universo, Torre de nuestra esperanza y Consuelo dulcísimo de los que vivimos desterrados en este valle de lágrimas y de miserias! Vuestro amoroso imperio resalta de una manera especial en el interior del hombre; y en las almas es donde principalmente, entre todas las criaturas visibles, sois glorificada con Vuestro divino Hijo, mereciendo por estas gracias conquistas el título de Reina de los corazones. Persuadidos estamos de que la devoción hacia Vos es, en cada una de las almas, necesaria para que nos salvemos; y no desconocemos que. Aun algunos entre los mismos herejes han reconocido que el no sentir hacia Vos estimación y amor es señal infalible de reprobación. Seros devoto, como dice San Juan Damasceno, es un arma de salvación que da Dios nuestro Señor a los que quiere salvar. Y no es maravilla; porque siendo Vos la obra más perfecta de la infinita Majestad, lo mismo en la tierra por la gracia, que, en el cielo por la gloria, quiere que en la tierra seáis glorificada y ensalzada por todos los hombres. Conseguidme, pues. Madre amabilísima, la gracia de una sincera y sólida devoción hacia Vos; para que, cifrando mi verdadera felicidad en amaros y en serviros siempre, como fiel siervo y cariñoso hijo, logre una muerte feliz y con Vos la eternidad dichosísima de la gloria. Amén.

Triunfa, de Dios Esposa
Dulce y querida.
Como el Sol a los mundos
Su luz envía,
Luz verdadera
De paz y de ventura

Das tú a la tierra.




ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS BENEFICIOS RECIBIDOS
DE LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Padre amorosísimo y autor Omnipotente de todo cuanto existe, heme aquí en tu divina presencia, como el hijo pródigo, que, arrepentido de mis culpas y lleno de confianza vengo a arrojarme en el mar insondable de tu infinita misericordia. Pequé, ¡Dios mío!  lo confieso lleno de vergüenza; más tú, que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, me concederás el perdón de mis culpas, interponiendo para ello los ruegos de tu Santísima Madre. Perdón, ¡Dios mío! perdón, y mi lengua cantará día y noche tus misericordias. Amen.


ORACIÓN
Reina de los ángeles y de los hombres, aurora la más hermosa, pues eres la Santa Madre de la Luz increada. Tú eres el tabernáculo de la Trinidad Beatísima; por eso fuiste concebida sin pecado original. Escala misteriosa de Jacob, por donde suben y bajan día y noche las oraciones de tus devotos. Bellísima Esposa de los Cantares, Estrella de la mañana. Torre de fortaleza, Puerta del cielo, espejo sin mancha, huerto cerrado y refugio seguro de los que en ti creen. Bendita en el tiempo y en la eternidad. Permite, Señora y Madre mía, que hoy, día de gracias y mercedes, me acerque a tus aliares saludándote con el Ángel llena de gracia.


PRIMERA AVE MARÍA
Inmaculada Princesa
Del eterno Padre Hija,
Alegría de los santos,
Reina de las jerarquías:

Gózome porque os concede
La Majestad infinita,
Ser de su mismo poder
la Vice-Diosa divina:

Y que los ángeles todos,
Y todos los santos digan
Que sois del poder de Dios
La más poderosa y rica.

Por esta merced, Señora,
Que de la mano divina
Es por vuestra santidad
Tan justo a vos concedida;

Humilde y devoto os ruego
Que, en mi postrera agonía,
Y en el último remate.
Tránsito y fin de. mi vida.

Me libertéis del demonio
Y de su cruel tiranía;
Pues que, viviendo, os saludo
Diciéndoós: Ave María.



SECUNDA AVE MARÍA
Dulcísima de Dios Madre,
Objeto de sus delicias,
Pues el Señor os crió
Para su Madre escogida:

Tela blanca de pureza,
Que entre todas pura y limpia.
De ella el Verbo se vistió
Porque la vio sin mancilla:

Gózome, blanca Paloma,
Que quien Madre os apellida.
Con ser de su Eterno Padre
La misma Sabiduría:

De su gloria y su saber
Tan altamente, María,
Os corona, que los cielos
Embelesados se admiran.

Mil parabienes, os doy:
Gozaos, Princesa divina,
Y de mi suerte en el trance
Asistid, graciosa Niña,

Para librarme de errores.
De ignorancias y de insidias.
Y amparad a quien devoto
Os saluda: Ave María.



TERCERA AVE MARÍA
Del Espíritu de amor
Aurora Cándida y linda,
Y de sus tiernos regalos
Esposa favorecida;

Regocijo de los cielos,
Todos, Señora, os bendigan
Os alternen parabienes,
Y enhorabuenas os rindan.

Porque vuestro dulce Esposo
Es espíritu de vida,
Más que a toda criatura
Os hizo amable y benigna.

Purpúrea Rosa, gozad
De mercedes tan subidas,
Y de angustias en mi muerte
Libradme con vuestra vista.

Alcanzándome, Señora,
Que pase de aquesta vida
Haciendo un acto de amor
En vuestras manos benditas;

Y que a gozar de Dios vaya,
Donde en vuestra compañía
Eternamente me goce
Pues os digo: Ave María.


ACCIÓN DE GRACIAS
Dios te salve, llena de gracia: vergel ameno de la misteriosa Sion. Piscina saludable, por cuya intercesión se calma la justicia del divino Asuero, y que más fuerte que 1a valerosa Judit domas las fuerzas del enemigo común de nuestras almas. Al pronunciar tu bello nombre, Madre Santa de la Luz eterna, mis labios quedan más dulces que la miel de los panales, y mi corazón arrobado en el más tranquilo y delicioso éxtasis. Y .si en el borrascoso mar de mi existencia siempre has sido el faro luminoso de mi alma, el seguro puerto de mi salvación y la esperanza más firme de mi dicha eterna, sigue como hasta aquí siendo mi protectora y mi descanso. Protege, Señora mía, a nuestra Madre la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana; da luz y acierto al Sumo Pontífice, a los pastores de su rebaño y autoridades emanadas de Dios: haz que los pecadores volvamos al camino recto de la salvación, y nunca dejes de cobijar con el manto de tu misericordia a esta bella ciudad de León, que risueña se engalana para celebrar tus glorias. Sí. Señora, y en el día último de mi vida, cuando ya empañada la vista, cárdenos los labios y muda la garganta me asalten las ansias de la muerte, sé, como hasta aquí, nuestra piadosa intercesora. Adiós, Señora, 1leno de confianza me ausento de tu presencia, dándote mil gracias por los innumerables beneficios espirituales y temporales que me has concedido siempre. Adiós, Madre nuestra, los Ángeles y las criaturas todas del universo no cesen un momento de alabar tu nombre por los siglos de los siglos. Amén.






DEVOCIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE CADA SEMANA

ORACIÓN
Poderosísima Madre y Señora mía, María Virgen, Madre Santísima de la Luz. Oh qué consuelo siente ¿ni corazón al considerar atentamente esa tu bella Imagen. Por ella se me recuerda el anhelo y solicitud con que procuras que mi alma no sea presa del infernal Dragón del pecado: en ella veo la ternura y afabilidad con que intentas sacarme de la obscuridad de mis vicios: en ella, por último, advierto cómo vuelves a mí tus hermosos ojos para atraerme al rebaño feliz de tu Santísimo Hijo ¿Y es posible que esté mi alma tan endurecida, que se mueva á dolor de sus culpas al ver a tan amorosa Madre? ¿Es posible que esté mi corazón tan empedernido, que no profese en adelante una verdadera devoción a tan benigna Reina y protectora? No, Señora, no ya me rindo a las divinas inspiraciones que por tu mediación recibe mi alma: pero mira que por mí sólo nada puedo, pues que no hay en mí otra cosa que ignorancias, errores, miserias, flaquezas, corrupción y maldad; pero con tu poderosa ayuda, primero dar la vida que cometer un solo pecado. Alcánzame, Madre misericordiosa, la brillante luz de la gracia, para que mis pasos se dirijan por la senda de los mandamientos: sírveme de guía que me alumbre para no tropezar en el escollo de la culpa: seas tú el norte que dirija a la pobre barquilla de mi alma en el mar borrascoso de esta vida, para que pueda llegar felizmente al puerto seguro de la eterna bienaventuranza. Amén.

Se rezan siete Ave Marías a la Santísima Virgen, en la forma siguiente:

A ti, María, ocurriré;
Que eres Madre de la Luz,
Y humilde te pediré,
Por tu santo Hijo Jesús,
El que ilumines mi fe.
Dios te salve, María,

Por ti todo don se alcanza,
Como que eres mediadora.
En ti pongo mi confianza
Y te suplico, Señora.
El que alientes mi esperanza.
Dios te salve, María,

Madre llena de bondad,
Del Santo Espíritu Esposa,
Te ruego con humildad.
Ave Fénix amorosa,
Que enciendas mi caridad.
Ave María,

Puerta de la santa Sion,
La más perfecta criatura,
Con todo mi corazón
Te suplico, Virgen pura,
Que aumentes mi devoción.
Ave María, etc.

De los enfermos salud
La Iglesia te ha proclamado;
Oye mi solicitud,
Cura mi alma del pecado
Y adórnala de virtud.
Ave María, etc.

Tú quebrantaste la audacia
Del enemigo infernal.
Haz que yo con eficacia
Venza a este astuto rival,
Alcanzándome la gracia.
Ave María, etc.

Deseo en el Empíreo verte,
María, Madre de consuelo;
Para alcanzar esta suerte
Ábreme, Señora, el cielo
Con una dichosa muerte.
Ave María.

Aquí se hace la petición, y se reza después la siguiente:


ORACIÓN
¡Oh sacratísima Virgen María, concebida en gracia sin la culpa original, Reina y Señora mía: hermosura del Empíreo; Estrella que nació de Jacob, cuyo resplandor ilumina el cielo y la tierra: Luz agradable de los Santos: Luz clarísima, que alumbra toda la Iglesia: Luz purísima, de la cual nació el Sol de Justicia, Jesucristo Salvador del mundo: te suplico humildemente, ¡oh dulce Madre y Señora mía! recibas estas cortas oraciones, que en reverencia tuya he rezado: acepta este corto obsequio, que te tributo en este día ante esa sagrada Imagen, en que te venera la piedad cristiana con el honroso título de Madre de la Luz. No permitas, Señora, que me deje yo vencer de los asaltos del enemigo de mi salvación: líbrame de una muerte repentina, y haz que viva de suerte, como si cada momento fuera el último de mi vida. Alumbra con un rayo de tu luz a aquellas infelices almas que están en pecado mortal, y, por consiguiente, en peligro de perder eternamente a tu Santísimo Hijo: mira por la exaltación de la fe católica, por la conversión de los infieles y herejes, por la perseverancia de los justos, y por el alivio y descanso de las benditas almas del purgatorio. Haz que sientan hoy tu particular protección todos los cristianos que te veneran con el título de Madre Santísima de la Luz; y experimente yo, aunque indigno y el último de tus devotos, que de ti me viene la luz de la gracia, que me haga descubrir los muchos precipicios de esta vida para apartarme de ellos: la Luz del consuelo que dulcifique mis aflicciones y trabajos: la Luz abrasadora que me encienda en el amor de tu divino Hijo: la Luz indeficiente que me acompañe hasta mi última hora, y que llenando entonces mi corazón de alegría y de esperanza, sea cómo el anuncio seguro de que voy a gozar en tu compañía de la Luz eterna é increada, que puso en tus virginales manos todas las gracias, para que todas las almas te fueran deudoras en gran parte de su eterna bienaventuranza. Amén.

María, Madre de la Luz,
Defiéndeme del Dragón,
Y limpia mi corazón
Para dárselo a Jesús





CUATRO MIÉRCOLES DEDICADOS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, crucificado amante: me pesa de todo mi corazón de haberos ofendido, sólo por ser quien sois: propongo la enmienda, y me pesa de haber ofendido al Dios de la majestad. Amabilísimo Redentor mío, y os suplico me perdonéis mis pecados, por las purísimas entrañas de María Santísima, a quien pido, pues es Madre de la Luz eterna, me comunique luz para confesarlos; dolor con que llorarlos, y gracia para no cometerlos jamás. Amén.


PRIMER MIÉRCOLES
ORACIÓN
Eterno Dios y Señor, bajo cuyo poder estuvieron. todas las cosas visibles e invisibles; y para dárnoslas a conocer y ser en ellas alabado, quisiste formar a la Madre Santísima de la Luz, que es la primogénita de tus obras. Infinitas gracias os damos, ensalzando vuestro inmenso poder por la admirable creación de María Santísima, pues que, en Ella, como primogénita de todas las criaturas, quisiste echar el resto de tu Omnipotencia, criándola desde su primer instante Luz con todos los candores de tu gracia, sin permitir la acometiera ni la más ligera sombra de la culpa; y desterrando tu poderoso brazo al dragón que feroz y envidioso trataba vengativo deponerle sus asechanzas, hiciste que obediente besase, con reverencia su invicta planta: y tú, Señora. Luz admirable. María, que en tu primer instante estuvisteis gracia, como luz de la misma Luz, pues de tus purísimas entrañas había de nacer la divina Luz, Cristo nuestro Señor; consígnenos, te rogamos, ¡oh, purísima María! el que jamás nos cerquen las funestas tinieblas del pecado, sino que, ahuyentadas por tu gran poder, brillen en nuestras almas la luz y los esplendores de la gracia. Amén.
Nueve Ave Marías.

OFRECIMIENTO
Elegida Luz, que asombras
Con tal gracia refulgente,
Que aquel brazo omnipotente
Te preservó de las sombras:
Sin que de estas la fealdad
Ajase tus lucimientos.

Que de Dios los ardimientos
Guardaron tu claridad.
Pues las luces que has logrado,
Te consagran tantas palmas,
Aparta de nuestras almas
Las tinieblas del pecado.



GOZOS

Pues sois la Luz celestial
Que ilumina al pecador;
Desarmad, dulce María,
De Dios el justo rigor.

Esperanza sois, Señora,
De todos los afligidos;
A ti clamamos rendidos
Como a nuestra Protectora:
Pues sois la más clara aurora,
Madre del divino amor.

Luz hermosa y celestial.
Escogida para ser
Madre del que padecer
Se dignó por el mortal:
Por favor tan singular
Que os hizo el mismo Criador,

Lucero de la mañana
Sois, dulcísima María,
Pues sois el puerto y la guía
Y la Escala soberana:
Sois la que á el alba temprana
Aparece bella flor;

Vos sois Judit valerosa,
Abigail en lo prudente,
Rebeca alta y eminente,
Y Ester misericordiosa;
Sois ardiente mariposa
Que Dios ama con ardor;

Mira desde esa mansión
A todos los pecadores,
Y disfrute tus favores
Quien te rinde el corazón:
La Iglesia en esta ocasión
De ti implora su favor:
Desarmad, dulce María,
De Dios el justo rigor.







SEGUNDO MIÉRCOLES
ORACIÓN
Soberana Virgen María, en quien el Eterno Padre con su Unigénito el Verbo divino y el Espíritu Santo admiran la rara y singular pureza de cuerpo y alma, complaciéndose las tres divinas Personas en tu rara hermosura y singulares ventajas, con que excediste en pureza y candor a todas las criaturas; pues, como dice San Epifanio, como Madre de la Eterna Luz diste luz a los ángeles y a los hombres, al encarnar en tu purísimo seno el mismo Dios, que es el autor de las luces y de la gracia. Infinitas gracias rendimos a la Santísima Trinidad, porque te enriqueció con tan hermoso privilegio: y pues sois Madre de la Luz celestial, y Abogada de los pecadores, derramad, Reina soberana, en nuestros corazones esa brillante luz ese amor hermoso al Redentor: enriqueced nuestras almas con celestiales dones. Así lo esperamos, pues en la obscura y triste noche de tiempo tan calamitoso en esta vida mortal, apareces Luna herniosa y llena de los rayos del divino Sol. Estos rayos te pedimos rendidos nos alcances, para que veamos con claridad en medio de las tinieblas del siglo. Amen.
Nueve Ave Marías.


OFRECIMIENTO
Virgen y Madre escogida
Para serlo del Amor,
De cuyo sacro esplendor
Te hallaste favorecida:

Fértil con tanta firmeza,
Que cuando a Cristo nos diste,
La naturaleza henchiste
Del raudal de su grandeza.

Tu gracia dame, Señora,
ahora y en nuestra muerte;
y logremos buena suerte,
siendo tú la Intercesora.




TERCER MIÉRCOLES

ORACIÓN

Purísima María, que cual frondoso Ciprés fuiste elevada a la triunfante Sion luciendo tu hermosura sobre los coros de los ángeles, y recreándose en ella el mismo Dios. Ea, pues, hermosa Sion, Ciudad santa: vuelve a nosotros esos tus piadosos ojos; y cual ciprés que extiende benigno sus ramas, extiende, purísima  María, los brazos de tu singular protección sobre todos los moradores de la tierra, para que asidos todos cual ansiosas avecitas, cuyo sustento y consuelo no es otro que la firme esperanza en tu bondad, consigamos eficaz remedio en nuestras aflicciones. Ea, dulce esperanza nuestra, no nos desampares. Vida y dulzura eres de los míseros mortales; por eso te pedimos nos alcances del Señor una feliz muerte, principio de la eterna bienaventuranza. Amén.
Nueve Ave Marías.

OFRECIMIENTO
Ciprés puro, que veloz
Al monte Sion exaltado,
Tanto a la cumbre has llegado
Que tocas al mismo Dios:

Tan crecido y descollado
Tu limpio y puro lucir,
Que no pudo introducir
Sus tósigos el pecado.

Pues que gozas tanta gloria
Y tan múltiple atributo.
Ruega de tu vientre al fruto
Nos dé en la muerte victoria.


CUARTO MIÉRCOLES
ORACIÓN
Sacratísima María, que elevada al Empíreo fuiste constituida y proclamada por la augusta Trinidad, Reina de los ángeles y Abogada de los pecadores, é iluminas con tu luz a los cortesanos del Empíreo, y destierras de los pecadores la calamidad y la miseria. Rogámoste humildemente que con esa esplendorosa Luz ilumines a los príncipes cristianos y des acierto, a los Prelados de la Iglesia, y haz que tus devotos conserven pura la fe que prometieron en el bautismo, destierra las herejías y ruega a Dios por nosotros, para que no nos separemos de la ley santa de tu Hijo, sino que siguiéndola merezcamos gozarte, eternamente.
Nueve Ave Marías.

OFRECIMIENTO
Coronada Reina hermosa,
De los ángeles Señora,
Del pecador protectora,
Y de Dios joya preciosa:

De los ángeles sois Luz,
De los hombres norte y guía,
De los enfermos salud
Sois, dulcísima María.

Pues sois de todo lo criado
Reina, Maestra y Madre pía,
Velad por vuestros devotos,
Luz de luces, gran María.






SEMANA DEVOTA
 EN HONOR DE LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ


ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa en el alma de haberos ofendido y para que den abundancia broten las lágrimas del origen mismo de donde procede la culpa de este corazón ingrato y tantas veces rebelde, dignaos con cederme vuestro perdón y vuestra gracia, para que el rigor saludable de la penitencia que por mis pecados me imponga, ablande mi dureza y triunfe por completo de mi obstinación. Propongo no volver a ofenderos más: concededme vuestro auxilio, que, en adelante, viviendo solo para Vos, os sirva con fidelidad hasta el fin de mi vida. Amén.


DOMINGO
ORACIÓN
¡Oh María Madre Santísima de la Luz! ¡Nueva creatura de Dios y la más excelente: que ha salido de sus divinas manos; urna purísima de la dad, y riquísimo tesoro de gracia y de virtud; mi salud, mi consuelo, mi vida! ¡Altar de oro de los sagrados, inciensos, cuyo perfume suavísimo alegra el Corazón de Dios; ¡Virgen, más brillante que todo rayo de luz! En Vos está toda la gracia para conocer el camino dé la Verdad; en Vos, toda esperanza de vida y de virtud. Para agradaros, Madre bondadosísima, y para servir con lealtad a vuestro divino Hijo, en el alma deseo adquirir y practicar la virtud; pues el Espíritu Santo nos enseña que la virtud sirve para todo como que trae consigo la promesa de la tranquilidad de la vida presente y de la vida eterna. Y, pues sus caminos son caminos deliciosos, y llenas de paz todas sus sendas, conseguidme abundantes gracias para que desde luego prácticamente conozca la necesidad e importancia de las virtudes cristianas. Que conciba de la virtud grande estimación, puesto que es preferible a las más elevadas dignidades, y nada valen en su comparación las mayores riquezas. Haced que aspire siempre al mayor progreso en toda clase de virtudes; porque verdad cierta es que cuando comenzamos a no querer ser mejores, pronto; dejamos de ser buenos. Sed en las virtudes mi Maestra; puesto que después de Dios sois para todo el mundo fuente purísima de esplendorosa luz; para que dócil a vuestra inspiración y a vuestra gracia, logre santificarme en la vida y gozar de la gloria eterna en el ciclo. Amén.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Huerto cerrado y singularísimo, que constituye las delicias del mismo Dios, Fuente sellada, cuyas aguas no logró enturbiar jamás el infernal enemigo! ¡Virgen singularísima, cuya hermosura enamora el Corazón del mismo Dios, y a la cual reverencian amorosos y rendidos los hombres y aun los ángeles y serafines! Vos sois el sostén de nuestra naturaleza, que languidece en medio de tantos peligros y caídas. Por Vos rota la funesta alianza de nuestros primeros padres con la infernal serpiente, renovase la enemistad del hombre con Satanás, y el género humano recobró la divina gracia por medio de Vuestro Hijo Jesucristo. Si los desventurados hijos de Eva nacieron un día sujeto a la muerte, recuperada ya la gracia que antes poseyeran felices nuestros padres, por Vos nacemos hoy a la vida, y vida eterna y felicísima. Por vuestra singular pureza y vuestra fidelísima correspondencia a la gracia, no permitáis jamás que caigamos en el más leve pecado; porque los que por su desgracia le cometen, hácense enemigos de su alma. Triste es la pintura que del infeliz pecador hace vuestro divino Esposo, el Espíritu Santo: y ¿cómo había de dolemos que nuestra alma? "la hija de Sion, perdiese toda su hermosura;" que "se oscureciese el oro del templo," pues templo somos del divino Espíritu; y que, por el pecado quedasen feas y "denegridas" nuestras almas, antes de él "más blancas que la nieve, más lustrosas que la leche, más rubicundas que el marfil antiguo, y más bellas que el zafiro" ¡Ah! No permitáis, Madre piadosísima, que venga en tiempo alguno sobre nosotros tal calamidad, á la cual mil veces sería preferible la muerte. Detenednos y guardadnos con vuestras celestiales gracias; para que, previniendo el pecado con actos de contrarias virtudes, conservemos vuestra maternal protección y la amistad de vuestro divino Hijo, y reinemos después eternamente con Vos en la gloria. Amén.




LUNES
ORACIÓN
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Refugio y esperanza nuestra; luz y santificación de nuestras almas, delicia de nuestros corazones! Vos sois para los hombres el camino de su vida, y, después de Dios, la causa de su eterna salvación; Vos, el consuelo de nuestras almas, el bálsamo eficacísimo para nuestras heridas, la celestial medicina para el mundo enfermo; y la brillantísima Estrella, que con la esplendorosa luz de su pureza y de sus virtudes, gozase en iluminar a los hombres, ciegos, en gran parte, por la espesa nube de mortíferas pasiones que los agitan y enloquecen. A pesar de que estamos destinados para el cielo, de muchos puede decirse, por desgracia, lo que ya en su tiempo lamentaba el profeta Isaías: "todos van descarriados por su camino, cada cual, a su propio interés, desde el más alto hasta el más bajo." dividámonos Con frecuencia de aquel importante aviso del Apóstol: "A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos, m pongan su confianza en las riquezas caducas, sino en Dios vivo, que nos provee de todo abundantemente para nuestro uso. Conseguidnos, pues, Madre piadosísima, que, teniendo en poco los perecederos bienes de la tierra, á vista de las eternas riquezas que esperamos odiemos con todas las fuerzas de nuestra alma el funesto pecado de la avaricia, persuadidos de que 'quien confía en sus riquezas, caerá por tierra, al paso que los justos florecerán como árbol de verdes ramas; y de que el mejor destino que puede darse a los bienes con que Dios nos favorece, es aliviar las necesidades del pobre y del enfermo, preservar de la seducción al desvalido, propagar la doctrina católica entre los ignorantes y rendir a Su divina Majestad constantemente y con oportuna esplendidez el culto que por tantos títulos le son debido. ¡Madre amabilísima! Que no nos halaguen ni infatúen los miserables bienes de esta vida, pues bástamos los que nos esperan en la eterna. Que con secretas y convenientes limosnas redimamos nuestros pecados, y por ellas y con nuestra santa vida merezcamos llegar a los eternos tabernáculos de la gloria. Amén.



MARTES
ORACIÓN
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Lirio candidísimo de pureza: Madre inmaculada, que, concibiendo por obra del Espíritu Santo, permaneces siempre Virgen, y eres, sin experimentar dolor, la más pura de las madres! A Ti ha descendido; para llenarte de su gloria, el Hijo del Eterno Padre, y el Espíritu Santo, por medio de una operación inefable, te cubrió con su sombra; ¡Oh, Virgen y Madre admirabilísima, que con divino Fruto de inconcebible pureza libras al mundo de las funestas consecuencias del pecado! Líbranos, en especial a nosotros, de toda culpa que pueda mancillar la virtud de la pureza; y haznos comprender a viva luz la importancia de aquella divina sentencia: "No te dejes arrastrar de tus pasiones, y refrena tus apetitos. Si satisfaces los antojos de tu alma, ella te hará la risa y fábula de sus enemigos” porque "nuestros cuerpos son miembros de Cristo" nuestro Señor, y mientras permanecemos en su gracia, somos templo del Espíritu Santo. Derrama, Virgen purísima, sobre mi alma, gracia poderosa que fomente con eficacia en mi corazón el amor a la pureza y la práctica de la más delicada castidad; y que, aun entre los angustiosos esfuerzos de las frecuentes luchas que haya de sostener en defensa de la pureza, sostenga mi debilidad y constantemente me recuerde aquel encomio preciosísimo que Tu divino Esposo, el Espíritu Santo, hace de esta virtud: "¡Oh, cuan bella es la generación casia con esclarecida pureza! Inmortal es su memoria, y en honor delante de Dios y de los hombres." Ampárame, Madre amabilísima, entre los multiplicados peligros de lecturas, conversaciones y escándalos que por todas partes me rodean; para que, fiel a la castidad en esta vida, merezca el eterno galardón de la gloria. Amén.



MIÉRCOLESORACIÓN
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Perfecta é inmaculada paloma, en que tanto se complace el Espíritu Santo; paloma incomparable, más pura que la luz del cielo, cuya belleza forma las delicias del mismo Hijo de Dios; paloma purísima, cuya sencillez e inocencia no puede comprender la inteligencia del Hombre, Vos sois el fresco rocío, que templa y fecundiza nuestro árido corazón, y la serena Luz de nuestra mente oscurecida por el hálito abrasador de las pasiones! Vos sois la creatura amabilísima que más se aproxima al Creador; y así como no ha habido jamás quien se aventajase á Vos. así habrá nunca después de Vos quien se eleve a tan alto grado de santidad. Grande obstáculo para ella es la ira; porque, como nos enseña vuestro divino Esposo, "la ira y el furor exaltado no dejan lugar a la misericordia, y el ímpetu de un hombre arrebatado ¿quién podrá soportarle?" Y en cambio, es elemento muy poderoso para la santidad, la paciencia que tolera todo cuanto puede sobrellevarse; que todo lo sufre con gusto, y gozase en todo género de tribulaciones; que agradece al Señor de corazón las adversidades que la cercan, y al adversario, que es causa de sus padecimientos, reconócele como, singular bienhechor. Quien a esto aspira, y en estos bellísimos ensayos de heroicidad cristiana emplea su actividad y sus talentos, mucho tiene adelantado para ser santo e imitaros a Vos, Madre amabilísima, aunque desde muy lejos, en Nazaret y en el Calvario. Que esto es lo que, para que lleguemos a ser santos, nos recomienda vuestro Hijo, al decirnos: "Dichosos seréis cuando ¡os hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros. Alegraos entonces y regocijaos, porque es muy grande la recompensa que os aguarda en bs cielos." Conseguidme, pues. Madre Santísima de la Luz, que, abriendo los ojos del alma a la meditación de estas verdades evangélicas, me esfuerce desde luego en ser paciente, sufriendo por Dios con serenidad y alegría los sucesos desagradables que me sobrevengan en los desprecios, enfermedades, pérdida de bienes, de fortuna, en la muerte de las personas queridas, y aun en las más angustiosas aflicciones del alma. “Porque las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente nos producen el eterno peso de una sublime é incomparable gloria."  Que a ésta aspire y o con eficacia, y ésta consiga por vuestra intercesión poderosa, alabándoos por toda la eternidad. Amén.


JUEVES
ORACIÓN
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Mesa de oro preciosísima, que nos ofrece el Pan de verdadera vida, pan dulcísimo y único que satisface las frecuentes ansiedades del alma! ¡Virgen dignísima de perpetua alabanza, como no existió ni existirá jamás otra alguna; verdaderamente bendita entre todas las mujeres, pues sólo Tú nos ofreces el Fruto de eterna bendición! ¡Virgen sobre todas las vírgenes admirable nacida para los goces de la divina bendición, que encaminas al ciclo con el Fruto bendito de tu seno purísimo a los que la Eva infeliz, por su funesta intemperancia, sumergiera en el profundo abismo del pecado! A Ti figuraba aquella tosca piedra, de la cual brotaron para el sediento pueblo de Israel, abundantes y cristalinas aguas, significando que brotarían de Ti en favor del universo el don y el refrigerio de mi la gracia. Mal se concilian con la gracia, por desdicha nuestra, las intemperancias con que a veces se ofende en el mundo a Dios nuestro Señor, por innobles excesos en la comida y en el beber. Con grande detrimento de su alma ólvídanse muchos de aquel precepto del Apóstol, tan conforme al espíritu del catolicismo: "Andemos con decencia y honestidad, como se suele andar durante el día; no en comilonas y borracheras; más revestíos de nuestro Señor Jesucristo, y no busquéis cómo contentar los antojos de vuestra sensualidad." Porque, se nos ha dado el cuerpo para que honestamente le alimentemos, no para que le complazcamos; para que le dominemos, no para que él nos domine; y para que nos sirva, no para que le sirvamos a él. Y los desórdenes que contra estos divinos designios se cometen, son tan funestos, que el Espíritu Santo se lamenta de ellos diciendo: "¿Para quién son los ayes? ¿para qué padre son las desdichas? ¿contra quién serón las riñas? ¿para quién los precipicios? ¿para quién las heridas sin motivo alguno? ¿quién trae los ojos encendidos? ¿No son éstos los dados al vino, y ¡os que hallan sus delicias en apurar copas?" Triste pintura, Madre amorosísima, que, si necesitase comprobación, ofreciéranla muy cumplida los desórdenes y desgracias que muchas veces lamentamos, y que, sobre producir escándalos y escaseces, causan en algunos, por desgracia, la perdición eterna. ¡Ah! No lo consientas, Madre Santísima de la Luz. Líbranos de tan terrible desgracia, y a nuestro pueblo líbrale de tal deshonor y de tantos males. Consíguenos de tu divino Hijo la gracia de la templanza, y que tengamos presente sin cesar aquella sabia prevención riel apóstol San Pedro: "Sed sobrios, y estad en continua vela; porqué vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa que devorar." Haz con tu maternal protección que nos mortifiquemos en la vida, para hacernos dignos de los eternos goces del cielo. Amén.



VIERNES
ORACIÓN
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Aura santísima y vivificante, que ahuyentas de tus verdaderos devotos en la tierra los espíritus malignos! Tú sola superas todos los méritos de los santos, y descuellas con admirable abundancia de dones y de gracias sobre los coros todos de los ángeles. No hay entre las maravillas de la naturaleza creatura tan hermosa, que pueda asemejarse a tu incomparable belleza. A Ti representaba aquella abrasada zarza, que veía Moisés quemarse sin consumirse, y te mostraba llena de la majestad de Dios. Tú eres la más preciosa primicia de la nobleza y de la recuperada honra de la naturaleza creada, que consigues la libertad de los hijos de Dios a los que yacen oprimidos por la servidumbre del pecado. Por Ti, el hombre caído se ha reparado de su ruina y ha logrado reconquistar los fueros de su primera dignidad. ¡Cuánta y cuan sólida grandeza! Pero a la incomparable grandeza tuya, Virgen purísima, opónese por extremo la bajeza nuestra cuando nos oprime la inmensa desgracia de caer en pecado. y en especial cuando somos víctimas del pecado rastrero de la envidia. Porque "por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo, é imitan al diablo los que son de sil bando," como nos enseña el Espirita Santo. Y triste es reconocer que, olvidados de Dios, y de su alma, los envidiosos son más inclementes que las fieras, e iguales y aún peores que los demonios; porque de ordinario las fieras ármanse contra nosotros, sólo cuando están hambrientas o las provocamos; los envidiosos alimentan sus prevenciones y sus odios a veces entre los mismos beneficios que reciben: guerra, crudelísima nos hacen ciertamente los demonios, y sin embargo, no se la hacen ellos mismos entre sí; mas entré los hombres, destinados todos ellos para el cielo, no es raro, por desgracia, que ardan disensiones y rencores, nacidos del funesto pecado de la envidia. Líbranos por tu amorosa clemencia, oh Madre Santísima de la Luz, de tan grave mal, y haz que fomentemos cuidadosos en nuestra alma el más sincero amor hacia nuestros prójimos, gozándonos en sus felicidades y doliéndonos de sus desdichas; porqué señal es de verdadero amor de Dios el amor sincero que profesemos a nuestros hermanos. Que la entrañable caridad que, por la divina gracia, con ellos tenga en la vida, me abra un día las puertas de la eterna gloria. Amén.



SÁBADO
ORACIÓN
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! Humildemente postrados a vuestras plantas os saludamos con amorosa reverencia, aclamándoos bienaventurada hasta el fin. Felicitándonos de ser vuestros siervos amantes y rendidos, nos alegramos de vuestra gloria y engrandecemos con todo el gozo de nuestra alma al Dios todopoderoso, que hizo en Vos cosas tan admirables. Vos sois el místico Paraíso, en que de nuevo aparecieron la inocencia y la virginidad de nuestros primeros padres; y abriendo con vuestra maternal mediación el paraíso de la gracia a los que de él habían sido arrojados por el pecado, los conducís benigna y amorosa a un reino felicísimo que nunca tendrá fin. Pero para llegar a este reino de inacabables delicias, preciso es, oh Madre piadosa, y amabilísima, que trabajemos en la medida de nuestras fuerzas. Así nos lo enseña vuestro divino Esposo, cuando nos dice; "Todo cuanto pudieres hacer de bueno, hazlo sin perder tiempo; puesto que ni obra, ni pensamiento, ni sabiduría, ni ciencia, ha lugar en el sepulcro, hacia el cual vas cometido." Perezosos son y muy poco cuerdos, los que quieren reinar con Dios, y no trabajar por El; alégrense con los eternos premios que nos están prometidos, y retráelos el temor de combatir y de vencer sus pasiones, envalentonadas, y avasalladoras ya talvez, por la benignidad con que han sido consentidas. Por eso, con mucha razón se ha dicho que "los deseos consumen al perezoso, pues sus manos no quieren trabajar poco ni mucho." Y si aún los diligentes encuentran obstáculos poderosos en el camino de la virtud ¿cómo no han de hallarlos los perezosos, con grave temor de poder vencerlos? Mostrad, pues, vuestra piedad, Madre tiernísima; en asunto de tanta trascendencia, y haced que detestando con toda nuestra alma la pereza en el cumplimiento de nuestros deberes y en el servicio de Dios, nos excitemos a ser diligentes y animosos, trabajando sin cesar por conseguir nuestra santificación en esta vida y los premios eternos en la otra. Amen.






NOVENA A LA INMACULADA VIRGEN MARÍA
MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ

Del P. Pedro de Echavarri, de la Compañía de Jesús. 1740.


ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, verdadera Luz de ciclos y tierra, que eclipsada en la Cruz con la funesta sombra de mis cúlpasenos sacaste de las tinieblas del pecado al resplandor de la gracia: por lo que padeciste por mí, y por quién eres, me pesa. Dios mío, de todo mi corazón de haberte ofendido: propongo una firme, enmienda, y pecar más, y espero en vuestra bondad y misericordia infinita, me has de perdonar por tu preciosa Sangre y por los méritos de tu pasión y muerte. Amén.


PRIMER DIA
ORACIÓN
Soberana Emperatriz de los cielos, María Madre Santísima de la Luz, dignísima de Cristo, verdadero Sol de justicia: postrado a tus pies, y reconociendo mis graves culpas, te ruego y suplico por la Sangre de mi Redentor, que me comuniques el cuidado debido en la observancia de los divinos preceptos a que me inclina con inspiraciones continuas el ángel de mi guarda, uno de los que forman el primer coro de los celestiales espíritus. Haz, Soberana Princesa, que los imite y o en la pureza y en el conato de cumplir en todo, la voluntad de tu santísimo Hijo Jesús, qué. con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Siete Ave Marías


DEPRECACIÓN
Espíritu Santo Paráclito, consolador y lumbre de las almas, Dios y Señor nuestro, a quien se atribuyen especialmente las obras de la justificación, como indicios de tu eterno amor; yo te doy infinitas gracias por los dones y excelencias incomparables con que sublimaste a María mi Señora, Madre Inmaculada de la increada Luz, Esposa tuya dignísima: y te suplico por sus merecimientos unidos a los de su precioso Hijo nos concedas un dolor intensísimo de mis culpas, para que así, quede digno, de tu amor y de tus dones; y por último logre, gozarte eternamente y adorarte con el Padre y con el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.
Acabado esta oración gratulatoria, se dice al Niño Jesús, esta:


ORACIÓN
Dulcísimo Jesús, que a la mano siniestra de María tu clarísima Madre, recibes de un ángel los humanos corazones arrepentidos de sus culpas, y encendidos en tu amor. Haz, Señor dulcísimo, por los méritos de tu pasión y muerte, y por los que te complaciste en la pureza sin igual de tu Madre, que mi corazón deteste los errores y pecados que ha cometido, y, se abrase en tu divino amor, para que sea digno de que mi ángel de guarda te lo presente, y eternamente te lo consagre, porque así te ame en los siglos de los siglos sin fin. Amén.
Acabada la petición, se dirige el corazón a la Madre Santísima con esta:


DEPRECACIÓN
Augusta, soberana Virgen, Reina de tos ángeles y de todos los bienaventurados, Inmaculada Madre de la Luz, que concebiste de tu sustancia y diste a luz la Luz eterna de los cielos y tierra, Cristo Jesús verdadero Hombre; postrado a tus pies humildemente, te suplico me alcances de tu soberano Hijo, el favor que en esta novena te pido: y que en este y los demás negocios y cuidados de mi vida, el principal sea siempre en mi atención aquel uno necesaria, que consiste en servir y amar a Dios de todo corazón. Haz, benigna y poderosa Reina, que, libre de la boca del abismo y su infernal dragón; viva mi alma eternamente en tu compañía, alabando a Dios como los astros del firmamento, y cooperando con sus luces al resplandor incomparable de la tuya que es Luz de la Luz de tu Hijo, rayo de su esplendor y ornamento de su gloria. Amén


ORACIÓN FINAL
A ti ocurro ¡oh Madre Santísima de la Luz! Reina soberana de los ángeles y de los hombres, como a mi seguro puerto a solicitar tu protección y amparó. Tú, eres Señora de este ingrato siervo; Madre de este indigno hijo; y salud de este desvalido enfermo, concebido en flaquezas y miserias: pero Tú como Señora todo lo puedes; como Madre todo lo suples, y como Salud todo lo curas: puedes hacer de un siervo inútil un diligente esclavo; de un hijo indigno quien dignamente te reverencie, y de un enfermo un espíritu Santo. Desata las prisiones de los que ciegos sirven a sus pasiones, y la de los cautivos; ayuda a los flacos: pon en descanso a las afligidas almas del Purgatorio; remedia todas las necesidades de nuestra Santa Madre Iglesia, pues eres Luz resplandeciente para todos, y a mí que me acojo a tu amparó, concédela a mi atribulado espíritu para que camine por la senda que sea más agradable a tu Hijo santísimo, y de tu mayor servicio. Esto sólo te pido, esto sólo deseo y esto me atrae a tus aras, y he de salir triste de donde todos vuelven con consuelo, por el amor con que te aman el Eterno Padre, su Hijo y tuyo Santísimo, y el Espíritu Santo, cuyas tres divinas Personas son un solo Dios verdadero que vive y reina eternamente. Amén.


SEGUNDO DIA
Dulcísima Virgen María, Madre purísima de la Luz y Madre nuestra clementísima, que te ves obsequiada de los arcángeles, como ministros de Dios en los negocios más graves de su servicio: suplícote, Reina amabilísima, por los merecimientos de tu Hijo y tuyos, y por los que Dios se complace en este segundo día, que me concedas el que coopere con ellos a cuanto fuere de la mayor gloria de Dios; y el negocio, que en esta Novena solicito, dirigiéndolo á
su mayor alabanza, y a su mayor utilidad. Amén.


TERCER DIA
Soberana Virgen María, Madre clarísima de la eterna Luz, que inspiras sobre aquellos celestes espíritus que se llaman Principados. Haz, Señora, que en nosotros ejerzan tu empleo, alumbrándonos, é instruyéndonos en el cumplimiento de nuestras obligaciones, o por sí, o por medio de los ángeles y arcángeles sus inferiores; y alcánzanos también de Dios lo que pido en esta Novena, enderezándolo a mayor honra, tuya y gloria de tu esclarecido Nombre. Amén.


CUARTO DIA
Santísima Virgen María, Madre Inmaculada de la Luz, postrado a tus sagrados pies le pido rendidamente me encomiendes, a las Virtudes que componen el cuarto coro de los espíritus soberanos, y pues por ellos obra Dios las grandes maravillas de su poder, haz por su medio que en mi alma se practique el milagro de una grande conversión a Dios, de suerte que en adelante no desee ni aspire sino a lo que fuere de la mayor gloria divina, y que por sus merecimientos unidos a los tuyos y los de tu Hijo, alcance feliz éxito en el presente cuidado, dirigiéndolo en todo a tu sagrado beneplácito. Amén.


QUINTO DIA
Soberana Virgen María; esclarecida Madre de la Luz, y Reina de las Potestades, por cuyo medio refrena Dios el Orgullo de los espíritus apóstatas y rebeldes, haz; benignísima Princesa, qué también por su medió sé reprima el furor dé mis enemigos, y que mi alma se libre de caer en la boca del abismo y en las fauces del infernal dragón, para que sea trofeo de su poder y misericordia. Te suplico, asimismo, encamines el negocio de esta Novena a mayor gloria de Dios, honra tuya y bien de mi alma. Amén.


SEXTO DIA
Purísima Virgen María, Madre de la Luz increada, Reina, poderosísima, que ejerces tu señorío y majestad en las mismas Dominaciones, que son los espíritus, soberanos, que presiden a los inferiores coros como ministros de Dios ejecutores de su rectísima voluntad. Haz, Señora, que logremos el dominio de nosotros mismos, venciéndonos y sujetando nuestros apetitos a la razón, para que observemos enteramente los divinos preceptos. Y concédeme también el favor particular que pido en esta Novena, a mayor gloria de Dios. Amén.


SEPTIMO DIA
Virgen benditísima María, Madre de la eterna Luz, que eres trono augusto de la Santísima Trinidad, y por eso reina de aquellos espíritus, en quienes descansa Dios como en asiento y trono de la grandeza y majestad. Por estos altísimos Príncipes, y especialmente por tu Hijo, Rey y Señor de todos, te ruego que mi alma llegue a una pureza tal, que merezca hospedar en ella a Dios, tan de asiento, que sea como trono de su agrado y complacencia: y el favor que pido en esta Novena, dirígelo, suavísima Señora, al fin del mayor obsequio de mi Dios. Amén.


OCTAVO DIA
Sapientísima Virgen y Madre de la eterna Sabiduría, por ser Madre Inmaculada de la Luz, María Reina de los querubines, así llamados por la plenitud de ciencia y sabiduría que gozan: alcánzame de Dios la ciencia más provechosa, y la que es ciencia de los Santos, un temor de Dios filial y reverente con que quiera perder todas las cosas antes que incurrir en ofensa suya. Haz, Reina y Señora, que en esto los imite: y juntamente intercede con tu soberano Hijo, a favor de lo que solicito en esta Novena, ordenándolo enteramente a su divina rectísima voluntad. Amén.


NOVENO DIA
Amantísima y amabilísima Virgen María, Madre de la eterna Luz, Esposa dignísima del Espíritu Santo, en cuyo purísimo amor te abrasas, como Emperatriz de los serafines, aquellos supremos espíritus que se aventajan a los otros por el imponderable fuego que respiran, en que arden, y con que aman incesantemente a Dios. Consigue de Su Majestad, Señora, que mi alma se encienda en el fuego de ese mismo amor, de suerte, que se derrita en él y se transforme en Dios únicamente amado. Alcánzame también el éxito feliz en el negocio, que especialmente pido en esta Novena a mayor gloria de Dios y honor tuyo Madre amabilísima de la Luz. Amén







PARA CELEBRAR CON PROVECHO ESPIRITUAL LA FIESTA
DE LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ

Purísima siempre Virgen María,
y conseguir de Dios Nuestro Señor, con esta soberana invocación los dones y gracias que se le piden.


ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Dios Triduo y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien creo, en quien espero, a quien amo: conozco que siendo tú mi Padre, no te amé: siendo mi Redentor, te desprecié; siendo mi bienhechor te correspondí: conozco que me olvidé de ser hijo, de ser fiel, y de ser agradecido: conozco con cuántos títulos he merecido tu ira y mi perdición; pero ya, Señor, confieso que pequé contra el cielo, y delante de ti; me pesa de haberte ofendido, sólo porque eres Dios, porque eres suma hermosura y digno de ser amado; propongo no ofenderte más, y enmendar mi vida, según tu santa ley. Y a ti, Madre Santísima de la Luz y Patrona nuestra, bien veo cuánto te he agraviado en ofender a tu amorosísimo Padre, Hijo y Esposo: pero te prometo no darte más disgusto: y así has presente al Eterno Padre, que eres su Hija: a tu Santísimo Hijo, que eres su Madre y nuestra; y al Espíritu Santo, que eres su Esposa, para que por tu medio consiga gracia con que sea yo infiel, ni ingrato, sino verdadero hijo tuyo y de la Santísima Trinidad, que sea bendita y alabada siempre de todas las criaturas. Amén.


DÍA PRIMERO
No ha hecho Oíos criatura más excelente, más amable, ni más hermosa que María. No hay criatura ni más noble ni más poderosa, ni que menos necesite de nosotros; con todo nos tiene tanto amor, que bajó en su Imagen de la Luz al mundo, deseando que yo sea su hijo, y nombrándose mi Madre: ¿Y yo no la he de tener por Madre? ¿Y mi corazón, no se deshace ni se abrasa todo en amor de María?

ORACIÓN AL ETERNO PADRE
Clementísimo Eterno Padre, Dios y Señor del Universo, que quisiste que tu Santísima Hija te imitara de algún modo en enviar sil Imagen al mundo por amor a los hombres, para remedio de todas nuestras necesidades espirituales y temporales; te damos infinitas gracias por tan singular beneficio: y a ti, Soberana Señora, acompañada de los ángeles, arcángeles y tronos, te agradecemos el amor con que viniste para nuestro amparo, y para manifestar que como divina misionera nada más deseas que nuestra eterna salvación y que le tengamos y reconozcamos por Madre. ¡Oh, y cuánto deseas que te busquemos como hijos! Indignos de serlo somos, dulce Señora; pero si tu amor, con todo, quiere que lo seamos, por Madre te tenemos, como á Madre te amamos y como Madre, de tu mano queremos los bienes de esta vida y los de la otra. Amén, Jesús.

Aquí se rezan tres Ave Marías y tres veces el Gloria Patri en honra de la Santísima Trinidad.


ORACIÓN DEPRECATIVA
Santísima Madre de la Luz, Purísima Virgen María, pues tú misma dices que vienes para remedio de los que le buscaren en sus necesidades, no desdeñes mis súplicas cuando humildemente imploro tu favor: inclina a mis ruegos tus misericordiosas entrañas y tu amoroso corazón, para que yo consiga lo que deseo y pido en este sagrado Triduo, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra tuya y provecho de mi alma. Amén.

Aquí cada una hace con viva fe su petición a la Madre Santísima; después se prosigue con la siguiente:


Hermosísima Virgen María, Madre Santísima de la Luz, Madre y Señora nuestra, que, siendo Templo de la Santísima Trinidad, vienes a buscar entre los hombres un templo en que colocar tu Imagen, y quieres que cada uno sea templo vivo de esa tu soberana invocación, para que sea guía de los pecadores que erraron el camino de la eterna salvación, Luz de los ciegos, salud de los enfermos, resurrección de los muertos, socorro de los pobres, libertad de los cautivos, consueto de los afligidos, amparo de los perseguidos, alegría de los tristes, asilo universal de todos, y manantial continuo de beneficios: haced, Madre Santísima, que nos acordemos que somos templos vivos de Dios. Representad a nuestro Criador, cómo salimos de su omnipotencia, a imagen y semejanza suya, para que no permita en ofensa suya, que seamos semejantes al demonio, sino que restaure y perfeccione la imagen que crió, mejorándola en los justos, avivándola en los tibios, y en los pecadores renovándola. Y tú, Madre mía, de la claridad de tu Imagen desprende un rayo de luz, que nos dé a conocer la grandeza de ser templos e imágenes de Dios, para que, no borrándolas nunca por la culpa, nunca degeneremos de hijos suyos y tuyos. Amén.



DÍA SEGUNDO
María Santísima, Madre de la Increada Luz, siendo Reina y Señora de todo el mundo y Emperatriz del cielo, es tan humilde que hasta en su rostro lo manifiesta: ama tanto a los pobres y a los humildes, que de ellos se vale para cosas grandes de su gloria, despreciando a los poderosos y soberbios. ¿Y me atreveré y o a ser soberbio y altivo con mis prójimos y con los pobres y humildes?

ORACIÓN Á JESUCRISTO
¡Oh amantísimo Redentor nuestro Hijo Unigénito del Padre y verdadero Hijo de María Santísima, Virgen Purísima! te damos cuantas gracias podemos, porque te imitó en algún modo la Imagen de tu Santísima Madre en venir como tú al mundo por amor de hombres; y porque quisiste, para que aún en esto fuera tu Imagen y semejanza, que como tú te valiste de unos hombres rudos y humildes para acreditar tu fe, así tu Santísima Madre, para crédito y fe de su palabra, se valiera de una humilde y simple sierva vuestra. Y a ti, humilde Señora y dulce Madre nuestra, que aun en tu imagen muestras camino te exaltó tu humildad hasta sobre los soberanos espíritus acompañada de las Potestades, Principados y Dominaciones, y hasta poner vuestras plantas sobre tres hermosos serafines; te damos los parabienes por la dignidad que gozas y la elevación en que te vemos; y te pedimos una verdadera humildad, con que, conociendo que somos nada, y que todo se lo debemos a Dios y a ti, imitemos tu humildad y la de tu Santísimo Hijo, para ser exaltados en la gloria y cantar tus misericordias por toda la eternidad en compañía de los ángeles y santos. Amén, Jesús.
Lo demás, como el día primero.


DÍA TERCERO
María Santísima, Madre de la Luz es Madre del amor. Nada aprecia más, ni le podemos ofrecer cosa mejor que nuestro amor. Por eso quiso que la Santísima imagen se pintase con la mayor expresión del amor, que es sacar de la boca del dragón infernal aquella alma, y mantenerla estrechamente asida con su mano, para que no vuelva a caer: quiso también que aquel ángel presentara en un azafate los corazones de los hombres a su Santísimo Hijo, para que tomándolos uno a uno, menos con su vista, que, con su contacto, los encendiese en caridad y amor. También quiso para acreditar este amor, despedir de sí, cuando se apareció, un torrente de luz tan viva y tan copiosa, que en su comparación hubiera parecido una lucerna del campo el mismo sol. ¿Y podré yo aborrecer a mi prójimo? ¿Podré hacerme ciego, sordo y mudo a su necesidad, siendo todos hijos de un padre y una madre celestial?

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh amabilísimo Espíritu Santo! centro del amor eterno y Esposo de la Virgen María, que quisiste te imitara en algún modo la Madre Santísima de la Luz, en bajar tan colmada de excesivos resplandores que decía aquella gran sierva de Dios, no podía concebir cómo pudiera ser mayor la luz del día eterno en la gloria; en lo cual nos manifiestas cuánto deseas encender los hombres en amor de Dios y de María, a quien tanto enriqueciste con sus dones y gracias; te damos infinitas gracias por tan grande amor; y acompañados de las Virtudes, Querubines y Serafines, damos a tu santísima Esposa los plácemes y parabienes, de que venga a suceder en parte en el empleo de su divino amante Esposo. Y tú. amabilísima y dulcísima Señora, que tanto deseas nuestra eterna salvación y perfección, haz que sólo con mirarte é invocarte, Madre Santísima de la Luz, prenda en nosotros fuego que abrase y ablande nuestros duros corazones, para que queden con más y más luz de tus excelencias y blasones, para conocerte y para amarte; y que cada día se enciendan, abrasen y consuman tu amor, a fin de que, siguiendo tu voluntad, no hagamos, ni intentemos más que lo que tú nos inspirares y lo que tú quisieres, con lo cual agradaremos a la Santísima Trinidad. Amén, Jesús.
Lo demás, como el día primero.



GOZOS EN OBSEQUIO DE LA VIRGEN MARÍA, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ



¡Oh Fuente de resplandores!
Estrella del mar y guía,
dadnos luces, Madre pía,
á justos y pecadores.

La Trinidad eminente
ab aeterno te eligió,
y Madre te declaró
de la Luz indeficiente.
Tu grande Soberanía
despide mil resplandores:

Son tales tus luces bellas
que a los Infiernos asombras,
y en tu presencia son sombras
las luces de las estrellas.
Excedes con gallardía
de Luna y Sol los primores:

Dos hijos en tu regazo
sustentas con lazo estrecho,
al Niño Dios con tu pecho,
al pecador con tu brazo.
Al alma que parecía
libras de eternos ardores:

A ver el claro arrebol
de tu rostro refulgente,
el serafín más ardiente
te venera como a un Sol.
Desde el cielo nos envía
Luz con que nos acalores:

Pues en ti, Madre, esperamos
la guía, gracia y acierto,
concédenos feliz puerto
en este mar que surcamos.
No perece quien se fía
de tus maternos favores:

¡Oh Fuente de resplandores!
Estrella del mar y guía:
dadnos luces, Madre pía,
á justos y pecadores.









DEVOCIÓN DE LOS SIETE SÁBADOS A NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, pésame de todo corazón, mil y mil veces me pesa de-haberos ofendido. Yo, miserable, rile he alejado de Vos por el pecado, y por eso me desconocieron los ángeles, y como en justo castigo de mi perversión fui arrojado de aquellas placidísimas regiones de luz y de paz. Pero, ya del todo arrepentido, firmemente propongo no volver a ofenderos más. Dadme, Padre clementísimo, vuestra gracia; otorgadme el perdón de mis pecados, y en adelante me dedicaré con toda el alma a serviros fielmente hasta el fin de mi vida. Amén.

PRIMER SÁBADO

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh divino Espíritu, consustancial y coeterno con el Padre, que tan perfectamente penetráis los insondables secretos y profundos misterios de la Divinidad del Espíritu soberano y de altísima majestad, a quien adoran rendidas y temblando las potestades del cielo! Dignaos concedernos el don del temor de Dios, que nos conserve en humildad y aleje de nosotros el orgullo y la presunción, formidables obstáculos para la virtud. Que trabaje y o en el negocio importantísimo y único de mi salvación "con temor y temblor," como nos enseña el Apóstol; y sirviéndoos y propagando vuestra gloria en la vida, merezca alabaros eternamente en el cielo. Amén.

ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO

I. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois esplendorosa y bienaventurada Luz, que ilumináis con Vuestra vivísima claridad hasta lo más íntimo del corazón de los fieles.
¡Bendito seáis, oh divino Espíritu, que con tan maravillosa eficacia habéis renovado la faz de la tierra! Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.

II. ¡Oh divino Espíritu! Vos laváis las manchas de nuestra alma, regáis la tierra seca y árida de nuestros corazones, y con admirable eficacia curáis nuestras llagas.
III. ¡Oh divino Espíritu! Sin Vuestra poderosa ayuda nada puede alcanzar el hombre, y nada puede haber en él que no le sea nocivo.
IV. ¡Oh divino Espíritu! con Vuestro soberano poder superáis toda clase de dificultades. Hacéis de rudos pescadores, oradores elocuentísimos, cuya misteriosa palabra obliga a enmudecer a los sofistas. Y con Vuestra deslumbradora claridad arrebatáis a las tinieblas de la idolatría pueblos innumerables.
V. ¡Oh divino Espíritu! Vos derramáis sobre los fieles vuestros siete, dones, y dulcemente nos atraéis para que en Vos depositemos toda nuestra confianza.
VI. ¡Oh divino Espíritu! Vos acordáis el mérito a la virtud y concedéis éxito felicísimo a la importante empresa de nuestra salvación, para regalarnos después con los goces eternos.
VII. ¡Oh divino Espíritu! Vo s plegáis nuestra tirantez, cambiáis en vivificante calor nuestro frío, y con celestial acierto guiais, nuestros pasos.


ORACIÓN A L A MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
¡Oh María! ¡Madre Santísima de la Luz! ¡Virgen amabilísima, más grata que toda dulzura! ¡Tálamo virginal, del que, como purísimo Esposo, salió nuestro amabilísimo Salvador para ser la Lu z del mundo y llevar a cabo la obra divina de la redención! Ante la consideración de vuestra portentosa santidad y sin igual pureza nos contundimos y anonadamos: pero quédanos por dicha nuestra, el precioso recurso de la contrición, con la cual pidamos al Señor el perdón de los pecados con que hemos mancillado tantas veces la brillante estola de la gracia; y contando con Vuestra tiernísima protección, bien podemos exclamar confiados: "El espíritu compungido es el sacrificio más grato para Dios; no despreciarás ¡Olí Dios mío! el. corazón contrito y. humillado." Porque no suele, ni sabe, el Señor abandonar al que á El clama confiado, compungido de dolor el corazón; y la contrición es el ungüento preciosísimo que llena con suave fragancia toda, la Iglesia. Confiado y arrepentido me dirijo a Vos. Madre Santísima de la Luz para pediros gracia. la gracia de la contrición. D e la venturosa situación de luz y de paz, qué disfrutaba antes de ofender a Vuestro dulcísimo Jesús, merecí ser arrojado de improviso, y llegué a arrastrarme, prófugo infeliz, entre las miserias abominables del pecado. Pero ya, del todo arrepentido busco con ansias abrasadoras el perdón y la gracia. Conseguídmela con vuestra intercesión poderosa, para que, correspondiendo a ella con fidelidad, en ella logre ser confirmado por siglos eternos en el cielo. Amen.

ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA D E LA LUZ

Alabámoste y bendecímoste, Madre Santísima de la Luz, Esplendor el más puro y brillante que hizo conocer al mundo al divino Sol de Justicia, Cristo nuestro Bien. Dios te salve, María…

Alabámoste y bendecímoste, fúlgida Estrella de la mañana, que accediendo benigna a las súplicas de tus fieles hijos, les concedes el vivificante calor de la gracia y las espirituales ternuras del amor hermoso.  Dios te salve María…

Alabámoste y bendecímoste, purísimo é incorruptible Sol, jamás eclipsado con sombra alguna de imperfección; pues como al Sol que alumbra nuestro planeta, ni el fuego de acá abajo le abrasa, ni le ablanda el agua, ni la espada le hiere, ni le afecta contrariedad alguna de la tierra; así tus benéficos esplendores no han podido jamás ser amortiguados por todos los insistentes esfuerzos de los infernales enemigos. Dios te salve, María…


SEGUNDO SÁBADO

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh divino Espíritu! ¡Paráclito consolador y vivificante, que rebosáis de amor hacia los hombres, é ilumináis con lenguas de fuego a los que se hallan reunidos con lazos de mutuo y cristiano amor! Dignaos concedernos el don precioso de piedad; pues hemos recibido por vuestra gracia "el espíritu de adopción de hijos, en virtud del cual clamamos con toda confianza: "Padre, ¡Oh Padre mío! Concedednos que deseemos constantemente la mayor gloria de Dios, y lamentemos con toda el alma los ultrajes que por todas partes se le infieren; que con fe viva y sencilla amemos a la Iglesia Romana, nuestra Madre, que es la verdadera Iglesia de Dios , y con firme y amorosa confianza sigamos sus saludables doctrinas y practiquemos sus mandatos ; que con afectuosa dulzura y enérgica constancia cumplamos con nuestros deberes religiosos, con nuestras prácticas de devoción y, en lo posible, con las obras de misericordia, Obsequiando a Dios en nuestros prójimos. Y que, fieles en nuestros santos propósitos, os demos en la tierra mucha gloria y os amemos eternamente en el cielo. Amén.


ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO.
I. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois enviado para mi salvación, en forma de lenguas de fuego, y derramáis amoroso sobre las almas vuestra poderosa gracia y vuestros riquísimos dones. (Se contesta:) "Bendito seáis, oh Espíritu Santo, fuente de toda verdad.” Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri, etc.

II. ¡Oh divino Espíritu! Vos derramáis sobre los hombres encendido y benéfico rocío, y con él otorgáis misericordioso el perdón de todos los pecados.
III. ¡Oh divino Espíritu! Vos os habéis dignado elegir la hora de Tercia, para derramar sobre los Apóstoles vuestros dones. Vo s nos enseñáis con Sobrenaturales luces que debemos adorar a las tres divinas Personas en unidad de ciencia y de poder.
IV. ¡Oh divino Espíritu! Vos, que reposáis sobre el carro glorioso, de los querubines, os dignáis bajar de los cielos sobre el Coro de los Apóstoles.
V. ¡Oh divino Espíritu! Vos, apareciendo en lenguas de fuego sobre las cabezas de los discípulos, y derramando sobre nosotros misteriosas gracias, producís en los corazones de los fieles esos nuevos acentos, en los cuales nada hay de disonancia, ni de tibieza.
VI. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois el que ha inspirado a los profetas, excitándolos a cantar con siglos de anticipación las alabanzas del amabilísimo Salvador. Jesús.
VII. ¡Oh divino Espíritu! Vos habéis fortalecido a los Apóstoles, para que llevasen el nombre de Jesús por todo el mundo.


ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María Madre Santísima de la Luz! ¡Gloriosa Señora mía, y después de la Santísima Trinidad, Señora de todo el universo! ¡Elemento de vida; Refugio de todos los hombres: Vida de todos los hijos de Adán; ¡Virgen insigne y única, a la cual enriqueció el Señor con todos los tesoros del orbe! ¡Bendita sea Vuestra dignidad y excelencia: bendito el grado indefinido de santidad a que habéis sido enaltecida! Al presentarme, Madre clementísima, ante el tribunal de mi conciencia, no puedo menos de considerarme reo de gravísimo juicio, y reconocer la necesidad en que me hallo de abrazar y seguir con empeño el camino de la virtud. Lo que en esta empresa importantísima me preocupa, no es la perpetua extensión del tiempo, que debo dar a la penitencia que exigen mis pecados, sino la sinceridad y consecuente empeño con que me es necesario practicarla. Con razón me la íntima el Señor por él profeta, al decir: "Lavaos, pues; purificaos, apartad de mis ojos la malignidad de vuestros pensamientos, cesad de obrar mal, aprended & hacer bien, buscad lo que es justo, socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Y entonces venid." Para que los caminos de mi penitencia sean rectos, y sea verdadera la detestación de mis pecados, y firme el propósito de expiarlos en adelante, con una vida verdaderamente cristiana; conseguidme abundancia de luz, Madre amabilísima, y la necesaria fortaleza para desistir ante ningún género de dificultades. En vuestra tiernísima piedad confío, única y dulcísima esperanza mía después de Dios; amparadme para que después de vivir santamente, muera dichoso y eternamente Os alabe en el cielo. Amén.

ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE L A LUZ

Alabámoste y bendecímoste, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor purísimo de la gloria, que llenas el mundo de las almas de benéfica y deslumbrante luz.  Dios te salve, María…

Alabámoste y bendecímoste, brillante Estrella de la mañana, que ya en su feliz aparición sobre la tierra disipó las nubes de tristeza, que envolvían hacía muchos
siglos a los desventurados hijos de Adán. Dios te salve…

Alabámoste y bendecímoste, esplendoroso Sol, que serena y constante como el Sol astronómico, ni te has exaltado por tu altísima elevación, ni abatido por pusilanimidad. Dios te salve, María…


TERCER SÁBADO

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! ¡Mar inmenso de bondad, que con vuestra increada sabiduría y abrasado amor habéis atraído millones de idólatras al culto del verdadero Dios! Vos, que, colmando de delicias a los Apóstoles, os servís de ellos para embellecer la tierra con la gracia del bautismo; Vos, que derramando sobre las almas tesoros de amor purísimo y raudales de ciencia celestial, inspiráis, en los que os aman el más tierno amor a la pureza, mil veces más cándida que los frescos lirios de deslumbradora blancura; dignaos enriquecer nuestra alma con el don de ciencia, que nos haga prácticamente conocer el fin altísimo para lo cual hemos sido creados, y la conveniencia y oportunidad de los medios que en la alta empresa de la salvación del alma debemos emplear. Ciencia clarísima y sobrenatural, con que nos persuadamos de la verdad de aquella recomendación del Apóstol; "Porque verdad es que en otro tiempo no erais sino tinieblas; más ahora sois luz en el Señor. Y así proceded como hijos de la luz” Haced que con este apreciabilisimo don, desvanecidos todos los errores, aclaradas las más ligeras dudas y conocido el recto sendero, que á través del intrincado laberinto de los torcidos dictámenes del siglo lleva a la práctica de la virtud, crezcamos fervorosos en vuestro amor, redoblemos cada día nuestros esfuerzos en vuestro divino servicio, y, muriendo con vuestros suavísimos consuelos, eternamente vivamos contemplándoos con gloría inenarrable en el cielo. Amén.

ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO

I. ¡Oh divino Espíritu! Cuando el Eterno Padre por medio de su Verbo creó los cielos, la tierra y el mar Vos extendisteis benigno vuestra divinidad sobre las aguas, para hacerlas fecundas e inaugurar después entre los hombres una era dichosa de gloriosas conquistas y de salvadora cruz.
(Se contesta:) ¡Oh divino Espíritu! ¡Que todo cuanto habéis creado os bendiga y eternamente os alabe! Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.

II. ¡Oh divino Espíritu! Vos dais a las aguas en el bautismo la virtud de vivificar las almas. Vuestro divino soplo infunde en los corazones la sanidad y aliento maravilloso para las más altas empresas.
III. ¡Oh divino Espíritu! Con ese soberano soplo Vos habéis reducido a un solo rebaño bajo un solo pastor gran parte del mundo, antes por sangrientas luchas o completa indiferencia dividido en diversos cultos, lenguas, costumbres y aspiraciones.
IV. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois el que formáis el lazo venturoso que une a Dios con el hombre. Vos sois la soberana fortaleza que produce esta bendita unión.
V. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois dulce y suave, digno de amor y de alabanza. Vos purificáis de los más ligeros resabios ¿e la vanidad al alma, que con amor purísimo se abandona a vuestra inspiración. La pureza y la inocencia hacen vuestras delicias.
VI. ¡Oh divino Espíritu! Vos inspiráis suaves acentos a las almas a quienes consume la tristeza del destierro, y las consoláis librándolas de la desesperación. Vos regaláis con melodiosos acordes a los que gozan de alegría, y los ayudáis para que suspiren por Vos.
VII. ¡Oh divino Espíritu! Vos animáis a los corazones piadosos, inspiráis a los buenos y aconsejáis a los afligidos. No hay corazón que a Vuestro amor purísimo se abandone, que no se sienta alentado para la virtud.


ORACIÓN Á LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! En Vos cifra su felicidad el género humano, que ningún otro refugio, después de Dios, puede tener, fuera de vuestro amoroso patrocinio. Vos sois también mi alegre esperanza, mi único, consuelo, mi piadosa defensora y mi verdadera libertad. Os saludo, pues, con amoroso rendimiento, Virgen incomparable, que vencéis en gracia y hermosura a toda la naturaleza humana y angélica. Y, puesto que la devoción verdadera consiste en imitaros cuanto sea posible, á embellecer mi alma con el constante ejercicio de la mortificación deben dirigirse todos mis esfuerzos, "trayendo siempre representada en mi cuerpo por tedas partes la mortificación de Jesús, a fin de que la vida de Jesús se manifieste en mi cuerpo." como recomienda el Apóstol. Y en verdad, que por experiencia reconozco, Madre amabilísima, de cuánta necesidad es para tener tranquilo mi espíritu, no sólo contrariar con la necesaria eficacia las inconsideradas exigencias de mis sentidos, sino refrenar con saludable energía los desordenados afectos, con que a veces. Sorprendo agitadas y como ansiosas las fibras más íntimas del corazón. Desconocida es para mí todavía la práctica tan necesaria de extirpar poco a poco en mi voluntad el roedor gusano del amor propio, germen funesto de tantas turbaciones del alma y de tantas caídas. Haced, pues, Madre Santísima de la Luz, que ilustrado con divina claridad mi espíritu, é íntimamente persuadido de que "mejor es el varón sufrido, que el valiente; y quien domina sus pasiones, que un conquistador de ciudades," en adelante me esfuerce en caminar animoso por la necesaria senda de la mortificación en el cuerpo y en el espíritu, a fin de que más estrechamente unido con estas prendas de verdadero amor a vuestro divino Hijo, reine un día en las celestiales mansiones de gloria perdurable. Amén.


ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ
Alabámoste y bendecímoste, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor purísimo de inocencia, nunca sujeta a la más ligera sombra de culpa, y asiento constante de plena y suavísima tranquilidad. Dios te salve, María…

Alabámoste y bendecímoste, Estrella brillantísima del mar, en torno de la cual gira complacido el universo, pues con embeleso dulcísimo te contempla toda la corte celestial. Dios te salve, María...

Alabámoste y bendecímoste, Sol esplendoroso y vivísimo, Que luces con benéfica y saludable claridad en favor de los buenos y de los malos, remediando sus necesidades, y despertándolos con poderosa gracia de su peligroso letargo en el pecado. Dios te salve, María...



CUARTO SÁBADO

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! Vos, que a todas las almas encantáis con vuestra divina presencia; Vos, que sois el principio de bondad y de amor que une al Padre y al Hijo, la pureza de su- esencia, y toda benignidad, toda suavidad y toda fortaleza; dignaos concedernos este don celestial, germen de saludable energía que nos sostenga y nos aliente a través de los multiplicados obstáculos, que tienden a entorpecer la práctica de la virtud en los accidentados caminos de la vida del espíritu. Tanta es nuestra miseria, que en las diarias luchas que nos vemos precisados a sostener contra los enemigos de nuestra alma, o cedemos por pusilanimidad, o Saqueamos por nuestra excesiva confianza, que no tiene de ordinario otro fundamento que el ardor natural que procede del temperamento o de la vanidad. Sólo puede salvarnos en este caso el don divino de la fortaleza, que destierre el desaliento y modere la confianza; y que transformando 'con luz celestial las aspiraciones del corazón, le mueva a renunciarse a sí mismo para sobreponerse a la tiranía de las máximas y pretensiones del mundo, y no buscar en todos sus afectos otro amor que el amor de Jesús, ni otra gloria que la gloria divina. Dadnos este don, oh Espíritu de amor divino, para que, sirviéndoos con incesante fidelidad y sostenido tesón en esta vida, os alabemos después por siglos eternos en la gloria. Amén.

ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO

I. ¡Oh divino Espíritu! Vos purificáis al hombre de sus errores, le enseñáis lo que ignora, y le determináis a la práctica del bien en las perplejidades en que se encuentra. (Se contesta:) Homenaje tiernísimo de amor y gratitud os rendimos oh divino Espíritu, á Vos que por eterno amor procedéis del Padre y del Hijo. Padre nuestro, Ave María, y Gloria Patri.

II. ¡Oh divino Espíritu! Vos reanimáis al débil, acogéis al extraviado y dulcemente corregís al que yerra.
III. ¡Oh divino Espíritu! Vos sostenéis con suavísima eficacia al que va a caer, ayudáis en sus esfuerzos al que combate y regaláis con gracias de perfección al que os ama.
IV. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois el que con gracia poderosa ha hecho salir del lago de la corrupción y de la miseria al que hoy es perfecto.
V. ¡Oh divino Espíritu! Vos conducís a las almas perfectas por plácido sendero de paz y de alegría, y las lleváis bajo la nube de la fe hasta el santuario de la Sabiduría increada.
VI. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois el fundamento de toda santidad, el alimento de la castidad angélica. Vos embellecéis la dulzura, hacéis dulce la pobreza, dais abasto a las caritativas larguezas, y sois el más firme apoyo de toda honestidad y de todo heroísmo.
VII. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois la armonía suavísima que a todo imprime celestial hermosura; porque Vos ordenáis con maravilloso concierto todas las cosas, adornándolas de vuestro gratísimo y soberano esplendor.


ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Inconmensurable piélago de las divinas gracias, y tesoro de todos los dones del Espíritu Santo! Prevenida con sobreabundantes bendiciones del Altísimo, fuisteis ya en el materno seno maravillosamente enriquecida de singulares dones, para ser digna morada y verdadera Madre del Hijo de Dios; y los pueblos todos os confiesan hoy felizmente llena de gracia desdé el principio de vuestra vida. Vos sois por dicha nuestra, la Inmaculada Virgen, a la cual reconocemos exaltada con tanta gloria sobre todos los santos y los coros todos de los ángeles. Dispensadora sois de todos estos celestiales auxilios; por esto, recurrimos a Vos, Madre amabilísima, rogándoos, que os dignéis conseguirnos las gracias que nos son necesarias para nuestra salvación; porque "nado puede atribuirse el hombre, si no le es dado del cielo," y sólo de la divina gracia puede ser efecto Ío bueno que nosotros practiquemos. Favorecednos con luz celestial, que nos haga ver con eficacia la necesidad de corresponder fielmente a las gracias, que por vuestro medio nos conceda el divino Jesús. Haced que, sirviéndole con probada lealtad en esta vida, muramos en su gracia y con Vos eternamente le gocemos después en la gloria. Amén.


ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
Alabámoste y bendecímoste, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor brillante de la Luz eterna, por la serenísima pureza de tu alma. Dios le salve, María…

Alabámoste y bendecímoste, Estrella rutilante del mar, que con tus purísimos atractivos reduces a la conversión y a la humildad a tantos corazones empedernidos envueltos en las miserias del pecado. Dios te salve, María...

Alabámoste y bendecímoste, magnífico y esplendoroso Sol, que, ilustrando con tus fulgores toda la tierra, conservas y multiplicas la gracia en favor de los justos, y consigues por tu mediación poderosa el perdón de los pecadores. Dios te salve, María...



QUINTO SABADO

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh divino Espíritu! Vos sois la Luz consoladora y vivísima de los corazones; y por Vos vamos al Padre celestial y a su divino Hijo. Como fuego devorador, que dulcemente abrasa los espíritus, consumiendo en ellos la inútil escoria de afectos desordenados; como gratísima y deslumbradora luz que abre ancho camino entre las pavorosas obscuridades de espesas tinieblas; Vos, oh Espíritu Consolador, habéis sido enviado desde lo alto de los cielos por el Padre y el Hijo sobre los Apóstoles y discípulos, presididos por María, Madre Santísima de la Luz, y llenando sus corazones y haciendo maravillosamente fecundas sus lenguas, nos invitáis á que unamos también nosotros en amoroso concierto los acentos. de nuestros labios y los afectos todos de nuestro pecho. ¡Seáis para siempre bendito! Concedednos, pues, olí Espíritu vivificador y amabilísimo, el don de consejo, que en las distintas situaciones en que podamos hallarnos y entre las resoluciones que hayamos de tomar, nos haga oír vuestra divina voluntad enseñándonos lo que en cada caso debamos hacer y los escollos e inconvenientes que sea preciso evitar. Y, pues, "vuestros soberanos pensamientos no son los pensamientos nuestros, ni son los vuestros nuestros caminos," favorecednos con vuestros sapientísimos consejos, librándonos de la gran calamidad de que nos gobernemos por nosotros mismos, "Enseñadme el camino de la santidad y de la justicia, y contemplaré gozoso las maravillas" de vuestra gracia, haciendo en toda vuestra santísima voluntad. Que en el cumplimiento de vuestro divino querer se emplee constantemente toda mi alma, para gozaros después eternamente en el cielo. Amén.

ALABANZAS AL ESPIRITU SANTO

I. ¡Oh divino Espíritu! Vos ponéis la verdad en nuestras palabras, la honestidad en nuestras acciones, y la pureza en nuestros pensamientos. (Se contesta:) ¡A Vos rendimos toda adoración, todo amor y toda gloria, oh divino Espíritu y ansiosos de alabaros siempre, os pedimos que nuestro corazón y nuestros labios celebren perpetuamente vuestra santidad! Padre nuestro, Ave María, y Gloria.

II. ¡Oh divino Espíritu! Vos dirigís en nosotros el bien, creáis en nuestros corazones el más puro amor, nos fortalecéis solícito en la carrera; y a las puertas del Paraíso espléndidamente coronáis a los que habéis amado.
III. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois luz incesante para los corazones piadosos, la recompensa de los justos, y la más dulce conmiseración en favor de los que se hallan perdidos.
IV. ¡Oh divino Espíritu! Nadie tan bueno como Vos; nadie con Vos pudiera compararse en amor a la justicia y a la santidad. Nadie es capaz de igualar la fortaleza y espiritualidad de vuestra subsistencia. Con Vos nadie puede rivalizar en poder.
V. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois Espíritu de Consejo, fuente de inteligencia, principio de toda felicidad y remedio eficacísimo contra el pecado.
VI. ¡Oh divino Espíritu! Vuestra soberana inspiración se extiende sobre los hombres/y los asiste cuando y cuanto queréis, y donde y hasta donde os agrada. Esa preciosísima inspiración los llena y preserva de toda caída; los instruye y los colma de espirituales riquezas.
VII. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois el don escogido, amáis siempre lo que es recto, y regaláis a vuestros fieles servidores con la inteligencia y el amor.


ORACIÓN Á LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Salve Virgen amabilísima, digna de ser eternamente alabada y glorificada por los hombres y por los ángeles! ¡Salve Guía la más segura de las vírgenes prudentes, que con el indeficiente fulgor de la mística lámpara de tus virtudes nos muestras el camino de santidad e inocencia, para que con inefable dicha sigamos al divino Cordero por donde quiera que vaya! ¡Salve, hermosísima doncella y Esposa inmaculada de Dios; que en pie a la derecha del eterno Rey y vestida con riquísimo traje de oro, nos cubres benigna con vestido de púrpura y el manto del divino perdón, después de haber vivido privados de gracia por la culpa! ¡Los cielos y 1a. tierra, los ángeles y los hombres te bendigan, porque has sido siempre fidelísima a los adorables designios de la divina Majestad! Por esta incalculable grandeza de tu alma benditísima, te suplicamos, oh dulce Madre nuestra, que nos consigas del Señor la gracia de que en todo nos conformemos siempre con su voluntad sacratísima, íntimamente penetrados de aquellas saludables palabras de tu divino Hijo: "Cualquiera que escucha estas mis instrucciones y las practica, será semejante a un hombre cuerdo que fundó su casa sobre piedra, y cayeron las lluvias, y los ríos salieron de madre, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu sobre la tal casa; vías no fué destruida, porque estaba fundada sobre piedra." Y esa piedra es, durísima y perdurable, para cimiento de nuestra santificación, el cumplir en todo con la voluntad de Dios; porque el que esto hace, entrará sin duda en el reino de los cielos. Que esta nueva gracia consiga de tu piedad, oh Madre benditísima, para que fiel al divino querer en esta vida, sea feliz con los eternos goces en el cielo. Amén.


ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
Alabámoste y bendecímoste, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, Esplendor brillantísimo del universo, al cual ha sometido el Señor las inteligencias de los hombres y de los ángeles, para que la glorifiquen en la manera limitadísima que les sea posible. Dios te salve, María...

Alabámoste y bendecímoste, Estrella rutilante del mar, que dirige la nave de la Iglesia con su admirable doctrina y sus santísimos ejemplos. Dios te salve, María...

Alabámoste y bendecímoste, esplendoroso Sol grande y perfecto en la práctica de toda buena obra y en el grado más alto de cada virtud. Dios te salve, María...



SEXTO SÁBADO

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh divino Espíritu! ¡Amor purísimo y eterno del Padre y del Hijo, que sois para nosotros espléndido socorro, consuelo suavísimo y la más firme esperanza! ¡Sublimidad de los cielos y encanto de los hombres y de los ángeles; bondad y compasión con los pecadores; clemencia y largueza con los desvalidos! A Vos recurrimos hoy confiados y suplicantes, rogándoos os dignéis concedernos el don de Inteligencia. Mucho os hemos pedido ya, oh Espíritu consolador; el don de Temor de Dios, para humillarnos; el de Piedad, para que nuestro corazón Se abra al divino amor; el de Ciencia, para saber discernir entre el camino de salvación y las vías de pecado; el de Fortaleza, para las cotidianas luchas; y el de Consejo, para saber dirigir nuestros pensamientos y nuestras obras. Ahora Os pedimos, Señor, el de Inteligencia, para poder conocer las íntimas relaciones que hay entre Vos y el alma fiel, y gozar de más dilatado horizonte en la consideración de las cosas celestiales, o como deseaba el Apóstol a los fieles de Éfeso, "espíritu de sabiduría y de ilustración, para conoceros; iluminando los ojos de nuestro corazón, a fin de que sepamos cuál es la esperanzó, o lo que debemos esperar de nuestra vocación, y cuáles las riquezas y ¡a gloria de vuestra herencia destinada para los santos." ¡Que conociéndoos y amándoos cada vez más, resulte algún tanto meritoria nuestra vida, y truéquense un día nuestras ligeras penalidades en goces suavísimos de eterna gloria! Amén.


ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO.
I. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois deslumbradora luz y suavísimo perfume. Vos sois principio celestial, que confiere al elemento del agua misterioso y admirable poder. ... (Se repite:) ¡Tiernísima y universal adoración a Vos oh divino Paráclito, que sois eterno amor y fuente de vida para toda creatura! Padre nuestro, Ave María, y Gloria.

II. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois el soberano y suavísimo Consolador, que instruís y regocijáis a las almas, inspirándoles en peligrosos combates y en situaciones difíciles heroico valor y altísima sabiduría.
III. ¡Oh divino Espíritu! Vos sois la armonía de nuestros espirituales cánticos, el encanto de nuestra vida, nuestra esperanza y nuestra gloria, y el que en tantas ocasiones nos regala con el don precioso de vivísima luz.
IV. ¡Oh divino Espíritu! Vos, que con lenguas de amoroso fuego hacéis cantar en el Empíreo aquel embelesador trisagio a un Dios tres veces santo; ahora Os derramáis desde lo alto de los cielos como abrasadora y dulcísima llama sobre los labios y los corazones de los hombres.
V. ¡Oh divino Espíritu! Vos, que eternamente sois celebrado, con el Padre y el Hijo en sublime concierto de maravillosa armonía, y Os dignáis dirigir Vuestra mirada sobre todas las creaturas, recorréis glorioso el universo, sentado sobre las ligeras alas de los serafines y derramando gracias y rayos de purísimo amor sobre los corazones.
VI. ¡Oh divino Espíritu! Vos habéis aparecido en el Cenáculo entre los Apóstoles como viento formidable, al violento ruido de temida tempestad, los habéis bautizado en el fuego, y purificado como el oro en medio de la llama. Alejad, pues, de nosotros las tinieblas del pecado, y revestidnos de la luz de la
gloria.
VII. ¡Oh divino Espíritu! El que es eternal Amor, por amor Os ha enviado a Vos, que sois Amor por esencia. Por Vos se ha unido a los miembros de su cuerpo místico, y sobre las siete columnas de vuestros dones ha establecido la Iglesia por El edificada. Alejad, pues, de sus hijos las tinieblas del pecado, y revestidlos en su día de la luz de la gloria.


ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! ¡Paraíso de delicias, árbol de vida, muro fortísimo en defensa de los fieles, y puerto de los que peligran en las deshechas tempestades del espíritu! Todo lo esperamos de vuestras misericordias, sabiendo cuánto es vuestro poder y conociendo por experiencia con cuánta bondad favorecéis a los miserables que os invocan. Prometiéndonos mucho todavía de vuestro amante y tiernísimo Corazón, Os damos hoy rendidas gracias por los innumerables beneficios que, por vuestra intercesión, hemos recibido de Dios nuestro Señor. Y, puesto que nadie se interesa como Vos en el acrecentamiento y propagación de la divina gloria, de todo corazón os suplicamos, Madre amorosísima, nos consigáis la gracia de trabajar y de sufrir mucho en su obsequio. ¡Son tantas las almas que se encuentran en peligro gravísimo de perderse, y tantas angustias y dolores ha causado cada una de ellas a vuestro amadísimo Hijo! Por otra parte, nuestra cualidad de hermanos y lo mucho que Os debemos nos insta, para que por esta necesidad; cada, día creciente, nos interesemos con toda el alma; puesto que "Cristo Señor nuestro. murió por todos, para que los que viven, no vivan ya para si sino para el que murió y resucitó por ellos." Y sí, entre los divinos oficios, el más divino es cooperar a la salvación de las almas ¿cómo no hemos de preocuparnos de trabajar por ellas, nosotros que después de haber recorrido tantas veces el camino del pecado, de él hemos salido por dicha nuestra, merced a Vuestra clemencia tiernísima y a la infinita bondad de nuestro divino Redentor. Conseguidnos, pues, Madre Santísima de la Luz, ardiente celo por la salvación de las almas y enriqueced nuestro corazón con las preciosas virtudes de constancia y cristiana fortaleza para trabajar por la mayor gloria de Dios en empresas de propaganda católica, en piadosas asociaciones y en todo género de fatigas, dedicando a ello nuestra actividad, nuestros bienes, nuestros talentos e influencia social; todo, en fin, cuanto somos y cuanto podamos valer. Bien penetrados estamos de que todos los sacrificios y penalidades que a este santo objeto hayamos de consagrar, son, en suma, ligerísimo tributo que rendimos con justa razón a la divina gloria y al honor que Vos misma nos merecéis. Que el empeño en atender a la eterna salvación de otros nos merezca la propia salvación, y la eterna gloria del cielo. Amén.


ALABANZAS Á LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ.
Alabámoste y bendecímoste, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, celestial Sabiduría que. en los fieles hijos de la Iglesia infunde la verdadera vida, la vida de la gracia y dé la gloria. Dios te salve, María.

Alabámoste y bendecímoste, graciosa Estrella de la mañana, que por la humildad brilló en medio de la niebla de la soberbia, por la pobreza en la de la avaricia, y en la obscura niebla de las satisfacciones del sentido por su virginidad más que angélica. Dios te salve, María, etc.

Alabámoste y bendecímoste, brillantísimo Sol, enriquecido con el estable y perpetuo resplandor de todo género de virtudes en la más elevada perfección. Dios te salve, María.



SÉPTIMO SÁBADO

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh divino Espíritu! ¡Oh fuego misterioso y celestial que al mismo tiempo brillas, enciendes y fecundizas! Toda creatura iluminada por este principio dulcísimo de vida, confiesa con rendido espíritu de adoración y de gratitud, que este fuego vivificante y salvador es el Señor todopoderoso. ¡Oh Don, sobre toda ponderación excelente! ¡Oh Don, sobremanera Perfectísimo! Vos sólo dais la inteligencia para conocer, sino también el sentimiento para amar con purísimo y generoso afecto. Por eso, con mucha razón nos decís por el Real Profeta: "Gustad y ved cuán suave es el Señor." Dignaos, pues, concedernos el don de Sabiduría, que nos permita poseer y gustar las cosas divinas, que nos hace conocer la fe iluminada por el don de Inteligencia. Merced a ésta "vimos la gloria del Verbo, gloria, cual el Unigénito debía recibir del Padre, lleno de gracia y de verdad." Mas por el don de Sabiduría, este divino Verbo, Sabiduría increada, Esplendor de la gloria del Padre, y vivo retrato de su sustancia o Persona," se unirá más íntimamente a nosotros y nos regalará con mayores gracias y comunicaciones dulcísimas, ¡Oh divino Espíritu! para gozar de este altísimo don de Sabiduría, dignaos prepararnos con especiales gracias, a fin de que dóciles a vuestros amorosos designios, lleguemos a ser verdaderamente espirituales, puesto que "el hombre animal no puede hacerse capaz de conocer las cosas que son del Espíritu de Dios." Y Que este don preciosísimo sea para nosotros ocasión de daros mayor gloria en la vida, para merecer después de la muerte los eternos goces del cielo. Amén.


ALABANZAS AL ESPÍRITU SANTO
I. Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, Espíritu Creador, que Os dignáis visitar las almas de los fieles y llenar de gracias celestiales los corazones que habéis creado. (Se contesta:) ¡Ven, oh Espíritu Consolador! ¡Dirige nuestras lenguas, ablanda nuestros corazones, y haz que Os amemos con toda el alma! Padre nuestro, Ave María, y Gloria.

II. Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, Espíritu Consolador, Don incomparable del Altísimo, Fuente de aguas vivas, fuego regenerador, amor purísimo y unción espiritual.
III. Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, Dedo poderoso de la diestra del Eterno Padre, que solemnemente prometido por El á los hombres, venís a enriquecerlos con la fuerza inefable de maravillosa palabra, y a derramar sobre nosotros vuestros siete dones preciosísimos.
IV. Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, Luz de los corazones, que os dignáis iluminar nuestras almas con Vuestra divina luz, infundir vuestro amor en nuestros corazones y sostener nuestra debilidad con vuestro celestial poder.
V. Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, Padre de los pobres y dador de todo bien, que Os dignáis alejar de nosotros al infernal enemigo, regalar nuestros corazones con paz suavísima y guiarnos como fortísimo y amoroso jefe, para que evitemos el encuentro funestísimo del pecado.
VI. Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, Espíritu Santo, dulcísimo Consolador, huésped amable de nuestras almas y refrigerio suavísimo para disipar las ardorosas ansias del corazón.
VII. Os bendecimos, alabamos y adoramos con todo el corazón, oh Espíritu Santo, reposo suspirado y tiernísimo en nuestros trabajos, refrigerante asilo en los abrasadores incendios del alma, y consuelo el más eficaz en la tribulación.

ORACIÓN A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ

¡Oh María, Madre Santísima de la Luz! Con todo el afecto de nuestra alma damos gracias a Dios nuestro Señor, porque Os ha hecho tan grande; a aquel Dios único y altísimo, que es santo por naturaleza y se ha complacido en derramar sobre Vos todos los tesoros de su gracia. Gracias rendimos a Dios Hijo, porque no permitió que, después de haberos redimido de una manera nobilísima y elegido para Madre suya, de la cual había de nacer hecho hombre para redimir y salvar a nuestro desventurado linaje; fueseis en tiempo alguno reducida a indigna servidumbre: sino que quiso que, pues habíais de ser ministra felicísima de nuestra redención, obtuvieseis en vuestra misma Concepción Inmaculada el fruto preciosísimo de aquella. Incesantes gracias tributamos también al Espíritu Santo, que. habiéndoos predestinado para Esposa suya y sagrario de su divinidad, no permitió jamás fueseis hollada por el infernal enemigo: sino que, previniéndoos con multiplicadas bendiciones de gracias, alejó de Vos para siempre y por completo toda sombra de pecado. Por esta inconcebible elevación, por este cúmulo incalculable de gracias, con que ya en el primer instante de Vuestra vida purísima habéis sido enriquecida, Os suplicamos, Madre piadosísima, que Os dignéis conseguirnos tierna e intensa devoción hacia el Espíritu Santo, vuestro divino Esposo; puesto que nos es tan necesario, que "ni nadie puede confesar que Jesús es Señor, sino por el Espíritu Santo," como enseña el Apóstol. Poderosos auxilios necesitamos en nuestras cotidianas luchas contra los enemigos del alma, y estos auxilios que por vuestra maternal solicitud se nos distribuyen, de Él proceden, como El mismo nos dice; "La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que se nos ha dado." Arraigue, pues, en nuestra alma, y cada día con mayores esfuerzos, esta devoción suavísima al Espíritu Santo; que donde El reina, allí está la verdadera libertad. Que su amor purísimo y vivificante santifique nuestras almas; y viviendo para El en este mundo, muertos por completo a nosotros mismos, con El y con Vos rememos por felices eternidades en el cielo. Amén.

ALABANZAS A LA MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ

Alabámoste y bendecímoste, MADRE SANTÍSIMA DE LA LUZ, altísima y celestial Sabiduría, en la cual no ha habido nunca eclipses, ni ignorancias. Dios te salve, María…

Alabámoste y bendecímoste, brillante Estrella del mar, iluminada por el divino Sol de Justicia, Cristo nuestro Señor, é iluminadora de otros muchos, merced a los esplendores vivísimos de este soberano Sol. Dios te salve, María…

Alabámoste y bendecímoste, Sol purísimo y abrasador, a cuya sola vista derrítase el hielo de los corazones más endurecidos. Dios te salve, María...




























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