jueves, 22 de marzo de 2018

DEVOCIONARIO A LA PRECIOSA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO







DEVOCIONES A LA PRECIOSA SANGRE DE JESUCRISTO



DEVOCIÓN PARA TODOS LOS DÍAS A LA
PRECIOSA SANGRE
DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
para implorar las gracias más particulares de nuestra salud eterna.

HIMNO
compuesto por el Br. D. Manuel Sartorio.



Con todo el afecto
De mi corazón
Salúdote santo,
Purpureo licor.
De una Virgen pura
Mi rey te tomó,
Para darte en precio
De mi redención.
Tus gotas primeras
Sangriento sacó
De un cruel cuchillo
El duro rigor.
En Getsemaní,
Huerto de aflicción,
Mortal agonía y
Te exprimió en sudor.
De azotes crueles
AV suplicio atroz
De un poste regaste
Todo el rededor.
Corona punzante
De agudo cambrón
Correr te hizo a hilos
Cubriendo a mi sol.
Dos rasgadas fuentes
Abrióte el furor
Con dos fuertes clavos
En sus manos dos.
Otras dos te abrieron
Con crueldad feroz,
Con otros dos clavos
En los pies de un Dios.
T porque salieses
Toda, en conclusión,
La lanza atrevida
La quinta te abrió.
¡Ay! ¡Por cuantas fuentes,
O precioso humor,
Corres abundante
¡Para mi ablación!
El precioso fruto
De tanta efusión
No permita el cielo
Que malogre yo.
Precio inestimable
De inmenso valor,
¡Ay! yo no te pierda,
no te pierda, no,
Dese al Uno y Trino
Gloria y bendición,
T á tí, sangre augusta
De mi Redentor.
Amen.


L/: Cristo nos lavó de nuestros pecados.
R/: Con su sangre preciosa.

OREMOS: Omnipotente y sempiterno Dios que quisiste aplacarte, y que fuésemos redimidos con la sangre del Hijo unigénito; concédenos, te suplicamos, que veneremos de tal modo el precio de nuestra salud, que merezcamos alcanzar el perdón ahora en esta vida, y después la gloria en la eterna, por el mismo Jesucristo nuestro Señor, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina, Dios por todos los siglos de los siglos. Amen.


ORACIÓN
Recibe, Señor, toda mi libertad, y séante aceptos mi entendimiento, memoria y voluntad. Todo lo que tenso y poseo, tú me lo has dado, yo te lo restituyo todo y te lo entrego para que lo gobiernes según sea tu santísima voluntad. Dame solo que te ame con tu gracia, y con esto soy bastante rico y no tengo más que pedirte. Especialmente dame Señor el don de una angelical pureza de alma y cuerpo, por la sangre que derramaste en la circuncisión. Dame el don de oración profundísima y de lágrimas del corazón, por la sangre que sudaste en el huerto.
Dame el don de referir tus maravillas en varias lenguas, a saber; con el idioma de una conversación santa, y con el lenguaje de la modestia y del buen ejemplo, por la sangre vertida en los azotes. Dame el don de discreción y de espíritu para que no se corrompa mi corazón con los malos y mi alma sea salva, por la sangre que derramaste en la coronación de espinas. Dame el don de perseverancia en mi vocación y en los buenos hábitos, por la sangre que vertiste cuando te arrancaron las santas vestiduras. Dame el don de martirio bien sea el cruento, si te place, en testimonio de la fe sacrosanta, de otra cualquiera virtud cristiana; o bien el incruento en el cumplimiento de los deberes de mi estado; y que, aunque muera crucificado con dolores y abandonado de todos, muera desprendido de todas las cosas, y unido a tí por la caridad, como te lo ruego por la sangre vertida
en la crucifixión. Dame por último el don de tu gracia perseverante en la vida, y de la final en la muerte, por la sangre y agua que salieron de la herida de tu costado. Amen.




MODO DE OFRECER LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO

OFRECIMIENTO

1.     El alma, Dios mío, por quien primeramente debo mirar es la mía, y así os ofrezco por ella la preciosísima Sangre de mi Redentor. No permitas que se malogre en mí el precio infinito de tu Sangre: dadme por ella, auxilios eficaces, para que me arrepienta y enmiende de mis culpas, para que muera en gracia, y vaya a veros y á timaros en la gloria.

2.     Santísima Trinidad, y te ofrezco a Sangre que derramó Jesús en la Circuncisión, y te pido que se conviertan los pérfidos judíos, reconociendo que Cristo es el Mesías prometido: encomiéndote la Santa Madre Iglesia y á todos tus ministros, para que con acierto y eficacia propongan la fe católica, que es la verdadera, sin la cual no hay salvación de las almas.


3.     Dios mío, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco la Sangre que sudó Cristo en el huerto, y por todas sus gotas preciosísimas, te suplico que se conviertan a la fe católica los herejes: pongo ante tu piedad por intercesores, a los santos que han sido los martillos de los herejes. También te ofrezco aquel sudor de Sangre por la conversión de los gentiles. ¡Oh quien pudiera enseñarles a todos la doctrina cristiana, y hacer que la creyesen, y guardasen los mandamientos de Dios!


4.     ¡Oh Padre Eterno! yo le ofrezco la Sangre que derramó, tu Hijo encarnado, con los azotes que recibió en su inocentísimo cuerpo para que perdones a los malos cristianos: dadles. Padre benignísimo, auxilios eficaces para que en adelante sean buenos hijos, para que se enmienden y no azoten más á Jesús, cuanto es de su parte con sus pecados.


5.     ¡Oh Verbo hipostáticamente unido a la humana naturaleza! yo te ofrezco los arroyos de Sangre que derramaste en la coronación de espinas; y por cada gota de Sangre de tu cabeza, te suplico que favorezcas a todos los que son cabezas, así en lo eclesiástico, como en lo secular; que les concedas acierto en sus gobiernos; que les comuniques ferventísimo celo de la honra divina y de la salvación de las almas, y que les perdones las culpas que en esto hubieren cometido.


6.     ¡Oh Espíritu Santo! yo te ofrezco toda la preciosísima Sangre que derramó Cristo de sus pies y manos, y por él te ruego, que mires con amor y misericordia a todos los pecadores que han empleado sus manos en malas obras, y sus pies en malos pasos: suplícote que con tus amorosos auxilios les ates las manos, y eficazmente les aprisiones los pies, para que no pequen más, y solo usen de su libre albedrio, para servirte con amor hasta morir en tu divina gracia.


7.     ¡Oh Dios mío! Trino y Uno: yo te ofrezco el agua y Sangre, que de su costado derramo mi Jesús después de haber expirado, por ella te suplico, que benignamente perdones las culpas con que te han ofendido los eclesiásticos sacerdotes, religiosos y religiosas. Por la Sangre del costado, te ruego, les alumbres para que conozcan la alteza de su estado y la grandeza de sus obligaciones, y que cumplan perfectísimamente con ellas: por el agua que manó del costado, te pido les concedas lágrimas de verdadera contrición, y enmienda de las culpas que hubiesen cometido en su estado. ¡Oh si se acabasen de una vez Dios mío, las ofensas que contra tí se cometen!







SEPTENARIO DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO


ORACIÓN PREPARATORIA
¡Oh Sangre preciosa de Jesús!, precio infinito del rescate de la humanidad pecadora, bebida y lavatorio de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema Misericordia, os adoro profundamente, y quisiera, en cuanto me fuere posible, resarciros de las injurias y ultrajes que recibís continuamente de los hombres, especialmente de aquellos que se atreven temerariamente a blasfemar contra Vos. ¿Y quién no bendecirá esta Sangre de valor infinito? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús, que la derrama? ¿Qué sería de mí si no hubiese sido rescatado por esta Sangre divina? ¿Quién ha sacado de las venas de mi Señor hasta la última gota? ¡Ah! Ha sido ciertamente el amor. ¡Oh, amor inmenso, que nos has dado este tan saludable bálsamo! ¡Oh bálsamo inapreciable, brotado del manantial de un inmenso amor! ¡Ah! Haced que todos los corazones y todas las lenguas os puedan alabar, ensalzar y dar gracias, ahora y por siempre. Amén.


DIA PRIMERO

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por la propagación y exaltación de mi querida Madre la Santa Iglesia, por la conservación y prosperidad de su Cabeza visible, el Soberano Romano Pontífice, por los Cardenales, Obispos y Pastores de almas y por todos los ministros del Santuario. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


DIA SEGUNDO

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por la paz y concordia entre los reyes y príncipes [gobernantes] católicos, por la humillación de los enemigos de la santa Fe y por la felicidad del pueblo cristiano. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


DIA TERCERO

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por la propagación y exaltación de mi querida Madre la Santa Iglesia, por el retorno de los incrédulos, por la extirpación de todas las herejías y por la conversión de los pecadores. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


DIA CUARTO

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todos mis parientes, amigos y enemigos, por los indigentes, enfermos y atribulados, y por todos aquellos por quienes sabéis que debo rogar y por quienes queréis Vos que ruegue. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


DIA QUINTO

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todos aquellos que hoy pasarán a la otra vida, para que los libréis de las penas del infierno y los admitáis con la mayor solicitud en la posesión de vuestra gloria. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


DIA SEXTO

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todos aquellos que aman un tan gran tesoro, por todos los que se han unido conmigo en adorarlo y honrarlo, y, en fin, por todos los que se ocupan en propagar esta devoción. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.


DIA SEPTIMO

Eterno Padre, os ofrezco los méritos de la preciosísima Sangre de Jesús, vuestro amado Hijo y divino Redentor mío, por todas mis necesidades espirituales y temporales; en sufragio de las santas almas del purgatorio, especialmente de las que han sido más devotas del precio de nuestra redención y de los dolores y las penas de nuestra amada Madre María Santísima. Gloria Patri…

Sea siempre bendito Jesús y dénsele gracias, porque con su Sangre nos ha salvado.

Alabada sea la Sangre de Jesús, ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Amén.



LETANÍAS DE LA PRECIOSA SANGRE

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Sangre de Cristo, hijo único del Padre Eterno R/: sálvanos.
Sangre de Cristo, Verbo encarnado,
Sangre de Cristo, Nuevo y Antiguo Testamento,
Sangre de Cristo, derramada sobre la tierra durante su agonía,
Sangre de Cristo, vertida en la flagelación,
Sangre de Cristo, que emanó de la corona de espinas,
Sangre de Cristo, derramada sobre la Cruz,
Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación,
Sangre de Cristo, sin la cual no puede haber remisión,
Sangre de Cristo, alimento eucarístico y purificación de las almas,
Sangre de Cristo, manantial de misericordia,
Sangre de Cristo, victoria sobre los demonios,
Sangre de Cristo, fuerza de los mártires,
Sangre de Cristo, virtud de los confesores,
Sangre de Cristo, fuente de virginidad,
Sangre de Cristo sostén de los que están en peligro,
Sangre de Cristo, alivio de los que sufren,
Sangre de Cristo, consolación en las penas,
Sangre de Cristo, espíritu de los penitentes,
Sangre de Cristo, auxilio de los moribundos,
Sangre de Cristo, paz y dulzura de los corazones,
Sangre de Cristo, prenda de la vida eterna,
Sangre de Cristo que libera a las almas del Purgatorio,
Sangre de Cristo, digna de todo honor y de toda gloria,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.

L/: Nos rescataste, Señor, por tu Sangre.
R/: E hiciste nuestro el reino de los cielos.

OREMOS: Dios Eterno y Todopoderoso que constituiste a tu hijo único Redentor del mundo, y que quisiste ser apaciguado por su sangre, haz que venerando el precio de nuestra salvación y estando protegidos por él sobre la tierra contra los males de esta vida, recojamos la recompensa eterna en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.



ROSARIO DEDICADO A LA PRECIOSA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

QUE SE PUEDE REZAR TODOS LOS DÍAS, Y PRINCIPALMENTE EN LA CUARESMA, PARA ALCANZAR DE SU INFINITA MISERICORDIA, LA GRACIA QUE A CADA UNO CONVENGA.

Puesto de rodillas ante alguna imagen de nuestro Salvador, representando en cualquiera paso de su amarguísima pasión, con mucha confianza y un verdadero dolor de haber ofendido a su Divina Majestad, se dirá el siguiente:

ACTO DE CONTRICION
¡Oh dulcísimo Jesús mío! ¡Oh Nazareno divino! ¡Oh Redentor del mundo! Aquí tienes postrado e n tu adorable presencia al mayor y más criminal de los mortales, que, fiado en lo infinito de tu misericordia, llega a la fuente inagotable de esa preciosa Sangre que derraman tus sacrosantas llagas, para que en ella sea bañado y purificado de la culpa que me tiene separado de vos, y tan lejos del objeto a quien únicamente debo amar. Conozco, Señor, cuan indigno soy de comparecer ante el tribunal augusto de la Cruz, donde le hallas escuchando a los justos, porque yo mismo he despreciado tantas veces con mis obras, pensamientos y palabras, el merecer este nombre; mas una inspiración divina, ¡oh Padre mío amorosísimo! es la que me hace acercar a vos; y pediros con todas las veras de mi alma, por tu preciosísima y amabilísima Sangre, m e perdones Señor, cuantas ofensas he cometido hasta aquí, proponiéndote que ayudado de tu cándida y santa gracia, enmendaré mi vida, que quiero sea dedicada por la intercesión de tu dolorosísima Madre y Madre mía también, a la contemplación de vuestros trabajos por redimirme; para que de este modo merezca el ser hijo tuyo, y alcanzar la gloria eterna que posee en los que son purificados con tu Sangre y agua Sacrosanta. Amen.


OFRECIMIENTO PARA CADA MISTERIO

Vuestra Sangre, Señor,
Por mis culpas derramada
Pido dejes en mi corazón
Alguna depositada
Y que mi alma sea agraciada
Con tu adorable Pasión.


En lugar del Padre nuestro se dirá:

L/: Bendita sea la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo, que con ella
nos redimió.
R/: Glorificada sea la Preciosísima Sangre y agua de nuestro amado Redentor, que de su Santísimo costado salió.

En lugar de las diez Ave Marías.

L/: Preciosísima Sangre de Cristo, lávame.
R/: Sangre Preciosísima de Cristo, defiéndenos
Gloria al Padre.

Concluidos los cinco misterios en memoria de las sacrosantas llagas de nuestro divino Salvador, en lugar de las tres Ave Marías, se dirá:

Redentor de nuestras, almas, Jesús amorosísimo con tu Preciosísima Sangre vertida en tu Circuncisión lávame, para que purificado con ella y aumentada mi fé, pueda decirte:
Padre Nuestro...

Salvador del linaje humano, Jesús amabilísimo, en ese raudal de Sangre sacrosanta derramada por mi amor a fuerza de tanto azote, báñame para que libre de toda culpa y alentada mi esperanza, pueda llamarte.
Padre Nuestro…

Señor Dios misericordiosísimo, con esa Preciosísima Sangre y agua que salió de tu Santísimo costado, por el rigor de la cruel lanza, purifícame, para que limpio mi corazón y lleno de una ardiente candad, pueda invocarte.

Padre Nuestro…

Un Credo

OFRECIMIENTO
¡Oh sangre preciosísima de mi Redentor Jesús! ¡Oh precio costosísimo y estimable de nuestra redención, que mezclada con la cristalina agua nacida de la fuente de la misericordia que abrieron mis pecados, estáis siempre pronta a borrar las culpas de los que arrepentidos os invocan; por tan singular amor os ofrezco el pequeño obsequio que acabo de rezar, para que aceptéis en la ofrenda de mi intención, por la que os pido aumentéis tu santa religión, trayendo al conocimiento de ella, a todos los que tienen la desgracia de no creer y adorar tus sacrosantos misterios. Que a los pecadores nos purifiquéis, para que víctimas de penitencia, os gocemos e n la patria celestial, después de haberos ofrecido como ofrenda cuantos trabajos hubiésemos sufrido en la peregrinación de este mundo, dando a cada uno, según las obligaciones de su estado el mejor acierto en sus de liberaciones. El eterno descanso a las benditas almas que se hallen en el Purgatorio, y a todos los que andamos en este valle de miserias, constancia en las resoluciones de no volverte a ofender más; para que, conservando nuestras almas puras y limpias de toda culpa, se haga en nosotros ahora y siempre y por toda la eternidad, tu santísima, justísima y amabilísima voluntad, en la cual espero ir a gozarte a la mansión de tu gloria, donde los justos te alaban y alabarán por toda la eternidad. Amen.







NOVENA A LA PRECIOSA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Dispuesta por un devoto deseoso de sus cultos
1867

ACTO DE CONTRICION
Señor mío Jesucristo Dios y hombre verdadero, rico en misericordias y piedades, que para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad, é infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de haber expirado en la cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca que había queda do en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús mío! ¿qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso mi Dios delante del cielo, y de la tierra. Ingratamente te he agraviado. Te he ofendido con el continuo quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de todo pecador es, que se convierta a tí y viva eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón. Pésame mi Jesús de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname mi Jesús que yo te doy palabra de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de tantas ofensas. Misericordia Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima Sangre. Amen.


ORACION AL ETERNO PADRE
¡O Padre Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended benigno, y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo; vertida toda en beneficio de sus hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus culpas y pecados, que tanto irritan vuestra divina Justicia, y por respeto suyo perdonadnos misericordiosísimo Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros y serviros en todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por s u Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si es conforme á vuestro divino beneplácito; y si no lo es conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que agradándoos en todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte y después de ella os gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amen.


DIA PRIMERO
MEDITACION
Contempla alma mía, como viendo tu amorosísimo Jesús al mundo tan pobre de celestiales tesoros, deseó con indecibles ansias su socorro, y enriquecerlo con abundancia; y sabiendo mui bien que estos mismos ricos tesoros los tenía dentro de sí, y en sus propias venas, deseaba mucho la hora de comunicarlos; y el excesivo amor que a los hombres tenia, le tenían violento hasta enriquecerlos con ellos, y derramarlos para su bien: por que como el amor es impaciente no se puede contener ni sabe disimular sus llamas, ni retardar su actividad, y mientras ve cumplidos sus deseos un punto de dilación se le hacen mil arios; por eso con el amoroso fuego que ardía en su pecho divino hacia sus amados (aunque muy ingratos) los hombres, a los ocho días de su nacimiento, vierte y derrama su Preciosísima Sangre como primicias o señal que les dio de que en su edad crecida, la derramaría con abundancia por su amor. Atiende alma la priesa que tu Jesús se da a derramar su Sangre en tan tierna edad, y dile llena de humanidad y agradecimiento: Señor y Dios mío, ¿para qué tanta priesa? por qué tan presto derramáis esa vuestra Sangre? ¿Por qué no esperáis á que hay a mas copia y más vigor en el cuerpo para derramarla? Y haz cuenta que te dice su amor: "Alma, mi amor no consiente esperas. El fuego del amor no sufre tardanzas: mi caridad aborrece dilaciones. Desde que tuve Sangre en la Encarnación y me uní a la naturaleza humana, estuvo hirviendo en mis venas con las llamas de mi caridad y amor, y está buscando ocasión para salir, y así para desahogar, y refrigerar esta llama vierto desde ahora ésta poca en testimonio y señal, que toda la lie de derramar por tu amor. Aprende a amar, alma mía, y a deshacerte toda en amor de quien tanto te ama."
 Se rezan tres credos con Gloria.

ORACION
Oh Jesús Dulcísimo de mi corazón! que no pudiendo sufrir tu grande amor, y encendida caridad para con los hombres, más esperas ni dilaciones en manifestarla a los mismos hombres, quisiste derramar tu Preciosísima Sangre tan de antemano, que apenas contabas solos ocho días de nacido cuando comenzaste á verterla en prueba y señal de que la derramarías toda con abundancia, hasta no dejar gota de ella en tu cuerpo en llegando el tiempo decretado por tu Eterno Padre: te damos humildes, y repetidas gracias por la excesiva caridad con que nos amas, aun con el claro conocimiento de nuestra torpe ingratitud, y vil correspondencia. Lávanos pues, Jesús mío, con tu Preciosísima Sangre y enciende en nuestros helados corazones la dulce llama de tu amor, para emplear todos los instantes de nuestra vida solo en amarte, y servirte con la pronta observancia de tu divina leí, y crucifícanos con tu temor santo, para que, acabando la carrera de nuestra vida en gracia, pasemos a gozar el fruto de tu derramada Sangre a la gloria por todos los siglos de los siglos. Amen.



ORACION A MARIA SANTISIMA
¡Oh Purísima Virgen María dignísima Madre de mi Señor Jesucristo! dígnate Señora mía de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el pecado tenía cerradas; y alcánzanos de su majestad amor a la virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fé católica; la destrucción de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.


SEGUNDO DIA
MEDITACION
Atiende, alma mía, que el inflamado deseo que tenía tu amorosísimo Jesús de remediar pecadores, sacarlos de sus miserias, y enriquecerlos de los celestiales tesoros de su Preciosísima Sangre, le traía fatigado toda su vida, y no le dejaba reposar ni de día ni de noche, tanto que vino a decir por San Lucas al capítulo 12. estas palabras: Heme de dar un baño en mi propia Sangre, y con ella tengo de hacer un repartimiento, y derramamiento de mis tesoros. ¡Ahí y que afligido me veo hasta que lo vea cumplido-, que grandes congojas siento, hasta ver salir mi Sangre á borbollones, darla, y derramarla toda por los hombres.! En efecto, llegado que fue el deseado tiempo, no se contentó con derramarla poco a poco; antes quiso que fuese abierto todo su sagrado cuerpo para derramarla con abundancia. Acércate, pues, con la consideración al Huerto, y mira como habiendo su Majestad renunciado enteramente todas las consolaciones divinas y humanas, que pudieran redundar en sus sentidos, así interiores, como exteriores, por una parte se le representaba la voluntad eterna de su Padre para morir por los hombres: por otra tenía una mui viva representación de los dolores, y penas que había de padecer, las afrentas de la cruz la ingratitud de los hombres: por otra la perdición de tantas almas aun con una redención tan superabundante, que por su querer no habían de aprovecharse de ella. La humanidad rehusaba naturalmente el amargo cáliz: el espíritu pronto, y animoso se abrazaba con todas sus amarguras, y con la fuerza del conflicto entre los dos apetitos, superior e inferior, que (como suele decirse) luchaban a brazo partido. Vino por último a reventar la Sagrada Sangre sudándola abundantemente por todos los poros de su cuerpo santísimo, hasta bañarse con ella; y no solo esto; sino que abundó tanto este derramamiento de Sangre, que corrió hasta empapar la tierra: y volviéndose su Majestad a ella le dice (según sientan varios contemplativos) aquellas palabras de Job al cap. 16: ¡O tierra! no encubras, ni ahogues mi Sangre, ni haya en tí lugar donde se sepulten mis clamores, y vengan a echarlos en olvido los hijos de Adán. Estas voces iremos ponderando en el discurso de la Novena. Y por ahora resuélvete o alma mía, a no olvidar jamás esta derramada Sangre que por tu amor se vertió.

ORACION
¡O Jesús Dulcísimo de mi corazón! triste, y angustiado dueño de mi alma: en qué términos tan amargos, y en que desconsuelos tan indecibles te ha puesto el amor que me tienes, y el deseo de redimirme y enriquecerme con el inestimable tesoro de tu Preciosísima Sangre, pues parece no pudo llegar a más la congoja y agonía de tu afligida alma, ¡que hacerte sudar por todos los poros de tu sacrosanto cuerpo arroyos de Sangre! Otras congojas cuando mucho suelen ser causa de sudor de agua; más la vuestra, oh atormentado Jesús mío! fue tan crecida, que destempló todo tu Cuerpo, y tanto demudó la naturaleza que te hizo sudar copiosísima Sangre, hasta regar con ella la tierra. Lávame,, dueño mío, con este saludable baño, y no permitas que se pierda en mí tanta Sangre derramada: antes sí, fijando continuamente en mi corazón, y memoria este inestimable precio que te costó mí pobrecita alma, sepa apreciarla como merece ser apreciada, como comprada nada menos que con la Sangre de un Dios hombre, para que este conocimiento me compela, y obligue a hacer obras dignas del nombre de cristiano, con que consiga la gracia, y una muerte feliz para pasar a gozarte en tu eterna gloria, por los siglos de los siglos. Amen.


DIA TERCERO
MEDITACION
Vuelve oh alma mía, a aquel misterioso huerto, teatro memorable de las agonías y congojas de tu atribulado Jesús, y considera cuan excesiva, y terrible sería la angustia, y congoja de aquel deífico corazon, pues con tal fuerza le hizo hervir la Sangre, que le llegó a brotar por todos los poros de su santo cuerpo, y tan copiosamente que corría hilo á hilo, hasta la tierra. dime alma: ¿pueden darse mayores pruebas que éstas de congoja, y agonía? ¿ha habido hombre jamás a quien ha ya sucedido cosa semejante, sin haber perdido la vida? En el entretanto que tú las consideras, medita como viendo tu amante Jesús la tierra empapada y humedecida con aquella Sangre preciosísima se vuelve a la misma tierra, y le dice las palabras del Santo Job arriba citadas: ¡O tierra, y que dichosa eres; una vez te maldije por el pecado del hombre con lo que quedaste estéril, y disté fruto de abrojos! Pero ya has quedado llena de bendiciones, después que con mi Sangre te regué, después que con, mi rostro, espejo de mi Eterno Padre y rayo de su resplandor, te di la paz que prometían a los hombres los Ángeles en mi nacimiento; pues ahora te ruego, tierra mía, que no encubras ni ahogues mi Sangre, ni haya en tí lugar donde se sepulten mis clamores, para que el hombre oiga sus voces, y le conste enteramente que la derramé por él, y le dejo en ella un riquísimo tesoro con que pague todas sus deudas por muchas que ellas sean, y se liberte de la tiranía en que vive. No la cubras que servirá de saludable baño para que mis amados los hombres limpien sus almas, y saquen de ellas las manchas de sus culpas, para que con ella tifian sus obras todas, y te digan el fino color y valor de meritorias, y alcancen por ellas el resplandor de la gloria. No la cubras para que sepan que hallaran en ella todos los bienes juntos, y que si saben y quieren aprovecharse de su virtud, de tierra (que son) vendrán a parecer cielo. Medita todo esto alma mía con mucho espacio, y ternura, y aprovéchate de este rico tesoro.

ORACION
¡O liberalísimo y amorosísimo Jesús de mi vida! que pródigo de tus finezas has querido darme la mas irrefragable prueba de t u amor, derramando en el huerto tu preciosísima Sangre en tanta abundancia, que corrió sobre la tierra, manifestando el deseo que tienes de que ésta no la encubra o esconda; sino que teniéndola siempre patente y manifiesta, acabamos s de conocer los in - gratos hombres el inestimable tesoro que en ella tenemos, y nos aprovechemos de tan saludable medicina para la curación perfecta de nuestras almas enfermas con las culpas: haz, Señor, que cooperando nosotros de nuestra parte, logremos tan celestiales efectos; y que meditando continuamente en tan amarguísima Pasión, ésta memoria nos traiga siempre compungidos y contritos de haber sido causa con nuestras culpas de tus penas, para que aprovechándonos de tu derramada Sangre, produzcan nuestras almas obras de tu sacratísimo agrado; para que cumpliendo exactamente con los preceptos de tu acertada y santa ley, acabemos la vida en tu gracia, para gozarte en tu gloria. Amen.


DIA CUARTO
MEDITACION
Vamos ó alma mía acertándonos al patio de Pilato á considerar el más lastimoso y tierno espectáculo, que jamás han visto los siglos: mira á tu atormentado Jesús desnudo su sacratísimo cuerpo y amarrado fuertemente con sogas y cordeles, á una columna de aquel edificio; y que rodeado de seis feroces, robustos é inhumanos verdugos, le amenaza cada uno con los crueles instrumentos con que intentan azotarle; y comenzando los dos primeros con una varas cuajadas de espinas, siguen los segundos, y acaban los terceros, descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo, más de cinco mil azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas á la fuerza de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último cubierto de Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza á los pies, sino también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino cuerpo; pues con ella quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como dichas por el mismo Señor á la tierra cubierta con su Sangre: O tierra que quedaste llena de bendiciones después que los frutos que has producido me han tocado, y servido de instrumentos en mi Pasión: tus sogas me ataron: de las pieles de tus animales hicieron látigos, que me despedazaron á puros azotes: por tanto te ruego ahora que no encubras, ni ahogues mi Sangre para que beban las almas de este manantial con el que a - pagues los incendios carnales, las llamas de la cólera, y todos los ardores, y desordenados incendios de las pasiones amotinadas contra ellas. No la encierres para que dé voces á los hombres, y les asegure que si arrepentidos m e buscan, los admitiré á mi reconciliación; y si me amaren, á mi amistad, á mis favores y regalos. No la escondas para que siempre les esté diciendo, q u e me hace grande injuria el que desconfía de mi misericordia, de la verdad de mis promesas, de la caridad con que les amo, del poder con que los redimo, y de los merecimientos de mi Pasión y muerte que tan liberal les doy. Aliéntate, alma, con tan celestiales promesas, y correspóndelas con un incesante amor a tan dulce Amante.

ORACION
¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de mi vida! ¿Qué exceso de amor es este que así te hace derramar tu Sacratísima Sangre con tanta abundancia hasta regar la tierra? ¿Pero qué pregunto? ¡o corazón mío ingratísimo sobre manera! ¿cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no te ablanda? como el calor de tanto fuego no te enciende? ¿cómo no hierve viendo hervir por tu amor la Sangre de Jesús? ¿cómo vives viéndole atado en aquel helado mármol, y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡o dolor! ¡o ingratitud! báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente y encendida Sangre; baña mi corazón helado y frío, para que todo hierva y arda en amor tuvo, y viva solamente para tí supuesto que tanto me amas, que derramas toda tu Sangre por mí, y deseoso de verme todo abrasado en amorosas llamas de tu amor; por tanto, mi Jesús, dígnate de derramar esta tu preciosísima Sangre sobre este mi corazón: caiga siquiera una pequeña gota en él, para que le abrase en tu amor, y en lo de adelante viva una vida toda empleada en amarte, para merecer después de ella, una eternidad de gozarte en tu gloria. Amen.


DIA QUINTO
MEDITACION
Sigue ¡Óh alma mía! contemplando atentamente la horrible carnicería que en el destrozado cuerpo de tu amante Padre Jesucristo ejecutó la crueldad de aquellos inhumanos verdugos, y mira como estando ya su Majestad casi en términos de morir, y con repetidos parasismos de tal manera despedazado, que ya no había carne que azotar, sino solos huesos descarnados, y como reveló nuestra Señora á Santa Brígida: «Como mi Hijo estuviese todo cubierto de «su sangre, y todo su cuerpo tan ras- «gado, que y a de los pies á la cabeza «no había parte sana en donde pudiesen azotarle, entonces uno de los que «estaban allí viendo que le mataban, asustado y temeroso del mal que les podía venir á los verdugos si le quitaban la vida antes de la sentencia, corrió y preguntóles, que ¿cómo sin estar «sentenciado á muerte le quitaban la «vida? Y sin aguardar respuesta sacó «un cuchillo, y cortó las sogas." Hasta aquí nuestra Señora y Santa Brígida; y ahora alma mia, tú que lo estas considera casi ahogado en aquel lago que de su preciosísima Sangre se había hecho sobre la tierra, y haz cuenta que le oyes decirle a la misma tierra las palabras de Job, que ya hemos meditado: ¡o tierra depósito de mi derramada Sangre! no la escondas ni encubras para que viéndola los hombres toda vertida y derramada por sus pecados, se azore y amedrente el espíritu, y conciba un grande furor contra estos mismos pecados, los aborrezca, les haga guerra, y antes den la vida los hombres, y mil vidas que tuvieran, que volverme a ofender, atendiendo al encendido amor con que por ellos derramo mi Sangre. No la ocultes para que avise al hombre que le tengo que pedir rigurosa cuenta de ella, y de que vive de la misma manera, y con el mismo descuido, después que a tanta costa fue lavado con mi Sangre, como si no lo hubiera sido. Le diga que se enmiende y no multiplique pecados, para que pida perdón, y no castigo: misericordia, y no justicia. Repasa bien alma mía estos puntos y aprovéchate de tan celestial doctrina.

ORACION
¡O Jesús amabilísimo de mi vida! ¡o maltratado y despedazado dueño de mi corazón! ¿cómo no se me rasga éste en menudos pedazos al verte caído, y casi ahogado en este lago de tu preciosísima derramada Sangre? ¿cómo tengo alientos para meditar estos tiernísimos pasos, sin derramar abundantes lágrimas? ¿Qué haré yo, Jesús mío, para alcanzar este don de lágrimas, con que deseo llorar tu amarga Pasión? Pero ya sé lo que he de hacer, acogerme á esta misma Sangre preciosísima. Aquí me quiero estar al pie de esta columna en que por mí sufriste tanta multitud de cruelísimos azotes. Dame licencia, Señor, para estarme aquí, que según es tu benignidad y amor, espero no me la negarás, ni te desdeñarás de que los arroyos de tu preciosísima Sangre caigan sobre mí, pues los derramas con tanta abundancia y liberalidad para lavar y sanar pecadores. Caiga, Señor, caiga sobre mí este licor preciosísimo con que he de quedar tan limpio y tan hermoso. Sí, mi Jesús, lávame y purifícame cotí tu preciosísima Sangre, de todas las manchas que en mi alma han ocasionado la multitud y malicia de mis pecados, para que limpio de todas ellas, alabe, ame y sirva con un corazón contrito, limpio y humillado, á un Señor que me amó tanto, que no dudó derramar su Sangre y perder su vida por mí; para que viviendo y muriendo en tu santísima gracia, merezca tu eterna gloria, en donde te goce y alabe por todos los siglos de los siglos. Amen.



DIA SEXTO
MEDITACION
Contempla, alma mía, como pasada aquella cruel carnicería de los desapiadados azotes, con que atormentaron á tu dulcísimo Jesús, le previenen otro cruelísimo martirio que fue el de la coronación de espinas, y para esto considera que formaron la corona de juncos marinos, sobre manera gruesos, haciéndola en forma de casquete, dejándola maliciosamente estrecha, de modo que entrara en la divina cabeza sumamente forzada para causarle mayor dolor y tormento: en efecto; acabada que fue la inhumana corona la trajeron, y con mucha irrisión v mofa, hincándole la rodilla, por burla, y tratándole como á fatuo, se la ponen sobre su sagrada cabeza; y luego cogiendo unas horquillas de palo, la fueron encajando á fuerza de golpes, con tal fiereza, que le pasaron las espinas el cráneo hasta llegar á sus divinos ojos, comenzando á derramar arroyos de Sangre por los cabe y todo el soberano rostro entran los ojos y boca santísima, en tanta abundancia, que quedó (según Santa Brígida) la divina cabeza como si la hubieran metido en una tina de sangre. Medita ahora, alma, que atendiendo tu maltratado Jesús á su preciosísima Sangre derramada por la tierra, le oyes seguir hablando con ella, con las palabras de Job arriba citadas: O tierra, ya santificada con mi Sangre, no la encubras ni la tapes, porque ya que el hombre no haga servicios, ni obras que puedan llegar delante de mi Padre Eterno, ni en que pueda estribar su confianza, quedando esta mi Sangre descubierta y patente, confié en ella, y se la presente á mi Padre; pues basta para satisfacerle cuantas veces le ofendiere, si arrepentido se vale de ella. No sepultes ni ahogues sus súplicas, para que si las voces del hombre fue en tibias, y no merecieren que mi Padre las oiga, alcance por esta mi derramada Sangre y méritos, lo que por sus obras desmerece. Con estos sentimientos santos anímate, alma mía, ya cógete llena de confianza á esta preciosísima Sangre, presentándosela al Padre Eterno para alcanzar perdón de tus culpas.

ORACION
¡Oh atormentado y afligido Jesús de mi vida! Que no contento con haber sufrido el inhumano tormento de los azotes, derramando en aquella helada columna arroyos de tu preciosísima Sangre, quisiste sufrir el inexplicable martirio de ser coronado de agudas y penetrantes espinas, con las que te atravesaron tu divina cabeza, pasando sus agudas puntas hasta lastimar los hermosos luceros de tus ojos, y corriendo por todo tu venerable rostro tanta abundancia de Sangre que corrió por todo tu cuello y cuerpo santísimo, todo á fin de manifestarme lo excesivo de tu amor, y ardiente de tu caridad, y el deseo que tienes de mi salvación: haz pues, Jesús de mi vida, que conociendo el inmenso beneficio que tan liberal me haces con este abundantísimo riego de tu sagrada Sangre, sepa aprovecharme de ella para poner los proporcionados medios para asegurar mi salvación; y no permitas que con la reincidencia y repetición de mis culpas, me haga indigno de los celestiales tesoros que con ella pretendes darme, sino que preciándola y venerándola como es debido, fructifique en mi alma obras heroicas y propias de un cristiano, esto es, de un discípulo de Cristo, para que con ellas unidas a esta tu derramada Sangre, merezca en esta vida la gracia final, para alabarte y gozarte en la eterna gloria, por los siglos de los siglos. Amen.


DIA SEPTIMO
MEDITACION
Acércate ya. alma mía, al monte Calvario, y atiende con los ojos de la consideración á tu atormentado Jesús (si todavía tienes aliento para mirarle padecer) como después de haber llegado con suma fatiga á la cumbre de aquel monte; después de haberle desnudado con indecible crueldad, no solo de sus vestiduras, sino de su propia piel por estar ya pegada y casi unida con la túnica interior: en fin, después de haberle hecho tender el duro y tosco madero para abrir los barrenos, dejándolos maliciosamente cortos para más atormentarle, comienzan aquellos feroces verdugos el más inhumano tormento que se había visto, le mandan con imperio que se tienda en la cruz, y tomando un ministro la mano derecha del Señor, la acomodó en el barreno, y otro tomó un largo y grueso clavo, y poniéndoselo en la palma de aquella mano divina, comienza a descargar muchos y repetidos golpes con un pesado martillo, hasta traspasar la mano y clavar el clavo en la tierra; y queriendo clavar la otra sacrosanta mano, mirando que no alcanzaba al barreno, por haber quedado (como ya dijimos) maliciosamente corto para mas atormentarle, le amarran fuertemente con un cordel la mano que ya estaba clavada par a mas asegurarla, y con otro cordel le estiran fuertemente la mano santísima que habían de clavar, haciendo hincapié en el mismo sacratísimo cuerpo, y estirando con tal fuerza, que le desencajaron todos los huesos de aquel sagrado pecho, hasta hacer llegar la mano al barreno de la cruz, y clavándola con la misma fiereza que la otra, comienza a derramar de ambas manos copiosos arroyos de Sangre, en tanta abundancia, que no solo tenía con ellos los vestidos y manos de los verdugos y la cruz, sino que corría hasta la tierra. Atiende como volviéndose a ella, lleno de los más vivos sentimientos le sigue hablando con las palabras de Job arriba citadas, O dichosa tierra regada ya con mi Sangre, no la escondas ni encubras, porque esté siempre patente a los ojos de mi Eterno Padre, y vea, que si está mui ofendido de los hombres, también está mui bien pagado por aquellos que quisieron aprovecharse de ella, y aplacándose en sus justas iras, se incline a hacer misericordias a mis amados (aunque ingratísimo hermanos) los hombres. Llénate de aliento, alma mía; con este rico tesoro, que ya tienes con que satisfacer a la divina Justicia la deuda de tus culpas, y ama sin cesar a quien tanto te ama.

ORACION
¡O amantísimo y crucificado Jesús de mi vida! es posible dueño de mi corazón que estas divinas manos que fabricaron los cielos, se han de ver traspasadas y rotas por la más vil criatura, como soy yo? ¿es posible que haya en mi ingrato corazón, ánimo y valor para meditar estas finezas, y no se me rompa en menudos pedazos de dolor al ver por los suelos derramada tu preciosísima Sangre? ó Sangre de mi Dios! ¡ó licor de misericordia! ya que el mundo te desprecia tanto, y yo ingrato tantas veces lo he ejecutado, vente ahora á mí. que ya arrepentido te busco y te deseo recoger; ven, te recogeré y abrazaré dentro de mi corazón. Adorote, preciosísima Sangre, vida de mi alma: adorote, riqueza de los cielos y de la tierra. En tí deseo bañarme, por tí deseo derramar la mía por no ofenderte más, mi dulce Jesús, por amarte de todo mi corazón. ¡O quien nunca te hubiera despreciado por dar gusto á mis apetitos! salgan, salgan fuera de mí todos tus enemigos, que son mis culpas y vicios, por medio de tu preciosísima Sangre, para que tú solo tomes posesión de este mi corazón que ansioso me pides, y yo quiero darte: y pues tu amor te obligó á darme toda tu Sangre, y con ella tu vida, tu divinidad, y todos tus infinitos méritos; este mismo amor, y tu misericordia te obliguen, Señor, a que esta misma Sangre me renueve todo, todo me limpie, todo me purifique, todo me posea, todo me abrase, y todo yo quede consumido en tu amor desde ahora, y para siempre, en esta vida, y en la otra que espero gozarte por los siglos de los siglos, Amen.


DIA OCTAVO
MEDITACION
¡Oh alma mía, no te canses de meditar penas y tormentos, supuesto que tu amante Jesús no se causa de sufrirlos por tu amor! Considera, pues, como con la crucifixión de las manos, se encogió naturalmente todo el sagrado cuerpo, así por el dolor vehemente que padeció, como por la contracción de nervios y arterias que sufrió, y con esto no alcanzaban ni con mucha distancia los sagrados pies al barreno de la cruz; pero instigados de los demonios aquellos inhumanos verdugos, practicaron la misma impía diligencia, que habían hecho en las manos, atando éstas fuertemente con cordeles y sogas, y amarrando los sagrados pies con una eslabonada cadena estiraron todos, y con tanta fuerza, que le descoyuntaron cuadriles, cintura, y en fin, todos los huesos de aquella fábrica divina sin quedar en ella hueso con hueso, y con esto llegaron al barreno los pies, y para que el clavo  resbalase por ser partes nerviosas (como premedita S. Buenaventura) se los barrenaron antes, y tomando un mucho más largo y grueso clavo, que los otros, lo comenzaron;! clavar con furiosos y repetidos golpes del pesado martillo; y al mismo tiesas se desataron en arroyos de Sangre que derramándose por todo aquel ámbito, regaban la tierra y la pisaban los inhumanos verdugos. Y tú, alma, que estas meditando esto, haz cuenta que ves abrirá tu Jesús sus sacrosantos labios, y que hablando con la misma tierra., le repite las palabras de Job, ya citadas: O tierra dichosísima (aunque antes maldita,) por verte fertilizada con ablandante riego de mi Sangre, no la escondas, no la cubras para que vea el ignore su abundancia, que le doy toda la de mis venas, pues la derramé con la franqueza que se derrama el agua; y vea lo que me debe, y la obligación que tiene á servirme y amarme con todo su corazón, y sin escasez de efecto, aunque sea á costa de su vida y de su sangre. Dile que sí, alma mía, que en lo de adelante emplearás todo tu amor en amarle y servirle, y en venerar su sacratísima derramada Sangre.

ORACION
¡O Jesús de mi vida tan cruelmente atormentado por mi amor! ¿Qué haré yo, Señor, en obsequio vuestro, y en señal de gratitud a tanto amor? Pero ¿qué he de hacer, pobre de mí, si nada tengo que ofreceros? Mas ya vos. Jesús mío, me dais con abundancia lo mismo que os he de ofrecer; tan misericordioso sois como todo esto, pues mirándome en tanta miseria queréis enriquecerme con el rico tesoro de vuestras venas, que es vuestra preciosísima Sangre, tesoro de valor infinito, y capaz de satisfacer sobreabundantemente todas mis. deudas, por muchas que ellas sean, y juntamente limpiar mi alma de todas las inmundas manchas con que la han afeado mis culpas. Sí Jesús mío, yo os ofrezco esto mismo que me dais para satisfacer por mis pecados. Yo quiero, y deseo lavarme, y purificar mi alma en este saludable baño. ¡O, y que divina traza es bañarse con la continua consideración de esta Sangre preciosísima! más cuanto mejor será bañarse con ella en realidad de verdad, pues con el deseo que teníais, ó Jesús de mi vida, de enriquecernos con este rico tesoro, no os contentáis con derramarla toda en vuestra Pasión sacrosanta, sino que quisisteis dejárnosla en el Santísimo Sacramento hasta la consumación de los siglos, para que todos los días (si quisiéramos), y en tantas partes del mundo en que estáis Sacramentado, pudiéramos una y muchas veces purificarnos con este saludable baño de vuestra sacratísima Sangre. Haced, Señor, que apreciando como debemos este beneficio, nos hagamos, dignos de recibirle con frecuencia, con lo que consigamos s la gracia y vuestra presencia en la gloria. Amen.


DIA NOVENO
MEDITACION
Lleguemos ya, alma mía; pero lleguemos con los ojos Henos de lágrimas y el corazón de amargura, exhalando tiernos suspiros á ver á nuestro amante Jesús, derramar las últimas gotas de Sangre que le habían quedado en su ya difunto cuerpo. Mira como después de crucificado con la inhumanidad que has premeditado en los anteriores días, le levantan en alto, y le dejan caer de golpe en la dureza de un peñasco; y después de haber padecido tres horas en el aire, y de habernos dejado en sus siete últimas palabras tan celestiales doctrinas: finalmente, entre dolores y angustias murió entregando su espíritu en manos de su Eterno Padre; pero no contentos los judíos con haberle quitado la vida, pasan á romperle y pasarle su sagrado corazón con una cruel lanza (que así la llama la Iglesia) la cual hirió tan fuertemente aquel sagrado pecho, depósito del amor, que le partió de parte á parte el corazón, derramando por aquella abierta puerta abundancia de sagrada Sangre y agua, hasta no dejar gota de ella en aquel yerto cadaver. Ea, alma mia, llégate ya y atiende á aquellas cinco fuentes manando continuamente arroyos de Sangre, que corren hasta la tierra, v premedita que ves á tu amante Jesús abrir sus sacratísimos labios, y hablando con la misma tierra l e dice las palabras de Job, arriba citadas oh tierra dichosa y santificada con el riego de mi Sangre, no la encubras, ni halle en tí lugar donde se sepulten mis clamores, y se olviden de ellos los ignorantes hombres. No la ahogues ni sepultes en tus senos, para que en ella hallen los hijos de Adán el rescate de su cautiverio, la hermosura de sus almas, limpieza de las manchas de sus culpas, medicina á sus males, consuelo en sus trabajos, esfuerzo en los combates contra sus enemigos, seguridad en sus peligros, esperanza en sus temores, dulzura en sus amarguras, misericordia en sus pecados, y finalmente; en su muerte, vida, resurrección, y merecimientos para alcanzar la gloria: ¡ó consuelo celestial! ¡ó Jesús, dulce amor mío, y lo que haces por nuestro bien! da voces Sangre divina, grita misericordia para nosotros. Y tú, alma mía que meditas estas ternuras, date por obligada, aborrece el pecado y emplea todo tu amor en amar á quien tanto te ama.

ORACION
¡O amorosísimo Jesús de mi vida! ahora sí, Señor, que ya has desahogado tu amante corazón, viendo eminente derramada tu preciosísima Sangre, en beneficio de los ingratos hombres que tanto amas: ahora sí que los es ya remediados y ricos con este inestimable tesoro. Sea en buena hora, Jesús mío, y caiga sobre mí ésta celestial lluvia de tu Sangre preciosísima; y como diestro labrador aparta primero de mi corazón la tierra de los afectos humanos, para dar lugar al riego de tu Envíes ese rocío soberano sobre este apoca dio espíritu mío. Ea liberalísimas manos abiertas para mi remedio, no me neguéis esos tesoros que tan de balde dais a todo el mundo. Ea sagrados pies, cansados para mi descanso, y heridos para mi salud; derramad sobre mí lo que: tan sin tasa estáis virtiendo. Esa sagrada cabeza toda teñida de Sangre, adornada con esos celestiales rubíes: caigan sobre mis ojos todas esas gotas: esa virginal y sacrosanto cuerpo, todo cubierto de azotes, venga sobre mí ese licor de tu Sangre, que hilo á hilo destilan tus llagas para sanar las de mi alma y dejarla hermoseada. Ese pecho sacratísimo, ese corazón rasgado de mi Jesús, caiga sobre mí la Sangre y agua que sacó la cruel lanza, de tus entrañas de misericordia. Ea Señor, acabe de darme esa derramada Sangre de tu costado, abierto de par en par, derecho para que me abran el cielo, y me entren a la presencia de tu Eterno Padre. Así lo espero amorosísimo Jesús: tu preciosísima Sangre me lave, me limpie, me purifique de todas las manchas de mis enormes culpas, para que, adornada mi alma con la rica gala de tu gracia, te goce por eternidades en la gloria. Amen.

Alabada sea la Sangre de Jesús.
Glorificada sea la Sangre de Jesús.
Ensalzada sea la Sangre de Jesús.
Predicada sea la Sangre de Jesús.
Estimada sea la Sangre de Jesús.
Temida sea la Sangre de Jesús.
Amada de todos los hombres sea, ahora y siempre, la Sangre sagrada de Jesús. Amen.

OFRECIMIENTO DE LA NOVENA AL ETERNO PADRE
¡Oh Padre Eterno y Dios de todo consuelo!  recibid Señor este corto obsequio de esta Novena que hemos procurado "hacer en obsequio y alabanza de la preciosísima Sangre, que tan liberal como amante derramó por nosotros vuestro santísimo hijo en su dolorosa y amarga Pasión. No miréis o Padre Eterno, Dios grande, Dios excelso, no nos miréis a nosotros llenos de pecados, y vacíos de merecimientos; poned, sí, vuestros amorosos ojos en vuestro Unigénito Hijo, afrentado y atormentado con la cruz, oíd sus clamores, alcancen sus méritos lo que perdió nuestra mí seria, reparad Señor por su inocencia lo que destruyó nuestra malicia, sanad por sus llagas lo que hicieron nuestros pecados, limpiad por s u preciosa Sangre lo que mancharon nuestras culpas, enviadnos por sus abiertas llagas la lluvia de vuestras piedades que sazone nuestras costumbres, que he refrene nuestros apetitos, que amortigüe nuestras amotinadas pasiones, que fertilice nuestras almas y las llene de abundantes virtudes. Haced Señor que jamás olvidemos que vuestro Hijo derramó por nosotros su Sangre, y dio su vida en una cruz, para que esta continua memoria nos llene de bienes del cielo, y favores de vuestra mano con la perseverancia en vuestra gracia, para alabaros sin cesar en vuestra gloria. Amen.






PIADOSO QUINCENARIO A LA PRECIOSA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


ACTO DE CONTICCION
Amabilísimo Jesús, bien infinito de las almas, Dios eterno e Hijo de Dios vivo des de la eternidad, salvador del hombre e hijo de María para redimirnos con el precio súper abundante de vuestra vida y vuestra Sangre: mi alma se conmueve en la contemplación de vuestras inefables bondades, a la par que se abisma a la vista de su nada y de su cómo infinita ingratitud. Disteis vuestra vida temporal y vertisteis toda vuestra Sangre para redimir a esa mísera criatura, al paso que conocíais malograría yo ingrato esa misma Sangre, de la cual una sola gota infinitamente vale más que los cielos y mil mundos. Pero una misericordia tal indica lo que me amáis, y que sentís dulce complacencia en perdonar mis pecados. Ya no puedo resistir más a vuestras inspiraciones. Y en esta convicción, y sintiendo romperse de dolor mis entrañas, os digo de verdad que me pesa de haber pecado: pésame, amor mío, de haberos ofendido. Vivid y reinad en mí: purifíqueme más y más vuestra preciosísima Sangre, y el candor que me comunique, se eternice en la gloria. Amen.

DIA PRIMERO
CONSIDERACION
Si las entrañas de Jesucristo no hubiesen sido entrañas de Dios, no hubiese venido a la vida el Unigénito del Padre con el carácter de redentor, ni a los ocho días de su nacimiento hubiese permitido ya que su Sangre purísima hubiese apagado la sed de más de cinco mil años, que tenía oprimida y agostada toda la tierra. Pero, así como la cualidad de redentor es lo que explica la razón de haber convenido el Dios de la majestad viniese vestido de pecador, y todo abatido y humillado su consustancial, consejero y eterno compañero; así, o alma mía, la Circuncisión, herida primera que recibe en su humanidad sacratísima el Cristo del Señor, siendo lo que más lo abate, creyéndolo pecador, y profano aun o extraño al pueblo de Dios, es la primera puerta visible de nuestra ventura; el primer desembolso de la riqueza divina, para nuestro rescate; el primer atropello sensible que recibe nuestro enemigo, que audaz é ¿legalmente se constituyera nuestro amo y tirano opresor. Si á humillaciones y abatimientos venia Jesús hijo de Dios vivo, para dar en cambio a la justicia divina la gloria, que probara escatimarle el leo y tenebroso poder, poniendo esposas y cadenas al hombre, que poseía la imagen y semejanza de Dios, ¿qué mayor humillación que verter su sangre bajo el concepto de pecador? ¿Qué mayor humillación y abatimiento que la Circuncisión, que no a un Dios, sino a un hombre, y a un hombre delincuente, se debía dar? Tamaños abatimientos, pero y humillaciones, o alma mía, son el precio de tu rescate: son el papel moneda, que debes poner en manos de la justicia divina: son el primer sello de tu ventura y felicidad.

ORACION
Inefable bondad de mi dulce Jesús, de donde, cual, de inagotable manantial, vinieron siempre sobre el hombre las corrientes de las misericordias de Dios, ¿quién podrá resistirse a saludarte y adorarte? Siempre había sabido Adán y su posteridad que a ti debiéramos agradecer la obra magnifica de la redención; pero la prematura efusión de tu Sangre en la Circuncisión nos enseña los inconcebibles deseos que abrigas de redimir nos, de hacer más copiosa la misma redención, y que esa tu Sangre purísima es el desquite de nuestra deuda y el precio de nuestra alma. Infunde en mi corazón, o dulce Jesús mío, sentimientos dignos de un alma, por cuya salvación te complaces a verter tu Sangre, a los ocho días ya de tu nacimiento temporal; sentimientos dignos de un alma redimida. Haz, Señor, que mientras adoro esa Sangre divina, sea mi nombre escrito entre los predestinados, y anotadas mis adoraciones por mi ángel tutelar entre las obras meritorias y agradables a la misma justicia divina. Amen.

Aquí se rezarán quince Padre nuestros y Ave Marías.


LETRILLAS


A coros y á porfía
Dad gloria al Cordero,
Que, siendo Dios eterno,
Su Sangre nos salvó.

Jesús, el Rey del cielo,
Dulzura y amor,
Dios y salvador
Risueño nos miró.
Vertió su Sangre toda,
Mostró lo que nos ama:
Dichosa nuestra alma,
Tal precio mereció.

En mala hora el hombre,
Obcecándolo su ser,
Cual Dios queriendo ser,
De Dios se emancipó.
Mas Siempre piadoso
El Jesús del alma mía,
Como hijo de María
Su Sangre prodigó.

Mil llagas y heridas
Recibe en su cuerpo,
Y azotes y atropello
Paciente sufrió.
¡Oh Jesús! ¡oh amor dulce!
Llagado por mi amor,
Yo adoro, o Señor,
Tu Sangre que se vertió.

De pies, manos y costado,
Con clavos, lanza, espinas
Y cruz, sogas, disciplinas
Divina Sangre manó.
Alma, tú que, redimida,
A tanto precio has sido,
No pongas no en olvido
Lo que Cristo padeció.

En torno de este trono,
De Sangre salpicado,
El hombre ha encontrado
El derecho que perdió.
La deuda contraída
En el Edén un día,
No vive todavía;
De lleno se pagó.

Aquel fatal decreto
Que contra nos regía,
Clavado, cual debía,
La Sangre lo borró.
Las paces se han hecho;
Dios es proclamado
De todos, y adorado
El Cordero que murió.

Alzado se ha el veto,
Y libres ya venimos
Al gozo que perdimos,
Adán cuando pecó.
El cielo nos espera,
Risueño nos convida,
Al goce de la vida
Que el Cristo conquistó.




OFRECIMIENTO
¡Amabilísimo Redentor, bien infinito y eterno, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero! Á vos, Señor, es debido todo honor y toda gloria, y a vuestra Sangre purísima es deudor el hombre de su rescate y de la vida eterna, a que debe aspirar. Obras y oraciones es lo único que podemos producir, para hacernos dignos de vuestra divina Majestad, contando siempre con la gracia que las rectifica y da valor. Dignaos, Salvador amabilísimo, mirar con ojos risueños la salutación que acaba de caer de nuestros labios, nacida en el corazón. Dadla vos mismo el mérito que debe tener ante vuestro acatamiento. Y así como vuestra Sangre preciosísima, en cuya memoria hemos rezado la oración que vos mismo nos enseñasteis, es lo más amable para vos, sea para nosotros toda nuestra riqueza, ahora y siempre. Amen.



DIA SEGUNDO
CONSIDERACION
Ni los pueblos habían creído jamás, o alma mía, ni aun aquellos hombres que sobrepujaron al vulgo, menos unas pocas excepciones, que ilustró la revelación, podían concebir que aquel que esperaban vestido de poder y grandeza, estuviese en estado de padecer una tristeza tal, cual la que forma nuestra meditación en esta hora. Imposible le ha sido siempre al hombre avenirse con la idea de que el prometido Salvador, el que debía venir para cicatrizar nuestras llagas, vendar nuestras heridas, enjugar nuestras lágrimas, consolar, según la frase inspirada, a cuantos viese llorar, hubiese de venir a tal tristeza, que ni el ojo había visto, ni el oído percibido, ni los labios pronunciado nunca jamás. Los ángeles, tantos en número como son y hasta nueve jerarquías, y los hombres, en tanta generación y naciones y tribus, no hubiesen podido concebir que Jesús en su tristeza llegase a sudar sangre. Un momento había pasado no más, desde que ese divino Señor había obrado la maravilla de mayor gloria y alegría para nosotros. Pocos ratos después de haber transustanciado en su cuerpo y en su sangre el pan y el vino, que se le servía en la cena legal, trasladándose al monte de los olivos y entrando en el jardín de Getsemaní, vienen súbitamente a pesar sobre su alma santísima ideas tan alarmantes, que entra en una triste agonía, cuyos culminantes resultados son un esposamiento universal de todo su cuerpo, y llegar a regar la tierra con el sanguíneo sudor. ¡Oh! ¡Alármate, alma mía, en esta contemplación! Atiende a la voz y a la agonía de Jesús, y a la gran copia de sangre con que beneficia la tierra, símbolo en este caso de tu árido corazón.

ORACION
Dios eterno y misericordiosísimo Señor, que reconociendo en mí vuestra imagen, aunque muy degradada, os instó fuertemente vuestra caridad a renovarla y de nuevo embellecerte, y colmarme a mí todavía más de gracias y misericordias, hacerme hermano vuestro, y en vuestro último testamento llamarme a la herencia del reino de los cielos, que con vuestros sufrimientos y vuestra Sangre preciosísima habéis conquistado. En la sombría noche precursora de aquel día, que, si no fuese por nuestra redención, no debiera haber tenido lugar jamás entre las se manas y los meses del año, entre la espesura de aquellos olivos, que dieron un nombre eterno a aquella colina; allí con un espectáculo de tristeza, digno por cierto de Dios, de los ángeles y de los hombres; allí, dando lugar a lo sensible de vuestra humanidad, quisisteis verter gran copia de sangre en aquel sudor excitado por vuestra interna agonía. Dignaos, Señor y Dios mío, produzca en mí todo su efecto esa Sangre preciosísima, me lave de todos mis pecados, me haga morir al pecado, y me apreste para las dulzuras y gozos eternos de la gloria. Amen.



DIA TERCERO
CONSIDERACION
Aunque reveló Dios la proclividad y tendencias al mal del corazón del hombre, mucha fuerza hubiese costado a las generaciones pasadas el creer que uno de la raza de los circuncidados perpetrase el acto más ilegítimo, más vil y de mayor desfachatez, que han visto los siglos y que jamás se verá. Hubiéranse estremecido, o alma mía, Adán y los patriarcas de la primera edad; hubiéranse confundido Noé, Abraham y todos los justos de las leyes natural y escrita; hubiéranse llenado de horror Moisés y toda la sinagoga; hasta el pontífice Anás, hasta el mismo audaz agresor hubiérase oropilado días antes de perpetrar el funesto atentado, de lastimar con la cruel bofetada la mejilla hermosa del Dios salvador. Acción de índole tal, ni el infierno mismo, ni el tenebroso poder esencialmente enemistado y en contradicción con Dios, no solo no se atreviera a llevarla a efecto, sino que ni concibió efectuarla jamás. Acción es, la más vil, la más fulminante, y que no solo afrenta naturalmente al herido y lastimado en su semblante, sino que es la nota, la ostensión, la enseña de la vileza, que abriga el percusor en su corazón. Es la expresión de la iniquidad, o alma mía. Es todo aquello á que puede llegar un ser, que se degrada de su dignidad. Para ti, pero, lo sufre el Señor; para librarte del imperio de la soberbia. De sus humillaciones y abatimientos plúgole hacer grados, por donde subas a la verdadera grandeza, a la corte celestial.


ORACION
Dulce Jesús de mi corazón, Hijo de Dios y Rey de la eterna gloria: ¡En cuánto se conoce que sois el Señor Dios de las virtudes! De todas ellas encontramos ejemplos en vos. En este día, pero brilla en tal manera vuestra paciencia, que no más que mirar la Sangre purísima, que, chorreando de vuestra cara hermosa, explica a la vez la iniquidad del corazón humano y vuestras inefables bondades y misericordias. ¿Quién tan insensible será que pueda pasar sin conmoverse viendo aquella Sangre, que infinitamente más que la del justo Abel, habla a todas las frases del más puro amor? ¿Quién al par de horrorizarse por el vil atrevimiento de un nieto de Jacob, no confesará que sois el Dios de la paciencia? Recibid en cambio nuestras adoraciones, Señor. Haced que aprenda a sufrir todas las afrentas y contradicciones, que el mundo puédame ofrecer; y que imitador aquí de vuestra paciencia, os sea compañero en los goces del cielo. Amen.



DIA CUARTO
CONSIDERACION
Sin embargo de las inspiradas producciones con que llamaron la atención de los pueblos y tribus de Israel los profetas, se resiste a creer la razón, o alma mía, pudiese penetrarse la casa de Jacob, de que aquel que concibiera como gran conquistador, pudiese venir a tanta abyección y mansedumbre. La sinagoga misma, aun antes de hacerse por sus crímenes e infidelidades acreedora al repudio que le intima Dios, cuando discurría aun justamente, dificultad sintiera en con venir que entre los insultos y vil flagelación, aquel que es el Dios de la majestad se mostrase en estado pacífico, y no hiciese bajar de las alturas a más de doce legiones de ángeles, que exterminasen, no los primogénitos como una noche en Egipto, sino a Israel en su totalidad. El Cristo del Señor, el Dios y hombre verdadero, el rey de la gloria y rey desde la eternidad, el justo por excelencia, Jesús Hijo de Dios vivo y de María, el tres veces santo y la misma santidad, desnudo y maniatado, o alma mía, sufriendo un diluvio de azotes, que descargan sobre su humanidad divinizada los soldados del pretor. Pero ¡o contraste, que a los cielos y a la tierra causará siempre admiración! Este Dios omnipotente, como que olvide en este lance su poder, y aun que sea Dios, y con una mansedumbre desconocida de los siglos, se resigna a la voluntad del divino Padre y sufre tan cruel flagelación. Tanta paciencia y mansedumbre, solo el que viniese Jesús para redimirnos con sus dolores y su sangre, nos la puede hacer concebir.  Jesucristo en el atrio de Pilatos ofrece, o alma mía, un espectáculo, que bajo todos los conceptos llama la atención. Vilipendiado Jesús y en una columna atado, es un idioma de tan viva expresión y tan sumamente en fático, que demuestra y hace ver infinitamente más de lo que expresa. Después de hablarnos de la caridad sin límites de su corazón, pone de manifiesto el gran valor de nuestra alma, pues que por ella y no más, su Padre celestial lo ha entregado a crueles azotes y a toda suerte de abatimientos; y él nos advierte por el Salmista, que está siempre dispuesto a sufrir nuevas flagelaciones únicamente para bien y ventura de nuestra alma, y renovar en ella su imagen y semejanza, que el pecado alteró y afeó. En la flagelación Jesús vierte su Sangre purísima, acopiando un baño de ella para purificar ese ángel de segundo orden, y hacerlo bello como aquel que desde un principio confirmó en gracia. Esto tiene de particular la Sangre de Jesús, que ni asusta, ni causa espanto, ni deliquio, sino que produce hermosura, belleza y candor. Causa un sonrosado tan hermoso, que el Espíritu Santo llega a decir mil loores al alma que aquella Sangre embelleció. Causa tal blancura; pero blancura celestial, que no duda afirmar la seráfica doctora santa Teresa de Jesús, que si viésemos por una sola vez una alma así embellecida, repugnaríamos a abrir los ojos para mirar el esplendor y hermosura del sol ¡Oh azotes! ¡Oh Sangre a su rigor derramada! ¿Quién me había de decir, que fueses tú el índice que señalase el valor del alma mía, y aquellos el instrumento de la misma ostensión?

ORACION
Misericordiosísimo Jesús, amparo y vida de los hijos de los hombres, que enamorado de mi alma os dignasteis tomar su defensa, sin embargo que tan a costa de vuestra Sangre había de ser: yo adoro, dulce Jesús mío, todas las heridas, que por mi recibisteis en vuestra humanidad santísima, y me daría por muy dichoso poder mojar mis labios en esta Sangre, que a la vez me purifica, es el valor de mi alma, y ostenta magníficamente lo que vale está a los ojos de Dios. Sea para mí, o Señor, la que a la vehemencia de millares de azotes vertisteis, un baño de salud y vida, y el adorno que me haga grato a vuestros ojos eternamente en la gloria. Amen.




DIA QUINTO
CONSIDERACION
Cuando Dios crió al ángel y al hombre tan colmados de gracias y prerrogativas, este para que fuese su representante sobre la tierra, y aquel para que gozando siempre de su presencia le cantase sin cesar himnos de gloria en el empíreo, el uno y el otro como á por fía han probado de evadirse del yugo de Dios y empequeñecer la grandeza de la divina majestad. El uno y el otro, o alma mía, lo que no han hecho jamás las otras criaturas, han tentado contra la divinidad. Y en razón de las muchas misericordias con que los ha prevenido el Señor, mas soberbia e hinchazón se les ha notado, y con mayor altivez han respondido a las voluntades de Dios. Sin embargo pero, omnipotente el Señor, de los mismos actos de iniquidad, emanados del mal humor de esas nobles criaturas, ha hecho resaltar su gloria y la confesión de su divinidad. Un acto solo, o alma mía, de los que tuvieron lugar en la pasión de Jesús, garantiza, entre mil otros, esa involuntaria confesión. Entra en el atrio del pretorio, y mira al justo cubierto con un vestido ensangrentado; á Jesús, esencialmente Hijo de Dios y Dios como su Padre, coronado de agudas y terribles espinas, y de sangre de pies a cabeza salpicado. Pero esa corona, tan cruel como es, no deja de ser indicio de regia majestad. A la coronación acompañan salutaciones y adoración, con todos los actos con que da interés el hombre a tales ceremonias. Esto es confesar involuntariamente, aunque hacínalo por befa, la divinidad de Jesús. Nunca jamás sabemos hubiesen dado con actos de tal índole, en tantos otros ajusticiados. Jesús, Hijo de Dios y rey de la gloria, saludándolo rey, confiesan que es Dios.  La vileza, o alma mía, entre todos los actos malos es el que más degrada al hombre, haciéndolo indigno aun de la sociedad. Otros defectos podrán admitir altas y bajas una que otra vez; pero la vil correspondencia no da lugar a explicaciones nunca jamás, y naturaleza y el orden mismo de las cosas se resiste a endosar con aquel que con vileza obró. Este es por cierto el carácter de la sinagoga y de todo aquel, que imitándola se huelga en coronar de espinas al Dios de la majestad y de la bondad. Los profetas hablando en nombre del Señor, como nos enseña la Iglesia, decían á la casa de Jacob, llamándola viña del Señor: « ¿Qué más debía hacer yo para ti, y no lo haya hecho? Yo te planté, viña mía escogida; yo te planté de mi propia mano, y las cepas mejores escogí, ¿de dónde aviene pues el que te hayas resuelto a coronarme de espinas? Yo en mi predilección mirándote risueño esperaba me dieses buen fruto, y me has producido espinas.» Oh! No digáis únicamente, dulce Jesús mío, que os haya producido espinas esa alma mía, esa viña que vuestra excelsa y omnipotente mano plantó; no digáis únicamente que haya sido delincuente; decid que ha sido vil; que con vil correspondencia ha osado burlarse de vuestra bondad; que en más de una vez, lo que no hizo la repudiada sinagoga, traspasó vuestras sienes, coronó vuestra divina cabeza, abrió vuestras venas, .atropello todo miramiento y atención, regó la tierra con vuestra Sangre, con ella se salpicó. Acrece esa vil correspondencia, o acto digno de vuestras venganzas, amabilísimo Jesús! el que, cuando los soldados del pretor os coronaron de espinas, no os conocían; fué una sola vez sobornados por los judíos, y la Sangre que se vertió fué en remisión de los pecados del mundo; pero yo os conozco, Señor; mil veces me he envilecido, y malogré vuestra Sangre.

ORACION
Omnipotente y soberano Señor, en quien tiene todas sus complacencias el divino Padre desde la eternidad, y el hombre encuentra su amparo, su ventura, su salvación: yo adoro, Dios mío, vuestras bondades é inefables misericordias. Adoro todas vuestras llagas y la Sangre que para nuestro rescate nos disteis en toda vuestra amarga pasión; pero sobre todo en este momento aquellas setenta y dos fuentes vivas, que una espinosa cocona abrió en vuestra delicada y santísima cabeza. Haced, Señor, que por medio de esa Sangre purísima sea purificada mi alma: ya que por mí sufristeis el tormento de tan penetrantes y agudas espinas, sea mi alma coronada con la diadema de la gloría. Amen.




DIA SEXTO
CONSIDERACION
Lo que ha venido a ser la condición y estado normal del hombre sobre la tierra, aquella lucha sin tasa ni fin, que ha de sufrir, según la expresión de Job, todo hijo de Adán, durante sus días de viador, cual índice soberano señala la sombra de la paciencia, como quien nos dice: «Es vuestro pan cotidiano: os es de suma necesidad.» Materializado pero el hombre en sus sentimientos, y todos sus actos materializados también, ha mirado de mal ojo siempre la imagen del padecer, y levantando altares a la venganza, se ha hecho un deber de dar reproches y atropellos a la paciencia, mirándola como degradante de su alteza y dignidad. Jesucristo, o alma mía, sí, Jesucristo, que para baldón eterno de la soberbia y de nuestros males complaciese en abatirse y anonadarse; solo Jesucristo debía ser el maestro soberano, que nos adoctrinase esa virtud de la paciencia, y que no menos en práctica que en teoría nos inculcase el mérito y valor de esta virtud, tan abyecta en el mundo como mirada en mucho en el cielo. Dos bienes grandes se propone sacar el divino maestro de cargar con la santísima cruz: abrir en su hombro sacratísimo una fuente viva, de donde bebiésemos todos con abundancia aquella Sangre, que más que el agua cristalina nos harta y purifica; y el podernos decir: «El que ansía salvarse, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga.» Convídanos a su secuela el Señor, y como quien olvida su carga, sin hablarnos una palabra de que vayamos a ayudarle o descansarle, mientras de mayores dimensiones se hace la llaga de su divino hombro, vestido de paciencia, no invita al ejercicio de virtud tan hermosa, que nos es necesaria para alcanzar las plomosas del divino Padre. Natura misma, o alma mía, nos enseña que cuanto más culminante sea la deuda, más se necesita para su solución, así como en razón de la mancha deben ponerse los medios para quitarla, y que una llaga cuanto más anchurosa y profunda sea, tanto más costoso es el curarla y necesita de más tiempo de bálsamo más exquisito y más complexa confección. ¿Qué llaga pero puédase concebir como la del infeliz hijo de Adán? ¿Qué mancha o que deuda equiparable podrá ser con el pecado, cuya gravedad adherida a la cruz del Cristo del Señor, lastima tan tristemente el hombro santísimo de Jesús, que cual fuente abundantísima ofrece a la sedienta tierra el abrevarse y hartarse con la Sangre del Salvador? Menos que con el peso enorme de la cruz contrastada no podía ser la gravedad de nuestros pecados, así como menos que con la Sangre preciosísima del Hijo de Dios, ni la mancha del pecado podíase lavar y purificar, ni ser asimplado la gran deuda, o curarse la úlcera imponente y virulenta, que abriera en nuestra alma la perpetración del primer pecado ya. Solo la llaga que Causó la cruz en el hombro de Jesús, está en razón de la que recibimos nosotros por la savia de un árbol, sembrado un paso del de la vida. Y la Sangre únicamente que desde el hombro baja por lodo el cuerpo del Señor, es el bálsamo y antídoto contra la infección, que aquel sombrío árbol líos causó. El peso de la cruz, o alma mía, sí, solo el peso de la cruz nos explica la gravedad de nuestros pecados. Abruma ese peso á Jesús, rásgale el hombro y nos da con abundancia su Sangre, en desquite y cambio de lo que escatimara el hombre el rendir homenajes y adoraciones a Dios.

ORACION
Benignísimo Jesús, que como olvidado de vuestra divinidad y grandeza, cual delincuente ajusticiado, cargasteis sobre vuestro hombro el pesado madero de la cruz, no negándoos a llevarlo hasta el Calvario, sin embargo que aumentaban como infinito su gravedad nuestros enormes pecados, al paso que la Sangre que de la llaga que la cruz abrió en vuestro cuerpo sacratísimo, destiló la mirra de nuestra curación: yo adoro, Salvador mío amabilísimo, osa Sangre preciosísima, y confió en ella que contestará la enormidad de mis pecados. Confío por ella verme libre de mis enemigos. Confío de ella, que más eficaz infinitamente que la de Abel, hablará por mí ante el divino acatamiento, me alcanzará el perdón, será mi rescate y el precio de la vida eterna. Amen.


DIA SEPTIMO
CONSIDERACION
Lugar no hay, o alma mía, de justificar la negligencia y apatías del hombre, o el abandono en que ha dejado desde un principio el culto y servicio, que naturaleza misma y todo orden de cosas dictan ser debido a Dios. Al mismo progenitor de la raza humana no falta quien haga subir la antigüedad de ese descuido, y a tal negligencia atribuyen la monstruosa caída, de cuyas consecuencias nos resentimos tanto toda su posteridad. Inoculada, digámoslo así, negligencia tan poco racional, en la sustancia de que somos formados, llegó el hombre casi a desconocer a Dios, atenuando hasta tal punto la idea, aunque innata la consideran los teólogos por lo regular que no ha faltado quien haya dicho: No hay Dios. Negligencia tan criminal y recargada de resultados tan funestos, solo un Dios hecho hombre podía ser su reparador. Esto nos explica la razón de haber querido subir Jesús al monte de la muerte, y con las caídas que en su subida sufrió, lastimarse horrorosamente su rodilla derecha. Subía el Señor, cargado cual verdadero Isaac con la leña del holocausto, al monte de la visión, al monte del incienso y de la mirra, para ofrecer a Dios el único sacrificio digno de Dios. Pero como el hombre se hubiese negado a doblegar su rodilla ante la divinidad, ya antes de llegar Jesús al lugar del sacrificio, para hacer superabundante el cambio que viniera a dar por nosotros a la ofendida justicia de Dios, prueba de abrir una fuente en su rodilla, cuya agua de vida, que era su purísima Sangre, nos purificara a la vez y nos reconciliara con Dios. Si jamás será ciado a la criatura comprender lo que sea Dios, en tal manera que ya Dios no fuera Dios tan de luego como fuese comprensible; tampoco ni el hombre ni el querubín llegarán a apercibirse en su lleno de lo que costó a Jesús satisfacer a la divina justicia por nosotros y hacer las paces entre el hombre y Dios. El hombre actual, que mejor que su primer padre tiene motivo? para conocer la muerte, lo más a que puede llegar su aprehensión es a decir: Jesucristo por mí murió; sin hacer la infinita distancia que hay de decir: murió un hombre, o murió Un hombre- Dios. El querubín y todos los coros de espíritus angélicos ni han gustado, han visto gustar la muerte, y en sus inteligencias soberanas únicamente comprenderán las bondades del Señor, la dignación de Jesús. Pero el penetrar, o alma mía, todo lo que vale el morir, y morir en medio de agudos dolores, el preceder a su muerte caídas, llagas, efusiones de sangre, el lastimar aun sus rodillas y bañar con esa Sangre divino-humana las mismas peñas del Calvario, eso está reservado al mismo hombre-Dios, que padece y sufre por nuestra redención. Necesario es ser Dios para llegar al conocimiento en su lleno de lo que costó a Jesús el abrimos las puertas eternales y ligar de nuevo las relaciones rotas una vez en el Edén. Necesario, sí, necesario seria, o dulce Jesús de mi corazón, el ser vos, para conocer lo que padecisteis por mí en la subida del Gólgota: necesario para penetrarlo que padecisteis en vuestra rodilla derecha; y necesario para entender lo que me ha valido la Sangre preciosísima, que de tan dolorosa herida vertisteis por mi redención.

ORACION
Amorosísimo Jesús, imán de todos los corazones, por quien y en quien fueron hechas todas las cosas, que viendo al hombre caído, comprometéis vuestra voluntad de venir a salvarle: mientras adoro vuestra Sangre, que con tanta abundancia vertisteis por mi redención, millares de lenguas quisiera tener para ensalzar vuestras inefables bondades y misericordias. Oh! y si dado me fuese, en medio de los coros angélicos, mezclar con ellos mis voces, en los continuos cánticos que os encaminan! Yo lo confieso, Señor, y mil veces lo confesaré: que adoro vuestra Sangre, especialmente en esté día la que ofreció a la divina justicia vuestra rodilla derecha. Y así como con ella disteis superabundante satisfacción por lo que yo adeudaba por mi negligencia y poco fervor, permitidme que la ponga en manos del divino Padre, y comprarme el cielo con ella. Amen.



DIA OCTAVO
CONSIDERACION
Ahora ya conocemos lo que intentaba decirnos en sus inspiradas frases el augusto hijo de David, cuando escribía su Cantar de los cantares. Ahora ya comprendemos, o alma mía, el significado de aquellas divinas palabras: Fuerte es como la muerte el amor, duro e inflexible el celo de caridad como el sepulcro. Sus incendios son llamas divinas: aguas muchas de dolores y agonías no pudieron extinguir la caridad, el incendio del divino amor. El ver a Jesús en la repugnante subida del Gólgota o monte de la calavera, fallo de tuerzas por la flagelación, y mil otros padecimientos y atropellos; ver al que es la fortaleza de Dios esencialmente, sucumbir bajo el peso enorme de la funestísima cruz, y abierta honda y horrorosa llaga, no menos que en su rodilla derecha en la izquierda; ver la abundantísima Sangre con que salpicadas quedan las veredas de aquella subida, en que cuesta arriba se dirige al lugar del suplicio, con el árbol de la ciencia del bien y del mal, en donde ha de consumar el sacrificio; páginas son o divinos volúmenes, en donde leemos que tal es y tan encumbrada la caridad y misericordia de Jesús, que no se amaina con impetuosas corrientes de contradicciones y padecimientos. Aquí por cierto se explica lo que decía Job lamentándose: «Ha venido contra mí, herida sobre herida.» Sí, herida sobre herida Recibió Jesús, lastimándose sus rodillas; pero su misericordia crece siempre por grados, en razón de lo más costoso que nuestro remedio le haya de ser. Tan cierto es, o alma mía, que siempre propensa está al mal la posteridad del hombre, que no han podido, serle diques, ni el pretorio en donde tanto padeció Jesús, ni la calle de la amargura, ni aun la cuesta o subida al Calvario, en donde tan lastimadas quedaron entrambas rodillas del Salvador. La Sangre que ha visto chorrear de la rodilla izquierda, como un deber lo ha mirado el hombre ingrato el malograrla, cual lo hizo en la que goteaba de la derecha. Por satisfecho no se ha dado, o alma mía, con la caída que en un principio cerca el árbol de la vida ya dió, sino corno quien se despeña de una atalaya o de un monte, no ha cesado ni cesa aun de nuevas y continuas reincidencias. Criado que había sido para relacionar con los ángeles, y no menos que aquellos coros, modular canciones de acción de gracias al divino Hacedor: redimido más tarde por la Sangre y la vida del Hijo de Dios, que al efecto vistiérase de hombre para poder morir; en cambio de tales y millares de otras gracias, ha dado mal por bien. Ha pisado descaradamente y la Sangre y las llagas mismas del Redentor, y ha llegado con suma desfachatez aun a decirle al Señor: «De nada os soy deudor.» ¡Oh monstruosidad incomprensible del ser más apreciado de cuantos colocó sobre la tierra el divino poder! ¡Oh ingrata criatura, a quien tanto Dios favoreció en todo tiempo y ocasión! ¡Oh Sangre purísima de la rodilla izquierda de Jesús! Yo te adoro, sin embargo que tan malograda hayas sido del hombre, por quien fuiste vertida.

ORACION
Eterno y soberano Señor, que como quien pone en descuido sus propios intereses, olvidáis vuestros padecimientos y dolores, aun vuestra misma Sangre, que está chorreando de la llaga de vuestra rodilla izquierda, para atender a mis necesidades, a mi ventura, a mi bien: mil adoraciones y otras tantas acciones de gracias os sean dadas por vuestras misericordias, que crecen en razón de vuestros padecimientos y de mis ingratitudes. Purificadme más y más con esta Sangre, os diré con el Salmista: cread en mí, o Señor, un corazón nuevo, un corazón puro, un corazón según vuestro corazón, para que adorando esta llaga y todas las demás, me apreste para adoraros eternamente en la gloria. Amen.



DIA NOVENO
CONSIDERACION
Límites no tiene la misericordia y la caridad de Jesús, o alma mía, y ni un acto si quiere de cuantos forman toda su interesante vida es posible marcar, en el cual no brille ese amor y esa bondad. Como escogió él mismo la muerte, y aun el género de muerte más vil, penosa y atroz, escogió también con ella todas aquellas circunstancias que debíanla acompañar. Viniera el Señor al mundo para dar su Sangre y su vida en desquite de los pecados del hombre, y modo alguno no supo inventar el hombre delincuente para hacer más recargada de negros colores la imagen de la pasión, que no los aprobase el Señor para hacer más copiosa la redención. Y no tanto sufre tantos tormentos y tantas penas, como se desprende y despoja de todo para enriquecer al mismo hombre, para quien venía a padecer y morir, y que lo atormentaba y desvivía. Considéralo no más, o alma mía, considéralo en el acto inhumano é inhonesto a la vez, de desnudarlo en la cima del terrible Gólgota, en cuyo acto renováronse todas las heridas, que por el hombre recibiera ya en su sacratísimo cuerpo. Considéralo en la Sangre, que de nuevo ves chorrear de sus espaldas, de sus hombros y de todas sus sacratísimas llagas. Considéralo, y en el fervor de tu meditación rinde, sin tasa ni cuento acciones de gracias a este Dios de misericordia, que complacióse despojarse de todo, para hacerte rico ante el trono de la justicia de Dios. En razón de las dulces emociones que siente Jesús en despojarse de todo para bien del hombre, es la fortuna y dicha de este, siempre y cuando desnudo de los afectos terrinos se visto del Señor Jesús. Esta es la razón, o alma mía, porque con viva expresión lo recomienda a todos el apóstol de las naciones S. Pablo. Una alma que se viste de Jesús, se hace en todo agradable al Padre celestial y se adquiere un derecho más a la bienaventuranza de la gloria. Vestida de Jesús se transforma en Jesús, y entra en el poder de decir al divino Padre: «Señor, mirad la faz de vuestro Cristo.» Mirad en mí: sin embargo que hija soy de Adán, sin embargo que pertenezca a la raza de los pecadores, sin embargo que por tiempo criminal y enemiga vuestra haya sido, me cubrí de vuestro divino Hijo, y desde que vestida voy de mi Jesús, mirándome a mí, lo veis a  Jesús reina en mi corazón: Jesús me lavó con su Sangre y grabó su imagen en mí. Oh! y qué dicha, alma mía! ¡Qué fortuna y felicidad ser la imagen de Jesús! Ya en ti grabara su imagen y semejanza el Señor cuando te dió el ser, formándote todo lo que eres; pero como viviendo la vida de los sentidos te materializaste, alterando monstruosamente aquella belleza original, plúgole á Jesucristo derramar su divina Sangre para divinizarte y embellecerte con su misma imagen, además de haber renovado la que poseías de la divinidad. ¡Oh dicha inefable, que enaltece al hombre, más que los ángeles aun!

ORACION
Amabilísimo Jesús, Dios de Dios y luz de luz, que para salvarme no perdonasteis á me dio alguno, ni os negasteis á sufrimientos, tristeza o dolor, complaciéndoos en medio de los dolores, porque debían ceder en mi favor: yo adoro, Señor, vuestras bondades y la Sangre con que os plugo lavarme. Después que tanta había salido de vuestro santísimo cuerpo, en cada una de las llagas en particular, dignóse vuestra inefable clemencia abriéranse de nuevo todas vuestras venas en vuestro desnudamiento sobre el monte de la muerte. Haced, Señor, no sea en vano tal prodigacion de vuestra Sangre. Que me lave aquí en vida, y me vincule con los ángeles en el cielo! Amen.



DIA DECIMO
CONSIDERACION
No creía el hombre, cuando entre delicias en el Edén y señor de toda la tierra disfrutaba de la risueña vista de aquel jardín, bajo la deliciosa sombra del árbol de la vida, que un solo fruto de otro árbol, el de la ciencia del bien y del mal, no tanto al género humano le importase la muerte, sino también al mismo Hijo de Dios, hecho hombre para ser la muerte de la muerte misma, llegase a traspasarle con un clavo su mano derecha, hacedora de los ciclos y de la tierra, y clavarla en el mismo árbol. Por imposible lo hubiese mirado Adán; y un sueño o un encanto le hubieran parecido, si un ángel le hubiese apercibido de tal. El Hijo de Dios, sabiduría increada, por quien fueron hechas todas las cosas, según el discípulo del amor, inconcebible parece pudiese el hombre crucificar su mano derecha, tipo hermoso de la misma omnipotencia. Pero también ese miembro sagrado del Salvador debía cooperar a la redención del hombre. También su Sangre, o alma mía, había de contribuir a nuestro rescate. También con ella había de pagarse a la justicia divina la gran deuda que pesaba sobre aquel, que infeliz degradara la imagen y semejanza de Dios. Solo la mano omnipotente del Dios y hombre verdadero, del de Dios y de María, podía dar satisfacción digna y cabal del ofendido Dios omnipotente; y no más que la Sangre de la mano derecha de Jesús debía formar el capital, que importaba la restauración del hombre, y ser todo aquello que pedía y reclamaba la justicia de Dios. ¡0 mano derecha de Jesús, símbolo expresivo de la adorable omnipotencia! Quién no te adorará? ¡Oh Sangre de valor infinito! ¡Oh bálsamo divino, que das salud y vida al infelice mortal! Nada más monstruoso puede darse, o alma mía, que el abusar de los dones y gracias con que le plugo a la divina bondad adornar y enriquecer a su criatura. Existiendo esta no por sí propia ni por sus merecimientos, pues la razón misma dicta qué méritos no se pueden contraer antes de la existencia, dones gratuitos son de la adorable omnipotencia todo cuanto posee, ora en el estado físico, ora en el intelectual. ¿Qué cosa más vil y monstruosa puédase encontrar que el abuso que hace el mal cristiano de las gracias y bienes, que le han venido mediante las llagas y la Sangre de Jesús? Palabras no hay para explicar absolutamente tal vileza y monstruosidad, y el entendimiento humano nunca jamás llegará a comprenderlo con toda su extensión. Jesucristo verdadero hombre y verdadero Dios, por quien todo bien y ventura nos viene y nos ha venido, para simbolizar que todo con su mano diestra nos lo dió, permitió fuese clavada en la cruz. ¿Qué iniquidad podrá compararse con la iniquidad de malograr la Sangre, que un clavo arrancó de esa divina mano? Menos mal seria si separase la misma corriente del mal en no adorar esa Sangre divina, y no fuese menospreciada, y no fuese pisoteada, y no la tomase el hombre por instrumento de nuevas ofensas y de mayor prevaricación. ¡Oh Señor! ¡Oh pacientísimo Jesús mío! Vuestra mano derecha me dais y la Sangre que de ella está chorreando, y yo ingrato después de malpararos así esa mano creadora, me atrevo aun á vilipendiar vuestra Sangre.

ORACION
Clementísimo Jesús, padre de piedad y de clemencia y Dios de toda consolación, cuyas entrañas de misericordia siempre inclinadas a favorecer al hombre, que formasteis del limo de la tierra, jamás se hartan de padecer, con tal que redunde en bien y favor de quien tan ingrato os ha sido, descreído y desleal: no satisfecho de tanta Sangre aun, que de vuestras heridas había absorbido ya la tierra, disteis vuestra mano diestra a la cruz, y quisisteis que un clavo desapiadado al paso que la clavaba, abriese nueva fuente de virtud y reconciliación, para que más y más pudiese lavarse mi alma con tan purísima Sangre. Aunque tan ingrato, o Señor, yo adoro esta divina Sangre: y confió que va que la vertisteis por mí, os complaceréis produzca  todo su efecto. Me extrañe al pecado, me purifique y me salve. Amen.



DIA DECIMO PRIMERO
CONSIDERACION
Á un grado tan subido llevó su malicia el enemigo infernal, o alma mía, y en tal manera se enfureció así que concibió que Dios en su misericordia y caridad criara el hombre para que llenase las vacantes, que había perdido él en el cielo, que en su malicia é iniquidad meditó el modo de hacer compañero de sus desgracias a Adán y a toda su posteridad. Ni muerte, ni penas, ni enfermedad debían verse sobre la tierra, y después de suma calma, inalterable paz y tranquilidad, desde el Edén debía trasladarse el hombre y sentarse en los eternos tabernáculos. Pero la muerte por la envidia de Luzbel entró en nosotros, y de inmortales e impasibles en pasibles y mortales nos transformó. Un bálsamo, sí, solo un bálsamo de salud eterna, o alma mía, solo la Sangre preciosísima de Jesús, la Sangre destilada de la llaga sacratísima de la mano izquierda del Hijo de Dios podía poner coto y enmienda a tanto mal. Tanto se había extendido y profundizado la úlcera en el corazón de los hijos del pecador, que ya en la naturaleza ni en toda la creación podía encontrarse medio ni confección, que alcanzase a remediar un mal tan inveterado. A tal extremo había llegado la infección del pecado, que aun cuando las criaturas todas hubiésemos aniquilado para hacerla desaparecer, ni el más insignificante correctivo hubiese podido aplicarle. Esta Sangre se requería, y únicamente esa Sangre divina podía dar remedio al hombre y satisfacción a Dios, Dios ofendido por el pecado, y el hombre arrastrado al abismo de los males por haberse hecho pecador, este no podía verse libre de sus cadenas, ni aquel ser satisfecho menos que con la Sangre de la mano izquierda de Jesús.  Con sobrada razón, o alma mía, proclama por dichosa la culpa, en uno de sus actos solemnes la Iglesia santa, por haber merecido tener al mismo Hijo de Dios por redentor. Menos que con la Sangre purísima de este Dios hecho hombre no podía con efecto ser satisfecha la gran cantidad de nuestro rescate. No era únicamente la primogenitura, como el hermano de Jacob, que habíamos enajenado, sino el hombre y todo hombre. Nada menos que la imagen de Dios, que por un don especialísimo complacieras grabar en el hombre la divina bondad, había vilipendiado el hombre; y para el retorno al primer grado de nobleza de esa criatura tan ingrata y desleal, otro medio no fué dado emplear sino el gastar aun la Sangre de la mano izquierda de Jesús. Deslealtad y descreimiento cual el del hombre, ni se ha visto, ni lo puede haber; pero ese exceso de ingratitud mismo, ha dispuesto la misericordia infinita de Dios viniese a ser el pregón universal del amor infinito con que hasta el fin nos ha amado Jesús. Esclavos, sí, esclavos del primer tirano, despojados para siempre de la herencia para que fuimos sacados de la nada, cargados de funestas cadenas y de humillantes esposas llenas nuestras manos, con otra cosa no podíamos contar sino con la porción desgraciada del fuego de los infiernos. Pero al Salvador divino no le sufre el corazón que en los abismos haya de ser ultrajada su semejanza o imagen, y a fuerza de dolores vertiendo toda la Sangre de su mano izquierda, cual barras de oro preciosísimo pónela en manos de la eterna justicia, y compra con ella nuestra libertad.

ORACION
Misericordiosísimo Jesús, Hijo de Dios y redentor del hombre, de tan inefable misericordia son vuestras entrañas y tan acendrado vuestro amor, que cuando no nos adoctrinasen que sois Dios la religión y la razón, y no nos lo predicasen los cielos y todas las cosas, el haber prodigado vuestra Sangre y vuestra vida en el Calvario por nuestra redención y rescate, nos obligaría a confesarlo y a adoraros como tal. Yo adoro, dulce Jesús mío, toda esa divina Sangre, con que os plugo regar la árida tierra de mi corazón; pero más en particular en estas horas la de vuestra mano izquierda, bálsamo de salud eterna y precio de mi rescate. Quiera vuestra divina Majestad que pueda yo ponerla en manos de vuestro divino Padre, en el acto de mis cuentas, y pagando por cumplido con ella, sea hallado fiel y admitido en los eternos tabernáculos. Amen.



DIA DECIMO SEGUNDO
CONSIDERACION
 Increíble parece lo que habíase profundizado en la mística tierra del corazón del hombre la huella que dejó en el Edén por primera vez la criatura del mismo hombre, parto de la concupiscencia y engendradora de la muerte. El pecado, o alma mía, el pecado, única cosa en que no pudo tener parte Dios, destruido no pudo ser ni borrada la senda que trazó, menos que con la Sangre que se derramase del pie derecho del hombre-Dios. Probara el príncipe de los abismos por medio de una sierpe familiarizarse con aquel, que colocado cerca el árbol de la vida debía ser el rey del mundo, así como llevaba esculpida la imagen del rey de la gloria. Y tan triste le fué al hombre tal familiaridad, cual lo cantaba el Salmista, diciendo: «Con el perverso te pervertirás.» Sentencia compendiosa y verdaderamente enfática, o alma mía; pero que en tanto se ve realizada que generación alguna no hay, que no haya corrompido sus caminos. Siguiendo el hombre los vestigios del ángel prevaricador aficionase al mundo visible; y por desgracia, cuando se ha visto perdido, ha tenido que exclamar: «Atollado me encuentro hasta el limo del profundo, y  encuentro en donde afianzar el pie» La Sangre, sí, la Sangre del Cordero inmaculado, la Sangre de aquel Jesús de Nazaret, llamado, como lo es esencialmente, Hijo de Dios, y no más que esta Sangre, pudo allanar la malograda tierra, y borrar aquellas pisadas y huellas del genio del mal. Aguas muchas o corrientes caudalosas de sangre humana, ni aun si se hubiesen aniquilado las criaturas todas, insuficiente cosa hubiesen sido para operar este bien. La Sangre del pie derecho de Jesús reclamaba la justicia divina. No era el único daño que causara el pecado a los hijos de los hombres, el haberlos degradado y afeado la imagen hermosa de Dios, que el divino Hacedor mismo complacieras grabar en ellos; habíales obstruido el canal de las misericordias, y borrado aun la senda de la virtud. Difícil les era el obrar el bien. La huella de un pie divino, del pie derecho de Jesús se requería, o alma mía, para abrir el punto de partida y trazar el modelo por donde se debía alcanzar el medio de agradar a Dios. La Sangre que nos da la llaga sacratísima, que un desapiadado clavo abrió en el pie del Dios del Calvario, era la materia que podía trazar esa línea de importancia esencial, su bermellón o su tinte era lo único que podía resaltar y brillar, de tal modo que llamase la atención del hombre, comprometiéndole a no declinar de ella, y moviese simultáneamente simpatías hermosas al mismo Dios. Por allí en donde se imprime la huella de ese pie derecho de Jesús, como chorrea sangre hilo á hilo, queda trazado y modelado el camino de la virtud. Y no tanto salpicada se aparece aquella tierra, que solo abrojos y espinas daba siempre su vegetación, sino mejorada infinitamente más que las aguas de la fuente de Jericó con la sal y la bendición del santo profeta Eliseo, y aprestada Ja misma tierra para dar frutos céntuplos de santidad y de virtudes. Esta es la Sangre, que figuraba aquella con que el sacerdote, según el orden de Aarón, rociaba el pueblo, las víctimas y los sacrificios.


ORACION
Jesús amabilísimo, y Dios, y padre, y rey, que enamorado del hijo del pecador tantos pasos habéis dado para encontrarlo en los días que errante iba, y que en montes y en páramos, en prados y en valles habéis seguido sus pisadas, sin perdonar a cansancios o á fatigas, dejando por todas partes el rastro de vuestro camino con la Sangre que chorreaba de vuestro pie derecho, con el fin de encantarlo con su fragancia y virtud: yo, que soy ese pecador ingrato, esa extraviada oveja, confesando mi deslealtad é ingratitud adoro esa Sangre divina, y contando con la eficacia de la gracia, que vuestra misma Sangre me ofrece, espero en adelante seguir los senderos de virtud que vos mismo me trazasteis. No me negaréis vos esta misericordia, que os pide por mí vuestra Sangre, infinitamente más eficaz y elocuente que la del justo Abel. Por ella me prometo la posesión de la gloria. Amen.



DIA DECIMO TERCERO
CONSIDERACION
¡Qué fortuna hubiese sido para toda la familia humana si hubiesen sido duraderas las simpatías hermosas de que disfrutaba en el jardín de delicias, con los ángeles buenos y la adorable divinidad! ¡Qué fortuna, o alma mía, si no hubiese entrado la muerte por nuestras ventanas, según la frase inspirada del Profeta! (Jer. 9. v. 21.) ¡Qué fortuna si los sentimientos del hombre concordasen todavía, ni se hubiesen desviado jamás de los que en la creación y en todo tiempo han vivido en el corazón de Dios y de su hijo Jesucristo! La mayor gloria de Dios y el bien de sus criaturas hizo subir al Gólgota al Hijo de Dios y ofrecer su pie izquierdo a un desapiadado clavo, al paso que el descreído pecador malogrando la preciosísima Sangre que de esa llaga salió, ni siquiera se arrepiente de su deslealtad, ni lástima tiene de ver clavado a la cruz aquel pie, que para buscarle tantos pasos dió. Pero esa Sangre, que riega y fecunda la tierra, contrasta plenamente con las tendencias de la carne, que desde un principio corrompió sus caminos. La Sangre del pie izquierdo de Jesús, mientras la tierra la recibe y entraña, viene a bañar los fríos huesos del primer pecador, y vivificándolo hace que se aúnen los sentimientos, y que vengan a formar un solo rebaño y un pastor. El signo, según la escuela y el Catecismo romano, o alma mía, además de lo que es, mueve la idea de aquella cosa que significa, y llama la atención por lo tanto sobre dos conceptos o nociones. ¿Y no es este el carácter hermoso de la Sangre, que chorrea y se desprende del pie izquierdo de nuestro Jesús? Siendo sangre y Sangre divina, que se vierte para ventura y bien del mísero hijo de Eva, indica que es el precio de nuestro rescate, y nos hace ver cuánto valemos a los ojos de la divina bondad. Justipreciado, sí, justipreciado el hombre ante la divina justicia, ha valido la Sangre preciosísima del pie de un hombre-Dios. Como algo de infinito tiene el pecado en su malicia, supuesto el objeto infinita ofendido por el mismo pecado, menos que la Sangre de Jesús, principio y fin por quien y en quien fueron hechas todas las cosas, Hijo de Dios y Dios verdadero de Dios verdadero, no alcanzaba a satisfacer por esa inconmensurabilidad de malicia de la triste criatura del pecador. Por cierto no alcanzaba el primer hombre, sin embargo la mucha filosofía que le infundiera el divino Hacedor inspirándole en su semblante el soplo de vida, a comprender pudiese ser tan subida su valía. No alcanzaba a su poner que su rescate importase la Sangre de Jesús: no alcanzaba a pensar valiese más él que la creación toda. Es que no suponía se hiciese hombre el Hijo de Dios: es que no se persuadía llegase a haber sangre divina.

ORACION
Clementísimo Jesús, Hijo de Dios y de María, autor y consumador de nuestra fe y dador de todo consuelo, que prendado y enamorado del hombre miráis por nada el padecer, solo para salvarle, y complacencias sentisteis de entregar vuestro pie izquierdo a un infame sayón para que lo clavase a la cruz, solo que de tal herida y llaga manase aquella sangre, precio necesario para dar a conocer el valor del hombre: yo adoro reverente esta preciosísima Sangre, Señor, y toda la que vertisteis misericordioso por mí; y por ella confió sea lavada y purificada mi alma, y que en el día grande será preciosa a vuestros divinos ojos. Amen.



DIA DECIMO CUARTO
CONSIDERACION
Otra cosa no podía hambrear el hombre, después de miles de gracias de que plúgole al cielo colmarlo, sino que se le abriese una almoneda, en donde dado le fuese abastarse de toda suerte de bendiciones de Dios, en donde encontrase todo cuanto pudiese desear y todo aquello que fuese de dicha y ventura. ¿Y no es todo esto é infinitamente más la llaga, que abrió una desapiadada lanza en el costado de tu divino Salvador, un rato después de haber entregado su espíritu en manos de su divino Padre, o alma mía? ¿No es un místico santuario el costado de Jesús, en donde guarecerte puedes a la vez, y encontrar la fuente de las aguas cristalinas de la gracia y la fragua hermosa del divino amor? La llaga abierta del costado derecho de Jesús es la puerta del arca de verdadera salvación, de que decía el Salmista: «Vos en vuestras misericordias la preparasteis, o gran Dios: en ella habitarán vuestras ovejas.» De ella es la que escribía el Benjamín sagrado, que de tan luego como sé abrió salió sangre y agua. De ella como que hable la Iglesia cuando dice: «Vi el agua viva que salía del templo del lado o costado derecho, y todos los que alcanzan aquella agua, cantan el cántico de alegría.» Aquí, si, aquí es en donde se encuentran todas las misericordias y bendiciones de Dios, o alma mía; aquí todo es paz, dicha y ventura; aquí todo es gozo y posesión de la misma divinidad; aquí es en suma en donde dice Jesús: «¿Qué más debía hacer en favor de mi viña, de mis ovejas, de mi amada grey?» A la transgresión del hombre, al abrírsele tristemente los ojos para ver su miseria y desnudez, a las reprehensiones que le hizo el ofendido Dio? y fallo de triste muerte, siguiese, o alma mía, el ser lanzado del jardín de bellezas y delicias, y que uno de los seres confirmados en gracia y una espada de fuego guardasen el camino del árbol de la vida. No solo fugaz la vida se hace al mismo transgresor, sino que se le obstruye el paso del paraíso, en donde había podido ocultarse así que oyó la venida del Dios vengador. ¡Pobre é infeliz Adán! ¿A dónde irás a albergarte, lanzado del Edén tu patria, y de cuya tierra fuiste formado? ¿Será tu suerte el ir errante toda tu vida, sin encontrar abrigo ni refugio do puedas guarecerte en tus días aciagos y momentos azarosos? Ello fuese así, o alma mía, menos que no hubiese muerto para matar la misma muerte el hombre Hijo de Dios, menos que una alevosa lanza hubiese abierto el costado de Jesús. Esa llaga sacratísima es el refugio de todos los pecadores, y la Sangre que se derrama de ella, es a un tiempo alimento, vestido y lavatorio del malogrado género humano. Por descreído y desleal que haya sido el hijo de Eva, lanzado para siempre del paraíso, será admitido dentro la llaga del costado de Jesús, purificado con aquella Sangre, que tiene la propiedad de dar candor y calor de vida, cubierto con el manto nupcial, y refocilado de sus flaquezas y desmayos.

ORACION
Amorosísimo Jesús, rey de la eterna gloria y señor de todas las cosas, que como si algo faltase a la grandeza de vuestro reino porque yo me hubiese apartado de los buenos senderos, y me hubiese pronunciado enemigo vuestro por seguir el pecado, aun de vuestra Sangre, y de la Sangre de vuestro costado, la más avecinada al divino corazón os habéis servido para volverme a vos: yo adoro, dulcísimo Jesús mío esta Sangre, y me complazco de poder entrar en la llaga sacratísima, en donde todo son bendiciones, misericordias y amor. Haced, Señor, que no, puedan los afectos terrenos volverme a sacar del santuario de vuestro sacratísimo costado, y que jamás sea afeada con el pecado mi alma, de cuya fealdad me lavó la Sangre de vuestra llaga. Amen.



DIA DECIMO QUINTO Y ULTIMO
CONSIDERACION
Abrirse con una desapiadada lanza el sagrado corazón de Jesús, es sin duda, o alma mía, una voz imperiosa, que anuncia a todos los hijos, de Adán, no solo lo que nos ama el Señor, sino que con unos muy subidos colores tirados con buen pincel ostenta lo que sea el amor infinito que abriga. Sin amainar ni en un punto en el amor, que le es esencial para con Dios, formóse este corazón divino para arder en amor perpetuo hacia nosotros; y con el más ardiente, el más puro, el más perfecto amor ama a la divinidad a la vez y a la humanidad. Como el amor o incendio que arde siempre en el corazón de Jesús, es superior infinitamente a lo que se pueda pensar, aunque sea los actos más perfectos de los serafines, abrirse esa llaga es por cierto encontrarse la hoguera sagrada del más fino y puro, amor. No hubiese el hombre todavía podido reconciliarse con Dios, ni santos hubiese en el seno de la majestad divina, ni la plenitud de los santos hubiera tenido lugar, a no ser por el fuego sagrado que en pira tan hermosa arde y por la eternidad toda arderá. En el corazón de Jesús, sí, en esa fragua sacratísima es en donde el hombre empieza a aclimatarse con el buen olor do la divinidad, empieza a no extrañar los dulces incendios del amor divino, empieza a disfrutar de lo que disfruta el bienaventurado en el seno de Dios. ¡Oh fuego sagrado y hoguera del más intenso y puro amor! Mi alma desfallece para entrar en la llaga de tu corazón. Mil años antes y aún más que sobre el monte de la redención se abriese la Haga del deífico corazón de Jesús, había sido revelado, o alma mía, ese místico tabernáculo de Dios con los hombres, cuando escribía una mano dirigida por el Espíritu santo: «Mis delicias son estar con los hijos de los hombres.» No pudo amainarse el amor del Hijo de Dios, que lo desposaba con el hombre, con haberse cubierto con su carne, tomado su naturaleza, y padecido y muerto por el amor que le tenía. Menos que con labrar un tabernáculo hermoso, mina perenne de todas las riquezas y gracias, dentro su mismo corazón; menos que se franquease la puerta de tan rico santuario a todos los hijos del hombre, no pudo darse por satisfecho su infinito amor. Tabernáculo de Dios con los hombres debía ser el corazón de Jesús, para que se satisficiesen las ansias e incendios del hombre- Dios; y la sangre que de aquella llaga sacratísima salió, fué lo que hizo esta unión hermosa de lo hombre y lo Dios. En aquel tabernáculo santísimo encontrarás, o alma mía, lo que figuraba el sánela sanctorum, que con tanto respeto miraba la santa Sion; con la preciosidad de que en este corazón no es el sumo sacerdote el único á quien es permitido entrar, sino a la muchedumbre toda, formada de toda tribu, de toda lengua, de todo pueblo, de toda nación. ¡Oh tabernáculo divino! ¡Oh plenitud de los santos! ¡Oh corazón amable de mi Jesús! ¡Oh Sangre preciosísima, que de él vas manando! Yo te adoro, y por ti confío habitar eternamente en el seno de Dios.

ORACION
Jesús amorosísimo, sabiduría de Dios y centro de todo su amor, que viniendo a la vida por el grande amor que nos teníais, os hicisteis pasible y mortal, solo para darnos vuestro corazón, en donde mediante la puerta que abrió una lanza, pudiese entrar todo hijo de Adán; y mientras con vuestra Sangre santísima se lavasen todas las manchas, que el pecado le hubiese importado, inflamado con el mismo incendio de vuestro amor reposase con vos en tan delicioso tabernáculo: mi alma, rindiéndoos a millones de acciones de gracias, adora de una en una todas las gotas de Sangre, que destilaron de esta llaga santísima; y confundida entro como infinitos espíritus soberanos y la plenitud de les santos, se complace modular canciones de loor en esta vida, y la sonríe la dulce confianza de cantároslas eternamente en la gloria. Amen.






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