NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA PRESENTACIÓN Y PURIFICACIÓN
Que se venera en Copacabana, Bolivia
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Señor
mío Jesucristo, Verbo encarnado en las purísimas entrañas de María! Verdadero Dios
y hombre, reclinado en los brazos de vuestra dulcísima Madre; yo indigno
pecador me postro a vuestros pies y a los de ella, para pediros perdón,
misericordia y gracia. ¡Si, Dios mío! lleno de rubor y de confusión vengo a implorar
vuestra clemencia, por intercesión de vuestra Purísima Madre, que os concibió
en su seno virginal, que os llevó en sus castísimos brazos, y a la que Vos
mismo quisisteis obedecer sobre la tierra, exaltándola en gracia y gloria sobre
todas las criaturas. ¡Gloria á Vos, y gloria a María, templo y tabernáculo de
la augusta Trinidad! ante quien me humillo, pidiéndoos contrito el perdón de
todas mis culpas, que me pesa haber cometido, y de las que me arrepiento una y
mil veces con todo el dolor de mi corazón. Perdonadme, pues, ¡Señor! perdonadme, Madre mía! encended mi pecho en
vuestro divino amor purificad mi alma hacedla digna de conseguir la gracia que vengo
a pediros en esta novena, confiado que no atenderéis a mis grandes culpas, sino
a los méritos infinitos de vuestra sangre, cuyo precio inestimable espero,
Señor, que me servirá de rescate y será el sello de mi eterna predestinación.
¡Amen!
ORACION PARA TODOS LOS DIAS
¡Virgen
Purísima, inmaculada María, Reina milagrosa de Copacabana! mi alma recurre a
Vos, como a su consuelo, como al seguro remedio de sus males, como a la divina
fuente de todas las gracias, con más fervor que el sediento ciervo corre a las
aguas. Si, ¡madre mía! vengo
confiadamente ante vuestra santa imagen por tener el consuelo de veros y
saludaros; y para implorar de vuestra ternura maternal el alivio en mis penas,
la resignación en mis trabajos, el exterminio de mis pasiones, la muerte de los
vicios que me combaten, la vida de las virtudes que me faltan, una muerte
dichosa y la salvación eterna. ¡Si, Madre amada! a Vos os pido todo lo necesario para la salud
de mi alma. ¿Y a quien pediré esa gracia sino a Vos? ¿á quien ocurrirá un hijo
tierno sino a su Madre amante? ¿á quien clamará una oveja débil sino a su
Pastora divina? ¿á quién buscará un enfermo sino a su Médica celestial? ¿á
quien invocará un angustiado sino a la Consoladora de los afligidos? ¡Oídme
pues, Reina sagrada! no me desechéis de
vuestra presencia, ya que vengo con ánimo devoto y con corazón contrito a
meditar vuestras virtudes y vuestro grande amor hacia nosotros. Las acciones de
vuestra santísima vida y los prodigios de vuestra santa imagen, serán, ¡Virgen
querida! el objeto de mi devota meditación. Asistidme pues, en estos nueve
días; iluminad mi entendimiento y dirigid mi voluntad, para que todo sea a
mayor gloria de Dios y bien de mi alma. ¡Amen!
DIA PRIMERO
Considera
alma mía, y alégrate al considerar el gran privilegio de la Concepción
inmaculada de María. Todos somos concebidos en pecado, porque el veneno de la
culpa original se nos infunde en el primer instante de nuestra existencia: de
modo que aun antes de nacer somos hijos de ira y de maldición. Pero María, la
predestinada Madre del Verbo, la inmaculada Esposa del Espíritu Santo, la
escogida primogénita del Padre celestial, la Reparadora divina de la
desobediencia de Eva, la invicta quebrantadora de la cabeza de Lucifer, lejos de
ser ni por un momento esclava de la culpa, fué concebida en gracia y colmada de
dones divinos, preservada de la ley común, mejor que Ester ante el trono de
Asuero: porque María no sufrió los deliquios de esta ni la esclavitud de los
hijos de Adán, sino que prevenida por la gracia en su concepción, solo sintió
en aquel primer instante de animación feliz los deliquios del amor divino,
quedando arrobada en el acatamiento del Altísimo, para agradecerle este privilegio
singular, que debía ser el fundamento de todas sus excelsas prerrogativas. Así
es
como la Iglesia venera á María en este misterio: en postura humilde ante la
presencia de Dios, rodeada de resplandor, con la Luna a sus plantas, y los Ángeles
a su lado. Adora tú también a Dios y humíllate como tu Reina. Considera ahora, además, la hechura de esta Imagen
de María. Ella no pudo salir tan pulcra como el divino original que la eterna
Sabiduría creó en el Espíritu Santo. Esta fue obra de un tosco indígena, que la
labró en Potosí tau hermosa como pudo, a impulsos de su fervoroso empeño. Él
hubiese deseado tener el pincel de S. Lucas y el escalpelo de los primitivos
fieles, para hacerla tan agraciada como la de Santa María la Mayor, o como la
de Loreto; pero su habilidad no llegaba a sus deseos. ¡Cuál sería su
sentimiento al ver que los Prelados e inteligentes le reprobaba el bulto de su
Madre! Pero él no se desalentó hasta dejarla mejorada. ¡Cuán grande sería el
amor de este hijo a María, que los mismos desaires lo sacaron maestro, y Dios y
los Ángeles perfeccionaron su obra!
DEPRECACION
¡Virgen
inmaculada! perdonad mi tibieza. Yo no he puesto tanto esmero como aquel hijo vuestro
en formar vuestra Imagen. Y, lo que es más doloroso, yo no he copiado en mi
alma la gracia de la vuestra, y la pureza de vuestro corazón, ni la modestia de
vuestro rostro, ni la santidad de vuestras acciones. Al contrario, ¡Madre
mía! la gracia bautismal, que me hacía
semejante a Dios y a Vos, la perdí miserablemente cuando apenas llegué al uso
de la razón y con esa pérdida perdí también el derecho a la gloria. ¡Volvedme
pues, o María! volvedme a la gracia y amistad de Dios: compadeceos de mí, y no
me dejéis esclavo de la culpa. Concededme ese gran favor, y también el
particular que Vos sabéis vengo a pediros en esta novena.
Recemos nueve Ave Marías a los principales misterios y
gracias de María Santísima.
A
la inmaculada concepción de María, para que nos haga vivir y morir en la gracia
del Señor. Ave María.
Al
santísimo nacimiento de María, para que en la muerte nos haga nacer a la eterna
gloria. Ave María.
A
la presentación de María, para que ella nos presente y defienda en el tribunal
de Dios. Ave María.
A
los virginales desposorios de María, para que haga a nuestras almas dignas
esposas del Rey celestial. Ave María.
A
la anunciación del Ángel a María, para que ella nos anuncie la entrada en los
gozos eternos del Señor. Ave María.
Al
glorioso parto de María, para que nos adopte por hijos suyos y hermanos de
Jesús. Ave María.
A
la presentación de Jesús para que María nos haga aceptables a los purísimos
ojos de Dios. Ave María.
A
la gloriosa asunción de María, para que desde su celestial trono nos mire, nos
proteja
y nos salve de toda desgracia. Ave María.
ROGATIVAS A MARIA SANTISIMA
·
Milagrosa Virgen de Copacabana, que
favorecéis á cuantos invocan vuestro dulce nombre.
Rogad
por nosotros.
·
Purísima Portaestandarte de la virginidad,
que protegéis a las almas castas.
·
Hermosa Estrella del mar, que salváis a
los pobres naufragantes en la culpa.
·
Arca sagrada de salud, que salváis a los
infieles sumergidos en el diluvio del pecado.
·
Arca divina de la nueva alianza, con cuyo
maná celestial alimentáis a vuestros hijos.
·
Rocío celestial que fecundáis los campos
de los pueblos que os invocan en sus penurias.
·
Médica y salud de los enfermos, dulce
refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos.
·
Celadora divina que veláis por el honor y
la honra de vuestros devotos inocentes.
·
Madre dulcísima de los pobres, auxiliadora
divina de los agonizantes, que os amaron en su vida.
·
Sagrado asilo de los cristianos, que los
defendéis y amparáis en sus angustias y trabajos.
·
Madre de la divina gracia, que paristeis a
Jesús sin dolor, y que asistís a las parturientas Angustiadas
·
Divina Pastora del rebaño de Jesucristo,
que salváis a las almas de los asaltos del lobo infernal.
·
Virgen poderosa que bendecís los trabajos,
las cosechas, las marchas y las obras de vuestros siervos.
·
Poderosa extirpadora de la herejía y del
error, de la guerra y de la peste, del hambre y demás calamidades que asolan a
los pueblos.
·
Dulce Madre de los huérfanos, de las
doncellas desamparadas, de las viudas y familias afligidas.
·
Defensora de la Iglesia, del Sumo
Pontífice, de los Sacerdotes y de todos los fieles.
·
Protectora especial de los que gobiernan y
de los que obedecen en los estados católicos.
·
Reina soberana de cielos y tierra, que
dais la paz a los pueblos, y el reino celestial a vuestros amantes devotos.
·
Puerta feliz de la gloria, por donde
entrarán vuestros hijos queridos y predestinados.
·
Reina portentosa de Copacabana, que
consoláis á cuantos os visitan, u os invocan de corazón.
·
Hija predilecta del Padre, Madre amada del
Hijo, inmaculada Esposa del Espíritu Santo
ORACION
¡Dulcísima
María, amada Virgen de Copacabana, miradnos con ojos de Madre, ¡y de Madre de
misericordia! Nosotros, hijos vuestros, al postrarnos aquí ante vuestra Imagen milagrosa
sentimos aliviársenos nuestros males y consolar nuestro espíritu. Permitidnos
pues, que os digamos lo que decía S. German a otra imagen vuestra ¡O divina
María Madre mía soberana, y después de Dios mi único consuelo en este mundo!
Vos sois el roció celestial que solo puede endulzar mis penas: Vos sois la luz
que disipa las tinieblas de mi alma: Vos sois mi guía en mis viajes, mi fuerza
en mis debilidades, mi tesoro en mi pobreza, el
bálsamo
de mis heridas, el consuelo en mis lágrimas, el refugio de mis miserias y la esperanza
de mi salud. ¡O María! tened piedad de mí. Vos que como Madre de Dios amáis tanto
a sus criaturas, concededme lo que os pido. Vos que sois nuestra defensa y
nuestro amparo, hacedme digno de participar en compañía vuestra la eterna
felicidad que gozáis en el cielo. Amen.
DIA SEGUNDO
Considera
que habían transcurrido cuarenta siglos desde la caída de Adán, y las promesas celestiales,
la expectación de los Patriarcas, los anuncios de los Profetas, las figuras de
la antigua ley iban a cumplirse. Llega el tiempo prefijado por la divina
clemencia para preparar los caminos del Señor, nace María. Si: aquella Virgen
inmaculada, a quien S. Agustín llama la obra del eterno Consejo, y S. Bernardo
el negocio de todos los siglos, nace radiante y hermosa como la aurora de la
gracia, bella como la Luna y escogida como el Sol. Su nacimiento anunció el
gozo al mundo universo, como canta la santa Iglesia. Así es, que los Santos
Padres del limbo celebraron con júbilo ese día feliz, los Ángeles bajaron a la cuna
de su Reina, cantándole himnos de gloria, y la congratularon todos los hijos de
Dios. En los brazos de su santa Madre Ana está tan bella y tan agraciada, que
lejos de parecer hija de Adán, pudo decirse que salía cual escogida Primogénita
de la boca del Altísimo. El Espíritu divino la cubre con sus alas amorosas, el eterno
Verbo vela al lado de su futura Madre, á quien da para custodios millares de
Ángeles y Serafines. Agradece a la Trinidad augusta el haber prevenido con
tanto amor el nacimiento de María. Y agradece también, o alma fiel, a la
soberana Trinidad el buen éxito que el devoto Tito Yupangue tuvo en la
escultura de esta Imagen venerada. Dios le infundió la habilidad que su rudeza
le negaba, y al fin tuvo el placer de verla cual hoy la veneramos. Considera
pues, cuál sería su gozo al verla de un aspecto tan bello y majestuoso. Se
hinca, la besa, le dice mil ternuras: toma dos compañeros y cargando con la efigie
sale de Potosí, más contento que si llevase toda la plata de su cerro. Llega a la
Paz, y recelando criticas vulgares la deposita en el Convento de nuestro P. S.
Francisco, en la celda del siervo de Dios Fr. Francisco Navarrete, quien cada
vez que la miraba sentía inflamarse su corazón con los rayos que despedía su
rostro, como Moisés cuando se acercaba al tabernáculo. Tómala luego Yupangue, y
cargado de su tesoro se viene más gozoso que Caleb y Josué con el racimo de la
tierra prometida. La deja en S. Pedro de Tiquina, y corre a Copacabana a
prevenir el recibimiento de su amada Reina. Mira como le rezan y lloran los de
Tiquina: úntate tú a ellos, y dile con fervor a María.
DEPRECACION
¡Bien
venida seáis al mundo, Reina de los Patriarcas! vástago sagrado de la estirpe
de David, que como la flor de Jesse debía brotar al Salvador: bendito eslabón
de la cadena de oro que debía unir a Jesús con Adán y a la tierra con el cielo.
Los cielos se abren sobre vuestra cuna; y los Ángeles os adoran y custodian por
su Purísima Reina. Yo no soy digno de acompañarlos: pero venid, o María, venid
Vos a nacer en mi corazón; arrancad de él los vicios que me esclavizan y
plantad las virtudes que me faltan. De otro modo ¿de qué me serviría el visitar
vuestro Santuario, y el venerar vuestra imagen, si no purificara mi alma, si no
llorase mis culpas hasta hacerme hijo digno de vuestro amor, hasta haceros
nacer en mi pobre corazón? Dadme pues, Madre mía, una resolución eficaz para
lograrlo. Concededme esa gracia y la particular que os pido en este día.
DIA
TERCERO
CONSIDERACION
Considera,
alma amante de María, su gran santidad, mayor que la de todos los Santos, su
pureza superior a la de todos los Ángeles. En su niñez era un espejo sin
mancha, en su infancia el modelo de todas las virtudes, y el cielo se complacía
de verla crecer en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres. Sus santos Padres
Joaquín y Ana se quedaban asombrados de tanta perfección en una edad tan
infantil, que formaba sus complacencias y esperanzas. Pero Dios exigía de ellos
el sacrificio de presentársela, para que diese el mundo ese ejemplo de desprendimiento
paternal, o para tener a María más cerca de si en el retiro del Santuario. Mira
pues, con qué alegría ella y se encamina al Templo, con que modestia se postra,
con que humildad se ofrece al servicio del Santuario, y con que abnegación se
entrega al Señor en cuerpo y alma. Hasta entonces, jamás se le había hecho a
Dios una presentación más grata, ni más digna de su amor. ¡Cuánto se complacería
el Eterno al verla postrada ante el Arca del testamento, inflamando su corazón como
la zarza del Horeb; mientras que ella ignoraba que su virginal pureza era la
zarza incombustible, y su inmaculado corazón era el Arca viva de la celestial
alianza! Considera bien esto, alma fiel, y aprende de María a presentarte al
Señor y amarlo cual él merece. Y luego considera la presentación y llegada de
esta Santa imagen á su Santuario. Mira con que ternura se despiden de ella los
de Tiquina; y con qué devoto alborozo salen los de Copacabana, y la traen en
hombros llorando de alegría, pero sin descansar hasta el pie del cerro. Allí
esperan al Gobernador, que con el
Cura,
el Corregidor y todo el pueblo salen a recibir a su divina Madre, a su Reyna
gloriosa. Al verla tan bella se postran clamando. ¡Ven, María! ven a nuestras
chozas. Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, y serás la honorificencia
de nuestro pueblo¡ Quién explicará el gozo con que al llegar al pueblo, al
entrar en la Iglesia, la colocaron sobre el altar, para darle posesión de sus
corazones? Ellos entre suspiros y lágrimas la presentan a Dios, para que esa imagen
de su querida Madre sea en todos tiempos su amparo, su defensa y su consuelo. Híncate
pues, tú también y dile a María con todo tu corazón.
DEPRECACION
¡Virgen
celestial, cuan indigno soy de vuestro amor! Vos, desde vuestra infancia os ofrecéis
a Dios, y le cumplisteis vuestros votos. Pero yo, a pesar de haberme ofrecido a
Vos y a Jesús, en nada he cumplido mis promesas. Mi corazón rebelde ha violado
mis juramentos, porque ingrato he desconocido vuestros favores. ¡Ay Madre mía!
¿Que han sido para mí vuestra presentación y tantas imágenes Vuestras que por
todas partes me llaman a mi deber? Quizás han servido para encubrir mi hipocresía;
para engañar al prójimo y a mí mismo; para huir de Dios. Pero hasta ¡Madre
amorosa! tomadme ahora, y ofrecedme a Dios con la entrega absoluta, con que Vos
os le entregasteis; y dadme firmeza para que cumpla mis promesas, mis
obligaciones de cristiano y de digno hijo vuestro. Esta gracia espero conseguir
de vuestro amor, junto con el favor particular de esta novena.
DIA
CUARTO
CONSIDERACION
Considera
hoy, alma mía, la sumisión de María a las disposiciones de la Providencia. El
Señor la llamó al Templo, y ella se consagró al servicio interior del
Santuario; él le inspiró la consagración de su pureza virginal, y ella hace
voto inviolable de castidad, que guardó toda su vida con asombro de los Ángeles.
Y el mismo Dios, por la voz de sus Superiores, la saca ahora del Templo para
desposarla, estado que parece incompatible a sus mismos designios. Pero, María
obedece con sumisión, dejando a los inescrutables recursos de Dios el cuidado de
conservar su pureza. Y con esta confianza consiente en desposarse. Mira pues,
con que modestia tan angélica presenta María su casta mano al castísimo José, Dichoso
Patriarca, a quien la purísima nieta de David se entrega con tanta confianza!
El Espíritu Santo te colmó de sus dones divinos, te inspiró el deseo de la virtud
virginal entregándote a su inviolada Esposa, de cuya pureza tú debías ser el
testigo y el custodio inviolable. ¡Cuánto aprenderías en la santidad al lado de
una Esposa tan santa! Santo, virtuoso, justo te llama el sagrado Evangelio pero
¿cuánto más te santificarías al lado de María? Dios os unió en lazo puro y
divino, para ocultar al infierno sus designios y para dar al mundo un modelo de
santidad a los esposos. Ella fué cuando niña, un ejemplar edificante para las
niñas, cuando joven lo fué para las doncellas, y ahora en tu compañía lo fue para
todas las casadas; así como después en su soledad debía serlo para todas la viudas.
La vida de María es el modelo de todos los estados y, dice S. Ambrosio. ¿Y por
qué piensas que María se complace tanto en que la veneremos, sino porque la
imitemos ¿ Y porque creerás que nos mandó esta su santa imagen a este punto de breñas
y de ídolos, sino para arrancar de los corazones la maleza de los vicios y la abominación
de las pasiones ? ¿Por qué venciendo tantos desprecios y desaires , se dejó
conducir a ese espantoso tragadero de las almas , sino porque ella quería
librarlas del poder del infierno , y hacerlas hijas amadas suyas por la virtud y
la pureza , ya que eran hijas de Jesús por el bautismo Si, alma mía , este fué
el objeto de la venida y de la permanencia de María en Copacabana. ¿Y tú has
correspondido a este empeño amoroso de tu Madre ¡Ah , no! Reconoce pues, tu
deslealtad; y postrándote a sus plantas dile con toda tu alma.
DEPRECACION
¡Pastora
dulcísima, Madre del divino amor! reconozco humillado, que he guardado mui mal las
obligaciones de mi estado, que Vos me enseñasteis con tanta perfección.
Reconozco también que lejos de imitar vuestras virtudes y sacrificios,
representados en vuestras imágenes, y principalmente en esta que veneramos; eh
buscado en toda mi complacencia, no la gloria de Dios, ni la santificación de
mi alma. El culto que os de dado, ha estado en contradicción con mi conducta. Mis
labios pronunciaban vuestro dulce nombre; pero mi corazón non era vuestro. . .
. Mas ahora, posesionaos de él, Madre purísima! instalaos en él , como en un
templo de vuestra predilección. No os mováis jamás de mis potencias y sentidos:
fijad vuestro descanso en lo más íntimo de mis entrañas, para que siempre sea
digno de vuestro amor. Espero que me concederéis esta dicha, y la gracia particular
que os pido en esta novena.
DIA
QUINTO
CONSIDERACION
Hoy
debemos considerar la humildad de Dios, la de María y la de Isabel. Si,
soberbio mortal, ellos te enseñarán a ser humilde. Dios grande y feliz por
esencia, sin necesitar al hombre para nada, baja del cielo para revestirse de nuestra
carne y salvar al hombre. Cuatro mil años habían suspirado los justos este
momento feliz; y el amor de Dios, abreviando los siglos, manda un Arcángel a María
para anunciarle su elección. La humildísima Virgen meditaba sobre la altísima
dignidad de la futura Madre del Salvador, cuando oye una voz que le dice:
Salve, llena de gracia, el Señor es contigo, María se sobrecoge de temor al oír
una salutación tan divina. El Ángel la tranquiliza, revelándole el misterio de
la Encarnación del Verbo en sus entrañas. Pero ella se sorprende entonces más
por su voto virginal. El Espíritu Santo, le dice Gabriel, sobrevendrá en ti, la
virtud del Altísimo te rodeará misteriosamente, y así concebirás al Santo de
los Santos: así nacerá de ti el Hijo de Dios. Entonces hincándose María le dice:
Aquí está la sierva, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
¡Palabra feliz, consentimiento inefable que hizo bajar del cielo al Criador!
Descendit de coeli. Y en aquel mismo momento se encarnó y quedó hecho hombre en
el purísimo seno de la Virgen, por obra y gracia del Espíritu Santo: quedando
ella hecha Madre de Dios, y su vientre virginal hecho el cielo de Aquel a quien
no caben los cielos ni la tierra, como dice el Damasceno. A los pocos días fué María
a visitar a su prima Isabel, que al verla conoció luego el gran misterio que María
llevaba en sus entrañas, y el Precursor encerrado aun en su vientre dió saltos
de gozo, sintiendo la presencia de la Madre de la gracia. Considera pues, cuantas
gracias y beneficios llevó María a casa de Zacarías. Isabel fué llena del
Espíritu Santo y su hijo santificado aun antes de nacer. Por eso exclama asombrada:
Cuando merecí yo que me visitase la Madre de mi Dios? ¿Y no podría decir lo
mismo de la visita de su imagen el pueblo de Copacabana? ¿Acaso ha obrado aquí
menos portentos, que en casa de Santa Isabel? ¿Al verla no has sentido tú
movido tu corazón? ¿no has sentido los impulsos de la gracia? ¿Al pedirle algo
no te has sentido consolado? ¿No tienes que agradecerle algún prodigio recibido
de su amor? Considéralo bien, y verás que le debes muchos. Y si acaso no te ha
oído, será porque no te convendría, o no le habrás pedido con la humildad
debida. Humíllate pues, ahora y dile con rendimiento.
DEPRECACION
¡Oh
inmaculada Reina, llena de gracia, bendita entre todas las mujeres, tabernáculo
del Rey eterno, sagrario de la Santísima Trinidad! ¿Cuándo he merecido yo que
Vos seáis Madre mía? Sin embargo, por la divina misericordia, yo tengo la dicha
de ser hijo vuestro y hermano de Jesús. Mas ¡ay de mí! yo, lejos de recibiros y
amaros, como vuestra santa Prima, os he disgustado como un hijo rebelde he
huido de Vos, como un pródigo, o como la oveja perdida. Pero vuelvo a Vos, Madre
querida! aquí me tenéis: he venido a veros, os hago esta novena para que Vos me
visitéis, me corrijáis, y hagáis de mi corazón una morada digna de Vos. Este es,
o Madre de Copacabana! el milagro que os pido: vuestra visita a mi alma en
gracia y amor y también el favor particular de esta novena.
DIA
SEXTO
CONSIDERACION
Considera
como, después de haber llevado la Soberana Reyna al Verbo humano en sus
virginales entrañas por espacio de nueve meses, viene a Belén con su castísimo
José, sin hallar posada. Mira la congoja de los santos Esposos al ver que ni
entre sus deudos ni amigos hallan alojamiento, teniendo que recogerse en la gruta
del portal. Allí es donde al punto de media noche, en la soledad y pobreza más
extrema nace el divino Sol de Justicia, el deseado de las gentes, el Unigénito
del Padre, el Redentor de Israel, nace del purísimo seno de María, sin
detrimento de su integridad virginal. Ve como los Arcángeles reciben al niño Dios
y se lo presentan a su virgen Madre, que lo adora con más respeto y amor que
Betsabé á Salomón. Luego ella lo toma en sus brazos, y estrechándolo contra su
corazón se lo da a adorar a S. José, que se hinca y lo adora con más reverencia
que David el Arca del testamento. Los Ángeles bajan a adorarlo por jerarquías, cantando
alternativamente aquel himno celestial. ¡Gloria a Dios en las alturas , y en la
tierra paz a los hombres de buena voluntad, Esos ecos resuenan por las montañas
de Judea, anunciando a unos pastores el nacimiento del Salvador y vuelan al
punto a rendirle el homenaje de sus adoraciones y de sus pobres ofrendas.
Después vienen los Magos de Oriente, guiados por una estrella, a poner a los
pies de ese Niño sus ofrendas de oro, incienso y mirra, sus cetros y coronas.
¡Qué gozo sentiría María al ver a los humildes y a los grandes adorando a su
dulcísimo Hijo, sirviéndole sus brazos de trono y reclinatorio, más grato para
Jesús que el de oro, de plata y de marfil del rey pacifico! Esa era y es su
dicha más inefable, el estrecharlo contra su enamorado corazón. Por eso se
complace en que la veneremos con Jesús por eso con Jesús vino a Copacabana porque
quiere que Jesús nazca en nuestro corazón. Así es como con Jesús en los brazos,
ella recibe nuestras adoraciones así es como la han venerado los Virreyes que
le erigieron ese templo suntuoso; los Presidentes y Obispos que han rendido a
sus pies sus espadas y sus mitras; los fieles y personajes que levantaron el
devoto Camarín las Señoras que le obsequiaron sus preciosas alhajas, y hasta
los pobres que viniendo de lejas tierras, le traen para ella y para Jesús sinceros
regalos de su cariño. ¿Y tú qué les traes? Has venido siquiera a adorarlos con
un corazón puro?
DEPRECACION
¡Madre
de mi corazón! ¿Qué queréis de mí? Yo no tengo, ni os traigo el oro de los Reyes,
ni el incienso y mirra del oriente. Pe ro tampoco es eso lo que Vos exijas de mí.
El oro de la caridad, el incienso de la oración, la mirra de la mortificación,
eso es lo que debo traeros, eso es lo que Vos estimáis. Pero ¡infeliz de mí! Ni
eso os traigo: al contrario vengo con un corazón vengativo, disipado, in
mortificado, y quizás lleno de iniquidad y de abominación. Si, madre mía; tan
desgraciado soy. ¡Y cuán dichoso seria si al menos yo viniese a adorar a Jesús
con la inocencia y humildad de los pastores. Pero Vos ahora reno varéis mi corazón:
o bien cread en mi otro nuevo y puro, y dadme un espíritu humillado y contrito,
que con lágrimas de sincero dolor lave mis pasadas culpas con la penitencia,
cuyo holocausto resuelvo ofreceros, para obtener vuestra misericordia. Lágrimas
pues, lágrimas de dolor y mi enmienda os ofrezco, Madre mía. Aceptad Vos mi resolución,
y ayudadme a arrepentirme. Cumplidme esa gracia y la particular de esta novena.
DIA
SEPTIMO
CONSIDERACION
La
purificación de María y la presentación de Jesús son el título de advocación
con que veneramos a la Virgen de Copacabana: y por lo mismo debes hoy avivar tu
fé para meditar los actos heroicos de humildad, de resignación y de amor que
ella nos enseñó en aquel día. Mandaba la ley que a los cuarenta días del parto,
fuesen las mujeres a purificarse al templo, y que presentasen a Dios sus
primogénitos. Esa ley no obligaba a María, porque si bien era Madre, era Virgen
purísima e inmaculada: por lo que no necesitaba purificación. Sin embargo, ella
no quiso exceptuarse de la ley, y se presenta como una mujer manchada. Mira con
que mansedumbre toma a Jesús en el brazo, en la otra mano la vela y las
tortolillas para la ofrenda. Así camina a Jerusalén con su Esposo así llega al
templo, así se hinca en el atrio de los inmundos ante el Sacerdote que la purifica
y bendice. Luego se entra al Santuario con igual humildad, ofrece al Eterno a
su mismo Unigénito, rescatándolo con cinco ciclos de plata, como prescribía la
ley. ¿Y el Redentor necesita de rescate? De ningún modo. Pero quiso darnos este
ejemplo de sumisión a la ley, y prefigurar las cinco llagas de su cuerpo
sacrosanto, por donde salir debía con su sangre purísima el precio de nuestro
rescate. Esto presentía María, cuando el justo Simeón se lo declara de
improviso. Este lujo amado, le dice, será puesto en contradicción y entonces una cruel espada de dolor
traspasará tu alma. Considera cual quedaría el corazón de nuestra Madre al oír
tan funesta profecía. Si no hubiera sido
su incomparable resignación, y la especial asistencia del Señor, hubiérase caído
muerta de dolor. Pondera bien ese triste pasaje al venerar esa Imagen de María.
Ella te dice que al ofrecer a Jesús, fué víctima de la angustia por tu causa y
que ese dolor la traspasó todo el tiempo de su vida: y advierte que ya desde
entonces ella se ofreció al sacrificio por tu redención, y que aun volvería a
ofrecerse si fuese necesario. ¡Qué amor, qué generosidad! Agradécele pues su generoso
sacrificio, y dile postrado a sus plantas.
DEPRECACION
¡Inmaculada
María! ahora si conozco mi indomable soberbia. Vos concebida sin mancha, conservada
en gracia, Virgen antes del parto, en el parto, y después del parto, vais a purificaros
siendo la edificación de Israel, el asombro de los Serafines. Y yo, siendo una
alma pecadora y quizás el escándalo de la Iglesia, yo me tengo por justo: y tal
vez soy un obstinado, pues rehúso la purificación. No quiero humillarme a los pies
de un Sacerdote, representante de Dios, para que me absuelva de mis graves
delitos; cuando Vos os humillasteis siendo la misma pureza. ¡Ah, Madre mía! compungid
mi corazón; tomadlo y ofrecedlo á
Dios,
como ofrecisteis a Jesús: y haced que ese ofrecimiento sea perpetuo,
irrevocable y eterno. Concededme esta gracia por vuestra humilde purificación,
y también la particular de esta novena.
DIA
OCTAVO
CONSIDERACION
Ya
has visto, alma devota, el ofrecimiento de Jesús y el dolor de María por la
triste profecía de Simeón. Hoy debes considerar que esa profecía se cumplió con
una exactitud terrible. ¡Cual quedaría su corazón al ver a Jesús en la calle de
Amargura, tan desfigurado, cayéndose rendido bajo el peso de aquella Cruz, en que
la justicia divina puso todas las iniquidades de los hombres! Allí agonizó de
dolor. Pero ¡ay! al verlo desnudo, enclavado entre ladrones, ultrajado de los judíos,
espirando de sed, desamparado de su Padre celestial. . . . ¿Cuál sería entonces
el dolor de María? Los clavos atravesaban su corazón maternal, y sobre él caían
una a una las gotas de hiel con que abrazaban a su hijo moribundo. En esa desolante
angustia ella no desfallece: mírala parada al pie de la Cruz, para recoger esas
gotas preciosas de la sangre del Redentor y para cumplir su última voluntad. ¿Y
cuál es ésta? Óyelo atento, Cristiano! Mujer, le dice, Señora, aquí tenéis á
vuestro Hijo. ¡Mandato feliz, que si bien se dirigía a San Juan, en este
Apóstol estuvimos designados todos los fieles! Por consiguiente, entonces, allí
en el Calvario, Dios nos entregó a todos a su Madre por hijos suyos. Y para que
no trepidase nuestra miseria, nos alienta ese Dios moribundo añadiéndole al
Discípulo amado: Ecce Mater tua. Aquí tenéis, discípulos e hijos míos, aquí tenéis
a vuestra Madre. ¡Ah, Señor! María entre angustias, desolada, agonizante, hecha
un mar de aflicción, nos acepta, nos adopta por hijos de su adolorido corazón.
¡Ah, cuánto le costamos a María! Y S. Juan la recibe con todo el amor y respeto
de un hijo obediente. ¿Y tú la has recibido de igual modo? o has acabado de
traspasar su corazón? ¡Ah, no seas tan cruel! Mira esa Santa Imagen de María, y
figúrate que el divino Niño de sus brazos, es el mismo que clavado en los
brazos de la Cruz, te dice: Esa Virgen que me engendró, esa Madre que me crió,
esa Madre amorosa que me asistió en mis últimos momentos esa Madre divina, cuya
efigie te traje, esa es la que yo te doy por Madre tuya. ¿Quieres tú recibirla?
DEPRECACION
Si
Jesús mío! la recibo con todo mi corazón. Y Vos, corredentora de los hombres,
admitidme y acogedme bajo vuestro manto virginal. Jesús me presenta a Vos; y
Vos no podéis desecharme; ni vuestras entrañas lo consentirían. Y así, os
llamo, Madre mía, y como á Madre mía os invoco en alta voz. Conozco Señora, que
no soy digno de llamaros con tan dulce nombre. Pero, perdonadme, Madre querida y admitidme siquiera como el último de vuestros
siervos. La Magdalena os acompañó en el Calvario, y mereció vuestro amor. Dimas
fué condenado al suplicio, y fué el primer criminal al cual se abrió el Paraíso.
Yo confieso que he sido más pecador que ellos, y más que el soldado cruel que
abrió con la lanza el pecho de Jesús y vuestro corazón. Compadeceos pues, de mí,
y asistidme en mi muerte. Sed ahora mi Madre misericordiosa, y después mi Reyna
clemente. Concededme esta gracia singular y la particular de esta novena.
DIA
NOVENO
CONSIDERACION
Depuse
de una larga vida de virtudes y de sacrificios María debía recibir el premio
debido a su santidad acendrada. Pagó, como su divino Hijo, el tributo a la
naturaleza pero su muerte fue un sueño dulcísimo, un deliquio de amor, un
tránsito suavísimo a una vida gloriosa y celestial. Considera pues, como se
reanima aquel cuerpo virginal, a quien rodean los Ángeles; y reclinándose
dulcemente en los brazos de su Jesús amado, va remontándose al empíreo, mejor
que la columna de aromas y de incienso que salía del tabernáculo. Mira como los
Serafines y Querubines, los Tronos y Dominaciones, los Principados y
Potestades, las Virtudes y todos los coros angélicos, la elevan formando su
trono triunfante con sus cabezas, y su peaña con sus alas amorosas. Oye como,
asombrados los cortesanos celestiales al ver subir de la tierra una criatura
tan privilegiada, preguntan: ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando
delicias, reclinada en su amado? Es María, responden: es la Madre de Jesús, la
Reyna de todos los Santos. Abrid pues, vuestras puertas eternales, y entrará la
Reyna de la Gloria. Abren, y el Espíritu Santo forma con sus alas sagradas el dosel
de su inmaculada Esposa: el Padre celestial recibe a su Primogénita con
transportes de amor. Y la Trinidad augusta colocándola en el centro del
triángulo divino, la corona y la proclama Reyna gloriosa de ciclos y tierra,
Emperatriz suprema de los Ángeles, Madre y Protectora divina de los hombres. Y
todos los Bienaventurados se postran a sus pies, la adoran y claman: Viva María!
Y viva María¡ resuena por todo el universo, esperando que de su trono bajarán
las gracias para los infelices mortales. Así lo creen todos los fieles, y por
eso toda la tierra está llena de adoradores de María. Y tú, pueblo de Copacabana;
y tú, fiel que vienes a su Santuario ¿podrás dudar dela singular protección que
María te dispensa? ¿Desconfiarás nunca de su decidido patrocinio? ¡Ay no! No seas
desconocido a los innumerables favores recibidos de tu celestial Protectora.
Antes reconoce y publica agradecido, que sin su favor tú ya no existieras. ¡Ah
Copacabana! Míralo que fuiste y lo que serias si María no hubiese venido a
buscarte; tragadero de almas, asiento de ídolos impuros, residencia de
demonios, puerta del infierno. Y María compadecida de tu infelicidad. Te vino
buscando por esas pampas y serranías, como una Pastora solicita tras de su oveja
perdida. Al fin te encontró, te puso en sus brazos, fijó aquí su residencia, su
trono de amor y de misericordia. Ella te hizo su pueblo de adquisición, su
corte, su Santuario; dónde vienen todos los desgraciados a buscar el remedio de
sus males. Mira ese augusto Templo, los arcos de los altares y el friso del
presbiterio, donde están pintados sus milagros estupendos: mira las incesantes romerías
de devotos novenantes, que vienen de los más remotos países. Y di ¿cuál de
ellos se ha vuelto desconsolado de los pies de esta prodigiosa imagen?
¿Quién
la ha visitado sin remedio o sin consuelo? Ninguno. Si, Madre dulcísima! Copacabana,
Bolivia, el Perú, la América toda puede decir de vuestra santa Imagen lo que decía
S. Bernardo: No os llame Madre de misericordia el que, habiéndoos invocado, no
haya obtenido vuestro auxilio. Bendigamos pues a Dios por habernos dado tal
Madre; y postrándonos sus plantas digámosle á María con todo nuestro corazón.
DEPRECACION
¡Dulcísima
María, Reyna gloriosa de todo lo criado, yo me rindo ante vuestra imagen, y me
regocijo en aclamaros Reyna de mi corazón. Doy á Dios infinitas gracias por
haberos elevado sobre todos los cielos, para ser así la Defensora, la Protectora
y la Salvadora de los hombres, y principalmente de los pecadores como yo. Y a
Vos, o Madre de Copacabana, os agradezco el haberos venido a este pobre lugar,
para proteger a tantos pueblos, a tantos infelices que hallan en Vos su remedio
y su consuelo. Y yo, miserable pecador ¿no lo hallaré? ¿Concluiré vuestra
novena sin haber remediado mi alma? ¡Ah no, Virgen amada! no permitáis semejante
desgracia. Perdonadme Si hasta aquí no os he amado como Vos merecéis. Ahora os
protesto que quiero amaros y serviros como un hijo el más fiel; para que Vos me
améis como una Madre celestial, me libréis de toda desgracia, y al fin pueda ir
a gozaros y a cantar con los Ángeles vuestras divinas alabanzas en la eterna
gloria. Este es, o Madre mía, el último favor que os pido junto con el
particular de esta novena.
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