martes, 20 de marzo de 2018

NOVENA A LA SANTÍSIMA VIRGEN DE COPACABANA







NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA PRESENTACIÓN Y PURIFICACIÓN

Que se venera en Copacabana, Bolivia


ACTO DE CONTRICIÓN
¡Señor mío Jesucristo, Verbo encarnado en las purísimas entrañas de María! Verdadero Dios y hombre, reclinado en los brazos de vuestra dulcísima Madre; yo indigno pecador me postro a vuestros pies y a los de ella, para pediros perdón, misericordia y gracia. ¡Si, Dios mío!  lleno de rubor y de confusión vengo a implorar vuestra clemencia, por intercesión de vuestra Purísima Madre, que os concibió en su seno virginal, que os llevó en sus castísimos brazos, y a la que Vos mismo quisisteis obedecer sobre la tierra, exaltándola en gracia y gloria sobre todas las criaturas. ¡Gloria á Vos, y gloria a María, templo y tabernáculo de la augusta Trinidad! ante quien me humillo, pidiéndoos contrito el perdón de todas mis culpas, que me pesa haber cometido, y de las que me arrepiento una y mil veces con todo el dolor de mi corazón. Perdonadme, pues, ¡Señor!  perdonadme, Madre mía! encended mi pecho en vuestro divino amor purificad mi alma hacedla digna de conseguir la gracia que vengo a pediros en esta novena, confiado que no atenderéis a mis grandes culpas, sino a los méritos infinitos de vuestra sangre, cuyo precio inestimable espero, Señor, que me servirá de rescate y será el sello de mi eterna predestinación. ¡Amen!


ORACION PARA TODOS LOS DIAS

¡Virgen Purísima, inmaculada María, Reina milagrosa de Copacabana! mi alma recurre a Vos, como a su consuelo, como al seguro remedio de sus males, como a la divina fuente de todas las gracias, con más fervor que el sediento ciervo corre a las aguas. Si, ¡madre mía!  vengo confiadamente ante vuestra santa imagen por tener el consuelo de veros y saludaros; y para implorar de vuestra ternura maternal el alivio en mis penas, la resignación en mis trabajos, el exterminio de mis pasiones, la muerte de los vicios que me combaten, la vida de las virtudes que me faltan, una muerte dichosa y la salvación eterna. ¡Si, Madre amada!  a Vos os pido todo lo necesario para la salud de mi alma. ¿Y a quien pediré esa gracia sino a Vos? ¿á quien ocurrirá un hijo tierno sino a su Madre amante? ¿á quien clamará una oveja débil sino a su Pastora divina? ¿á quién buscará un enfermo sino a su Médica celestial? ¿á quien invocará un angustiado sino a la Consoladora de los afligidos? ¡Oídme pues, Reina sagrada!  no me desechéis de vuestra presencia, ya que vengo con ánimo devoto y con corazón contrito a meditar vuestras virtudes y vuestro grande amor hacia nosotros. Las acciones de vuestra santísima vida y los prodigios de vuestra santa imagen, serán, ¡Virgen querida! el objeto de mi devota meditación. Asistidme pues, en estos nueve días; iluminad mi entendimiento y dirigid mi voluntad, para que todo sea a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. ¡Amen!


DIA PRIMERO

Considera alma mía, y alégrate al considerar el gran privilegio de la Concepción inmaculada de María. Todos somos concebidos en pecado, porque el veneno de la culpa original se nos infunde en el primer instante de nuestra existencia: de modo que aun antes de nacer somos hijos de ira y de maldición. Pero María, la predestinada Madre del Verbo, la inmaculada Esposa del Espíritu Santo, la escogida primogénita del Padre celestial, la Reparadora divina de la desobediencia de Eva, la invicta quebrantadora de la cabeza de Lucifer, lejos de ser ni por un momento esclava de la culpa, fué concebida en gracia y colmada de dones divinos, preservada de la ley común, mejor que Ester ante el trono de Asuero: porque María no sufrió los deliquios de esta ni la esclavitud de los hijos de Adán, sino que prevenida por la gracia en su concepción, solo sintió en aquel primer instante de animación feliz los deliquios del amor divino, quedando arrobada en el acatamiento del Altísimo, para agradecerle este privilegio singular, que debía ser el fundamento de todas sus excelsas prerrogativas. Así
es como la Iglesia venera á María en este misterio: en postura humilde ante la presencia de Dios, rodeada de resplandor, con la Luna a sus plantas, y los Ángeles a su lado. Adora tú también a Dios y humíllate como tu Reina.  Considera ahora, además, la hechura de esta Imagen de María. Ella no pudo salir tan pulcra como el divino original que la eterna Sabiduría creó en el Espíritu Santo. Esta fue obra de un tosco indígena, que la labró en Potosí tau hermosa como pudo, a impulsos de su fervoroso empeño. Él hubiese deseado tener el pincel de S. Lucas y el escalpelo de los primitivos fieles, para hacerla tan agraciada como la de Santa María la Mayor, o como la de Loreto; pero su habilidad no llegaba a sus deseos. ¡Cuál sería su sentimiento al ver que los Prelados e inteligentes le reprobaba el bulto de su Madre! Pero él no se desalentó hasta dejarla mejorada. ¡Cuán grande sería el amor de este hijo a María, que los mismos desaires lo sacaron maestro, y Dios y los Ángeles perfeccionaron su obra!

DEPRECACION

¡Virgen inmaculada! perdonad mi tibieza. Yo no he puesto tanto esmero como aquel hijo vuestro en formar vuestra Imagen. Y, lo que es más doloroso, yo no he copiado en mi alma la gracia de la vuestra, y la pureza de vuestro corazón, ni la modestia de vuestro rostro, ni la santidad de vuestras acciones. Al contrario, ¡Madre mía!  la gracia bautismal, que me hacía semejante a Dios y a Vos, la perdí miserablemente cuando apenas llegué al uso de la razón y con esa pérdida perdí también el derecho a la gloria. ¡Volvedme pues, o María! volvedme a la gracia y amistad de Dios: compadeceos de mí, y no me dejéis esclavo de la culpa. Concededme ese gran favor, y también el particular que Vos sabéis vengo a pediros en esta novena.


Recemos nueve Ave Marías a los principales misterios y gracias de María Santísima.


A la inmaculada concepción de María, para que nos haga vivir y morir en la gracia del Señor. Ave María.

Al santísimo nacimiento de María, para que en la muerte nos haga nacer a la eterna gloria. Ave María.

A la presentación de María, para que ella nos presente y defienda en el tribunal de Dios. Ave María.

A los virginales desposorios de María, para que haga a nuestras almas dignas esposas del Rey celestial. Ave María.

A la anunciación del Ángel a María, para que ella nos anuncie la entrada en los gozos eternos del Señor. Ave María.

Al glorioso parto de María, para que nos adopte por hijos suyos y hermanos de Jesús. Ave María.

A la presentación de Jesús para que María nos haga aceptables a los purísimos ojos de Dios. Ave María.

A las angustias de María, para que nos haga hijos predestinados de sus dolores. Ave María.

A la gloriosa asunción de María, para que desde su celestial trono nos mire, nos
proteja y nos salve de toda desgracia. Ave María.


ROGATIVAS A MARIA SANTISIMA

·        Milagrosa Virgen de Copacabana, que favorecéis á cuantos invocan vuestro dulce nombre.
Rogad por nosotros.

·        Purísima Portaestandarte de la virginidad, que protegéis a las almas castas.

·        Hermosa Estrella del mar, que salváis a los pobres naufragantes en la culpa.

·        Arca sagrada de salud, que salváis a los infieles sumergidos en el diluvio del pecado.

·        Arca divina de la nueva alianza, con cuyo maná celestial alimentáis a vuestros hijos.

·        Rocío celestial que fecundáis los campos de los pueblos que os invocan en sus penurias.

·        Médica y salud de los enfermos, dulce refugio de los pecadores, consuelo de los afligidos.

·        Celadora divina que veláis por el honor y la honra de vuestros devotos inocentes.

·        Madre dulcísima de los pobres, auxiliadora divina de los agonizantes, que os amaron en su vida.

·        Sagrado asilo de los cristianos, que los defendéis y amparáis en sus angustias y trabajos.

·        Madre de la divina gracia, que paristeis a Jesús sin dolor, y que asistís a las parturientas Angustiadas

·        Divina Pastora del rebaño de Jesucristo, que salváis a las almas de los asaltos del lobo infernal.

·        Virgen poderosa que bendecís los trabajos, las cosechas, las marchas y las obras de vuestros siervos.  

·        Poderosa extirpadora de la herejía y del error, de la guerra y de la peste, del hambre y demás calamidades que asolan a los pueblos.

·        Dulce Madre de los huérfanos, de las doncellas desamparadas, de las viudas y familias afligidas.

·        Defensora de la Iglesia, del Sumo Pontífice, de los Sacerdotes y de todos los fieles.

·        Protectora especial de los que gobiernan y de los que obedecen en los estados católicos.

·        Reina soberana de cielos y tierra, que dais la paz a los pueblos, y el reino celestial a vuestros amantes devotos.

·        Puerta feliz de la gloria, por donde entrarán vuestros hijos queridos y predestinados.

·        Reina portentosa de Copacabana, que consoláis á cuantos os visitan, u os invocan de corazón.

·        Hija predilecta del Padre, Madre amada del Hijo, inmaculada Esposa del Espíritu Santo


ORACION

¡Dulcísima María, amada Virgen de Copacabana, miradnos con ojos de Madre, ¡y de Madre de misericordia! Nosotros, hijos vuestros, al postrarnos aquí ante vuestra Imagen milagrosa sentimos aliviársenos nuestros males y consolar nuestro espíritu. Permitidnos pues, que os digamos lo que decía S. German a otra imagen vuestra ¡O divina María Madre mía soberana, y después de Dios mi único consuelo en este mundo! Vos sois el roció celestial que solo puede endulzar mis penas: Vos sois la luz que disipa las tinieblas de mi alma: Vos sois mi guía en mis viajes, mi fuerza en mis debilidades, mi tesoro en mi pobreza, el
bálsamo de mis heridas, el consuelo en mis lágrimas, el refugio de mis miserias y la esperanza de mi salud. ¡O María! tened piedad de mí. Vos que como Madre de Dios amáis tanto a sus criaturas, concededme lo que os pido. Vos que sois nuestra defensa y nuestro amparo, hacedme digno de participar en compañía vuestra la eterna felicidad que gozáis en el cielo. Amen.



DIA SEGUNDO

Considera que habían transcurrido cuarenta siglos desde la caída de Adán, y las promesas celestiales, la expectación de los Patriarcas, los anuncios de los Profetas, las figuras de la antigua ley iban a cumplirse. Llega el tiempo prefijado por la divina clemencia para preparar los caminos del Señor, nace María. Si: aquella Virgen inmaculada, a quien S. Agustín llama la obra del eterno Consejo, y S. Bernardo el negocio de todos los siglos, nace radiante y hermosa como la aurora de la gracia, bella como la Luna y escogida como el Sol. Su nacimiento anunció el gozo al mundo universo, como canta la santa Iglesia. Así es, que los Santos Padres del limbo celebraron con júbilo ese día feliz, los Ángeles bajaron a la cuna de su Reina, cantándole himnos de gloria, y la congratularon todos los hijos de Dios. En los brazos de su santa Madre Ana está tan bella y tan agraciada, que lejos de parecer hija de Adán, pudo decirse que salía cual escogida Primogénita de la boca del Altísimo. El Espíritu divino la cubre con sus alas amorosas, el eterno Verbo vela al lado de su futura Madre, á quien da para custodios millares de Ángeles y Serafines. Agradece a la Trinidad augusta el haber prevenido con tanto amor el nacimiento de María. Y agradece también, o alma fiel, a la soberana Trinidad el buen éxito que el devoto Tito Yupangue tuvo en la escultura de esta Imagen venerada. Dios le infundió la habilidad que su rudeza le negaba, y al fin tuvo el placer de verla cual hoy la veneramos. Considera pues, cuál sería su gozo al verla de un aspecto tan bello y majestuoso. Se hinca, la besa, le dice mil ternuras: toma dos compañeros y cargando con la efigie sale de Potosí, más contento que si llevase toda la plata de su cerro. Llega a la Paz, y recelando criticas vulgares la deposita en el Convento de nuestro P. S. Francisco, en la celda del siervo de Dios Fr. Francisco Navarrete, quien cada vez que la miraba sentía inflamarse su corazón con los rayos que despedía su rostro, como Moisés cuando se acercaba al tabernáculo. Tómala luego Yupangue, y cargado de su tesoro se viene más gozoso que Caleb y Josué con el racimo de la tierra prometida. La deja en S. Pedro de Tiquina, y corre a Copacabana a prevenir el recibimiento de su amada Reina. Mira como le rezan y lloran los de Tiquina: úntate tú a ellos, y dile con fervor a María.


DEPRECACION

¡Bien venida seáis al mundo, Reina de los Patriarcas! vástago sagrado de la estirpe de David, que como la flor de Jesse debía brotar al Salvador: bendito eslabón de la cadena de oro que debía unir a Jesús con Adán y a la tierra con el cielo. Los cielos se abren sobre vuestra cuna; y los Ángeles os adoran y custodian por su Purísima Reina. Yo no soy digno de acompañarlos: pero venid, o María, venid Vos a nacer en mi corazón; arrancad de él los vicios que me esclavizan y plantad las virtudes que me faltan. De otro modo ¿de qué me serviría el visitar vuestro Santuario, y el venerar vuestra imagen, si no purificara mi alma, si no llorase mis culpas hasta hacerme hijo digno de vuestro amor, hasta haceros nacer en mi pobre corazón? Dadme pues, Madre mía, una resolución eficaz para lograrlo. Concededme esa gracia y la particular que os pido en este día.







DIA TERCERO
CONSIDERACION
Considera, alma amante de María, su gran santidad, mayor que la de todos los Santos, su pureza superior a la de todos los Ángeles. En su niñez era un espejo sin mancha, en su infancia el modelo de todas las virtudes, y el cielo se complacía de verla crecer en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres. Sus santos Padres Joaquín y Ana se quedaban asombrados de tanta perfección en una edad tan infantil, que formaba sus complacencias y esperanzas. Pero Dios exigía de ellos el sacrificio de presentársela, para que diese el mundo ese ejemplo de desprendimiento paternal, o para tener a María más cerca de si en el retiro del Santuario. Mira pues, con qué alegría ella y se encamina al Templo, con que modestia se postra, con que humildad se ofrece al servicio del Santuario, y con que abnegación se entrega al Señor en cuerpo y alma. Hasta entonces, jamás se le había hecho a Dios una presentación más grata, ni más digna de su amor. ¡Cuánto se complacería el Eterno al verla postrada ante el Arca del testamento, inflamando su corazón como la zarza del Horeb; mientras que ella ignoraba que su virginal pureza era la zarza incombustible, y su inmaculado corazón era el Arca viva de la celestial alianza! Considera bien esto, alma fiel, y aprende de María a presentarte al Señor y amarlo cual él merece. Y luego considera la presentación y llegada de esta Santa imagen á su Santuario. Mira con que ternura se despiden de ella los de Tiquina; y con qué devoto alborozo salen los de Copacabana, y la traen en hombros llorando de alegría, pero sin descansar hasta el pie del cerro. Allí esperan al Gobernador, que con el
Cura, el Corregidor y todo el pueblo salen a recibir a su divina Madre, a su Reyna gloriosa. Al verla tan bella se postran clamando. ¡Ven, María! ven a nuestras chozas. Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, y serás la honorificencia de nuestro pueblo¡ Quién explicará el gozo con que al llegar al pueblo, al entrar en la Iglesia, la colocaron sobre el altar, para darle posesión de sus corazones? Ellos entre suspiros y lágrimas la presentan a Dios, para que esa imagen de su querida Madre sea en todos tiempos su amparo, su defensa y su consuelo. Híncate pues, tú también y dile a María con todo tu corazón.

DEPRECACION
¡Virgen celestial, cuan indigno soy de vuestro amor! Vos, desde vuestra infancia os ofrecéis a Dios, y le cumplisteis vuestros votos. Pero yo, a pesar de haberme ofrecido a Vos y a Jesús, en nada he cumplido mis promesas. Mi corazón rebelde ha violado mis juramentos, porque ingrato he desconocido vuestros favores. ¡Ay Madre mía! ¿Que han sido para mí vuestra presentación y tantas imágenes Vuestras que por todas partes me llaman a mi deber? Quizás han servido para encubrir mi hipocresía; para engañar al prójimo y a mí mismo; para huir de Dios. Pero hasta ¡Madre amorosa! tomadme ahora, y ofrecedme a Dios con la entrega absoluta, con que Vos os le entregasteis; y dadme firmeza para que cumpla mis promesas, mis obligaciones de cristiano y de digno hijo vuestro. Esta gracia espero conseguir de vuestro amor, junto con el favor particular de esta novena.



DIA CUARTO
CONSIDERACION
Considera hoy, alma mía, la sumisión de María a las disposiciones de la Providencia. El Señor la llamó al Templo, y ella se consagró al servicio interior del Santuario; él le inspiró la consagración de su pureza virginal, y ella hace voto inviolable de castidad, que guardó toda su vida con asombro de los Ángeles. Y el mismo Dios, por la voz de sus Superiores, la saca ahora del Templo para desposarla, estado que parece incompatible a sus mismos designios. Pero, María obedece con sumisión, dejando a los inescrutables recursos de Dios el cuidado de conservar su pureza. Y con esta confianza consiente en desposarse. Mira pues, con que modestia tan angélica presenta María su casta mano al castísimo José, Dichoso Patriarca, a quien la purísima nieta de David se entrega con tanta confianza! El Espíritu Santo te colmó de sus dones divinos, te inspiró el deseo de la virtud virginal entregándote a su inviolada Esposa, de cuya pureza tú debías ser el testigo y el custodio inviolable. ¡Cuánto aprenderías en la santidad al lado de una Esposa tan santa! Santo, virtuoso, justo te llama el sagrado Evangelio pero ¿cuánto más te santificarías al lado de María? Dios os unió en lazo puro y divino, para ocultar al infierno sus designios y para dar al mundo un modelo de santidad a los esposos. Ella fué cuando niña, un ejemplar edificante para las niñas, cuando joven lo fué para las doncellas, y ahora en tu compañía lo fue para todas las casadas; así como después en su soledad debía serlo para todas la viudas. La vida de María es el modelo de todos los estados y, dice S. Ambrosio. ¿Y por qué piensas que María se complace tanto en que la veneremos, sino porque la imitemos ¿ Y porque creerás que nos mandó esta su santa imagen a este punto de breñas y de ídolos, sino para arrancar de los corazones la maleza de los vicios y la abominación de las pasiones ? ¿Por qué venciendo tantos desprecios y desaires , se dejó conducir a ese espantoso tragadero de las almas , sino porque ella quería librarlas del poder del infierno , y hacerlas hijas amadas suyas por la virtud y la pureza , ya que eran hijas de Jesús por el bautismo Si, alma mía , este fué el objeto de la venida y de la permanencia de María en Copacabana. ¿Y tú has correspondido a este empeño amoroso de tu Madre ¡Ah , no! Reconoce pues, tu deslealtad; y postrándote a sus plantas dile con toda tu alma.

DEPRECACION
¡Pastora dulcísima, Madre del divino amor! reconozco humillado, que he guardado mui mal las obligaciones de mi estado, que Vos me enseñasteis con tanta perfección. Reconozco también que lejos de imitar vuestras virtudes y sacrificios, representados en vuestras imágenes, y principalmente en esta que veneramos; eh buscado en toda mi complacencia, no la gloria de Dios, ni la santificación de mi alma. El culto que os de dado, ha estado en contradicción con mi conducta. Mis labios pronunciaban vuestro dulce nombre; pero mi corazón non era vuestro. . . . Mas ahora, posesionaos de él, Madre purísima! instalaos en él , como en un templo de vuestra predilección. No os mováis jamás de mis potencias y sentidos: fijad vuestro descanso en lo más íntimo de mis entrañas, para que siempre sea digno de vuestro amor. Espero que me concederéis esta dicha, y la gracia particular que os pido en esta novena.



DIA QUINTO
CONSIDERACION
Hoy debemos considerar la humildad de Dios, la de María y la de Isabel. Si, soberbio mortal, ellos te enseñarán a ser humilde. Dios grande y feliz por esencia, sin necesitar al hombre para nada, baja del cielo para revestirse de nuestra carne y salvar al hombre. Cuatro mil años habían suspirado los justos este momento feliz; y el amor de Dios, abreviando los siglos, manda un Arcángel a María para anunciarle su elección. La humildísima Virgen meditaba sobre la altísima dignidad de la futura Madre del Salvador, cuando oye una voz que le dice: Salve, llena de gracia, el Señor es contigo, María se sobrecoge de temor al oír una salutación tan divina. El Ángel la tranquiliza, revelándole el misterio de la Encarnación del Verbo en sus entrañas. Pero ella se sorprende entonces más por su voto virginal. El Espíritu Santo, le dice Gabriel, sobrevendrá en ti, la virtud del Altísimo te rodeará misteriosamente, y así concebirás al Santo de los Santos: así nacerá de ti el Hijo de Dios. Entonces hincándose María le dice: Aquí está la sierva, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. ¡Palabra feliz, consentimiento inefable que hizo bajar del cielo al Criador! Descendit de coeli. Y en aquel mismo momento se encarnó y quedó hecho hombre en el purísimo seno de la Virgen, por obra y gracia del Espíritu Santo: quedando ella hecha Madre de Dios, y su vientre virginal hecho el cielo de Aquel a quien no caben los cielos ni la tierra, como dice el Damasceno. A los pocos días fué María a visitar a su prima Isabel, que al verla conoció luego el gran misterio que María llevaba en sus entrañas, y el Precursor encerrado aun en su vientre dió saltos de gozo, sintiendo la presencia de la Madre de la gracia. Considera pues, cuantas gracias y beneficios llevó María a casa de Zacarías. Isabel fué llena del Espíritu Santo y su hijo santificado aun antes de nacer. Por eso exclama asombrada: Cuando merecí yo que me visitase la Madre de mi Dios? ¿Y no podría decir lo mismo de la visita de su imagen el pueblo de Copacabana? ¿Acaso ha obrado aquí menos portentos, que en casa de Santa Isabel? ¿Al verla no has sentido tú movido tu corazón? ¿no has sentido los impulsos de la gracia? ¿Al pedirle algo no te has sentido consolado? ¿No tienes que agradecerle algún prodigio recibido de su amor? Considéralo bien, y verás que le debes muchos. Y si acaso no te ha oído, será porque no te convendría, o no le habrás pedido con la humildad debida. Humíllate pues, ahora y dile con rendimiento.

DEPRECACION
¡Oh inmaculada Reina, llena de gracia, bendita entre todas las mujeres, tabernáculo del Rey eterno, sagrario de la Santísima Trinidad! ¿Cuándo he merecido yo que Vos seáis Madre mía? Sin embargo, por la divina misericordia, yo tengo la dicha de ser hijo vuestro y hermano de Jesús. Mas ¡ay de mí! yo, lejos de recibiros y amaros, como vuestra santa Prima, os he disgustado como un hijo rebelde he huido de Vos, como un pródigo, o como la oveja perdida. Pero vuelvo a Vos, Madre querida! aquí me tenéis: he venido a veros, os hago esta novena para que Vos me visitéis, me corrijáis, y hagáis de mi corazón una morada digna de Vos. Este es, o Madre de Copacabana! el milagro que os pido: vuestra visita a mi alma en gracia y amor y también el favor particular de esta novena.



DIA SEXTO
CONSIDERACION
Considera como, después de haber llevado la Soberana Reyna al Verbo humano en sus virginales entrañas por espacio de nueve meses, viene a Belén con su castísimo José, sin hallar posada. Mira la congoja de los santos Esposos al ver que ni entre sus deudos ni amigos hallan alojamiento, teniendo que recogerse en la gruta del portal. Allí es donde al punto de media noche, en la soledad y pobreza más extrema nace el divino Sol de Justicia, el deseado de las gentes, el Unigénito del Padre, el Redentor de Israel, nace del purísimo seno de María, sin detrimento de su integridad virginal. Ve como los Arcángeles reciben al niño Dios y se lo presentan a su virgen Madre, que lo adora con más respeto y amor que Betsabé á Salomón. Luego ella lo toma en sus brazos, y estrechándolo contra su corazón se lo da a adorar a S. José, que se hinca y lo adora con más reverencia que David el Arca del testamento. Los Ángeles bajan a adorarlo por jerarquías, cantando alternativamente aquel himno celestial. ¡Gloria a Dios en las alturas , y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad, Esos ecos resuenan por las montañas de Judea, anunciando a unos pastores el nacimiento del Salvador y vuelan al punto a rendirle el homenaje de sus adoraciones y de sus pobres ofrendas. Después vienen los Magos de Oriente, guiados por una estrella, a poner a los pies de ese Niño sus ofrendas de oro, incienso y mirra, sus cetros y coronas. ¡Qué gozo sentiría María al ver a los humildes y a los grandes adorando a su dulcísimo Hijo, sirviéndole sus brazos de trono y reclinatorio, más grato para Jesús que el de oro, de plata y de marfil del rey pacifico! Esa era y es su dicha más inefable, el estrecharlo contra su enamorado corazón. Por eso se complace en que la veneremos con Jesús por eso con Jesús vino a Copacabana porque quiere que Jesús nazca en nuestro corazón. Así es como con Jesús en los brazos, ella recibe nuestras adoraciones así es como la han venerado los Virreyes que le erigieron ese templo suntuoso; los Presidentes y Obispos que han rendido a sus pies sus espadas y sus mitras; los fieles y personajes que levantaron el devoto Camarín las Señoras que le obsequiaron sus preciosas alhajas, y hasta los pobres que viniendo de lejas tierras, le traen para ella y para Jesús sinceros regalos de su cariño. ¿Y tú qué les traes? Has venido siquiera a adorarlos con un corazón puro?

DEPRECACION
¡Madre de mi corazón! ¿Qué queréis de mí? Yo no tengo, ni os traigo el oro de los Reyes, ni el incienso y mirra del oriente. Pe ro tampoco es eso lo que Vos exijas de mí. El oro de la caridad, el incienso de la oración, la mirra de la mortificación, eso es lo que debo traeros, eso es lo que Vos estimáis. Pero ¡infeliz de mí! Ni eso os traigo: al contrario vengo con un corazón vengativo, disipado, in mortificado, y quizás lleno de iniquidad y de abominación. Si, madre mía; tan desgraciado soy. ¡Y cuán dichoso seria si al menos yo viniese a adorar a Jesús con la inocencia y humildad de los pastores. Pero Vos ahora reno varéis mi corazón: o bien cread en mi otro nuevo y puro, y dadme un espíritu humillado y contrito, que con lágrimas de sincero dolor lave mis pasadas culpas con la penitencia, cuyo holocausto resuelvo ofreceros, para obtener vuestra misericordia. Lágrimas pues, lágrimas de dolor y mi enmienda os ofrezco, Madre mía. Aceptad Vos mi resolución, y ayudadme a arrepentirme. Cumplidme esa gracia y la particular de esta novena.




DIA SEPTIMO
CONSIDERACION
La purificación de María y la presentación de Jesús son el título de advocación con que veneramos a la Virgen de Copacabana: y por lo mismo debes hoy avivar tu fé para meditar los actos heroicos de humildad, de resignación y de amor que ella nos enseñó en aquel día. Mandaba la ley que a los cuarenta días del parto, fuesen las mujeres a purificarse al templo, y que presentasen a Dios sus primogénitos. Esa ley no obligaba a María, porque si bien era Madre, era Virgen purísima e inmaculada: por lo que no necesitaba purificación. Sin embargo, ella no quiso exceptuarse de la ley, y se presenta como una mujer manchada. Mira con que mansedumbre toma a Jesús en el brazo, en la otra mano la vela y las tortolillas para la ofrenda. Así camina a Jerusalén con su Esposo así llega al templo, así se hinca en el atrio de los inmundos ante el Sacerdote que la purifica y bendice. Luego se entra al Santuario con igual humildad, ofrece al Eterno a su mismo Unigénito, rescatándolo con cinco ciclos de plata, como prescribía la ley. ¿Y el Redentor necesita de rescate? De ningún modo. Pero quiso darnos este ejemplo de sumisión a la ley, y prefigurar las cinco llagas de su cuerpo sacrosanto, por donde salir debía con su sangre purísima el precio de nuestro rescate. Esto presentía María, cuando el justo Simeón se lo declara de improviso. Este lujo amado, le dice, será puesto en contradicción  y entonces una cruel espada de dolor traspasará tu alma. Considera cual quedaría el corazón de nuestra Madre al oír tan funesta profecía.  Si no hubiera sido su incomparable resignación, y la especial asistencia del Señor, hubiérase caído muerta de dolor. Pondera bien ese triste pasaje al venerar esa Imagen de María. Ella te dice que al ofrecer a Jesús, fué víctima de la angustia por tu causa y que ese dolor la traspasó todo el tiempo de su vida: y advierte que ya desde entonces ella se ofreció al sacrificio por tu redención, y que aun volvería a ofrecerse si fuese necesario. ¡Qué amor, qué generosidad! Agradécele pues su generoso sacrificio, y dile postrado a sus plantas.

DEPRECACION
¡Inmaculada María! ahora si conozco mi indomable soberbia. Vos concebida sin mancha, conservada en gracia, Virgen antes del parto, en el parto, y después del parto, vais a purificaros siendo la edificación de Israel, el asombro de los Serafines. Y yo, siendo una alma pecadora y quizás el escándalo de la Iglesia, yo me tengo por justo: y tal vez soy un obstinado, pues rehúso la purificación. No quiero humillarme a los pies de un Sacerdote, representante de Dios, para que me absuelva de mis graves delitos; cuando Vos os humillasteis siendo la misma pureza. ¡Ah, Madre mía! compungid mi corazón; tomadlo y ofrecedlo á
Dios, como ofrecisteis a Jesús: y haced que ese ofrecimiento sea perpetuo, irrevocable y eterno. Concededme esta gracia por vuestra humilde purificación, y también la particular de esta novena.




DIA OCTAVO
CONSIDERACION
Ya has visto, alma devota, el ofrecimiento de Jesús y el dolor de María por la triste profecía de Simeón. Hoy debes considerar que esa profecía se cumplió con una exactitud terrible. ¡Cual quedaría su corazón al ver a Jesús en la calle de Amargura, tan desfigurado, cayéndose rendido bajo el peso de aquella Cruz, en que la justicia divina puso todas las iniquidades de los hombres! Allí agonizó de dolor. Pero ¡ay! al verlo desnudo, enclavado entre ladrones, ultrajado de los judíos, espirando de sed, desamparado de su Padre celestial. . . . ¿Cuál sería entonces el dolor de María? Los clavos atravesaban su corazón maternal, y sobre él caían una a una las gotas de hiel con que abrazaban a su hijo moribundo. En esa desolante angustia ella no desfallece: mírala parada al pie de la Cruz, para recoger esas gotas preciosas de la sangre del Redentor y para cumplir su última voluntad. ¿Y cuál es ésta? Óyelo atento, Cristiano! Mujer, le dice, Señora, aquí tenéis á vuestro Hijo. ¡Mandato feliz, que si bien se dirigía a San Juan, en este Apóstol estuvimos designados todos los fieles! Por consiguiente, entonces, allí en el Calvario, Dios nos entregó a todos a su Madre por hijos suyos. Y para que no trepidase nuestra miseria, nos alienta ese Dios moribundo añadiéndole al Discípulo amado: Ecce Mater tua. Aquí tenéis, discípulos e hijos míos, aquí tenéis a vuestra Madre. ¡Ah, Señor! María entre angustias, desolada, agonizante, hecha un mar de aflicción, nos acepta, nos adopta por hijos de su adolorido corazón. ¡Ah, cuánto le costamos a María! Y S. Juan la recibe con todo el amor y respeto de un hijo obediente. ¿Y tú la has recibido de igual modo? o has acabado de traspasar su corazón? ¡Ah, no seas tan cruel! Mira esa Santa Imagen de María, y figúrate que el divino Niño de sus brazos, es el mismo que clavado en los brazos de la Cruz, te dice: Esa Virgen que me engendró, esa Madre que me crió, esa Madre amorosa que me asistió en mis últimos momentos esa Madre divina, cuya efigie te traje, esa es la que yo te doy por Madre tuya. ¿Quieres tú recibirla?

DEPRECACION
Si Jesús mío! la recibo con todo mi corazón. Y Vos, corredentora de los hombres, admitidme y acogedme bajo vuestro manto virginal. Jesús me presenta a Vos; y Vos no podéis desecharme; ni vuestras entrañas lo consentirían. Y así, os llamo, Madre mía, y como á Madre mía os invoco en alta voz. Conozco Señora, que no soy digno de llamaros con tan dulce nombre. Pero, perdonadme, Madre querida  y admitidme siquiera como el último de vuestros siervos. La Magdalena os acompañó en el Calvario, y mereció vuestro amor. Dimas fué condenado al suplicio, y fué el primer criminal al cual se abrió el Paraíso. Yo confieso que he sido más pecador que ellos, y más que el soldado cruel que abrió con la lanza el pecho de Jesús y vuestro corazón. Compadeceos pues, de mí, y asistidme en mi muerte. Sed ahora mi Madre misericordiosa, y después mi Reyna clemente. Concededme esta gracia singular y la particular de esta novena.





DIA NOVENO
CONSIDERACION
Depuse de una larga vida de virtudes y de sacrificios María debía recibir el premio debido a su santidad acendrada. Pagó, como su divino Hijo, el tributo a la naturaleza pero su muerte fue un sueño dulcísimo, un deliquio de amor, un tránsito suavísimo a una vida gloriosa y celestial. Considera pues, como se reanima aquel cuerpo virginal, a quien rodean los Ángeles; y reclinándose dulcemente en los brazos de su Jesús amado, va remontándose al empíreo, mejor que la columna de aromas y de incienso que salía del tabernáculo. Mira como los Serafines y Querubines, los Tronos y Dominaciones, los Principados y Potestades, las Virtudes y todos los coros angélicos, la elevan formando su trono triunfante con sus cabezas, y su peaña con sus alas amorosas. Oye como, asombrados los cortesanos celestiales al ver subir de la tierra una criatura tan privilegiada, preguntan: ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando delicias, reclinada en su amado? Es María, responden: es la Madre de Jesús, la Reyna de todos los Santos. Abrid pues, vuestras puertas eternales, y entrará la Reyna de la Gloria. Abren, y el Espíritu Santo forma con sus alas sagradas el dosel de su inmaculada Esposa: el Padre celestial recibe a su Primogénita con transportes de amor. Y la Trinidad augusta colocándola en el centro del triángulo divino, la corona y la proclama Reyna gloriosa de ciclos y tierra, Emperatriz suprema de los Ángeles, Madre y Protectora divina de los hombres. Y todos los Bienaventurados se postran a sus pies, la adoran y claman: Viva María! Y viva María¡ resuena por todo el universo, esperando que de su trono bajarán las gracias para los infelices mortales. Así lo creen todos los fieles, y por eso toda la tierra está llena de adoradores de María. Y tú, pueblo de Copacabana; y tú, fiel que vienes a su Santuario ¿podrás dudar dela singular protección que María te dispensa? ¿Desconfiarás nunca de su decidido patrocinio? ¡Ay no! No seas desconocido a los innumerables favores recibidos de tu celestial Protectora. Antes reconoce y publica agradecido, que sin su favor tú ya no existieras. ¡Ah Copacabana! Míralo que fuiste y lo que serias si María no hubiese venido a buscarte; tragadero de almas, asiento de ídolos impuros, residencia de demonios, puerta del infierno. Y María compadecida de tu infelicidad. Te vino buscando por esas pampas y serranías, como una Pastora solicita tras de su oveja perdida. Al fin te encontró, te puso en sus brazos, fijó aquí su residencia, su trono de amor y de misericordia. Ella te hizo su pueblo de adquisición, su corte, su Santuario; dónde vienen todos los desgraciados a buscar el remedio de sus males. Mira ese augusto Templo, los arcos de los altares y el friso del presbiterio, donde están pintados sus milagros estupendos: mira las incesantes romerías de devotos novenantes, que vienen de los más remotos países. Y di ¿cuál de ellos se ha vuelto desconsolado de los pies de esta prodigiosa imagen?
¿Quién la ha visitado sin remedio o sin consuelo? Ninguno. Si, Madre dulcísima! Copacabana, Bolivia, el Perú, la América toda puede decir de vuestra santa Imagen lo que decía S. Bernardo: No os llame Madre de misericordia el que, habiéndoos invocado, no haya obtenido vuestro auxilio. Bendigamos pues a Dios por habernos dado tal Madre; y postrándonos sus plantas digámosle á María con todo nuestro corazón.

DEPRECACION
¡Dulcísima María, Reyna gloriosa de todo lo criado, yo me rindo ante vuestra imagen, y me regocijo en aclamaros Reyna de mi corazón. Doy á Dios infinitas gracias por haberos elevado sobre todos los cielos, para ser así la Defensora, la Protectora y la Salvadora de los hombres, y principalmente de los pecadores como yo. Y a Vos, o Madre de Copacabana, os agradezco el haberos venido a este pobre lugar, para proteger a tantos pueblos, a tantos infelices que hallan en Vos su remedio y su consuelo. Y yo, miserable pecador ¿no lo hallaré? ¿Concluiré vuestra novena sin haber remediado mi alma? ¡Ah no, Virgen amada! no permitáis semejante desgracia. Perdonadme Si hasta aquí no os he amado como Vos merecéis. Ahora os protesto que quiero amaros y serviros como un hijo el más fiel; para que Vos me améis como una Madre celestial, me libréis de toda desgracia, y al fin pueda ir a gozaros y a cantar con los Ángeles vuestras divinas alabanzas en la eterna gloria. Este es, o Madre mía, el último favor que os pido junto con el particular de esta novena.





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