DEVOTO
TRIDUO AL SEÑOR MILAGROSO DE MAGDALENA, JALISCO, MEXICO
PARA IMPLORAR SU PROTECCIÓN EN
TODAS LAS NECESIDADES, DISPUESTO POR EL SR. JESÚS GORDOA
1880
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Divino Redentor de las
almas, ¡Dulcísimo Jesús, crucificado por nuestro amor! aquí me tenéis postrado ante vuestra
milagrosa imagen, que representa los sangrientos vestigios de la cruelísima
pasión y muerte, que padecisteis por salvar al mundo. ¿Quién soy yo para que me
atreva, desde el inmundo fango de la culpa, a implorar, de vuestra munificencia
infinita, los poderosos auxilios que fortalecen el espíritu y nutren el
corazón? ¿Quién- soy yo, sino una miserable criatura, hundida en el abismo de
la nada, para que pretenda elevar mis pobres y tibias suplicas hasta la augusta
cátedra de la cruz, en la que sufristeis tormentos inauditos, á fin de
enseñarnos el camino del cielo? Bien sabéis, Dios y Señor mío, que en mí no hay
más que el pecado, y que de nada puedo hacer mérito en la triste y penosa vida,
que llevo sobre la tierra: pero confío en Vos, Padre amorosísimo, guiareis mis
pasos por el recto sendero, que conduce a la eterna bienaventuranza; porque
sois el verdadero camino para llegar á esa mansión celestial. Humildemente
recurro á Vos, á fin de que borréis las afrentosas llagas, que han hecho en mi
alma los errores y extravíos de un mundo corrompido. Vuestra clemencia imploro,
y con ansia deseo, en este instante, resucitar de la muerte del pecado á la
vida de la gracia, y este inestimable bien solo de Vos puedo alcanzarlo, porque
sois la Resurrección y la vida.
Me pesa en el alma ¡oh Mansísimo Cordero, me
pesa una y mil veces haberos ofendido! No tengo palabras bastantes para
expresar la intensidad de mi dolor, por haber despreciado tantas veces las insinuaciones
de vuestra gracia. He sido un ingrato y vil pecador, sinceramente lo confieso,
pues he visto con indiferencia criminal el tesoro de inmensa valía que contiene
vuestra preciosísima sangre, derramada por mí en el árbol de la cruz. Pequé, Señor,
pequé, tened, misericordia de mí, y hacedme digno de alcanzar las gracias y
beneficios que tanto necesito. Amen.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Abrid, Señor, los labios
de éste vuestro humilde siervo, pues dispuesto estoy á publicar constantemente
vuestros gloriosos triunfos en todos los pasos de vuestra acerba pasión y
muerte Todo mi ser lo consagro á Vos. Mi alma, que creasteis á vuestra imagen y
semejanza, rompe desde ahora las cadenas con que la tienen aprisionada el mundo,
el demonio y la carne; para que hallándose libre de sus enemigos, pueda con
entera confianza rendiros el más sincero Homenaje, debido á Vos que os habéis
constituido, por medio de sacrificios inaudito, el Redentor y Padre del linaje
humano todos sus sentidos se declara el instrumento de expiación, á fin de que
sea sacies toda clase de abstinencias; pues solo hacerse digno de tributaros, á
su vez, que le corresponde presentar á Vuestra Divina Majestad, como la ofrenda
más pura. Aceptad, os ruego, Milagroso Señor, mis pobres oraciones y súplicas,
que, aunque débiles y marchitas flores, han sido cultivadas por vuestra divina
gracia, y tienen su germen en mi corazón.
L/: Dirigid, Dios mío,
mis oraciones.
R/:
Apresuraos, Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, al Hijo
y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amen.
DIA
PRIMERO
PEDID Y SE OS DARÁ
¡Gran Dios! ¿Qué mar inmenso es ese que estoy mirando con
los ojos de la fe? ¿qué piélago insondable de infinitas gracias y beneficios
celestiales admira, á la vez, mi mente ruda? Yo. no veo en mi propio ser y
en todo lo que me rodea sino solo miseria, iniquidad, aflicción de espíritu,
lamentos, lágrimas y llanto; y sin embargo, en medio de esa espantable
confusión que produce el mundo, y en la que me veo sumergido, á mi pesar, no
puedo menos que entrever una refulgente luz, que reanima mi espíritu abatido y
que me inunda de religioso entusiasmo el corazón. ¿Cuál deberá ser esa luz que
por todas partes brilla y vivifica! sin duda que Vos, ¡Omnipotente Señor, ¡Creador
del cielo y de la tierra, Divino Salvador del linaje humano, Vos sois esa luz
verdadera que alumbra á todo hombre, que viene á este mundo, como dice el santo
Evangelio! Y no obstante, que sois la
luz que refleja en todos los seres, os ha desconocido el impío, porque ante la
faz de las naciones aparecisteis, no con esa grandeza mundana de que, según los
judíos, debería está adornado el Mesías prometido; sino con la mansedumbre del
cordero, que es conducido al lugar del sacrificio. Vos sois la luz increada,
que guía los pasos del justo y lo hace caminar con rectitud hasta llegar á la
mansión de su eterna dicha; y sois, á la vez, el caminos o faro, que hace ver
con claridad al pecador, sus enormes faltas, por cuy a expiación fuisteis
clavado en la cruz. Lleno de fe, y a pesar de mi indignidad y miseria, os ruego
encarecidamente , Dios mío, nos iluminéis con la indeficiente luz de vuestra gracia, á fin de que nos separemos de las
tinieblas del pecado. Por los infinitos méritos de la preciosísima sangre que
habéis derramado en el Calvario, os pedimos el eficaz remedio en todas nuestras
necesidades espirituales y temporales, la tranquilidad del espíritu, la paz del
corazón y la oportuna lluvia que fertiliza la tierra. Estos beneficios
impetramos de Vos, Milagroso Señor, confiando siempre en aquella inmortal
promesa, en aquellas palabras de vida que salieron de vuestros divinos labios:
Pedid y se os dará. Así lo esperamos de vestir a suma bondad. Amen.
Tres credos con gloria
Patri, en desagravio de los tormentos que sufrió el Señor en el Pretorio.
ORACIÓN A NUESTRO SEÑOR PARA TODOS LOS DÍAS
¡Omnipotente Libertador del Linaje humano! ¡Divino Jesús!
Bien considero que allá en el encumbrado trono de vuestra gloria, aceptáis
benigno, tanto las preces y ruegos del potentado de la tierra, como las
humildes súplicas del infeliz mendigo. Pues aceptad, os ruego ¡oíd Dios
clementísimo! la pequeña ofrenda que os presenta ese mendigo infortunado, que
soy yo, pues la culpa me tiene en la mayor miseria. Encended mi tibieza con el
fuego de vuestro amor: iluminad mi ceguera con el esplendor de vuestra
presencia; y haced que todo lo terreno y deleitable se me convierta en
amargura, á fin de que, con las lágrimas del dolor y la penitencia, lave y
extinga las manchas de mi alma, que gime sin consuelo en el lóbrego laberinto
del mundo. Desde la nada de mi ser siento la necesidad de elevar mis ruegos
hasta el Solio de vuestra Grandeza; más desconfío de mi débil disposición para
cumplir con un deber tan sagrado, y solo pongo mi entera confianza en Vos, á
fin de que alentéis mi espíritu abatido, recibiendo mis humildes súplicas en el
seno de vuestra bondad sin límites. Mas, ¿quién soy yo, Benignísimo Señor?
¿quién soy yo para atreverme á pediros gracia tan especial? Vos sois el Ser por
esencia, el Supremo Ser, como lo habéis dicho á vuestro pueblo, por ministerio
de Moisés, y en ocasión solemne: Yo soy el que soy, es decir el Ser Supremo que
existe desde la eternidad y existirá por siempre. Y en presencia de vuestra
excelsa Majestad, ¿qué podre decir de mi, vil insecto de la tierra? diré lo que
es en realidad: que soy el que no soy, es decir la nada; pero con vuestra
gracia de Redención soy mucho porque me habéis libertado de la ignominia
esclavitud del común enemigo Por tan grano su beneficio, de singular poder, yo
os ofrezco, Dios mío, como víctima expiatoria de mis culpas, para que lo Reviséis
sanead o hasta la sempiterna mansión de la gloria Amen.
ORACION A MARIA SANTISIMA PARA TODOS LOS DÍAS
A Vos ¡Dulcísima María!
que hacéis parte tan considerable en la historia lastimosa de vuestro Hijo
Jesús, á vos, como á nuestra Corredentora, reverentes os ofrecemos éste piadoso
ejercicio, para que por vuestras manos purísimas sea presentado al trono de
Dios, y parezca agradable á sus divinos ojos. ¿Sois vos el canal de las
gracias? Pues ya debemos contar por recibidas cuantas en este devoto Triduo
pedimos. Nuestra confianza no puede ser más fundada, pues nos consta vuestro
poder, como Hija que sois del Padre; vuestra sabiduría, como Madre del Hijo: y
vuestra caridad y amor, como inmaculada Esposa del Espíritu Santo. Haced, ¡oh
Virgen Dolorosísima y Madre de misericordia! que todas las criaturas,
conociendo la cooperación de las tres Divinas Personas en esta grande obra de
nuestra salud, abramos nuestros labios, y que i incesantemente nos ocupemos en
alabar y bendecir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y a vos juntamente,
pues sois, ¡oh grande María! nuestra medianera y templo riquísimo de esta
Augusta, Incomprensible y Santísima Trinidad. Amen.
DIA
SEGUNDO
BUSCAD
Y HALLAREIS.
¡Divino
Legislador del mundo, Jesucristo, vida nuestra! Desde la augusta cátedra del
Calvario, desde el sacrosanto árbol de la cruz habéis dictado vuestra divina
ley en beneficio ce universo entero. Clavado de pies y manos en ese adorable signo
de nuestra redención, v estando va para exhalar el último suspiro, dijisteis á
vuestro Padre celestial, con referencia a vuestros verdugos y en ellos á todos
los pecadores: Señor, perdónales que no salen ¡o que hacen. í/ j •Oh alma
cristiana, que fuiste redimida con el infinito precio de la sangre del cordero
sin mancha' ¡Cómo no te conmueven esas palabras-sacrosantas, que hacen temblar
los cielos, la tierra y el mar? ¿Cómo no te excitas a un dolor profundo, en
fuerza de esas tiernas palabras de vida eterna que se elevan hasta el Empíreo,
demandando el perdón por tus criminales errores y vicios? Ea ¡alma cristiana!
entra en composición de lugar contigo misma; levántate de ese asqueroso
lodazal, en que te tiene sumergida la abominable lepra de la culpa: contempla y
adora á tu Divino Maestro, que tiene extendidos sus brazos en el madero de la
cruz para estrecharte más y más en ellos, infundiéndote su divino amor, y
perdonando tus innumerables faltas. ¿Qué otra cosa de más valía puede el hombre
pretender, Dios mío? Vos le habéis labrado su eterna dicha, por medio del
copiosísimo riego de toda vuestra sangre inmaculada. os sois la constante
víctima; y él vuestro más cruel verdugo. Vos le ofrecisteis el reino de los
cielos; y él se entrega, insano, á los deleites de la tierra. Vos le buscáis
con el más amoroso empeño para salvarle; y él se oculta indiferente y criminal
en los tenebrosos antros del vicio para perderse. ¡Oh Dios de bondad inmensa! haced
que siempre tengamos presentes, aquellas tiernas y consoladoras palabras de
vuestra inefable promesa: Buscad y hallareis. Buscad el reino de Dios
primeramente^ y todas las demás cosas se os darán de aumento. Pues cambiad, Señor, el endurecía corazón de
los que tantas vece; haced que reconozcamos lo g ande» y numerosos beneficios
que de concedéis, y os rogamos no desprecien, nuestras débiles súplicas; dadles
vigor y; fuer a fin de lograr, mediante vuestros infinitos méritos, las
bendiciones de vuestro Padre celestial, los auxilios temporales, la lluvia
necesaria, y todo que sea de vuestro divino agrado. Amen.
Los tres credos con gloria Patri, en memoria
de los tormentos que sufrió el Señor en el camino del Calvario.
DIA
TERCERO
LLAMAD
A LA PUERTA Y SE OS ABRIRA
¡Supremo
Hacehedor del Cielo y la Tierra! ¡Milagroso Señor, Crucificado por la salud de
las naciones! Abiertos están siempre los riquísimos tesoros de vuestra divina
misericordia, en espera del justo que sabe aprovecharlos, y del pecador que
sinceramente desea el perdón de sus culpas. ¿Qué más puede apetecer el hombre
de recto corazón, que tiene ansia por salvarse, lo mismo que el pecador
arrepentido, que no quiere condenarse? Y Vos, Dios mío, ¿qué exigís del justo,
a fin de que logre el premio inmortal de la gloria? solo una cosa de grandísima importancia: ¿cuál
podrá ser? el que persevere hasta el fin. Así lo habéis dicho en vuestras
divinas escrituras. Y del ingrato pecador ¿qué exigís, Misericordioso y
justísimo Señor? ya lo habéis igualmente manifestado: que de ninguna manera
queréis su muerte; sino que se convierta y viva. Que luche, habéis dicho, que
combata con todas sus fuerza s en el campo de la expiación y contra la
vehemencia de sus pasiones, porque no será coronado el luchador, sino después
de haber peleado conforme a la ley. Escucha, alma cristiana, esas palabras de
eterna justicia; grábalas en tu memoria para que constantemente las recuerdes y
hagas buen uso de ellas en las vicisitudes y conflictos de la vida. Si te
arredra, como e s natural, el temor del infierno, confía en nuestro Redentor Padre
pues si vences al común enemigo con la espada de la divina ley, serás premiada
eternamente en el cielo. Corresponde, alma fiel, al llamamiento de tu Dios;
abierto tiene el Empíreo par a recibirte; no ceses de llamar a sus puertas
eternales; pues su Divina Majestad nos h a dicho: Llamad a la puerta y se os
abrirá. Dignaos, Milagroso Señor, recibirnos en vuestro seno la inefable
misericordia. Concédenos s la abundancia de todos los bienes de naturaleza y gracia,
la necesaria resignación en las adversidades, el eficaz consuelo en las
aflicciones de espíritu, el oportuno temporal de la lluvia y el remedio en
todas las necesidades de la vida, Así humildemente os lo suplicamos por los,
méritos de vuestra vida, pasión y muerte. Amen.
Tres credos con gloria Patri, en desagravio
de los tormentos que sufrió el Señor al ser clavado en la cruz
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