NOVENA
A NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO, LECHE Y BUEN PARTO
Que se venera en la
Catedral Metropolitana de Guatemala
Dispuesta por el Pbro. Don Salvador
García Ortigosa del Oratorio de san Felipe Neri. 1753
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Gloriosísima María, Virgen inmaculada y
bendita Madre de Jesús, Reina de los Ángeles, poderoso socorro de los hombres,
delante de Vos está postrado el más culpable de los pecadores, que se atreve a
levantar los ojos para implorar vuestra clemencia. Vos sois la protectora de
las almas inocentes que no han perdido la gracia; pero también sois el refugio
de los miserables que han ofendido a Dios: no me desechéis pues, aunque tan
grande pecador; y permitidme que, bañado de lágrimas mi rostro, los suspiros en
mi corazón, y penetrado, del más vivo dolor, os exponga mis necesidades. Yo sé,
Virgen piadosísima, que soy indigno de todo favor, habiendo recaído tantas
veces en la culpa, y que solamente bajo vuestro patrocinio es que puedo esperar
el perdón. ¡Ahí ¡Qué triste y funesta es mi situación! Todo objeto halagüeño
lisonjea, encanta y seduce mi corazón: el amor de las criaturas se domina: las
vanidades del mundo me atraen y hechizan: cualquier peligro, u ocasión me hace
caer: mis inclinaciones son per versas: mis pasiones son como fiebres que me
inflaman a cada instante: la virtud es una cosa extraña para mí: soy para el
bien, como un muerto sin movimiento y sin acción, oprimido bajo el peso de mis
iniquidades. Sí, poderosa y tierna Madre, yo me precipitaré in faliblemente en
el fondo del abismo si Vos no me sostenéis con vuestra protección. No me la
reuséis, pues, en un estado tan deplorable. Compadeceos de mí: socorredme
prontamente: obtenedme de vuestro Hijo la gracia de no hacerme indigno, como
hasta aquí, del perdón de mis culpas, ni de sus continuas misericordias. Amen.
DIA
PRIMERO
CONSIDERACION
Para comprender cuanto ama Dios a María, basta considerar
las pruebas extraordinarias de predilección que le ha dado. Él la ha escogido
desde la eternidad para Madre suya: la ha hecho primogénita de todas las
criaturas en el orden de la naturaleza, y de la gracia: le ha dado después de
la divinidad el primer lugar en los cielos, y sobre la tierra: ha querido que
sea Madre de los hombres, Señora de los Ángeles, Sobe rana del empíreo, Reina
del universo. Dios la ha escogido por su Esposa privilegiada de la manera más
singular: mis esposas son innumerables, dice el Espíritu Santo; mas entre ellas
una hay que yo he enriquecido sobre las otras, y que he santificado con todas
las virtudes y todas las perfecciones. El amor de Dios a María le ha obligado a
distinguirla con particulares privilegios, y a concederle toda suerte de
gracias. Esta conducta de Dios con María debe ser nuestra regla; sus afecciones
han de ser el modelo de las nuestras. Por eso tan amo rosa Madre debe reinar
soberanamente sobre nosotros, y en nuestros corazones, y ha de poseer todos
nuestros afectos, después de Dios. Ella ha de ser, des pues de él, el objeto de
nuestros homenajes, de nuestros respetos, de nuestros cultos, de nuestro amor.
Nosotros debemos imitar a los santos, los cuales han dado siempre a María en su
corazón el primer logar después de Jesús. Los Padres de la Iglesia nos dicen,
que en vano nos lisonjeamos de amar al Hijo, si no amamos a la Madre, porque
estos dos amores no se separan jamás. Ellos nos hacen mirar el amor a María como
una de las marcas más seguras de predestinación, y uno de los más preciosos
dones de la gracia. También nos aseguran que María piensa sin cesar en nos
otros; que ella previene nuestras súplicas, disimula nuestros defectos, olvida
nuestras ingratitudes, socorre todas muestras necesidades. ¡Qué motivos tan
poderosos para amarla, y para ser solícitos en todo lo que puede contribuir a
su gloria! ¡Qué motivos para ser exactos en pagarle cada día el tributo de
nuestras alabanzas, para practicar la limosna, y demás obras de caridad, los
ayunos, y otros ejercicios de mortificación por honrarla, e imitar sus
virtudes! ¡Qué motivos para frecuentar los Sacramentos en los días de sus
fiestas, visitar los templos consagrados a su culto, respetar sus imágenes,
asistir a los ejercicios de piedad, en que se le dan alabanzas, y para
implorar, en fin, in cesantemente su protección! Sí, poderosa y dulce Madre de
los hombres, nosotros esperamos de vuestras manos el socorro de todas nuestras
necesidades, porque Vos os interesáis siempre en nuestro favor, y porque nada
se niega a vuestros ruegos: pedid, Madre (os dice vuestro Hijo, como Salomón á
Betsabé) pedid lo que quisiereis, porque no es posible que yo desatienda
vuestras súplicas.
Se
reza una Salve.
GOZOS
Madre
de Dios poderosa,
Os
imploramos rendidos:
Socorred,
Madre amorosa,
A
tus hijos afligidos.
Antes
que el mundo existiese,
Dios
había ya ordenado,
Que
una Virgen, Madre fuese
De
su Hijo, el Verbo humanado:
De
tal decreto advertidos,
En
Vos confiamos, dichosa.
Concibiéndole
María,
De
su seno un Dios nació,
Jesús,
el que nos libró
De
la infernal tiranía:
A
tal grandeza, acogidos,
Y
aclamándoos venturosa,
Sois
María, peregrina,
Reina
la más poderosa,
Siendo
Hija, Madre, y Esposa
De
la Trinidad divina;
Atended
nuestros gemidos,
Vos
en poder prodigiosa.
Abogada,
protectora,
Consuelo,
guía, esperanza,
Títulos
son de confianza,
Que
en Vos Vemos Señora:
Por
ellos, enternecidos,
É
invocándoos bondadosa,
Si
es origen Lamentable
La
culpa, de todo mal,
Vos,
refugio universal,
Sois
al hombre miserable:
Aun
a los más pervertidos,
Oís
misericordiosa.
Si
en gracia sois concebida,
Si
á Jesús tan semejante
Os
vemos en cada instante,
Y
siempre a él parecida,
También
á los convertidos
Vos
amparáis cuidadosa.
Sentada
en un trono excelso,
Emperatriz
sois del cielo,
Siendo
recurso, y consuelo
Para
todo el universo.
¡Cuánto,
pues, los desvalidos!
¡Os
imploramos gloriosa!
De
peligros mil rodeados,
Y
de adversarios temibles,
Nos
hacen siempre invencibles
Vuestro
amor, celo, y cuidados:
Triunfos
por Vos obtenidos,
Que
os proclaman victoriosa.
En
el decisivo trance
Formidable
de la muerte,
Su
eterna feliz suerte
No
hay pecador que no alcance,
Siempre
que á Vos, compungidos,
Se
acojan, Virgen piadosa.
ANTÍFONA
Gloriosísima María, Madre
de Dios, y abogada de los hombres, socorre a los miserables pecadores,
fortalece a las al más tímidas, consuela a las afligidas, ruega por el pueblo,
protege al clero, intercede por el devoto: sean amparados con tu patrocinio
todos los que celebran tu santo nombre, é imploran tu protección.
L/: Ruega por nosotros, santa Madre
de Dios.
R/: Para que
merezcamos gozar de las promesas de Jesucristo.
OREMOS: Concede
misericordiosísimo Señor, fortaleza,
y socorro a nuestra flaqueza, para
que todos los que celebramos la memoria
de la santa Madre de Dios, detestando nuestras culpas, por su poderosa
intercesión, nos convirtamos á Vos. Por
nuestro Señor Jesucristo. Amen.
ORACION FINAL
Virgen
purísima, Madre de Dios, Madre de misericordia, de salud y de vida, refugio y
amparo de los pecadores, yo Os elijo desde hoy para siempre por mi Madre, y
abogada. Jamás se ha oído de Vos que desechéis á los que en sus aflicciones se
acogen a vuestra protección, y os invocan con un corazón contrito y humillado.
Oíd, pues, Virgen santa mis ruegos, socorred mis necesidades, compadeceos de
mis miserias. Vos sois la dispensadora de todas las gracias: haced que mis
indignidades no alejen de mí las misericordias del Señor: haced me sentir los
efectos de vuestro natural amor: apiadaos de un pecador que Hora sus
iniquidades: alcanzadme los auxilios necesarios para dominar mis pasiones, y
triunfar de los vicios. Si Vos me socorréis, nada podrán sobre mí los enemigos
de mi salvación; yo los despreciaré, empleando los medios de vencerlos: esto
es, la fuga de las ocasiones, la oración, los Sacramentos y una tierna devoción
á Vos: entonces no me deslumbrará el mundo, ni la carne con sus halagos y
placeres, que tanto me atraen hoy: entonces no tendré otro amor, que el de la
penitencia, ni desearé sobre la tierra otra felicidad, que la de servir a Dios;
y vuestros beneficios, amorosísima Madre, ocuparán de tal manera mi corazón,
que todas mis palabras, obras, y pensamientos serán en adelante consagrados al
amor de Dios y al vuestro. Amen.
DIA
SEGUNDO
CONSIDERACION
DIA
TERCERO
CONSIDERACION
María
es la Hija más amada del Padre celestial; ella es también la Madre del Hijo, y
la Esposa del Espíritu Santo. Si nos penetramos de estas verdades, concebiremos
de su poder una idea, a la cual nada se puede añadir. Hija sin, mancha del Eterno
Padre, y más perfecta a sus ojos que todas las puras criaturas juntas, ¿qué no
podrá sobre su corazón? Así él le ha dado en los cielos un poder que iguala a
la plenitud de gracias con que la enriqueció sobre la tierra, Madre de
Jesucristo, es decir, de un Dios hecho hombre, esta puede por sus ruegos todo
lo que su Hijo puede por sí mismo. Tal es el lenguaje de los santos Padres
Dudar que María tenga bastante poder para obtenernos todas las gracias, y
socorremos
en
toda necesidad, es dudar que Jesucristo honre a su Madre. Cuando pedimos al Señor
algún favor por la intercesión de María, su dignidad de Madre de Dios
habla
por nosotros. Si el misino Dios ha querido estar sometido a María sobre la
tierra, ¿qué consideración no le tendrá ahora, que con él reina en los cielos?
Y si es propio de una Esposa, tiernamente amada gozar de todo poder con su
Esposo, ¿qué no podrá María en nuestro favor con su divino Esposo el Espíritu
Santo, y cómo no nos obtendrá de él las gracias más preciosas? Dios ha
establecido a su Madre, Reina de los cielos, y de la tierra, revistiéndola de una
autoridad soberana; ¿y esta Reina no gozará, sino de vanos títulos'? ¿No podrá
socorrer a los miserables, y hacerlos felices? El que obra frecuentemente los
más portentosos prodigios por los ruegos de los santos, que son sus siervos,
¿los reusará a las súplicas de la que es su Madre? Virgen bendita, yo estoy muy
convencido de vuestro poder ilimitado: yo me consagro enteramente a vuestra protección,
ella es segura, y jamás podrá faltarme; es poderosa y capaz de triunfar de
todos los obstáculos de mi salvación; es universal, y ningún pecador es
excluido de ella. Sí, Madre de mi Dios, velad siempre sobre mi conducta,
dirigid mis pasos, preservadme de los peligros, no me dejéis caer en la culpa;
pero sobre todo os pido vuestro socorro eficaz para el momento de mi muerte,
momento des pues del cual no hay más gracias que esperar, momento en que
terminará para mí el tiempo, y comenzará la eternidad.
DIA
CUARTO
CONSIDERACION
El corazón de María está tan lleno de bondad, y de ternura
hacia los hombres, que es bastante, que le expongamos nuestras miserias, para
que luego se interese en socorrerlas. Ella jamás olvida, que, por los
pecadores, es que el Hijo de Dios ha tomado carne en su seno, y que debe a los
hombres, y aun a nuestros pecados el ser Madre de Dios. María nos mira siempre
como á hijos suyos, como á hermanos y miembros de Jesucristo, y coherederos del
Redentor Jamás nos desampara; pero sobre todo en las tribulaciones, en los
peligros, y grandes necesidades, es para nosotros un recurso infalible. Los
anales de la Iglesia están llenos de pruebas de esta verdad. Y aunque en principio,
que sufrimos calamidades sin número, debemos reconocer, que las padeceríamos
mayores, y más frecuentes, si las súplicas de María no detuvieran a cada
instante los azotes de la divina Justicia La Iglesia nos enseña a llamarla, no
solamente Madre amable, y Virgen poderosa sino consoladora de los afligidos,
auxilio, y recurso de los cristianos. Si su mediación no nos obtiene siempre lo
que deseamos, es porque así conviene a los intereses, de nuestra, salvación,
alcanzándonos entonces una sumisión perfecta a la voluntad del Señor; virtud
sublime, cuyo: mérito iguala, o excede a las gracias que le pedimos. Sí, Virgen
santa, Dios os a destinado para ser nuestro refugio y todo nuestro consuelo Vos
sois la imagen más perfecta de Jesucristo, modelo divino de amor y caridad
hacia los hombres, el cual habitó nueve meses dentro de vuestro seno, a quien
tuvisteis treinta y tres años presente a vuestros ojos; y ahora, elevada sobre
el empíreo, le imitáis mas perfectamente haciendo descender a cada instante,
abundantes gracias para sobre los miserables pecadores.
DIA QUINTO
CONSIDERACION
Los pecadores, que lo han sido por largo tiempo, y que son
reos de gran des culpas, incurren frecuentemente en el error é impiedad de
olvidarse de María. Lejos de poner en ella tina humil de confianza, y de
invocarla en tan funesta situación, parece que desconfían de su poder, y de su
bondad; pero esta Señora, a quien la Iglesia llama refugio de los pecadores,
abogada de todos los hombres, Madre de misericordia, vida, y esperanza nuestra,
ama tierna mente, aun a los más abominables, que deseando convertirse a Dios,
ponen en ella la confianza, que tiene un hijo en su amorosa Madre. Ella quiere
que sin re celo ocurran a su protección en todo tiempo, en todo lugar, en todos
los peligros, y necesidades: quiere que imiten a la Iglesia, la cual en sus
oraciones nada casi pide a Dios, sino por María, sabiendo que es el canal de
todas las gracias: quiere que todos los peca dores pongan, una confianza
sólida, y tierna en su bondad, convencidos de que este es un medio seguro para
hallar a Dios: quiere que entiendan, aun los más grandes pecadores, que ella intercede
por todos, toma interés en la reconciliación de todos, y que su protección es
para muchos el único recurso, que les queda para su salvación: y quiere, en fin,
que se persuadan de lo que asegura un Padre de la Iglesia: que es imposible que
los pecadores, a quienes María mira con ojos de misericordia, no se conviertan,
ni alcancen la vida eterna.
DIA SEXTO
CONSIDERACION
Si consideramos los privilegios, y gracias de María, su
concepción, su nacimiento, su vida, sus virtudes, su poder, su bondad, su misericordia,
su muerte y asunción gloriosa, encontraremos que tiene con Jesús rasgos de
semejanza los más admirables. Ella ha estado unida con su Hijo en los decretos
eternos de la providencia: Dios me ha poseído desde el principio de mis caminos
dice de sí misma la eterna sabiduría: expresiones que, siendo propias del
Verbo, aplica la Iglesia a María. Todos los oráculos, las promesas, las figuras
y símbolos de la antigua ley, que anuncian á Jesús, la anuncian también a ella.
Jesucristo ha sido santo por naturaleza; María lo es desde su concepción por la
gracia Jesús no ha podido pecar, ni contraer la culpa original; María es
preservada de ella por privilegio: es exenta de todo pecado, y hasta del más
ligero defecto. Cuando el Verbo de Dios habitaba en sus castas entrañas, fué en
algún modo una misma cosa son ella. Durante la infancia de Jesús, María le
nutria con su propia sustancia, convirtiéndose esta en la carne del Salvador, Treinta
y tres años vivió Jesús con su Madre en una misma habitación, en igual pobreza,
en los mismos ejercicios, con los mismos sentimientos. En su vida evangélica
participó ella de sus trabajos, y sufrió los oprobios, ignominias de su pasión.
Si, Jesús ha sido el más humilde, el más paciente, el más caritativo, María ha
sido la más paciente, la más caritativa, y humilde de todas las criaturas. En
Jesús se encontraban todas las perfecciones increadas; en María todas las
virtudes, y perfecciones criadas. Semejante, a su Hijo, ella fué incorruptible
en el sepulcro. Jesús resucitó por su poder; Jesús ¿subió a los cielos por su
propia virtud, y María por privilegio: María es eleva da allí por los Ángeles
en cuerpo, y alma, donde se halla sentada a la diestra de su Hijo, estándolo
este a la del Eterno Padre. Jesús es Todopoderoso por sí mismo: y María lo es
por su Hipo; y si él es el Señor de los cielos, y de la tierra, María es la
Reina de los Ángeles y de los hombres. En todos los templos y por todas partes,
donde es conocido, y amado Jesús, lo es también María, y su dulce nombre es
inseparable del de su Hijo. En fin, si Jesús es el Rey de los siglos, el autor
de la gracia, nuestro medianero, y abogado con el Padre, el Dios de tos
misericordias, y de toda consolación; si es la luz del mundo; la Iglesia llama
a María, Señora del universo, Reina del cielo, abogada, y refugio de los
pecadores, que desean su salvación, Madre de gracia, y de misericordia, con
soladora de los afligidos, y estrella que Conduce al puerto de la salud.
DIA
SEPTIMO
CONSIDERACION
Es incomprensible la gloria de María en el cielo, ella,
sentada sobre un trono de majestad, reina allí al lado de su Hijo, y reina para
siempre sobre los Patriarcas, a quienes excedió en fidelidad; sobre los
Profetas, y Apóstoles, a quienes se adelantó en el celo; sobre los Mártires, a
quienes sobrepujó en constancia; sobre las Vírgenes, a quienes supero en
pureza; sobre todos los Justos, a quienes aventajó en humildad, y en todas las
virtudes; sobre los Serafines, a quienes excede en amor. María es reverenciada
de Ángeles, y hombres sobre un excelso trono de gloria, a que está elevada en
los cielos, donde su elección, sus gracias, sus virtudes, su santidad, sus
dones, sus privilegios, sus méritos, y sus recompensas son objeto de admiración
a toda aquella corte, arrebatándola en amor. Desde allí es por su poder, y
bondad el asilo de los pecadores, el sostén de los Justos, la alegría de la
Iglesia, el recurso del Universo; nuestra Reina, nuestra abogada, nuestra
corredentora, nuestra Madre, nuestra esperanza, como canta la Iglesia, nuestra
fiadora para con Dios, como dice san Agustín, nuestra medianera con el Mediador,
como la llama san Bernardo, el remedio de todos nuestros males, como lo asegura
san Buenaventura; nuestra paz, nuestro consuelo, como enseña san Efrén; nuestra
corona, nuestra gloria, y nuestra vida, como la misma Iglesia la llama. Si el
ojo no ha visto, dice el Apóstol, ni el oído ha entendido, ni el corazón del
hombre puede comprender los bienes que Dios reserva a los escogidos, ¿cómo
podremos concebir el peso de gloria, que ha preparado a María? Sus recompensas
son proporcionadas á su dignidad casi infinita de Madre de Dios, y a sus
incomparables merecimientos. ¡Reina de la celestial Sion! ¿Cuándo tendremos la
felicidad de veros en el excelso trono de gloria, en que estás sentada? ¿Cuándo
llegará el día deseado de nuestro corazón, de cantar en el cielo las alabanzas
de vuestro Hijo, y las vuestras'? ¿Cuándo participaremos de las delicias
inefables, que acompañan vuestra singular gloria, y eterna felicidad?
DIA
OCTAVO
CONSIDERACION
La divina Escritura nos advierte, que so mientras vivimos
sobre la tierra, estamos cercados de enemigos, y de espíritus infernales, los
cuales, corno leones rabiosos, pretenden devorarnos, privándonos de la gracia,
y amistad de Dios; pero al mismo tiempo es cierto, que María, nuestra abogada
poderosa, nos defiende en sus rudos ataques, y continua lucha, obteniéndonos
siempre la victoria, si cooperamos de nuestra parte. Hija del Dios de Jos
Ejércitos, su poder es suficiente para poner en fuga a todos nuestros
adversarios. Madre de aquel a quien obedecen los vientos, y tempestades, ella
habla, y la calma al instante se restablece. Esposa del Espíritu de luz, y
fortaleza, María nos ha ce conocer, y emplear los medios de vencer a nuestros
enemigos los más formidables. Tales son las ventajas, que nos granjea su
verdadera devoción. ¿Y a quiénes las concederá principalmente esta Madre de
misericordia, sino a sus queridos hijos, a sus fervorosos, y constantes
siervos? ¿Quiénes se podrán lisonjear más de tener parte en ellas, si no los
que la aman con ternura, la honran con celo, y se dedican a servirla con
fidelidad? No temen tanto los hombres, dice san Bernardo, un numeroso ejército
de enemigos, como las potestades del infierno a un fiel devoto de María,
asistido de su protección. Así es que, en las batallas, y peligros de que
vivimos rodeados, nuestra seguridad consiste en acogernos sin tardanza a los
brazos dé esta tierna Madre, así como Un infante corre a ampararse de la suya,
cuando le persigue algún enemigo. Y aunque seamos grandes pecadores, siempre
nos protege, oyendo nuestros ruegos, alcanzándonos amargas lágrimas,
obteniéndonos el perdón de nuestros pecados, con la resolución de no servir ya
a otro Señor, que á Jesús. ¡Cuántos pecadores, que hoy gozan de Dios en los
cielos, habrían sido para siempre presa de los infiernos, si Ma ría no les
hubiese alcanzado la conversión, y perseverancia! ¡Cuántos justos no lo
hubieran sido, si ella no les hubiese obtenido las gracias eficaces,
conservándolos en el amor y temor de Dios! Virgen bendita, yo os alabo, y alabo
vuestro dulce nombre; yo imploro vuestro patrocinio, y bajo de él, sin duda,
viviré, y moriré santamente.
DIA
NOVENO
CONSIDERACION
¡Ah! ¡Cuánto tenemos, que temer al acercarse las últimas
horas de nuestra vida! Una larga cadena de infidelidades, y de horrendos
crímenes cometidos por dilatado tiempo, las habitudes viciosas, que hemos contraído,
y están convertidas, como en otra naturaleza, pasiones vehementes, tentaciones
violen tas, los lazos, y esfuerzos de los enemigos de nuestra salvación, que
asaltan con más fuerza a los justos en aquellos decisivos momentos, y que
desean entonces asegurarse para siempre de los pecadores, que son su presa. Además,
colocados allí entre el paraíso y el infierno, ignoramos cuál de estos dos
lugares será nuestra suerte eterna. ¡Ah! ¡qué triste situación! ¡Y qué
necesidad tenernos entonces del socorro de María! Torque, ¡qué sería de
nosotros, si esta tierna Madre de los pecadores, que lo es al mismo tiempo del
Supremo Juez, no hablase en aquellas circunstancias en nuestro favor! ¡Si no
hiciese valer so, poder, si no usase de su bondad, si no nos obtuviese las
gracias más necesarias; es decir las de la conversión, perseverancia, y
salvación! Pero si bajo su protección detestamos entonces la culpa, María, sin
duda, nos alcanzará todos estos bienes, con una dichosa muerte, y un juicio
favorable; Gomo Estrella del mar, será allí nuestra guía, en medio de las
tinieblas, y tempestades; y será nuestra seguridad, entre los peligros, que
amenazan un naufragio. Como luz celestial, disipará los nublados de nuestro
espíritu, serenará nuestras turbaciones, y nos obtendrá el arrepentimiento más
sincero. Maestra, y modelo de toda virtud, pedirá allí, que la fé se conserve
en nosotros en todo su vigor; la esperanza en toda su fuerza; la caridad en
toda su perfección. ¡Ah! ¡Qué gracias! ¡Qué protección! ¡Qué favores no debe
esperar entonces de esta fuente de bondad, todo devoto de esta Señora! ¡Qué
asistencia, qué amparo en las cercanías, y momento de la muerte! La gracia
final, que nunca se puede merecer, y es el sello de nuestra predestinación,
este último auxilio, de que depende la eterna felicidad, es el más precio: so
don, que María alcanza de Jesucristo, en beneficio de sus fieles, y fervorosos
siervos. Sí, Madre amorosa, y la más tierna de todas las madres, Vos no os
separareis en aquellos instantes de nosotros: Vos consolareis a vuestros hijos,
y vuestro patrocinio nos acompañará hasta los últimos suspiros. Así, todo lo
esperamos, en tan decisiva hora, dé vuestro socorro poderoso; y de él esperamos
también contemplar en el cielo las grandezas de vuestro Hijo Jesús, y admiraros
á Vos en el excelso trono de gloria, donde reináis, por todos los siglos.
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