martes, 13 de marzo de 2018

NOVENA A LA VIRGEN DEL SOCORRO




NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO, LECHE Y BUEN PARTO

Que se venera en la Catedral Metropolitana de Guatemala

Dispuesta por el Pbro. Don Salvador García Ortigosa del Oratorio de san Felipe Neri. 1753

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

 Gloriosísima María, Virgen inmaculada y bendita Madre de Jesús, Reina de los Ángeles, poderoso socorro de los hombres, delante de Vos está postrado el más culpable de los pecadores, que se atreve a levantar los ojos para implorar vuestra clemencia. Vos sois la protectora de las almas inocentes que no han perdido la gracia; pero también sois el refugio de los miserables que han ofendido a Dios: no me desechéis pues, aunque tan grande pecador; y permitidme que, bañado de lágrimas mi rostro, los suspiros en mi corazón, y penetrado, del más vivo dolor, os exponga mis necesidades. Yo sé, Virgen piadosísima, que soy indigno de todo favor, habiendo recaído tantas veces en la culpa, y que solamente bajo vuestro patrocinio es que puedo esperar el perdón. ¡Ahí ¡Qué triste y funesta es mi situación! Todo objeto halagüeño lisonjea, encanta y seduce mi corazón: el amor de las criaturas se domina: las vanidades del mundo me atraen y hechizan: cualquier peligro, u ocasión me hace caer: mis inclinaciones son per versas: mis pasiones son como fiebres que me inflaman a cada instante: la virtud es una cosa extraña para mí: soy para el bien, como un muerto sin movimiento y sin acción, oprimido bajo el peso de mis iniquidades. Sí, poderosa y tierna Madre, yo me precipitaré in faliblemente en el fondo del abismo si Vos no me sostenéis con vuestra protección. No me la reuséis, pues, en un estado tan deplorable. Compadeceos de mí: socorredme prontamente: obtenedme de vuestro Hijo la gracia de no hacerme indigno, como hasta aquí, del perdón de mis culpas, ni de sus continuas misericordias. Amen.

DIA PRIMERO

CONSIDERACION
Para comprender cuanto ama Dios a María, basta considerar las pruebas extraordinarias de predilección que le ha dado. Él la ha escogido desde la eternidad para Madre suya: la ha hecho primogénita de todas las criaturas en el orden de la naturaleza, y de la gracia: le ha dado después de la divinidad el primer lugar en los cielos, y sobre la tierra: ha querido que sea Madre de los hombres, Señora de los Ángeles, Sobe rana del empíreo, Reina del universo. Dios la ha escogido por su Esposa privilegiada de la manera más singular: mis esposas son innumerables, dice el Espíritu Santo; mas entre ellas una hay que yo he enriquecido sobre las otras, y que he santificado con todas las virtudes y todas las perfecciones. El amor de Dios a María le ha obligado a distinguirla con particulares privilegios, y a concederle toda suerte de gracias. Esta conducta de Dios con María debe ser nuestra regla; sus afecciones han de ser el modelo de las nuestras. Por eso tan amo rosa Madre debe reinar soberanamente sobre nosotros, y en nuestros corazones, y ha de poseer todos nuestros afectos, después de Dios. Ella ha de ser, des pues de él, el objeto de nuestros homenajes, de nuestros respetos, de nuestros cultos, de nuestro amor. Nosotros debemos imitar a los santos, los cuales han dado siempre a María en su corazón el primer logar después de Jesús. Los Padres de la Iglesia nos dicen, que en vano nos lisonjeamos de amar al Hijo, si no amamos a la Madre, porque estos dos amores no se separan jamás. Ellos nos hacen mirar el amor a María como una de las marcas más seguras de predestinación, y uno de los más preciosos dones de la gracia. También nos aseguran que María piensa sin cesar en nos otros; que ella previene nuestras súplicas, disimula nuestros defectos, olvida nuestras ingratitudes, socorre todas muestras necesidades. ¡Qué motivos tan poderosos para amarla, y para ser solícitos en todo lo que puede contribuir a su gloria! ¡Qué motivos para ser exactos en pagarle cada día el tributo de nuestras alabanzas, para practicar la limosna, y demás obras de caridad, los ayunos, y otros ejercicios de mortificación por honrarla, e imitar sus virtudes! ¡Qué motivos para frecuentar los Sacramentos en los días de sus fiestas, visitar los templos consagrados a su culto, respetar sus imágenes, asistir a los ejercicios de piedad, en que se le dan alabanzas, y para implorar, en fin, in cesantemente su protección! Sí, poderosa y dulce Madre de los hombres, nosotros esperamos de vuestras manos el socorro de todas nuestras necesidades, porque Vos os interesáis siempre en nuestro favor, y porque nada se niega a vuestros ruegos: pedid, Madre (os dice vuestro Hijo, como Salomón á Betsabé) pedid lo que quisiereis, porque no es posible que yo desatienda vuestras súplicas.
Se reza una Salve.



GOZOS

Madre de Dios poderosa,
Os imploramos rendidos:
Socorred, Madre amorosa,
A tus hijos afligidos.

Antes que el mundo existiese,
Dios había ya ordenado,
Que una Virgen, Madre fuese
De su Hijo, el Verbo humanado:
De tal decreto advertidos,
En Vos confiamos, dichosa.

Concibiéndole María,
De su seno un Dios nació,
Jesús, el que nos libró
De la infernal tiranía:
A tal grandeza, acogidos,
Y aclamándoos venturosa,

Sois María, peregrina,
Reina la más poderosa,
Siendo Hija, Madre, y Esposa
De la Trinidad divina;
Atended nuestros gemidos,
Vos en poder prodigiosa.

Abogada, protectora,
Consuelo, guía, esperanza,
Títulos son de confianza,
Que en Vos Vemos Señora:
Por ellos, enternecidos,
É invocándoos bondadosa,

Si es origen Lamentable
La culpa, de todo mal,
Vos, refugio universal,
Sois al hombre miserable:
Aun a los más pervertidos,
Oís misericordiosa.

Si en gracia sois concebida,
Si á Jesús tan semejante
Os vemos en cada instante,
Y siempre a él parecida,
También á los convertidos
Vos amparáis cuidadosa.

Sentada en un trono excelso,
Emperatriz sois del cielo,
Siendo recurso, y consuelo
Para todo el universo.
¡Cuánto, pues, los desvalidos!
¡Os imploramos gloriosa!

De peligros mil rodeados,
Y de adversarios temibles,
Nos hacen siempre invencibles
Vuestro amor, celo, y cuidados:
Triunfos por Vos obtenidos,
Que os proclaman victoriosa.

En el decisivo trance
Formidable de la muerte,
Su eterna feliz suerte
No hay pecador que no alcance,
Siempre que á Vos, compungidos,
Se acojan, Virgen piadosa.

ANTÍFONA

Gloriosísima María, Madre de Dios, y abogada de los hombres, socorre a los miserables pecadores, fortalece a las al más tímidas, consuela a las afligidas, ruega por el pueblo, protege al clero, intercede por el devoto: sean amparados con tu patrocinio todos los que celebran tu santo nombre, é imploran tu protección.


L/: Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R/: Para que merezcamos gozar de las promesas de Jesucristo.

OREMOS: Concede misericordiosísimo Señor, fortaleza, y socorro a nuestra flaqueza, para que todos los que celebramos la memoria de la santa Madre de Dios, detestando nuestras culpas, por su poderosa intercesión, nos convirtamos á Vos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.


ORACION FINAL

Virgen purísima, Madre de Dios, Madre de misericordia, de salud y de vida, refugio y amparo de los pecadores, yo Os elijo desde hoy para siempre por mi Madre, y abogada. Jamás se ha oído de Vos que desechéis á los que en sus aflicciones se acogen a vuestra protección, y os invocan con un corazón contrito y humillado. Oíd, pues, Virgen santa mis ruegos, socorred mis necesidades, compadeceos de mis miserias. Vos sois la dispensadora de todas las gracias: haced que mis indignidades no alejen de mí las misericordias del Señor: haced me sentir los efectos de vuestro natural amor: apiadaos de un pecador que Hora sus iniquidades: alcanzadme los auxilios necesarios para dominar mis pasiones, y triunfar de los vicios. Si Vos me socorréis, nada podrán sobre mí los enemigos de mi salvación; yo los despreciaré, empleando los medios de vencerlos: esto es, la fuga de las ocasiones, la oración, los Sacramentos y una tierna devoción á Vos: entonces no me deslumbrará el mundo, ni la carne con sus halagos y placeres, que tanto me atraen hoy: entonces no tendré otro amor, que el de la penitencia, ni desearé sobre la tierra otra felicidad, que la de servir a Dios; y vuestros beneficios, amorosísima Madre, ocuparán de tal manera mi corazón, que todas mis palabras, obras, y pensamientos serán en adelante consagrados al amor de Dios y al vuestro. Amen.



DIA SEGUNDO
CONSIDERACION
 Cualesquiera que sean nuestros sentimientos acerca de la Madre de Dios, jamás igualarán a sus grandezas: estas son sobre todo lo que nosotros podemos concebir. Sería necesario para comprenderlas, conocer lo que hay de mas grande, después de Dios, y lo que hay de más admirable en el orden de la naturaleza, y de la gracia, así en virtudes y perfecciones, como en poder, y gloria. De María ha nacido Jesús. El Evangelio es el que nos enseña esta verdad, sin extenderse más sobre sus alaban zas, porque estas palabras bastan para fundar sólidamente todos los elogios que se le pueden tributar. Su dignidad de Madre de Dios es una especie de afinidad con el Ser Soberano, la cual la acerca cuanto es posible a la divinidad. Esta dignidad la ha hecho contraer con Dios una alianza la más singular; y por ella es María Hija del Padre, Madre del Hijo, y Esposa del Espíritu Santo de una manera admirable, y que no conviene a otra criatura. Por esta alianza es Reina del universo, Reina de los cielos, y nada le es superior, sino Dios solo, El primero de los Serafines que se eleva sobre todos los Espiritas bien aventurados en gracia y perfecciones, es uno de sus siervos. Estas grandezas son el origen de su Concepción inmaculada, de todas las gracias, con que ha querido Dios enriquecerla, y de los privilegios ó prerrogativas con que la ha distinguido. Por estas grandezas posee María una especie de dominio sobre todos los tesoros del cielo, y un poder como absoluto de intercesión con Jesucristo. Virgen santa, ¿quién podrá comprender toda vuestra elevación? Los Serafines se contentan con admirarla, y Vos misma no dijisteis de ella en la presencia de Isabel, sino estas palabras: obró en mi grandes cosas el Todopoderoso, y su nombre es santo. ¡Oh Madre de mi Dios! yo me siento penetrado del más profundo respeto hacia Vos; y aun que por mis pecados no merezco ni perdón, ni gracia, lo espero todo de vuestro poder, y de vuestra misericordia. Amen.



DIA TERCERO
CONSIDERACION

María es la Hija más amada del Padre celestial; ella es también la Madre del Hijo, y la Esposa del Espíritu Santo. Si nos penetramos de estas verdades, concebiremos de su poder una idea, a la cual nada se puede añadir. Hija sin, mancha del Eterno Padre, y más perfecta a sus ojos que todas las puras criaturas juntas, ¿qué no podrá sobre su corazón? Así él le ha dado en los cielos un poder que iguala a la plenitud de gracias con que la enriqueció sobre la tierra, Madre de Jesucristo, es decir, de un Dios hecho hombre, esta puede por sus ruegos todo lo que su Hijo puede por sí mismo. Tal es el lenguaje de los santos Padres Dudar que María tenga bastante poder para obtenernos todas las gracias, y socorremos
en toda necesidad, es dudar que Jesucristo honre a su Madre. Cuando pedimos al Señor algún favor por la intercesión de María, su dignidad de Madre de Dios
habla por nosotros. Si el misino Dios ha querido estar sometido a María sobre la tierra, ¿qué consideración no le tendrá ahora, que con él reina en los cielos? Y si es propio de una Esposa, tiernamente amada gozar de todo poder con su Esposo, ¿qué no podrá María en nuestro favor con su divino Esposo el Espíritu Santo, y cómo no nos obtendrá de él las gracias más preciosas? Dios ha establecido a su Madre, Reina de los cielos, y de la tierra, revistiéndola de una autoridad soberana; ¿y esta Reina no gozará, sino de vanos títulos'? ¿No podrá socorrer a los miserables, y hacerlos felices? El que obra frecuentemente los más portentosos prodigios por los ruegos de los santos, que son sus siervos, ¿los reusará a las súplicas de la que es su Madre? Virgen bendita, yo estoy muy convencido de vuestro poder ilimitado: yo me consagro enteramente a vuestra protección, ella es segura, y jamás podrá faltarme; es poderosa y capaz de triunfar de todos los obstáculos de mi salvación; es universal, y ningún pecador es excluido de ella. Sí, Madre de mi Dios, velad siempre sobre mi conducta, dirigid mis pasos, preservadme de los peligros, no me dejéis caer en la culpa; pero sobre todo os pido vuestro socorro eficaz para el momento de mi muerte, momento des pues del cual no hay más gracias que esperar, momento en que terminará para mí el tiempo, y comenzará la eternidad.



DIA CUARTO
CONSIDERACION

El corazón de María está tan lleno de bondad, y de ternura hacia los hombres, que es bastante, que le expongamos nuestras miserias, para que luego se interese en socorrerlas. Ella jamás olvida, que, por los pecadores, es que el Hijo de Dios ha tomado carne en su seno, y que debe a los hombres, y aun a nuestros pecados el ser Madre de Dios. María nos mira siempre como á hijos suyos, como á hermanos y miembros de Jesucristo, y coherederos del Redentor Jamás nos desampara; pero sobre todo en las tribulaciones, en los peligros, y grandes necesidades, es para nosotros un recurso infalible. Los anales de la Iglesia están llenos de pruebas de esta verdad. Y aunque en principio, que sufrimos calamidades sin número, debemos reconocer, que las padeceríamos mayores, y más frecuentes, si las súplicas de María no detuvieran a cada instante los azotes de la divina Justicia La Iglesia nos enseña a llamarla, no solamente Madre amable, y Virgen poderosa sino consoladora de los afligidos, auxilio, y recurso de los cristianos. Si su mediación no nos obtiene siempre lo que deseamos, es porque así conviene a los intereses, de nuestra, salvación, alcanzándonos entonces una sumisión perfecta a la voluntad del Señor; virtud sublime, cuyo: mérito iguala, o excede a las gracias que le pedimos. Sí, Virgen santa, Dios os a destinado para ser nuestro refugio y todo nuestro consuelo Vos sois la imagen más perfecta de Jesucristo, modelo divino de amor y caridad hacia los hombres, el cual habitó nueve meses dentro de vuestro seno, a quien tuvisteis treinta y tres años presente a vuestros ojos; y ahora, elevada sobre el empíreo, le imitáis mas perfectamente haciendo descender a cada instante, abundantes gracias para sobre los miserables pecadores.



DIA QUINTO
CONSIDERACION
Los pecadores, que lo han sido por largo tiempo, y que son reos de gran des culpas, incurren frecuentemente en el error é impiedad de olvidarse de María. Lejos de poner en ella tina humil de confianza, y de invocarla en tan funesta situación, parece que desconfían de su poder, y de su bondad; pero esta Señora, a quien la Iglesia llama refugio de los pecadores, abogada de todos los hombres, Madre de misericordia, vida, y esperanza nuestra, ama tierna mente, aun a los más abominables, que deseando convertirse a Dios, ponen en ella la confianza, que tiene un hijo en su amorosa Madre. Ella quiere que sin re celo ocurran a su protección en todo tiempo, en todo lugar, en todos los peligros, y necesidades: quiere que imiten a la Iglesia, la cual en sus oraciones nada casi pide a Dios, sino por María, sabiendo que es el canal de todas las gracias: quiere que todos los peca dores pongan, una confianza sólida, y tierna en su bondad, convencidos de que este es un medio seguro para hallar a Dios: quiere que entiendan, aun los más grandes pecadores, que ella intercede por todos, toma interés en la reconciliación de todos, y que su protección es para muchos el único recurso, que les queda para su salvación: y quiere, en fin, que se persuadan de lo que asegura un Padre de la Iglesia: que es imposible que los pecadores, a quienes María mira con ojos de misericordia, no se conviertan, ni alcancen la vida eterna.


DIA SEXTO
CONSIDERACION
Si consideramos los privilegios, y gracias de María, su concepción, su nacimiento, su vida, sus virtudes, su poder, su bondad, su misericordia, su muerte y asunción gloriosa, encontraremos que tiene con Jesús rasgos de semejanza los más admirables. Ella ha estado unida con su Hijo en los decretos eternos de la providencia: Dios me ha poseído desde el principio de mis caminos dice de sí misma la eterna sabiduría: expresiones que, siendo propias del Verbo, aplica la Iglesia a María. Todos los oráculos, las promesas, las figuras y símbolos de la antigua ley, que anuncian á Jesús, la anuncian también a ella. Jesucristo ha sido santo por naturaleza; María lo es desde su concepción por la gracia Jesús no ha podido pecar, ni contraer la culpa original; María es preservada de ella por privilegio: es exenta de todo pecado, y hasta del más ligero defecto. Cuando el Verbo de Dios habitaba en sus castas entrañas, fué en algún modo una misma cosa son ella. Durante la infancia de Jesús, María le nutria con su propia sustancia, convirtiéndose esta en la carne del Salvador, Treinta y tres años vivió Jesús con su Madre en una misma habitación, en igual pobreza, en los mismos ejercicios, con los mismos sentimientos. En su vida evangélica participó ella de sus trabajos, y sufrió los oprobios, ignominias de su pasión. Si, Jesús ha sido el más humilde, el más paciente, el más caritativo, María ha sido la más paciente, la más caritativa, y humilde de todas las criaturas. En Jesús se encontraban todas las perfecciones increadas; en María todas las virtudes, y perfecciones criadas. Semejante, a su Hijo, ella fué incorruptible en el sepulcro. Jesús resucitó por su poder; Jesús ¿subió a los cielos por su propia virtud, y María por privilegio: María es eleva da allí por los Ángeles en cuerpo, y alma, donde se halla sentada a la diestra de su Hijo, estándolo este a la del Eterno Padre. Jesús es Todopoderoso por sí mismo: y María lo es por su Hipo; y si él es el Señor de los cielos, y de la tierra, María es la Reina de los Ángeles y de los hombres. En todos los templos y por todas partes, donde es conocido, y amado Jesús, lo es también María, y su dulce nombre es inseparable del de su Hijo. En fin, si Jesús es el Rey de los siglos, el autor de la gracia, nuestro medianero, y abogado con el Padre, el Dios de tos misericordias, y de toda consolación; si es la luz del mundo; la Iglesia llama a María, Señora del universo, Reina del cielo, abogada, y refugio de los pecadores, que desean su salvación, Madre de gracia, y de misericordia, con soladora de los afligidos, y estrella que Conduce al puerto de la salud.


DIA SEPTIMO

CONSIDERACION
Es incomprensible la gloria de María en el cielo, ella, sentada sobre un trono de majestad, reina allí al lado de su Hijo, y reina para siempre sobre los Patriarcas, a quienes excedió en fidelidad; sobre los Profetas, y Apóstoles, a quienes se adelantó en el celo; sobre los Mártires, a quienes sobrepujó en constancia; sobre las Vírgenes, a quienes supero en pureza; sobre todos los Justos, a quienes aventajó en humildad, y en todas las virtudes; sobre los Serafines, a quienes excede en amor. María es reverenciada de Ángeles, y hombres sobre un excelso trono de gloria, a que está elevada en los cielos, donde su elección, sus gracias, sus virtudes, su santidad, sus dones, sus privilegios, sus méritos, y sus recompensas son objeto de admiración a toda aquella corte, arrebatándola en amor. Desde allí es por su poder, y bondad el asilo de los pecadores, el sostén de los Justos, la alegría de la Iglesia, el recurso del Universo; nuestra Reina, nuestra abogada, nuestra corredentora, nuestra Madre, nuestra esperanza, como canta la Iglesia, nuestra fiadora para con Dios, como dice san Agustín, nuestra medianera con el Mediador, como la llama san Bernardo, el remedio de todos nuestros males, como lo asegura san Buenaventura; nuestra paz, nuestro consuelo, como enseña san Efrén; nuestra corona, nuestra gloria, y nuestra vida, como la misma Iglesia la llama. Si el ojo no ha visto, dice el Apóstol, ni el oído ha entendido, ni el corazón del hombre puede comprender los bienes que Dios reserva a los escogidos, ¿cómo podremos concebir el peso de gloria, que ha preparado a María? Sus recompensas son proporcionadas á su dignidad casi infinita de Madre de Dios, y a sus incomparables merecimientos. ¡Reina de la celestial Sion! ¿Cuándo tendremos la felicidad de veros en el excelso trono de gloria, en que estás sentada? ¿Cuándo llegará el día deseado de nuestro corazón, de cantar en el cielo las alabanzas de vuestro Hijo, y las vuestras'? ¿Cuándo participaremos de las delicias inefables, que acompañan vuestra singular gloria, y eterna felicidad?


DIA OCTAVO

CONSIDERACION
La divina Escritura nos advierte, que so mientras vivimos sobre la tierra, estamos cercados de enemigos, y de espíritus infernales, los cuales, corno leones rabiosos, pretenden devorarnos, privándonos de la gracia, y amistad de Dios; pero al mismo tiempo es cierto, que María, nuestra abogada poderosa, nos defiende en sus rudos ataques, y continua lucha, obteniéndonos siempre la victoria, si cooperamos de nuestra parte. Hija del Dios de Jos Ejércitos, su poder es suficiente para poner en fuga a todos nuestros adversarios. Madre de aquel a quien obedecen los vientos, y tempestades, ella habla, y la calma al instante se restablece. Esposa del Espíritu de luz, y fortaleza, María nos ha ce conocer, y emplear los medios de vencer a nuestros enemigos los más formidables. Tales son las ventajas, que nos granjea su verdadera devoción. ¿Y a quiénes las concederá principalmente esta Madre de misericordia, sino a sus queridos hijos, a sus fervorosos, y constantes siervos? ¿Quiénes se podrán lisonjear más de tener parte en ellas, si no los que la aman con ternura, la honran con celo, y se dedican a servirla con fidelidad? No temen tanto los hombres, dice san Bernardo, un numeroso ejército de enemigos, como las potestades del infierno a un fiel devoto de María, asistido de su protección. Así es que, en las batallas, y peligros de que vivimos rodeados, nuestra seguridad consiste en acogernos sin tardanza a los brazos dé esta tierna Madre, así como Un infante corre a ampararse de la suya, cuando le persigue algún enemigo. Y aunque seamos grandes pecadores, siempre nos protege, oyendo nuestros ruegos, alcanzándonos amargas lágrimas, obteniéndonos el perdón de nuestros pecados, con la resolución de no servir ya a otro Señor, que á Jesús. ¡Cuántos pecadores, que hoy gozan de Dios en los cielos, habrían sido para siempre presa de los infiernos, si Ma ría no les hubiese alcanzado la conversión, y perseverancia! ¡Cuántos justos no lo hubieran sido, si ella no les hubiese obtenido las gracias eficaces, conservándolos en el amor y temor de Dios! Virgen bendita, yo os alabo, y alabo vuestro dulce nombre; yo imploro vuestro patrocinio, y bajo de él, sin duda, viviré, y moriré santamente.



DIA NOVENO

CONSIDERACION
¡Ah! ¡Cuánto tenemos, que temer al acercarse las últimas horas de nuestra vida! Una larga cadena de infidelidades, y de horrendos crímenes cometidos por dilatado tiempo, las habitudes viciosas, que hemos contraído, y están convertidas, como en otra naturaleza, pasiones vehementes, tentaciones violen tas, los lazos, y esfuerzos de los enemigos de nuestra salvación, que asaltan con más fuerza a los justos en aquellos decisivos momentos, y que desean entonces asegurarse para siempre de los pecadores, que son su presa. Además, colocados allí entre el paraíso y el infierno, ignoramos cuál de estos dos lugares será nuestra suerte eterna. ¡Ah! ¡qué triste situación! ¡Y qué necesidad tenernos entonces del socorro de María! Torque, ¡qué sería de nosotros, si esta tierna Madre de los pecadores, que lo es al mismo tiempo del Supremo Juez, no hablase en aquellas circunstancias en nuestro favor! ¡Si no hiciese valer so, poder, si no usase de su bondad, si no nos obtuviese las gracias más necesarias; es decir las de la conversión, perseverancia, y salvación! Pero si bajo su protección detestamos entonces la culpa, María, sin duda, nos alcanzará todos estos bienes, con una dichosa muerte, y un juicio favorable; Gomo Estrella del mar, será allí nuestra guía, en medio de las tinieblas, y tempestades; y será nuestra seguridad, entre los peligros, que amenazan un naufragio. Como luz celestial, disipará los nublados de nuestro espíritu, serenará nuestras turbaciones, y nos obtendrá el arrepentimiento más sincero. Maestra, y modelo de toda virtud, pedirá allí, que la fé se conserve en nosotros en todo su vigor; la esperanza en toda su fuerza; la caridad en toda su perfección. ¡Ah! ¡Qué gracias! ¡Qué protección! ¡Qué favores no debe esperar entonces de esta fuente de bondad, todo devoto de esta Señora! ¡Qué asistencia, qué amparo en las cercanías, y momento de la muerte! La gracia final, que nunca se puede merecer, y es el sello de nuestra predestinación, este último auxilio, de que depende la eterna felicidad, es el más precio: so don, que María alcanza de Jesucristo, en beneficio de sus fieles, y fervorosos siervos. Sí, Madre amorosa, y la más tierna de todas las madres, Vos no os separareis en aquellos instantes de nosotros: Vos consolareis a vuestros hijos, y vuestro patrocinio nos acompañará hasta los últimos suspiros. Así, todo lo esperamos, en tan decisiva hora, dé vuestro socorro poderoso; y de él esperamos también contemplar en el cielo las grandezas de vuestro Hijo Jesús, y admiraros á Vos en el excelso trono de gloria, donde reináis, por todos los siglos.

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