EJERCICIO DEL MES DE OCTUBRE EN HONOR DE LA SANTISIMA
VIRGEN DEL ROSARIO
Señal de la CruzRezar los misterios del díaOración Inicial
Soberana Reina de los
cielos, abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que
quisiste inspirara al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo,
la devoción del Santísimo Rosario. Alcánzanos de tu Divino Hijo, nuestro
adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio con la mayor piedad,
atención y recogimiento, para que, por este medio, consigamos ser durante toda
nuestra vida incansables devotos del Santísimo Rosario. ¡Oh, ¡Virgen María,
cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan no se agotan jamás!
Haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que podamos
cantar tus alabanzas en la gloria por toda una eternidad. Amén.
Día 01
Hallábase María Santísima
recogida en su aposento pidiendo por la redención del género humano, cuando un
paraninfo Celestial desciende hasta Ella y la saluda con las siguientes palabras:
“Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú
entre las mujeres”. María Santísima se llena de asombro ante esta salutación.
No podía concebir que un ángel del Señor la saludara con tanta veneración y
respeto, prodigándole al mismo tiempo tantos y tan grandes elogios. Esto sucede
siempre a las almas humildes, las cuales, cuanto más se confunden y anonadan,
tanto más se extrañan de que Dios se acuerde de ellas para ensalzarlas ante los
ojos de los hombres. ¿Te sucede a ti esto también, alma mía, cuando Dios o los
mismos hombres te prodigan por cualquier medio grandes elogios? Si así no lo
hicieres, júzgate la más desgraciada de todas las criaturas, pues te falta la
virtud de la humildad. Ten presente que todo el que se ensalza en este mundo
será humillado y abatido en el otro.
GOZOS A NUESTRA SEÑORA DEL SANTISIMO ROSARIO
Virgen
Rosa celestial
De
fragrantísimo olor:
Vos sois la Rosa mejor,
Que destierra nuestro
mal.
Sois
en vuestra Anunciación,
Rosa
en la Visitación
A
vuestra prima querida:
Y
Rosa, que sin dolor
Parió
a Dios en un portal:
Rosa
humilde os elegisteis
En
la Purificación,
Cuando
sin obligación
A
la ley obedecisteis:
¡Qué
ejemplo tan superior
Dais
con obediencia tal!
¡Oh
qué gozosa os mostrasteis,
Cuando
con tal regocijo
Tres
días perdido el Hijo
En
el Templo le encontrasteis!
El
hallazgo desta flor
Dio
nueva vida al Rosal:
En
vuestro sacro Rosario
Se
ven las rosas más finas
Del
huerto, azotes y espinas,
La
cruz al hombro y Calvario:
De
esta púrpura el color
Os
dio belleza inmortal:
Rosa
en la Resurrección
Alegre,
y bella os mostráis:
Y
al Empíreo enamoráis
En
la gloriosa Asunción.
Del
Espíritu de amor
Gozáis
el mayor raudal:
De
vuestro Hijo a la diestra
Subís,
y allí coronada
Sois
nuestra dulce Abogada
Vida
y esperanza nuestra.
Y
mostráis al Redentor
Vuestro
pecho virginal:
De
gozos, penas y glorias,
Oh
Virgen, os coronáis,
Y
a vuestros Cofrades dais
Salud,
consuelos y victorias:
Siempre
se encuentra el favor
En
vuestro amor maternal:
.
Pues
con eterno candor
Sois
el más puro cristal,
Alcanzadnos
del Señor
Perseverancia
final.
Virgen
Rosa celestial
De
fragrantísimo olor:
Oración Final
Reina del Santísimo Rosario, esperanza de los cristianos,
Madre de Misericordia, dulzura de mi vida. A ti suspiro desterrado en este
valle de lágrimas. Ayúdame, Señora, en mis trabajos; defiéndeme en los
peligros; esfuérzame en los desmayos, y haz que por el rezo y meditación de tu
Rosario merezca la gracia para esta vida y después de la eterna dicha en el
Cielo. Amén.
Día 02
El ángel del Señor
volvió a decirle: “No temas, María, pues has hallado gracia delante de Dios. He
aquí que concebirás en tu seno y parirás un Hijo que se llamará Jesús”. El
asombro de María fue en aumento. “¿Cómo puede ser esto -decía ella-, siendo así
que yo he consagrado al Eterno mi virginidad?”. Tales eran los sentimientos del
corazón de María. Pues bien alma
mía: María Santísima te da ejemplo de amor a la pureza, desistiendo de ser
Madre del Hijo de Dios, si esto le ha de costar el perderla. Y tú buscas los
placeres y los regalos, sin que nada se te prometa por ellos, antes bien
exponiéndote a perder la gracia de Dios. ¿No te confundes viendo la pureza
heroica de María, mientras tú apenas tienes fuerzas para resistir una ligera
tentación?
Día 03
Después de la
Encarnación del Verbo Divino, María a nadie le cuenta del inefable misterio, ni
siquiera a su castísimo esposo San José. Por esta causa, sabiendo que su prima
Isabel había concebido al Bautista, corre a saludarla con la misma sencillez
que caracterizaba ante todos sus actos.
Tu alma mía,
cuando te ves elevada a alguna dignidad que te coloca sobre las personas que
antes eran tus iguales, esperas que ellas vengan a felicitarse y a darte al
parabién. Y hasta te muestras ofendida si no cumplen con estos deberes de
cortesía. ¿Sabes tú las causas que les han impedido hacerlo y los motivos que
han tenido para obrar así? Mas, aunque no hayan tenido alguno, tú debes considerarte
la más indigna de todas las criaturas a que todas te desprecien.
Día 04
María Santísima
atraviesa las montañas de Galilea en dirección a la casa de su prima Santa
Isabel. ¿Quién no admira el sacrificio de esta joven Doncella caminando, llena
de fatiga, de cansancio, por aquellos caminos? Mas el amor divino que inflaba
su alma le hacía no cuidarse de ninguna de estas cosas. Tú, alma mía, no tienes
este amor a Dios, y por eso te parecen grandes e insoportables todos los
sacrificios que Él te impone. ¿Para qué has de mirar tanto a la tierra y tan
poco al cielo? ¿No ves que tu eterna felicidad no está en el mundo, sino en el
otro?
Día 05
Jesús nace sin detrimento de la virginidad de su Madre Santísima, realizando con
esto un nuevo prodigio. Así como la luz traspasa los cuerpos diáfanos sin
romperlos ni mancharlos, antes por el contrario, llenándolos de mayor brillo y
esplendor, así sale Jesús del vientre de su Madre dejándola incorrupta y con
mayor perfección maternal y espiritual; de tal modo, que la Iglesia dice de
María que fue Virgen antes del parte, en el parto y después del parto. Mira
como provee Dios en todas las necesidades a las almas que de corazón le sirven.
Si tuvieses siempre esta gran confianza en la Providencia y te entregaras toda
la servicio de Dios, Él velaría constantemente por ti y te defendería de las
asechanzas de todos tus enemigos y nunca te dejaría abandonada a tus solas
fuerzas.
Día 06
Pero, ¿en dónde nace Jesús? En un mísero portal, en un establo de bestias, en
la más pobre morada de la tierra. El viene a dar al mundo ejemplo de todas las
virtudes, y como las riquezas son la causa de la mayor parte de los pecados,
por eso nace tan desvalido y tan pobre. Apenas tiene con qué cubrir su tierno
cuerpecillo. Los padres que ha escogido carecen de todos los bienes de fortuna.
¡Tal es el ejemplo de Jesús, alma mía! ¿Y no te resolverá a seguirlo,
desprenciando en adelante todo lo superfluo? ¿Y no te conformarás con la
pobreza, cuando Dios quiere probarte con este trabajo,m que Él sufrió primero
por ti?
Día 07
No bastó a Jesús el abatimiento de la Encarnación, sino que quiere también, en
cumplimiento de la ley de Moisés, ser presentado en el Templo y ofrecido al
Señor, como los demás hombres. Y aunque Él era el mismo Dios, no se excluye de
esta ley. Con mucha razón más adelante pudo decir estas palabras: “No he venido
a quebrantar la ley ni los Profetas, sino a cumplirla”. Tú te vales en muchas ocasiones
de culaquier pretexto para dejar de cumplir esta ley. ¿Sabes si tienes siempre
razón suficiente? ¿No será muchas veces el quebrantarla efecto de tu amor
propio o del apego a tus comodidades y regalos? Vale más que alguna vez te
mortifiques sin obligación, que no exponerte a quebrantar la ley sin justo
motivo y cometer un pecado.
Día 08
Si Jesús se humilla al ser presentado al Templo, no menos se humilla su Madre
Santísima cumpliendo la ley de la Purificaicón. Tampoco Ella estaba obligada al
cumplimiento de esa ley. ¿Había, por ventura, contraído alguna mancha
concibiendo tan castamente al mismo Hijo de Dios? ¿No estaba exenta de toda
mancha desde el primer instante de su ser? A pesar de ello, imitando en todo la
humildad de su Divino Hijo, va al Templo a purificarse, confundiéndose en estos
actos de humillación con las demás mujeres. Admira, alma mía, a María, y dale
gracias por haberte enseñado este camino de humillación, que es el más seguro
para salvarse.
Día 09
María y José iban todos los años a Jerusalén en el día solemne de la Pascua.
¡Cuán ajenos estaban de que este mismo exacto cumpliento daría motivo a Dios
para probar su grande paciencia! ¿Cómo iban a pensar ellos que Jesús se había
de apartar de su compañía, dejándolos en el mayor desconsuelo? Puedes tú, por
tanto, alma mía, estar prevenida para no afligirte demasiado, cuando Dios
quiera probarte, a pesar de tu comportamiento. Dios, por lo general, no premia
las virtudes de esta vida, sino en la otra, lo que es un bien mucho mayor. Si
Dios nos pagara únicamente con bienes terrenos las obras buenas que
practicamos, ¿en qué nos distinguiríamos de las demás criaturas materiales de
este mundo?
Día 10
Colocábanse en el Templo de Jerusalén, los hombres a un lado y las mujeres al
otro. Más los niños podían estar ya con los hombres, ya con las mujeres. De
aquí que María creyese que Jesús estaba con José, y éste cree que estaba con
María. Así hicieron el viaje de regreso a Nazaret, sin que echaran de ver la
falta de Jesús. Mas, ¡cual fue su dolor al notar que el Divino Niño no venía
con ellos! ¡La pérdida de todo cuanto poseía y aún de la misma vida no les
fuera tan sensible a aquellos dos castísimos esposos! ¿Sientes tú, de esta
manera, al perder a Dios, cometiendo algún pecado grave? Tú prefieres cualquier
bien terrestre a la amistad y gracia de Dios. Procura, pues, con todas tus
fuerzas enmendarte de tan gran yerro.
Día 11
Apenas había terminado Jesús la última cena con sus discípulos, se levantó de
la mesa y salió del Cenáculo, encaminándose al Huerto de los Olivos, donde
acostumbraba hacer oración. No quiere Jesús que en momento tan solemne le falte
el apoyo de esta sagrada áncora. Con esto nos daba ejemplo, para que le
imitásemos acudiendo a la oración cuando nos vemos rodeados de grandes tribulaciones.
Mas, ¿lo practicas tú así, alma mía, cuando te hallas afligida y atribulada?
¿Te acuerdas de acudir a Dios para que te quite la tribulación o te dé
paciencia y resignación para llevarla?
Con frecuencia te
desesperas o buscas sólo consuelos humanos, que en muchas ocasiones sólo sirven
para hacerte más desgraciada.
Día 12
Dijo Jesús a sus tres amados discípulos: “Orad para que no entréis en
tentación”. Y esto mismo les ordenó luego, cuando los encontró dormidos.
“¿Porqué dormís?; levantaos y orad para que no entréis en tentación”. Era el
único medio para salir sin falta en aquellos momentos de prueba. Tal vez, si
hubieran estado en oración, no se hallaran luego tan débiles, huyendo los unos
y dejándole a pesar de haberle visto obrar tantos milagros. Mira no te suceda a
ti también esto, alma mía, por no acudir con tiempo a la oración, que es la
principal arma contra los enemigos. Si quieres vencerlos y evitar por este
medio el pecado, no ceses jamás en este ejercicio provechoso.
Día 13
No bastaban las injurias, empellones, bofetadas, salivazos y malos tratamientos
con que sus enemigos habían atormentado a Jesús, sino que también quisieron
someterle al tormento de los azostes. Este tormento era injutos y cruel. Si
Pilatos juzgaba a Jesús inocente, ¿a qué someterle a esta flagelación? Dice
David: “Altísimo pusiste, Señor, el lugar de tu refugio, y el azote no tendrá
que ver en tu morada”. Mas como el hombre prevaricó, llega tanto su osadía, que
pone las manos en el mismo Dios. Sufre Jesús con paciencia estos azostes, para
que vea también cuánta es la gravedad de nuestros pecados que mercen, no una
muerte cualquiera sino los más ingeniosos tormentos que pueden acompañarla y
hacerla más dolorosa.
Día 14
El tormento de la flagelación gue injutos y cruel, tratándose de Jesús, por el
número exhorbitante y nunca oído de azotes. Según una piadosa tradición,
pasaron estos cinco mil. En la Ley de Moisés, sólo se permitía castigar al reo
con cuarenta azotes; pero tratándose de Jesús, del Hijo inocente del Eterno
Padre, no se tiene para nada esta ley. Le dan tantos azotes y con tal furia,
que Jesús entró varias veces en la agonía. ¡Ay, alma mía, cuánto tienes que
agradecer a tu divino Salvador, que por satisfacción de tus pecados quiso sufrir
tantos azotes!.
Día 15
Considera hoy, alma mía, las ingeniosas trazas de aquellos sayones que
atormentaban a Jesús. No satisfechos con despedazar sus espaldas con azotes y
su rostro con crueles bofetadas, atormentaban también su cabeza sacratísima
poniéndole una corona de espinas. Si querían deshonrarle poniéndole como rey de
burla. ¿no bastaba que colocaran sobre su cabeza otra corona que solo sirviera
de escarnio y de desprecio? Por aquí puedes comprender cuánto odio tiene el
enemigo a todos aquellos que sirven a Dios. Mira si debes estar alerta para no
caer en las redes que constantemente te tiende el enemigo, y ten por cierto que
si no velas mucho sobre ti, caerás con frecuencia en el pecado.
Día 16
¡Cuánto debieron atormentar a Jesús estas agudas espinas! Esto se comprende
considerando el dolor que nos causa a nosotros sólo la punzada de una aguja.
Nos estremecemos sin poderlo remediar. Pero a Jesús no sólo se le inca una
espina en la cabeza, sino un número mucho mayor y de más fieros instrumentos cuales
son las espinas. ¿Cómo te atreverás, pues a envanecerte en adelante de tus
buenas cualidades, si es que las tienes, viendo a Jesús, tu dulce Salvador, tan
deshonrado? Aún existirá en ti la presunción y la soberbia, causa de toda la
humillación y tormento de tu Divino Jesús.
Día 17
Considera, alma mía, la crueldad que usaron con Jesús sus enemigos, haciéndole
llevar sobre los hombros el instrumento de su suplicio. No usaron de esta
crueldad con los dos ladrones que debían ser crucificados con Él. ¡Cómo si
Jesús fuera más criminal que todos ellos! Mas, ¡ah!, que los dos ladrones
pagaban sólo por sus pecados propios y Jesús satisfacía a la Justicia Divina
por los pecados de todo el mundo. ¡Cuánto debía pesar, por lo tanto, esta cruz
sobre los hombros de nuestro Divino Redentor! No le aumentes, pues, el peso,
alma mía, cometiendo nuevos pecados, sino antes al contrario a la penitencia y
a la mortificación.
Día 18
Mucho debió sufrir también Jesús con el encuentro de su Madre en la calle de la
amargura. ¡Qué pudiera expresar en pocas palabras los sentimientos de Jesús y
de María en este encuentro! El dolor impidió a uno y a otra dirigirse con los
labios una sola palabra. Pero, ¡qué elocuente era este silencio! Ver María a
Jesús en aquella figura, todo su rostro cubierto de sangre, la cabeza con la
corona de espinas, la pesada cruz sobre los hombros, insultado de sus enemigos
y hecho el oprobio de la muchedumbre. Y a Jesús, ¡cuánto atormentaba también
ver lo mucho que su Madre dulcísima sufría por lo mismo que tanto le amaba!
Día 19
Jesús llegó a la montaña del Calvario, falto de fuerzas y llevando sobre sus
hombros el gran peso de la cruz. Sus enemigos empiezan a desnudarle de sus
vestiduras para hacer más afrentosa su muerte. ¿No podían aquellos asesinos perdonar
esta nueva crueldad, viendo que Jesús estaba ya casi agonizando? Pero ellos,
dominados por un furor diabólico, sólo estudiaban el modo de hacer más penosa
la muerte de Jesús. Esto sucede también, alma mía, a aquellos malos cristianos
que abusan muchas veces de las gracias divinas, que ciegos en sus vicios no
pecan por el deleite, sino por la costumbre depravada. Mira mucho de ti, alma
mía, no sea que por tus descuidos vengas a caer en esta ceguera.
Día 20
Una vez que los sayones hicieron en la cruz los gujeros para los clavos
mandaron a nuestro Divino Salvador, tenderse sobre ella. ¡Qué espectáculo aquel
tan doloroso! El Hijo de Dios desnudo en medio de aquella muchedumbre que le
insultaban sin cesar. Los sayones, dando martillazos sobre las manos y pies del
Redentor. Los clavos, despedazando aquellas carnes purísimas; María Santísima
viendo y oyendo todo esto. ¡Y todos los demás hombres, por quienes esto padecía
estabas tú también, alma mía, atormentando a Jesús con tus pecados y tus
infidelidades. ¿No te avergüenzas de ello? ¿No te confundes y anonadas por el
rubor que te causa tanta maldad?
Día 21
Grandes fueron los tormentos de Jesús en su dolorosa Pasión, mas todos ellos
quedan compensados en la gloria de su resurrección. ¿Quién podrá recibir el
triunfo de Jesús, resucitado de entre los muertos, llenos de majestad y
resplandor y trayendo consigo las almas de los Santos y padres que estaban en
el limbo? Los judíos, temerosos de que sus discípulos robaran su cuerpo,
rogaron a Pilato que pusiera soldados para guardar el sepulcro. Mas ¡cuál sería
el asombro cuando aquellos soldados se presentaron dando testimonio de la
resurrección de Jesús! Lejos de arrepentirse los enemigos de Jesús de lo que
habían hecho, tuvieron malicia suficiente para decir a los guardias que les
pagarían su silencio y sus mentiras con dinero. ¡Oh, nunca imaginada impiedad y
malicia de los hombres!
Día 22
Las santas mujeres, al amanecer, iban a ungir su cuerpo al sepulcro. No fue
pequeña su sorpresa cuando llegaron al huerto vieron que la losa estaba
removida. Al punto anunciaron esto a los apóstoles, quedando sola María
Magdalena en aquel lugar. Ya ves, alma mía, hasta los apóstoles después de
haber visto obrar tantos milagros, se olvidan de sus promesas. Van al sepulcro,
lo hallan vacío y se retiran inmediatamente, sin sospechar siquiera el
misterio. Pues, ¿qué te sucederá a ti, si todos los días procuras traer éste y
los demás a la memoria para conformar tu vida con la fe que profesas?
Día 23
Cuarenta días llevaba Jesús en compañía de sus discípulos después de su
resurrección, cuando determinó subir al cielo. Y, ¿es posible que Jesús los
deje en tanta orfandad? Mas esta separación de Jesús era necesaria. Porque de
otra manera, ni la fe de los cristianos sería tan espiritual y tan puro. ¿Qué
mérito tendría creer en Él, estando contemplando su gloria en esta vida? Sus
discípulos sienten infinitamente esta separación, pero desean que se cumpla la
voluntad del Maestro. Esto debes hacer tú, alma mía, porque de otra manera aún
queriendo las cosas buenas, no harás la voluntad de Dios, sino la tuya.
Día 24
Jesús dijo a sus discípulos para consolarlos: “Si yo no me separase de vuestra
compañía, no vendrá el Espíritu Santo sobre vosotros”. Era una necesidad que
este Divino Espíritu descendiera sobre ellos para fortalecer sus almas contra
las tentaciones y los ataques de tantos enemigos. Jesús debía partir de este
mundo, a fin de que la Iglesia disfrutase también de los dones del Espíritu
Santo. ¡Cuántas veces, alma mía, por querer salirte con tu capricho dejas de
participar también de las gracias sobrenaturales que a otros mejores dispuestos
se le comunican!
Día 25
Hacía doce días que Jesús había subido al cielo, cuando, hallándose todos
congregados en el Cenáculo, sienten un ruido como de un viento fuerte. Cada uno
contempla una especie de lengua de fuego que encendía en divino amor,
comprendieron que el Paráclito había descendido sobre ellos. Así verás, alma
mía, como Jesucristo cumple todas sus promesas. Talves tú has dudado en algunas
ocasiones creyendo que Dios no tiene providencia de ti, que no escucha tus
oraciones y otras cosas semejantes. ¿Cómo puedes pensar esto viendo lo que ha
hecho por los hombres? Sabía Jesús que, sin la virtud de este divino espíritu,
los apóstoles estaban aún tímidos y cobardes, y por esto los confirma de esta
manera tan admirable y extraordinaria.
Día 26
Aquellos corazones se prepararon para recibir aquella gracia tan extraordinaria
con recogimiento y con súplicas incesantes. Después que Jesús subió al cielo,
no emprendieron viajes y se entregaron a sus ocupaciones. Los dos que habían
ido a Emaús se encerraron en el Cenáculo para orar con los demás. Los que eran
pescadores no volvieron a sus redes. Así debes hacer tú si quieres que el Espíritu Santo descienda y more en ti. No
debes abandonar tus obligaciones, porque esto tampoco agrada a Dios; pero aún
en medio de ellas, debes estar llevando en tu corazón a Dios por medio de
santos afectos y actos de amor a Dios.
Día 27
Toda la vida de la Virgen fue en continua preparación para la muerte. Ella
vivía en este mundo sin que su corazón tuviese apego a ninguna cosa de la
tierra; sólo por cumplir la voluntad de Dios y por hacer muchas cosas en su
servicio, sufría María vivir en este mundo. ¡Qué dulce nueva sería, por lo
tanto para ella la que le anunció su cercano tránsito a la gloria! Si tú, alma mía,
llevases también una vida devota y cristiana, no temerías la muerte ni
sentirías el ver acercarse el fin de tu vida. Mas como estás llena de faltas e
imperfecciones, memoria de la muerte te espanta y te acobarda
Día 28
La muerte de María fue un suspiro
de amor. No tenía enfermedad alguna, sólo si unas ansias incomprensibles de
unirse con su Dios. Esto, y nada más que esto, fue lo que puso fin a su vida
material. ¡Qué éxtasis tan delicioso y nunca hasta entonces sentido! Volar
aquella alma tan pura en alas de su divino amor, desde la obscura tierra a
aquellas lucidísimas mansiones. Si quieres experimentar dicha parecida, debes entregarte
en este mundo al amor divino, con exclusión de otros amores terrenos; entonces
será éste colmado en los últimos instantes de su vida.
Día 29
María sufrió más que todas las otras criaturas y con mayor resignación y amor a
Dios que ninguna de ellas. Por este motivo se asemejó a su Divino Hijo más que
todos los otros seres racionales. Jesucristo, con su sangre compró al mundo,
quedando de él Supremo Dueño y Señor. Pues esta misma potestad debía darle en
cierto modo a María, y una vez realizada su gloriosa Asunción, la Santísima
Trinidad la Corona por Reina y Señora de todo lo creado. ¡Qué dicha tan grande,
alma mía, ser vasallo de tan gran Reina, que es a la vez nuestra madre! Esta dicha la
tienes tú, ¿qué te podrán hacer ya tus enemigos, militando bajo la bandera de
tu gran Señora, si tú procuras cumplir siempre obedeciendo sus inspiraciones?
Día 30
Mas para que los cielos vieran la justicia con que a María se la elevaba con
tan grande dignidad, el Padre Eterno manifiesta que aquella es su Hija; el Hijo
la aclama por su Madre, y el Espíritu Santo inspira a aquellas celestiales
inteligencias que Él la ha aceptado por Esposa. Los espíritu angélicos se
postran reverentes y entonan a María este himno sagrado: “Dios te salve, Hija
de Dios Padre; Dios te salve, Madre de Dios Hijo; Dios te salve, Esposa del
Espíritu Santo; Dios te salve, templo y sagrario de la Santísima Trinidad; sea
dad gloria a Ella por los siglos de los siglos”.
Espectáculo más
grandioso no han presenciado el cielo ni la tierra, tratándose de una pura
criatura.
Día 31
Madre mía: he seguido junto a ti tus gozos, gonzando de ellos; tus dolores
padeciendo y tus glorias contemplando; hoy me queda darte gracias durante este
mes bendito, y pedirte con el alma enternecida me acompañes todo instante de la
vida, en los peligros y tentaciones, en los dolores y sufrimientos. Recordaré
siempre que fuiste fuerte, que sufriste con ninguna, con la esperanza en Dios
Eterno, con la confianza en Dios tu Hijo; que sois mi Madre y en tu recuerdo
viviré como Dios quiere. Adiós, Reina y
Madre del Rosario; adiós Niño hermoso; Jesús bendito, que en los brazos de tu
Madre duermes tranquilo; antes de irme, permíteme que pida la bendición a tu
divino Niño, para la Iglesia perseguida; para sus sacerdotes; para las vocaciones;
para los que sufren, para los moribundos, para las almas del purgatorio y muy
especialmente para los devotos de tu Santo Rosario. Amén.
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