viernes, 9 de marzo de 2018

NOVENA AL SEÑOR DE LA COLUMNA DE GIRARDOTA





NOVENA AL SEÑOR DE LA COLUMNA DE GIRARDOTA
Venerado en el Valle de Aburrá, Antioquia, Colombia


DEPRECIACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS:
Amantísimo Jesús Redentor, salud y vida de mi Alma; deseoso de reparar mis culpas, llego a tus pies implorando tu bondad y misericordia. Conozco que desde que me aparté de Ti por el pecado, ya no soy digno de llamarme hijo tuyo; pésame en el Alma de haberte ofendido, no me deseches, Redentor mío, pues vuelvo a ti con corazón contrito y humillado. Toda mi vida, es verdad, multipliqué las ofensas contra ti, hasta atajar el torrente de tus misericordias; mas ya penetrado de dolor, de amor y de confianza, sólo trabajaré en borrarlas, en amaros, en huir de mí mismo y en buscarte sólo a Ti, como único apoyo de mis esperanzas. Ten misericordia de mí; Mayor es tu bondad que mi iniquidad: venza pues tu bondad a mi malicia. No quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Conviérteme, pues, a Ti, y quedaré convertido, porque ¿Quién sino Tú, puede convertirme? ¿Quién, sino Tú, olvidará su justicia sólo por acordarse de su misericordia? Usa de ella conmigo, para que, por todos los siglos de los siglos, cante Tu misericordia. Amén.

DÍA PRIMERO

Tan injurioso a Dios y tan ruinoso al hombre fue el pecado, que, según los designios de la sabiduría eterna, sólo Jesucristo podía satisfacer la Divina justicia y reconciliar al hombre con Dios. Todo lo hizo por un sacrificio, por un sacrificio voluntario, constante, afrentoso, por sí mismo, a beneficio del hombre, a fin de que le amase e imitase. Por este sacrificio reparó el ultraje hecho a su eterno Padre, lo glorificó, lo dio a conocer, lo hizo respetar, adorar
y amar. Y por Él redimió, le reconcilió y le restituyó Dios al hombre a quien amaba. Tan ardiente fue su celo por el honor y la gloria de Dios, como tierno y compasivo por la miseria al hombre, pues por una sola Alma se habría sacrificado del mismo modo que lo hizo por las de todo el mundo.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN
¡Oh Divinísimo Hijo, el más amado de tu Eterno Padre y sumamente misericordioso para con el hombre! Este amor y esta misericordia te sacaron del seno de tu gloria y te condujeron a esa columna para sufrir tanta lluvia de azotes.
¡Oh amor grande! ¡Oh misericordia sin término! Yo te invoco, Jesús mío, yo te abro mi corazón para que le comuniques alguna parte de ese, tu fuego, consumiendo en mí todo lo terreno para que me transforme en tu imagen, para que hecho contigo una víctima de amor por Dios y por los hombres, sólo procure a Dios gloria y honor, y a mis prójimos la Salvación. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.
Se concluye con la oración y los versos del último día.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Santísimo Jesús mío, que, por exceso de un amor incomprensible a todo entendimiento creado, abrazaste por nuestra salud una Pasión tan cruel y afrentosa. Yo te adoro, alabo y bendigo atado a esa columna y caído a sus pies casi agonizando por la lluvia de golpes y azotes. ¡Oh espectáculo digno de la admiración de los cielos y la tierra! El hombre Dios es desnudado, es atado ferozmente por una gente insolente, es atado ferozmente atado a una columna, sus carnes caen despedazadas, sus huesos son dislocados, sus venas abiertas, y todos sus miembros son una terrible llaga. ¿Con qué religión comparezco ante
tu presencia? ¿Cuál es mi ardor, cuál mi ternura, ni cual la sensibilidad de mi corazón al verte caído de esa columna, desmayado y sin fuerzas? ¡Oh amable Jesús mío, recreo de los ángeles, dulzura de los justos y premio de los bienaventurados! ¿Cómo puedo quedar con vida viéndote tan despreciado y humillado? ¿Cómo no expiro penetrado del dolor que debe inspirarme la situación en que te hayas? Fuera placeres y regalos; fuera mundo y vanidades; fuera soberbia y desórdenes que no quiero otra cosa que a Jesucristo.
Ayuda, Señor, mi flaqueza con tu gracia, fortalece mi resolución y aumenta mis ardientes deseos, viva en mí grabada la imagen de tus penas y viva en mi corazón al pie de esa columna, para que lo laves y purifiques con tu sangre, y aprenda a amarte y tenerte. Te ruego, Señor, por la Santa Iglesia, para que se reúna todo el mundo en su seno, se destruya las heridas y se acabe la infidelidad. Reduce los pecados a verdadera penitencia, y a los justos perseverancia, para que, siguiendo tus ejemplos, merezcamos con tu gracia ser participantes de tu gloria. Amén.


MEMORAE
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benigna mente. Amén.

GOZOS



Para lograr la copiosa
gracia de la Redención:
Dadnos, Jesús contrición,
Por vuestra sangre preciosa.

A Jesús omnipotente,
lleno de rubor y afrenta,
desnudo nos lo presenta
una vil corte insolente,
pero ay ¡Dios! que el delincuente
que con cólera rabiosa
cometió acción tan odiosa
fue mi ingrato corazón.

Aquellas viles criaturas
para más escarnecerte,
se juntaron a echar suerte
en tus sacras vestiduras,
y yo con entrañas duras
deshecho la estola hermosa
de la inocencia dichosa
cediéndola a mi pasión.

El torpe pueblo judío
con mandamiento severo
hace que el dulce Cordero
abrace de un mármol frío
mas no bastó al pecho mío
esta obediencia pasmosa
para dejar la orgullosa,
altanera presunción.

Desde el deplorable estado
en que os puso la malicia
modifica la justicia
que amenaza a mi pecado;
mi castigo ha provocado
mi vida pecaminosa;
más mi enmienda fervorosa
sea fruto de tu pasión.

Tres veces en agonía
mortal te viste, Señor
sin que cesase el rigor
de la dura tiranía;
yo te ruego que aquel día
en que la muerte forzosa
me asalte, logre, dichosa,
mi alma de tu compasión.

Para lograr la copiosa
gracia de la Redención:
Dadnos, Jesús contrición,
Por vuestra sangre preciosa 



.
DÍA SEGUNDO
Llegado el momento de dar la satisfacción debida a la Justicia Divina, cargado Jesucristo de todos los pecados del mundo, se encamina al Huerto de los Olivos señalado por el pérfido Judas para entregarlo a sus enemigos, ora y ruega a su Eterno Padre para no pasar el amargo cáliz de la Pasión, pero sujeto a ejecutar su santa voluntad. Una agonía mortal se apodera de su alma, y su sangre, impedida por un esfuerzo generoso, sale por todos los poros de su cuerpo. Su Sacrificio es voluntario. Él sale a encontrar a sus enemigos y les dice: “Yo soy Jesús ¿a quién buscan?”. Los ultrajes de la Pasión, los insultos de los jueces, las remisiones de uno a otro tribunal, las burlas y mofas de un pueblo pérfido, los tormentos y afrentas que le esperan, en nada impiden su designio, sólo oye Jesucristo la voz de su amor que le hace derramar la sangre que había de lavar
los pecados del mundo.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.


ORACIÓN
¡Oh Jesús amabilísimo: a qué exceso de humillación te han traído mis pecados! Estos son crueles verdugos que te hacen padecer y arrastrar a ésta columna. ¡Oh humildad profunda! ¡Oh abatimiento desmedido! Me lleno de celo, Jesús mío, contra los judíos que fueron instrumentos de semejante maldad. Más ¡ay! Pues yo debo volverme contra mí. No han sido los judíos los que me han causado tus penas; mis pecados son la causa de tus oprobios y de tu Pasión. Pero ya que todo te expone mi Salud eterna, hazme sensible a tu Pasión para que yo consiga los frutos, por medio de una penitencia verdadera, con lo que satisfaciendo a tu justicia por mis pecados, me haga digno de tu gracia. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.
Se rezan tres credos y se concluye con la oración y los versos del último día.

 

DÍA TERCERO

Puesto Jesucristo en el estado en que nos lo pinta el Evangelio: apartado de sus discípulos, solo en la oscuridad más profunda de la noche, agitado por el temor,
consumido por el tedio y la tristeza, arrogando suspiros, derramando lágrimas y al mismo tiempo abandonado por su Padre, aun así, no se arrepiente de su sacrificio constante. Abusan de sus enemigos del poder que Él les da: Él lo permite y lo tolera. Su amor le hace entrar en ese camino de dolor; el mismo amor le hace perseverar en éste, contante hasta la muerte. Dejase aprisionar en el huerto y se presenta todo el sacrificio, porque permaneció en Jesucristo la misma voluntad con que empezó.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN

¡Oh adorable Salvador mío; solicito de mi Eterna Salud, que no sólo permaneces constante en tu sacrificio, sino que también te dejas arrastrar a esa columna! ¡Oh Paciencia excelsa! ¡Oh sufrimiento imperdonable! Penetrado estoy, Jesús mío, del deseo de mi salvación. Has roto las cadenas del pecado que me aprisionaban. Yo te sacrifico constantemente mi libertad y mi vida. Dispón de ella como cosa tuya, adquirida con el precio de tu Pasión, pues desde este punto me consagro a Ti y quiero ser tuyo para siempre. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.
Se rezan tres credos y se concluye con la oración y los versos del último día.



DÍA CUARTO
Para continuar con el Sacrificio en que se empeñó su amor, se despoja Jesucristo de sus vestiduras y le atan fuertemente a una columna. El más elegante varón y el más hermoso entre los hijos de los hombres se hall desnudo y avergonzado delante de todos. Su purísimo cuerpo recibe los más duros y dolorosos golpes con los azotes. La flor de toda carne y toda naturaleza humana es cubierta de cardenales y de llagas. Este sacrificio tan afrentoso no le ahoga sus ardientes deseos de continuarla. Por todas partes corre aquella Real sangre, ya en todas las partes de su cuerpo se aumenta el furor, se reitera el tormento y se añade cardenal sobre cardenal, llaga sobre llaga. Su excelente caridad lo conforta para morir, y así, lánguido y desmayado, continúa sufriendo la ira y la venganza de sus crueles enemigos.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN

¡Oh Redentor de mi Alma! ¡Cómo no muero de dolor al verte desnudo y avergonzado en esa columna! ¡Oh Mansedumbre admirable! ¡Oh Fortaleza invencible!!Hecho pedazos te registro y ¿yo permanezco en mi insensibilidad y dureza? No, Salvador mío; no, Centro dulcísimo de mi corazón; no seas así. Desde hoy te abriré mis ojos al llanto, de ellos correrán en abundancia mis lágrimas y te presentaré mi corazón, como lo ejecuto en este momento, para que estampada en él Tu imagen, seas en adelante el objeto de mi amor y me sirvas de guía y de maestro. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.
Se rezan tres credos y se concluye con la oración y los versos del último día.

DÍA QUINTO

Grande y eminente es el sacrificio de la Cruz; pero se eleva y exalta más por la dignidad de la persona que se sacrifica, Jesucristo, el Hijo único de Dios, el esplendor de la gloria del Padre, la figura de su sustancia, Jesucristo, el hombre más Santo, el más amable que vio el mundo, Jesucristo, el hombre compasivo y sensible de todas las miserias de los hombres, Jesucristo, el hombre de Dios y soberano del mundo y a quien el mundo debía adorar como su Señor. Este hombre es el que Dios, después de haber señalado su vida con obras prodigiosas, selló estas mismas obras abrazando el sacrificio de la Cruz.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN

¡Oh Dios Redentor, ¡Señor de toda majestad y soberanía, que antes de dar tu preciosa vida, quisiste sufrir la ignominia de estar atado a esta columna! ¡Oh benignidad infinita! ¡Oh humildad sin igual! ¿Quién es el siervo respecto al Señor? ¿La criatura respecto al Creador, ¿para que así magnifiques ese infame suplicio y te anode hasta él? Corazón, Redentor mío, que eres mi Dios, la Suma Santidad de inocencia y yo soy un vil gusano de la tierra, un pecador indigno, la misma iniquidad e inmundicia. Me humillo, Jesús mío, me bato, me confundo en tu presencia, sacrificando a tu mayor gloria todo el valor que me has dado con el precio de tu Pasión. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena.


DÍA SEXTO

Todas las criaturas del cielo y de la tierra deben asombrarse porque el Hijo de Dios hecho hombre, no sólo abrace el sacrificio cruento de amor, sino que lo haga por la salud del hombre. Por el hombre que, aun cuando no existía, ya en la presencia divina era un infiel, culpable y reo de eterna muerte. Para remedio de este hombre, preparó el Amor Divino la redención, por medio de la muerte del Unigénito del Padre a fin de ganar el amor del hombre. Así se explica en toda su vida; Yo quiero morir por ti; ámame y moriré contento. ¡Qué fineza esta de Jesucristo, nunca bastantemente ponderable! Pero, ¡que ingratitud la del hombre, no corresponder a tanto amor!
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN

¡Oh amantísimo Redentor de mi Alma, que por tener con los hombres tus delicias te vas arrastrado a esa columna! ¡Oh Caridad inmensa! ¡Oh Fuego inextinguible! Confieso, Jesús mío, que no te he amado, mas no concibo cómo puedo omitirlo, conociendo, como conozco, que tú eres el digno objeto de mi amor. Quiero amarte y te amo, oh amable Redentor mío y, en testimonio de este amor, protesto delante del Cielo y la Tierra estar siempre pronto a derramar mi sangre por tu gloria, como has derramado la tuya por mi salud. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.
Se rezan tres credos y se concluye con la oración y los versos del último día.

DÍA SEPTIMO

Cuando Jesús quiso redimir a los hombres, fue para que vivieran, no para sí, sino para El que iba a morir por ellos. Nosotros somos de Jesucristo, no somos nosotros, dice San Pablo: porque Jesucristo nos ha rescatado a mucha costa. ¿Ni qué cosa puede haber más justa que vivir sólo para amar a Aquel que nos ha dado la vida? Padeció por nosotros, es verdad, pero dejándonos ejemplo, dice San Pablo, y este ejemplo practicado en su Pasión no fue otro que el amor. Amó Jesucristo a Dios y al hombre lo redimió. Aprenda, pues, el hombre este sacrificio, a amar a Dios y a Jesucristo, que esta es la lección que siempre nos enseña.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN

¡Oh adorable Salvador mío, que para manifestar tu amor te parecía poco padecer si no sufrías el cruel tormento de esa columna! ¡Oh Clemencia soberana! ¡Oh Corazón insaciable! La vista de tu figura Jesús mío, que sólo respira amor, ¿No me provocará amarte? Tu rostro desfigurado, tus ojos hechos fuentes de lágrimas, tus manos atadas, tu cuerpo cubierto de llagas y cardenales y bañado todo en tu preciosísima sangre, ¿No me harán vivir sólo para amarte? ¿Qué nuevo beneficio puedo esperar sobre éste para resolverme a entregarme enteramente a ti? Conozco que esta es la obligación en la que me ha puesto tu amor, protesto vivir no ya yo, sino Tú en mí, amado Redentor mío. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.}
Se rezan tres credos y se concluye con la oración y los versos del último día.

DÍA OCTAVO

Trae a la memoria lo que restaba padecer a Jesucristo en el discurso de su Sagrada Pasión. Volved los ojos a ese duro patíbulo de la Cruz y de los clavos que se le aguarda, y observa en Él la severidad con que Dios castiga, en su propio hijo, el pecado que voluntariamente carga sobre sí. ¿Quién no temerá? Jesucristo sólo tenía la apariencia y la sombra de pecador, el hombre lo es en realidad, Jesucristo era Dios; el hombre era una criatura, Jesucristo era su hijo; el hombre era su esclavo rebelde. Dios amaba a Jesucristo con el más tierno amor; más, porque infinitamente aborrecía el pecado, no perdonó a su propio
hijo. ¿Cómo pues, espera sea tratado el hombre, pecador verdadero? Tema, pues, el hombre, que es lo que Jesucristo con su Pasión le enseña y viva en este Santo temor.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN
¡Oh benignísimo Redentor mí que como un manso cordero sufres al ser atado a esa columna por el hombre pecador! ¡Oh Inocencia celestial! ¡Oh Santidad maravillosa! La gloria es oscurecida, la justicia condenada, el juez juzgado, el inocente culpado, un Dios infamado. Cristo pisado, la vida maltratada. De estos oprobios y castigos es digno el que ha cometido la culpa; pero no el Santo, el inocente, el segregada de los pecadores. ¡Cuánto temo, Jesús mío, irritar tu enojo! Por falta de este amor muchas veces te ofendí y perdí tu gracia; más penetrado de tu santo amor, resuelvo dedicarme a la observancia de tu ley, ser tuyo, sólo serlo para siempre. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.
Se rezan tres credos y se concluye con la oración y los versos del último día.


DÍA NOVENO

Todo cuanto Jesucristo padeció por el hombre fue para que éste le imitara y siga sus huellas. El Padre Eterno manda oír la voz de éste su Hijo amado, se complace en que sigan su conducta. El haber predestinado al hombre para glorificarlo con Jesucristo, fue lo mismo que destinarlo a que adquiriese la semejanza con Él, siquiera reinar con Él. Este mismo Señor nos convida a su semejanza, diciendo: “Ven y sígueme. El que no camina y sigue mis pasos no es digno de mí. Yo soy la senda y el camino que es preciso seguir para llegar al Cielo”. Finalmente vestirse de Jesucristo y hacer que Jesucristo reine en nosotros, debe ser la intensión del cristiano.
Aquí se ora y se pide lo que se desea.

ORACIÓN

¡Oh tiernísimo Jesús mío, que para enseñarme las santísimas virtudes quisiste ser atado y cruelmente atormentado en esa columna! ¡Oh Maestro sapientísimo! ¡Oh Ejemplar perfectísimo! ¡Avergonzado y confuso me hallo, Jesús mío, al verme tan desemejante a Ti! Yo no hallo en mí sino soberbia, amor principio, vanidad, deleites, y un elevado olvido de los bienes eternos. Todos estos vicios me apartan de Ti y me hacen enteramente desemejante. Este conocimiento me llena de dolor y de temor, pues dependiendo de mi perfección y salvación de esta semejanza ¿Qué esperanza puedo tener de salvación sin haberme formado en mí Tu imagen? Mas ya eres mi modelo en esa columna, ilustradme con tu gracia para que aprenda a ser manso y humilde de corazón, para que aprecie el
mundo y sus vanidades, para que desprecie tus dolores y sea glorificado, coronado de tu gloria. Concédeme este favor por las agonías que padeciste caído al pie de esa columna, juntamente con el que te pido en esta novena. Amén.
Se rezan tres credos y se concluye con las siguientes oraciones y los versos del último día



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