NOVENA AL SEÑOR DE LA COLUMNA
QUE SE VENERA EN EL SANTUARIO DE JESÚS NAZARENO DE
ATOTONILCO, SAN MIGUEL DE ALLENDE, GUANAJUATO
COMPUESTA POR D. REMIGIO ANGEL GONZÁLEZ, CAPELLÁN QUE FUE DEL MISMO
SANTUARIO.
1831
TIERNOS AFECTOS
Con
ásperos cordeles
¡Quien
tal cosa creyera!
A una
columna atada
Mirando
estoy la misma fortaleza.
Al Hijo
del Eterno,
Al que
sin resistencia
Con
palabra imperiosa
Del caos
sacó los ciclos y la tierra.
Al Dios
Omnipotente,
Que en un
querub se sienta,
Y en alas
de los vientos,
Como
Señor del universo vuela,
Al que
crio finalmente
Con
amorosa diestra
Al
hombre, para hacerlo
Imagen
viva de su misma esencia,
A este,
sí, estoy mirando
En la
mayor tormenta,
Cercado
de dolores,
¿De
baldones, de injurias y de afrenta?,
Pero
¡cuán silencioso,
¡Cuán
paciente se muestra!
Abiertas
veo sus carnes;
Mas él no
abre su labio, ni se quería.
En
arroyos la sangre
Corre ya
por la tierra,
Y con
crueles azotes
Surcos se forman
en sus carnes tiernas.
Los verdugos se cansan.
Se mudan, se renuevan;
Mas tu Dios inmutable
Padecer más y más por tí desea,
Cristiano, seas quien fueres,
Reconocido llega
Á ese Dios, á ese Padre,
Que por librarte sufre tantas
penas.
Contra tí la escritura
Y terrible sentencia
Estaba ya firmada;
Pero con esa sangre se chancela.
Luego adórala humilde,
Pues sin duda con ella
Tu Redentor escribe
El perdón que merece tu soberbia.
Llégate a esa columna,
Y esos cordeles besa,
Que ataron esas manos,
Que tantos beneficios te dispensan.
Derrama arrepentida
Lágrimas verdaderas,
Y llorando tus culpas
Haz que alii mismo para siempre
mueran.
Sí, Redentor amable,
Mi contrición acepta:
Y desde ahora te entrego
Alma, vida, sentidos y potencias.
Los placeres renuncio,
Que me ofrece la tierra,
Y el cielo sea testigo,
De que te amo
con toda preferencia.
ACTO DE CONTRICION
Señor mío Jesucristo, Padre amorosísimo y dulce Redentor
de mi alma: me pesa de todo corazón haber pecado: aborrezco mis culpas que
fueron la causa de tus dolores en el infame, cruel y sangriento suplicio de la
columna. ¡Oh Padre Eterno! ¿por qué consientes que en ella sea tu Hijo tratado
como ladrón, y tenido por hombre, herido y castigado del mismo Dios? Mis
pecados provocaron tu justicia, y es más justo que yo sea castigado por ellos:
yo soy el que pequé: este Cordero inocente ningún mal ha hecho: convierte tu
mano contra mí, y descarguen los azotes sobre mis espaldas, para que pague la
pena quien cometió la culpa. ¡Oh infinita caridad de mi amable Jesús, que quiso
padecer como esclavo para darme libertad! En esa sangre espero amarte siempre, y
perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amen.
DÍA
PRIMERO.
Jesús es sentenciado a la columna
Azotes, Pilatos
Por sentencia manda
le den; y Jesús
por nosotros paga.
Considera, alma mía, que dos motivos tuvo Pilatos para
mandar azotar al divino Redentor, y encargar en este suplicio, la mayor crueldad
y rigor; el uno, para que el pueblo judío, al verlo, tan maltratado, tuviera compasión
de él. y no insistiese en pedir su muerte: el segundo, para que, si hubiese de ser
crucificado, precediesen loa azotes según la ley de los romanos que lo ordenaba
así, para que el Crucificado no ofendiera con su vista a los que lo miraban
desnudo, antes los moviera á compasión viéndolo llagado. Pondera ¡cual sería la
fiera crueldad de estos azotes, pura corresponder a las detestables miras de
Pilatos!
ORACION
¡Oh Jesús obedientísimo! Gracias te doy por haber
aceptado sentencia tan cruel, tan infame y tan injusta, y porque con ser tal,
la obedeces sin apelar m suplicar, ni decir palabra de queja, ni dar muestra de
sentimiento contra ella, antes bien de muy buena gana ofreces tu inocente
cuerpo a los azotes en satisfacción de mis pecados, para sanar con las llagas
de todo tu cuerpo las llagas de toda mi alma. ¡Oh amantísimo Jesús! tú me provocas
a servirte y amarte, pues mostrándome descubiertas tus entrañas con azotes, me
obligas a que yo te dé las mías con todos sus afectos. Pues veme aquí, Señor,
dispuesto por tu amor para los azotes, con ánimo de aceptar la sentencia que
dieres contra mí, porque ni será injusta, pues no tú, sino mis pecados la
merecen, ni será infame ni cruel, siendo sentencia de un padre que azota al
hijo que ama, para que se enmiende.
Asísteme con tu divina gracia. Amen.
ORACION PARA TODOS LOS DIAS
Dios y Señor mío, omnipotente, eterno, inmenso, infinito,
que por mi amor te hiciste hombre para redimirme con tu sangre, y sumergirte en
un abismo de penas desamparado y solo ¿A quién no enternecerá tu soledad, Redentor
divino? ¿Corno no hay hombre que de tí se duela y compadezca? Tierna bendita, y
regada con la sangre de mi Señor y Criador, humildemente te beso: azotes y
abrojos teñidos con su preciosa san ore, desde hoy os
pongo sobre mi corazón, y te suplico sane las llagas de mis aficiones
desordenadas, y me llague con su divino amor. ¡Oh dichosa columna, en la cual
fué atado y azotado el que es columna del mundo y fortaleza de todo lo criado!
¡Oh columna soberana, labrada y esmaltada con la sangre del Hijo de Dios, liberalmente
derramada para hacer a los hombres fuertes en el templo de Dios vivo! ¡Quien
pudiera estar atado contigo para ser bañado con esa sangre, y quedar hecho
columna en el servicio del que tanto padeció por mi remedio! ¡Oh columnas del
cielo! ¿Qué hacéis? ¿Cómo no tembláis de espanto viendo azotado a vuestro Dios
en esa columna? ¡Oh Jesús, columna firmísima en quien estriba todo el mundo!
compadécete de tí mismo, vístete de tu fortaleza, porque te has desangrado y
enflaquecido, y estás a punto de desfallecer y pues todo esto padeces por mis
culpas, fortaléceme con tu gracia para que yo las castigue y me enmiende de
ellas. Amen.
ORACION A MARIA SANTISIMA
Virgen soberana, madre de Dios, y también madre nuestra,
y la más atormentada
de todas las madres del mundo: por el incomparable dolor que
sintió vuestro tiernísimo corazón al ver el cuerpo adorable de vuestro hijo
cubierto de sangre, herido y destrozado en la columna, os suplico humildemente
tengáis piedad de mí, infeliz pecador, que, aunque fui causa de su pasión y
vuestros dolores, espero me alcancéis, por caridad, que mi alma logre el fruto
copioso de la redención. Mirad, madre dulcísima, que con esto cumplís los
deseos del infinito amor que vuestro Unigénito muestra por mi salvación, y los
ardientísimos del vuestro, que como madre de pecadores manifestáis, y creo
tenéis por el mayor de todos ellos. Asistidme en vida y muerte, para veros y
alabaros en la gloria. Amen.
Se concluye con
una Salve.
SEGUNDO DIA
Jesús desnudo y traído a la columna.
Desnudo y mofado
de la vil canalla,
Jesús a este precio
nos viste de gracia
Considera, alma mía, como el modestísimo Jesús para
cubrir tu vergonzosa desnudez, y vestirte de la ropa limpia de su gracia
consintió en ser despojado de sus vestiduras aparecer á vista de la chusma
malvada lleno de sonrojo y vergüenza, sufrir burlas y escarnios, y ser traído
con orgullo y crueldad de sus verdugos a la afrentosa columna, para sufrir el
sangriento afrentoso martirio de los azotes. Pondera ¡cuán sensible será esta
deshonra para el bendito Jesús, siendo el Señor de infinita pureza y majestad!
ORACION
¡Oh modestísimo Jesús y Dios de toda pureza y santidad!
Gracias te doy por haber querido pasar tan gran vergüenza al verte desnudo
delante de la profana inicua muchedumbre de los soldados, y oír con paciencia la
grita, burlas y blasfemias con que te improperaban, en castigo de la
desvergüenza con que yo me desnudé la vestidura de tu gracia, y en precio para
que yo comprase esta vestidura sagrada con que se cubra mi miserable desnudez.
¡Oh amantísimo Señor, que me persuades compre de tí oro puro y encendido de
caridad, y vestiduras blancas de virtud, con las cuales me libre de la eterna confusión
que merecía por estar desnudo de ellas! Yo te ofrezco por precio de ellas, la
desnudez y sonrojo que padeciste, con un corazón determinado a desnudarme de
todo lo terreno: por ella te suplico me vistas con tu divina gracia, para que
no caiga en la confusión eterna. Amen.
TERCER DIA
Jesús
cruelmente atado a la columna.
Con recios cordeles
lo aprisionan y atan:
amor a Jesús
más fuerte lo afianza.
Considera, alma mía, como el mansísimo Jesús, abatido y
humillado entre las garras de sus verdugos, mas furiosos que rabiosos leones,
fué aprisionado a la infame columna, y tan ligado de pies y manos, como lo
había menester para que no tuviera movimiento al tiempo del sangriento suplicio
¡Cordeles inhumanos! ¡así sujetáis al Señor liberalísimo, de quien ángeles y
hombres recibieron el inestimable don de la libertad! Pondera ¡cual sería el
amor del Redentor a los hombres, pues no los cordeles, ni la furia de sus
enemigos, sino su caridad inmensa lo sujetó a la columna!
ORACION
¡Oh mansísimo Jesús, que, siendo Dios de tremenda majestad,
tuviste tentó sufrimiento que te dejaste atar con sogas a la firmeza de una columna,
por la cruel osadía de verdugos sin piedad! Gracias te doy por haberte tú mismo
atado más fuertemente con las cuerdas de tu amor para ser desollado con azotes
por nuestro remedio. ¡Oh Cordero inocentísimo, que con admirable mansedumbre te
dejas atar de crueles esquiladores, no solo para quitarte la lana de tus
sagradas vestiduras, sino para desollar tu delicado cuerpo con tijeras de
crueles azotes sufriendo tan acerbo dolor sin balar ni abrir tu boca! Suplicote
me ates contigo con cuerdas de caridad tan fuertes, que no basten a desatarme los
azotes de trabajos temporales, y me des parte de esa mansedumbre, para que te
glorifique con ella, ofreciéndome a cualquier pena y muerte por tu gloria.
Amen.
CUARTO DIA
Jesús
con variedad de instrumentos azotado en la columna
Con garfios, espinos
y cadenas, rasgan
cruelmente a Jesús
su carne sagrada.
Considera, alma mía, como el divino Redentor desnudo y
fuertemente atado a la columna comenzó a sufrir los azotes con tres géneros de
instrumentos, como algunos dicen, es a saber: unas varas verdes llenas de
espinas, unos ramales tejidos de nervios de bueyes con sus abrojos de hierro al
remate; y unas cadenillas asimismo de hierro, que herían y penetraban hasta los
huesos. Pondera ¡qué espantosa carnicería harían del adorable cuerpo del
piadosísimo Jesús tan crueles instrumentos, no dándose con ellos golpe sin
herida, ni herida sin causar dolores acerbos!
ORACION
Benignísimo Jesús, que con tanto amor por los hombres te
dignaste satisfacer las monstruosas operaciones de las culpas, sufriendo en tus
espaldas sagradas y cuerpo divino la diferente variedad de monstruosos azotes:
gracias te doy por la paciencia con que toleraste tan desapiadados golpes, que
penetrando tus inocentes carnes te sacaron tanta sangre, que como arroyos se vertía
por el suelo.
¡Sangre divina, que corre matizada con las infinitas virtudes
de mi Salvador, humildad, paciencia y caridad! ¿Y es posible que un Dios de soberana
majestad derrame sangre tan preciosa por una criatura tan vil como yo? ¿Y qué
tan á costa tuya, Jesús mío, busques mi remedio, haciendo de tu sangre medicina
para mi pecado? Bendita sea tu bondad sin medida. ¿Cómo te amaré de todo mi corazón,
y como imitaré tus gloriosas virtudes? Solo por tu gracia seré capaz de corresponder
agradecido: no me la neguéis, Salvador mío. Amen.
QUINTO DIA
Jesús
destrozado por la ferocidad de brutales verdugos, en la columna
Verdugos alternan
su furia y su saña:
de mostrar amor
Jesús no se cansa.
Considera, alma mía, cual quedaría el inocente cuerpo del
Salvador, descargando sobre él furiosos repetidos golpes la ferocidad de implacables
verdugos. Estos eran crueles por naturaleza: Pilatos les había mandado el mayor
rigor: el demonio desencadenado en esta hora, que era del
poder de las tinieblas,
los atizaba por si conseguía mover a Cristo á la impaciencia;
y los príncipes de los sacerdotes y judíos, ingratos también, les pondrían fuego,
para hacer terrible el infame suplicio. Pondera que estos verdugos se remudaban
hasta cansarse. ¿Qué sentiría el amante Redentor de los hombres en tormento tan
sangriento y porfiado?
ORACION
Pacientísimo Jesús, que con infinita liberalidad quisiste
con tu sangre pagar la pena que merecieron mis culpas, ofreciendo tu cuerpo a
la infernal furia de inhumanos sayones, quienes con crueldad sin ejemplo se
remudaban para golpearte por todas partes, sin perdonar brazos ni hombros, y
todo el pecho, hasta descubrirte los huesos: gracias te doy, y convido a los
ángeles y hombres
que te alaben por tan amorosa dignación. ¿No bastaba,
Redentor adorado, una lágrima sola tuya para remediar mi miseria? ¿Pues cómo te
has abandonado a la furia de tantos insolentes verdugos, comparables, como está
escrito, a perros, toros, unicornios, y brutos feroces? Bien conozco, Jesús mío,
que tu amor por mi alma no quedaba con menos satisfecho. Hazme agradecido, ámate
yo como tú me amas, triunfe yo por tus llagas dé mis pasiones, que son verdugos
que se
conjuran contra mí, y persevere, aun á costa de mi
sangre, en tu gracia. Amen.
SEXTO DIA
La
multitud de azotes que Jesús recibe atado a la columna
Multitud de azotes
en Jesús descargan,
cuantas repetimos
culpas que lo ultrajan
Considera, alma mía, que el número dé crueles azotes que
el misericordiosísimo Salvador recibió para nuestro remedio, fué verdaderamente
espantoso: muchos dicen que fueron más de cinco mil, y es de creer de la rabia
brutal de sus enemigos; pues en nada se guardaba con este hombre de dolores,
humanidad ni compasión. Pondera ¡cómo se abrirían en su purísima carne
adorable, heridas sobre heridas! ¿Y tú no harás alguna penitencia, haciendo tu
Dios y Redentor Jesús tanta por tus pecados?
ORACION
Misericordiosísimo Salvador de los pecadores, solo la
inmensa multitud de tus misericordias, y aquel tu amor infinito, que donde
abundó el delito quiso sobreabundara la gracia, pudo sufrir tal multitud de
azotes: gracias te doy por haber tan abundantemente hecho penitencia por mis
gravísimas culpas, y por la invencible paciencia que tuviste para sufrir el prolongado
martirio, especialmente por la voluntad que manifiestas en recibir más y más
crueles azotes si fuera menester para nuestro remedio. ¡Oh voluntad adorada de
mi dulce Redentor! ¡Como sedienta de padecer por los hombres, nunca dijiste
basta, hasta que la rabia de tus enemigos quedó harta, y la justicia de Dios
satisfecha! Concédeme, por tu gracia, grande aborrecimiento de mis pecados, y
deseo de castigarlos yo mismo con penitencias, para lograr de este modo el
tesoro precioso de tu sangre. Amen.
SÉPTIMO DIA.
La
enormidad de nuestros pecados hace atroz el tormento de Jesús en la columna
Pecados atroces
que el mundo cargaba,
sobre sí Jesús
pone en sus espaldas
Considera, alma mía, que el rigor del castigo que sobre
sí recibió Jesucristo, fué correspondiente a la gravedad y multitud de nuestros
pecados, que siendo innumerables y enormísimos, así los azotes con que se
pagaban habían de ser sin número y cruelísimos: y corno todo el cuerpo místico
de su pueblo estaba llagado de pies a cabeza, y desde el mayor hasta el menor
con llagas de pecados, así su cuerpo adorable desde la planta del pie hasta la
coronilla de la cabeza no tuvo parte sana. Pondera en particular, ¡como tus
culpas se ensangrentarían, destrozando a tu Redentor, siendo tantas, y tan
abominables!
ORACION
Jesús mío afligidísimo y médico soberano de los pecadores
miserables: ¡Óh quien tuviera luz del cielo para contemplar la figura lastimosa
que tenías en esa columna! ¡Quien tuviera caridad tan encendida, que bastara a transformarme
en esa figura, por la fuerza de la compasión! ¡Oh el más hermoso de los hijos
de los hombres! ¿Quién te ha quitado la belleza y hermosura que tenías? ¡Oh
resplandor de la gloria del Padre! ¿quién ha obscurecido el resplandor de tu
rostro? ¡Oh varón sobre todos los varones deseado, y esperado de todas las
gentes! ¿quién te ha convertido en varón de dolores, y hecho abominación de todas
ellas? Mis pecados, y los del mundo entero han sido la causa, y te pusieron
como leproso, siendo tú la salud de los leprosos. Gracias te doy por esta dignación,
y te suplico presentes el clamor de tu sangre al Padre Eterno, no pidiendo venganza
como la de Abel, sino misericordia y perdón; y pues no puede dejar de ser oído este
clamor, tengo confianza he de ser perdonado de todas mis culpas. Amen.
OCTAVO DIA
Jesús, por tener un cuerpo perfectísimo,
sintió más vivamente los azotes en la columna
Cuanto es más perfecta
su carne adorada,
son tanto a Jesús
sensibles sus llagas
Considera, alma mía, que siendo el cuerpo de nuestro
Señor Jesucristo obra la más perfecta que salió de las manos de Dios, era tierno,
delicado y muy sensible; y estando por otra parte, muy quebrantado con el sudor
de sangre que precedió, y con el trabajo de la noche y de aquel día, sin duda fué
inefable el martirio del afrentoso suplicio. Pondera ¡cuales serían sus
dolores, cual la acerbidad de esta pena! Oye sus gemidos con que te dice: pues yo,
siendo inocente y delicado, someto mi cuerpo a la más dura penitencia, dame tu
sangre vil para mi servicio,
y por resistir al pecado.
ORACION
Perfectísimo Jesús, mi Señor y mi Dios, que, concebido
por obra del Espíritu Santo en el vientre purísimo de la Virgen más casta, tomaste
un cuerpo el más sensible y la carne más delicada: gracias te doy por haber querido
con esto sentir con más viveza la crueldad de tantos sangrientos azotes,
enseñándome a despreciar mi carne, entregarla con un aborrecimiento santo a la
mortificación,
y castigar en mí con justa penitencia las culpas que
cometí infeliz, y tú no tienes.
Sobre tus espaldas, oh divino Redentor, hemos fabricado
los pecadores, arándolas, como a una tierra dócil y delicada; pues como el
arado penetra la tierra y la surca toda, así los azotes surcaron tu santísima
carne. ¡Oh tierra virginal y blanda! ninguna necesidad tenías de ser arada, si
la compasión que tenías de la dureza de mi corazón no te moviera a ello.
Penetraste, Dios mío, con el arado de la compunción, para que sienta mi carne
los dolores que penetraron la tuya, y pueda de esta manera servirle y agradarte
hasta mi muerte. Amen.
ULTIMO DIA
Jesús caído en tierra al desatarlo de la
Columna
Al fin del castigo
á Jesús desatan,
y de la columna
caído, se desangra
Considera, alma mía, como acabada aquel1a justicia tan
injusta y desapiadada, cansada de azotar la rabia de los judíos, por mano de
inhumanos verdugos, desataron a Cristo nuestro Señor, el cual como quedó molido
con los golpes, y enflaquecido con la mucha sangre que había vertido por las
llagas, es de creer que caería en tierra, bañándose en el lago de su propia
sangre. ¡Quien no se compadecerá de sus dolores? Pondera ¡como arrastrándose
andaría su majestad,
tentando por el suelo, en busca de sus vestiduras para
cubrir su cuerpo llagado!
ORACION
Amabilísimo Jesús, amante esposo de las almas, que, escogido
entre millares, mas herido de nuestro amor que de tantos atroces azotes, caes en
tierra desfallecido: gracias te doy por la angustia que padeces revolcándote en
tu propia sangre al pie de la columna, por librarme a mí de la angustia y pena
eterna. ¡Oh Rey del cielo, que ayudáis a todas las criaturas en sus obras, porque
sin vos no pueden hacer cosa alguna! ¿Cómo no tenéis quien os ayude en tanta
Necesidad? ¡Oh vestiduras sagradas, que sanasteis el flujo de sangre de la mujer
que tocó en vuestro ruedo, y dabais salud a cuantos enfermos os tocaban! sanad
las llagas de mi Salvador, y detened la corriente de su sangre, para que pueda
padecer hasta dar fin a nuestra redención. Haz, Jesús mío benignísimo, que
todos nos aprovechemos de ella, que tu sangre nos lave, tu gracia nos vista, y
que no desfallezcamos hasta que habiendo padecido contigo seamos contigo glorificados
en el cielo. Amen.
RESUMEN DE LA NOVENA
que podrá cantarse, repitiendo a cada
estancia la primera con que comienza. A Jesús herido, que sangre derrama adoren
las almas
1. Azotes,
Pilatos
por sentencia manda
le den; y Jesús
por nosotros paga.
de la vil canalla,
Jesús a este precia
nos viste de gracia.
3. Con recios
cordeles
lo aprisionan y atan:
amor a Jesús
mas fuerte lo afianza.
4. Con
garfios, espinos
y cadenas, rasgan
cruelmente a Jesús
su carne sagrada.
5. Verdugos
alternan
su furia y su saña;
de mostrar amor
Jesús no se cansa.
6. Multitud de
azotes
en Jesús descargan,
cuantas repetimos
culpas que lo ultrajan.
7. Pecados
atroces
que el mundo cargaba,
sobre sí Jesús
pone en sus espaldas.
8. Cuanto es
más perfecta
su carne adorada,
son tanto a Jesús
sensibles sus llagas.
9. Al fin del
castigo
á Jesús desatan,
y de la columna
caído, se desangra.
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