NOVENA A LA PRECIOSA SANGRE DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Dispuesta por un devoto deseoso de sus cultos
1867
ACTO DE CONTRICION
Señor mío Jesucristo Dios y hombre verdadero, rico en misericordias
y piedades, que para darnos la más realzada prueba de tu ardiente caridad, é
infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable licor de tu
Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de haber expirado en la cruz
para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la poca que
había queda do en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos los
hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús
mío! ¿qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto
amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa
ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso mi Dios delante del
cielo, y de la tierra. Ingratamente te he agraviado. Te he ofendido con el continuo
quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí y de
todo pecador es, que se convierta a tí y viva eternamente, heme aquí arrepentido
de lo íntimo de mi corazón. Pésame mi Jesús de haberte ofendido. Quisiera morir
a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname mi Jesús que yo te doy palabra
de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia) muy otro de lo que hasta
aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro
de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar el perdón de
tantas ofensas. Misericordia Señor, ten misericordia de mí por tu Preciosísima
Sangre. Amen.
ORACION AL ETERNO
PADRE
¡O Padre Eterno y Dios de todos los consuelos! Atended
benigno, y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía la
derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo; vertida toda en beneficio de sus
hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y
satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus culpas y pecados, que
tanto irritan vuestra divina Justicia, y por respeto suyo perdonadnos
misericordiosísimo Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales
bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros
y serviros en todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por s u
Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si es conforme á
vuestro divino beneplácito; y si no lo es conformad nuestra voluntad con la
vuestra, para que agradándoos en todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos
fielmente hasta la muerte y después de ella os gocemos en la Gloria por los
siglos de los siglos. Amen.
DIA PRIMERO
MEDITACION
Contempla alma mía, como viendo tu amorosísimo Jesús al
mundo tan pobre de celestiales tesoros, deseó con indecibles ansias su socorro,
y enriquecerlo con abundancia; y sabiendo mui bien que estos mismos ricos
tesoros los tenía dentro de sí, y en sus propias venas, deseaba mucho la hora
de comunicarlos; y el excesivo amor que a los hombres tenia, le tenían violento
hasta enriquecerlos con ellos, y derramarlos para su bien: por que como el amor
es impaciente no se puede contener ni sabe disimular sus llamas, ni retardar su
actividad, y mientras ve cumplidos sus deseos un punto de dilación se le hacen
mil arios; por eso con el amoroso fuego que ardía en su pecho divino hacia sus
amados (aunque muy ingratos) los hombres, a los ocho días de su nacimiento,
vierte y derrama su Preciosísima Sangre como primicias o señal que les dio de
que en su edad crecida, la derramaría con abundancia por su amor. Atiende alma
la priesa que tu Jesús se da a derramar su Sangre en tan tierna edad, y dile
llena de humanidad y agradecimiento: Señor y Dios mío, ¿para qué tanta priesa?
por qué tan presto derramáis esa vuestra Sangre? ¿Por qué no esperáis á que hay
a mas copia y más vigor en el cuerpo para derramarla? Y haz cuenta que te dice
su amor: "Alma, mi amor no consiente esperas. El fuego del amor no sufre
tardanzas: mi caridad aborrece dilaciones. Desde que tuve Sangre en la Encarnación
y me uní a la naturaleza humana, estuvo hirviendo en mis venas con las llamas
de mi caridad y amor, y está buscando ocasión para salir, y así para desahogar,
y refrigerar esta llama vierto desde ahora ésta poca en testimonio y señal, que
toda la lie de derramar por tu amor. Aprende a amar, alma mía, y a deshacerte
toda en amor de quien tanto te ama."
Se
rezan tres credos con Gloria.
ORACION
Oh Jesús Dulcísimo de mi corazón! que no pudiendo sufrir
tu grande amor, y encendida caridad para con los hombres, mas esperas ni
dilaciones en manifestarla a los mismos hombres, quisiste derramar tu Preciosísima
Sangre tan de antemano, que apenas contabas solos ocho dias de nacido cuando
comenzaste á verterla en prueba y señal de que la derramarías toda con abundancia,
hasta no dejar gota de ella en tu cuerpo en llegando el tiempo decretado por tu
Eterno Padre: te damos humildes, y repetidas gracias por la excesiva caridad
con que nos amas, aun con el claro conocimiento de nuestra torpe ingratitud, y
vil correspondencia. Lávanos pues, Jesús mío, con tu Preciosísima Sangre y
enciende en nuestros helados corazones la dulce llama de tu amor, para emplear
todos los instantes de nuestra vida solo en amarte, y servirte con la pronta
observancia de tu divina leí, y crucifícanos con tu temor santo, para que,
acabando la carrera de nuestra vida en gracia, pasemos a gozar el fruto de tu
derramada Sangre a la gloria por todos los siglos de los siglos. Amen.
ORACION A MARIA
SANTISIMA
¡Oh Purísima Virgen María dignísima Madre de mi Señor
Jesucristo! dígnate Señora mía de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima
Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que
derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el
pecado tenía cerradas; y alcánzanos de su majestad amor a la virtud, y
aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino
beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fé católica; la destrucción
de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los
cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los
cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la
perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este
infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra
mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos
de los siglos. Amén.
SEGUNDO DIA
MEDITACION
Atiende, alma mía, que el inflamado deseo que tenía tu amorosísimo
Jesús de remediar pecadores, sacarlos de sus miserias, y enriquecerlos de los
celestiales tesoros de su Preciosísima Sangre, le traía fatigado toda su vida,
y no le dejaba reposar ni de día ni de noche, tanto que vino a decir por San
Lucas al capítulo 12. estas palabras: Heme de dar un baño en mi propia Sangre,
y con ella tengo de hacer un repartimiento, y derramamiento de mis tesoros.
¡Ahí y que afligido me veo hasta que lo vea cumplido-, que grandes congojas
siento, hasta ver salir mi Sangre á borbollones, darla, y derramarla toda por
los hombres.! En efecto, llegado que fue el deseado tiempo, no se contentó con
derramarla poco a poco; antes quiso que fuese abierto todo su sagrado cuerpo
para derramarla con abundancia. Acércate, pues, con la consideración al Huerto,
y mira como habiendo su Majestad renunciado enteramente todas las consolaciones
divinas y humanas, que pudieran redundar en sus sentidos, así interiores, como
exteriores, por una parte se le representaba la voluntad eterna de su Padre
para morir por los hombres: por otra tenía una mui viva representación de los
dolores, y penas que había de padecer, las afrentas de la cruz la ingratitud de
los hombres: por otra la perdición de tantas almas aun con una redención tan
superabundante, que por su querer no habían de aprovecharse de ella. La humanidad
rehusaba naturalmente el amargo cáliz: el espíritu pronto, y animoso se
abrazaba con todas sus amarguras, y con la fuerza del conflicto entre los dos
apetitos, superior e inferior, que (como suele decirse) luchaban a brazo
partido. Vino por último a reventar la Sagrada Sangre sudándola abundantemente
por todos los poros de su cuerpo santísimo, hasta bañarse con ella; y no solo
esto; sino que abundó tanto este derramamiento de Sangre, que corrió hasta
empapar la tierra: y volviéndose su Majestad a ella le dice (según sientan
varios contemplativos) aquellas palabras de Job al cap. 16: ¡O tierra! no
encubras, ni ahogues mi Sangre, ni haya en tí lugar donde se sepulten mis
clamores, y vengan a echarlos en olvido los hijos de Adán. Estas voces iremos
ponderando en el discurso de la Novena. Y por ahora resuélvete o alma mía, a no
olvidar jamás esta derramada Sangre que por tu amor se vertió.
ORACION
¡O Jesús Dulcísimo de mi corazón! triste, y angustiado
dueño de mi alma: en qué términos tan amargos, y en que desconsuelos tan
indecibles te ha puesto el amor que me tienes, y el deseo de redimirme y
enriquecerme con el inestimable tesoro de tu Preciosísima Sangre, pues parece
no pudo llegar a más la congoja y agonía de tu afligida alma, ¡que hacerte
sudar por todos los poros de tu sacrosanto cuerpo arroyos de Sangre! Otras
congojas cuando mucho suelen ser causa de sudor de agua; más la vuestra, oh
atormentado Jesús mío! fue tan crecida, que destempló todo tu Cuerpo, y tanto
demudó la naturaleza que te hizo sudar copiosísima Sangre, hasta regar con ella
la tierra. Lávame,, dueño mío, con este saludable baño, y no permitas que se
pierda en mí tanta Sangre derramada: antes sí, fijando continuamente en mi
corazón, y memoria este inestimable precio que te costó mí pobrecita alma, sepa
apreciarla como merece ser apreciada, como comprada nada menos que con la
Sangre de un Dios hombre, para que este conocimiento me compela, y obligue a
hacer obras dignas del nombre de cristiano, con que consiga la gracia, y una
muerte feliz para pasar a gozarte en tu eterna gloria, por los siglos de los
siglos. Amen.
DIA TERCERO
MEDITACION
Vuelve oh alma mía, a aquel misterioso huerto, teatro
memorable de las agonías y congojas de tu atribulado Jesús, y considera cuan
excesiva, y terrible sería la angustia, y congoja de aquel deífico corazon,
pues con tal fuerza le hizo hervir la Sangre, que le llegó a brotar por todos
los poros de su santo cuerpo, y tan copiosamente que corría hilo á hilo, hasta
la tierra. dime alma: ¿pueden darse mayores pruebas que éstas de congoja, y
agonía? ¿ha habido hombre jamás a quien ha ya sucedido cosa semejante, sin
haber perdido la vida? En el entretanto que tú las consideras, medita como
viendo tu amante Jesús la tierra empapada y humedecida con aquella Sangre
preciosísima se vuelve a la misma tierra, y le dice las palabras del Santo Job
arriba citadas: ¡O tierra, y que dichosa eres; una vez te maldije por el pecado
del hombre con lo que quedaste estéril, y disté fruto de abrojos! Pero ya has
quedado llena de bendiciones, después que con mi Sangre te regué, después que
con, mi rostro, espejo de mi Eterno Padre y rayo de su resplandor, te di la paz
que prometían a los hombres los Ángeles en mi nacimiento; pues ahora te ruego,
tierra mía, que no encubras ni ahogues mi Sangre, ni haya en tí lugar donde se
sepulten mis clamores, para que el hombre oiga sus voces, y le conste enteramente
que la derramé por él, y le dejo en ella un riquísimo tesoro con que pague
todas sus deudas por muchas que ellas sean, y se liberte de la tiranía en que
vive. No la cubras que servirá de saludable baño para que mis amados los
hombres limpien sus almas, y saquen de ellas las manchas de sus culpas, para
que con ella tifian sus obras todas, y te digan el fino color y valor de
meritorias, y alcancen por ellas el resplandor de la gloria. No la cubras para
que sepan que hallaran en ella todos los bienes juntos, y que si saben y
quieren aprovecharse de su virtud, de tierra (que son) vendrán a parecer cielo.
Medita todo esto alma mía con mucho espacio, y ternura, y aprovéchate de este
rico tesoro.
ORACION
¡O liberalísimo y amorosísimo Jesús de mi vida! que pródigo
de tus finezas has querido darme la mas irrefragable prueba de t u amor,
derramando en el huerto tu preciosísima Sangre en tanta abundancia, que corrió
sobre la tierra, manifestando el deseo que tienes de que ésta no la encubra o
esconda; sino que teniéndola siempre patente y manifiesta, acabamos s de conocer
los in - gratos hombres el inestimable tesoro que en ella tenemos, y nos
aprovechemos de tan saludable medicina para la curación perfecta de nuestras
almas enfermas con las culpas: haz, Señor, que cooperando nosotros de nuestra
parte, logremos tan celestiales efectos; y que meditando continuamente en tan
amarguísima Pasión, ésta memoria nos traiga siempre compungidos y contritos de
haber sido causa con nuestras culpas de tus penas, para que aprovechándonos de
tu derramada Sangre, produzcan nuestras almas obras de tu sacratísimo agrado;
para que cumpliendo exactamente con los preceptos de tu acertada y santa ley,
acabemos la vida en tu gracia, para gozarte en tu gloria. Amen.
DIA CUARTO
MEDITACION
Vamos ó alma mía acertándonos al patio de Pilato á
considerar el más lastimoso y tierno espectáculo, que jamás han visto los
siglos: mira á tu atormentado Jesús desnudo su sacratísimo cuerpo y amarrado
fuertemente con sogas y cordeles, á una columna de aquel edificio; y que
rodeado de seis feroces, robustos é inhumanos verdugos, le amenaza cada uno con
los crueles instrumentos con que intentan azotarle; y comenzando los dos
primeros con una varas cuajadas de espinas, siguen los segundos, y acaban los
terceros, descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo, más de cinco
mil azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas á la
fuerza de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último cubierto
de Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza á los pies, sino
también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino cuerpo; pues con ella
quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como dichas
por el mismo Señor á la tierra cubierta con su Sangre: O tierra que quedaste
llena de bendiciones después que los frutos que has producido me han tocado, y
servido de instrumentos en mi Pasión: tus sogas me ataron: de las pieles de tus
animales hicieron látigos, que me despedazaron á puros azotes: por tanto te
ruego ahora que no encubras, ni ahogues mi Sangre para que beban las almas de
este manantial con el que a - pagues los incendios carnales, las llamas de la
cólera, y todos los ardores, y desordenados incendios de las pasiones amotinadas
contra ellas. No la encierres para que dé voces á los hombres, y les asegure
que si arrepentidos m e buscan, los admitiré á mi reconciliación; y si me
amaren, á mi amistad, á mis favores y regalos. No la escondas para que siempre
les esté diciendo, q u e me hace grande injuria el que desconfía de mi
misericordia, de la verdad de mis promesas, de la caridad con que les amo, del
poder con que los redimo, y de los merecimientos de mi Pasión y muerte que tan
liberal les doy. Aliéntate, alma, con tan celestiales promesas, y correspóndelas
con un incesante amor a tan dulce Amante.
ORACION
¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de mi vida! ¿Qué
exceso de amor es este que así te hace derramar tu Sacratísima Sangre con tanta
abundancia hasta regar la tierra? ¿Pero qué pregunto? ¡o corazón mío
ingratísimo sobre manera! ¿cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no te
ablanda? como el calor de tanto fuego no te enciende? ¿cómo no hierve viendo
hervir por tu amor la Sangre de Jesús? ¿cómo vives viéndole atado en aquel
helado mármol, y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡o dolor! ¡o
ingratitud! báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente y encendida Sangre; baña
mi corazón helado y frío, para que todo hierva y arda en amor tuvo, y viva
solamente para tí supuesto que tanto me amas, que derramas toda tu Sangre por
mí, y deseoso de verme todo abrasado en amorosas llamas de tu amor; por tanto,
mi Jesús, dígnate de derramar esta tu preciosísima Sangre sobre este mi
corazón: caiga siquiera una pequeña gota en él, para que le abrase en tu amor, y
en lo de adelante viva una vida toda empleada en amarte, para merecer después
de ella, una eternidad de gozarte en tu gloria. Amen.
DIA QUINTO
MEDITACION
Sigue ¡Óh alma mía! contemplando atentamente la horrible
carnicería que en el destrozado cuerpo de tu amante Padre Jesucristo ejecutó la
crueldad de aquellos inhumanos verdugos, y mira como estando ya su Majestad
casi en términos de morir, y con repetidos parasismos de tal manera
despedazado, que ya no había carne que azotar, sino solos huesos descarnados, y
como reveló nuestra Señora á Santa Brígida: «Como mi Hijo estuviese todo
cubierto de «su sangre, y todo su cuerpo tan ras- «gado, que y a de los pies á
la cabeza «no había parte sana en donde pudiesen azotarle, entonces uno de los
que «estaban allí viendo que le mataban, asustado y temeroso del mal que les podía
venir á los verdugos si le quitaban la vida antes de la sentencia, corrió y
preguntóles, que ¿cómo sin estar «sentenciado á muerte le quitaban la «vida? Y
sin aguardar respuesta sacó «un cuchillo, y cortó las sogas." Hasta aquí
nuestra Señora y Santa Brígida; y ahora alma mia, tú que lo estas considera
casi ahogado en aquel lago que de su preciosísima Sangre se había hecho sobre
la tierra, y haz cuenta que le oyes decirle a la misma tierra las palabras de
Job, que ya hemos meditado: ¡o tierra depósito de mi derramada Sangre! no la
escondas ni encubras para que viéndola los hombres toda vertida y derramada por
sus pecados, se azore y amedrente el espíritu, y conciba un grande furor contra
estos mismos pecados, los aborrezca, les haga guerra, y antes den la vida los
hombres, y mil vidas que tuvieran, que volverme a ofender, atendiendo al
encendido amor con que por ellos derramo mi Sangre. No la ocultes para que
avise al hombre que le tengo que pedir rigurosa cuenta de ella, y de que vive
de la misma manera, y con el mismo descuido, después que a tanta costa fue lavado
con mi Sangre, como si no lo hubiera sido. Le diga que se enmiende y no
multiplique pecados, para que pida perdón, y no castigo: misericordia, y no
justicia. Repasa bien alma mía estos puntos y aprovéchate de tan celestial
doctrina.
ORACION
¡O Jesús amabilísimo de mi vida! ¡o maltratado y
despedazado dueño de mi corazón! ¿cómo no se me rasga éste en menudos pedazos
al verte caído, y casi ahogado en este lago de tu preciosísima derramada Sangre?
¿cómo tengo alientos para meditar estos tiernísimos pasos, sin derramar
abundantes lágrimas? ¿Qué haré yo, Jesús mío, para alcanzar este don de
lágrimas, con que deseo llorar tu amarga Pasión? Pero ya sé lo que he de hacer,
acogerme á esta misma Sangre preciosísima. Aquí me quiero estar al pie de esta
columna en que por mí sufriste tanta multitud de cruelísimos azotes. Dame
licencia, Señor, para estarme aquí, que según es tu benignidad y amor, espero
no me la negarás, ni te desdeñarás de que los arroyos de tu preciosísima Sangre
caigan sobre mí, pues los derramas con tanta abundancia y liberalidad para
lavar y sanar pecadores. Caiga, Señor, caiga sobre mí este licor preciosísimo
con que he de quedar tan limpio y tan hermoso. Sí, mi Jesús, lávame y purifícame
cotí tu preciosísima Sangre, de todas las manchas que en mi alma han ocasionado
la multitud y malicia de mis pecados, para que limpio de todas ellas, alabe,
ame y sirva con un corazón contrito, limpio y humillado, á un Señor que me amó
tanto, que no dudó derramar su Sangre y perder su vida por mí; para que viviendo
y muriendo en tu santísima gracia, merezca tu eterna gloria, en donde te goce y
alabe por todos los siglos de los siglos. Amen.
DIA SEXTO
MEDITACION
Contempla, alma mía, como pasada aquella cruel carnicería
de los desapiadados azotes, con que atormentaron á tu dulcísimo Jesús, le
previenen otro cruelísimo martirio que fue el de la coronación de espinas, y
para esto considera que formaron la corona de juncos marinos, sobre manera
gruesos, haciéndola en forma de casquete, dejándola maliciosamente estrecha, de
modo que entrara en la divina cabeza sumamente forzada para causarle mayor
dolor y tormento: en efecto; acabada que fue la inhumana corona la trajeron, y
con mucha irrisión v mofa, hincándole la rodilla, por burla, y tratándole como
á fatuo, se la ponen sobre su sagrada cabeza; y luego cogiendo unas horquillas
de palo, la fueron encajando á fuerza de golpes, con tal fiereza, que le
pasaron las espinas el cráneo hasta llegar á sus divinos ojos, comenzando á
derramar arroyos de Sangre por los cabe y todo el soberano rostro entran los
ojos y boca santísima, en tanta abundancia, que quedó (según Santa Brígida) la
divina cabeza como si la hubieran metido en una tina de sangre. Medita ahora,
alma, que atendiendo tu maltratado Jesús á su preciosísima Sangre derramada por
la tierra, le oyes seguir hablando con ella, con las palabras de Job arriba
citadas: O tierra, ya santificada con mi Sangre, no la encubras ni la tapes,
porque ya que el hombre no haga servicios, ni obras que puedan llegar delante
de mi Padre Eterno, ni en que pueda estribar su confianza, quedando esta mi
Sangre descubierta y patente, confié en ella, y se la presente á mi Padre; pues
basta para satisfacerle cuantas veces le ofendiere, si arrepentido se vale de
ella. No sepultes ni ahogues sus súplicas, para que si las voces del hombre fue
en tibias, y no merecieren que mi Padre las oiga, alcance por esta mi derramada
Sangre y méritos, lo que por sus obras desmerece. Con estos sentimientos santos
anímate, alma mía, ya cógete llena de confianza á esta preciosísima Sangre,
presentándosela al Padre Eterno para alcanzar perdón de tus culpas.
ORACION
¡Oh atormentado y afligido Jesús de mi vida! Que no contento
con haber sufrido el inhumano tormento de los azotes, derramando en aquella
helada columna arroyos de tu preciosísima Sangre, quisiste sufrir el
inexplicable martirio de ser coronado de agudas y penetrantes espinas, con las
que te atravesaron tu divina cabeza, pasando sus agudas puntas hasta lastimar
los hermosos luceros de tus ojos, y corriendo por todo tu venerable rostro
tanta abundancia de Sangre que corrió por todo tu cuello y cuerpo santísimo,
todo á fin de manifestarme lo excesivo de tu amor, y ardiente de tu caridad, y
el deseo que tienes de mi salvación: haz pues, Jesús de mi vida, que conociendo
el inmenso beneficio que tan liberal me haces con este abundantísimo riego de
tu sagrada Sangre, sepa aprovecharme de ella para poner los proporcionados
medios para asegurar mi salvación; y no permitas que con la reincidencia y
repetición de mis culpas, me haga indigno de los celestiales tesoros que con
ella pretendes darme, sino que preciándola y venerándola como es debido,
fructifique en mi alma obras heroicas y propias de un cristiano, esto es, de un
discípulo de Cristo, para que con ellas unidas a esta tu derramada Sangre,
merezca en esta vida la gracia final, para alabarte y gozarte en la eterna
gloria, por los siglos de los siglos. Amen.
DIA SEPTIMO
MEDITACION
Acércate ya. alma mía, al monte Calvario, y atiende con
los ojos de la consideración á tu atormentado Jesús (si todavía tienes aliento
para mirarle padecer) como después de haber llegado con suma fatiga á la cumbre
de aquel monte; después de haberle desnudado con indecible crueldad, no solo de
sus vestiduras, sino de su propia piel por estar ya pegada y casi unida con la
túnica interior: en fin, después de haberle hecho tender el duro y tosco madero
para abrir los barrenos, dejándolos maliciosamente cortos para más
atormentarle, comienzan aquellos feroces verdugos el más inhumano tormento que
se había visto, le mandan con imperio que se tienda en la cruz, y tomando un
ministro la mano derecha del Señor, la acomodó en el barreno, y otro tomó un
largo y grueso clavo, y poniéndoselo en la palma de aquella mano divina,
comienza a descargar muchos y repetidos golpes con un pesado martillo, hasta
traspasar la mano y clavar el clavo en la tierra; y queriendo clavar la otra
sacrosanta mano, mirando que no alcanzaba al barreno, por haber quedado (como
ya dijimos) maliciosamente corto para mas atormentarle, le amarran fuertemente
con un cordel la mano que ya estaba clavada par a mas asegurarla, y con otro
cordel le estiran fuertemente la mano santísima que habían de clavar, haciendo
hincapié en el mismo sacratísimo cuerpo, y estirando con tal fuerza, que le
desencajaron todos los huesos de aquel sagrado pecho, hasta hacer llegar la
mano al barreno de la cruz, y clavándola con la misma fiereza que la otra,
comienza a derramar de ambas manos copiosos arroyos de Sangre, en tanta
abundancia, que no solo tenía con ellos los vestidos y manos de los verdugos y
la cruz, sino que corría hasta la tierra. Atiende como volviéndose a ella,
lleno de los más vivos sentimientos le sigue hablando con las palabras de Job
arriba citadas, O dichosa tierra regada ya con mi Sangre, no la escondas ni
encubras, porque esté siempre patente a los ojos de mi Eterno Padre, y vea, que
si está mui ofendido de los hombres, también está mui bien pagado por aquellos
que quisieron aprovecharse de ella, y aplacándose en sus justas iras, se
incline a hacer misericordias a mis amados (aunque ingratísimo hermanos) los
hombres. Llénate de aliento, alma mía; con este rico tesoro, que ya tienes con
que satisfacer a la divina Justicia la deuda de tus culpas, y ama sin cesar a
quien tanto te ama.
ORACION
¡O amantísimo y crucificado Jesús de mi vida! es posible
dueño de mi corazón que estas divinas manos que fabricaron los cielos, se han
de ver traspasadas y rotas por la más vil criatura, como soy yo? ¿es posible
que haya en mi ingrato corazón, ánimo y valor para meditar estas finezas, y no
se me rompa en menudos pedazos de dolor al ver por los suelos derramada tu
preciosísima Sangre? ó Sangre de mi Dios! ¡ó licor de misericordia! ya que el
mundo te desprecia tanto, y yo ingrato tantas veces lo he ejecutado, vente
ahora á mí. que ya arrepentido te busco y te deseo recoger; ven, te recogeré y
abrazaré dentro de mi corazón. Adorote, preciosísima Sangre, vida de mi alma:
adorote, riqueza de los cielos y de la tierra. En tí deseo bañarme, por tí
deseo derramar la mía por no ofenderte más, mi dulce Jesús, por amarte de todo
mi corazón. ¡O quien nunca te hubiera despreciado por dar gusto á mis apetitos!
salgan, salgan fuera de mí todos tus enemigos, que son mis culpas y vicios, por
medio de tu preciosísima Sangre, para que tú solo tomes posesión de este mi
corazón que ansioso me pides, y yo quiero darte: y pues tu amor te obligó á
darme toda tu Sangre, y con ella tu vida, tu divinidad, y todos tus infinitos
méritos; este mismo amor, y tu misericordia te obliguen, Señor, a que esta
misma Sangre me renueve todo, todo me limpie, todo me purifique, todo me posea,
todo me abrase, y todo yo quede consumido en tu amor desde ahora, y para
siempre, en esta vida, y en la otra que espero gozarte por los siglos de los
siglos, Amen.
DIA OCTAVO
MEDITACION
¡Oh alma mía, no te canses de meditar penas y tormentos,
supuesto que tu amante Jesús no se causa de sufrirlos por tu amor! Considera,
pues, como con la crucifixión de las manos, se encogió naturalmente todo el
sagrado cuerpo, así por el dolor vehemente que padeció, como por la contracción
de nervios y arterias que sufrió, y con esto no alcanzaban ni con mucha distancia
los sagrados pies al barreno de la cruz; pero instigados de los demonios
aquellos inhumanos verdugos, practicaron la misma impía diligencia, que habían
hecho en las manos, atando éstas fuertemente con cordeles y sogas, y amarrando
los sagrados pies con una eslabonada cadena estiraron todos, y con tanta
fuerza, que le descoyuntaron cuadriles, cintura, y en fin, todos los huesos de
aquella fábrica divina sin quedar en ella hueso con hueso, y con esto llegaron
al barreno los pies, y para que el clavo resbalase por ser partes nerviosas (como
premedita S. Buenaventura) se los barrenaron antes, y tomando un mucho más
largo y grueso clavo, que los otros, lo comenzaron;! clavar con furiosos y
repetidos golpes del pesado martillo; y al mismo tiesas se desataron en arroyos
de Sangre que derramándose por todo aquel ámbito, regaban la tierra y la
pisaban los inhumanos verdugos. Y tú, alma, que estas meditando esto, haz
cuenta que ves abrirá tu Jesús sus sacrosantos labios, y que hablando con la
misma tierra., le repite las palabras de Job, ya citadas: O tierra dichosísima
(aunque antes maldita,) por verte fertilizada con ablandante riego de mi
Sangre, no la escondas, no la cubras para que vea el ignore su abundancia, que
le doy toda la de mis venas, pues la derramé con la franqueza que se derrama el
agua; y vea lo que me debe, y la obligación que tiene á servirme y amarme con
todo su corazón, y sin escasez de efecto, aunque sea á costa de su vida y de su
sangre. Dile que sí, alma mía, que en lo de adelante emplearás todo tu amor en
amarle y servirle, y en venerar su sacratísima derramada Sangre.
ORACION
¡O Jesús de mi vida tan cruelmente atormentado por mi
amor! ¿Qué haré yo, Señor, en obsequio vuestro, y en señal de gratitud a tanto
amor? Pero ¿qué he de hacer, pobre de mí, si nada tengo que ofreceros? Mas ya
vos. Jesús mío, me dais con abundancia lo mismo que os he de ofrecer; tan
misericordioso sois como todo esto, pues mirándome en tanta miseria queréis
enriquecerme con el rico tesoro de vuestras venas, que es vuestra preciosísima
Sangre, tesoro de valor infinito, y capaz de satisfacer sobreabundantemente
todas mis. deudas, por muchas que ellas sean, y juntamente limpiar mi alma de
todas las inmundas manchas con que la han afeado mis culpas. Sí Jesús mío, yo
os ofrezco esto mismo que me dais para satisfacer por mis pecados. Yo quiero, y
deseo lavarme, y purificar mi alma en este saludable baño. ¡O, y que divina
traza es bañarse con la continua consideración de esta Sangre preciosísima! más
cuanto mejor será bañarse con ella en realidad de verdad, pues con el deseo que
teníais, ó Jesús de mi vida, de enriquecernos con este rico tesoro, no os
contentáis con derramarla toda en vuestra Pasión sacrosanta, sino que
quisisteis dejárnosla en el Santísimo Sacramento hasta la consumación de los
siglos, para que todos los días (si quisiéramos), y en tantas partes del mundo
en que estáis Sacramentado, pudiéramos una y muchas veces purificarnos con este
saludable baño de vuestra sacratísima Sangre. Haced, Señor, que apreciando como
debemos este beneficio, nos hagamos, dignos de recibirle con frecuencia, con lo
que consigamos s la gracia y vuestra presencia en la gloria. Amen.
DIA NOVENO
MEDITACION
Lleguemos ya, alma mía; pero lleguemos con los ojos Henos
de lágrimas y el corazón de amargura, exhalando tiernos suspiros á ver á nuestro
amante Jesús, derramar las últimas gotas de Sangre que le habían quedado en su
ya difunto cuerpo. Mira como después de crucificado con la inhumanidad que has
premeditado en los anteriores días, le levantan en alto, y le dejan caer de
golpe en la dureza de un peñasco; y después de haber padecido tres horas en el
aire, y de habernos dejado en sus siete últimas palabras tan celestiales
doctrinas: finalmente, entre dolores y angustias murió entregando su espíritu
en manos de su Eterno Padre; pero no contentos los judíos con haberle quitado
la vida, pasan á romperle y pasarle su sagrado corazón con una cruel lanza (que
así la llama la Iglesia) la cual hirió tan fuertemente aquel sagrado pecho,
depósito del amor, que le partió de parte á parte el corazón, derramando por
aquella abierta puerta abundancia de sagrada Sangre y agua, hasta no dejar gota
de ella en aquel yerto cadaver. Ea, alma mia, llégate ya y atiende á aquellas
cinco fuentes manando continuamente arroyos de Sangre, que corren hasta la
tierra, v premedita que ves á tu amante Jesús abrir sus sacratísimos labios, y
hablando con la misma tierra l e dice las palabras de Job, arriba citadas oh
tierra dichosa y santificada con el riego de mi Sangre, no la encubras, ni
halle en tí lugar donde se sepulten mis clamores, y se olviden de ellos los ignorantes
hombres. No la ahogues ni sepultes en tus senos, para que en ella hallen los
hijos de Adán el rescate de su cautiverio, la hermosura de sus almas, limpieza
de las manchas de sus culpas, medicina á sus males, consuelo en sus trabajos,
esfuerzo en los combates contra sus enemigos, seguridad en sus peligros,
esperanza en sus temores, dulzura en sus amarguras, misericordia en sus
pecados, y finalmente; en su muerte, vida, resurrección, y merecimientos para
alcanzar la gloria: ¡ó consuelo celestial! ¡ó Jesús, dulce amor mío, y lo que
haces por nuestro bien! da voces Sangre divina, grita misericordia para
nosotros. Y tú, alma mía que meditas estas ternuras, date por obligada,
aborrece el pecado y emplea todo tu amor en amar á quien tanto te ama.
ORACION
¡O amorosísimo Jesús de mi vida! ahora sí, Señor, que ya
has desahogado tu amante corazón, viendo eminente derramada tu preciosísima
Sangre, en beneficio de los ingratos hombres que tanto amas: ahora sí que los
es ya remediados y ricos con este inestimable tesoro. Sea en buena hora, Jesús
mío, y caiga sobre mí ésta celestial lluvia de tu Sangre preciosísima; y como
diestro labrador aparta primero de mi corazón la tierra de los afectos humanos,
para dar lugar al riego de tu Envíes ese rocío soberano sobre este apoca dio
espíritu mío. Ea liberalísimas manos abiertas para mi remedio, no me neguéis
esos tesoros que tan de balde dais a todo el mundo. Ea sagrados pies, cansados
para mi descanso, y heridos para mi salud; derramad sobre mí lo que: tan sin
tasa estáis virtiendo. Esa sagrada cabeza toda teñida de Sangre, adornada con
esos celestiales rubíes: caigan sobre mis ojos todas esas gotas: esa virginal y
sacrosanto cuerpo, todo cubierto de azotes, venga sobre mí ese licor de tu
Sangre, que hilo á hilo destilan tus llagas para sanar las de mi alma y dejarla
hermoseada. Ese pecho sacratísimo, ese corazón rasgado de mi Jesús, caiga sobre
mí la Sangre y agua que sacó la cruel lanza, de tus entrañas de misericordia.
Ea Señor, acabe de darme esa derramada Sangre de tu costado, abierto de par en
par, derecho para que me abran el cielo, y me entren a la presencia de tu
Eterno Padre. Así lo espero amorosísimo Jesús: tu preciosísima Sangre me lave,
me limpie, me purifique de todas las manchas de mis enormes culpas, para que,
adornada mi alma con la rica gala de tu gracia, te goce por eternidades en la
gloria. Amen.
Alabada
sea la Sangre de Jesús.
Glorificada
sea la Sangre de Jesús.
Ensalzada
sea la Sangre de Jesús.
Predicada
sea la Sangre de Jesús.
Estimada
sea la Sangre de Jesús.
Temida sea
la Sangre de Jesús.
Amada de
todos los hombres sea, ahora y siempre, la Sangre sagrada de Jesús. Amen.
OFRECIMIENTO DE LA
NOVENA AL ETERNO PADRE
¡Oh Padre
Eterno y Dios de todo consuelo! recibid
Señor este corto obsequio de esta Novena que hemos procurado "hacer en
obsequio y alabanza de la preciosísima Sangre, que tan liberal como amante
derramó por nosotros vuestro santísimo hijo en su dolorosa y amarga Pasión. No
miréis o Padre Eterno, Dios grande, Dios excelso, no nos miréis a nosotros
llenos de pecados, y vacíos de merecimientos; poned, sí, vuestros amorosos ojos
en vuestro Unigénito Hijo, afrentado y atormentado con la cruz, oíd sus
clamores, alcancen sus méritos lo que perdió nuestra mí seria, reparad Señor
por su inocencia lo que destruyó nuestra malicia, sanad por sus llagas lo que
hicieron nuestros pecados, limpiad por s u preciosa Sangre lo que mancharon
nuestras culpas, enviadnos por sus abiertas llagas la lluvia de vuestras
piedades que sazone nuestras costumbres, que he refrene nuestros apetitos, que
amortigüe nuestras amotinadas pasiones, que fertilice nuestras almas y las
llene de abundantes virtudes. Haced Señor que jamás olvidemos que vuestro Hijo
derramó por nosotros su Sangre, y dio su vida en una cruz, para que esta
continua memoria nos llene de bienes del cielo, y favores de vuestra mano con la
perseverancia en vuestra gracia, para alabaros sin cesar en vuestra gloria.
Amen.
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