lunes, 12 de marzo de 2018

NOVENA A LA VIRGEN DEL CARMEN



NOVENA A LA BEATÍSIMA VIRGEN DEL MONTE CARMELO

ABOGADA DE LOS NAVEGANTES, COMERCIANTES Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Compuesta en 1888

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo, criador y redentor mío; postrado ante vuestras soberana y divina Majestad, con toda mi alma y corazón, con todo mi ser os adoro y reconozco por mi Dios y Señor. Creo en Vos, y firmemente creo todos los misterios de la Santa Fé católica. En Vos espero que me perdonareis mis culpas y pecados, que me daréis vuestra gracia, la perseverancia en ella y la gloría que tenéis prometida á los que perseveran en vuestro santo amor. ¡Amos, Señor, de todo mi corazón, y os amo sobre todas las cosas por vuestra bondad infinita! ¡Confieso os, Dios mío, arrepintiéndome de todas mis culpas é iniquidades! ¡Pésame, ¡Señor, en el alma de haber tantas veces ofendido a un Dios infinitamente bueno e infinitamente digno de ser amado!  Propongo, ayudado de vuestra gracia, nunca más pecar, confesar mis pecados pasados, satisfaceros por todos ellos, y procurar siempre serviros y en todo agradaros. ¡Ah no me arrojes, Señor, de vuestra presencia: tened piedad de mí según la multitud y grandeza de vuestras misericordias; borrad mi maldad; no quede en mí, sombra de pecado, Dios y salvador mío, y a que mi corazón se halla humillado y desecho de dolor y de pesar por haberos ofendido!  Lavad más y más, oh Médico soberano, mis asquerosas llagas, para que con alma pura y un corazón limpio de toda inmundicia de maldad alabe a María, purísima madre vuestra y mía; y por su intercesión alcance lo que en esta novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra y provecho de mi alma.


DIA PRIMERO

CELESTIAL ORIGEN DEL SANTO ESCAPULARIO

1. A los pies de vuestro glorioso trono, postrados humildemente vuestros hijos y asociados, os suplicamos, Señora, extendáis sobre nosotros vuestros ojos misericordiosos, y abraséis nuestros fríos corazones con una centella de vuestros santo y divino amor, para empezar en honor y gloria vuestra esta santa novena, la cual esperamos os será grata y á nosotros altamente provechosa.  Ave María. Gloria Patri.
2. ¡Oh bella Madre de gracia! ¡cuán extraordinaria é inestimable fue la bondad que os movió á bajar visiblemente del cielo para dar a vuestros queridos hijos aquella sagrada vestidura con la cual manifestasteis al mundo entero que la Orden carmelitana es verdadera y propiamente vuestra! ¡Ah si cada uno de nosotros, ¡oh dulce Madre nuestra, pudiese comprender la grandeza de aquel don, ¡con cuánta mayor devoción vestiríamos aquel hábito celestial! Ave María.
3. Aunque tuviéramos cien lenguas, oh Madre piadosísima, y las empleásemos todas en bendeciros y alabaros, no podríamos jamás presentaros una acción de gracias suficiente para corresponder á la singular bondad con que, mediante el Escapulario, tanto habéis distinguido, honrado y favorecido á vuestros amados hijos ya, pues, que no lo podemos, haced, á lo menos, oh cariñosa Madre, que ninguno de ellos, ni de los asociados á vuestra sagrada Orden, seamos jamás ingratos á vuestros inefables favores y maternal ternura. Ave María.
4. Así como tejisteis Vos misma, oh providentísima Madre, la sacratísima túnica que usó siempre vuestro bendito y divino Hijo, así quisisteis entregarnos con vuestras propias manos vuestro Escapulario santo, que tanto nos adorna y ennoblece. haced, oh amorosa Madre, que además de la nobleza que nos comunica, sea para nosotros todos seguros defensas en los peligros, escudo impenetrable en los combates y adversidades. Ave María
 5- Apenas se divulgó entre los hombres la feliz nueva del inestimable don del Escapulario del Carmen, acudieron presurosos á vestirlo pueblos y naciones enteras, y no cesando de admirar ¡tan especial favor que del cielo les había venido, lo besaban tierna y continuamente, y lo bañaban con dulces lágrimas. ¡Ah, Señora, y cuánto confunden nuestra tibieza esas lágrimas piadosas de nuestros primeros cohermanos y cuán lejos estamos de corresponder como ellos á vuestros cariños y finezas! Ave María.
6. Los mismos príncipes, reyes, y Sumos Pontífices, vistieron á porfía, oh celestial Madre del Carmelo, vuestra sagrada divisa, teniéndose por muy honrados en ella, y mirándola como el más bello adorno con que podían decorar sus augustas personas! ¡Ah, cuánto os complacerías en nosotros, oh divina Señora, si como ellos tuviéramos la dicha de apreciar en tanto la celestial vestidura, con que os dignáis cubrirnos! Ave María.
7. Prenda de un amor singular llamasteis, oh María, vuestro sagrado Escapulario, y pacto de eterna alianza entre Vos y el que devotamente lo viste. ¡Qué satisfacción, pues, qué consuelo debe ser para vuestros hijos poder decir con toda verdad: yo soy amado con maternal afecto por la misma Madre de mi Jesús! amándonos Vos de este modo, oh amabilísima Madre, concedednos á nosotros también amaros con amor verdaderamente filial para siempre jamás. Amén. Ave María.
Aquí se rezará la Salve Regina.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

ROGUEMOS

¡Oh Dios, que hermoseaste la orden de tu Madre, la muy bienaventurada siempre Virgen María, con el singular título del Carmen! concédenos benigno que, fortalecidos con la protección de aquella cuya memoria celebramos, merezcamos llegar a los gozos eternos de la gloria. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. As í sea.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Oh nobilísima Hija de los santos Joaquín y Ana. ¡Flor encantadora del Carmelo, Madre verdadera del Dios verdadero, esperanza única y único refugio nuestro en los contratiempos y peligros de esta vida! Postrados a vuestras soberanas plantas, os damos cordiales é infinitas gracias por haberos dignado admitirnos en el número de vuestros elegidos y afortunados hijos, derramando pródigamente sobre nosotros vuestras gracias para procurarnos y facilitarnos la salud de nuestras almas. Todos conocemos y confesamos que hemos ultrajado á vuestro dulcísimo Hijo con nuestros pecados, y a Vos también, Madre amabilísima, correspondiendo con ingratitud monstruosa al gran beneficio que nos hicisteis ennobleciéndonos con vuestra santa librea. Arrepentidos ya de nuestras infidelidades pasadas, os pedimos perdón humildemente, y sinceramente os prometemos la enmienda, alejándonos especialmente de lo que Vos más aborrecéis y más desagrada a vuestro Hijo. Seremos en el porvenir, con vuestra gracia, mas fervorosos en vuestro servicio, mas solícitos y constantes en honraros, mas prontos en huir de los peligros que corre nuestra castidad y pureza, de cuya angelical virtud tan portentosos y cumplidos ejemplos nos disteis. Alcanzadnos, oh tiernísima Madre, de vuestro divino Hijo y redentor nuestro la plenaria remisión de nuestras culpas, y haced que el sagrado Escapulario que vestimos, sea para nosotros todos una prenda de vuestro amor, una defensa segura en todos los peligros, un broquel impenetrable á los dardos de nuestros enemigos, una garantía de vuestra amorosa protección para serviros fielmente acá en la tierra, un salvoconducto para llegar a la patria celestial, donde podamos eternamente bendeciros y alabaros. Amen.


DIA SEGUNDO
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN NOS HACE HIJOS ADOPTIVOS DE MARÍA
1. Si fue grande el amor que os movió, oh graciosísima Virgen, a darnos la inapreciable prenda de vuestro Escapulario santo, ¡cuánto mayor nos lo mostrasteis haciéndonos por su medio hijos privilegiados vuestros! ¡Qué dignidad tan sublime la nuestra, oh amantísima Madre, y qué honor para nosotros el de ser contados en el escogido número de vuestros más estimados hijos! Ave María.
2. Vuestras son, oh María, como salidas de vuestros dulcísimos labios las palabras que oyó el Beato Simón Stock, al recibir de vuestras manos el santo Escapulario. Toma, hijo mío Muy amado, le dijisteis, ese Escapulario de tu Orden: él es la señal de mi Confraternidad y un privilegio que te concedo á tí y d iodos los Carmelitas. . . ¡Oh dulces palabras! ¡Vos, oh María, nuestra Madre! ¡nosotros, oh María, vuestros privilegiados hijos! Ave María.
3. Verdad es, oh misericordiosa Madre, que todos los fieles cristianos pueden gloriarse de ser hijos vuestros, porque entre los acervos dolores del Calvario les disteis espiritualmente el ser; mas no contenta Vos con esta adopción universal quisisteis dotar con una filiación especial á los que vistieren vuestro santo Escapulario. ¡Oh amabilísima Madre, y cuán grande é ingenioso es vuestro amor para con vuestros siervos del Carmelo! Ave María.
4. Para asegurarnos más y más, oh divina Señora, de ser los Carmelitas predilectos hijos vuestros, hicisteis que delante de un inmenso pueblo una imá- gen vuestra inclinase hacia ellos la cabeza en ademan de saludarlos, repitiendo en seguida con voz clara, por tres veces: Estos son mis hijos. ¡Qué dignación y qué amor el vuestro! ¡qué dicha la de vuestros queridos Carmelitas! Ave María.
5. Admiración causa á los mismos ángeles, oh hermosa Reina de todos ellos, el honor que dispensáis á los que visten devotamente el Escapulario, elevándolos sin mérito alguno de su parte, á la alta dignidad de hijos vuestros. ¡Oh María! ya que de nuestro humilde estado os dignasteis elevarnos á tanta grandeza, haced que correspondamos á tanto amor con obras dignas de hijos de tan gran Madre. Ave María.
6. Aunque miserables y tal vez abominables a vuestros ojos, oh compasiva Señora, antes de vestir vuestro santo hábito, apenas fuimos cubiertos con tan honorífico vestido, nos enriquecisteis con tales y tantos dones espirituales que nos hicisteis agradables á lo; ojos del Señor; trasformación dichosa, ¡digna de las manos de la Madre de todo un Dios! ¡Oh María! sednos siempre favorable y propicia para perseveraren gracia hasta el fin. Ave María.
7. Si no hay gloria, ni puede haber honra, oh gloriosa Reina del Carmelo, igual á la honra y gloria de vuestros humildes siervos y esclavos, ¿qué gloria, qué honra serán comparables a las de aquellos a quienes condecoráis además con el título de hijos vuestros? Haced, benignísima Madre, que no se borre jamás de nuestros corazones vuestra memoria, para que os amemos siempre, y siempre os sirvamos con afecto verdaderamente filial. Ave María.

DIA TERCERO

1. ¿Quién podrá, oh Madre del hermoso y santo amor, ponderar vuestra benevolencia y cariño hádalos que visten vuestro Escapulario santo, honrándose con la cualidad de hijos vuestros? ¡Ah! no; nunca podremos ofreceros una acción de gracias digna de tan alto favor. Pues que tan generosa os mostrasteis con nosotros, haced que el hermoso título de hijos vuestros sea para nosotros un poderoso e irresistible móvil para amaros siempre cual lo merecéis. Ave María.
2. La misma razón natural, oh soberana Señora, cada día, cada instante nos está diciendo, que cuantos mayores beneficios nos ha prodigado vuestro amor maternal, tanto mayor debe ser nuestra gratitud para con Vos, para que haya no igualdad, sino alguna proporción entre vuestro cariño y nuestro amor; más ni esto nos será posible, oh buena Madre, a causa de la frialdad de nuestros corazones abrasadlos, pues, derretidlos con vuestro divino ardor, para que os amemos, si no cuanto debiéramos, a lo menos cuanto pudiéremos. Ave María.
3. No por otro fin nos disteis, oh augusta Madre, vuestro sagrado Escapulario, sino para que distinguiéndonos Vos entre los demás hombres con especiales favores, también nosotros nos distinguiéramos entre ellos con nuestro tierno y filial amor para con Vos. ¿No sería, pues, oh María, un monstruoso desdoro para nosotros, hijos vuestros, abrigar en nuestro pecho un corazón sujeto á desordenadas pasiones é ingrato, cuando debe estar enteramente consagrado á vuestro amor? Ave María.
4. Vos, oh Madre nuestra, siempre y en todas partes deberíais ser el blanco de nuestros encomios, de nuestras bendiciones y afectos. En todas partes y siempre deberíamos teneros presente para alabaros cada vez con mayor fervor delante de los hombres, sin embargo, lo confesamos arrepintiéndonos de ello: á pesar de vuestras bondades, oh Virgen santa, pensamos, hablamos y obramos no cual hijos agradecidos, sino indiferentes á vuestro amor.... Ave María.
5. Es propio de un verdadero devoto e hijo de María honrar siempre á una tal Madre; procurar y aumentar siempre con mayor celo su gloria hasta el punto de exponer su propia vida, si necesario fuere; mas ¡oh miserables de nosotros! ¡olvidándonos de nuestros deberes, cómo hijos suyos, apenas la saludamos, y esto con distracción y tal vez fastidio! ¡Ah! ya que Vos, oh pura y piadosa Virgen, nos honrasteis tanto, y tanto nos ennoblecisteis, haced que jamás cesemos de honraros y bendeciros. Ave María.
6. ¡Vos, oh divina Madre de nuestro Redentor, os complacéis sin duda en tener hijos solícitos de vuestra propia gloria, pero cuanto más os alegráis de verlos amantes de vuestro amado Jesús! ¡Ah! jamás será digno hijo vuestro quien no ama a vuestro Hijo... y ¡cuántas veces lejos de amarle, le hemos nosotros ofendido! Concedednos por vuestra piedad, oh Virgen Madre, el poder desagraviarle, amándolo en adelante como hijos vuestros que somos redimidos con su sangre. Ave María.
7. ¡De cuánta ingratitud, oh excelsa Madre, no seriamos reos, si siendo por Vos adoptados como hijos, tuviéramos la criminal osadía de ultrajaros con un solo acto pecaminoso! ¡Ah! ¡Señora, preservadnos de semejante infidelidad hacia Vos! Por nuestra parte, humildemente rendidos á vuestras plantas, os prometemos amaros, y amaros siempre con el mayor y más tierno afecto que nos fuere posible… Ave María.


DIA CUARTO

LA CUALIDAD DE HIJOS DE MARÍA NOS OBLIGA A IMITARLA

1. Oh gran Madre de nuestro Dios, que por la excelencia de vuestros mé- ritos y virtudes fuisteis elevada sobre todas las criaturas, ¿cómo nos atreveremos nosotros á llamarnos hijos vuestros, faltos de toda virtud y llenos de miserias é innumerables pecados? ¡Ah! dadnos á conocer mas y mas, oh buena Madre, nuestra dignidad, efecto de vuestra dignación, para corresponderos cual debemos con la imitación de vuestras virtudes. Ave María.
2. Nuestro principal deber como hijos vuestros, oh María, es imitar en lo posible vuestras heroicas virtudes para llevar con dignidad tan glorioso nombre. Y si esta es nuestra obligación ¿cómo podremos, sin cumplirla, gloriarnos de teneros por Madre? Compadeceos de nosotros, gran Señora, y dispensadnos copiosas y eficaces gracias para seguir sin cesar vuestras huellas en el camino de la virtud. Ave María.
3. ¡Oh cuán puros y santos deben ser vuestros hijos, oh Madre Virgen, siendo Vos tan santa y pura que, a perder esta hermosa y celestial virtud, hubierais renunciado gustosa al honor incomparable de ser Madre de Dios! Y sin embargo de ser hijos de tan pura Virgen, ¿qué hacemos nosotros para conservar puros nuestros corazones? ¡Oh Madre de pureza! haced que con lágrimas lavemos nuestras manchas para conservarnos puros a imitación vuestra. Ave María.
4. Entre vuestras virtudes, oh María, resplandeció la más profunda humildad, en virtud de la cual no quisisteis otra gloria en este mundo que la de ser la humilde esclava del Señor ¡Oh portentosa Criatura! Vos, llena de gracia y colmada de honores, tan humilde; y nosotros, llenos de miserias y defectos, ¡tan soberbios! Destruid, oh humildísima Señora, en nuestros corazones ese desmedido y criminal orgullo, y haced que aprendamos de Vos y de vuestro no menos humilde Hijo, a ser mansos y humildes de corazón. Ave María.
5. ¡Cuán admirable paciencia é invencible constancia mostrasteis en vuestros padecimientos, oh Reina de los mártires! Virgen de dolores, como de dolores fue hombre vuestro Hijo, según Isaías: una espada de dolor traspasó continuamente vuestra preciosa alma. Nosotros, por quienes ambos padecisteis, no tenemos valor para soportar con paciencia una enfermedad, una tribulación, una sola palabra injuriosa. ¡Ah, sírvanos vuestro ejemplo, oh adolorida Virgen, de estímulo para sobrellevar con resignación, constancia y alegría, los males á que por nuestra culpa estamos sujetos! Ave María.
6. ¡Era tal vuestro celo, oh fervorosa Virgen, por la gloria de Dios, que ya ni nos socorremos en nuestras comunes necesidades espirituales y corporales! ¡Oh amorosa Madre de los hombres! así como nos dais el ejemplo de la más pura y perfecta caridad, haced que á imitación vuestra y como hijos vuestros la practiquemos entre nosotros, mutua y constantemente. Ave María.


QUINTO DIA
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN ES UNA DEFENSA SEGURA EN LOS PELIGROS DEL CUERPO
1. No contentándoos Vos, oh María, con amarnos como Madre, quisisteis constituiros nuestro amparo y defensa en los males y peligros á que estamos expuestos en este valle de lágrimas. ¡Oh, qué consuelo para nosotros saber, oh Madre compasiva y tierna, que Vos estáis siempre en vela para protegernos, custodiarnos y procurarnos todo el bien temporal que nos conviene! Ave María.
2. Esta defensa en los peligros del cuerpo se halla apoyada, oh bondadosa Madre, sobre el título que Vos misma disteis a vuestro Escapulario santo, llamándolo áncora de salvación en los peligros ¿Cómo, pues, podían estos amilanarlos, ¿cómo podríamos nosotros temerlos, seguros como estamos, oh Madre nuestra, de encontrar en vuestro santo hábito el más fuerte escudo contra todos ellos? Ave María.
3. ¿Quién podrá, oh maravilla del Carmelo, enumerar las maravillas y prodigios que por medio del Escapulario habéis obrado? ¡Oh, la tierra y todos los demás elementos parecen haber sido encadenados por su invisible virtud para que no dañen á los que devotamente lo visten!  Felices, mil veces felices vuestros hijos, oh Carmelitana Virgen, ¡seguros como están bajo vuestra palabra, de ser protegidos y escudados por tan buena Madre! Ave María.
4. Innumerables son, Señora, los que vistiendo devotamente vuestro santo hábito han sido milagrosamente sacados sanos y salvos de profundos y horribles precipicios; muchos los que sepultados bajo de enormes rocas salieron ilesos; numerosísimos los que habéis salvado de la cólera de sus más encarnizados enemigos ¡Ah! ojalá fuéramos nosotros tan prontos á recurrir á Vos, oh tiernísima Madre, cuanto Vos sois solícita y pronta en librarnos de los males que nos aquejan. Ave María.
5. Qué diéramos, oh Madre tierna y tiernamente querida, de los estupendos prodigios que vuestro Escapulario ha obrado en las aguas, ya cambiando en plácida calma las más furiosas tempestades, ya sacando á salvo á los miserables náufragos, ya librando de la profundidad de los pozos ó de la rápida corriente de los ríos á los que cayeron en ellos ¡Oh, qué consuelo para vuestros devotos hijos poder contar con vuestro amparo, oh Carmelitana Madre, en semejantes riesgos! Ave María.
6. El aire, el fuego, el plomo, el acero, oh poderosa Reina y Madre nuestra, todo parece respetar la santa librea con que distinguís á vuestros hijos, y devotos. ¡Cuántos por su medio han sido librados de la furia de los huracanes! ¡cuántos lo han sido de rayos y horrorosos incendios! ¡cuántas espadas y puñales no se han embotado, cuántas 3° balas no se han aplastado sobre el Escapulario que á manera de coraza cubría el pecho de vuestros hijos! ¡Ah! ¡cuán cierto es, oh gran Señora, que vuestro santo habito es salud en los peligros! Ave María.
7. ¡Qué dichosa suerte, oh Virgen Madre del Carmelo, la de los que visten con devoción y confianza vuestro sagrado hábito! Las enfermedades más inveteradas y rebeldes, los contagios, los males más incurables, la misma muerte, todo ha cedido repetidas veces a la irresistible virtud y eficacia del Escapulario del Carmen ¡Ah! concedednos, benignísima y poderosísima Madre, la gracia de no mancharlo jamás con nuestros pecados, para ser dignos de vuestra protección en nuestros peligros y necesidades. Ave María.


DIA SEXTO
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN ES UNA DEFENSA SEGURA EN LOS PELIGROS DEL ALMA
1. Si quisisteis ser, oh tierna y amabilísima Madre, nuestra providencia y amparo en los peligros de nuestro cuerpo, ¿con cuánta mayor solicitud no nos procurareis los bienes espirituales que nos fueren necesarios? Sí; y a este fin os dignasteis darnos el santo Escapulario como el más pronto y eficaz auxilio en las necesidades de nuestras almas ¡Oh bondadosa y digna Madre de vuestros hijos! ¡cuánta no deberá ser nuestra confianza en Vos en todos nuestros conflictos y tentaciones! Ave María.
2. Si los vasallos acuden á su bondadosa reina, si los hijos recurren a su querida Madre en sus cuitas y necesidades, ¿á quién sino á vos, oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María, deberán acudir nuestras almas en sus tentaciones, tribulaciones y angustias? j y ¿de dónde podrá venirnos la fortaleza para contrarrestar a nuestros enemigos espirituales sino de vuestro sagrado Escapulario? ¡Ah! haced, Virgen j santa, que lo vistamos santamente para, por su medio, santificamos y salvarnos. Ave María.
3. Muchos y terribles son nuestros enemigos, oh poderosísima Señora, ¡muchos y terribles son los golpes con que procuran herirnos... todo en nosotros y fuera de nosotros se arma para consumar la ruina de nuestras almas... Nuestra vida es una guerra continua! Mas ¿cómo podremos sucumbir, cómo no podremos triunfar, si escudados con vuestro Escapulario, nos tendéis, oh gran Reina del universo, vuestra diestra protectora? Ave María.
4. Y ¿quién mejor que Vos, oh María, podrá detener el ímpetu dé nuestras indómitas pasiones, y. poner saludable freno a sus desordenados movimientos? ¿quién mejor que Vos podrá preservarnos de los seductores atractivos de ese mundo engañador? ¿quién mejor que Vos podrá hacernos invulnerables a los dardos del infierno? ¡Ah! sea vuestro Escapulario nuestra defensa., sed Vos, oh Madre nuestra, nuestro refugio.', socorrednos, amparadnos, defendednos! Ave Maria.
5. ¡Cuán a propósito quisisteis, oh amorosa Madre, que vuestro Escapulario nos cubriese el corazón, para fortalecerlo contra los embates de nuestro común enemigo, que cual león rugiente va dando vueltas cerca de nosotros para devorarnos! No, no permitáis jamás, Señora, que nos despojemos de tan fuerte armadura sea siempre vuestro sagrado hábito nuestro mural y antemural contra las seducciones y asaltos del demonio. Ave María.
6. Cobijados bajo la inestimable prenda de vuestro amor, oh graciosa y bondadosa Madre, vuestros queridos hijos quedaron siempre victoriosos en las más tremendas tentaciones, en los más inminentes peligros de perder la divina gracia. Concedednos igual protección, oh divina y poderosa Virgen, y no permitáis jamás que seamos víctimas de las asechanzas del infernal enemigo. Vos, Vos sola sois nuestra vida, nuestra dulzura, nuestra esperanza. Ave María.
7. ¡Cuántos pecadores, oh Refugio de todos ellos, sumergidos en el más profundo abismo de la iniquidad, se levantaron apenas cubiertos con vuestro santo hábito, y llorado que hubo sus culpas se entregaron á una saludable penitencia y se salvaron! ¡Ah! sacadnos también á nosotros, oh Madre de misericordia, del cieno de nuestras culpas.. Sea también para nosotros vuestro Escapulario nuestra salud ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen. Ave María.


DIA SEPTIMO
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN NOS DEFIENDE EN LA HORA DE LA MUERTE
1. Y a lo sabéis, oh soberana Señora y tierna Madre de los mortales, en el peligroso paso del tiempo a la eternidad es cuando más expuestos estamos á caer para siempre en el abismo entonces es cuando más necesitamos de vuestros consuelos, de vuestra ayuda y protección y entonces también, oh Patrona y Madre de los Carmelitas, entonces es cuando empleáis á favor nuestro todos los recursos de vuestra maternal ternura, todos, los tesoros de vuestra gracia, para que no sucumbamos en tan tremendo trance. Ave María.
2. Si con vuestro Escapulario nos disteis, oh buena y próvida Madre, como una infalible defensa contra los enemigos de nuestra vida temporal, ¿cuánto mayor no deberá ser su eficacia para preservarnos de la muerte eterna? ¡Ah! haced, oh Abogada de los miserables mortales, que en el momento de recibir el golpe fatal pasen nuestras almas á gozar con Vo s de la vida eterna. Ave María.
3. Si una buena madre al ver a su querido hijo en algún grave é inminente peligro corre solícita á su socorro, Vos, oh María, que sois la mejor y más tierna de las madres ¿podríais contemplar, sin volar á su ayuda y defensa á vuestros amados hijos en el gravísimo riesgo de perderse para siempre? ¡Ah! no; vuestra ternura es demasiado sensible á nuestras desgracias para abaldonarnos en el instante del cual depende nuestra eterna salud. Ave María.
4. Rugirá en torno de nuestro lecho de dolor y muerte, oh divina Pastora de las almas, el león infernal haciendo sus últimos esfuerzos para devorarnos... mas, cubiertos nuestros pechos con vuestro Escapulario santo, alentados con vuestra presencia, robustecidos con vuestra ayuda, quedarán frustradas todas sus esperanzas, cumpliéndose por el contrario las nuestras de alcanzar, oh María, por medio de vuestro sagrado hábito, la más completa victoria. Ave María.
5. ¡Cuán grande es la virtud de vuestro Escapulario, oh Virgen Carmelitana! ¡cuántas veces á su sola vista retrocedieron confusos los espíritus infernales, á la manera que huyen del sol las bestias feroces de las selvas!.. ¡Oh! haced, Señora, que, en la hora crítica de nuestro tránsito, obre el Escapulario en nosotros este prodigio, para poder perseverar en gracia hasta el fin y llegar sin otro peligro al puerto de salvación. Ave María.
6. En los últimos momentos de su vida, oh Virgen santa, experimentan vuestros hijos otro efecto de la extraordinaria virtud de vuestro Escapulario. ¡Qué paciencia no alcanzan por su medio en sus angustias y dolores! ¡con cuánta facilidad y fervor repiten actos de pura y verdadera fé, de firme esperanza, de ardiente caridad!.. ¡Oh, cuán dulce es morir á quien con sus labios fríos ya y descoloridos besa afectuosamente vuestro santo y sagrado Escapulario! Ave María.
7. Como á tierna y cariñosa Madre que sois, oh María, no solo protegéis á vuestros hijos en sus últimos momentos, sino que además les favorecéis con repetidor y suaves coloquios. ¡Con qué fervor y filial cariño os dan ellos las gracias de haberlos admitido en el número de vuestros hijos! ¡con qué bondad y maternal ternura les habíais Vos, consolándolos en sus penas y trabajos! ¡Oh buena, amorosísima é incomparable Madre! haced que os seamos fieles durante la vida, para lograr tan santa y preciosa muerte en el ósculo del Señor. Ave María.


DIA OCTAVO
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN ABREVIA EL TIEMPO DE LAS PENAS DEL PURGATÒRIO
1. Siempre benéfica y generosa, oh María, para con todos los fieles cristianos, lo sois especialmente para con vuestros hijos Carmelitas. No satisfecha con protegerlos en vida y asistirlos en la hora de la muerte, empleáis vuestro poder para librarlos de las llamas del purgatorio y llevarlos cuanto antes a la patria celestial. Gracias, Señora, mil y mil veces gracias por esa singularísima gracia. Ave María.
2. Nuestros amigos, oh piadosísima Madre, parece nos quieren cordialmente mientras permanecemos en este valle de miserias; más al mediar la muerte entre ellos y nosotros, nos olvidan abandonándonos sin ningún alivio en las cárceles del purgatorio. No así Vos, oh buena Madre; sino que mirándonos á la vez con ojos más compasivos, nos procuráis solícita mayores alivios. ¡Oh! bendito, bendito sea vuestro santo Escapulario, que nos merece y proporciona tanta dicha.. Ave María.
3. Si bien nos llena de temor y temblor, oh Madre y Señora nuestra, la sola memoria de las penas expiatorias que tendremos que sufrir para satisfacer cumplidamente á la divina Justicia, nos llena sin embargo de inefable consuelo saber que Vos, oh misericordiosa Virgen, interpondréis luego vuestro poderoso valimiento para mitigarlas y abreviarlas. ¡Oh! aceptad, Señora, ya de antemano nuestra gratitud por tan particular favor. Ave María.
 4. Si así lo creemos y esperamos, oh bondadosísima Madre, es porque Vos misma os dignasteis decirlo y prometerlo. Y si empeñasteis vuestra palabra ¿podríais faltar a ella? En verdad, oh Madre singularísima, que en esto nos habéis dado la última y mejor prueba de vuestro maternal amor. Recibid por ella nuestras más sinceras alabanzas. nuestros más cordiales obsequios, y hacednos dignos en vida de esta gracia de eterna vida. Ave María.
5. Para mayor seguridad y consuelo de vuestros hijos, oh María, señalasteis Vos misma y fijasteis el día de su salida de las cárceles del purgatorio. En el sábado inmediato después de su muerte es cuando bajáis allí, según vuestra promesa, para conducirlos Vos misma al monte santo de la gloria ¡Oh suspirado y afortunado día! ¡Ah! mientras haya en nosotros un soplo de vida, os prometemos, Señora, en señal 43 de gratitud y para hacernos más dignos de vuestras bondades, honraros todos los sábados con especial devoción. Ave María.
6. ¡Qué satisfacción para Vos, oh Emperatriz de los cielos, poder aumentar el número de los bienaventurados, y qué alegría para vuestros hijos detenidos en las prisiones del purgatorio, al veros bajar a aquel lugar de tormentos para romper sus cadenas y trocar las llamas que los abrasan con el incomprensible y eterno gozo del empíreo ¡Oh Madre piadosísima! ayudadnos a cumplir fielmente las obligaciones que Vos misma nos impusisteis, para ser dignos de vuestras maternales promesas. Ave María.
7. ¡Cuántos hijos vuestros, oh soberana y divina Señora, tuvieron la dicha de espirar en el día sábado, y libres ya de todo reato de pena pasaron el mismo día, conducidos por vuestra mano, al reposo eterno! ¡Ah! si nosotros, oh amabilísima Madre, no merecemos de Vos tan pronta asistencia y protección, concedernos Vos misma poder merecerla y esperarla, esforzándonos siempre más en obsequiaros para veros y bendeciros pronta y eternamente en la patria celestial. Amen. Ave María.


DIA NOVENO
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN ES UNA SEÑAL DE ETERNA PREDESTINACION
1. En el Escapulario os doy una prenda de salud eterna, dijisteis, oh María, á vuestro amado hijo Simón; el que muriere piadosamente con él, no padecerá el fuego eterno... No parece, sino que quisisteis con esto dar á entender al mundo, que vuestra Orden, oh fragante y hermosa Flor del Carmelo, debía ser entre todas la más privilegiada ¡A tal exceso de amor llegó vuestra maternal ternura para con vuestros hijos! Ave María.
2. ¡El que Viste santamente, oh amantísima Madre, vuestro Escapulario, puede, pues, confiar que será del número de los elegidos a la gloria! ¡Oh, qué prerrogativa tan consoladora para vuestros hijos! Y ¡cómo deben ellos darse mutua y cordialmente el, parabién al verse cubiertos con un vestido que les asegura de vuestra parte nada menos que la eterna felicidad! Ave María.
3. Si los que os son sinceramente devotos y viven bajo vuestra tutela y protección, oh gran Madre de todos los mortales, no pueden perecer eternamente, ¡cuánto menos deberán temer por su eterna suerte vuestros especiales hijos del Escapulario, a quienes prometisteis preservarlos de las llamas eternas del infierno! ¡Ah, Señora! ¡y cuán digna sois de nuestro amor y de nuestra eterna gratitud! Ave María.
4.El mismo ángel de las tinieblas ha confesado varias veces con despeche, oh gloriosa y poderosa Virgen del Carmelo, que nada puede contra los que visten devotamente vuestra santa divisa. ¡Ahí felices nosotros, si viviendo cristianamente no abandonamos jamás la devoción de vuestro santo Escapulario! Entonces sí que podremos con mayor razón prometernos el más completo triunfo sobre el dragón infernal. Ave María.
 5. Qué seria y a de nosotros, oh Madre amorosa, sin vuestro sagrado Escapulario! ¡cuántas veces nos hemos visto por nuestra culpa al borde del eterno precipicio, y nos tendisteis para salvarnos una mano bondadosa al vernos cubiertos con vuestro santo hábito ¡Oh! ¡cuanto mayor es vuestra solicitud por nuestra salud, oh tierna Madre, lo es nuestra fatal obstinación en perderla! Ave María.
6. Las lozanas plantas del ameno jardín del Carmelo, cultivadas por vuestras manos, oh dulce María, y a la benéfica sombra de vuestro Escapulario, produjeron en todos tiempos abundantes flores y frutos de santidad. Á Vos, oh Carmelitana Madre, os ha cabido la satisfacción y la gloria de presentar unos y otros á vuestro divino Hijo, complaciéndose él con Vos en su suavidad y fragancia.. También nosotros por elección vuestra, oh Virgen santa, somos plantas de vuestro Carmelitano vergel... cultivadnos, pues, con esmero, y sea vuestro Escapulario nuestro abrigo contra los ardores de la concupiscencia y los agostadores hálitos del infierno, para que demos á su tiempo opimos y sazonados frutos de virtud y santidad, dignos de ser ofrecidos al Dios de toda santidad y virtud.  Ave María.
7. Con el fin de asegurar nuestra eterna felicidad ¿quién podría ya dudarlo, oh buena Madre? nos disteis por salvoconducto vuestro santo Escapulario, señal de salud, áncora de salvación en toda especie de peligros, garantía de la pacífica alianza y pacto sempiterno que establecisteis Vos con nosotros ¡ Ah, Señora! si bien es verdad que hasta aquí hemos sido ingratos á tantos y tan singulares beneficios, y por lo tanto indignos de vuestro amor, confiamos, sin embargo, en vuestra maternal ternura y compasión, para lograr de Vos una mirada propicia  y una protección constante ahora y en la hora crítica y tremenda de nuestra muerte. Amen. Ave María.


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