NOVENA A LA BEATÍSIMA VIRGEN DEL
MONTE CARMELO
ABOGADA DE
LOS NAVEGANTES, COMERCIANTES Y LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Compuesta
en 1888
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo,
criador y redentor mío; postrado ante vuestras soberana y divina Majestad, con
toda mi alma y corazón, con todo mi ser os adoro y reconozco por mi Dios y
Señor. Creo en Vos, y firmemente creo todos los misterios de la Santa Fé
católica. En Vos espero que me perdonareis mis culpas y pecados, que me daréis
vuestra gracia, la perseverancia en ella y la gloría que tenéis prometida á los
que perseveran en vuestro santo amor. ¡Amos, Señor, de todo mi corazón, y os
amo sobre todas las cosas por vuestra bondad infinita! ¡Confieso os, Dios mío,
arrepintiéndome de todas mis culpas é iniquidades! ¡Pésame, ¡Señor, en el alma
de haber tantas veces ofendido a un Dios infinitamente bueno e infinitamente
digno de ser amado! Propongo, ayudado de
vuestra gracia, nunca más pecar, confesar mis pecados pasados, satisfaceros por
todos ellos, y procurar siempre serviros y en todo agradaros. ¡Ah no me
arrojes, Señor, de vuestra presencia: tened piedad de mí según la multitud y
grandeza de vuestras misericordias; borrad mi maldad; no quede en mí, sombra de
pecado, Dios y salvador mío, y a que mi corazón se halla humillado y desecho de
dolor y de pesar por haberos ofendido! Lavad más y más, oh Médico soberano, mis
asquerosas llagas, para que con alma pura y un corazón limpio de toda
inmundicia de maldad alabe a María, purísima madre vuestra y mía; y por su
intercesión alcance lo que en esta novena pido, si ha de ser para mayor honra y
gloria vuestra y provecho de mi alma.
DIA PRIMERO
CELESTIAL ORIGEN DEL SANTO ESCAPULARIO
1. A los pies de vuestro
glorioso trono, postrados humildemente vuestros hijos y asociados, os
suplicamos, Señora, extendáis sobre nosotros vuestros ojos misericordiosos, y
abraséis nuestros fríos corazones con una centella de vuestros santo y divino
amor, para empezar en honor y gloria vuestra esta santa novena, la cual
esperamos os será grata y á nosotros altamente provechosa. Ave María. Gloria Patri.
2. ¡Oh bella Madre de
gracia! ¡cuán extraordinaria é inestimable fue la bondad que os movió á bajar
visiblemente del cielo para dar a vuestros queridos hijos aquella sagrada
vestidura con la cual manifestasteis al mundo entero que la Orden carmelitana
es verdadera y propiamente vuestra! ¡Ah si cada uno de nosotros, ¡oh dulce
Madre nuestra, pudiese comprender la grandeza de aquel don, ¡con cuánta mayor
devoción vestiríamos aquel hábito celestial! Ave María.
3. Aunque tuviéramos cien
lenguas, oh Madre piadosísima, y las empleásemos todas en bendeciros y
alabaros, no podríamos jamás presentaros una acción de gracias suficiente para
corresponder á la singular bondad con que, mediante el Escapulario, tanto
habéis distinguido, honrado y favorecido á vuestros amados hijos ya, pues, que
no lo podemos, haced, á lo menos, oh cariñosa Madre, que ninguno de ellos, ni
de los asociados á vuestra sagrada Orden, seamos jamás ingratos á vuestros
inefables favores y maternal ternura. Ave María.
4. Así como tejisteis Vos misma, oh providentísima Madre,
la sacratísima túnica que usó siempre vuestro bendito y divino Hijo, así
quisisteis entregarnos con vuestras propias manos vuestro Escapulario santo,
que tanto nos adorna y ennoblece. haced, oh amorosa Madre, que además de la
nobleza que nos comunica, sea para nosotros todos seguros defensas en los
peligros, escudo impenetrable en los combates y adversidades. Ave
María
5- Apenas se
divulgó entre los hombres la feliz nueva del inestimable don del Escapulario
del Carmen, acudieron presurosos á vestirlo pueblos y naciones enteras, y no
cesando de admirar ¡tan especial favor que del cielo les había venido, lo
besaban tierna y continuamente, y lo bañaban con dulces lágrimas. ¡Ah, Señora,
y cuánto confunden nuestra tibieza esas lágrimas piadosas de nuestros primeros
cohermanos y cuán lejos estamos de corresponder como ellos á vuestros cariños y
finezas! Ave María.
6. Los mismos príncipes,
reyes, y Sumos Pontífices, vistieron á porfía, oh celestial Madre del Carmelo, vuestra
sagrada divisa, teniéndose por muy honrados en ella, y mirándola como el más bello
adorno con que podían decorar sus augustas personas! ¡Ah, cuánto os complacerías
en nosotros, oh divina Señora, si como ellos tuviéramos la dicha de apreciar en
tanto la celestial vestidura, con que os dignáis cubrirnos! Ave
María.
7. Prenda de un amor
singular llamasteis, oh María, vuestro sagrado Escapulario, y pacto de eterna
alianza entre Vos y el que devotamente lo viste. ¡Qué satisfacción, pues, qué
consuelo debe ser para vuestros hijos poder decir con toda verdad: yo soy amado
con maternal afecto por la misma Madre de mi Jesús! amándonos Vos de este modo,
oh amabilísima Madre, concedednos á nosotros también amaros con amor
verdaderamente filial para siempre jamás. Amén. Ave María.
Aquí se rezará la Salve
Regina.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
ROGUEMOS
¡Oh Dios,
que hermoseaste la orden de tu Madre, la muy bienaventurada siempre Virgen
María, con el singular título del Carmen! concédenos benigno que, fortalecidos
con la protección de aquella cuya memoria celebramos, merezcamos llegar a los
gozos eternos de la gloria. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. As
í sea.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh
nobilísima Hija de los santos Joaquín y Ana. ¡Flor encantadora del Carmelo,
Madre verdadera del Dios verdadero, esperanza única y único refugio nuestro en
los contratiempos y peligros de esta vida! Postrados a vuestras soberanas
plantas, os damos cordiales é infinitas gracias por haberos dignado admitirnos
en el número de vuestros elegidos y afortunados hijos, derramando pródigamente
sobre nosotros vuestras gracias para procurarnos y facilitarnos la salud de
nuestras almas. Todos conocemos y confesamos que hemos ultrajado á vuestro
dulcísimo Hijo con nuestros pecados, y a Vos también, Madre amabilísima,
correspondiendo con ingratitud monstruosa al gran beneficio que nos hicisteis
ennobleciéndonos con vuestra santa librea. Arrepentidos ya de nuestras
infidelidades pasadas, os pedimos perdón humildemente, y sinceramente os
prometemos la enmienda, alejándonos especialmente de lo que Vos más aborrecéis
y más desagrada a vuestro Hijo. Seremos en el porvenir, con vuestra gracia, mas
fervorosos en vuestro servicio, mas solícitos y constantes en honraros, mas
prontos en huir de los peligros que corre nuestra castidad y pureza, de cuya
angelical virtud tan portentosos y cumplidos ejemplos nos disteis. Alcanzadnos,
oh tiernísima Madre, de vuestro divino Hijo y redentor nuestro la plenaria
remisión de nuestras culpas, y haced que el sagrado Escapulario que vestimos,
sea para nosotros todos una prenda de vuestro amor, una defensa segura en todos
los peligros, un broquel impenetrable á los dardos de nuestros enemigos, una
garantía de vuestra amorosa protección para serviros fielmente acá en la
tierra, un salvoconducto para llegar a la patria celestial, donde podamos
eternamente bendeciros y alabaros. Amen.
DIA
SEGUNDO
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN NOS HACE HIJOS ADOPTIVOS DE
MARÍA
1. Si fue grande el amor
que os movió, oh graciosísima Virgen, a darnos la inapreciable prenda de
vuestro Escapulario santo, ¡cuánto mayor nos lo mostrasteis haciéndonos por su
medio hijos privilegiados vuestros! ¡Qué dignidad tan sublime la nuestra, oh
amantísima Madre, y qué honor para nosotros el de ser contados en el escogido
número de vuestros más estimados hijos! Ave
María.
2. Vuestras son, oh
María, como salidas de vuestros dulcísimos labios las palabras que oyó el Beato
Simón Stock, al recibir de vuestras manos el santo Escapulario. Toma, hijo mío
Muy amado, le dijisteis, ese Escapulario de tu Orden: él es la señal de mi
Confraternidad y un privilegio que te concedo á tí y d iodos los Carmelitas. .
. ¡Oh dulces palabras! ¡Vos, oh María, nuestra Madre! ¡nosotros, oh María,
vuestros privilegiados hijos! Ave María.
3. Verdad es, oh misericordiosa
Madre, que todos los fieles cristianos pueden gloriarse de ser hijos vuestros,
porque entre los acervos dolores del Calvario les disteis espiritualmente el
ser; mas no contenta Vos con esta adopción universal quisisteis dotar con una
filiación especial á los que vistieren vuestro santo Escapulario. ¡Oh
amabilísima Madre, y cuán grande é ingenioso es vuestro amor para con vuestros
siervos del Carmelo! Ave María.
4. Para asegurarnos más y más, oh divina Señora, de ser
los Carmelitas predilectos hijos vuestros, hicisteis que delante de un inmenso
pueblo una imá- gen vuestra inclinase hacia ellos la cabeza en ademan de
saludarlos, repitiendo en seguida con voz clara, por tres veces: Estos son mis
hijos. ¡Qué dignación y qué amor el vuestro! ¡qué dicha la de vuestros queridos
Carmelitas! Ave María.
5. Admiración causa á los mismos ángeles, oh hermosa
Reina de todos ellos, el honor que dispensáis á los que visten devotamente el
Escapulario, elevándolos sin mérito alguno de su parte, á la alta dignidad de
hijos vuestros. ¡Oh María! ya que de nuestro humilde estado os dignasteis
elevarnos á tanta grandeza, haced que correspondamos á tanto amor con obras
dignas de hijos de tan gran Madre. Ave
María.
6. Aunque miserables y
tal vez abominables a vuestros ojos, oh compasiva Señora, antes de vestir
vuestro santo hábito, apenas fuimos cubiertos con tan honorífico vestido, nos
enriquecisteis con tales y tantos dones espirituales que nos hicisteis
agradables á lo; ojos del Señor; trasformación dichosa, ¡digna de las manos de
la Madre de todo un Dios! ¡Oh María! sednos siempre favorable y propicia para
perseveraren gracia hasta el fin. Ave
María.
7. Si no hay gloria, ni
puede haber honra, oh gloriosa Reina del Carmelo, igual á la honra y gloria de
vuestros humildes siervos y esclavos, ¿qué gloria, qué honra serán comparables
a las de aquellos a quienes condecoráis además con el título de hijos vuestros?
Haced, benignísima Madre, que no se borre jamás de nuestros corazones vuestra
memoria, para que os amemos siempre, y siempre os sirvamos con afecto
verdaderamente filial. Ave María.
DIA TERCERO
1. ¿Quién podrá, oh Madre
del hermoso y santo amor, ponderar vuestra benevolencia y cariño hádalos que
visten vuestro Escapulario santo, honrándose con la cualidad de hijos vuestros?
¡Ah! no; nunca podremos ofreceros una acción de gracias digna de tan alto favor.
Pues que tan generosa os mostrasteis con nosotros, haced que el hermoso título
de hijos vuestros sea para nosotros un poderoso e irresistible móvil para
amaros siempre cual lo merecéis. Ave María.
2. La misma razón
natural, oh soberana Señora, cada día, cada instante nos está diciendo, que
cuantos mayores beneficios nos ha prodigado vuestro amor maternal, tanto mayor
debe ser nuestra gratitud para con Vos, para que haya no igualdad, sino alguna proporción
entre vuestro cariño y nuestro amor; más ni esto nos será posible, oh buena
Madre, a causa de la frialdad de nuestros corazones abrasadlos, pues,
derretidlos con vuestro divino ardor, para que os amemos, si no cuanto
debiéramos, a lo menos cuanto pudiéremos. Ave
María.
3. No por otro fin nos
disteis, oh augusta Madre, vuestro sagrado Escapulario, sino para que
distinguiéndonos Vos entre los demás hombres con especiales favores, también
nosotros nos distinguiéramos entre ellos con nuestro tierno y filial amor para
con Vos. ¿No sería, pues, oh María, un monstruoso desdoro para nosotros, hijos
vuestros, abrigar en nuestro pecho un corazón sujeto á desordenadas pasiones é
ingrato, cuando debe estar enteramente consagrado á vuestro amor? Ave María.
4. Vos, oh Madre nuestra,
siempre y en todas partes deberíais ser el blanco de nuestros encomios, de
nuestras bendiciones y afectos. En todas partes y siempre deberíamos teneros
presente para alabaros cada vez con mayor fervor delante de los hombres, sin
embargo, lo confesamos arrepintiéndonos de ello: á pesar de vuestras bondades,
oh Virgen santa, pensamos, hablamos y obramos no cual hijos agradecidos, sino
indiferentes á vuestro amor.... Ave
María.
5. Es propio de un
verdadero devoto e hijo de María honrar siempre á una tal Madre; procurar y
aumentar siempre con mayor celo su gloria hasta el punto de exponer su propia
vida, si necesario fuere; mas ¡oh miserables de nosotros! ¡olvidándonos de
nuestros deberes, cómo hijos suyos, apenas la saludamos, y esto con distracción
y tal vez fastidio! ¡Ah! ya que Vos, oh pura y piadosa Virgen, nos honrasteis
tanto, y tanto nos ennoblecisteis, haced que jamás cesemos de honraros y bendeciros.
Ave María.
6. ¡Vos, oh divina Madre
de nuestro Redentor, os complacéis sin duda en tener hijos solícitos de vuestra
propia gloria, pero cuanto más os alegráis de verlos amantes de vuestro amado
Jesús! ¡Ah! jamás será digno hijo vuestro quien no ama a vuestro Hijo... y
¡cuántas veces lejos de amarle, le hemos nosotros ofendido! Concedednos por vuestra
piedad, oh Virgen Madre, el poder desagraviarle, amándolo en adelante como
hijos vuestros que somos redimidos con su sangre. Ave María.
7. ¡De cuánta ingratitud,
oh excelsa Madre, no seriamos reos, si siendo por Vos adoptados como hijos,
tuviéramos la criminal osadía de ultrajaros con un solo acto pecaminoso! ¡Ah! ¡Señora,
preservadnos de semejante infidelidad hacia Vos! Por nuestra parte,
humildemente rendidos á vuestras plantas, os prometemos amaros, y amaros
siempre con el mayor y más tierno afecto que nos fuere posible… Ave María.
DIA CUARTO
LA CUALIDAD DE HIJOS DE MARÍA NOS OBLIGA A IMITARLA
1. Oh gran Madre de
nuestro Dios, que por la excelencia de vuestros mé- ritos y virtudes fuisteis
elevada sobre todas las criaturas, ¿cómo nos atreveremos nosotros á llamarnos
hijos vuestros, faltos de toda virtud y llenos de miserias é innumerables
pecados? ¡Ah! dadnos á conocer mas y mas, oh buena Madre, nuestra dignidad,
efecto de vuestra dignación, para corresponderos cual debemos con la imitación
de vuestras virtudes. Ave María.
2. Nuestro principal deber como hijos vuestros, oh María,
es imitar en lo posible vuestras heroicas virtudes para llevar con dignidad tan
glorioso nombre. Y si esta es nuestra obligación ¿cómo podremos, sin cumplirla,
gloriarnos de teneros por Madre? Compadeceos de nosotros, gran Señora, y
dispensadnos copiosas y eficaces gracias para seguir sin cesar vuestras huellas
en el camino de la virtud. Ave María.
3. ¡Oh cuán puros y
santos deben ser vuestros hijos, oh Madre Virgen, siendo Vos tan santa y pura
que, a perder esta hermosa y celestial virtud, hubierais renunciado gustosa al
honor incomparable de ser Madre de Dios! Y sin embargo de ser hijos de tan pura
Virgen, ¿qué hacemos nosotros para conservar puros nuestros corazones? ¡Oh
Madre de pureza! haced que con lágrimas lavemos nuestras manchas para
conservarnos puros a imitación vuestra. Ave
María.
4. Entre vuestras
virtudes, oh María, resplandeció la más profunda humildad, en virtud de la cual
no quisisteis otra gloria en este mundo que la de ser la humilde esclava del
Señor ¡Oh portentosa Criatura! Vos, llena de gracia y colmada de honores, tan
humilde; y nosotros, llenos de miserias y defectos, ¡tan soberbios! Destruid,
oh humildísima Señora, en nuestros corazones ese desmedido y criminal orgullo, y
haced que aprendamos de Vos y de vuestro no menos humilde Hijo, a ser mansos y
humildes de corazón. Ave María.
5. ¡Cuán admirable
paciencia é invencible constancia mostrasteis en vuestros padecimientos, oh
Reina de los mártires! Virgen de dolores, como de dolores fue hombre vuestro
Hijo, según Isaías: una espada de dolor traspasó continuamente vuestra preciosa
alma. Nosotros, por quienes ambos padecisteis, no tenemos valor para soportar
con paciencia una enfermedad, una tribulación, una sola palabra injuriosa. ¡Ah,
sírvanos vuestro ejemplo, oh adolorida Virgen, de estímulo para sobrellevar con
resignación, constancia y alegría, los males á que por nuestra culpa estamos
sujetos! Ave María.
6. ¡Era tal vuestro celo, oh fervorosa Virgen, por la
gloria de Dios, que ya ni nos socorremos en nuestras comunes necesidades
espirituales y corporales! ¡Oh amorosa Madre de los hombres! así como nos dais
el ejemplo de la más pura y perfecta caridad, haced que á imitación vuestra y
como hijos vuestros la practiquemos entre nosotros, mutua y constantemente. Ave María.
QUINTO DIA
EL ESCAPULARIO DEL
CARMEN ES UNA DEFENSA SEGURA EN LOS PELIGROS DEL CUERPO
1. No contentándoos Vos, oh María, con amarnos como
Madre, quisisteis constituiros nuestro amparo y defensa en los males y peligros
á que estamos expuestos en este valle de lágrimas. ¡Oh, qué consuelo para
nosotros saber, oh Madre compasiva y tierna, que Vos estáis siempre en vela
para protegernos, custodiarnos y procurarnos todo el bien temporal que nos
conviene! Ave María.
2. Esta defensa en los peligros del cuerpo se halla
apoyada, oh bondadosa Madre, sobre el título que Vos misma disteis a vuestro Escapulario
santo, llamándolo áncora de salvación en los peligros ¿Cómo, pues, podían estos
amilanarlos, ¿cómo podríamos nosotros temerlos, seguros como estamos, oh Madre
nuestra, de encontrar en vuestro santo hábito el más fuerte escudo contra todos
ellos? Ave María.
3. ¿Quién podrá, oh maravilla del Carmelo, enumerar las
maravillas y prodigios que por medio del Escapulario habéis obrado? ¡Oh, la
tierra y todos los demás elementos parecen haber sido encadenados por su
invisible virtud para que no dañen á los que devotamente lo visten! Felices, mil veces felices vuestros hijos, oh
Carmelitana Virgen, ¡seguros como están bajo vuestra palabra, de ser protegidos
y escudados por tan buena Madre! Ave
María.
4. Innumerables son, Señora, los que vistiendo
devotamente vuestro santo hábito han sido milagrosamente sacados sanos y salvos
de profundos y horribles precipicios; muchos los que sepultados bajo de enormes
rocas salieron ilesos; numerosísimos los que habéis salvado de la cólera de sus
más encarnizados enemigos ¡Ah! ojalá fuéramos nosotros tan prontos á recurrir á
Vos, oh tiernísima Madre, cuanto Vos sois solícita y pronta en librarnos de los
males que nos aquejan. Ave María.
5. Qué diéramos, oh Madre tierna y tiernamente querida,
de los estupendos prodigios que vuestro Escapulario ha obrado en las aguas, ya
cambiando en plácida calma las más furiosas tempestades, ya sacando á salvo á
los miserables náufragos, ya librando de la profundidad de los pozos ó de la
rápida corriente de los ríos á los que cayeron en ellos ¡Oh, qué consuelo para
vuestros devotos hijos poder contar con vuestro amparo, oh Carmelitana Madre,
en semejantes riesgos! Ave María.
6. El aire, el fuego, el plomo, el acero, oh poderosa
Reina y Madre nuestra, todo parece respetar la santa librea con que distinguís
á vuestros hijos, y devotos. ¡Cuántos por su medio han sido librados de la
furia de los huracanes! ¡cuántos lo han sido de rayos y horrorosos incendios!
¡cuántas espadas y puñales no se han embotado, cuántas 3° balas no se han
aplastado sobre el Escapulario que á manera de coraza cubría el pecho de vuestros
hijos! ¡Ah! ¡cuán cierto es, oh gran Señora, que vuestro santo habito es salud
en los peligros! Ave María.
7. ¡Qué dichosa suerte, oh Virgen Madre del Carmelo, la
de los que visten con devoción y confianza vuestro sagrado hábito! Las
enfermedades más inveteradas y rebeldes, los contagios, los males más
incurables, la misma muerte, todo ha cedido repetidas veces a la irresistible
virtud y eficacia del Escapulario del Carmen ¡Ah! concedednos, benignísima y
poderosísima Madre, la gracia de no mancharlo jamás con nuestros pecados, para
ser dignos de vuestra protección en nuestros peligros y necesidades. Ave María.
DIA SEXTO
EL ESCAPULARIO DEL
CARMEN ES UNA DEFENSA SEGURA EN LOS PELIGROS DEL ALMA
1. Si quisisteis ser, oh tierna y amabilísima Madre,
nuestra providencia y amparo en los peligros de nuestro cuerpo, ¿con cuánta
mayor solicitud no nos procurareis los bienes espirituales que nos fueren
necesarios? Sí; y a este fin os dignasteis darnos el santo Escapulario como el más
pronto y eficaz auxilio en las necesidades de nuestras almas ¡Oh bondadosa y
digna Madre de vuestros hijos! ¡cuánta no deberá ser nuestra confianza en Vos
en todos nuestros conflictos y tentaciones! Ave María.
2. Si los vasallos acuden á su bondadosa reina, si los
hijos recurren a su querida Madre en sus cuitas y necesidades, ¿á quién sino á
vos, oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María, deberán acudir nuestras
almas en sus tentaciones, tribulaciones y angustias? j y ¿de dónde podrá
venirnos la fortaleza para contrarrestar a nuestros enemigos espirituales sino
de vuestro sagrado Escapulario? ¡Ah! haced, Virgen j santa, que lo vistamos
santamente para, por su medio, santificamos y salvarnos. Ave María.
3. Muchos y terribles son nuestros enemigos, oh
poderosísima Señora, ¡muchos y terribles son los golpes con que procuran
herirnos... todo en nosotros y fuera de nosotros se arma para consumar la ruina
de nuestras almas... Nuestra vida es una guerra continua! Mas ¿cómo podremos
sucumbir, cómo no podremos triunfar, si escudados con vuestro Escapulario, nos
tendéis, oh gran Reina del universo, vuestra diestra protectora? Ave María.
4. Y ¿quién mejor que Vos, oh María, podrá detener el
ímpetu dé nuestras indómitas pasiones, y. poner saludable freno a sus
desordenados movimientos? ¿quién mejor que Vos podrá preservarnos de los
seductores atractivos de ese mundo engañador? ¿quién mejor que Vos podrá
hacernos invulnerables a los dardos del infierno? ¡Ah! sea vuestro Escapulario
nuestra defensa., sed Vos, oh Madre nuestra, nuestro refugio.', socorrednos,
amparadnos, defendednos! Ave Maria.
5. ¡Cuán a propósito quisisteis, oh amorosa Madre, que
vuestro Escapulario nos cubriese el corazón, para fortalecerlo contra los
embates de nuestro común enemigo, que cual león rugiente va dando vueltas cerca
de nosotros para devorarnos! No, no permitáis jamás, Señora, que nos despojemos
de tan fuerte armadura sea siempre vuestro sagrado hábito nuestro mural y antemural
contra las seducciones y asaltos del demonio. Ave María.
6. Cobijados bajo la inestimable prenda de vuestro amor,
oh graciosa y bondadosa Madre, vuestros queridos hijos quedaron siempre
victoriosos en las más tremendas tentaciones, en los más inminentes peligros de
perder la divina gracia. Concedednos igual protección, oh divina y poderosa
Virgen, y no permitáis jamás que seamos víctimas de las asechanzas del infernal
enemigo. Vos, Vos sola sois nuestra vida, nuestra dulzura, nuestra esperanza. Ave María.
7. ¡Cuántos pecadores, oh Refugio de todos ellos,
sumergidos en el más profundo abismo de la iniquidad, se levantaron apenas
cubiertos con vuestro santo hábito, y llorado que hubo sus culpas se entregaron
á una saludable penitencia y se salvaron! ¡Ah! sacadnos también á nosotros, oh
Madre de misericordia, del cieno de nuestras culpas.. Sea también para nosotros
vuestro Escapulario nuestra salud ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen.
Ave María.
DIA SEPTIMO
EL ESCAPULARIO DEL
CARMEN NOS DEFIENDE EN LA HORA DE LA MUERTE
1. Y a lo sabéis, oh soberana Señora y tierna Madre de
los mortales, en el peligroso paso del tiempo a la eternidad es cuando más expuestos
estamos á caer para siempre en el abismo entonces es cuando más necesitamos de
vuestros consuelos, de vuestra ayuda y protección y entonces también, oh
Patrona y Madre de los Carmelitas, entonces es cuando empleáis á favor nuestro
todos los recursos de vuestra maternal ternura, todos, los tesoros de vuestra
gracia, para que no sucumbamos en tan tremendo trance. Ave María.
2. Si con vuestro Escapulario nos disteis, oh buena y
próvida Madre, como una infalible defensa contra los enemigos de nuestra vida temporal,
¿cuánto mayor no deberá ser su eficacia para preservarnos de la muerte eterna? ¡Ah!
haced, oh Abogada de los miserables mortales, que en el momento de recibir el golpe
fatal pasen nuestras almas á gozar con Vo s de la vida eterna. Ave María.
3. Si una buena madre al ver a su querido hijo en algún
grave é inminente peligro corre solícita á su socorro, Vos, oh María, que sois
la mejor y más tierna de las madres ¿podríais contemplar, sin volar á su ayuda
y defensa á vuestros amados hijos en el gravísimo riesgo de perderse para
siempre? ¡Ah! no; vuestra ternura es demasiado sensible á nuestras desgracias
para abaldonarnos en el instante del cual depende nuestra eterna salud. Ave María.
4. Rugirá en torno de nuestro lecho de dolor y muerte, oh
divina Pastora de las almas, el león infernal haciendo sus últimos esfuerzos
para devorarnos... mas, cubiertos nuestros pechos con vuestro Escapulario
santo, alentados con vuestra presencia, robustecidos con vuestra ayuda,
quedarán frustradas todas sus esperanzas, cumpliéndose por el contrario las
nuestras de alcanzar, oh María, por medio de vuestro sagrado hábito, la más
completa victoria. Ave María.
5. ¡Cuán grande es la virtud de vuestro Escapulario, oh
Virgen Carmelitana! ¡cuántas veces á su sola vista retrocedieron confusos los
espíritus infernales, á la manera que huyen del sol las bestias feroces de las
selvas!.. ¡Oh! haced, Señora, que, en la hora crítica de nuestro tránsito, obre
el Escapulario en nosotros este prodigio, para poder perseverar en gracia hasta
el fin y llegar sin otro peligro al puerto de salvación. Ave María.
6. En los últimos momentos de su vida, oh Virgen santa, experimentan
vuestros hijos otro efecto de la extraordinaria virtud de vuestro Escapulario.
¡Qué paciencia no alcanzan por su medio en sus angustias y dolores! ¡con cuánta
facilidad y fervor repiten actos de pura y verdadera fé, de firme esperanza, de
ardiente caridad!.. ¡Oh, cuán dulce es morir á quien con sus labios fríos ya y
descoloridos besa afectuosamente vuestro santo y sagrado Escapulario! Ave María.
7. Como á tierna y cariñosa Madre que sois, oh María, no
solo protegéis á vuestros hijos en sus últimos momentos, sino que además les
favorecéis con repetidor y suaves coloquios. ¡Con qué fervor y filial cariño os
dan ellos las gracias de haberlos admitido en el número de vuestros hijos! ¡con
qué bondad y maternal ternura les habíais Vos, consolándolos en sus penas y
trabajos! ¡Oh buena, amorosísima é incomparable Madre! haced que os seamos
fieles durante la vida, para lograr tan santa y preciosa muerte en el ósculo
del Señor. Ave María.
DIA OCTAVO
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN
ABREVIA EL TIEMPO DE LAS PENAS DEL PURGATÒRIO
1. Siempre benéfica y generosa, oh María, para con todos
los fieles cristianos, lo sois especialmente para con vuestros hijos
Carmelitas. No satisfecha con protegerlos en vida y asistirlos en la hora de la
muerte, empleáis vuestro poder para librarlos de las llamas del purgatorio y
llevarlos cuanto antes a la patria celestial. Gracias, Señora, mil y mil veces
gracias por esa singularísima gracia. Ave
María.
2. Nuestros amigos, oh piadosísima Madre, parece nos
quieren cordialmente mientras permanecemos en este valle de miserias; más al
mediar la muerte entre ellos y nosotros, nos olvidan abandonándonos sin ningún
alivio en las cárceles del purgatorio. No así Vos, oh buena Madre; sino que
mirándonos á la vez con ojos más compasivos, nos procuráis solícita mayores
alivios. ¡Oh! bendito, bendito sea vuestro santo Escapulario, que nos merece y
proporciona tanta dicha.. Ave María.
3. Si bien nos llena de temor y temblor, oh Madre y
Señora nuestra, la sola memoria de las penas expiatorias que tendremos que
sufrir para satisfacer cumplidamente á la divina Justicia, nos llena sin
embargo de inefable consuelo saber que Vos, oh misericordiosa Virgen,
interpondréis luego vuestro poderoso valimiento para mitigarlas y abreviarlas.
¡Oh! aceptad, Señora, ya de antemano nuestra gratitud por tan particular favor.
Ave María.
4. Si así lo
creemos y esperamos, oh bondadosísima Madre, es porque Vos misma os dignasteis
decirlo y prometerlo. Y si empeñasteis vuestra palabra ¿podríais faltar a ella?
En verdad, oh Madre singularísima, que en esto nos habéis dado la última y
mejor prueba de vuestro maternal amor. Recibid por ella nuestras más sinceras
alabanzas. nuestros más cordiales obsequios, y hacednos dignos en vida de esta
gracia de eterna vida. Ave María.
5. Para mayor seguridad y consuelo de vuestros hijos, oh
María, señalasteis Vos misma y fijasteis el día de su salida de las cárceles
del purgatorio. En el sábado inmediato después de su muerte es cuando bajáis
allí, según vuestra promesa, para conducirlos Vos misma al monte santo de la
gloria ¡Oh suspirado y afortunado día! ¡Ah! mientras haya en nosotros un soplo
de vida, os prometemos, Señora, en señal 43 de gratitud y para hacernos más
dignos de vuestras bondades, honraros todos los sábados con especial devoción. Ave María.
6. ¡Qué satisfacción para Vos, oh Emperatriz de los
cielos, poder aumentar el número de los bienaventurados, y qué alegría para
vuestros hijos detenidos en las prisiones del purgatorio, al veros bajar a aquel
lugar de tormentos para romper sus cadenas y trocar las llamas que los abrasan
con el incomprensible y eterno gozo del empíreo ¡Oh Madre piadosísima!
ayudadnos a cumplir fielmente las obligaciones que Vos misma nos impusisteis,
para ser dignos de vuestras maternales promesas. Ave María.
7. ¡Cuántos hijos vuestros, oh soberana y divina Señora,
tuvieron la dicha de espirar en el día sábado, y libres ya de todo reato de
pena pasaron el mismo día, conducidos por vuestra mano, al reposo eterno! ¡Ah!
si nosotros, oh amabilísima Madre, no merecemos de Vos tan pronta asistencia y
protección, concedernos Vos misma poder merecerla y esperarla, esforzándonos
siempre más en obsequiaros para veros y bendeciros pronta y eternamente en la
patria celestial. Amen. Ave María.
DIA NOVENO
EL ESCAPULARIO DEL
CARMEN ES UNA SEÑAL DE ETERNA PREDESTINACION
1. En el Escapulario os doy una prenda de salud eterna,
dijisteis, oh María, á vuestro amado hijo Simón; el que muriere piadosamente
con él, no padecerá el fuego eterno... No parece, sino que quisisteis con esto
dar á entender al mundo, que vuestra Orden, oh fragante y hermosa Flor del
Carmelo, debía ser entre todas la más privilegiada ¡A tal exceso de amor llegó
vuestra maternal ternura para con vuestros hijos! Ave María.
2. ¡El que Viste santamente, oh amantísima Madre, vuestro
Escapulario, puede, pues, confiar que será del número de los elegidos a la
gloria! ¡Oh, qué prerrogativa tan consoladora para vuestros hijos! Y ¡cómo
deben ellos darse mutua y cordialmente el, parabién al verse cubiertos con un
vestido que les asegura de vuestra parte nada menos que la eterna felicidad! Ave María.
3. Si los que os son sinceramente devotos y viven bajo
vuestra tutela y protección, oh gran Madre de todos los mortales, no pueden
perecer eternamente, ¡cuánto menos deberán temer por su eterna suerte vuestros
especiales hijos del Escapulario, a quienes prometisteis preservarlos de las
llamas eternas del infierno! ¡Ah, Señora! ¡y cuán digna sois de nuestro amor y
de nuestra eterna gratitud! Ave María.
4.El mismo ángel de las tinieblas ha confesado varias
veces con despeche, oh gloriosa y poderosa Virgen del Carmelo, que nada puede
contra los que visten devotamente vuestra santa divisa. ¡Ahí felices nosotros,
si viviendo cristianamente no abandonamos jamás la devoción de vuestro santo
Escapulario! Entonces sí que podremos con mayor razón prometernos el más
completo triunfo sobre el dragón infernal. Ave
María.
5. Qué seria y a
de nosotros, oh Madre amorosa, sin vuestro sagrado Escapulario! ¡cuántas veces
nos hemos visto por nuestra culpa al borde del eterno precipicio, y nos
tendisteis para salvarnos una mano bondadosa al vernos cubiertos con vuestro santo
hábito ¡Oh! ¡cuanto mayor es vuestra solicitud por nuestra salud, oh tierna
Madre, lo es nuestra fatal obstinación en perderla! Ave María.
6. Las lozanas plantas del ameno jardín del Carmelo,
cultivadas por vuestras manos, oh dulce María, y a la benéfica sombra de vuestro
Escapulario, produjeron en todos tiempos abundantes flores y frutos de santidad.
Á Vos, oh Carmelitana Madre, os ha cabido la satisfacción y la gloria de
presentar unos y otros á vuestro divino Hijo, complaciéndose él con Vos en su
suavidad y fragancia.. También nosotros por elección vuestra, oh Virgen santa,
somos plantas de vuestro Carmelitano vergel... cultivadnos, pues, con esmero, y
sea vuestro Escapulario nuestro abrigo contra los ardores de la concupiscencia
y los agostadores hálitos del infierno, para que demos á su tiempo opimos y
sazonados frutos de virtud y santidad, dignos de ser ofrecidos al Dios de toda
santidad y virtud. Ave María.
7. Con el fin de asegurar nuestra eterna felicidad ¿quién
podría ya dudarlo, oh buena Madre? nos disteis por salvoconducto vuestro santo
Escapulario, señal de salud, áncora de salvación en toda especie de peligros,
garantía de la pacífica alianza y pacto sempiterno que establecisteis Vos con
nosotros ¡ Ah, Señora! si bien es verdad que hasta aquí hemos sido ingratos á
tantos y tan singulares beneficios, y por lo tanto indignos de vuestro amor,
confiamos, sin embargo, en vuestra maternal ternura y compasión, para lograr de
Vos una mirada propicia y una protección
constante ahora y en la hora crítica y tremenda de nuestra muerte. Amen. Ave María.
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