NOVENA A LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA SALETTE
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Adorable salvador
de nuestras almas! Ya no eres tú el Dios terrible que con voz de trueno hablabas
á los hijos de Israel que temían morir: eres el Dios manso y benigno que nos hablas
con la suavidad de la brisa, por medio de María tu Madre Virgen para
convertirnos. ¡Con qué ternura y caridad nos reprendes! pues a la vez que nos
amenazas con el castigo, nos ofreces tu misericordia para que no perezcamos.
Por tanto, humillados profundamente en tu presencia, escuchamos tus
llamamientos y te pedimos perdón por nuestros pecados. Venga a nosotros tu
misericordia antes que el rigor de tu justicia, y quedemos a ti convertidos,
para que, sirviéndote fielmente en nuestra vida, merezcamos amarte y bendecirte
en el cielo para siempre. Amen.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.
¡Reina de las Vírgenes y Madre de Jesucristo! ¿Cómo es posible
contemplarte en actitud de tristeza, sin que nuestra alma quede profundamente
conmovida? ¿Cómo podremos verte contristada por nuestros pecados, sin
arrepentimos en lo íntimo de nuestro corazón? Tú lamentas las ofensas que
hacemos a tu dulce Jesús, y, como una Madre interesada por nuestro bien, quieres
evitar nuestra perdición y nos haces escuchar tus avisos maternales. No
queremos, pues, verte llorosa y afligida, ni ser más los crueles instrumentos
de tu pena. Cese ya nuestra ingratitud, y muera en nosotros el pecado que
detestamos con toda la fuerza de nuestras almas. Estos son tus deseos y a este
fin te apareciste en la Saleta como una celeste Misionera para predicarnos la penitencia
y nuestra conversión a Dios. En tus manos, pues, ponemos nuestra salvación. Recibe
nuestro arrepentimiento y haz que nos sometamos fielmente a la ley de tu
santísimo Hijo. Amen.
DIA PRIMERO
¡Con qué sublimes encantos te presentas a nosotros ¡oh
María! en forma de celeste misionera, ¡para convertirnos a tu divino Hijo
Jesús! ¡Con qué dulcísima caridad nos amonestas para que evitemos el castigo y
obremos nuestra salvación! ¿Y quién se resistirá a la eficacia de tus
purísimas lágrimas virginales? ¡Oh María! que estas lágrimas caigan sobre
nosotros como el rocío sobre la tierra sin agua, como la lluvia sobre la
campiña, como la llovizna sobre la grama, y queden nuestras almas convertidas al
eco armonioso de tu saludable predicación, a fin de que, haciendo penitencia
por nuestros pecados, desagraviemos, amemos y sirvamos a nuestro Señor
Jesucristo. Amen.
GOZOS
¡Oh María!
por tu inocencia
Y por tu
llanto y dolor,
Misericordia
y clemencia,
Madre
del divino amor.
Dos
inocentes pastores,
De la
Saleta en la altura,
Te vieron
¡oh Virgen pura!
Entre
vivos resplandores.
Y
admiraron tu presencia
En actitud
de dolor.
"¡Oh
hijos míos! avanzad
Les dijo
tu voz doliente:
Vengo a
contaros clemente,
Una grande
novedad...
Y de tu
llanto la fluencia
Reconviene
al pecador."
"Si
no quiere obedecer
Mi pueblo
la ley sagrada,
Y o me
veré precisada
A dejarlo
perecer.
¡Cuánto su
mala conciencia
Carga el
divino furor.
"¡Oh
si quisierais creerlo!
El brazo
de Dios airado
Es tan
fuerte y. tan pesado
¡Que no
puedo sostenerlo!
Haced
todos penitencia
Con temor
y con temblor...
"Yo
ruego en la eternidad
Por
vuestro bien y salud;
Pero
vuestra ingratitud
Se olvida
de mi bondad.
¡Ay! vuestra fría indiferencia
Debe
causaros pavor...
"Del
Domingo y día festivo
La
profanación frecuente,
La
blasfemia irreverente
Y la
impiedad del altivo:
Esto carga
con frecuencia
El brazo
de mi Hacedor...
"De
los actos religiosos
Os burláis
con artificio
Y del Santo
Sacrificio
Os
olvidáis perezosos.
Ni el
ayuno y la abstinencia
Queréis
guardar con fervor...
"Si
os convertís a mi Dueño,
Os dará
dicha cumplida,
Será feliz
vuestra vida
Y
tranquilo vuestro sueño.
Pedid
piedad é indulgencia
A vuestro
Dios y Señor...
Haréis
saber esto vos,
A mi
rebaño, hijos míos,
Que
abandone sus desvíos
Y se
convierta a su Dios.
Tan
bondadosa excelencia
Escuchará
su clamor.
Dijiste, y
en el momento,
Tus
facciones escondiendo
Fuiste
desapareciendo
Como astro
del firmamento.
Los dos
niños en tu ausencia,
Dieron fe
de tu primor.
La fuente
que sin raudal
Tocó tu
planta serena,
Hoy se
mira de agua buena,
Convertida
en manantial.
Su
frescura y trasparencia
Da la
salud y vigor.
Todo el
mundo á tí ha venido
Como a su
amparo y consuelo
Porque a
su voz se abre el cielo
En favor
del desvalido.
Y tú le
prestas audiencia
Y le
impartes tu favor.
ORACIÓN FINAL
Compungido nuestro corazón y conmovida nuestra alma por la
filial confianza que tenemos en tí ¡oh Madre de Jesús! imploramos tu auxilio
para que nos reconcilies con Dios. A este fin te apareciste en la Saleta
derramando lágrimas por nuestra desgracia, y exhalando tiernos suspiros por
nuestra eterna salud. Tú quieres que nos sometamos a la ley de Dios y de la
Santa Iglesia porque en ello estriba nuestra verdadera felicidad y el honor que
se debe a tu Santísimo Hijo. Quieres que vivamos como verdaderos cristianos;
que no nos olvidemos de tus piedades; que nos acojamos a tu dulce protección.
Por tanto, venimos hoy a tus plantas ¡oh María! atraídos por tus finezas y por
tu amor. Favorécenos contra el azote de la divina justicia, y haz que
obtengamos los saludables efectos de tu misión sublime. Queden grabadas en lo
íntimo de nuestra alma tus sentidas quejas para corresponder a tus deseos: temamos
los castigos de Dios y obedezcamos su santa ley; confiemos en tus promesas para
animarnos a practicar el bien. ¡Oh hermosa Misionera! Dígnate bendecirnos con
la imagen de Jesús crucificado que traes sobre tu pecho, para que, convertidos
a Dios, por tu medio, consigamos la perseverancia final y la eterna salvación.
Amén.
DIA SEGUNDO
¿Qué sería de nosotros ¡oh María! si tú no fueras nuestra
poderosa Abogada? ¿En dónde estaríamos ahora sufriendo el eterno castigo si no
fuera por tu benéfica intercesión? Tú nos has librado de la muerte eterna: tú
has suspendido los castigos que nos venían del cielo: tú nos has amonestado
para que no perezcamos: tú nos llamas con ternura maternal. ¿Quién resistirá a
tan dulces llamamientos? Nosotros hemos oído tu voz y venimos a tí para ponernos
al abrigo de tu manto. ¡Oh cuán dulce es verter a tus plantas las lágrimas de nuestro
arrepentimiento! Dígnate recogerlas y presentarlas a tu Santísimo Hijo como
fruto especial de tu misión sagrada.
DIA TERCERO
Tú ¡oh María! Maestra de los fieles y augusta Misionera de
los pecadores, que con tanto amor nos invitas á que hagamos penitencia por
nuestros pecados, envíanos un rayo de luz que nos ilumine para separarnos de la
vida que nos conduce al abismo. Enséñanos a hacer oración y a practicar el
bien, para que desprendidos de la tierra, elevemos al cielo nuestros suspiros, y
haciendo la voluntad de tu santísimo Hijo, le desagraviemos con nuestras buenas
obras. Esto te pedimos fiados en tu bondad y llenos de confianza en tu
protección.
DIA CUARTO
¡Oh María! Compungidos íntimamente por la profanación del
día del Señor a quien debemos todo honor y reverencia, nos postramos a tus
plantas para que recibas nuestro arrepentimiento y nuestra contrición.
Piedad ¡oh María! por tan sacrílega profanación. De hoy en adelante queremos
honrar al bienhechor de nuestra vida santificando el día que se ha reservado para
sí. Alcánzanos esta gracia por amor de Jesús, y concédenos que tus ruegos aplaquen
su indignación.
DIA QUINTO
¡Oh María siempre benigna y misericordiosa! ¿Cómo no
agradeceremos tu amor y piedad para con nosotros, cuando viendo a ti santísimo
Hijo tan ofendido interpones tus ruegos para que no nos castigue? ¿Cómo no
bendeciremos a nuestro Señor Jesucristo que es tan bueno y á tí que eres tan
amable y bendita? ¡oh María! Lloramos amargamente las blasfemias y
profanaciones del santo nombre de Dios, y queremos bendecirlo en todos los instantes
de nuestra vida. Alcánzanos la gracia de bendecirlo también en nuestra muerte y
en tu compañía en el cielo. Amen.
DIA SEXTO
Te saludamos ¡oh María! con la pronta sumisión de hijos
reconocidos. Te bendecimos con toda la efusión de nuestra alma porque eres
nuestra ventura y nuestra reconciliación con Dios. ¡Oh tierna Abogada nuestra!
No queremos ofender más a tu Santísimo Hijo Jesús: nos arrepentimos de haber
pecado: proponemos la enmienda de nuestra vida y esperamos que nos alcances la
gracia de la perseverancia final, y que nos libres de los castigos temporales y
de la eterna condenación.
DIA SEPTIMO
Te saludamos ¡oh María, Madre de Dios! causa de nuestra
alegría y remedio de nuestros males. Te saludamos bellísimo encanto de nuestras
almas, dulcísimo consuelo de nuestra vida, Madre llena de ternura para nuestro
corazón. Te saludamos y venimos a tí para depositar á tus plantas las lágrimas
de nuestra contrición. ¡Seas bien venida, oh Misionera sublime! Seas bien
venida y queden nuestras almas inflamadas en tu caridad. Tu amor purísimo es más
que suficiente para premiar nuestra sumisión a Dios, ¿y aun nos ofreces
bendiciones temporales? ¡Oh cuán bueno es tu Dios y nuestro Dios! ¡Cuán buena
eres tú, delicia nuestra! Madre amable, conviértenos: defiende nuestra causa y
no nos dejes perecer.
DIA OCTAVO
¡Oh María! ¡Mensajera celeste de la ventura! Con cuánta confianza
debemos recurrir a ti que eres tan rica y bondadosa, y que tan de veras quieres
salvarnos. Tú eres la repartidora de los tesoros de Dios, nuestra buena Madre, nuestra
Maestra y protectora. Portales privilegios enséñanos a orar y nos
desprenderemos de la tierra para elevar nuestras miradas al cielo: enséñanos a
ser mortificados para vencer los estímulos de la carne; y alcánzanos la gracia
de una verdadera conversión a Dios, estimando debidamente la oración y el ayuno
que tanto nos recomiendas. Amen.
DIA ULTIMO
¡Oh bendita María! Tu misericordia es como la lluvia
temprana que llena de alegría y de gozo a las campiñas que han sido
abrasadas por el calor del estío, tu clemencia, como la suavidad del día sereno
que nos anuncia tu ventura, tu gracia despide la prodigiosa fragancia del
bálsamo puro, y tu hermosura y amor son el atractivo de todas las naciones.
¿Quién no quedara rendido al contemplar tu belleza? ¿Quién no se someterá a la
voluntad del Señor, oyendo el llamamiento de tu voz virginal? Bendita seas
porque has derramado en nosotros tu clemencia. Bendita mil veces porque no has
tendido una mano salvadora y compasiva. Líbranos, por tanto, de la eterna venganza:
ruega por nosotros y dígnate abrirnos las puertas del cielo. Amen.
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